Notashoy escribe Antonio Piñero Como dijimos en la nota anterior, he aquí como veo que fue el contenido de esa llamada tal como se deduce del conjunto de las cartas conservadas de Pablo. La llamada significó ciertamente una verdadera conversión intelectual y se fue perfilando con el tiempo. Los rasgos del “nuevo Evangelio” fueron los siguientes: • A pesar de la cruz y el aparente fracaso, Jesús es el verdadero mesías. Tras su muerte, que ha de interpretarse como sacrificio expiatorio querido y aceptado por Dios, éste había hecho a Jesús señor y mesías. • Estos acontecimientos inauguran el tiempo mesiánico, preparatorio para la salvación final de la humanidad y para la instauración definitiva del poder de Dios sobre ella. • Hay un nuevo plan de Dios para la salvación; comienza una era de gracia; se va a cumplir la promesa a Abrahán. El mesías no es sólo el redentor de Israel tal como lo entiende la masa de los judíos, sino del Israel completo o restaurado, que en los últimos tiempos acogerá también en su seno a un cierto número de gentiles. Todo el pueblo de Dios, judíos y gentiles por igual, está siendo reunido por Dios en aquellos momentos gracias a la obra de Jesús. • Los elegidos, antes pecadores pero luego declarados justos por su fe en Jesús y en lo sucedido con él, tenían que darse prisa para lograr dos objetivos del plan de Dios sobre los últimos tiempos: a) que todo Israel aceptara el mesianismo de Jesús; b) que se completara cuanto antes el número de los gentiles predeterminado por la divinidad para integrar el verdadero pueblo de Dios. • El fin del mundo está muy cerca. El tiempo que resta es muy escaso. Pronto, muy pronto, habrá de venir Jesús como juez definitivo de vivos y muertos. En ese momento se instaurará la soberanía de Dios. Ello significará el final del mundo presente, y la inauguración de un reinado divino ultramundano y eterno. Esta revelación incluía una noción clara de lo que significaba la figura y misión de Jesús, a saber qué es lo que él, Pablo, tenía que predicar acerca del que ahora creía el verdadero y único mesías. Fue tan clara, definitiva y contundente esa percepción que no necesitó el refrendo de nadie: « “Os hago saber hermanos, que el ‘evangelio’ (es decir, su mensaje sobre Jesús) por mi predicado no es de hombres, pues yo no lo recibí o aprendí de los hombres, sino por revelación de Jesucristo” (Gál 1,11-12). » Sólo hay un “evangelio”, el suyo. Escribe a sus conversos en Galacia: « “Me maravillo de que tan pronto, abandonando al que os llamó en la gracia de Cristo, os hayáis pasado a otro evangelio. Y no es que haya otro; lo que hay es que algunos os turban y pretenden pervertir el evangelio de Cristo. Pues aunque nosotros, o un ángel del cielo, os anunciase otro evangelio distinto al que os hemos anunciado, sea maldito. Os lo he dicho antes y ahora de nuevo os lo digo: si alguno os predica otro evangelio distinto al que habéis recibido, sea maldito” (Gál 1,6-9). » Así que Pablo sigue siendo tan “celoso y apasionado” como lo era antes de la “llamada”. Ya vemos que afirma con rotundidad: Quien no crea en lo que predico sea maldito (anatema). Esta nota está tomada de mi obra Guía para entender el Nuevo Testamento, Editorial Trotta, Madrid 32008, pp. 267-268. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 17 de Febrero 2009
Comentarios
NotasHoy escribe Antonio Piñero Dijimos, en síntesis, en notas pasadas que para el Pablo previo a su llamada los judeocristianos, sobre todo los “helenistas”, los que criticaban la Ley y la función del Templo como únicos medios de salvación, eran como malditos transgresores de la Ley y seguidores y proclamadores de la dignidad mesiánica de un seductor del pueblo, maldito especialmente por la Ley (Dt 21,23), porque había terminado sus días colgado en un madero. Afirma Martin Hengel (p. 288) que Pablo era un hombre apasionado como lo demuestran algunas de sus afirmaciones en sus cartas posteriores. Por ejemplo, 2 Cor 11,29: « “¿Quién desfallece sin que desfallezca yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?” » y un poco antes: « “Celoso estoy de vosotros con celos de Dios”. » Por tanto , como joven fariseo, su celo en contra de quienes creía de corazón que iban contra la ley de Moisés, que representaba inequívocamente la voluntad de Dios, era igualmente grande: en aquella época, y dados estos presupuestos, no tenía más remedio que comportarse así, como un perseguidor... y celoso, ardiente. Así pues, a lo que parece, la reflexión profunda sobre las razones de los perseguidos le hizo ver, que el personaje que él creía un maldito de Dios se le iba presentando en toda su gloria: había sido exaltado a la diestra de Dios (Salmo 110,1), y eso le confirmaba en que era en verdad Hijo de Dios, el mesías de Israel y el salvador… no sólo de los judíos, sino de los paganos que creyeran en él. En la visión del camino de Damasco, sea como fuere en realidad, Pablo creyó que Dios le confiaba una nueva “buena noticia”: sus perseguidos tenían razón; el Dios de Israel y de los paganos, el Padre del mesías, había decidido una nueva vía de salvación, que comprendía también a los paganos, al menos a algunos. Por tanto, la futura teología/cristología paulina se basa en lo que él creía un encuentro directo con Jesús de Nazaret. Esto cambia todos sus valores: • De experto en la ley de Moisés, exclusiva para los judíos, se convertirá en predicador de que la salvación plena es también para (algunos, luego muchos, luego todos) los paganos. • En vez del “celo por la Ley” predicará con el tiempo un “evangelio de la salvación sin necesidad de cumplir la Ley • En vez de pensar que Dios justificaba al pecador si “obraba las obras” de la Ley, predicó luego que el pecador es declarado justo por Dios sólo por la fe en el efecto redentor del sacrificio de la cruz. • En vez de sostener que el hombre por sus solas fuerzas es capaz de cumplir la Ley, a defender que sólo es posible cumplir la voluntad de Dios por la sola gracia divina. • Del odio al crucificado como un falso mesías pasa Pablo a una “teología de la cruz”: éste fue el sacrificio único por el cual se restauró la amistad perdida entre la humanidad y su Creador. La restauración de esa amistad significa la salvación. Un pasaje célebre de su carta a los Filipenses sintetiza este cambio de valores que experimenta el Pablo “llamado”/ “convertido”: « Pero lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. 8 Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no con la justicia mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de Dios, apoyada en la fe, 10 y conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte, 11 tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos. » Todo este cambio de valores muestra cuán judía es la nueva teología paulina…, ya que sus elementos y su estructura mental son judías, y a la vez –probablemente lo veremos algún día en este blog- cómo a la hora de presentarla a los paganos se viste de un ropaje tan griego, que ese ropaje, en apariencia exterior acaba por penetrar en el interior y modificar el mensaje mismo. A pesar de que en mi nota anterior dije que concluiríamos hoy con la presentación del Pablo precristiano (luego ofreceremos un resumen), desearía expandir en la nota siguiente y última lo que significó este cambio de valores con palabras tomadas de la Guía para entender el Nuevo Testamento (Trotta, Madrid 32008) Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Lunes, 16 de Febrero 2009
Notas
Les quiero anunciar hoy solamente un curso sobre
Orígenes del cristianismo / Iniciación al estudio del Nuevo Testamento impartido por Antonio PIÑERO en Alcobendas (Madrid) a partir del próximo lunes 2 de marzo 2009 a las 19,30 horas, c/ Albacete 11 (trasera). El siglo I de nuestra es una época fascinante. En ella, y tras la derrota ante el Imperio romano, el judaísmo sufre su última gran mutación que lo configura en la forma que tiene hasta hoy. En este siglo vive Jesús de Nazaret y nace también el cristianismo cuya máxima expresión es el Nuevo Testamento. El curso presente sobre los "Orígenes del cristianismo" está centrado en el libro cristiano por excelencia: el Nuevo Testamento, sus antecedentes y su entorno. Indagaremos en lo posible sus entresijos para comprender mejor cómo y por qué nace la fe cristiana. El programa es el siguiente: 1. Orígenes del cristianismo. Introducción histórica. La apocalíptica 2. Orígenes del cristianismo. Precedentes en cuanto a las ideas. 3. Fuentes del cristianismo. ¿Qué es el Nuevo Testamento y cómo se ha transmitido?. 4. Cómo se hizo la lista de libros sagrados: El canon del Nuevo Testamento. 5. Los apócrifos: qué son y cuál es su valor. 6. Introducción a los evangelios aceptados por la Iglesia. 7. Un ejemplo de crítica histórica: La verdadera historia de la pasión. 8. El éxito clamoroso de Pablo de Tarso: un caso de marketing en el mercado religioso del siglo I. El curso es lunes alternos y en cada una de las sesiones se desarrollará un tema. Repito los días: Marzo: 2, 16 y 30 Abril: 20 Mayo: 11 y 25 Junio: 11 y 22 Para más información, pínchese, por favor, en el siguiente enlace: http://www.estudioartificio.es/Curso%20Antonio%20Pinero.html Saludos de Antonio Piñero
Domingo, 15 de Febrero 2009
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Vamos a profundizar un poco más en lo dicho al respecto en una nota anterior, ya que éste es probablemente el tema más interesante, aunque –como reconoce también M. Hengel en su tratamiento del tema- sea el más difícil y controvertido entre los estudiosos. El cambio en la mentalidad del Pablo precristiano fue tan tremendo, como lo describe indirectamente 2 Corintios 4,6: « “Pues el mismo Dios que dijo: De las tinieblas brille la luz, ha hecho brillar la luz en nuestros corazones, para irradiar el conocimiento de la gloria de Dios que está en la faz de Cristo” » El cambio fue, por tanto, como un paso de las tinieblas a la luz. ¿Por qué? En realidad debemos confesar que tampoco lo sabemos, porque Pablo no ofrece explicación psicológica o teológica de su tremendo cambio de mentalidad: « “Nada sabemos de que en el fondo de su corazón estuviera impresionado por el mesías crucificado o por sus seguidores perseguidos por él mismo o que en el fondo estuviera disgustado con algunos aspectos de la Ley y sus tremendas exigencias” (M. Hengel, p. 283). » Pablo sólo dice que el ambio se produjo porque era un plan de Dios. Éste “tuvo a bien” llamarlo: « “Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles”. » Lo que sabemos en verdad es que su llamada le hizo cambiar todos los valores. Por tanto, podemos sospechar que fue un cambio lentamente madurado, quizá a base de irse enterando bien durante los interrogatorios a sus perseguidos de cuál era la reinterpretación de éstos de la vida y figura de Jesús, lograda por medio de una nueva e iluminadora lectura de las Escrituras, que afirmabab inspirada por el Espíritu santo. Es de saber -en efecto- que la teología cristiana nace (léase bajo este punto de vista el capítulo 24 del Evangelio de Lucas: los discípulos camino de Emaús) a base de repensar a Jesús leyendo las Escrituras con otros ojos, los de los judeocristianos de Jerusalén y de Galilea, seguidores de Jesús que estaban convencidos previamente que Dios lo había resucitado. A este propósito repetirá que soy de la opinión –en contra también de M. Hengel- que la teología posterior de Pablo no nace de repente de una visión, de su sola facultad de reinterpretación de Jesús, sino que fue adelantada, como señala el evangelista Lucas con razón, por los comienzos tímidos de la teología de los judeocristianos helenistas de Jerusalén (capítulo 7 de los Hechos) que comenzaron a cuestionarse el valor de la Ley y de Templo en los momentos finales del mundo, según creían. De todo ello se iba enterando Pablo en sus interrogatorios de judeocristianos y de alguna manera se iba archivando en su cabeza y le hacía reflexionar. Sobre todo el modo nuevo de leer e interpretar las sagradas Escrituras. En contra de Hengel deseo sostener que contra este punto de vista interpretativo no luchan motivos serios de cronología paulina, ni de la situación sociológica o teológicadel judaísmo palestino. Sin duda, me parece posible también que estos “helenistas” perseguidos por Pablo le iban trnasmitiendo a éste qué pensaban sobre la conversión y salvación de los gentiles en los momentos finales -en los que creían estar- y qué función desempeñaba en esa salvación la >Ley y el Templo. Sí admito con gusto la sugerencia de M. Hengel que los judeocristianos que reflexionaban -y criticaban- sobre la Ley y el Templo tomaran pie para sus críticas las posturas sobre la Ley y el Templo que -según iba ya formando la tradición, se decía que había tenido Jesús. Por tanto, opino que es plausible que los judeocristianos helenistas se apoyaban para sus críticas en: A) Las discusiones de Jesús sobre la interpretación correcta de la Ley, pero tomadas como si él hubiese querido superar esta Ley, y B) El distanciamiento respecto a la piedad del Templo que era normal entre los galileos, que daban la primacía a la ética interior y a la oración antes que a la piedad ritual, hacia la que se sentían naturalmente inclinados quienes vivían en Judea y en concreto en Jerusalén y sus alrededores, cerca del Templo Éste ha sido siempre mi principio: en el desarrollo de la teología del cristianismo primitivo ningún progreso ocurre, normalmente, sin que los cristianos dejen de buscar un apoyo en algún paso o aspecto de la vida y doctrina del Jesús terreno. Por tanto: no es extraño tampoco que en la crítica al valor salvífico de la Ley y a la función del Templo haya participado también alguno que otro, más abierto de mente, entre los judeocristianos “hebreos”. Es decir, gentes que no fueran del grupo, tan cerrados teológicamente, de los que Pablo luego llamaría “falsos hermanos” (de Jerusalén) que exigían a los paganos convertirse estrictamente al judaísmo para salvarse (Hch 15,1). Éste puede ser el trasfondo de la escena “ideal”, no real en mi opinión, que describe Lucas en el capítulo 10 de los Hechos (el episodio de Cornelio y la visión de Pedro de que todos los alimentos son puros). Llego así a la siguiente propuesta: "Todo este proceso de maduración se concreta en una visión. Toda visión religiosa está condicionada por el ambiene en el que se vive". Afirmo que es muy posible que en el interior de Pablo se llegara a ese proceso de maduración intelectual que luego se manifiesta, conforme a su temperamento visionario y extático (véase 2 Corintios 12,2ss que habla de los trances revelatorios de Pablo) en un proceso de revelación. ¿Cómo fue en concreto esta visión? Tampoco lo sabemos, puesto que la narración de su visión fundamental en el camino de Damasco, relatada con contradicciones tres veces en los Hechos de los apóstoles (capítulos 9, 22 y 26) tiene rasgos totalmente legendarios y fabulosos. Debemos quedarnos tan sólo con que Pablo estaba absolutamente convencido de que tuvo una revelación divina que lo hizo cambiar totalmente. Y que Dios, por pura gracia hacia la humanidad, de acuerdo con sus planes eternos y porque la plenitud de los tiempos había llegado, lo había escogido a él misteriosamente, y por sola gracia, para la misión de publicar y proclamar el nuevo plan de Dios definitivo para la salvación. Este plan estaba ligado con la aceptación de Jesús como el mesías definitivo. Esa maduración hizo pasar a Pablo de considerar a sus perseguidos de peligrosos sujetos que amenazaban todo el sistema de salvación elaborado por el judaísmo y que conmovían en sus cimientos la teocracia, a verlos como verdaderos judíos piadosos que eran los que habían percibido, gracias a la luz del Espíritu lo que en el fondo había en la vida del Jesús terreno: en él se hallaba la acción salvadora de Dios para los últimos tiempos… no sólo para los judíos, sino también para los paganos. Sólo había que verlo con ojos iluminados por el Espíritu. Concluiremos pronto con el tema. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Sábado, 14 de Febrero 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Seguimos con las razones del perseguidor. Martin Hengel reconoce también que el relato lucano sobre Pablo como perseguidor de los judeocristianos sufre de otra contradicción, que nosotros hemos ya señalado repetidas veces. A saber, es muy improbable la imagen de unidad que ofrece Lucas de la comunidad judeocristiana primitiva de Jerusalén, reduciendo sus fricciones a meras disputas “sociales” sobre el cuidado de las viudas, y omitiendo las diferencias tanto de lengua (= mentalidad) como sobre todo teológicas, a saber, las discrepancias en torno a la función disminuida de la Ley en la nueva economía de la salvación traída por la muerte de cristianismo en la cruz, así como sobre el papel del Templo como lugar exclusivo de encuentro con Dios, y lugar también obligado para cualquier acción “sacramental” de perdón de los pecados. Acepta Hengel que las escenas de la división meramente nominal o social de la comunidad cristiana jerusalemita son “escenas ideales”, literarias, redactadas por Lucas, que describe una situación que no se compagina en absoluto con a) La descripción de las funciones dentro de la comunidad de los siete dirigentes de los “helenistas”, con Esteban a la cabeza, que son de predicación, enseñanza, estudio de las Escrituras y en nada funciones propias de “diáconos”, como los llama Lucas, encargados de tareas meramente sociales. Léase para ello el inicio del capítulo 6 de los Hechos de los apóstoles. b) La diferencia de lengua materna llevaba a que los oficios religiosos propios de los judeocristianos, fuera del Templo, quizá el primer día de la semana, después del sábado y que consistía en la “fracción del pan” y rezar y leer las Escrituras juntos, se hacía por separado. Los helenistas por un lado y los hebreos, por otro. c) Con las grandes diferencias teológicas que hubo de haber necesariamente, como hemos ya apuntado (Ley y Templo) d) Con la gran persecución contra los judeocristianos helenistas de la que se habla en Hch 8,1. Los perseguidores , otros judíos helenistas, pero "ortodoxos, habían matado antes al jefe de los judeocristianos de lengua griega, Esteban, pero a los Doce apóstoles y a los que les seguían no les hicieron nada. Hengel tiene que aceptar que esta pintura de Lucas, sobre todo d) es muy inverosímil. Hubo de ocurrir que la persecución a los judeocristianos helenistas por parte de los judíos “ortodoxos” –incluidos los de lengua griega, como los miembros de la “sinagoga de los libertos procedentes de Alejandría y de la Cirenaica, la actual Libia”- y luego por Pablo se debió a motivos teológicos muy profundos. Si dejaron al resto de los judeocristianos (“hebreos”) en paz, fue porque su teología sobre Jesús no les parecía tan peligrosa. Una vez dilucidados, en lo posible, los motivos de la persecución, volvamos, por un momento, de nuevo al tema tratado en nuestra nota del día 07/02/2009, sábado (3-06-L) donde expusimos las razones por las cuales el texto de Gálatas 1,22 (“Personalmente no me conocían las Iglesias de Judea que están en Cristo”) me parece definitivo en contra de una estancia larga, como estudiante, del Pablo precristiano en la capital de Judea, Jerusalén, porque también afecta a la cuestión que ahora estamos tratando: ¿Sería posible mantener que la comunidad a la que Pablo perseguía era la “iglesia madre” de Jerusalén? Y si respondemos que sí, ¿podemos mantener al mismo tiempo que es verdad que “Personalmente no me conocían las iglesias de Judea que están en Cristo?”. Respondemos: · Ante todo afirmar que en Gálatas 1,13 (“Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la iglesia de Dios y la devastaba”) no se nombra expresamente lugar alguno de persecución. · Segundo: que no me parece posible que un individuo que sacaba a las gentes de sus casas, las llevaba a juicio, y luego las encerraba en las cárceles (Hch 8,3) en Jerusalén fuera un desconocido más tarde para esos pobres perseguidos en aquella ciudad. · Tercero: que me parece posible que Pablo –según Hch 9,1- fuera momentáneamente a Jerusalén a ver el sumo sacerdote (no tuvo por qué verlo ninguno de los judeocristianos en esos momentos) para pedirle cartas para luego perseguir a esos judeocristianos en un lugar que –por el motivo que fuese- él conocía muy bien, Damasco, donde –según Lucas- no consiguió consumar persecución alguna: Dicen los Hechos: “Saulo, respirando todavía amenazas y muertes contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores del Camino, hombres o mujeres, los pudiera llevar atados a Jerusalén” (9,1-2). Lucas da por supuesto que antes hubo persecuciones de Pablo en Jerusalén, al igual que antes Pablo se había formado en la misma ciudad, pero eso es precisamente lo que estamos discutiendo: este punto de vista de Lucas que no nos parece correcto. Cuarto: que como Gálatas 1 no nombra para nada a Jerusalén, no me parece convincente el argumento de M. Hengel de que Pablo “no dice toda la verdad”. “No nombra a Jerusalén por conveniencia y oculta algunos datos” (p. 278). Este razonamiento me parece muy peligroso y casi alcanza la categoría de “petición de principio”. Quinto: que es muy plausible que Pablo tampoco llegara a consumar una persecución real en la ciudad de Damasco. Lucas dice que la “conversión” tuvo lugar en el camino, antes de llegar a la ciudad (Hch 9,1; 22,5, 26,12); y es muy improbable que si allí había perseguido Pablo a los fieles fuera luego recibido con los brazos abiertos. Entonces la pregunta se reduce a lo siguiente: ¿Dónde fue, pues, el lugar de la persecución paulina? Y la respuesta: Ateniéndonos a Gál 1,13 (citado más arriba: no nombra lugar alguno) y 1 Corintios 15,9 (“Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios”) donde tampoco nombra lugar alguno, la conclusión es: no lo sabemos. Terminaremos en seguida con este tema del Pablo precristiano. Y cuando lo hagamos, efectuaremos un resumen global de lo dicho. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Viernes, 13 de Febrero 2009
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Un poco de historia En la historia de los HchAp tiene una importancia especial el testimonio del patriarca de Constantinopla, Focio (s. IX). Para aliviar los ocios de su hermano durante una campaña militar, escribió una obra enciclopédica conocida bajo el epígrafe de Biblioteca. Consiste en el análisis y resumen de muchas obras tanto clásicas como cristianas. Los distintos capítulos dedicados a las obras antiguas son denominados códices o códigos. El que hace el número 114 lleva como título Viajes de los apóstoles, y resume y explica los cinco primitivos Hechos Apócrifos de los Apóstoles de Pedro, Juan, Andrés, Tomás y Pablo, citados por este orden. La denominación de Viajes (períodoi) es uno de los títulos de los HchAp en competencia con el más corriente de Hechos (práxeis). El epígrafe de Viajes hace referencia a los movimientos geográficos precisos para que los apóstoles pudieran cumplir la orden de Jesús según el texto de Marcos 16,15: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Un detalle sorprendente en la opinión expresa de Focio es la consideración de los HchAp como colección o conjunto, que sería la obra de un solo autor, de nombre Leucio Carino. El dato es la prueba de la creencia de que los HchAp, a pesar de sus muchas diferencias, deben tener más cosas en común. De todos modos, las noticias de Focio indican que dispuso de unos textos distintos de los que ahora conocemos. El juicio y el análisis que aporta sobre esta “colección” no encaja con los Hechos que han llegado hasta nosotros. Por ello, se piensa que o bien analiza unas obras sensiblemente distintas de las que poseemos, o daba una opinión partiendo de criterios personales con bases diferentes. Focio critica y censura los HchAp tanto por su forma como por su contenido. El estilo de estas obras es, dice, completamente desigual y extraño. Es verdad que el autor emplea a veces expresiones cultivadas, pero con frecuencia se sirve de un lenguaje pedestre. Es una forma de escribir distante de la que usan los escritos evangélicos y apostólicos. Estos libros están además llenos de insensateces (mōrías), contradicciones y oposiciones. Defiende el autor de los Hechos que uno es el Dios malo del Antiguo Testamento, y otro el bueno del Nuevo que es Cristo. Afirma que el Hijo no se ha encarnado verdaderamente, sino sólo en apariencia. En consecuencia, Jesucristo no fue realmente crucificado, sino que lo fue otro en su lugar. Por eso, Jesús se mofa de los que le crucificaban, pues estaban equivocados. Los HchAp rechazan el matrimonio legítimo y consideran toda generación como obra del demonio. Interpreta la anécdota del retrato, que unos cristianos piadosos le hicieron al apóstol Juan y que el Apóstol rechazaba, como un rechazo a las sagradas imágenes en el sentido de los iconoclastas. El docto patriarca concluye su informe diciendo que el libro de los Viajes de los Apóstoles, es decir, los cinco primitivos HchAp, son “la fuente y la madre de toda herejía”. Estas afirmaciones tan tajantes y exageradas han hecho pensar en unos textos que no han llegado hasta nosotros. Sin embargo, hemos de reconocer que varios HchAp contienen fragmentos ajenos a los primitivos originales. Esto es evidente en el caso de los Hechos de Juan, citados y condenados en el concilio II de Nicea (a. 787), el que trató precisamente el problema de los iconoclastas. El concilio citó no solamente la escena del retrato de Juan sino otros fragmentos de claro origen gnóstico. Sin embargo, lo mismo que en otros aspectos de la cultura, fue el Renacimiento el que hizo renacer de olvidos, indiferencias y omisiones los Hechos Apócrifos de los Apóstoles. Pionero de estos estudios fue Jacques Lefèvre d’Étaples a principios del siglo XVI, con sus ediciones de textos apócrifos de índole muy diversa: Actas de los mártires, Hechos, Epístolas, etc. Su actitud de admirador ferviente de la antigüedad le hizo ver en esta literatura obras de indiscutible autoridad. Un estudio más sereno y reposado de los textos llevó a los especialistas durante los siglos posteriores a posiciones de duda y escepticismo por lo que se refiere al valor doctrinal de los apócrifos, pero al convencimiento de que nos hallamos ante unos textos que pueden servir de testimonio del cristianismo real de los siglos II-III. O como quería el eminente editor del Codex Apocryphus Noui Testamenti, J. A. Fabricius (Hamburgo, 1703. 1719), si estos textos podían servir de escándalo a cierta clase de cristianos, contenían una inapreciable riquezaa para las personas instruidas. Sobre estos detalles pueden consultarse los artículos siguientes publicados en el volumen Les Actes des Apôtres. Christianisme et monde païen, Ginebra, 1981, de F. Bovon y otros. Eric Junod, “Actes Apocryphes et hérésie: Le jugement de Photius”, pp. 11-24. Gérard Poupon, “Les Actes Apocryphes des Aportes de Lefèvre à Fabricius”, pp. 25-47. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 12 de Febrero 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Nos preguntamos qué pudo llevar a Pablo fariseo a perseguir a los judeocristianos. La respuesta se deduce, por un lado, de leves indicaciones de sus cartas, y por otro de la mentalidad general del fariseísmo de la época, que conocemos por otras vías. Si Pablo conoció a Jesús en vida, hubo de pensar de él lo que algunos judíos más tarde opinaron del Nazareno, hasta llegar a lo que se afirma en el Talmud [comentario a la Biblia por medio del comentario a las sentencias de los rabinos sobre ella] de Jesús siglos más tarde, entre el V y VII d.C . A saber, · Que era un engañador, un seductor del pueblo judío que propalaba enseñanzas perversas · Que era un mesías falso, porque había acabado su vida “colgado de un madero”, por tanto como maldito de Dios. Ambas acusaciones se expresan, aunque con desigual claridad en el texto de [Gálatas 3,13]u: « “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la Escritura: Maldito todo el que está colgado de un madero, ” » Pablo se refiere a Deuteronomio 21,22-23: « “Un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado y le has colgado de un árbol, no dejarás que su cadáver pase la noche en el árbol; lo enterrarás el mismo día, porque un colgado es una maldición de Dios. Así no harás impuro el suelo que Yahvé tu Dios te da en herencia”. » Seguir a un judío sobre el que pesaban estas acusaciones era era un auténtico escándalo (1 Cor 1,23) para un fariseo no converso. Y más escándalo era lo que por el contrario, afirmaban de Jesús sus primeros seguidores · Que había resucitado de entre los muertos (lo que significaba que Dios validaba su mesianismo a pesar del aparente fracaso y que dejaba sin efecto la maldición de Dt 21,22-23, arriba transcrita), · Que había sido elevado al poder de Dios, · Que lo había designado no sólo mesías, sino “hijo de Dios” (empieza a considerarse ya que Jesús es divino de algún modo, aunque no se precisa aún el cómo) y futuro juez del Gran Juicio Final. Esto era un escándalo de verdad para un fariseo. Mas esta teología (que se denomina “evangelio” o “proclamación”) fue asumida luego por Pablo como se refleja en el comienzo de la Epístola a los Romanos, que según la inmensa mayoría de los comentaristas refleja una confesión de fe ya tradicional, que Pablo recoge y acepta: « “El Evangelio de Dios, que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas, acerca de su Hijo, nacido del linaje de David según la carne, constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos, Jesucristo Señor nuestro”. » Ahora bien, señala M. Hengel (p. 267), y estoy de acuerdo con ello, que la oposición a estas ideas en un fariseo corriente no tendrían por qué haberlo conducido a una persecución sangrienta, una auténtica "cacería", como ocurrió con Pablo. Y así ocurrió con los demás fariseos, menos con Pablo. Esta suerte de tranquilidad de los fariseos ante el fenómeno de la aparición de una nueva corriente teológica (el judeocristianismo) dentro del judaísmo se refleja en la reacción del rabino Gamaliel, quien se manifestó como contrario, no partidario de tomar medidas disciplinares contra los judeocristianos, dejando a la mano de Dios el juicio sobre su verdad: g[ Os digo, pues, ahora: desentendeos de estos hombres [Pedro y otros apóstoles arrojados en la cárcel por orden del sumo sacerdote ] y dejadlos. Porque si esta idea o esta obra es de los hombres, se destruirá; pero si es de Dios, no conseguiréis destruirles. No sea que os encontréis luchando contra Dios.» Y aceptaron su parecer. Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres (Hch 5,38-49) ]g ¿Qué ocurrió entonces con Pablo? Sencillamente que, aunque el vocablo sea duro, él era una serte de fanático, una persona para quien la religión significaba más que para los demás. Por otro lado, él insiste en asumir toda la responsabilidad de la persecución. Así se refleja en textos como · 1 Corintios 15,9 (“Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios”) · Gálatas 1,22-233 (“las Iglesias de Judea que están en Cristo. Solamente habían oído decir: «El que antes nos perseguía ahora anuncia la buena nueva de la fe que entonces quería destruir»”). En ninguna parte de sus cartas leemos que comparta con nadie ese “antiguo pecado” de haber sido perseguidor de la Iglesia. Hengel deduce que para asumir él solo esa “tarea” de perseguidor, Pablo debía de haber tenido algún cargo importante en alguna sinagoga de Jerusalén. Esta propuesta es hipotética, pero plausible, siempre que se admita –y es lo que hemos estado discutiendo en las notas anteriores- que Pablo se formó como “experto en la Ley" en Jerusalén. Ya saben los lectores que soy muy escéptico al respecto. Ese cargo no podía ser otro que el “rabino” o maestro de la Ley. Pero el ser "rabino" no le facultaba pra perseguir a los disidentes. De ningún modo podría conllevar la potestad de condenar a muerte a nadie por su diferente teología, puesto que los romanos habían quitado a los judíos, incluso en las más altas esferas (= sumo sacerdocio; sanedrín de Jerusalén) la potestad de condenar a muerte por cualquier motivo. Sobre la clase de persecución a los juedeocristianos por parte de Pablo se expresan así los Hechos de los apóstoles: • 8,3: conducir a los judeocristianos a la cárcel • 22,19: condenar a los judeocristianos a latigazos dentro de la sinagoga (cuarenta golpes menos uno) • 22,4; 26,10b y 9,1: condenar a muerte a los convictos judeocristianos de herejía. • Intentar de cualquier modo acabar con sus reuniones y con los fieles si fuere posible: 9,21: “perseguía encarnizadamente” (griego epórthei, del verbo porthéo, “aniquilar”). Y en este punto incluso M. Hengel, tan defensor dell evangelista, piensa que Lucas no es veraz, que exagera por motivos de retórica (conducir la narración de las persecuciones anticristianas a un clímax total, la muerte) y que muy probablemente está retroproyectando a tiempos del primer Pablo unas circunstancias que sólo fueron históricas más tarde, es decir, en tiempos de Agripa I. en efecto, este rey –amigo del emperador Claudio-, para contentar a los judíos anticristianos, hizo asesinar a los dos hijos del Zebedeo, Juan y Santiago el mayor (años 41-44); y en el año 62, el entonces sumo sacerdote Anás (Ánano), abusando de sus poderes, asesinó a Santiago, el hermano del Señor. Por ello fue depuesto por el procurador romano, Porcio Festo (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica II 23, 1-5; Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos XX 200). Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 11 de Febrero 2009
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Decíamos que sea como fuere, tres años más arriba o abajo, Pablo era joven cuando “se convirtió”… Se calcula que entre la muerte de Jesús y el hecho de la "llamada" debieron de pasar entre un año y medio y tres años… Veemos más abajo que esto nos lleva a suponer que Pablo tendría unos 26 años..., edad bastante madura para la época que consideramos. Es un tanto extraño que Lucas lo llame "joven" en los Hechos de los apóstoles 7,58. Este cálculo deja en la oscuridad si Pablo conoció o no a Jesús y si presenció o no su muerte, dependiendo si se acepta, como hemos discutido, si Pablo se formó o no como fariseo en Jerusalén. El pasaje de 2 Corintios 5,16 dice al respecto: « Así que, en adelante, ya no conocemos a nadie según la carne. Y si conocimos a Cristo según la carne, ya no le conocemos así. » La expresión, tan hebrea, de “conocer según la carne” se interpreta normalmente como ”conocer personalmente a alguien”. Es, por tanto muy plausible que esta oscura frase en apariencia diga que Pablo conoció efectivamente a Jesús cuando éste se hallaba aún vivo. Sin más precisiones. Volvamos al cómputo de la edad del Apóstol cuando recibió la "llamada": Hengel indica que hay indicios en la literatura cristiana primitiva de que sólo transcurrieron 18 meses desde la muerte de Jesús hasta la “llamada” de Pablo. Estos indicios son fundamentalmente que un escrito apócrifo del Antiguo Testamento, pero compuesto en su forma actual por los cristianos, llamado la “Ascensión de Isaías” (9,16), afirma que Jesús estuvo en la tierra 18 meses entre su resurrección y ascensión enseñando más cosas a sus discípulos. Y, segundo, que había escritos de la secta de los gnósticos que afirmaban más o menos lo mismo. Esto lo dice Ireneo de Lyón en su obra Contra las herejías I3,2 y I 3,12. Pues bien, según Hengel, éstos textos son un indicio –él lo afirma siguiendo a A. von Harnack, aunque no veo muy bien por qué- de una tradición cristiana que sabía del espacio de tiempo que pasó entre la muerte de Jesús y la llamada/conversión de Pablo, que había coincidido –según estos cristianos- con la ascensión de Jesús, es decir, cuando concluyó su tarea de enseñanza a sus discípulos en la tierra. Sea de ello como fuere, Hengel señala también que si transcurrieron tan pocos meses entre la muerte de Jesús y la “conversión” / "llamada" de Pablo, no hubo espacio temporal para que se fueran formando “tradiciones comunitarias sobre Jesús” dentro del ámbito del judeocristianismo helenístico (es decir, de lengua materna griega, no hebrea) fuera de Jerusalén. Con otras palabras, no cree Hengel que hubiera mucho tiempo para que la comunidad judeocristiana de Antioquía de Siria, nacida como resultado de la persecución desatada contra los seguidores judíos de Jesús de lengua griega en Jerusalén (Hechos 8,1-3), formara sus propias tradiciones sobre Jesús, independientemente de la comunidad madre de la capital, Jerusalén. Piensa Hengel que el desarrollo de la teología cristiana no iba tan deprisa. Y piensa también que al fin y al cabo se puede denominar "judeocristianismo helenístico”, aunque fuera de lengua hebrea, al que había en Jerusalén bajo el mando de Santiago, el hermano del Señor. No estoy seguro de ninguna de estas dos afirmaciones en lo que respecta a 1) que la cristología cristiana fuera de lento desarrollo 2) Que en la comunidad de Jerusalén también se desarrrollara una cristología avanzada, como pudo ocurrir en Antioquía y que fue la base del pensamiento teológico del Pablo cristiano. Más bien opino lo contrario en los dos apsectos: 1. Los Hechos de los apóstoles nos dan a entender que la teología cristiana se desarrolló muy deprisa, y 2. creo que en discurso de Esteban y en su prolongación en el pensa,miento de sus "colegas" que se dispersaron a Antioquía por la persecución está el germen del pensamiento paulino. La idea de Hengel, por el contrario, supone también que el joven converso Pablo iba a aportar a la comunidad judeocristiana, la que lo recibió en su seno después del episodio del camino de Damasco (su “llamada”), muchas más ideas teológicas nueva sobre Jesús de lo que se piensa. Con otras palabras: la comunidad antioquena no fue tan precursora de las ideas de Pablo sobre Jesús como se sostiene. Además, como indicaré, Pedro también tuvo su parte -según Hengel- en el desarrollo de la teología que sustentaba la apertura a los gentiles, es decir la posibilidad de su salvación al igual que los judíos. Tamopoco estoy convencido de que esta tesis sea correcta. Pero volviendo a la cronología de la “conversión” / "llamada" paulina, en síntesis puede decirse: · Pablo debió de recibir la “llamada” (“se convirtió”) entre año y medio / tres años después de la muerte de Jesús. Dijimos que éste murió en el año 33 probablemente, y que tendría unos 36/39 años. · Probablemente Pablo era unos diez años más joven que Jesús. Por tanto Pablo se convirtió entre los años 35/36 de nuestra era, cuando debía de tener unos 26/29 años. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 10 de Febrero 2009
NotasHoy escribe Antonio Piñero Estamos ya en la última cuestión que nos ocupa acerca del Pablo precristiano. La primera observación respecto a la llamada "conversión de Pablo" afecta al vocabulario. No debemos emplear el término “conversión”, porque Pablo nunca lo hace y porque para él el concepto que expresa el vocablo no es apropiado. Él designaba como “llamada” ese cambio de mente que aceptó a Jesús como mesías y que csmbió radicalmente su vida. Escribe en Gálatas 1,14-16: « "Yo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles” » En este pasaje se ve claro que la “conversión” fue más bien una llamada hacia el profetismo, es decir el paso de ser un particular muy “celoso” de la religión judía a convertirse en "proclamador / profeta" de que Jesús, el que había muerto ignominiosamente en la cruz, era el mesías. Esa llamada se produce en un momento determinado, pero estaba “planeada” por Dios desde siempre. Al hablar Pablo que estaba predestinado por la divinidad “desde el seno de su madre” para esta misión se compara a sí mismo nada menos con el profeta Isaías (el “segundo” profeta que lleva ese nombre, caps. 40-55; pero en época de Pablo no se sabía esto: era el profeta Isaías sin más), que dice: « ¡Oídme, islas, atended, pueblos lejanos! Yahvé desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó. Me dijo: "Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré" (Is 49, 1-3). » Con otras palabras: la denominada conversión sólo fue caer en la cuenta de que los judeocristianos perseguidos tenían razón cuando proclamaban en Jerusalén y Galilea –en contra de todas las expectativas y creencias judías- que el ajusticiado Jesús era en verdad el mesías. Además, la "llamada" llevó a Pablo a aceptar también que como a Jesús, en su vida terrenal y por las circunstancias de la maldad del pueblo, no se le había permitido cumplir plenamente la misión a él otorgada por la divinidad, él tendría que venir de nuevo a la tierra a llevarla a cabo en su totalidad. Esta llamada le designaba como mensajero y proclamador de esta verdad a todos, primero a los judíos naturalmente, pero si éstos no oían a los gentiles, si estaban dispuestos a escuchar. Es interesante a esta luz leer el comienzo de la Epístola a los Romanos: « “Pablo, siervo de Cristo Jesús, apóstol por vocación, escogido para el Evangelio de Dios, que había ya prometido por medio de sus profetas en las Escrituras Sagradas” » ¿Cuándo se produjo esta "llamada"? Creo que he dicho ya que para calcular cronológicamente en qué fecha se produjo esta “llamada”, los estudiosos hacen referencia a la primera estancia de Pablo en Corinto según nos cuentan Hch 18. Una vez calculada la fecha de esta estancia, como veremos ahora, se empieza a calcular hacu¡ia delante y hacia atrás. Allí, en Corinto, tuvo Pablo un incidente con los judíos de la ciudad, a quienes les molestaba su predicación Los judíos lo acusaron de desórdenes públicos ante el procónsul de la provincia romana de Acaya –cuya capital era Corinto- llamado Galión. Una inscripción tallada en griego sobre una piedra de mármol, hallada en Delfos a mediados del siglo pasado, dice que Galión fue procónsul de Acaya desde junio del 50 d.C. a junio del 51 d.C. (durante el reinado del emperador Claudio). A partir de ahí se calcula que la llamada reunión o “concilio de Jerusalén”, descrito en Hch 15, tuvo lugar en el año 49. Luego basándose en los datos, más o menos imprecisos del capítulo 1 de Gálatas se piensa que entre la “llamada” y la estancia de Pablo en Corinto pasaron unos 15-17 años. Luego se calcula la muerte de Jesús como referencia básica. Como sólo dos opciones parecen posibles (tuvo que caer la luna llena a mediados del mes de nisán, cuando fue crucificado Jesús, pues era muy cerca de la Pascua), a saber o bien 7 de abril del año 30, o bien 3 de abril del año 33. La mayoría de los autores se decanta por esta última fecha porque el Evangelio de Juan da a entender que quizá Jesús tuviera al morir algún año más que los que, benévolamente, supone Lucas. Según Juan, le dice a Jesús un adversario dialéctico: “Aún no tienes cincuenta años…” (Jn 8, 57). Por tanto, podemos elegir la última fecha, año 33, momento en el que Jesús tendría entre 36-39 años (no 33), es decir más cerca de los cincuenta. Si la muerte de Jesús fue en el año 33, y la estancia de Pablo en Corinto coincide con los años 50-51… y entre ésta y el inicio de su vida como cristiano pasaron unos 15/17 años, hubieron de pasar unos dos o tres años desde el acontecimiento de la cruz y su denominada "conversión". Por tanto: ésta debió de ocurrir entre los años 35/36 de nuestra era. Y Pablo debió de morir hacia el 64, en Roma, a manos de Nerón, cuando este emperador inició una persecución local contra los cristianos a quienes acusó del incendio de Roma, que él mismo había provocado. Según M. Hengel (pp. 265-6), se debe adelantar la muerte de Jesús al año 30, manteniendo a la vez las fechas insinuadas por el capítulo 1 de Gálatas. Por tanto, según esta hipótesis, Pablo tuvo unos tres años más de vida misionera (hasta el 64 d.C.): era tres años más joven cuando recibió la llamada. Y ya dijimos que Pablo era un “joven” (no sabemos cómo hay que entender exactamente esta palabra), según Lucas en Hch 7,58, cuando estuvo presente en la lapidación de Esteban. ¿Cuántos años tendría Pablo como "joven"? 1 Corintios 15,3-8 deja entrever que pasó un cierto tiempo entre la muerte de Jesús y la “conversión de Pablo”, pero que no fueron muchos años. He aquí el texto: « Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; 4 que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; 5 que se apareció a Cefas y luego a los Doce; 6 después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. 7 Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. 8 Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo. 9 Pues yo soy el último de los apóstoles: indigno del nombre de apóstol, por haber perseguido a la Iglesia de Dios. » Seguiremos con los cálculos en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Lunes, 9 de Febrero 2009
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
En nuestra opinión, y a pesar del denodado esfuerzo de Hengel por demostrar lo contrario, el centro del problema en torno a la primera estancia jerosolimitana de Pablo -testimoniada sólo por Lucas/Hechos de los apóstoles y de la que hemos estado hablando en notas anteriores- permanece aún sin resolver. La bien trabada argumentación del profesor Hengel (me parece admirable la solidez de su reconstrucción partiendo de ciertos supuestos) no nos llega a convencer en su conjunto. Afirmamos que el núcleo de la dificultad radica en la discusión de Gál 1,13ss y en especial de 1,17-23. De la conclusión que se obtenga de este texto depende si merece la pena o no seguir argumentando largamente en pro de esa estancia previa de Pablo en Jerusalén y de su formación sinagogal farisaica en lengua griega, en la ciudad santa. A pesar del hilo argumentativo del libro que comentamos, y del que nos hemos hecho eco hasta ahora, las claras palabras del Apóstol en Gál 1,17ss: "Ni subí a Jerusalén...", "Personalmente era desconocido de la iglesias de Judea que vivían en Cristo..." (v. 22) me siguen pareciendo imposibles de casar con el relato de los Hechos de los apóstoles canónicos. Es evidente que en una iglesia en sus orígenes, tan exigua en su número de adeptos, se conocían prácticamente todos los miembros de ella, sobre todo aquellos sobresalientes por su celo y temperamento y elaboración ideológica, precisamente como Pablo. El v. 22 de Gál 1 ha de referirse sobre todo a la iglesia de Jerusalén, la más notable entre las pocas que había a la sazón en Judea (había otras en Galilea, pero sobre ellas apenas si tenemos noticias). Tampoco me resulta absolutamente claro que Rom 15,19b sea una argumento definitivo en pro de esa primera estancia de Pablo en Jerusalén. El texto dice así: « "De forma que desde Jerusalén y, describiendo un círculo, hasta el Ilírico, he llevado el evangelio de Cristo hasta el final" (Rom 15,19b) » Hengel refiere estas palabras a Hch 9,26-28: « “Llegó Pablo a Jerusalén e intentaba juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo. Entonces Bernabé lo tomó y lo presentó a los apóstoles y les contó cómo había visto al Señor en el camino y que le había hablado y cómo había predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús. Pablo andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre del Señor ”. » En mi opinión, las discusiones de Pablo con los judeocristianos "helenistas" en Jerusalén descritas en ese texto no encuentran hueco entre los acontecimientos descritos en Gál 1,17-22. Y el texto de Rom 15,19b tampoco es una prueba en este sentido, es decir, que refrende la idea de una estancia formativa de Pablo en Jerusalén durante años y empezara allí mismo, en la capital de Judea, su etapa de predicador cristiano. El pasaje de Romanos tiene un sentido global, generalizante, en la acepción de "desde un extremo a otro", pero no es una prueba irrefutable (de modo que haya que forzar y reinterpretar Gálatas) de una primera etapa en Jerusalén, es decir, que Pablo empezara allí a predicar a Jesús. Por tanto, la frase “Desde Jerusalén y en todas direcciones hasta el Ilírico he dado cumplimiento al Evangelio de Cristo” no hay que entenderla como una indicación que Jerusalén fue su punto de partida para su tarea misionera, de su ligazón personal con esa ciudad que había desempeñado en su vida una función especialísima, y a la que desea volver, a pesar de los peligros que comporta para su vida, antes de viajar al lejano occidente. No veo ningún argumento constriñente para entenderlo así, a pesar que gustosamente hay que conceder que Jerusalén desempeñó una función especial en su vida, como se deduce por otra parte de Gálatas 1 y 2, puesto que la comunidad originaria de donde procedía el cristianismo estaba allí, allí residían los apóstoles también originarios (Pedro y Juan) y allí se había celebrado el llamado “concilio de Jerusalén” (Hch 15). El texto de Hch 8,1-5 que habla de una persecución de Pablo "a la iglesia" permite una exégesis diversa a la propuesta por Hengel. El pasaje es el siguiente: « Saulo aprobaba su muerte (la de Esteban, narrada en el capítulo 7). Aquel día se desató una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Todos, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Pero Saulo hacía estragos en la Iglesia; entraba por las casas, se llevaba por la fuerza hombres y mujeres, y los metía en la cárcel. Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando la Buena Nueva de la Palabra. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. Llegados a Salamina anunciaban la Palabra de Dios en las sinagogas de los judíos. Tenían también a Juan que les ayudaba. » Como se observa, Lucas sitúa también a Pablo en el contexto de la primera persecución “anticristiana” que comienza contra la iglesia de Jerusalén (propiamente sólo contra la rama judeocristiana helenista). Pero –obsérvese también- después de “hicieron gran duelo por él”, el pasaje sigue con un “Pero” (en griego: de que significa aquí tanto “pero” como “entretanto”, como traduce la Biblia de Jerusalén). Además tras la dispersión de los creyentes por "Judea y Samaría", la frase adquiere un tono general: se habla de Samaría y Salamina de Chipre. De ello concluyo que todo el episodio de la persecución de Saulo/Pablo del que habla el texto arriba transcrito de los Hechos de los apóstoles no tiene por qué referirse precisa y exclusivamente a la iglesia en Jerusalén. Ciertamente, esta persecución es histórica en el sentido de que Pablo la admite en sus cartas y se denomina a sí mismo "perseguidor"( Gál 1,13s), pero lo que está en juego en la discusión en torno a la fiabilidad histórica de los Hechos de los Apóstoles es precisamente esa estancia previa de Pablo en Jerusalén que parece negada por la epístola a los Gálatas. Todo este conjunto nos lleva de la mano a tratar con más detenimiento el último aspecto del Saulo/Pablo precristiano: su faceta de perseguidor de la Iglesia. Seguiremos, pues. Saludos cordiales de Antonio Piñero. ww.antoniopinero.com
Sábado, 7 de Febrero 2009
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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