CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Roma y la formación del Nuevo Testamento, según Klaus Berger  (198-03)
Hoy escribe Antonio Piñero


Éste es el penúltimo comentario al libro de Klaus Berger, Los primeros cristianos. Editorial Salterrae, Santander, 2011.

Escribe nuestro autor, respecto a la formación del Nuevo Testamento, el epígrafe siguiente: “¿Por qué la concentración en Roma?”. Y responde:

“A lo largo de la redacción de este libro se han ido descubriendo aspectos nuevos a la pregunta de la selección objetiva del canon de escritos sagrados del Nuevo Testamento. Sólo fueron aceptados en este canon los evangelios que informan acerca de la pasión y resurrección de Jesús, es decir, no un “Evangelio de dichos” = la Fuente ‘Q’). Tampoco se aceptaron escritos puramente judeocristianos y gnósticos. Pero se registró sobre todo una elevada concentración en los apóstoles Pedro y Pablo en torno a la ciudad de Roma.

“Sólo se admitieron loe evangelios en los que Pedro actúa como portavoz de los discípulos (en otro sentido existían otros evangelios como el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe y otros). Y de entre los relatos de los apóstoles sólo aquellos en los que figuran en el centro Pedro y Pablo y que finalizan en Roma. También está centrado en Roma el Apocalipsis (= “revelación”) de Juan, con el que se cierra el canon; en Roma fueron martirizados ambos apóstoles, y hay intérpretes que entienden los dos testigos de Ap 11 como una alusión a Pedro y a Pablo.

“Brevemente: bajo los mencionados criterios (Pedro-Pablo-Roma) de entre las 306 páginas que ocupa la versión del Nuevo Testamento de Martín Lutero, por ejemplo, sólo se dedican 10 páginas a otros autores, es decir, a algunas de las llamadas ‘cartas católicas’ que, además, no entran en el canon de algunas iglesias orientales. Se consideraba paulina la Carta a los hebreos.

En resumen: el Nuevo Testamento es un asunto total y absolutamente romano. Pedro como testigo vinculante y portavoz; las cartas de Pablo y los Hechos de los apóstoles como el camino de los apóstoles desde Jerusalén hasta Roma, y el Apocalipsis como contraposición entre la Jerusalén celeste y su contrafigura terrena en la corrupta Roma, capital del mundo: todo esto está referido, al menos en cuanto al criterio de selección a una sola y única perspectiva” (pp. 336-337).

Mi comentario:

Lo que dice Klaus Berger es excelente. Ya José Montserrat apuntaba, en “La Sinagoga cristiana” (reedición de Trotta, Madrid 2008) que le parecía lo más probable que fuera Roma el lugar donde se formó el canon porque era a priori en único sitio de la cristiandad en donde (por la afluencia de viajeros y comerciantes-correo) –en una presunta y misteriosa alacena- podía haber una copia de todos los escritos importantes que circulaban por ahí en torno a Jesús y sus discípulos.

En la Guía para entender el Nuevo Testamento (Trotta 4ª, 2011), y por otras vías, apuntalo y doy algún argumento más a la misma hipótesis. Es posible que K. Berger deba reflexionar en el futuro en lo siguiente:

Si --según Berger-- no se seleccionaron más evangelios que los que contenían la historia de la pasión y resurrección de Jesús, ¿por qué no se admitió en el canon el Evangelio de Pedro (Crossan es un “fanático” de este texto)?

• ¿Cómo se explica que en el Nuevo Testamento no haya apenas expresamente doctrina específicamente petrina?

- Ciertamente en los Hechos, Lucas atribuye el invento de la misión a los paganos a Pedro y no a Pablo (cap. 10). Y luego los primeros pasos de la cristología también se atribuyen a Pedro (cap. 2) Pero ahí queda todo. El triunfo de aplicar a los gentiles las leyes de Noé se lo lleva Santiago sobre todo (cap. 15) Ni siquiera el Evangelio de Marcos es petrino, sino paulino; ni siquiera el Apocalipsis es petrino, sino paulino en su concepción sacrificial de la muerte del Cordero.

• No habla Berger de las componendas y tratos que supusieron la formación del canon (Véase la Guía para entender el Nuevo Testamento). Tampoco cómo toda la selección del canon gira en torno al número 7, tema que ya expuse en el Blog.

• No habla Berger que la aparición masiva del nombre de Pedro –y de su cierta primacía (cap. 21 del Evangelio de Juan) se debe a que –casi desterradas las doctrinas puramente petrinas en pro de las nítidamente paulina- era absolutamente necesario a la cristiandad paulina unir a Pablo sobre todo con Pedro y Santiago, como representantes de la comunidad de Jerusalén, los seguidores más fieles del pensamiento de Jesús. El paulinismo, en su propaganda, necesitaba presentarse como continuador de esa iglesia, destruida por el paso del tiempo y por el peso mismo de su ideología demasiado judía, o demasiado judeocristiana. Esa fue la labor del evangelista Lucas.

. No dice K. Berger que el canon del Nuevo Testamento es una solución de compromiso y pacto del paulinismo con otros grupos judeocristianos pero qu podían ser asimilados, ya que al menos admitía la teología paulina de la cruz (Apocalipsis y Evangelio de Mateo).

• Y no dice tampoco K. Berger que el Nuevo Testamento no es el testimonio del cristianismo, sino de un cristianismo, el paulino (fundamentalmente, y con componendas). El resto –sí lo admite nuestro autor-, es decir, el judeocristianismo y los gnósticos estrictos quedan fuera.

• El Evangelio de Juan, de un talante ideológico protognóstico aunque imperfecto, es admitido en el canon por su elevadísima cristología (que desarrolla la paulina de la preexistencia), y porque acepta también (con ciertas rebajas: la cruz es ente todo la hora de la glorificación de Jesús y el máximo exponente de su revelación) la teología de la cruz paulina.

A pesar de estas precisiones, creo que le punto de vista de insistencia en Roma por parte de K. Berger es novedoso para muchos ambientes. Pero no ciertamente para el español que haya leído las dos obras citadas arriba , donde esas ideas estaban ya expresadas con claridad y amplitud.



Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 26 de Agosto 2011
"Los primeros cristianos",  de Klaus Berger (II) (198-02)
Hoy escribe Antonio Piñero


En la postal anterior señalamos, entre cosas buenas del libro de Klaus Berger que comentamos, “Los primeros cristianos” (Salterrae, Santander 2011), una línea de razonamiento del autor que nos parece discutible.

En la solapa (contracubierta) del libro se pone como ejemplo otro par de razonamientos de Klaus Berger, que paso a comentar. Si han sido elegidos para lugar tan destacado es porque los editores españoles consideran muy importante, o significativa, la aportación del autor a este respecto. Transcribo:

“Jesús fue… el que dio el disparo de salida, la matriz, el encendido de arranque, la misión…, todo eso. Pero esto no cerraba la cuestión. En realidad era entonces (tras la muerte del Nazareno) cuando echaba a andar la aventura. De una empresa local de pescadores y campesinos en el último rincón de la Antigüedad, surgió con la velocidad del viento una religión mundial. Hay aquí un buen tema. En este sentido, pensé, cualquier libro sobre Jesús debe tener su continuación natural en una exposición de la historia de los primeros cristianos… A mi entender los primeros cincuenta años que transcurrieron hasta la muerte de la primera generación después de Jesús constituyen una de las etapas más intensas no sólo de la historia de la Iglesia, sino de la historia universal”.

Sólo una observación por mi parte:

La expansión del cristianismo al principio, hasta su estabilización tras el edicto de Teodosio que prohibía los cultos paganos (380) fue del 20% por ciento por década (Rodney Stark, La expansión del cristianismo, Trotta, 2009), exactamente igual a la de los mormones, y algún que otro grupo religioso más, en el siglo XIX. Pero no debe subyacer la idea de un milagro divino en este crecimiento. La expansión del islam fue incomparablemente más rápida y partió de un mercader árabe iluminado y de un grupo de seguidores igualmente pequeño. Si se piensa subyacentemente en el milagro o en la fuerza del Espíritu, piénsese lo mismo de la teología de los mormones y la del islam.

Sigo transcribiendo. Explica el Editor: “Sobre la singular capacidad de ruptura de la joven iglesia en la también ve un segmento del judaísmo globalizado, afirma K. Berger:

"Los chrestiani eran una alternativa atractiva desde el punto de vista intelectual, ético y existencial. Tenían un solo Dios. Estaba demostrado que su Cristo había existido realmente y su doctrina contaba, por consiguiente, con una sólida base histórica”. En contraste con la sociedad marginadora de Roma, el cristianismo era igualitario y universal: pobres y ricos, hombres y mujeres, todos son bien recibidos; el nuevo camino está abierto a todas las clases sociales y a todos los pueblos. Contrariamente a los cultos sacrificiales formalistas y bajo muchos puntos de vista irracionales de la época, presentaba uin culto en cuyo centro se situaba el amor, que invitaba al banquete, ofrecía la participación en la divinidad y posibilitaba una auténtica identificación humana con un Dios hecho hombre”.

Mi comentario:

En este párrafo hay indudables medias verdades. No hay que pensar más que en los cultos de misterios (léase Apuleyo, El asno de oro, La metamorfosis) se ofrecía exactamente lo mismo, pero ciertamente con un gasto monetario muy elevado; la filosofía platónica y estoica ofrecía puntos de vista monoteístas, éticos, sociales e intelectuales en absoluto irracionales y en casi todos los puntos con una menor carga mítica que la del núcleo de la teología cristiana.

Por otro lado, no hay que dudar que el comportamiento social de los cristianos, y ciertos corolarios en torno a su monoteísmo eran mucho más atractivos que la religión oficial grecorromana, muy fría y en ocasiones inerte. Pero debe pensarse mucho más en las circunstancias de la época de expansión del cristianismo (véase José Montserrat Torrents, El Desafío cristiano. Las razones del perseguidor, Anaya&Mario Muchnik, Madrid 1992) y en todo lo que ofrecía el paganismo tardío en espiritualidad, ética, misticismo, filosofía y ciencia…, que quedó prácticamente destruido con el triunfo del cristianismo y que no se recuperó (sólo en parte) hasta el Renacimiento.

En los dos próximos días concluiré con un comentario en dos partes, que creo muy interesante, del propio Klaus Berger al final de su libro.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Jueves, 25 de Agosto 2011
"Los primeros cristianos",  de Klaus Berger (198-01)
Hoy escribe Antonio Piñero


Es éste un libro de divulgación de un autor sobradamente conocido en el ámbito científico, un libro que no es el primero de este talante, pues ha publicado ya “¿Qué es la espiritualidad bíblica? Fuentes de la mística cristiana” (2001) y “Jesús” (2009), ambos en la Editorial Sal Terrae. Del último espero que hagamos alguna vez un comentario. El autor es catedrático emérito de “Teología del Nuevo Testamento” en la Facultad de Teología Evangélica de la Universidad de Heidelberg… en cuyo Seminario de Nuevo Testamento estuve trabajando (al igual que en el de Teología Católica de la misma Universidad) largos meses para la realización de mi tesis doctoral… hace más de 40 años.

La ficha breve del libro presente es Klaus Berger, Los primeros cristianos. Editorial Salterrae, Santander, 2011, 374 pp. Traducción de Marciano Villanueva Salas (buena). ISBN: 978-84-293-1918-7.

El libro abarca desde la vida de Jesús hasta el momento en el que se consolida el material escrito (hacia mediados del siglo II) que compondrá más tarde el Nuevo Testamento un vez formado en su estructura básica casi definitiva (hacia finales del siglo II).

De una manera muy rápida, casi periodística, y muy original trata prácticamente todos los temas que pueden suscitarse en la mente de un lector interesado del siglo XXI en torno a las preguntas fundamentales siguientes:

• ¿Quién fue Jesús realmente?

• ¿Es verdad la tesis de una ruptura radical entre el pensamiento e ideario teológico y ético de Jesús y el de sus seguidores? ¿Hay “puentes” entre el tiempo de Jesús y los años fundacionales del cristianismo? ¿En qué puntos puede percibirse una continuidad dentro de la evidente evolución de las ideas?

• ¿Cómo se pasó de la imagen de un “rabí fracasado” a la de un redentor del mundo entero?

• ¿Cómo fue la separación del futuro cristianismo de su religión matriz, el judaísmo?

• La fundación de la Iglesia actual, ¿tiene que ver con el ministerio de Jesús? ¿Deseó éste en verdad fundar una iglesia?

• ¿Cómo fue el paso de la teología judeocristiana a una religión mundial?

• ¿Qué papel tuvieron ciertas ciudades del mundo antiguo (Antioquía, Corinto, Roma) en la evolución de secta judía a religión universal?

• ¿Cuándo y porqué se formó el corpus de escritos cristianos del Nuevo Testamento y qué representa?

Como puede observar el lector son los temas mismos que me han ocupado durante decenas de años de investigación y reflexión para los que no hay una respuesta clara, puesto que nuestras primeras fuentes cristianas, recogidas en el Nuevo Testamento, nunca abordan directamente estos problemas, sino que los dan por conocidos. Siempre hay que leer entre líneas en el Nuevo Testamento y debe uno fijarse en los detalles aparentemente nimios para lograr claves de comprensión de lo que ha ocurrido. Y lo que ocurrió está ante nuestros ojos en la historia posterior del cristianismo… pero en verdad no sabemos por qué fue así y no de otra manera.

Esta obra en verdad es muy original, como he notado más arriba, y pienso que –al menos en mi caso- tendría que dialogar con el autor párrafo por párrafo y comentar página por página, ya que el panorama que ofrece es muy osado, y presenta como el verdadero perfil de la Iglesia antigua rasgos que son más que discutibles. La intención básica del libro es luchar contra la tesis de que entre Jesús y su primer gran continuador, Pablo de Tarso (en cuanto que fue el único que dejó obra escrita) no hay una ruptura sustancial de perspectivas teológicas.

A veces hay más afirmaciones que pruebas y análisis discutibles. Ciertamente se repite en el libro la frase “el mito de la investigación” “fábula construida por la investigación”, “la investigación está bloqueada” y frases por el estilo, sin que las alternativas propuestas por el autor sean —en mi opinión-- convincentes.

Pongo un ejemplo:

En el epígrafe “¿Cómo se ha legado a la confesión de Jesús (como Dios)" se pregunta el autor si hay o no una divinización consecuente de Jesús, y sostiene que no hay en el fondo tal proceso de divinización, sino que Jesús era y fue siempre Dios… sólo que, de un modo absolutamente voluntario, estuvo manteniendo oculta su divinidad hasta el momento oportuno.

Con palabras del autor es como si “Jesús estuviera jugando al escondite” (p. 63). E inmediatamente al preguntarse Klaus Berger por qué la comunidad primitiva otorgó a Jesús “títulos de gloria” –como “Hijo de Dios” o “Señor”, en sentido absoluto = a Yahvé- responde que “porque se da una absoluta continuidad entre la mente de Jesús y la de sus seguidores”.

La respuesta se halla en caer en la cuenta de que en el siglo I imperaba entre las gentes lo que puede denominarse “dualismo pneumatológico”. Berger lo explica así:

“Entiendo por dualismo pneumatológico… la concepción de que el mundo está irremediablemente dividido en dos y no entre ‘cielo y tierra’ sino entre espíritus buenos y espíritus malos’. Los espíritu buenos y santos son el Espíritu Santo de Dios más lo ángeles de Dios, y los espíritus malos, impuros y funestos, son, por el contrario, Satanás y sus demonios, los espíritu de los muertos y los de los ídolos… en lo que sigue se aportará documentación según la cual el nombre o título de Jesús surge claramente de un mundo donde domina ese dualismo…” (pp. 68-69).

Y la conclusión es:

"Jesús domina y vence a los espíritu malos y a Satanás como se demuestra claramente en los exorcismos. Luego él posee el Espíritu Santo… y en un grado sublime… más bien se diría que el Espíritu Santo de Dios y el están totalmente unidos… luego cuando los cristianos primitivos –en los evangelios o en la epístolas del Nuevo Testamento- afirman que Jesús es el Espíritu, es el Señor, etc. no hacen más que explicitar alo que Jesús pensaba de sí mismo, aunque no lo dijera claramente. Luego Jesús era Dios aunque no lo manifestara.

Y de ahí se pasa a la tesis siguiente:

“La confesión trinitaria estuvo presente desde el principio” = no hay divinización de Jesús postpascual, sino que Jesús era Dios, naturalmente antes de la Pascua en la que fue sacrificado. Escribe Berger:

“Si el camino hasta ahora recorrido es correcto, a saber, que la cuestión sobre quién fe Jesús , cómo se le debe denominar, está vinculada con la discusión prepascual de su Jesús tenía el Espíritu de Dios o el espíritu de Belcebú (Diablo), entonces la ruptura fundamental no se produjo en torno al sepulcro pascual (es decir, cómo la resurrección prueba que Jesús era Dios desde siempre), sino en el inicio de la discusión pneumatológica… ¡mucho antes de la Pascua!” (con otras palabras: no salto teológico entre Jesús y Pablo)

Y continúa K. Berger:

“Así lo ha entendido, con absoluta claridad, la teoría del sepulcro pascual: se trataba del título ‘Hijo de Dios’, pero de este título exactamente tal como aparece testificado y discutido ya con anterioridad a la Pascua. Según donde los discípulos localizaran el Espíritu de Jesús, en Dios o Satanás, Jesús era Hijo de Dios o hijo del Diablo. Si nuestro recorrido es correcto, se trata ya desde el inicio (entendido del “inicio” de la vida de los discípulos con Jesús, no como reinterpretación postpascual) de una intelección trinitaria, pues de acuerdo con todo lo que hasta ahora se ha venido diciendo el Hijo y el Espíritu son inseparables” (p. 77). Según Berger, ¡Jesús pensaba ya trinitariamente!... aunque de un modo sólo incoado.

En mi opinión hay aquí una interpretación superdiscutible de los hechos y un sofisma claro. Para verlo con claridad basta con considerar que los judíos de la época estaban convencidos de que muchos de sus rabinos estaban repletos del Espíritu de Dios y de que, además, Dios se comunicaba con ellos en ocasiones especiales por medio de la “voz divina” (bat qol en hebreo; literalmente “hija de la Voz”), es decir, no estaban llenos del espíritu del Diablo. Por tanto si el Espíritu de Dios que estaba dentro de esos rabinos era el mismo que el de Jesús -y no podía ser de otra manera-, la conclusión es evidente: todos esos rabinos, que no eran Jesús, eran igualmente “Hijos de Dios” en sentido real óntico y físico. Luego habría que haberles dado culto, como a Jesús, después de muerto… como seres divinos... Y esta conclusión es imposible.

Me parece, pues, que la línea de pensamiento y deducción de K. Berger es insostenible… y así en la mayor parte de las proposiciones de su libro.


Seguiremos con otros puntos de vista de K. Berger, aunque no nos detendremos mucho

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Miércoles, 24 de Agosto 2011
Conclusión:  "Lo que no fue Jesús, el Cristo paulino". Perspectiva global de la reconstrucción del Jesús histórico según Gonzalo Puente Ojea (192-19)
Hoy escribe Antonio Piñero


Concluimos hoy esta serie.


La consecuencia evidente de la investigación conjunta del Nuevo Testamento a partir de la emergencia imparable del Jesús histórico es --para GPO-- la denuncia de la gran mistificación que fue la interpretación paulina de este Jesús, desde el punto de vista de la historia.

Pablo, que era un místico, un apocalíptico, un judío profundo pero helenizado, convirtió, con la predicación de su “evangelio”, al Jesús de la historia en el Cristo de la fe.

GPO es poco propenso a ver en la facción de los “helenistas” (Hch 6-7), y sobre todo en Esteban, un precedente serio de la teología paulina, pues el análisis del discurso del Protomártir en Hch 7 apunta todo lo más a una leve disidencia en el interior del judeocristianismo dentro de un respeto absolutamente evidente hacia la vigencia de la ley de Moisés. Según GPO debe releerse este discurso y se verá que es ante todo una “larga” historia del pueblo de Israel con leves críticas a la figura del Templo y apenas a la función esencial de la Ley. En el fondo sigue admitiendo, no se discute el valor salvífico de la ley mosaica.


Pablo recibió su “evangelio” ex novo a partir de unas revelaciones personales y de una elección divina ("llamada") al estilo del profeta Isaías que creyó especiales y determinantes. Pero ello no impidió desde luego que posteriormente combinara la proclamación de su interpretación de Jesús con ciertos datos recibidos de la tradición que eran imposibles de negar.

Este nuevo “evangelio” de Pablo anuncia a un Jesús/Cristo, cuya vida terrenal carece prácticamente de importancia, salvo su muerte y resurrección. Sólo importan estos dos últimos sucesos porque caracterizan su naturaleza como el salvador universal de todos los hombres por medio de su sacrificio personal. Este sacrificio era voluntad de Dios y fue voluntariamente previsto y aceptado por Jesús, puesto que estaba unido esencialmente a Dios Padre. El esquema sacrificial que subyace a la muerte de Jesús era, por otro lado, esencialmente el mismo que el de la religión semita y grecorromana mediterráneas: las "cuentas" entre Dios y la humanidad se arreglan con sangre.

Este Cristo fue en todo caso para Pablo un mesías absolutamente pacífico, enemigo de la violencia, totalmente despegado y ajeno a la política y a las preocupaciones materiales de su tiempo, un Jesús al que las circunstancias sociales del Israel de su tiempo no le interesaban ni entraban en su consideración, alejado en absoluto de cualquier “ruido de sables” y de todo lo que pudiera parecerse aun de lejos al espíritu revolucionario frente al orden vigente y celoso de la Ley al estilo de un Juan Bautista.

Un Cristo, por supuesto, que no fue ni siquiera el Hijo del Hombre –expresión que no aparece en Pablo- al estilo de los evangelistas sinópticos, sino ante todo un ser preexistente que desciende del empíreo cielo, se humilla y anonada al encarnarse naciendo de mujer, opera la redención de los pecados de toda la humanidad por su sacrificio en la cruz según el designio divino, resurge de entre los muertos y asciende luego a los cielos.

Desaparece de la mentalidad de este Cristo todo concepto del reino de Dios bien provisto de bienes materiales en la tierra de Israel, y su segunda venida en majestad será el comienzo de una felicidad ultraterrena y mística que consistirá sobre todo en “estar siempre con él”, ya que es “el Señor” (1 Tes 4,17).


La imagen de este Cristo pacífico y extraterrenal, cuyo reino no es de este mundo (Jn 18,36), pasó pronto a ser, gracias a una conveniente convergencia ideológica entre la Iglesia y el Imperio romano en la doctrina del poder (convergencia iniciada en Romanos 13 y en escritos como 1 Pedro y 1 Clemente), uno de los puntales que sostuvieron al Imperio romano y otros poderes a lo largo de la historia.

Y con esto hemos concluido este resumen, bastante descarnado ciertamente, pero al que creo no le falta ninguna de las ideas que han gobernado los resultados de la investigación sobre el Jesús de la historia de Gonzalo Puente Ojea.

(Ideología e historia, 79-232. 233-279; Imperium Crucis, 17-50; Fe cristiana, 5-160; Evangelio de Marcos, passim; Mito de Cristo, passim; Vivir la realidad, 283-350; Existencia histórica de Jesús, passim).


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Martes, 23 de Agosto 2011
Vida del Apóstol Tomás, el Mellizo, en la literatura apócrifa
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Vida del apóstol Santo Tomás en la literatura apócrifa

Introducción

El quinto de los primitivos Hechos Apócrifos, de principios ya del siglo III, es el del apóstol Santo Tomás, llamado con cierta insistencia Dídimo, es decir, Mellizo. La identidad del personaje protagonista de estos Hechos no ofrece la menor duda en la historia de los apóstoles de Jesús. Es sencillamente el Tomás de las listas. Llama, sin embargo, la atención el detalle de que el evangelio de Juan lo identifique como el Mellizo. Porque cabe la lógica pregunta: ¿El mellizo de quién?

Sus Hechos Apócrifos ofrecen una pista para resolver el eventual interrogante. A lo largo de la narración el protagonista parece denominado de tres formas: Tomás, Judas y Judas Tomás. Lo más probable es que el nombre ordinario fuera el de Judas. Pero siendo Judas un nombre muy usado, que podía coincidir con el de otros compañeros, era habitual añadir un apodo preciso para distinguir a los homónimos. Es lo que debió de suceder en el caso de Judas Tomás, con tanta mayor razón cuanto que Tomás significa en arameo “mellizo”. Que luego los autores de su tradición literaria le buscaran un hermano, es fácilmente comprensible. Es lo que hace el autor de sus Hechos Apócrifos cuando sugiere que podría tratarse del Mellizo del Señor.

El autor de los Hechos Apócrifos de Tomás (HchTom) deja claro que su protagonista es el apóstol Tomás, el discípulo racionalista, poco dispuesto a aceptar la resurrección de Jesús si no lograba obtener una comprobación empírica. La exclamación de Tomás ante los reproches del resucitado aparece en tres pasajes diferentes de los HchTom. Parecía la forma obvia para dirigirse a Jesús en oración: “¡Señor mío y Dios mío!” (10, 1; 144, 2; 167, 2). Es, pues, el Tomás de los textos bíblicos, el Mellizo del Señor, el Judas Tomás de Jn 21 en los códices sys y syc, el “Judas Tomás el Mellizo” de los HchTom 1, 1. La denominación del Apóstol protagonista tiene tres formas en los HchTom: 1) Judas, un 47% de las menciones. Notamos que en la fórmula del contrato de venta, firmado por Jesús, el siervo objeto de la venta aparece como Judas (2, 2.3). El resto de los usos se produce a partir del Hecho X (117).- 2) Tomás, un 30, 6% de las veces, dispersas por toda la obra.- 3) Judas Tomás, un 16% de casos.

El evangelio de Juan recoge dos sucesos que definen una personalidad decidida, generosa, sincera y un tanto racionalista. Cuando las hermanas de Lázaro comunican a Jesús la noticia de la muerte de su hermano, ante las reticencias de sus condiscípulos, “Tomás, el llamado Mellizo, exclamó: «Vayamos también nosotros y muramos con él»” (Jn 11, 16). Es el mismo apóstol que, reprendido por Jesús resucitado por su incredulidad, prorrumpió en la famosa confesión: “¡Señor mío y Dios mío!” (Jn 20, 24). Tomás fue también el que interpeló a Jesús la tarde de la Última Cena cuando el Maestro les decía: “Para donde voy ya conocéis el camino”. Tomás, en un arranque de sinceridad, replicó: “Señor, si no sabemos a dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?” (Jn 14, 4-5). Este Tomás, llamado Mellizo era uno de los discípulos a quienes se apareció el resucitado en las orillas del lago de Tiberíades (Jn 21, 2). Entre los mencionados, aparece Tomás en el segundo lugar, después de Simón Pedro.

En uno de los Apócrifos Asuncionistas, el Tránsito de la bienaventurada Virgen María, obra atribuida a José de Arimatea, se refiere un episodio protagonizado por Tomás. Los apóstoles habían llegado transportados en sendas nubes para acompañar a María en su Tránsito. Una vez más llegó tarde Tomás, pero pudo ver el cuerpo de la Virgen cuando era llevado al cielo. Más aún, recibió de la Señora el cinturón con el que la habían ceñido los apóstoles. Tomás quiso saber dónde habían depositado el cuerpo de María. Los apóstoles le señalaron el sepulcro. Y cuando replicó que allí no estaba, Pedro le reprochó su incredulidad por la que Dios le había privado de estar presente al Tránsito de la Virgen. Pero al constatar que el sepulcro estaba vacío y que la Señora había premiado a Tomás con el regalo de su cinturón, le pidieron disculpas por su actitud (Narración del Pseudo José de Arimatea, 17-21).

Los HchTom presentan la particularidad de haberse conservado en su integridad. Recogen, por ejemplo, la escena inicial del sorteo de las tierras de misión entre los apóstoles, que, en opinión de A. Lipsius, debía de ser un detalle obligado en todos los Hechos. Es además el más largo con mucho de los cinco primitivos. Sorprende el interés de la comunidad cristiana por Tomás. Su predicamento tenía que ser grande para suscitar una atención tan señalada. En varias escenas de los evangelios, Tomás actúa con destacado protagonismo. Un protagonismo patente en ciertos pasajes de sus Hechos, donde es presentado como “iniciado en las palabras de Cristo, de quien recibió los discursos secretos” (HchTom 39, 1). La idea aparece también en boca de Tomás, que presume de haber recibido de Jesús la revelación de multitud de misterios, “que me apartaste de todos mis compañeros y me dijiste tres frases” (HchTom 47, 1). Estas misteriosas afirmaciones tienen su eco en el logion 13 del evangelio gnóstico de Tomás: “Jesús llevó consigo a Tomás y le dijo tres palabras”.

El Apóstol Tomás (El Greco)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 22 de Agosto 2011
Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con las líneas maestras, esenciales, de la reconstrucción de la figura del Jesús según Gonzalo Puente Ojea (abordamos el Apartado C: “La ética del reino de Dios”). Hacemos un resumen, no un desarrollo.



C. El reino de Dios exige una ética radical tanto general como particular.

- La ética general es la común israelita y se resume en el Decálogo. Uno de los textos básicos es Marcos 10,17-20:

“17 Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿ qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?»18 Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios.19 Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, = no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» 0 El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud»”

Por tanto la ética de Jesús no niega, sino que se basa los principios generales de la moral normativa y común israelita.

- Pero añade preceptos que sólo sirven para los momentos especiales inmediatamente anteriores a la venida del Reino. Es, por tanto una ética interina y radical, cuyos principales mandatos abarcan los siguientes ámbitos:

a) Las tareas en pro de la venida del Reino tienen preferencia sobre el trabajo: Dios proveerá como hace con los pajarillos y las flores del campo (Lc 12,22-23: “22 Dijo a sus discípulos: «Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis:23 porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido;”). Esto significa claramente un desprecio del trabajo, o al menos un puesto muy secundario para él en los momentos inmediatos a la venida del Reino, que son los que vivía Jesús;

b) Se exige la renuncia a todos los bienes que se posean. Hay que vender todas las posesiones y repartir lo obtenido entre los pobres (Lc 14,33: “Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.”).

Ello implicaría de facto una comunidad de bienes consuntivos de la nueva familia espiritual mesiánica (como en Hch 2,44: “Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común”). Aquí y en la condición anterior los primeros seguidores de Jesús, los de la comunidad judeocristiana de Jerusalén, son totalmente consecuentes con el Maestro

c) Se exige también el desapego y postergación de la familia natural en pro de la espiritual, mesiánica = Mc 3,31-35:

“:31 Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar. 32 Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.» 33 El les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?»34 Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. 35 Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.»”

d) Igualmente, el rechazo del grupo mesiánico de toda justicia civil (Mt 5,38-42: “38 «Habéis oído que se dijo: = Ojo por ojo y diente por diente. 39 Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra:40 al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto;41 y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. 42 A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda.”).

Y en el mismo Sermón de la Montaña: antes que ir al juez hay que arreglar las contiendas amistosamente, entre hermanos (Mt 5,20-26)

Es evidente que esta ética no está pensada para una sociedad civil normal y duradera, sino sólo como preparatoria para la recepción del gran evento: la llegada del Reino de Dios. Sus normas son, pues, incumplibles en una sociedad cualquiera. Jesús no daba estas normas para que se interpretaran metafóricamente, sino de un modo real y concreto.


¿Cómo esperaba Jesús que viniera este Reino?

Es posible que hacia la mitad de su ministerio público (cuando envió a sus discípulos a predicar la inminente venida del Reino a las ciudades y villa a las que él mismo –pensaba- quizás no tuviera tiempo de acceder: Mateo 10: envío de los Doce; Lc 10: de los Setenta y dos), Jesús contemplara una venida súbita del Reino b[en todo Israel sin acción humana alguna: esto acaecería antes de que retornaran los enviados]b, incluso a pesar de la oposición o persecuciones de algunos contra sus agentes.

Más tarde, al ver que ninguna de las dos cosas tuvieron lugar, Jesús debió de cambiar su mente. El reino de Dios vendría también de inmediato, por obra divina, pero en Jerusalén, según la profecía de Zacarías:

- Zacarías 9,9-10 “ ¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.:10 El suprimirá los cuernos de Efraím y los caballos de Jerusalén; será suprimido el arco de combate, y él proclamará la paz a las naciones. Su dominio irá de mar a mar y desde el Río hasta los confines de la tierra.”;

Esta paz sólo viene después de que Israel haya conseguido por medio de la ayuda de Dios el poderío real, militar y civil de todas las naciones del mundo.

Las que se resistan serán aniquilados (Isaías y Salmos de Salomón); otros (pocos) se convertirán; la mayoría de las naciones observarán un respeto a distancia por Israel por miedo al Dios de los judíos al que no se convertirán.

- Zacarías 14,3-9:

“3 Saldrá entonces Yahvé y combatirá contra esas naciones como el día en que él combate, el día de la batalla.
4 Se plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de Jerusalén, al oriente, y el monte de los Olivos se hendirá por el medio de oriente a occidente haciéndose un enorme valle: la mitad del monte se retirará al norte y la otra mitad al sur. 5 Y huiréis al valle de mis montes, porque el valle de los montes llegará hasta Yasol; huiréis como huisteis a causa del terremoto en los días de Ozías, rey de Judá. Y vendrá Yahvé mi Dios y todos los santos con él.6 Aquel día no habrá ya luz, sino frío y hielo. 7 Un día único será - conocido sólo de Yahvé -: no habrá día y luego noche, sino que a la hora de la tarde habrá luz. 8 Sucederá aquel día que saldrán de Jerusalén aguas vivas, mitad hacia el mar oriental, mitad hacia el mar occidental: las habrá tanto en verano como en invierno.9 Y será Yahvé rey sobre toda la tierra: ¡el día aquel será único Yahvé y único su nombre!”


También pensaría Jesús que era entonces necesaria una cierta cooperación humana. Consistiría en

- Su entrada mesiánica en la capital y

- La purificación del Templo.


Concluiremos en seguida, la semana que viene, con este resumen esquemático del pensamiento de GPO.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Domingo, 21 de Agosto 2011
Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con las líneas maestras, esenciales, de la reconstrucción de la figura del Jesús según Gonzalo Puente Ojea (seguimos con el Apartado B: “reino de Dios” cuya introducción hicimos en la postal anterior). Hacemos un resumen, no un desarrollo.


Las características principales del reino de Dios, según Jesús, eran las siguientes, en opinión de GPO:

Es un reino futuro; está cercano, pero aún no ha llegado. Son casi una quincena los pasajes evangélicos que lo afirman claramente Por ejemplo,

- Mc 1,15: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva”;

- Mc 11,10 “¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! = ¡Hosanna = en las alturas!»”;

- Mc 12,34 “¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! = ¡Hosanna = en las alturas!”;

- Mc 13,30-31.32-37 “30 Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda.31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
32 Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre.33 «Estad atentos y vigilad, porque ignoráis cuándo será el momento.34 Al igual que un hombre que se ausenta: deja su casa, da atribuciones a sus siervos, a cada uno su trabajo, y ordena al portero que vele;35 velad, por tanto, ya que no sabéis cuándo viene el dueño de la casa, si al atardecer, o a media noche, o al cantar del gallo, o de madrugada.36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos.37 Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: ¡Velad!»”;

- Mc 14,25 y par.: “Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios.»”;

- Mt 6,10: “Venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo.”;

- Mt 7,21-22: “21 «No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.22 Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?””;

- Lc 1,32-33: “El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre;33 reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.»”;

- Lc 10,9: “Curad los enfermos que haya en ella, y decidles: “El Reino de Dios está cerca de vosotros.””,
etc.).

• Los dos únicos textos que hablan aparentemente de un Reino que comienza en el presente, que ya está aquí, , Lc 11,20 y 17,20, dan a entender otra cosa distinta que lo afirmado por la exégesis usual:

- El primer pasaje es el siguiente: Lc 17,20-21:

“20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir.21 Y no dirán: “Vedlo aquí o allá”, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros.»”

El significado de (“el reino de Dios está entre vosotros”) es oscuro, pero está dentro de un contexto que y piensa y evoca nítida y absolutamente un Reino futuro. Estúdiese el contexto y se observará claramente que Jesús habla del futuro.


- Este primer pasaje contiene una parte Lc 17,20 que debe comentarse por sí misma:

“20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo llegaría el Reino de Dios, les respondió: «El Reino de Dios viene sin conjetura” ( la versión de Biblia de Jerusalén antigua «El Reino de Dios viene sin dejarse sentir” es claramente partidista; presupone lo que se debe probar).

De esta frase sólo emerge claramente que cuando venga en el futuro ese reino de Dios todos lo conocerán: será visible y evidente; no hará falta conjetura alguna. Entendido así casa perfectamente con la idea global de Mc 13 (“Pequeño apocalipsis sinóptico”) de que el Reino de Dios vendrá con toda claridad… y según Jesús acompañado de fenómenos cósmicos… por lo tanto, no se puede decir que es algo silencioso que ya está aquí y dentro de los corazones…, etc.

Segundo texto: la exégesis de Lc 11,20 (“Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios.”) indica que los exorcismos de Jesús son un signo del Reino futuro. La frase “ha llegado hasta vosotros el reino de Dios” señala sólo que los inicios, prenotandos, albores, o como quieran denominarse, del Reino se han hecho presentes porque Satanás comienza a ser derrotado. La prueba concluyente está en Lc 10,9.17 donde Jesús envía a los 72 discípulos a predicar la futura venida del Reino y les ordena sanar enfermos y expulsar los demonios = Satanás está siendo derrotado. Eso indica que la venida del Reino, futura, ¡está cercana!

Las parábolas de

• La semilla (Mt 13,24),

• El grano de mostaza (Mt 13,31) o

• La levadura (Mt 13,33)

no se refieren a que el Reino está ya aquí y que crece lentamente, sino que su éxito final, con unos comienzos modestos, es absolutamente feliz y seguro. No ha comenzado ya ese Reino, pues “nadie sabe, ni el Hijo, sino sólo el Padre” cuándo vendrá (Mc 13,32).

Para Jesús y sus discípulos el Reino o estaba ya allí, o bien aún no estaba allí (GPO parafrasea aquí a Johannes Weiss). No hay una tercera posibilidad, y el conjunto de los documentos no autoriza a pensar lo contrario.

• El reino de Dios futuro contendrá una mezcla de bienes materiales y espirituales. Eclosionaría con él una nueva era mundana, una nueva "politeia" (una nueva constitución político-teocrática de Israel, contrrolado por el Altísimo por medio de su (el rey mesiánico) o sus representantes = sumo sacerdote también) en la que la única “constitución” sería la ley de Moisés, en la tierra de Israel renovada y purificada en donde se acabaría toda opresión e injusticia. Esta paz se extenderá al mundo entero en determinadas condiciones.

- El reino de Dios sería la nueva Jerusalén para cuyo advenimiento Dios provocaría una compleja metamorfosis política, religiosa, social y económica de Israel y como consecuencia e indirectamente del resto de las naciones: surgiría un mundo recreado y paradisíaco. La nueva Jerusalén descendería sobre el solar de la antigua en forma radiante y esplendorosa.


- El signo del Reino es el banquete mesiánico (Mt 8,11; 22,2), que es una metáfora de abundantes bienes materiales y que es claramente futuro;

- Jesús promete a sus discípulos el ciento por uno ya en esta vida (Mc 10,30) y un puesto prominente en él como jueces de todo Israel (Mt 19,28);

- Los discípulos pugnan, cada uno, por ser el primero dentro de ese Reino (Mc 10,37): es decir está tomando puestos pare el bienestar futuro.

- Las Bienaventuranzas (Mt 5,3-11) sólo tienen sentido si se incluye en sus promesas la hartura de bienes materiales, (las tres primeras sobre todo)

• El reino de Dios no se evangeliza a los paganos, sino que está reservado a las ovejas de Israel (Mt 10,6). Conforme a la teología israelita común, los gentiles no están excluidos del reino (“Vendrán de Oriente y Occidente…”: Mt 8,11), pero habrán de convertirse a la fe de Israel, o bien se mantendrán a distancia en una actitud de respetuoso temor, de acuerdo con los profetas, sobre todo Isaías.

Seguiremos con esta síntesis de ideas sobre el reino de Dios según Jesús, que es una exposición un tanto descarnada, sin apenas comentario.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Sábado, 20 de Agosto 2011
Hoy escribe Antonio Piñero


Seguimos con las líneas maestras, esenciales, de la reconstrucción de la figura del Jesús según Gonzalo Puente Ojea (Apartado A y comenzamos el B). Hacemos un resumen, no un desarrollo.



• Jesús utilizó el modismo arameo “Hijo del Hombre” como alusión modesta, o enfática, a sí mismo en determinadas circunstancias.

Esa misma expresión como título mesiánico le era desconocida, así como también a las muchedumbres que lo oían, la cual no podría haber entendido tal uso titular sin explicación alguna.

Por tanto, todos los textos evangélicos que atribuyen a Jesús:

a) una segunda venida como juez mesiánico divino, o

b) una teología de la necesaria pasión del Hijo del Hombre

son productos o bien de profecías ex eventu, es decir, formuladas una vez que han ocurrido ya los hechos o bien (complementariamente) una creación teológica de la comunidad tras la muerte de Jesús y la creencia en su resurrección.


En ningún momento de su vida se creyó Jesús Hijo de Dios óntico y rea; es decir qué el mismo fuese Diosl, sino metafórico, como profeta. Para él hubiese sido absolutamente imposible creerse tal cosa dentro del marco de su acendrada religión judía. Toda la teología del “hijo de Dios” que pueda entenderse en un sentido real y físico es creación de la comunidad en el período postpascual


• Jesús tampoco fundó una iglesia alguna o en momento alguno de su vida terrenal, tal como la vemos hoy, pues era incompatible con su noción del reino de Dios sobre la tierra, judío del todo.

Su grupo especial de Doce discípulos representaba tan sólo simbólicamente al futuro Israel restaurado.


B. El núcleo de la predicación de Jesús y de todos su intereses durante su ministerio público fue la predicación del reino de Dios.

En ningún momento aclaró ni necesitó explicar qué era ese Reino, cuál era su naturaleza, etc. (sólo aclaró circunstancias externas y su valor extremo), de lo que se deduce con claridad meridiana que su noción del Reino de Dios era compartida con la de sus oyentes. Era, por tanto, plenamente judía.

¿En qué consistía el Reino de Dios?

Se deduce estudiando las concepciones judías mayoritarias de los judíos de la época de Jesús. Se concepto nuclear era el cumplimiento de las promesas divinas al pueblo de Israel, por lo que el Reino era el mismo que el predicado por la tradición israelita respecto al futuro glorioso de Israel.

Se trataba de una utopía político-religiosa construida durante siglos, sobre todo por los profetas. El Reino estaba fundamentado en la venida de un agente mesiánico, normalmente un rey aclamado por el pueblo y que tuviera ascendencia davídica.

El reino de Dios implicaría

a) La libertad de Israel de todos sus enemigos, condición primera para el dominio de Yahvé sobre la tierra y el cumplimiento de su Ley;

b) La expulsión de los extranjeros, pues impedían el pleno cumplimento de la Ley, y finalmente

c) El dominio paralelo de Israel sobre todas las naciones del universo, que mirarían desde lejos con respeto y temor el poder de Dios asentado en el monte Sión.

La venida del Reino era futura pero inminente.

Aunque el dicho “Algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean venir al reino de Dios en poder” (Mc 9,1 y par.), pueda haber sido retocado por la Iglesia primitiva, su idea central pertenece al pensamiento de Jesús.

Las exigencias para entrar en el reino de Dios son muy precisas. Son necesarios:

a) El arrepentimiento sincero de corazón;

b) La movilización ideológica para permitir la instauración del Reino, pensado probablemente como que iba a acaecer tras una acción colectiva guiada por la mano de Dios;

c) Una disposición de apertura de ánimo, de abnegación y renuncia a sí mismo para sobrellevar cualquiera dificultad que se hiciera presente antes de la llegada del Reino;

d) El cumplimiento de unas normas éticas rigurosas (posteriormente se detallarán).


Seguiremos
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Viernes, 19 de Agosto 2011
Final de los apóstoles Pedro y Pablo
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Vuelo y caída de Simón Mago

El debate llegaba a su clímax en presencia del emperador Nerón. Simón prometió que al día siguiente subiría al cielo para hacer felices a los que creían en él y descargar su ira sobre Pedro y Pablo. Los dos apóstoles replicaron a una voz que ellos iban camino de su gloria, llamados por el Señor, mientras que Simón iba a toda prisa hacia su castigo, llamado por el diablo (c 70). Simón pidió al emperador que hiciera construir una torre alta sobre vigas fuertes para que cuando subiera a ella lo recogieran sus ángeles para transportarlo al cielo. Pedro y Pablo trazaron su estrategia. Pablo se puso en oración; Pedro retó a Simón a dar fin a su intento, porque ya estaba viendo a Cristo que llamaba a los suyos a la gloria (c. 73). Nerón no sabía a quién creer, porque los dos apóstoles de Jesús también hablaban de subir al cielo. Simón le prometió que cuando él subiera, haría subir también al cielo al mismo emperador. "Pues hazlo enseguida", fue la reacción de Nerón, que quería ver si el Mago cumplía su palabra.

Simón, coronado de laurel, subió a la torre y comenzó a volar. Nerón interpeló a Pedro y a Pablo haciéndoles ver que ellos eran unos mentirosos, mientras que Simón decía la verdad. Pedro insistió en que todavía no había terminado el lance. Pablo, por su parte, urgió a Pedro diciendo: "Haz ya lo que vas a hacer". Y en efecto, lo hizo. Conjuró a los ángeles de Satanás, que transportaban a Simón para que desistieran en su empeño y lo soltaran (c. 77). Así lo hicieron, soltaron a Simón que vino a caer sobre la Vía Sacra y se partió en cuatro trozos. Ése fue el final del enemigo de Pedro y de la iglesia naciente según el texto de este apócrifo. Los detalles fundamentales son comunes a otros documentos, como los primitivos Hechos Apócrifos de Pedro.

Martirio de los apóstoles Pedro y Pablo

Según el desarrollo del debate a lo largo del apócrifo, la muerte de Simón Mago había representado no sólo su derrota dialéctica, sino la de Nerón. El emperador, que había llegado a creer en la divinidad del Mago, mandó custodiar el cuerpo del caído durante tres días, pues estaba convencido de que resucitaría. Al ver que no se cumplían las promesas de Simón, ordenó encarcelar a los dos apóstoles a los que consideraba responsables de “un hecho tan terrible” (c. 78,1). Trató con el prefecto Agripa el tema del castigo que merecían. Agripa estimaba que Pablo era inocente y sin religión, por lo que debía morir decapitado. Pedro, como reo de homicidio, tenía que ser crucificado. Nerón consideró acertado el criterio de su prefecto.

Se llevaron a los condenados de la presencia de Nerón. A Pablo lo condujeron encadenado para decapitarlo a tres millas de distancia. El dato concreto coincide con el lugar de las Tres Fuentes, señalado por la tradición como lugar del martirio del Apóstol de las Gentes. Durante el camino, sucedió el encuentro de la comitiva del condenado con una mujer piadosa, de nombre Perpetua, que era tuerta. Al ver a Pablo, se compadeció de él y se puso a llorar a gritos. Pablo le pidió el pañuelo que llevaba a la cabeza con el propósito de devolvérselo. Los soldados tomaron a risa el gesto, pero la mujer les rogó que le ataran con el pañuelo la cabeza cuando lo decapitaran. El apócrifo refiere que así lo hicieron en el lugar denominado “Aguas Salvias”. El pañuelo, que tenía algunas gotas de sangre, llegó a las manos de la mujer, y en cuanto se lo puso sobre la cabeza, recuperó el ojo que tenía perdido (c. 80,3).

Después del relato de la muerte y sepultura de Pedro, refiere el apócrifo el encuentro de los soldados que habían decapitado a Pablo con Perpetua. Le comentaron que por un exceso de confianza había perdido su pañuelo. Pero ella les contó lo sucedido y cómo había recuperado el ojo, por lo que se había convertido en la esclava del Señor Dios de Pablo. Los soldados quedaron estupefactos con el milagro y gritaron a una: “Nosotros también somos siervos del dueño de Pablo" (c. 84,2). Decían incluso: "Hemos creído en el Cristo que Pablo predicó, y ahora somos cristianos" (c. 84,3). Nerón ordenó que Perpetua fuera encarcelada y finalmente arrojada por un precipicio. Una amiga suya, de nombre Potenciana, hermana de la mujer de Nerón, fue catequizada por Perpetua y se convirtió a la fe de Pablo. Después de padecer variados tormentos, fue condenada a la hoguera.

El apócrifo termina refiriendo el castigo de Nerón, que cayó en desgracia de su ejército y del pueblo romano. Abandonado de todos, anduvo errante por selvas y bosques, muerto de hambre y de frío. Cuentan algunos que fue devorado por los lobos. Como sucede en otros Hechos Apócrifos, se cuenta de la sepultura de los apóstoles protagonistas y de las fechas de sus fiestas. Del sepulcro de Pablo, se cuenta que se encontraba en la Vía Ostiense, a dos millas de las puertas de la ciudad de Roma.

Presunta tumba del emperador Nerón

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro



Lunes, 15 de Agosto 2011
Hoy escribe Antonio Piñero


Continuamos con el resumen de la teología de los judeocristianos, según GPO


En segundo lugar: a partir de los datos proporcionados por los Hechos de los Apóstoles, sobre todo en sus primeros capítulos, sabemos que los judeocristianos seguían siendo judíos piadosos, observantes irreprochables de la ley mosaica, visitantes asiduos al Templo, y que seguían predicando la necesidad de la circuncisión para salvarse.

En síntesis, eran los seguidores del Jesús asesinado en la cruz un grupo judío que sólo se distinguía de los demás por su creencia en que el mesías había llegado ya y que era el crucificado Jesús de Nazaret.

Tercero: aparte de lo dicho, sólo era novedosa también la consecuencia obtenida de la creencia en su resurrección: este mesías volvería de nuevo a la tierra (parusía = “presencia” -- > nueva presencia de Jesús) para cumplir su misión mesiánica de instaurar el Reino de Dios, truncada por su inesperada muerte a manos de inicuos enemigos de Dios. No era extraño que un buen número de sacerdotes, del clero bajo probablemente, y de fariseos, deseosos de la venida del Reino divino, engrosaran pronto las filas de la secta.

Cuarto: estos judeocristianos no mostraron en principio ningún interés hacer proselitismo entre los gentiles (cf. Mc 7,24-30 y Mt 15,21-28, en el sentido de exponentes también de una mentalidad judeocristiana que conservó estas perícopas).

He aquí los textos:

Mc 7,24-30: “24 Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. 25 Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies. 26 Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. 27 Pero Jesús le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. 28 Y ella respondió y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. 29 Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. 30 Y cuando ella llegó a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija acostada sobre la cama.”


Paralelo de Mt 15,21-28 con algunas variantes:

“Y saliendo Jesús de allí, se fue a las costas de Tiro y de Sidón. 22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada por un demonio. 23 Pero Él no le respondió palabra. Y sus discípulos vinieron y le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 Y Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino y le adoró, diciendo: ¡Señor, socórreme! 26 Mas Él respondió, y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo: Sí, Señor, mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores. 28 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora.”


Sí mostraron los judeocristianos de Jerusalén el deseo de comunicar sus creencias a otros judíos, incluidos los de la Diáspora. Por ejemplo, Roma, Alejandría y Corinto fueron ciudades en las que Pedro creó probablemente comunidades cristianas entre los judíos que allí residían.

• Quinto: los judeocristianos jerusalemitas mantuvieron al principio un conato de compromiso con el “evangelio” de Pablo, quizás porque debían sentirse agradecidos al apoyo económico que éste mostraba hacia ellos. Pero finalmente rechazaron drásticamente el “evangelio” paulino.

Sexto: su organización interna tuvo también probablemente un carácter mesianista. Aunque al principio los dirigentes de esta comunidad primigenia (había otra en Galilea, y probablemente en Samaría, pero tenemos de ellas pocas noticias, salvo las obtenidas de modo indirecto de la “Fuente de los dichos”) constituyeran una tríada, Pedro, Juan y Santiago, pronto quedó este último -hermano natural de Jesús- como dirigente exclusivo.

Además de otras razones, este hecho lleva a pensar en el carácter mesiánico de este grupo jerusalemita, pues era típico en grupos de esta característica la sucesión familiar, como en el caso del “bandido” Ezequías o en el de Judas de Gamala; la sucesión entre la familia de Jesús continuó: tras el asesinato de Santiago en el 62, dirigió la comunidad de Jerusalén Simeón, primo carnal del Nazareno. La actitud de la comunidad primitiva hacia los romanos no podía ser, por consiguiente, muy diferente a la de los activistas celotas.

Séptimo: además resulta claro que el carácter del Reino divino que el mesías vuelto a la tierra iba a instaurar por fin definitivamente era incompatible del todo con una ocupación romana. Restos de esta actitud pueden verse en el hecho de que Jesús y el Nuevo Testamento, que recoge también en los Hechos la teología de estos judeocristianos, no condenan jamás a los celotas y su concepción del señorío absoluto de Yahvé.

Para desgracia suya y, para bien de las iglesias paulinas que quedaron dueñas de todo el terreno, la Comunidad primitiva jerusalemita debió de perecer en el asalto y destrucción de la ciudad santa en el 70 d.C. No quedaron restos de ella apenas en la historia posterior. La tradición recogida por Eusebio de Cesarea de una huida previa del grupo completo a la ciudad transjordana de Pella, gracias a la temprana recomendación de un oráculo divino, no deja de ser una clara leyenda. En el 135, tras la derrota de los judíos en la Segunda Gran Revuelta contra Roma, en la Jerusalén devastada y reconstruida como ciudad helenística con el nombre de Aelia Capitolina, había una iglesia cristiana compuesta por gentiles que nunca se proclamó heredera de la de Jerusalén.

Los siete rasgos --enumerados en las postales de hoy y el día anterior-- del judeocristianismo jerusalemita, que giran todos en torno a una acendrada piedad y mesianismo judíos, sirven, retroproyectándolos hacia atrás, para pensar la figura de Jesús en un marco judío y mesianista semejante.

Por poner un ejemplo claro y suficiente: si Jesús hubiese quebrantado el sábado, despreciado el Templo o predicado que las leyes relativas a los alimentos puros o impuros no tenían ya valor, sería absolutamente inexplicable el comportamiento de sus seguidores de Jerusalén… ¡que hacían exactamente lo contrario!


(Ideología e historia, 140ss).


Concluiremos pronto
Saludos cordiales de Antonio Piñero.
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com
Domingo, 14 de Agosto 2011
1 ... « 201 202 203 204 205 206 207 » ... 297


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





Tendencias de las Religiones


RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile