También, en general, hay que tener en cuenta que, el término seguridad se asocia con naturalidad a otros secundarios con el objeto de calificar tal seguridad. Así sucede con términos como “seguridad pública”, o “seguridad ciudadana”, y también con otros más recientes como “seguridad sostenible” o “seguridad integral”.
Pero, en cualquier caso, es la sensación de estar en peligro, así como la incertidumbre y la insatisfacción lo que incrementan los niveles de estrés, angustia y ansiedad. Nos asusta todo aquello que atente contra nuestro sentido de pertenencia, integridad y aceptación. Todo aquello que ponga en peligro nuestra seguridad física, emocional y material que puede entrar en el menú de las amenazas contra nuestro bienestar.
En este sentido, hemos de estar atentos a la vulnerabilidad que es el grado en que las personas o bienes son susceptibles de pérdida, daños, sufrimiento o muerte en caso de una agresión. La vulnerabilidad varía según las circunstancias y cambia con el tiempo. Las vulnerabilidades son siempre relativas pero, el daño, es absoluto, y todas las personas y grupos son vulnerables en cierto grado. Sin embargo, toda persona posee su propio nivel y tipo de vulnerabilidad, acorde a sus circunstancias.
Como también hemos de hablar de la incidencia de la globalización, antes deberíamos de definir el concepto “seguridad” como terreno común de actividad de los diferentes actores y sectores. En este sentido, repensar los conceptos de bienestar, desarrollo, democracia y seguridad, desde el ángulo de la sostenibilidad, ha pasado a convertirse en una tarea vital, pero sigue siendo una asignatura pendiente.
Por otro lado, a pesar de que existe la percepción social de que el aumento de población inmigrante tiende a elevar la delincuencia, esto no es cierto en el caso de España. A esta conclusión han llegado investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid a partir de un estudio en el que se analizó, utilizando un modelo empírico con la asociación entre el aumento de la inmigración y el incremento de la delincuencia en nuestro país, sobre todo entre los años 1999 y 2009.
INSEGURIDAD CIUDADANA
Desde mediados de la década de los pasados años setenta, la inseguridad ciudadana no ha dejado de ser en las sociedades occidentales una de las cuestiones sociales más preocupantes.
Los ciudadanos, cuando oyen hablar de inseguridad ciudadana, piensan en múltiples y muy diversos problemas o situaciones, desde el terrorismo, a la venta de droga en la calle, atracos con armas, violaciones o abusos sexuales, agresiones físicas, robos en domicilios, locales, vehículos, carteras y tirones de bolsos, amenazas, actos de gamberrismo, fraudes, estafas, etc., e incluso recientemente piensan en la corrupción.
La inseguridad ciudadana se ha convertido hace ya tiempo en un desafío crucial para la gobernabilidad democrática y el desarrollo humano. Con todo, a pesar de que en el núcleo de esta inseguridad se halle la amenaza de violencia generada por los nuevos conflictos producidos socialmente, lo cierto es que las políticas de seguridad ciudadana siguen estando más ocupadas en contener o reducir los efectos extremos de estos conflictos (preferentemente la actividad delictiva dirigida contra los bienes privados) que no en minimizar los riesgos de exclusión social y de desigualdad económica y, en última instancia, el riesgo de ruptura social en el que cada vez estamos más inmersos.
El problema de la inseguridad ciudadana se ve agravado por la extraordinaria capacidad que han adquirido los medios de comunicación a la hora amplificar y de difundir en tiempo real a nivel mundial -y, por tanto, deslocalizándolos- los desastres y las violencias más extremas y preocupantes.
En la elección de los indicadores de la evolución de la inseguridad ciudadana o la preocupación de estos se trata por tanto, más que en apariencia, de una cuestión metodológica. Un ejemplo lo constituye el barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) cifras publicadas en noviembre de 2004, situaba a la inseguridad ciudadana, con el 19,1%, como el quinto problema principal que existía en ese momento en España, hoy en el año 2013 este datos es 2,8 %; el desempleo era 61%, hoy es 81,6 %; El terrorismo/ETA, era un 44,8%, hoy es 0,4 %; la vivienda se situaba en el 21,8%, hoy es el 2,0 %; y la inmigración era el 20,5% y hoy es 2,2 %. En ambos momentos la preocupación por la inseguridad ciudadana era elevada pero, diferente sus datos y su percepción.
Y en esta dirección no podemos ignorar, para abordar y comprender la seguridad ciudadana y específicamente la que está vinculada al desarrollo de turismo y actividad comercial, una perspectiva de enorme interés como es la que podríamos denominar “seguridad subjetiva”, es decir, el grado de percepción de seguridad que experimentan o se construyen los ciudadanos ante múltiples informaciones o contingencias.
Por todo ello, en términos absolutos es claro que la inseguridad ciudadana ha crecido, no obstante, la seguridad subjetiva, la percepción de seguridad que tienen los ciudadanos, actualmente, es mayor en general.
2a. Seguridad objetiva
La seguridad objetiva es aquella que puede medirse cualitativa y cuantitativamente y es resultante de las acciones proactivas y reactivas programadas por el Gobierno y las Fuerzas de Seguridad Pública.
Una seguridad objetiva, que por sus datos, hoy puede causar una alarma social por el despunte ocasional de algunos datos resultantes en 2012. Aún así, la incidencia de la criminalidad en España se mantiene entre las más bajas de la Unión Europea.
Según el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior, en el año 2012 se han registrado en España un total de 2.268.665 delitos y faltas, lo que constituye un descenso de un 0,7% con respecto al año anterior.
Los datos sobre criminalidad atienden a unos indicadores de seguridad concretos, como son la cifra total de delitos y faltas, homicidios dolosos y asesinatos consumados, delincuencia violenta, robo con violencia o intimidación, robos con fuerza, sustracción de vehículos a motor, tráfico de drogas, daños, y hurtos. La gran mayoría de estos indicadores se corresponden con los que establece la Oficina Europea de Estadística (EUROSTAT).
En el ámbito que comprende los valores a la baja, se aprecia un descenso importante de las categorías de los homicidios dolosos y asesinatos consumados (-5,7%), que corrobora una tendencia en la disminución de los delitos contra la vida; de los delitos de sustracción de vehículos a motor (-7,8%); y, a continuación, y según la importancia de la disminución de hechos delictivos, les suceden otras tipologías delictivas como el tráfico de drogas (-4,7%), los robos con fuerza (-2,2%) y los daños (-3,1%).
Por el contrario, en el año 2012, despunta un incremento de la inseguridad domiciliaria en España.
Varones jóvenes, los que más delinquen, tal y como ocurre en otros países. La proporción de varones jóvenes se asocia con una mayor tasa de delincuencia, responsable de la mayor parte de los delitos.
Por otro lado, se observa que han experimentado un incremento más relevante, en primer lugar, aquellos hechos delictivos que están vinculados a los robos con fuerza en los domicilios (25,4%), y a continuación los robos con violencia e intimidación (10,4%).
Aún así, los robos o los asaltos a viviendas unifamiliares son estadísticamente pocos, pero es evidente que crean gran alarma social y constituyen un problema de seguridad ciudadana. No se dan muchos delitos de este tipo pero su gravedad es alta.
También cabe destacar que el comportamiento al alza del indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” se encuentra condicionado por la puesta en marcha de nuevos criterios metodológicos de grabación y cómputo estadístico pues, durante el año 2012 se introdujeron procedimientos mejorados de grabación de información, especialmente en lo que respecta a la naturaleza del lugar donde se cometen las infracciones penales.
Donde anteriormente se computaban en el indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” únicamente se tenían en cuenta los espacios habitables de determinadas viviendas (pisos, casas, etc.), en la actualidad se tienen en cuenta otros tipos de viviendas, como pudieran ser casas de campo, segundas viviendas y otras tipologías.
También con aspecto negativo, aunque con una incidencia porcentual menor, se encuentra la denominada delincuencia violenta, con un incremento del 7% respecto a 2011.
Por otro lado, los delitos típicos de las grandes áreas urbanas están comenzando a extenderse a las zonas rurales. Según las propias estadísticas del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, el robo en viviendas aumentó el pasado año un 25,4% con respecto a 2011.
Lo más reseñable, junto al aumento generalizado de los robos es que los mayores incrementos en este tipo de asaltos se produjeron en las autonomías más rurales.
En Asturias, por ejemplo, los robos en domicilios crecieron un 65,6% en 2012. En Cantabria, el mismo delito aumentó un 84,9% en el mismo periodo.
En Castilla y León, la tercera comunidad española menos poblada, el incremento de las sustracciones en casas ascendió al 64,9%. Y Extremadura, la segunda en densidad, sufrió una subida del 35,7%. Castilla-La Mancha, con la menor concentración de habitantes de España, fue la excepción, con un incremento de los robos en casas del 17,1%, ocho puntos por debajo de la media.
Más delitos en las comunidades más ricas
Tiende a haber más delitos en lugares con mayores oportunidades económicas.
El empeoramiento de la seguridad está siendo más intenso en las regiones del Norte. Además del aumento de los robos en domicilios, Asturias y Cantabria también sufrieron el año pasado un deterioro en otros campos del crimen.
En concreto, el Principado sufrió más robos con violencia e intimidación (30%) y más hurtos (11,4%). Y en Cantabria crecieron los robos con violencia e intimidación (29,7%), los robos con fuerza (11,7%), la sustracción de vehículos a motor (6,4%) y los hurtos (11,7%).
Así, en el País Vasco, los robos con violencia e intimidación aumentaron un 33,7%, y los hurtos otro 4,8%. Por su parte, en Navarra, los robos con violencia e intimidación crecieron un 82,9%, los robos en domicilios, un 35,5%, y los hurtos, un 8,8%.
Por último, La Rioja experimentó un incremento de los robos en domicilios del 92% y mayor número de robos con violencia e intimidación (8%), más delitos por tráfico de drogas (11,3%) y más hurtos (10,1%).
2b. Seguridad subjetiva
La seguridad subjetiva es aquella que realmente es percibida por el ciudadano en su propia vivencia y estado de ánimo, más importante si cabe que los resultados de las frías estadísticas y estudios comparativos.
La percepción de la inseguridad, esto es, la interpretación por el sentido común de ciertas situaciones como inseguras, es el resultado de un complejo proceso subjetivo, de definiciones y atribuciones de valor, es una construcción personal y social de la realidad.
La seguridad subjetiva depende, en suma, de las probabilidades de convertirse en víctima involuntaria de un delito, es decir, del miedo a ser víctima de la delincuencia, así como de factores como las condiciones personales, sociales, las redes de socialización y hábitos de vida y la mayor o menor vulnerabilidad o sensibilidad al mensaje de los medios de comunicación.
Restablecer el equilibrio entre las dos visiones o variables (objetiva y subjetiva) se convierte en una finalidad social para que el nivel de incertidumbre al que el ser humano se ve sometido se mantenga soportable.
Así, hay hechos que constituyen una alarma social importante porque el ciudadano normal se puede ver identificado en el lugar de las víctimas, como puede suceder en los robos con violencia o intimidación.
3. ALARMA SOCIAL
Pero dentro de la multicausalidad que genera este clima de alarma social, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, fueron, sin duda, determinantes.
Y este enfoque multidimensional acuñado en la pasada década sigue irradiando buena parte de los emergentes discursos sociales, académicos e institucionales sobre la seguridad, orientándolos hacia los entornos de desarrollo de la ciudadanía democrática y de los derechos humanos, sin los cuáles el concepto de seguridad carece de verdadero sentido.
Cada vez que en cualquier país un nivel de seguridad se descontrola aparece de forma casi automática también un cierto nivel de Alarma Social.
Nada extraño si recordamos que la Seguridad es un estado de ánimo, una percepción personal o colectiva. Percepción de inseguridad que es la sensación de peligro que experimenta un individuo, que se constituye con base en la experiencia individual y colectiva y hace referencia a condiciones de “normalidad” construidas subjetivamente y que sensibilizan a los sujetos respecto de las posibles amenazas del entorno.
No obstante, esto es fácil pensarlo, más fácil decirlo pero sería conveniente hacer algún tipo de reflexión o análisis de la actual realidad antes de que la situación nos genere alarma social o mayor incertidumbre en los ciudadanos.
La alarma social generada en torno a los robos en viviendas del entorno rural y asaltos a viviendas unifamiliares es actualmente, más que una percepción subjetiva de inseguridad que y que las autoridades, en cualquier caso, deben acometer con rigor.
Pero, en cualquier caso, es la sensación de estar en peligro, así como la incertidumbre y la insatisfacción lo que incrementan los niveles de estrés, angustia y ansiedad. Nos asusta todo aquello que atente contra nuestro sentido de pertenencia, integridad y aceptación. Todo aquello que ponga en peligro nuestra seguridad física, emocional y material que puede entrar en el menú de las amenazas contra nuestro bienestar.
En este sentido, hemos de estar atentos a la vulnerabilidad que es el grado en que las personas o bienes son susceptibles de pérdida, daños, sufrimiento o muerte en caso de una agresión. La vulnerabilidad varía según las circunstancias y cambia con el tiempo. Las vulnerabilidades son siempre relativas pero, el daño, es absoluto, y todas las personas y grupos son vulnerables en cierto grado. Sin embargo, toda persona posee su propio nivel y tipo de vulnerabilidad, acorde a sus circunstancias.
Como también hemos de hablar de la incidencia de la globalización, antes deberíamos de definir el concepto “seguridad” como terreno común de actividad de los diferentes actores y sectores. En este sentido, repensar los conceptos de bienestar, desarrollo, democracia y seguridad, desde el ángulo de la sostenibilidad, ha pasado a convertirse en una tarea vital, pero sigue siendo una asignatura pendiente.
Por otro lado, a pesar de que existe la percepción social de que el aumento de población inmigrante tiende a elevar la delincuencia, esto no es cierto en el caso de España. A esta conclusión han llegado investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid a partir de un estudio en el que se analizó, utilizando un modelo empírico con la asociación entre el aumento de la inmigración y el incremento de la delincuencia en nuestro país, sobre todo entre los años 1999 y 2009.
INSEGURIDAD CIUDADANA
Desde mediados de la década de los pasados años setenta, la inseguridad ciudadana no ha dejado de ser en las sociedades occidentales una de las cuestiones sociales más preocupantes.
Los ciudadanos, cuando oyen hablar de inseguridad ciudadana, piensan en múltiples y muy diversos problemas o situaciones, desde el terrorismo, a la venta de droga en la calle, atracos con armas, violaciones o abusos sexuales, agresiones físicas, robos en domicilios, locales, vehículos, carteras y tirones de bolsos, amenazas, actos de gamberrismo, fraudes, estafas, etc., e incluso recientemente piensan en la corrupción.
La inseguridad ciudadana se ha convertido hace ya tiempo en un desafío crucial para la gobernabilidad democrática y el desarrollo humano. Con todo, a pesar de que en el núcleo de esta inseguridad se halle la amenaza de violencia generada por los nuevos conflictos producidos socialmente, lo cierto es que las políticas de seguridad ciudadana siguen estando más ocupadas en contener o reducir los efectos extremos de estos conflictos (preferentemente la actividad delictiva dirigida contra los bienes privados) que no en minimizar los riesgos de exclusión social y de desigualdad económica y, en última instancia, el riesgo de ruptura social en el que cada vez estamos más inmersos.
El problema de la inseguridad ciudadana se ve agravado por la extraordinaria capacidad que han adquirido los medios de comunicación a la hora amplificar y de difundir en tiempo real a nivel mundial -y, por tanto, deslocalizándolos- los desastres y las violencias más extremas y preocupantes.
En la elección de los indicadores de la evolución de la inseguridad ciudadana o la preocupación de estos se trata por tanto, más que en apariencia, de una cuestión metodológica. Un ejemplo lo constituye el barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) cifras publicadas en noviembre de 2004, situaba a la inseguridad ciudadana, con el 19,1%, como el quinto problema principal que existía en ese momento en España, hoy en el año 2013 este datos es 2,8 %; el desempleo era 61%, hoy es 81,6 %; El terrorismo/ETA, era un 44,8%, hoy es 0,4 %; la vivienda se situaba en el 21,8%, hoy es el 2,0 %; y la inmigración era el 20,5% y hoy es 2,2 %. En ambos momentos la preocupación por la inseguridad ciudadana era elevada pero, diferente sus datos y su percepción.
Y en esta dirección no podemos ignorar, para abordar y comprender la seguridad ciudadana y específicamente la que está vinculada al desarrollo de turismo y actividad comercial, una perspectiva de enorme interés como es la que podríamos denominar “seguridad subjetiva”, es decir, el grado de percepción de seguridad que experimentan o se construyen los ciudadanos ante múltiples informaciones o contingencias.
Por todo ello, en términos absolutos es claro que la inseguridad ciudadana ha crecido, no obstante, la seguridad subjetiva, la percepción de seguridad que tienen los ciudadanos, actualmente, es mayor en general.
2a. Seguridad objetiva
La seguridad objetiva es aquella que puede medirse cualitativa y cuantitativamente y es resultante de las acciones proactivas y reactivas programadas por el Gobierno y las Fuerzas de Seguridad Pública.
Una seguridad objetiva, que por sus datos, hoy puede causar una alarma social por el despunte ocasional de algunos datos resultantes en 2012. Aún así, la incidencia de la criminalidad en España se mantiene entre las más bajas de la Unión Europea.
Según el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior, en el año 2012 se han registrado en España un total de 2.268.665 delitos y faltas, lo que constituye un descenso de un 0,7% con respecto al año anterior.
Los datos sobre criminalidad atienden a unos indicadores de seguridad concretos, como son la cifra total de delitos y faltas, homicidios dolosos y asesinatos consumados, delincuencia violenta, robo con violencia o intimidación, robos con fuerza, sustracción de vehículos a motor, tráfico de drogas, daños, y hurtos. La gran mayoría de estos indicadores se corresponden con los que establece la Oficina Europea de Estadística (EUROSTAT).
En el ámbito que comprende los valores a la baja, se aprecia un descenso importante de las categorías de los homicidios dolosos y asesinatos consumados (-5,7%), que corrobora una tendencia en la disminución de los delitos contra la vida; de los delitos de sustracción de vehículos a motor (-7,8%); y, a continuación, y según la importancia de la disminución de hechos delictivos, les suceden otras tipologías delictivas como el tráfico de drogas (-4,7%), los robos con fuerza (-2,2%) y los daños (-3,1%).
Por el contrario, en el año 2012, despunta un incremento de la inseguridad domiciliaria en España.
Varones jóvenes, los que más delinquen, tal y como ocurre en otros países. La proporción de varones jóvenes se asocia con una mayor tasa de delincuencia, responsable de la mayor parte de los delitos.
Por otro lado, se observa que han experimentado un incremento más relevante, en primer lugar, aquellos hechos delictivos que están vinculados a los robos con fuerza en los domicilios (25,4%), y a continuación los robos con violencia e intimidación (10,4%).
Aún así, los robos o los asaltos a viviendas unifamiliares son estadísticamente pocos, pero es evidente que crean gran alarma social y constituyen un problema de seguridad ciudadana. No se dan muchos delitos de este tipo pero su gravedad es alta.
También cabe destacar que el comportamiento al alza del indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” se encuentra condicionado por la puesta en marcha de nuevos criterios metodológicos de grabación y cómputo estadístico pues, durante el año 2012 se introdujeron procedimientos mejorados de grabación de información, especialmente en lo que respecta a la naturaleza del lugar donde se cometen las infracciones penales.
Donde anteriormente se computaban en el indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” únicamente se tenían en cuenta los espacios habitables de determinadas viviendas (pisos, casas, etc.), en la actualidad se tienen en cuenta otros tipos de viviendas, como pudieran ser casas de campo, segundas viviendas y otras tipologías.
También con aspecto negativo, aunque con una incidencia porcentual menor, se encuentra la denominada delincuencia violenta, con un incremento del 7% respecto a 2011.
Por otro lado, los delitos típicos de las grandes áreas urbanas están comenzando a extenderse a las zonas rurales. Según las propias estadísticas del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, el robo en viviendas aumentó el pasado año un 25,4% con respecto a 2011.
Lo más reseñable, junto al aumento generalizado de los robos es que los mayores incrementos en este tipo de asaltos se produjeron en las autonomías más rurales.
En Asturias, por ejemplo, los robos en domicilios crecieron un 65,6% en 2012. En Cantabria, el mismo delito aumentó un 84,9% en el mismo periodo.
En Castilla y León, la tercera comunidad española menos poblada, el incremento de las sustracciones en casas ascendió al 64,9%. Y Extremadura, la segunda en densidad, sufrió una subida del 35,7%. Castilla-La Mancha, con la menor concentración de habitantes de España, fue la excepción, con un incremento de los robos en casas del 17,1%, ocho puntos por debajo de la media.
Más delitos en las comunidades más ricas
Tiende a haber más delitos en lugares con mayores oportunidades económicas.
El empeoramiento de la seguridad está siendo más intenso en las regiones del Norte. Además del aumento de los robos en domicilios, Asturias y Cantabria también sufrieron el año pasado un deterioro en otros campos del crimen.
En concreto, el Principado sufrió más robos con violencia e intimidación (30%) y más hurtos (11,4%). Y en Cantabria crecieron los robos con violencia e intimidación (29,7%), los robos con fuerza (11,7%), la sustracción de vehículos a motor (6,4%) y los hurtos (11,7%).
Así, en el País Vasco, los robos con violencia e intimidación aumentaron un 33,7%, y los hurtos otro 4,8%. Por su parte, en Navarra, los robos con violencia e intimidación crecieron un 82,9%, los robos en domicilios, un 35,5%, y los hurtos, un 8,8%.
Por último, La Rioja experimentó un incremento de los robos en domicilios del 92% y mayor número de robos con violencia e intimidación (8%), más delitos por tráfico de drogas (11,3%) y más hurtos (10,1%).
2b. Seguridad subjetiva
La seguridad subjetiva es aquella que realmente es percibida por el ciudadano en su propia vivencia y estado de ánimo, más importante si cabe que los resultados de las frías estadísticas y estudios comparativos.
La percepción de la inseguridad, esto es, la interpretación por el sentido común de ciertas situaciones como inseguras, es el resultado de un complejo proceso subjetivo, de definiciones y atribuciones de valor, es una construcción personal y social de la realidad.
La seguridad subjetiva depende, en suma, de las probabilidades de convertirse en víctima involuntaria de un delito, es decir, del miedo a ser víctima de la delincuencia, así como de factores como las condiciones personales, sociales, las redes de socialización y hábitos de vida y la mayor o menor vulnerabilidad o sensibilidad al mensaje de los medios de comunicación.
Restablecer el equilibrio entre las dos visiones o variables (objetiva y subjetiva) se convierte en una finalidad social para que el nivel de incertidumbre al que el ser humano se ve sometido se mantenga soportable.
Así, hay hechos que constituyen una alarma social importante porque el ciudadano normal se puede ver identificado en el lugar de las víctimas, como puede suceder en los robos con violencia o intimidación.
3. ALARMA SOCIAL
Pero dentro de la multicausalidad que genera este clima de alarma social, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, fueron, sin duda, determinantes.
Y este enfoque multidimensional acuñado en la pasada década sigue irradiando buena parte de los emergentes discursos sociales, académicos e institucionales sobre la seguridad, orientándolos hacia los entornos de desarrollo de la ciudadanía democrática y de los derechos humanos, sin los cuáles el concepto de seguridad carece de verdadero sentido.
Cada vez que en cualquier país un nivel de seguridad se descontrola aparece de forma casi automática también un cierto nivel de Alarma Social.
Nada extraño si recordamos que la Seguridad es un estado de ánimo, una percepción personal o colectiva. Percepción de inseguridad que es la sensación de peligro que experimenta un individuo, que se constituye con base en la experiencia individual y colectiva y hace referencia a condiciones de “normalidad” construidas subjetivamente y que sensibilizan a los sujetos respecto de las posibles amenazas del entorno.
No obstante, esto es fácil pensarlo, más fácil decirlo pero sería conveniente hacer algún tipo de reflexión o análisis de la actual realidad antes de que la situación nos genere alarma social o mayor incertidumbre en los ciudadanos.
La alarma social generada en torno a los robos en viviendas del entorno rural y asaltos a viviendas unifamiliares es actualmente, más que una percepción subjetiva de inseguridad que y que las autoridades, en cualquier caso, deben acometer con rigor.