NotasHoy escribe Antonio Piñero Concluimos hoy con el tema el “secreto mesiánico” es un puro artificio literario-teológico. En realidad, la crítica interna del texto evangélico (crítica que se aplica en la filología e historia antigua a cualquier documento histórico de la antigüedad, ya sea Tucídides, Polibio o Tito Livio, no sólo a los Evangelios; lo que pasa es que aquí es más llamativa) percibe que Marcos intenta transferir a la vida real de Jesús lo que de él pensaron sus discípulos después de haber creído firmemente que él –el Maestro- había resucitado, y después de haber forjado con la ayuda de un nuevo examen de las Escrituras diversas explicaciones de lo que desgraciadamente había ocurrido: su aparente fracaso y muerte… más la resurrección, más el encargo por parte de Dios de que él sea el Juez final del Gran Juicio. Más en concreto, ¿por qué se demuestra que el “secreto mesiánico” es artificioso, apologético, explicativo de una realidad dura, la muerte de Jesús a manos de los romanos impulsados por las autoridades judías, pero una explicación no histórica en una palabra? • En primer lugar porque la torpeza, rudeza y falta de comprensión de unos discípulos, que convivieron con Jesús durante quizás dos años y medio (Evangelio de Juan), acerca del verdadero mesianismo de éste es absolutamente inverosímil. Jesús era un excelente maestro y además habría sido inmoral por parte suya haber mantenido a sus discípulos, a los que según Marcos mismo explicaba los secretos del reino de Dios (4,11 “Y les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del Reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas”), en una ignorancia invencible sobre su mesianismo. Jesús les explica misterios sublimes del Reino, ¿y no les explicó hasta que lo entendieran bien cómo era en verdad su mesianismo? Imposible de creer porque supondría que Jesús era un maestro incapaz o que ocultaba algo esencial. Realmente es inverosímil. • Segundo, porque tras esa insistencia en la torpeza y cortedad de sus discípulos, lo que el evangelista (y esto se ve más claro en Lucas que también acepta lo sustancial del “secreto mesiánico”) intenta poner de relieve es la labor del Espíritu Santo después de la resurrección, quien es el que por fin les hace entender. Este teologuema es también muy improbable, se diría que imposible en vida de Jesús. Es un teologuema que pertenece a la teología judeocristiana después de la resurrección. • En tercero, porque el tal “secreto” y las advertencias sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús no dejaron la menor huella en la memoria de los discípulos…, quienes tras la Pascua se resistieron a creer que Jesús hubiera resucitado y continuaron esperando en él como mesías davídico tradicional (Lc 24,21) y como restaurador del reino de Israel (Hch 1,6). De hecho, a pesar de tantas advertencias, al principio ¡no creyeron ni siquiera que había resucitado! Debe insistirse en que toda la escena crucial de los caminantes a Emaús (Lc 24,17-27) ignora por completo tal secreto. • Finalmente, en cuarto, porque el Jesús marcano quebrantó continuamente el pretendido “secreto”, y porque el conjunto de los Evangelios lo ignora igualmente haciendo que en repetidas ocasiones Jesús publique su mesianismo antes de su resurrección. Me parecen razones sólidas. Por otro lado, si se leen afirmaciones sobre el mesianismo de Jesús (E. Schillebeeckx, por ejemplo -obsérvese que ya el título de su libro “Jesús, el Viviente” indica bien claro su orientación teológica, especulativa, no histórica- son meras generalidades; no hay pruebas, en mi opinión, serias basadas en el Deutero y Tritoisaías, por ejemplo, de que hubiera un mesianismo “davídico” (es decir que el mesías se titulara hijo de David fuera meramente “sapiencial”, de enseñanza de la Ley, y que no incluyera la expulsión de todos los paganos renuentes de la tierra de Yahvé, Israel. Léanse por favor los siguientes pasajes sobre el sometimiento de los gentiles Is 54,3; 60,16; 61,6 y passim). Después de que los gentiles han sido sometidos, después de que Yahvé ha restaurado milagrosamente las Doce Tribus, sólo entonces el reinado de Dios, visible en Israel y en su Templo, será la “luz de las naciones”, es decir, de aquellos gentiles que al menos, aunque no se conviertan del todo, al menos respetarán al Israel victoriosos y a su Dios y se acercarán al Templo o la Ley para aprender algo de su sabiduría. Léanse, pro favor los siguientes pasajes: Is 49,5s; Is 58,1-8; Is 60,3-7; Is 60,10-14; Is 66,18-24: Finalmente Miqueas 4, que trae un orden un tanto diferente: En los últimos días «el monte de la casa del Señor» se convertirá en la montaña más alta y hacia ella vendrán muchas naciones para aprender la Ley, la palabra del Señor. Dios reunirá a los inválidos, que serán el resto. Israel vencerá a las naciones enemigas, «y consagrará al Señor sus ganancias, su riqueza al Dueño de la tierra». Ante la realidad de estos textos de la Escritura, me parece que el mesianismo “davídico y sólo sapiencial-pacífico” de E. Schillebeeckx es una pura construcción teológica. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 23 de Mayo 2010
Comentarios
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Creo que puede ser conveniente que explicitemos nuestra posición acerca del denominado “secreto mesiánico” porque es fundamental- creo- para entender la cuestión del mesianismo de Jesús en cuanto “Hijo de David”. Aceptar que Jesús admitió este título no significa que él no introdujera algunas matizaciones en él. Pero ninguna que destrozara su esencia ni que hubiese de ser explicada a la gentes y que por lo tanto fuera propia de él sólo y no del judaísmo de su época. El examen pausado y crítico del Evangelio marcano -el más antiguo cronológicamente de los cuatro, compuesto en su versión actual después del año 70, entre el 70-75- dentro del contexto en el que se escribió, intentando precisar su pensamiento, no entendiéndolo simple y llanamente como un lector sólo del siglo XXI que ignora normalmente cómo era el judaísmo de ese momento de Jesús y su época, lleva a la conclusión razonada de que bajo éste se trasluce el verdadero carácter de Jesús, que podría resultar ser mesiánico en sentido tradicional judío según el testimonio fidedigno de sus discípulos como veremos. Atención especial merece la que la crítica ha señalado como la perícopa central de todo el Evangelio de Marcos, a saber aquella en la que Pedro afirma categóricamente que “Jesús es el mesías”: Mc 8,27-33. He aquí el texto: “27 Salió Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28 Ellos respondieron: Juan Bautista; y otros, Elías; y otros: Alguno de los profetas. 29 Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: ¡Tú eres el Cristo! 30 Y les mandó que no hablasen esto de él a ninguno. 31 Y comenzó a enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar después de tres días. 32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro le tomó, y le comenzó a reprender. 33 Y él, volviéndose y mirando a sus discípulos, riñó a Pedro, diciendo: Apártate de mí, Satanás; porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres”. Esta sección presenta como auténtica la figura de un Jesús que no critica en principio esta afirmación de que él es el mesías esperado, sino que sólo hace precisiones al respecto. Así que –repito- Jesús parece aceptar que él es el mesías. Lo importante, según Marcos, es el cómo. En primer lugar, Jesús conmina a su discípulo preferido, Pedro, a que a nadie diga que él es el mesías. Luego le asegura con solemnidad que él, Jesús, conoce y acepta de antemano con detalle y suficientes precisiones su futura pasión, muerte y resurrección. A renglón seguido, ante la protesta de un Pedro muy sorprendido, lo reprende reciamente designándolo como “Satanás” por no haber comprendido esta doble realidad: la obligatoriedad del silencio sobre su mesianismo, y el designio divino que indica la necesidad de su pasión, muerte y resurrección de entre los muertos. Esta perícopa, y otras en las que aparece Jesús ocultando su identidad mesiánica, son conocidas como exponentes del denominado “secreto mesiánico”: la identidad de Jesús como agente de la divinidad debe mantenerse oculta y no se conocerá hasta después de su exaltación a los cielos. Los evangelios de Lucas y Mateo, que siguen en esto al de Marcos, repiten la misma idea, que resulta ser de importancia cardinal: Jesús es en verdad el mesías, pero en un sentido radicalmente nuevo…, lo que provoca la sorpresa y la indignación entre sus mismos discípulos. Téngase en cuenta que este secreto mesiánico es sólo la mitad del contenido teológico de lo que significaba en realidad ser el Hijo del Hombre sufriente y triunfante. En otros pasajes del Evangelio (el más claro es Mc 14,61-52: “61 Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? 62 Y Jesús le dijo: YO SOY; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra de la Potencia de Dios , y viniendo en las nubes del cielo” y Mt 25,31-32 “31 Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. 32 Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos”) la figura del Hijo del Hombre tiene como otra característica principal que será exaltado por Dios al “cargo” de Juez futuro universal La necesidad absoluta de que el mesianismo de Jesús sea así entendido, y no de otro modo, es el eje y la cuestión clave del Evangelio de Marcos. El evangelista sostiene que la mesianidad de Jesús fue en realidad tal como él la dibuja en su escrito, e intenta probar repetidas veces que Jesús previó y anunció su muerte: hubo de aceptarla como un designio divino ab eterno. Según Mc 10,45 (“Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, mas para servir, y dar su vida en rescate por muchos”), esta muerte es vicaria, sustitutoria de toda la humanidad y expiatoria de los pecados de todos los seres humanos: Jesús muere en vez de ellos, quienes son así literalmente liberados por este sacrificio expiatorio de una situación irremediable de pecado o enemistad con Dios. Ahora bien, una crítica del conjunto del evangelio de Marcos intuye con casi absoluta evidencia que el “secreto mesiánico” es un mero artificio literario, un artilugio inventado teológicamente por el autor con un doble objetivo: • Primero, explicar la incomprensión general, incluida la de sus discípulos más íntimos, de la verdadera naturaleza de la misión de Jesús, misión divina, lo que justifica su imprevista e infamante muerte en cruz (nadie la entendió en vida, porque si la hubieran entendido no se habrían atrevido a crucificarlo) y, • Segundo, exonerar a la fe judeocristiana postpascual acerca del mesianismo de Jesús de su insólita novedad tanto dentro del pensamiento judío como particularmente en la propia experiencia personal de los discípulos que habían convivido con el Nazareno tanto tiempo. Es decir, afirmar que el nuevo mesianismo sufriente-triunfante, aunque insólito dentro del pensamiento judío de la época, era así, y no de otra manera. Y que los que habían convivido tanto tiempo con Jesús, aunque al principio no comprendieron, finalmente, iluminados por el Espíritu Santo después de la resurrección de Jesús, sí entendieron. A partir del “secreto mesiánico” y con la utilización de elementos de la apocalíptica judía, gracias a cambios tanto sutiles como gruesos, Marcos muestra a Jesús como exponente de un insólito mesianismo, muy novedoso dentro del pensamiento judío, sufriente-triunfante. Se trata de un mesías de final aparentemente catastrófico, moldeado por los ya cristianos (el judaísmo nunca lo interpretó de este modo) sobre la figura del “siervo de Yahvé” del Deuteroisaías, en especial 52,13-53,12, y con rasgos que se asemejan extraordinariamente a la concepción paulina de un Jesús visto como un Cristo celeste, noción explicitada en las Cartas auténticas del Apóstol, compuestas unos 20 0 25 años antes del propio Evangelio. Concluimos el próximo día ofreciendo consideraciones que pueden probar estos asertos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ¿Engañó Jesús a sus seguidores en la entrada a Jerusalén? Qué significaba ser “Hijo de David” en tiempos de Jesús (IV) Comentario a la síntesis de Pérez Fernández (139-16)
Sábado, 22 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Como prometíamos, hacemos ahora un breve comentario al texto conclusivo de la investigación (fue su tesis doctoral) de Miguel Pérez Fernández, catedrático emérito de lengua y literatura hebreas de la Universidad de Granada. Además, el autor es sacerdote y sigue ejerciendo como tal en su ciudad Murcia natal (creo que en San Pedro del Pinatar y alrededores). Ordeno simplemente los apartados, procurando utilizar los mismos vocablos que Pérez Fernández. El mesías, 1. Tiene acusados rasgos guerreros: • Rey, de la casa de Judá • Es enviado por Dios • Es libertador del pueblo. Su liberación está legitimada por Yahvé • Es dominador de las naciones = vencedor de Gog y de Magog • Es justiciero y vengador de Israel • Es juez mortal de sus enemigos. 2. Otros rasgos: • El mesías viene desde lo alto legitimado por la palabra de Yahvé que lo acompaña. 3. El mesías inaugura un reino de Dios material/espiritual en la tierra de Israel: • Inaugurará una época de abundancia material que significa la liberación • En su tiempo la ley de Moisés será observada plenamente. 4. Inauguración del Reino, ¿cuándo?: • Es un secreto de Dios • Se espera que acontezca en una noche de Pascua • Para que llegue, el pueblo debe estar dedicado al estudio y cumplimiento de la Ley. 5. En un muy segundo plano se advierten los posibles inicios, no desarrollados en la época de Jesús, de otros conceptos de liberación más ligada a círculos piadosos y estudiosos de la Ley que a los políticos y militares. Pérez Fernández no especifica cuáles en este resumen sintético, pero se sobreentiende que son los expresados más tarde por el Targum Onqelos y la literatura rabínica, que se codifica como sabemos al principio del siglo III d.C., aproximadamente hacia el 220. 6. Pérez Fernández acepta aunque sin decirlo expresamente que este mesianismo popular de tiempos de Jesús sufre una revisión profunda posteriormente. Las razones que ofrecen son tres: • Razones políticas: prudencia ante Roma. Esta observación vale para los judíos pero también para los cristianos. Hemos afirmado, que según Brandon, el contexto vital del Evangelio de Marcos, al menos tal como lo leemos hoy, obra escrita después del final de la Guerra Judía, hacia el 71 d.C., lleva a su autor a borrar de su imagen de Jesús todos los rasgos que puedan apuntar hacia un mesías con tintes guerreros, lo que podría molestar a Roma. Los que quedan (que se ha denominado material furtivo, y que sirve a los investigadores para reconstruir también la figura del Jesús histórico) son productos de una tradición firme que no tiene más remedio que admitir, y que honestamente transmite aunque no encajen con su idea. Esta misma tendencia le conduce a exonerar de culpa al prefecto Poncio Pilato y cargar las tintas de la responsabilidad de los judíos en la muerte de Jesús. • Razones psicológicas: frustración tras el fracaso de los diversos movimientos mesiánicos. Este extremo podría aplicarse también a los cristianos en el sentido siguiente: el problema principal de la teología cristiana después de la muerte aparentemente ignominiosa de Jesús fue justificarla teológicamente. Esta justificación se hizo con un nuevo recurso a las Escrituras: pasajes de ella interpretadas de nuevo bajo la luz de la creencia en la resurrección, lo que significaba que Dios había vindicado a Jesús y que el sufrimiento del mesías, algo novedoso, pertenecía al misterioso designio divino, como la nueva exégesis judeocristiana demostraba. ¿Pudo ayudar a realizar esta tarea ese mismo sentimiento de frustración mencionado? • Razones teológicas: pretensión cristiana de que la Ley había sido abolida. En verdad, esa pretensión no pertenece en de ningún modo al judeocristianismo (sabemos de sobra por los Hechos de los apóstoles que eran observantes absolutos de la ley mosaica y grandes frecuentadores del Templo), sino sólo de la rama paulina. Pero hay que confesar también que esa “abolición de la Ley” por parte del Apóstol no tiene ningún fundamento en el Jesús histórico, ninguno, sino que es una pura derivación de su teología propia, que hoy denominamos “paulina”. Lo importante en este aspecto, creo, de las afirmaciones de Pérez Fernández es que el mesianismo cristiano (sufriente, vicario y expiatorio) es algo novedoso respecto al mesianismo corriente y normal judío del siglo I. Es una revisión posterior, ya en tiempos de la Iglesia primitiva y nada tiene que ver con el Jesús histórico. Y ahora la consecuencia principal: Hemos sostenido que el Jesús histórico en su entrada mesiánica en Jerusalén (testimonio directo de Marcos/Mateo y parcial, pero suficiente de Lucas: el rey, el bendito, el que viene) no sólo permitió que las gentes y sus discípulos lo calificaran como “Hijo de David”, sino que defendió a sus discípulos y a las turbas de los reproches de los fariseos por haberlo aclamado “Hijo de David”. Jesús –según el testimonio de los evangelios no explica en ninguna parte a las gentes, ni aquí ni en cualquier otra parte de lose escritos evangélicos, salvo el que él lo entendía de otra forma según el denominado “secreto mesiánico”. Téngase en cuenta que según el “secreto mesiánico” defendido por el autor del Evangelio de Marcos, y tras sus pasos por Mateo y Lucas, Jesús afirmó y mandó que se mantuviera oculto su nuevo mesianismo hasta después de su resurrección. Entonces una de dos: 1. O bien Jesús tenía el mismo concepto que las turbas en lo que significaba ser el mesías “Hijo de David”, es decir, lo que ha dibujado en su síntesis Miguel Pérez Fernández, y defendió este concepto ante los fariseos. Si así fuere, el “secreto mesiánico” (núcleo fundamental del Evangelio de Marcos) resulta ser un artificio literario y fingido de su autor, Marcos. 2. O bien tenía Jesús un concepto radicalmente diferente de su mesianismo (para decirlo brevemente y entendernos: Jesús tenía ya el concepto, luego cristiano, de un mesías sufriente, que aceptaba previamente su muerte como parte de un designio redentor divino, un mesianismo totalmente apartado de la política), pero permitió que las masas lo aclamaran erróneamente, sumidas en una ignorancia clara e invencible acerca de su figura y misión. Es decir, si así fuere, Jesús permitió conscientemente que sus discípulos y las turbas se engañaran en cuanto a su mesianismo. Además defendió este engaño ante los fariseos. Que cada uno elija entre los dos términos de este dilema. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Viernes, 21 de Mayo 2010
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
La Biblia en los Hechos de Andrés II. Las alusiones (4) 35. Sigue Pedro recordando a sus condiscípulos que “Ahora ha venido sobre cada uno de nosotros la fuerza bajada del cielo y se ha derramado sobre nosotros el don del Espíritu Santo” (MartPr 1,2). Nueva alusión a la venida del Espíritu Santo, que descendió del cielo (ek toû ouranoû: Hch 2,1-4). Venida que en otros lugares de los Hechos se expresa mediante el verbo epipíptō, el verbo empleado en el Apócrifo. Por ejemplo, los samaritanos pedían que se les diera el Espíritu Santo, porque todavía no había descendido (epipíptō) sobre ninguno de ellos (Hch 8,16). “Cuando estaba todavía Pedro hablando, descendió (epipíptō) el Espíritu Santo sobre todos los que oían la palabra” (Hch 10,44). “Cuando yo comenzaba a hablar, descendió (epipíptō) el Espíritu Santo” (Hch 11,15)- 36. Cuando el apóstol Andrés llegó a Patrás, se corrió la voz de que “había arribado a la ciudad un hombre extranjero, desnudo, solitario, sin traer para el camino nada mas que el nombre de un tal Jesús”. Es una alusión evidente a los consejos de Jesús a los apóstoles en Mt 10,9-10: “No llevéis oro ni plata ni cobre en vuestra cintura, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón”, Lc 9,3 recomienda no llevar nada para el camino, y a las cosas mencionadas en Mateo añade “ni pan ni dinero”. Eran por lo demás las mismas recomendaciones que hacía Jesús a los setenta y dos discípulos (Mc 6,8; Lc 10,4). 37. Después de afirmar que Andrés hacía grandes signos y prodigios (sēmeîa kaì térata poieî megála), especifica diciendo: “sana enfermedades, arroja demonios, resucita muertos, cura leprosos y alivia toda dolencia” (MartPr 3,1). Aunque hay varios pasajes del NT en que se describe la actividad taumatúrgica de Jesús con términos similares (cf. la misión del Bautista en Mt 11,5 par.), aquí se alude claramente a las obras que Jesús recomienda a sus discípulos en el discurso de la misión y según la relación de Mt 10, 8: “Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad a los demonios”. En el texto del Apócrifo se trata del cumplimiento práctico de los consejos de Jesús. 38. El procónsul Lesbio, curado por Andrés, le dice lleno de gratitud: “Creo en aquel que te ha enviado hasta nosotros” (MartPr 5,2). Es una nueva alusión a la misión de los apóstoles por parte de Jesús. El hecho está documentado en los textos anteriormente citados de la misión (Mt 28,19; Mc 16,15s; Jn 20,21), así como en las otras misiones previas (Mt 10,16; Mc 6,6; Lc 10,13; etc. Los Apóstoles lo reconocen abiertamente (Hch 9,17), Pablo, por ejemplo, pone en boca de Jesús estas palabras al referir los detalles de su conversión: “Yo te envío” (1 Corf 1,17). La misión está implícita en el nombre mismo de “apóstol” con que se denomina a esta clase de enviados y en las dedicatorias de las cartas de Pablo y Pedro que ellos mismos anteponen al texto de sus misivas. 39. Jesús, en visión, dice a Andrés: “Toma tu cruz y sígueme” (MartPr 8,1). Es una evidente alusión a las palabras de Jesús en contextos similares, como en Mt 10,38: “El que no toma su cruz y me sigue”. Lc 14,27: “El que no carga con su cruz y viene en pos de mí”. Y quizá mejor, encontramos el eco de esta expresión en Mt 16,24: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Cf Mc 8,34; Lc 9,23 que añade después de “su cruz” “cada día”. 40. El procónsul Egeates, esposo de Maximila, hace a Andrés una pregunta llena de intención y de significado: “¿Quién es el crucificado a quien, según tus órdenes, debe prestar atención toda la Acaya?” (MartPr 11,1). Es una simple alusión a la predicación apostólica, de la que el punto central es prácticamente Cristo crucificado. Así consta por la 1 Cor 1,23; 2,2: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” leemos en 1 Cor 1,23. Y en 1 Cor 2,2 Pablo reconoce que no sabe otra cosas que a Jesucristo, y a éste crucificado”. 41. En una nueva alocución, hace Andrés una relación sucinta de su ministerio diciendo: Cristo Jesús “nos eligió a nosotros sus apóstoles y nos dio poder para que fuéramos a todas las gentes y predicáramos en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados” (MartPr 12,2). En estas palabras podemos distinguir varias alusiones: a) La llamada de los Doce (Mt 10,1; Mc 3,14-15; Lc 6,13). De Lucas tenemos el verbo eklexámenos: “escogió a doce de ellos a quienes denominó apóstoles”. En Mateo: “Les dio poder” (exousían).- b) La misión. En Mt 28,10 leemos pánta tà éthnē. Pero en Lc 24,47 tenemos el texto del Apócrifo prácticamente completo. Estaba escrito, dice Jesús “que se predicara en su nombre la penitencia para el perdón de los pecados a todas las gentes”. Otros textos: Mc 16,15: “Id a todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Y en 13,10: “Predicar a todas las gentes”. Pueden verse los pasajes de Hch 15,17; Rom 1,15; 16,26; 2 Tim 4,17. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 20 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Transcribo hoy las opiniones conclusivas de Miguel Pérez Fernández, sacerdote católico, sobre el retrato o imagen del mesías en el Targum palestinense que refleja el pensamiento del judaísmo del siglo I de nuestra era: “En el Targum palestinense el mesías tiene un rasgo primero y decisivo: es rey, y rey de la casa de Judá, y es libertador del pueblo, congregador de todos los cautivos de Israel y de todos los judíos de la Diáspora, líder con Moisés de un nuevo y definitivo éxodo, dominador de las naciones, restaurador del reino de Israel, guerrero y justiciero, vengador de Israel, vencedor de Gog y Magog [dos reyes míticos que simbolizaban a todos los enemigos de Israel desde Ezequiel 38 y 39 y Apocalipsis 20,8]. “Estos rasgos del más típico mesías nacional están matizados por otras afirmaciones: no tolerará el derramamiento de sangre inocente ni la rapiña ni la desvergüenza, inaugurará una época de abundancia en la el pueblo encontrará su liberación definitiva; precisamente en su tiempo la Ley será observada y se convertirá en la medicina que cure la herida producida en el pueblo por la mordedura de la serpiente primitiva; el mesías es realmente un enviado de Dios que viene de lo alto, legitimado por la palabra de Yahvé que lo acompaña, y que trae una salvación eterna, no pasajera como fue la de otros “redentores” de antaño. La aparición de este rey permanece en el secreto de Dios; se espera en una noche de Pascua y surgirá en medio de un pueblo dedicado al estudio y cumplimiento de la Ley. “En este retrato aparece un rasgo central: es el liberador enviado y legitimado por Dios; el Targum palestinense acentúa los trazos del rey guerrero, que denotan una comprensión bélico-política-nacional de la salvación; pero también se advierten aunque en segundo plano otros trazos que hablan de la existencia de otra concepción de la liberación, más ligada a los círculos piadosos y estudiosos de la Ley que a los políticos y militares. “El Targum de Onquelos y la literatura rabínica (posteriores a la época de Jesús) van a acusar más este aspecto en el retrato que ellos hagan del mesías. La tradición mesiánica regia sufrió una profunda revisión · Por razones políticas (prudencia frente a Roma), · Psicológicas (frustración tras el fracaso de los diversos movimientos revolucionarios mesiánicos) y · Teológicas (pretensión cristiana de que la ley había sido abolida). Así el judaísmo vino a recuperar una tradición que el carácter belicoso de los sacerdotes-reyes macabeos había oscurecido en demasía. “Uno entiende que hay un punto que merece estudiarse con mayor cercanía para dilucidar con realismo lo que hay detrás de los tópicos y los clichés literarios: ¿qué salvación se esperaba del mesías en realidad? El paso del mesías rey al mesías maestro expresa una frustración, pero también una purificación. La aparición del mesías sufriente, la asunción por parte del mesías de los rasgos del Siervo de Yahvé indica que la dureza de la vida enseñó a judíos y cristianos que el mesías tenía que padecer y que la salvación no se podía entender exclusivamente en términos políticos o nacionalistas que, a la postre, no eran más que racistas o meras superficialidades y contingencias” (pp.288 y 289). Este sabroso texto merece un breve comentario que haremos en la próxima postal. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 19 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero La lectura del libro El Secreto, gran éxito de ventas por cierto es decepcionante desde muchos puntos de vista y es interesante para reflexionar sobre la estupidez humana. “Hay dos cosas que son infinitas” –se dice que dijo una vez A. Einstein- el universo y la estupidez humana. Y de la primera no estoy totalmente seguro”. El tema y mensaje del libro se resumen en los siguientes principios: Lo semejante atrae a los semejante. Es una ley universal. Aplicada al mundo de los pensamientos humanos se formularia: los pensamientos positivos son realidades positivas y atraen a objetos positivos. Si pienso positivamente atraigo sobre mí el objeto de mi deseo, que será bueno. Si pienso negativamente, atraigo sobre mí el objeto de mi rechazo (temeroso), que será malo. Los pensamientos se convierten en realidad. Piensa positivamente y tendrás todo lo bueno: salud, riqueza y amor. Por ejemplo: el mundo es de un potencial infinito y hay riquezas para todos. Lo que pasa es que este principio elemental no lo conoce en la práctica nadie. Es un secreto. Sólo lo “conocen” y practican algunos sabios. El libro es una exposición pública del “secreto” de modo que la gente lo conozca y lo practique. En primer lugar, el libro parece “literatura” popular muy norteamericana, no sólo sencilla, sino simplista, y engañosa para gente sin apenas cultura, tal como es usual en Norteamérica. El que en otros países tenga éxito se debe a la propagación del “American Way of Life” y a la falta de cultura que se está generalizando alarmantemente en nuestra sociedad. La credulidad de base para aceptar el mensaje del libro –por cierto muy breve y de muy fácil lectura, pedagógicamente bien escrito con sus dibujitos, imágenes y sobre todo con sus resúmenes de “ideas”/mensajes al final de cada capítulo- está generada por una cierta desconfianza hacia la visión de Dios, del universo y del ser humano expandida por las religiones usuales y la sustitución de ella por las revelaciones de pseudoprofetas que se presentan a sí mismos muy bien –según las reglas del mercado de la comunicación- y que tocan fibras oportunas de las gentes incultas. Se “tira” al Dios tradicional por la ventana (junto con el punto de vista social y religioso tradicional, la cosmovisión recibida en general y el papel del ser humano en el mundo-, y se admiten por la puerta trasera multitud de diosecillos en sustitución del abandonado. Creo que al principio, en la mente de Rhonda Byrne -figura humana al estilo “Barbie” que me inspira poca confianza- el movimiento de expansión del famoso principio de la “Ley de la atracción”, fundamentada en la “Ley de que lo semejante atrae a lo semejante”, pudo surgir de buena fe, y de un modo elemental. Al fin y al cabo tal doctrina se ha expandido ya en nuestra época con las ideas homeopáticas (“lo semejante se cura con lo semejante”). Pero tras la realización de un documental acerca de “El Secreto” y su asombrosa difusión, más luego la constitución de una Sociedad de responsabilidad limitada y la edición del libro con 24 coautores, se nota que se ha formado una sociedad de negocios para explotar comercialmente los beneficios de la credulidad. Ahora se reparten los derechos del documental y del libro que comentamos entre los miembros de esa sociedad (los “coautores”), y el interés creado suscita una corriente de clientes a las ramas y entidades profesionales de cada uno de los “cofirmantes”. Todo ello es lícito, pero ahora debe de ser el interés principal: generar dinero. El ámbito del libro es el de los consejos que sirven para la comprensión de la divinidad (que es racional; es la Mente rectora del universo), de este universo y del ser humano. El género literario es tan viejo –y posiblemente tan verdadero en algunos aspectos-, como las doctrinas panteístas que comienzan con los filósofos jónicos griegos (Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes) y culminan –en otro ámbito muy distinto y profundísimo- con Baruc de Spinoza. El papel central del ser humano en el mundo se inicia en nuestra civilización con los sofistas (Protágoras y Gorgias) y con Sócrates, así como la filosofía hedonista (con la que la mayoría de las gentes está de acuerdo) fue impulsada por Aristipo de Cirene y continuada por Epicuro. Sin duda el eliminar el miedo a los dioses y a las fuerzas adversas, el generar un optimismo interno a toda prueba y un hedonismo rampante (salud, dinero y amor) son ideas aceptadas por la generalidad. Ellos, los coautores del libro, las presentan de otra forma –el “secreto” sirve para difundir un aura de misterio- y las explotan comercialmente. Siempre sucederá así con el que “dé con la tecla”. El secreto del éxito es misterioso. Todos somos capaces de analizar sus ingredientes, pero ignoramos las proporciones, la oportunidad y la presentación. Ellos han acertado comercialmente. Ese fantástico “secreto” es en realidad el secreto del éxito comercial de un libro simplicísimo y lleno de falsedades evidentes: el don de la oportunidad y la correcta mezcla y proporciones de los elementos surge por intuición o casualidad en los libros más dispares (piénsese en El Código da Vinci). El mundo del control de las actividades sociales del ser humano, amén del papel rector de éste en el mundo, las normas sobre cómo “navegar” en la vida, etc., son igualmente tan viejos como la colecciones de proverbios y normas morales que nos son muy conocidos en la civilización grecorromana –Proverbios del Pseudos Focílides-, en la hebrea/aramea (Libro de la Sabiduría de Ajicar; el libro mismo de los Proverbios de la Biblia, etc., muy influido por el de sus vecinos de Egipto), en la egipcia (colecciones de cuentos morales y de proverbios para dirigir la vida) y en otras, como las mesopotámicas anteriormente. En fin, nihil novi sub sole: ¡“Nada nuevo bajo el sol! El núcleo principal de la “Ley de la semejanza” es también muy conocido, el famoso “Similia similibus” (“lo semejante con lo semejante”) de los latinos, pero esa ampliación del dicho tradicional hasta afirmar que nuestros deseos se objetivan y se hacen realidad (“los pensamientos se hacen objetos”) es una majadería solemne, entre muchas otras del libro, que no necesita ni rebatirse. Por otro lado, refutar las proposiciones obviamente estúpidas es muy difícil y produce una desgana mortal en los seres cultivados. Además, está la conciencia de que toda refutación es inútil, porque los necios no te van a hacer caso ninguno. Pienso también que a muchos que se crean las doctrinas del presente libro a pies juntillas se sentirán pronto decepcionados cuando la realidad de la vida les haga ver que los pensamientos no se concretan en objetos y que los buenos deseos, por mucho que ser repitan, no logran sus objetivos, ni evitan los accidentes, etc. De todos modos, la norma general de pensar en positivo es indudablemente buena. Pero la objetivación absurda de esta norma psicológica elemental conduce inexorablemente a la irrealidad y a la frustración. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 18 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero La cuestión que enuncia el título puede transformarse en la pregunta: ¿quién es realmente el fundador del cristianismo? Algunos estudiosos opinan que ni siquiera es lícito plantearse la cuestión del fundador del cristianismo puesto que la constitución de éste como nueva religión fue un fenómeno lento y complejo en el que intervinieron múltiples factores. El cristianismo, argumentan, nunca fue una realidad estática, sino dinámica, sincrética –es decir, buena asimiladora de ideas religiosas de su entorno— y contradictoria. Por ello no hubo, ni pudo haberlo, un único fundador, sino varios. Esta observación es cierta, pero hay momentos de la evolución del cristianismo en el que se dan pasos trascendentales, constituyentes, y uno de esos lo dio Pablo. La cuestión debería formularse, pues, de otro modo: ¿fue Jesús el impulsor de una ideología religiosa que posteriormente, gracias a sus ideas y sin cambios sustanciales, se convertirá en el cristianismo? O ¿tiene esta religión unas características tan peculiares respecto a la religión de Jesús y su concepto de la salvación del ser humano que debe considerarse como una entidad en muchos e importantes puntos nueva y casi “autónoma”? Como el planteamiento que aquí planteamos es sintético –habría que escribir un libro entero sobre el tema- vamos simplemente a ofrecer una pista, pero importante. Consideraremos algo esencial, un elemento clave, en una religión, qué idea se tiene de la salvación del ser humano, cómo se concibe la salvación, y comparemos a Jesús de Nazaret y Pablo, y vemos si son análogas o no. Una verdadera diferencia ofrecería materia de reflexión. A. El concepto de la salvación en Jesús Ante todo el maestro de Nazaret pensaba que la salvación habría de venir de la observancia de la ley divina, la Torá de Israel, pero en sus líneas más profundas y esenciales, tal como él había intentado elucidar en sus discusiones con otros rabinos de su tiempo. Dentro de la observancia de la Ley Jesús buscaba la pureza en su relación con Dios, pero no entendía el binomio pureza / impureza como la mayoría de los fariseos de su época, sino que procuraba ante todo aquella pureza interna y esencial que sale del corazón. En esta línea, la salvación, según Jesús, era convertirse, volverse a Dios de corazón, de modo que con este acto se perdonen los pecados pasados, se esté totalmente abierto y dispuesto para aceptar la venida del reino de Dios sobre la tierra con un desprendimiento absoluto de los bienes materiales y de cualquier otro impedimento psicológico que puede cerrar el corazón a las exigencias de conversión plena y absoluta que exige la preparación y venida del Reino; incluso si es necesario hay que prescindir de la propia familia. La salvación es pues entrar en el reino futuro de Dios. A la hora del gran Juicio final (último paso de la salvación) Dios valorará mucho más el amor al prójimo, la entrega generosa a él y el respeto hacia los demás, el abstenerse de juzgar al prójimo, que el cumplimiento escrupuloso y angustiado de las normativas humanas que desmenuzan, no siempre con acierto, lo esencial de la Ley. El ejemplo más claro se halla en Mt 25,31-46: "Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. 32 Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los que estarán a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui huésped, y me recogisteis; 36 desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. "37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos? ¿O sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos huésped, y te recogimos? ¿O desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los que estarán a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y para sus ángeles; 42 porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui huésped, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o huésped, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos pequeñitos, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán éstos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna". Para la interpretación de este pasaje, téngase en cuenta que esta escena es una composición del evangelista, que representa el pensamiento en líneas generales de Jesús, pero que contiene retoques de su teología propia. Así, aquí se omite que antes del juicio final y de la vida eterna ha tenido lugar sobre la tierra de Israel la venida del reino de Dios y que éste ha durado un cierto tiempo; es temporal. El gran juicio final es el acto último después de este reinado del mesías sobre la tierra e inaugura la “segunda fase” del Reino, después del Juicio, en el cielo. Esta fase será ya eterna. Segundo: el “Hijo del Hombre” en la teología de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) es asimilado a Jesús. Sin embargo, no estamos absolutamente seguros de que Jesús en realidad no pensara en otra figura celestial como ayudante de Dios en el Juicio, distinta de sí mismo. Pero en líneas generales era así como un judío y un judeocristiano piados podía representarse el gran Juicio final que coronaba el proceso de salvación. En la próxima semana consideraremos el concepto de la salvación en Pablo de Tarso y lo compararemos con el de Jesús. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com En el otro blog, "El blog de Antonio Piñero" el tema es: "El apóstol Juan en los escritos canónicos. Juan en el grupo de los íntimos de Jesús" Saludos de nuevo.
Lunes, 17 de Mayo 2010
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Transcribimos hoy otro ejemplo de literatura de la época en torno a los años que vivió Jesús: los Salmos de Salomón. La crítica está más menos de acuerdo de que se trata de un producto de uno o varios autores, de ideología parecida al fariseísmo (por tanto, similar a la de Jesús de Nazaret), compuestos en torno a los años 60-50 a.C., después de que Israel pasara de facto a depender de la tutela de Roma, aunque de hecho estuviera gobernada por un rey macabeo/asmoneo, Hircano II. El salmo 17 explica muy claramente las bases teológicas del “celota” o “celoso de la Ley” en cuanto a la soberanía de Yahvé en la tierra de Israel, al deseo de que tal soberanía fuera efectiva y real –es decir, que se implantara en la tierra de Israel el reino de Dios- y del medio humano que Dios utilizaría para instaurar su reinado, el mesías-rey. Como el salmo es muy largo, resumo sólo lo que procede más a esta descripción. (El texto completo vuede verse en A. Díez Macho-A. Piñero [eds.], Apócrifos del Antiguo Testamento, vol. III, 2ª edición, Cristiandad, Madrid 2002, pp. 13-77 [Trad. de A. Piñero]). Pongo en negrita lo que merece más atención. 1 Señor, Tú eres nuestro rey por siempre jamás; en Ti, oh Dios, se gloriará nuestra alma […] 3 Pero nosotros esperamos en Dios nuestro salvador, porque el poder de nuestro Dios es eterno y misericordioso; su reinado y sus sentencias se mantienen siempre sobre los pueblos. 4 Tú, Señor, escogiste a David como rey sobre Israel; Tú le hiciste juramento sobre su posteridad, de que nunca dejaría de existir ante Ti su casa real. 5 Por nuestras transgresiones se alzaron contra nosotros los pecadores […] 7 Pero Tú, oh Dios, los derribas y borras su posteridad de la tierra, suscitando contra ellos un extraño a nuestra raza. 8 Según sus pecados los retribuyes, oh Dios, se encuentran con lo que sus obras merecen. 9 b[Dios no se apiadó de ellos; buscó su descendencia y no dejó ni uno solo […]]b .............. 21 Mira a tu pueblo, Señor, y suscítale un rey, un hijo de David, en el momento que tú elijas, oh Dios, para que reine en Israel tu siervo. 22 Rodéale de fuerza, para quebrantar a los príncipes injustos, para purificar a Jerusalén de los gentiles que la pisotean, destruyéndola, 23 para expulsar con tu justa sabiduría a los pecadores de tu heredad, para quebrar el orgullo del pecador como vaso de alfarero, 24 para machacar con vara de hierro todo su ser,para aniquilar a las naciones impías con la palabra de su boca, 25 para que ante su amenaza huyan los gentiles de su presenciay para dejar convictos a los pecadores con el testimonio de sus corazones. 26 Reunirá (el Rey) un pueblo santo al que conducirá con justicia; gobernará las tribus del pueblo santificado por el Señor su Dios. 27 No permitirá en adelante que la injusticia se asiente entre ellos, ni que habite allí hombre alguno que cometa maldad, pues sabrá que todos son hijos de Dios. 28 Los dividirá en sus tribus sobre la tierra; el emigrante y el extranjero no habitará más entre ellos. .................. A continuación se describe el reinado futuro del mesías una vez obtenida la victoria sobre los gentiles. Obsérvese cómo –después de haber triturado a las fuerzas adversas al reino de Dios- el rey mesías se convierte en rey “pacífico” (relativamente) para ejercer de mandatario de Dios 29 Juzgará a los pueblos y a las naciones con justa sabiduría. 30 Obligará a los pueblos gentiles a servir bajo su yugo; glorificará al Señor a la vista de toda la tierra, y purificará a Jerusalén con su santificación, como al principio, 31 para que vengan las gentes desde los confines de la tierra a contemplar su gloria, trayendo como dones a sus hijos, privados de su fuerza, para contemplar la gloria del Señor, con la que Dios la adornó. 32 Él será sobre ellos un rey justo, instruido por Dios; no existe injusticia durante su reinado sobre ellos, porque todos son santos y su Rey es el ungido del Señor. 33 No confiará en caballos, jinetes ni arcos; ni atesorará oro y plata para la guerra, ni el día de la batalla acrecentará sus esperanzas la multitud de sus guerreros. 34 El Señor es su rey. Su esperanza es la del fuerte que espera en Dios. Él se apiadará de todas las naciones que vivan ante Él con religioso temor. 35 Golpeará la tierra continuamente con la palabra de su boca, pero bendecirá al pueblo del Señor con sabiduría y gozo. 36 El rey mismo estará limpio de pecado para gobernar un gran pueblo, para dejar convictos a los príncipes y eliminar a los pecadores con la fuerza de su palabra. 37 No se debilitará durante toda su vida, apoyado en su Dios, porque el Señor lo ha hecho poderoso por el Espíritu santo, lleno de sabias decisiones, acompañadas de fuerza y justicia. 38 La bendición del Señor está sobre él en la fuerza, no sentirá debilidad. 39 Su esperanza está puesta en el Señor, ¿quién podrá contra él? 40 Es fuerte en sus actos y poderoso en su fidelidad a Dios, apacentando el rebaño del Señor con justicia y fidelidad. No le permitirá a ninguno flaquear mientras es apacentado. 41 Conducirá a todos en la rectitud, y no habrá en ellos orgullo para oprimir a los demás. 42 Tal es la majestad del Rey de Israel, la que dispuso Dios suscitar sobre la casa de Israel para corregirla. 43 Sus palabras son más acrisoladas que el oro apreciadísimo; en las asambleas juzgará las tribus del pueblo santificado; sus palabras son como palabras de santos en un pueblo santificado. 44 Felices los que nazcan en aquellos días, para contemplar la felicidad de Israel cuando Dios congregue sus tribus. 45 Apresure Dios sobre Israel su misericordia, líbrenos de la inmundicia de enemigos impuros. 46 El Señor es nuestro Rey para siempre jamás. Este texto no tiene desperdicio. Es sumamente iluminador sobre lo que se pensaba en Israel del mesías, de las naciones, de la instauración del Reino por la fuerza (divina), de cómo sería el reino de Dios sobre la tierra. Un reino tal como habían prometido los profetas..., sobre todo el Tercer Isaías. El autor, a tenor del conjunto de los salmos, es probablemente un fariseo. Seguiremos con más ejemplos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 16 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero ¿Qué idea tenían las masas sobre lo que era ser "Hijo de David" en el Israel del siglo I? La respuesta es: pues lo que se leía en las sinagogas en el siglo I. Y lo que se leía lo sabemos con toda precisión por los “targumim” ( o “targumes”). Un targum era la traducción litúrgica, del hebreo al arameo, para lectura pública en las sinagogas en el Israel del siglo I. La gente hablaba arameo y no entendía el hebreo y había que traducirles el texto bíblico sagrado que estaba en esa lengua (una situación muy parecida a la de hoy en Grecia: la gente que habla demotikí, o lengua popular, en las iglesias escucha una traducción del griego koiné, griego antiguo de los Evangelios, al griego moderno. Sin embargo, los cultos, los estudiosos de la Biblia en Grecia entienden sin más el griego “más clásico” de los Evangelios). Igual ocurría en le Israel del siglo I con el hebreo: sólo se utilizaba para discusiones científicas entre rabinos y escribas. Otro ejemplo: en los siglos XII al XVII, o incluso más tarde: la gente hablaba en casa romance o un lengua vernácula (por ejemplo inglés antiguo), pero las discusiones científicas se hacían en latín. Podemos, pues, estar seguros que lo que se leía en las sinagogas en arameo era la traducción de la Biblia a esta lengua más algunas explicaciones o paráfrasis al texto para que la gente lo entendiera mejor. Era, como quien dice, la teología popular aceptada. Así pues, estas paráfrasis que iban junto con las traducciones al arameo nos revelan el pensamiento de los israelitas comunes del siglo I sobre cualquier tema de la Biblia. Pongamos ejemplos. El primero es la paráfrasis del Targum palestinense a Éxodo 12,42 . El texto bíblico dice así: “Esta es noche de vigilia para Yahvé por haberlos sacado de la tierra de Egipto; esta noche es para Yahvé, para ser guardada por todos los hijos de Israel por (todas) sus generaciones” Y he aquí la traducción parafraseada: Cuarta noche: "Cuando llegue el mundo a su fin / para ser redimido, / los yugos de hierro serán / quebrados / y la generación malvada / será aniquilada. Y Moisés subirá / de en medio del desierto / y el Rey Mesías / de lo alto": Trad. de M. Pérez Fernández, Tradiciones mesiánicas en el Targum palestinense(Instituto español bíblico y arqueológico de Jerusalén/Institución San Jerónimo, Valencia 1981, p. 175). Otro caso: Targum palestinense a Génesis 49,10-12:. El texto hebreo dice: “10 El cetro no se apartará de Judá, ni la vara de gobernante de entre sus pies, hasta que venga Silo, y a él sea dada la obediencia de los pueblos. 11 El ata a la vid su pollino, y a la mejor cepa el hijo de su asna; él lava en vino sus vestiduras, y en la sangre de las uvas su manto. 12 Sus ojos están apagados por el vino, y sus dientes blancos por la leche”; el texto targúmico está editado y traducido en Miguel Pérez Fernández, Tradiciones mesiánicas en el Targum palestinense. Valencia 1981, 136). La explicación parafrástica dice así: Cuán hermoso es el Rey Mesías que ha de surgir de entre los de la casa de Judá. Ciñe los lomos y sale a la guerra contra los enemigos y mata a reyes con príncipes. Enrojece los montes con la sangre de sus muertos y blanquea los collados con la grasa de sus guerreros. Sus vestidos están envueltos en sangre: se parece al que pisa racimos. Esta es la pintura del primer momento de la acción guerrera del Mesías. En el verso siguiente el “meturgeman”, o traductor-parafraseador, describe el segundo acto: tras el advenimiento del Reino, una vez vencidos los enemigos, se instaura una era de paz y abundancia mesiánicas: Cuán hermosos son los ojos del Rey Mesías. Como el vino puro. [para no ver con ellos las desnudeces ni el derramamiento de sangre inocente] Sus dientes son más blancos que la leche. [Para no comer con ellos lo arrebatado y lo robado]. Se tornarán rojos los montes por las cepas y sus lagares por el vino, y blanquearán los collados por la abundancia de trigo y por los rebaños de ovejas. Los pasajes entre corchetes son, en nuestra opinión, interpolaciones secundarias, que rompen el ritmo del poema. De ningún modo nos parece que el v. 12 (la 2ª parte) sea una reacción para oponerse y negar la primera parte. No hay contradicción, sino un drama que se desarrolla en dos tiempos. El poema es un testimonio tanto del concepto guerrero del mesías, como de la bienandanza material de Israel cuando, gracias al Mesías, logre vencer a su enemigos y se instaure el reino de Dios. M. Pérez Fernández, op. cit., 141ss, observa acerta¬damente que la segunda parte procede de la misma mano y no es una contradicción respecto a la primera, sino una complementación (p.144). Esta segunda parte del poema no es una imagen del mesías pacífico contrapuesto al guerrero, sino que tras la victoria viene la paz del vencedor. Seguiremos con más ejemplos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Sábado, 15 de Mayo 2010
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Dijimos en una de las notas anteriores que Brandon insiste en que Jesús, en el episodio de la entrada a Jerusalén (Mc 11,7-10), no corrige a las masas que le aclaman como “El que viene, El rey en nombre del Señor” (literalmente: “Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: ¡Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del señor; Bendito el reino de nuestro padre David que viene; ¡Hosanna en las alturas”). Estas frases tienen unas connotaciones plenamente judías y se entienden muy bien en la época de Jesús. Es notable, por otro lado, que Lucas en su pasaje paralelo, omita el título “Hijo de David”. En mi opinión no es un olvido, sino una muestra de su “tendencia”, es decir, su deseo de presentar ante todo un Jesús “pacífico”. Lucas inserta además algo en la escena que es típicamente suyo, la frase “Paz en el cielo y gloria en las alturas”, que recuerda demasiado al lenguaje angélico de Lc 2,14. En mi opinión, y en la de prácticamente todos los comentaristas, esta frase es un añadido de Lucas para contrarrestar la posible imagen belicosa de un “Hijo de David” y potenciar la figura del “Cristo pacífico”. ¡Nunca pueden leerse los evangelios hoy día sencilla y llanamente! Se quejan algunos lectores de que la crítica científica quita de aquí y de allá frases “que no le interesan”. En primer lugar: No se trata de eso, como si se obrara con malas o perversas ideas y afán de tergiversar a Jesús por algún odio oculto, sino de ver claramente -y distinguir- entre lo que es un comentario redaccional del Evangelista, lo que no pertenece al estrato primitivo de la tradición sobre Jesús y que normalmente responde a una “tendencia” o “agenda teológica” –como se dice ahora- previa, y lo que puede ser originario, adscribible a un estadio anterior más cercano al Jesús de la historia. Por ello no se ponen tales comentarios redaccionales al mismo nivel de lo que el análisis racional y crítico sitúa como tradición de base, más cercana a ese Jesús cuyos rasgos pertinentes se intentan dibujar. Se supone que en una Facultad universitaria los que estudian el mundo antiguo en su aspecto ideológico no pueden tener odio a un personaje de hace 2.000 años. Se intenta explicar su mundo mental y su entorno y se acabó: no hay más transfondo. Sostienen algunos, amparándose muchas veces en citas extraídas de libros de Hans Küng, que no deben eliminarse como secundarias de los Evangelios frases de Jesús de aquí o de allá, actuando “arbitrariamente” con la mera pretensión de hacer del Nazareno un guerrillero, un insurrecto, un agitador y revolucionario político y convertir su mensaje del reino de Dios espiritual en un mero programa político-social. Se supone que en el ánimo del investigador se pretende –insisto- tergiversar y falsear los relatos evangélicos, seleccionando unilateralmente las fuentes con los dichos y hechos de Jesús y atribuyendo a creaciones de la comunidad pasajes sacados de su contexto. Con otras palabras: ¡tal investigador que busca precisamente situar a Jesús en su contexto histórico lo saca de él con fines espurios! Para ello –se sostiene- hay que prescindir del mensaje de Jesús como totalidad, y se procede, en suma, con fantasía novelesca y no con rigor histórico-crítico. Si tomamos estas críticas al pie de la letra –aparte del juicio de intenciones sobre el investigador que pasa de presuntamente honesto a ser un “no científico” y un “falseador voluntario”- ocurre una de dos cosas: A. O bien, hacemos lo mismo que se critica al investigador, y ejercemos nuestra propia crítica, a saber eliminando también pasaje –o no prestando a ellos ninguna atención, silenciándolos, o interpretándolas fuera del contexto de la mentalidad del siglo I en Israel- o incluso perícopas enteras que no cuadran en absoluto con la imagen del Cristo transmitido por la tradición eclesiástica, y damos sólo como buena nuestra interpretación de lo eliminado como secundario, de lo silenciado y de lo que queda, B. O bien hacemos una lectura acrítica de los Evangelios, coincidente en el fondo con una tradición patrística ciertamente centenaria, y en el fondo y en la forma despreciamos las herramientas críticas elaboradas durante más de doscientos años de reflexión –desde finales del siglo XVIII- declarándolas sesgadas y torticeras. No creo que haya ningún tertium razonable a este dilema. Naturalmente, los críticos discreparán. ¡Que sea con razones y no con meros "desiderata o afirmaciones que la cosa es de otro modo"! Con otras palabras: un notable número de apostillas, sugerencias y comentarios de los lectores de este blog al modo de proceder, analítico y argumentativo que en él se practica y que se desea estrictamente científico, consisten en achacar a voluntad previa distorsionadora del comentarista (en este caso de Brandon y –supongo- que también del que propone sus argumentos a consideración), a un afán de no buscar la verdad, a un deseo de acabar con una imagen centenaria de Jesús, a un deseo arbitrario de construir su propia imagen de Jesús eliminando en concreto lo que se considera comentario redaccional del Evangelista, o a una perspectiva sesgada de éste o de su comunidad, aunque ésta se encuentre en los Evangelios como puesta a veces en labios de Jesús. Se suele denostar como “pseudociencia” tal proceder. Pero vuelvo a afirmar que no es así. Se trata de enmarcar a Jesús en su mundo, que no es el nuestro, ni mucho menos, y que tenía unas ideas a veces en absoluto parecidas a las nuestras y que hoy consideraríamos infantiles. Y que en muchísimos casos no pueden modernizarse so pena de inventarse también por su cuenta un Jesús estupendo. Léanse, por favor, los comentarios científicos a los evangelios, comentarios escritos por estudiosos de todo tipo de adscripción teológica creyente o no creyente: ¡coinciden en altísimo grado en ese proceder tachado de arbitrario, a saber eliminar de la base para la reconstrucción del Jesús histórico los estratos secundarios presentes en los Evangelios! Muy importante, como dijimos, en la perícopa de la entrada en Jerusalén es que Jesús no reprende a la multitud, ni a sus discípulos que le aclaman como el mesías, “Hijo de David”: “Os digo que si ellos callasen, gritarían las piedras”. Por tanto, debe obligatoriamente suponerse que hay una concordancia en cuanto a la definición y contenido de lo que supone el vocablo “mesías” entre las masas, los discípulos y Jesús. Y debe suponerse que si las masas están por medio se trata de un concepto de la teología popular israelita del siglo I, que se supone también implícita, conocida y que no se explica ni hay necesidad de explicitar. Espero que a nadie se le ocurra plantear la hipótesis de que Jesús, teniendo en su verdad un concepto de mesianismo distinto, apolítico, totalmente pacífico, sufriente, etc., permitió que las masas se mantuvieran en un error invencible. Tal hipótesis sería, por lo menos para mí impensable. Por tanto, Jesús tenía la misma idea de su mesianismo que la masa que lo aclamaba y que él no corregía ni le explicaba nada distinto. Seguimos en la próxima nota. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Viernes, 14 de Mayo 2010
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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