SEGURIDAD Y DEFENSA: Manuel Sánchez Gómez-Merelo




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Decidido, tranquilo pero mitinero, Donald Trump pronunció sus primeras palabras como presidente de los Estados Unidos en un ambiente de caras largas, poco entusiasmo y protestas. El nuevo presidente dibuja un EE.UU., S.A. desde un TRUMP, S.L. y sabemos que de empresas entiende, pero ¿podremos confiar en que se deje que alguien le asesore en cuanto a la información que utiliza para sus sentencias?


En alrededor de quince minutos, hizo una representación más de este personaje de la historia, hiperseguro y clónico, que promete salvar la patria, en este caso Estados Unidos, a través de la puesta en escena de un proteccionismo puro y duro, recuperando, según él, lo perdido, y poniendo en marcha sus sectarios objetivos, con un no disimulado ánimo de lucro político o personal que deja temer un alto precio desde el punto de vista humano.
 

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Refiriéndose a los inmigrantes sus mensajes apocalípticos les pretenden hacer ver como el cáncer que amenaza la salud nacional: “Hemos defendido a otros países mientras nos negamos a defender nuestras fronteras. A partir de este día va a ser sólo primero Estados Unidos. Cada decisión sobre comercio, impuestos e inmigración, asuntos extranjeros, se tomará para beneficiar a los trabajadores estadounidenses, para defender nuestras fronteras”.


Al aflorar su lado más populista, imita el discurso grandilocuente de otros no reconocidos como demócratas, insistiendo una y otra vez sobre cómo, con su mandato, va a traer de vuelta para los americanos "nuestros empleos, nuestras fronteras, nuestra riqueza, nuestra prosperidad, nuestros sueños”, “…sacaremos a la gente de las ayudas sociales y la pondremos a trabajar, reconstruiremos nuestro país con mano de obra estadounidense”.


En este sentido, parece que olvida que, en cuestión de empleo, aparte de la importante recuperación habida en la era Obama, seis millones de empleos en Estados Unidos dependen del comercio con México, y que estos empleados mexicanos y otros centroamericanos se ocupan de tareas que no suelen ser valoradas o que algunos locales evitan hacer como albañiles, empleadas del hogar, jardineros, recogida de basura, enfermeras, etc.


También ignora lo que hace diez años mostraba la película “Un día sin mexicanos” de Sergio Arau, que recuperó su visibilidad y valoró una situación naturalizada sobre lo que pasa con los millones de mexicanos, hondureños, guatemaltecos y ecuatorianos que viven en California , revelando la hipocresía de una nación que llama “ilegales”, “hispanos” o “indocumentados” a millones de mujeres y hombres que hacen los “trabajos sucios” que “los blancos” (así se llaman a sí mismos) no quieren hacer y que significan un pilar fundamental de su economía. La película plantea una hipotética desaparición de todos los mexicanos –y otros latinos– del estado de California, y sus efectos negativos sobre el resto de los californianos.


El presidente Trump también ha dicho: “Vamos a seguir dos reglas muy sencillas y es: compra estadounidense y contrata a estadounidenses”. Sin embargo, vuelve a ignorar que México es el primero, segundo o tercer mercado de 30 de los 50 estados de Estados Unidos. México es el tercer socio comercial de Estados Unidos (14% del comercio total), luego de China (16%) y Canadá (15.4%), así que veremos qué hace con todo ello.


También dice que el verdadero problema de sus fronteras es con México y los 3.000 km. que quiere tener amurallados a su costa para interrumpir el cruce de la droga y de mexicanos, pero debería de saber que pese a que el Congreso de los Estados Unidos aprobó fondos para reforzar la seguridad de la frontera y las aduanas con ese país, ninguno de esos objetivos da respuesta al drama que atraviesa México que es la violencia generada por el combate con y contra el narcotráfico, más allá de los migrantes y su trasiego de drogas hacia el norte y armas hacia el sur.



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Olvida que, en Estados Unidos, además de que sus habitantes poseen 310 millones de armas de diferentes tipos en poder de sus ciudadanos, con un promedio de casi un artefacto por habitante, por decisión del Congreso de la nación, no tiene ninguna medida que haga referencia a la necesidad de regular y controlar mejor la venta de armas que alimenta los arsenales de los cárteles de la droga. Diversas fuentes informativas señalan que el 90% de las armas en poder del narcotráfico mexicano provienen de compras legales en Estados Unidos. Solo en las ciudades fronterizas hay más de 10.000 tiendas de venta de armas, la mayoría de tecnología sofisticada como la que utilizan las fuerzas de seguridad.


Estados Unidos representa el 4,4% de la población mundial, pero sus ciudadanos poseen el 42% de las armas en manos civiles de todo el mundo. Según cifras de 2015, en Estados Unidos mueren una media de 92 personas al día por armas de fuego. Son 1,45 millones de muertes (asesinatos, suicidios o accidentes) desde 1970.



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En algunos medios se ha postulado que el presidente electo Trump ahora tendrá que ser más inclusivo porque ocupa el cargo más alto de la tierra. Sin embargo, como muchos estudios científicos demuestran (entre ellos los de Leigh Tost en la Universidad del Sur de California, en colaboración con Francesca Gino en la Escuela de Negocios de Harvard y Rick Larrick en la Universidad de Duke) las personas que experimentan la embriaguez del poder son menos propensas a comprender cómo otros piensan, ven y sienten. Encontraron que las personas que experimentaron una mayor sensación de poder eran más propensas a ignorar los consejos de sus asesores en comparación con aquellos que experimentaron menor sensación de poder.


Se ha oído comentar a Barack Obama cómo la práctica política en la propia Oficina Oval puede cambiar a la gente, llevándoles a ser más inclusivos con sólo incorporarse a la ponderación diaria. Sin embargo, la investigación anterior demuestra que un mayor sentimiento de poder sostenido desencadena lo contrario: puede perjudicar la toma de perspectiva, producir una peligrosa sensación de control sobre los eventos aleatorios, y una mayor tendencia a desoír el asesoramiento incluso de expertos.



Entonces, ¿cómo luchar contra el lado oscuro del poder?


En agosto pasado, el profesor Kevin Dutton, de la Universidad de Oxford, publicó los resultados de un trabajo científico en el que estudió los aspectos psicopáticos de algunos de los personajes históricos más relevantes de todos los tiempos. https://phys.org/news/2016-08-presidential-candidates-psychopaths-good.html


Con independencia de que esos aspectos psicopáticos estudiados no sólo eran los negativos, Donald Trump obtuvo 171 puntos, colocándose dos por encima del dictador Adolf Hitler. El candidato republicano a la Casa Blanca es solo superado por Saddam Hussein -que encabeza la lista con 189-, Enrique VIII -con 178- e Idi Amin -con 176-.


Trump ha retratado a EE.UU. como un país en crisis, diciéndole a sus conciudadanos que se han de ver amenazados por los de diferente raza, sexo, religión, origen, pensamiento, haciéndoles sentir en un estado de crimen y caos permanente, en el que las élites se han enriquecido y han maquinado a espaldas del pueblo.


Sin embargo, si bien parte de la criminalidad es cierta, también es verdad que en cifras absolutas, en la era Obama ha habido un control y un descenso importante en el país.


Ya en julio, cuando Trump aceptó la nominación del Partido Republicano en la convención en Cleveland, prometió que el 20 de enero “se restauraría la seguridad” en Estados Unidos, y el 21 “los americanos finalmente se despertarían en un país en el que las leyes (…) se van a aplicar”.


Tampoco sabe entonces que el índice de inseguridad en EE.UU., con un total de casi 15.000 muertes por homicidio, tiene una tasa de apenas 4,7 por cada 100.000 habitantes, muy deseable de disminuir, pero por debajo de muchos otros.


En 2015, que es el último año del que hay estadísticas, hubo 1,2 millones de crímenes violentos, según el FBI, no obstante lo cual Estados Unidos es considerado un país de “seguridad media”, según el reconocido Índice de Paz Global 2016.


Por otro lado, Estados Unidos tiene menos del 5 por ciento de la población mundial, pero casi la cuarta parte de los presos del mundo, es decir, 2.300.000 criminales entre rejas, lo que representa una cifra superior a la de cualquier otra nación, con 751 individuos presos por cada 100.000 habitantes (si se consideran sólo los adultos, uno de cada 100 norteamericanos está preso) y pasan en la cárcel más tiempo que los presos de otras naciones. Se puede asegurar que Estados Unidos es el país que controla y encarcela a más gente en el planeta.



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La superficialidad de las opiniones de Trump en otros temas como el cambio climático, el terrorismo radical islámico, las pandillas o las drogas no hacen más que afianzar el criterio de que estamos ante la difícil encomienda de tratar de equilibrar durante un tiempo el clima que va a crear un individuo narcisista y desinformado, un rey desnudo que la plebe aplaude por ignorancia, miedo o interés, haciéndole sentir ornado con sus mejores galas y que dijo: “Vamos a reforzar todas las alianzas contra el terrorismo radical islámico. Lo vamos a erradicar completamente de la faz de la tierra”. Sobre la sociedad estadounidense: “Las pandillas y las drogas nos han robado muchos días en nuestro país. Esta carnicería humana se detiene aquí mismo y ahora mismo”.


Más allá de sus discursos populistas, el presidente Trump tiene un profundo trabajo personal que hacer para informarse bien y acercarse a una visión más realista y humana de las cosas, y una responsabilidad que cumplir si quiere llevar a término sus fácilmente vendibles promesas políticas. Sus asesores y agencias también tienen mucho que analizar y aportar a la toma de decisiones en materia de Economía y Comercio y, sobre todo, en todo lo que se refiere a su visión global, medioambiental, humanitaria y estratégica, acciones futuras a vigilar de cara no sólo a la seguridad interna y externa del país, sino a la seguridad internacional.


Lo malo de la desinformación o la ignorancia es que no sabe que lo es. Lo bueno es que tiene siempre fecha de caducidad.


"Locura es hacer la misma cosa una y otra vez y esperar resultados diferentes".
Albert Einstein

Si repasamos la inseguridad objetiva y subjetiva sufrida durante el año 2016, cabe destacar diversos problemas globales graves de diferente calado, que han recibido un tratamiento mediático irregular como: la multiplicidad de atentados yihadistas de diversa consideración y su deslocalización, el incremento de las ciberamenazas y su permanente desarrollo, las vulnerabilidades en las infraestructuras críticas, el crecimiento de la inseguridad ciudadana, así como el deficiente tratamiento que se da a la crisis consolidada de los refugiados y la preocupante y permanente cifra de la mortalidad infantil en el mundo.


Si resumiéramos y adjetiváramos los problemas de inseguridad global en el año 2016, quizá se podría hablar de “incertidumbre plural”.
 

El número de muertos por actos terroristas en 2016, ha sido de casi 900 personas, incluyendo a los perpetradores. Los más graves en este año han sido en Siria, Irak, Francia, Estados Unidos, Turquía, Alemania, Bélgica y Nigeria, entre otros países. En Europa, han destacado: en marzo, dos bombas que estallaron simultáneamente en el aeropuerto y en una estación de metro de Bruselas, Bélgica, causando 32 muertos; en julio, un yihadista arrolló con un camión a una multitud en la costa de Niza, Francia, matando a 84 personas; en diciembre, un terrorista entró con un camión al mercado navideño en Berlín, Alemania, y mató a 12 personas; antes de fin de año, al menos 28 personas murieron en un doble atentado suicida en un mercado de Bagdad, en un ataque reivindicado por el Estado Islámico (IS).
 

Turquía ha sido foco de numerosos atentados en el último año, especialmente provocados por el conflicto kurdo y la intervención en Siria. Alrededor de 300 personas murieron en 2016 en distintos atentados y hasta el último día del año, donde un hombre armado con armas automáticas ha abierto fuego durante la celebración de la Nochevieja en el Club Reina de Estambul, uno de los locales recreativos más exclusivos de la capital, con un resultado de 39 muertos, entre ellos 16 extranjeros.
 

Pero, además no debemos olvidar que el terror yihadista incrementa a diario la cifra de muertos en muchos países, sin que éstos -o nuestra comprensión y compasión- aparezcan en primera plana de los medios de comunicación, ni sus caras inunden nuestras cadenas de televisión.
 

Esos otros, los muertos inocentes sin rostro, piden también entrar en nuestras estadísticas y en nuestros planes de acción, convirtiendo la paz y el bienestar de los suyos en un reto tan importante como la de los nuestros.
 

Mientras, también Oriente Medio sigue en guerra, asolado por la violencia del autodenominado Estado Islámico en la cruel guerra de Siria.
 

Todo ello teniendo en cuenta que vivimos en un mundo globalizado e hiperconectado, donde los métodos empleados para ejecutar las matanzas pueden ser estratégicos, suicidas, complejos y diferentes y nos vemos obligados a contemplar un nuevo planteamiento de nuestras seguridades a través del análisis de nuestras propias vulnerabilidades, pero, además, es imprescindible el estudio profundo del talante, talento, fortalezas, debilidades y voluntad del agresor que muestra en todas sus acciones el objetivo común de provocar el máximo daño indiscriminado y hacerlo con la mayor crueldad, a la búsqueda de un potente resultado mediático y psicológico complementario: La limitación de nuestro bienestar y libertades a través del temor, bajo la consigna de: “Mata a uno y asustarás a miles, mata a cientos y asustarás a millones”.
 

En este sentido, el caso y la situación de España, citada y amenazada frecuentemente en comunicaciones de los grupos terroristas, aunque muy lejos de parecerse a la de Francia, Rusia, Holanda, Alemania o Inglaterra, aparece también en el punto de mira de los terroristas.
 

En España, las fuerzas de seguridad desarticularon este año varias células que pretendían atentar. Casi 200 islamistas están en prisión y más de 600 radicales han sido arrestados desde el 11-M en Madrid.
 

El desafío que representa el guante lanzado por los terroristas a distintos países, principalmente de occidente, es delicado y complicado de recoger. Por una parte, responder al terror con el terror y el odio ya tenemos experiencia sobre la terrible e inútil reacción en cadena que provoca, y por la otra, la necesidad de respuesta nos puede enfilar hacia un dramatismo sobre el que es preciso reflexionar.


Las ciberamenazas

Dentro de las agresiones, lo mismo puede aplicarse a las ciberamenazas en 2016: las masivas redes zombis compuestas por dispositivos conectados paralizaron gran parte de Internet en octubre, mediante grandes ataques a la infraestructura global de red, cuando servicios como Twitter, Spotify y Netflix dejaron de funcionar. Los atacantes cada vez utilizan herramientas más sólidas y han demostrado lo que son capaces de hacer.
 

2016 ha sido el año de las fugas de información y el robo de datos. Las brechas han afectado al sector sanitario, entretenimiento, redes sociales, gobiernos, etc. Hasta el punto de que Facebook a través de un directivo declaró que están comprando contraseñas en el mercado negro, con todo lo que ello implica. El incesante hackeo de sitios web de alto perfil, la vulneración y el vaciado de datos, los robos millonarios a entidades bancarias mediante el sistema SWIFT, y mucho más. Sin embargo, la industria de la ciberseguridad ya había pronosticado varios de estos incidentes, en algunos casos hace ya varios años, y para ellos, probablemente el mejor término con el que lo calificarían sería el de “inevitable”.
 

Engañar a la gente para que revele su información personal o instale un programa malicioso que captura los datos de sus cuentas bancarias en línea se mantuvo como una opción popular y exitosa para los ciberpiratas en 2016. La proporción de los ataques contra dispositivos Android se cuadruplicó.


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Con todo, el último eslabón vulnerable es el factor humano. En 2016 también descubrimos que las campañas de ataques dirigidos no necesitan ser técnicamente avanzadas para tener éxito. Los seres humanos, desde desafortunados empleados hasta infiltrados maliciosos, a menudo fueron la ruta más fácil de acceso para los atacantes y sus métodos. Así, 22 de los 33 troyanos más populares en 2016 han sido troyanos publicitarios. Esta cifra duplica a la del año 2015.
 

En octubre de 2015, Cisco realizó un estudio con el fin de valorar la percepción que los responsables de la toma de decisiones de TI tienen de los riesgos y retos para la seguridad. El 68 % de los participantes en el estudio identificó el “malware” como el principal reto externo de seguridad para sus organizaciones. Le acompañaron la suplantación de identidad y las amenazas persistentes avanzadas, con el 54% y el 43%, respectivamente.
 

También se comprobó que la mayoría de las empresas (92%) emplea un equipo de seguridad dedicado dentro de la organización. El 88% de los participantes indicó que sus organizaciones disponen de una estrategia global de seguridad que se renueva con regularidad.
 

El estudio muestra que las pequeñas y medianas empresas utilizan menos defensas que las organizaciones de gran tamaño. La proliferación de “ransomware” es un ejemplo típico. El impacto, en 2016, de infecciones por ransomware ha sido alarmante. El retorno económico que produce y la poca concienciación en las empresas hace que el cibercrimen haya avanzado a pasos agigantados. Como venimos sufriendo el “ransomware” proporciona a los delincuentes un método sencillo para obtener más dinero directamente de los usuarios.
 

Capítulo aparte ha merecido la actividad “maliciosa”, apodada por el gobierno estadounidense como GRIZZLY STEPPE, que tenía como objetivo “comprometer y explotar las redes y los servidores asociados a las elecciones de EE.UU.”. El Gobierno de EE.UU. atribuye los ciberataques a dos grupos de espionaje ruso, identificados como APT28 y APT29, APT, que corresponden a las siglas de “amenaza avanzada persistente”, en inglés.
 

Mientras que se ha constatado la necesidad de aumentar la colaboración entre Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y empresas tecnológicas, en el otro lado está viéndose en algunos países presiones de lo gobiernos para acceder por ley a "colaborar" en temas considerados como "seguridad nacional".


Las vulnerabilidades

Las vulnerabilidades de nuestras infraestructuras críticas y estratégicas son, en general, un problema globalizado, al ser susceptibles de convertirse en objetivo para el terrorismo, experto en interpretar tendencias y adelantar nuevas acciones, por lo que es imprescindible tener en cuenta dónde están verdaderamente nuestras vulnerabilidades. En cualquier país o capital moderna, éstas se pueden contar por miles, refiriéndonos simplemente a todas las infraestructuras estratégicas y críticas para el funcionamiento de los servicios esenciales del país o los lugares simbólicos que sean susceptibles de convertirse en escaparates del terror con gran impacto social, y que reciben constantes y crecientes amenazas de acciones por parte del terrorismo, principalmente yihadista.
 

Por ejemplo, en febrero se demostró con qué facilidad se podía penetrar en la red interna de un hospital y controlar un dispositivo MRI, encontrar datos personales sobre pacientes y los procedimientos de sus tratamientos y acceder al sistema de archivos del dispositivo MRIA a la caza del lucro económico.
 

Algunos gobiernos han expresado gran preocupación por el auge del mercado de vulnerabilidades sin parche, el llamado "software armado". Estas herramientas son esenciales para la comunidad de estudio de la seguridad, que busca maneras de proteger las redes de todo el mundo.
 
Sin embargo, en malas manos, especialmente las de regímenes represivos, esta tecnología pensada para el bien ya se ha empleado para cometer delitos financieros, robar secretos nacionales o comerciales, reprimir la disensión política o incapacitar una infraestructura esencial.  
 


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Pero, para la protección de las infraestructuras críticas, además de los análisis aplicables a todas las generales, hay que desarrollar especialmente y en profundidad, los criterios para la identificación y evaluación de todos los riesgos y las amenazas derivados de los antisociales o deliberados y delictivos, y controlar las consecuencias de las actividades sociales y laborales, además de solventar al máximo todas las vulnerabilidades.  

Sabemos que mantener la seguridad tiene un precio -como sostenían ya los pensadores de la filosofía política clásica, desde la antigüedad- y, para alcanzarla, tenemos que renunciar a una parte de nuestra libertad y someternos, más o menos de manera voluntaria, a un conjunto de reglas y restricciones. Esta es una premisa universal que se significa en la garantía de funcionamiento de nuestras infraestructuras críticas.
 

Por otro lado, en las infraestructuras críticas y estratégicas, ante la gravedad de los riesgos y las amenazas que puede comportar su especificidad, resulta obligado compartir responsabilidades entre agentes, actores y autoridades, a pesar de la existencia habitual de obstáculos de difícil eliminación, como puedan ser las barreras a la hora de compartir información, las carencias sobre la confianza mutua en la cooperación y los desencuentros puntuales, en la confianza que estas circunstancias mejorarán merced a la interrelación operacional institucionalizada.


La inseguridad ciudadana

 

Entre las 50 ciudades más violentas del mundo en 2016, más de 40 se encuentran en Latinoamérica y hasta con una tasa de 171 homicidios por cada cien mil habitantes, como es el caso de San Pedro Sula, en Honduras. España, para ese mismo número de habitantes, registra una tasa de 0,7 homicidios.
 

El análisis, evaluación y toma de decisiones preventivas o correctivas hacia la obtención de niveles aceptables de seguridad/inseguridad ciudadana, objetiva o subjetiva, pública o privada, presenta un panorama mucho más complejo, y no se puede evaluar simplemente como resultado de la percepción de inseguridad derivada de una determinada “alarma social” que puede responder a realidades de nuestro entorno o tensiones derivadas de decisiones políticas más o menos estudiadas o acertadas.


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En los últimos tiempos, principalmente desde finales del pasado siglo XX, esa percepción de inseguridad se genera en un ambiente en el que la sociedad está dando importantes cambios sociales, económicos, políticos y demográficos, perdiendo la carrera frente a una obsolescencia operativa que, a menudo, pone en duda la capacidad de los Estados para resolver los problemas que de ahí derivan.
 

En este sentido, es importante analizar la situación actual en base al Índice de Paz Global (Global Peace Index), que mide el nivel de paz y la ausencia de violencia de un país o región. Se elabora y publica desde el año 2007 por el Institute for Economics and Peace y el Centre for Peace and Conflict Studies, de la Universidad de Sydney, con datos procesados por la Unidad de Inteligencia del semanario británico The Economist.
 

Entre los diez primeros países con mejor índice de Paz Global figura, en primer lugar, Islandia seguido de Dinamarca, Austria, Nueva Zelanda, Portugal, República Checa, Suiza, Canadá, Japón y Eslovenia. España figura en el lugar 25. Y entre los diez últimos o peor índice están Libia, Sudán, Ucrania, R. Centroafricana, Yemen, Somalia, Afganistán, Irak, Sudán del Sur y, finalmente, el peor índice lo posee Siria.
 

Tras el estudio, consideran que la paz positiva se basa en ocho factores: buen clima para los negocios, buena relación de los vecinos, altos niveles de capital humano, aceptación de los derechos de los demás, bajos niveles de corrupción institucional, buen funcionamiento del Gobierno, libre flujo de la información y una distribución equitativa de los recursos.


La crisis de refugiados

 

El mundo está viviendo la peor crisis de refugiados y para Europa se trata de la mayor crisis migratoria y humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.
 

Así, más de cinco mil refugiados e inmigrantes ilegales han perdido la vida en el año 2016 cuando intentaban llegar a Europa, según un informe sobre inmigración elaborado por un grupo de organizaciones públicas y benéficas italianas, en colaboración con el proyecto de protección de refugiados SPRAR Millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares, arriesgándolo todo para escapar de conflictos, desastres, hambre y pobreza.
 

Más de 65 millones de personas han abandonado sus hogares debido a conflictos, a la violencia y la persecución. Millones huyen de desastres naturales y de la pobreza. Entre enero y junio de 2016, casi 100.000 refugiados y migrantes llegaron a Europa cruzando el Mediterráneo a través de la que es considerada la ruta más mortal del mundo. La mayoría de ellos llegaron en barcos organizados por traficantes poniendo en peligro sus vidas buscando seguridad y protección en Italia o Malta. Sin embargo, la gran mayoría de las personas desplazadas permanecen en lugares mucho más próximos a sus países de origen.
 

El conflicto en Siria, que está ya en su quinto año, ha superado los 270.000 muertos, de los que cerca de 80.000 son civiles y, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, ha provocado que casi 5 millones de personas se hayan visto obligadas a huir del país. El Líbano, con una población de 4,5 millones de personas, acoge a 1,2 millones de estos refugiados. A día de hoy, una de cada cuatro personas que viven en el Líbano es refugiada siria.
 

Según datos de la organización Save the Children, más de dos millones de niños han huido del horror del conflicto y viven en campos de refugiados en los países vecinos. Dentro de Siria hay más de 7,5 millones de niños afectados por el conflicto que lo han perdido todo. Permanecer en el país sigue siendo la opción más peligrosa porque cada día deben enfrentarse a la muerte, a la enfermedad, al riesgo de ser reclutados por grupos armados, a ser detenidos, al trabajo infantil o al abuso.


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Las necesidades humanitarias en Siria se han triplicado en el último año, dos tercios de la población está aun desatendida, más de 212.000 personas viven en estados que están sitiados y 4,8 millones de personas residen en zonas en que las agencias humanitarias solo acceden de manera esporádica.
 

La Unión Europea ha convertido las expulsiones de extranjeros en bandera de su política migratoria. Con un número de llegadas al continente que no ha hecho sino crecer desde el estallido de las primaveras árabes, en 2011.
 

Al igual que ocurrió con el autor del atentado de Berlín que debía regresar a Túnez, los datos demuestran que la mayoría de quienes reciben la orden de abandonar el territorio comunitario no lo hacen.
 

En los campos fronterizos de Turquía y Jordania, que también albergan refugiados sirios, la situación es desesperada y 1,5 millones de personas precisan ayuda humanitaria.
 

De las expulsiones decretadas en 2015, apenas un 36% se cumplieron, según las cifras oficiales. La crisis migratoria en Europa, también conocida como crisis migratoria en el Mediterráneo o crisis de refugiados en Europa, es una situación humanitaria crítica, que se agudizó en 2015, por el incremento del flujo descontrolado de refugiados, solicitantes de asilo, emigrantes económicos y otros migrantes en condición de vulnerabilidad y otros que, en conjunto, comparten las vías de desplazamiento irregular hacia países de la Unión Europea.
 

El pasado mes de septiembre, se pactó reubicar a 160.000 refugiados en dos años en la Unión Europea, incluyendo los 40.000 propuestos en mayo. Desde entonces solo han sido reubicados 583, según ha denunciado la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).
 

Los países en desarrollo, principalmente de Oriente Medio, África y Asia, acogen en la actualidad al 86% del total de 19,5 millones de refugiados del mundo. Schulz ha dicho sentirse "avergonzado" por el trato que dispensan países comunitarios a los refugiados frente al que les ofrecen países como Turquía.


La enorme violencia sobre los débiles

El número de niños que mueren cada año en un país es un índice del bienestar y la salud de dicho país. En la actualidad, la situación mundial de la mortalidad infantil es trágica: cada 4 segundos muere un niño por causas evitables. Los niños son siempre las víctimas más vulnerables de la violencia y el terrorismo en su forma más sutil: la del hambre, la falta de higiene, de medios, de paz… La erradicación del yihadismo y los peligros que conlleva puede llevar años o no resolverse nunca, sin embargo, la muerte de esos 22.000 niños por día está en nuestra mano, en su gran mayoría, que deje de producirse si enfrentamos con eficiencia la erradicación de ese terrorismo de guante blanco, que es nuestra indiferencia.
 

En comparación, en el conflicto bélico más sangriento de la historia de la humanidad, la Segunda Guerra Mundial, se registró una cantidad de muertos que superaba los 60 millones, la cual, dividida entre los 6 años, representó más de 10 millones de muertes por año. No obstante, en aquel momento, fallecían por otras causas más de 20 millones de niños por año. Por lo tanto, la mortalidad infantil fue, en comparación, mucho más alta que la mortalidad en general de la guerra más terrible de la historia de la humanidad. La mortalidad infantil puede reducirse drásticamente si los gobiernos decidieran priorizar las políticas a favor de los niños en sus presupuestos nacionales.
 

El Estado Mundial de la Infancia 2016, el principal informe anual de UNICEF, describe un panorama desolador para el futuro de las niñas y niños en situación de mayor pobreza en el mundo, si los gobiernos, los donantes, las empresas y las organizaciones internacionales no aceleran los esfuerzos para dar respuesta a sus necesidades básicas.


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Algunas de las cifras más preocupantes que recoge el informe, son: más del 80% de la mayoría de las muertes infantiles ocurrieron en Asia meridional y África subsahariana; El número de niños que no asisten a la escuela ha aumentado desde 2011; unos 124 millones de niños no acceden a educación primaria y secundaria. En 2030, 750 millones de niñas se habrán casado siendo aún niñas. Ese mismo año, 167 millones de niñas y niños seguirán viviendo en la pobreza.
 

Para el año 2030 -fecha límite para los objetivos de desarrollo sostenible de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)- a los niños en situación de vulnerabilidad les espera pobreza, analfabetismo, explotación laboral, explotación sexual y muerte prematura, una amenaza no sólo para el porvenir de los más pequeños, sino que pone en peligro el futuro de sus sociedades.
 

Si continúan las tendencias actuales, 69 millones de niñas y niños morirán debido a causas evitables de aquí a 2030 y 167 millones vivirán en pobreza.
 

En España, la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social infantil es del 34,4% y se eleva hasta el 60,3% cuando esos niños son hijos de migrantes afincados en el país, según el Informe sobre el Estado Mundial de la Infancia correspondiente al año 2015.
 

Todo ello alerta de que, a pesar de los avances conseguidos, el mundo sigue siendo un lugar muy injusto para millones de niñas y niños que se enfrentan a una vida de pobreza y de falta de oportunidades que les convierte en víctimas anónimas y muy poco mediáticas, lo que distorsiona nuestra información, llevándonos a la impresión de ser los únicos amenazados y haciendo que el miedo a sufrir sustituya a la compasión por los que sufren.


Conclusiones y paradojas

Si nos apoyamos en datos fríos y si buscamos en Internet “causas de mortalidad en el mundo”, saldrán las cifras oficiales facilitadas por la Organización Mundial de la Salud y se verá que las causas menos frecuentes de muerte en la actualidad son las guerras, la violencia y el terrorismo. Muere mucha más gente a causa, por ejemplo, del tabaco y los accidentes de tráfico.
 

En los países desarrollados hay una gran contradicción entre el estado real de la inseguridad y las magnitudes en que la estamos percibiendo, porque vivimos como si estuviéramos inmersos en un estado cierto de miedo a la violencia, sin darnos cuenta de que esa inseguridad es muy relativa y decididamente mínima si la comparamos con las cifras reales del drama que se vive de forma objetiva en las situaciones y lugares donde la muerte se enseñorea frente a nuestra egoica indiferencia.
 

Partimos de la base de que la paz y la seguridad absoluta son entelequias no compatibles con nuestra condición humana, pero, en contra de lo divulgado con dramatismo por muchos profesionales del desastre, nunca se ha vivido a lo largo de la historia una época tan larga y tan intensa de paz. La humanidad, en gran medida, vive en paz y en cierto progreso a pesar de las evidentes, numerosas y sangrantes excepciones magnificadas, no obstante, por algunos medios de comunicación y su falta de ponderación y de equilibrio en el tratamiento de las noticias
 

El mundo de hoy se ha vuelto cada vez más complejo. Las fuerzas sociales moldean a los individuos en el qué pensar, cómo actuar, y qué creer, de una forma que beneficie a la sociedad impulsada por el consumo.
 

Se han elevado súbitamente las capacidades tecnológicas y la fuerza de trabajo, y, sin embargo, la pobreza y la desigualdad de la riqueza están todavía muy extendidas y cada vez más polarizadas en todo el mundo.
 

El conflicto básico es cómo está siendo desatendido el problema en aspectos de educación y cultura. Necesitamos aprender cómo abordar cualquier situación desde el discernimiento, mirar desde todos los ángulos, y hacer una hipótesis formulada a través del pensamiento crítico; sabiendo que la información está siempre sujeta a cambios si una nueva evidencia se presenta.


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Los ciudadanos tienen que despertar a la valoración de estas realidades complejas, movilizar su opinión y emprender acciones colectivas para intentar actuar en pro de una mejora de sus propias conductas así como del status quo que consiente la demencial escala de valores actual, provocando un cambio fundamental en las decisiones gubernamentales. Los gobiernos han de estar al servicio del ser humano, su bienestar, su supervivencia y su paz y, más allá de sus competencias territoriales, unirse para trabajar por que estos derechos fundamentales dejen de ser violados en cualquier rincón del planeta.
 

Por último, es hora de que el mundo como un colectivo supere esta gran ilusión del miedo y deje que la solidaridad y la sostenibilidad tomen el control y guíen a la gente por su camino natural de coherencia hacia una seguridad consolidada en el bien común.
 

La seguridad global hay que abordarla con inteligencia y visión holística y como consecuencia seguridad e inteligencia son un binomio indisoluble como partes de un mismo objetivo, que, ahora especialmente, de forma integral e integrada, deben avanzar y potenciarse en un despliegue de iniciativas sensatas y preventivas contra la amenaza real de ese enemigo oculto, difuso y confuso que vive entre nosotros y que adopta tan distintos disfraces.


El ex presidente de EE.UU., Bill Clinton, será recordado por diversas cosas, pero una de ellas es por la frase de "…es la economía, idiota", que utilizó para criticar a Bush padre en campaña electoral. Cambiando la palabra "economía" por "cambio climático" tenemos la respuesta para los que busquen el principal motivo de preocupación actual:
“…es el cambio climático, idiota”…


Según la Organización para las Naciones Unidas (ONU), por cambio climático se entiende un “Cambio de clima atribuido directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial, y que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo comparables”.

Cambio climático e inseguridad

A estas alturas ya se sabe con certeza que no es una hipótesis ni una suposición agorera la gran importancia de la parte del cambio climático atribuible a la actividad humana, y que representa un peligro real de graves consecuencias para los países y sus ciudadanos, y se ha de enfocar como el gran reto ambiental y socioeconómico del siglo XXI.
 
Desde la revolución industrial, los efectos derivados de ese frenético crecimiento se han ido evidenciando de forma paulatina como una lacra, consecuencia directa de nuestro modelo de desarrollo: un cáncer que amenaza con engullir al organismo del que se alimenta. Sufrimos la fiebre, la angustia, la toxicidad y el deterioro orgánico que conlleva, sin que, paradójicamente, alcancemos todavía a percibir que es la más seria amenaza para nuestra sociedad, nuestra civilización y nuestras vidas.
 

Causas del cambio climático

Las causas del cambio climático atribuibles a la actividad humana son variadas, y van desde la contaminación en todas sus formas, especialmente la quema de petróleo, carbón y gas natural, que han causado un aumento del CO2 en la atmósfera creciente y sin precedentes a las emisiones de metano de la ganadería, además de otros gases de efecto invernadero, que producen el consiguiente incremento de la temperatura, desproporcionado desde el comienzo de la era industrial.

La Oficina Meteorológica Mundial (OMM), advertía ya en 2015 que la concentración media de CO2 en la atmósfera superará también globalmente las 400 partículas por millón (ppm), frente a las 278 de hace dos siglos y por encima de los 350 considerada por los científicos como la línea de “seguridad” para evitar un impacto incontrolable en el clima.  

El Acuerdo de París, recientemente ha entrado en vigor, por primera vez concitó el compromiso mundial por “mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5 grados”, pero siguen siendo muchos los países que no sólo no renuncian a aminorar su velocidad de combustión sino que ni siquiera aceptan dejar de aumentar su velocidad en la loca carrera mundial hacia la nada.
 

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Un dato que se desprende del trabajo realizado por la NASA, es que nueve de los diez años más calientes de la historia se registraron en el período 2000-2011, sin que esa cifra haya dejado de aumentar.
 
Los últimos años del siglo XX se caracterizaron por registrar sucesivas temperaturas medias que fueron siempre” las más altas del siglo”.
 
Rachel Kyte, vicepresidente para Desarrollo Sostenible del Banco Mundial anunció en el año 2013, que el costo económico por los desastres naturales que esto conlleva aumentó cuatro veces desde 1980.  

Consecuencias ambientales

Muchas son las consecuencias ambientales que ya se manifiestan a nuestros ojos y corroboran los científicos, pero no son el único peligro porque, frente a ellas se levantan los dramas poblacionales y la peligrosidad que conllevan los movimientos evitativos de quienes los padecen. Se puede representar como una amenazante pinza, que coloca a los seres humanos entre la espada de la fuerza destructiva de sus hogares, sus pueblos y sus familias, y la pared de indiferencia que estrangula su esperanza, condenándoles al peregrinaje en busca del espacio de paz y bienestar prometido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
 
El cambio climático se manifiesta en gran medida a través de su impacto en los recursos hídricos, es decir, catástrofes climáticas, inundaciones y sequías que son cada vez más evidentes en muchas partes del mundo y que amenazan a la vida vegetal, animal y humana y, con ello al propio desarrollo de los países.
 
Una situación que afecta a los países más desfavorecidos de forma especialmente aguda, si bien los países desarrollados también padecen sus efectos.
 
Según cifras de Unicef, más de 4.000 niños menores de 5 años mueren diariamente por causas directas o indirectas derivadas de la falta de acceso al agua potable, es decir, casi un millón y medio al año de muertes evitables, representan la más grave y evitable catástrofe humanitaria.  

Dimensionémoslo para hacernos una idea realista:

Imaginemos que cada noche se llena un campo de fútbol de criaturas tiradas, que agonizan ante los ojos de los espectadores, y que van muriendo lentamente y sin ayuda (una cada veinte segundos), mientras el público impasible aguarda la salida de los jugadores, recién fichados por cantidades astronómicamente superiores a las que salvarían la vida de éstos y de muchos otros millones niños… Sin embargo, con sólo 300 € se podría haber construido un pozo con brocal y abrevadero en cualquiera de sus poblados, recursos que no llegaron a tiempo ni llegarán a ver.
 
En la actualidad, unos 1.800 millones de personas beben agua contaminada por la bacteria e-coli, 2.400 millones carecen de retretes adecuados y casi 1.000 millones defecan al aire libre. No llegan a soñar con un trabajo, un coche o poder pagar la universidad de sus hijos, sino simplemente con agua potable segura y suficiente para satisfacer necesidades tan básicas como su higiene, bebida y alimentación, evitando ser víctimas de la altísima mortalidad por enfermedades infecciosas tan superadas en nuestros mundo desarrollado como la disentería, el dengue, el tifus o el cólera.  

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No es de extrañar que esos padres (cualquier padre o madre lo haríamos) emigren para buscar solución a su supervivencia y la de los suyos, y vengan a pedirnos su parte del pastel del progreso. Su miseria es amenaza sobre sus propias vidas y tenaza sobre nuestras conciencias, y sus movimientos por escapar de esa miseria han de contar con nuestra más efectiva ayuda porque, si no lo hacemos por fraternidad y compasión, el cambio climático que torció su destino resecando su tierra y su piel hasta volverla cuero, habrá resecado nuestro corazón hasta volverlo inservible.

Crecimiento de la demanda y los problemas

La agricultura es el principal consumidor de agua y se espera que, en la mayoría de los países su demanda supere al 70 por ciento del consumo actual.


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En este sentido, mientras que la población mundial ha aumentado rápidamente hasta más de 7 billones, y estimándose en más de 9 billones para el año 2050, el uso del agua para consumo humano, agrícola, industrial y otros usos se ha sextuplicado.
 
Para adaptar los recursos a este rápido crecimiento poblacional, la producción de alimento tendrá que duplicarse, pero la cantidad de agua y tierra cultivable disponible seguirá siendo la misma o disminuirá.
 
UNICEF nos confirma que los más vulnerables son de nuevo esos casi 160 millones de niños menores de 5 años que, a nivel mundial, viven en zonas de alto riesgo de sequía, sin olvidar que alrededor de 500 millones viven en zonas de frecuentes inundaciones.

El cambio climático y la inseguridad

Podemos concluir que el cambio climático genera una crisis creciente con importantes repercusiones en las economías, la salud y la producción alimentaria, entre otras, y las consecuencias de los efectos de este fenómeno ambiental tendrán incidencia en ámbitos sociales, afectando a los distintos escenarios geopolíticos y geoestratégicos, y representando un problema de seguridad humana y ciudadana de consecuencias aún imprevisibles que afectarán a la sostenibilidad global, que ya se está haciendo patente, sobre todo, a través de migraciones hacia los grandes núcleos urbanos.


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El cambio climático suele entenderse como un problema exclusivamente ambiental pero la realidad es que los efectos producidos tienen un impacto significativo, pernicioso e irreversible en todos los ámbitos de desarrollo de la sociedad. Por todo ello, hay que percibirlo como un “generador de peligros” y, por tanto, hablar de nuevos riesgos y amenazas cuyos potenciadores son la pobreza y las desigualdades, la posible debilidad de las instituciones encargadas de la ordenación de los recursos y la solución de los conflictos, las divisiones entre las comunidades y las naciones, así como la falta de acceso suficiente a la información o los recursos, una amenaza real para la seguridad humana y un desafío para la seguridad nacional y la estabilidad internacional.
 
Por sus dimensiones, el cambio climático ha rebasado los círculos científicos para convertirse en una cuestión de preocupación social con alto potencial desestabilizador, y es incuestionable que ha de formar parte del debate político y, consecuentemente, recibir una especial atención y responsabilidad por parte los medios de comunicación.
 
Ya hace tiempo que hemos sido advertidos de que el cambio climático amenaza con provocar una nueva “época de violencia”. Así lo dijo el presidente de la Internacional Socialista (IS), George Papandreou, que predijo que el cambio climático amenaza con desatar una “época de violencia nunca vista” hasta ahora.
 
Igualmente, en la Cumbre del Milenio, fueron destacados como factores amenazantes derivados de esta circunstancia: la persistencia de la pobreza, el hambre y las enfermedades; el rápido crecimiento de los asentamientos urbanos ilegales con viviendas insalubres e infraestructura y servicios inadecuados; las altas tasas de desempleo, especialmente entre los jóvenes; y la escasez cada vez mayor de tierras, agua y otros recursos necesarios para frenar estas nuevas amenazas y riesgos.  

Repercusiones

Con todo ello, el cambio climático tiene y tendrá graves repercusiones para la seguridad humana y ciudadana, específicamente, por:
 
  • La vulnerabilidad que desencadena, pues el cambio climático representa una amenaza para la seguridad alimentaria y la salud humana, y aumenta el grado de exposición de los seres humanos a fenómenos extremos;
  • Las consecuencias para el desarrollo, porque, produce una desaceleración o una reversión del proceso de desarrollo, y aumenta la vulnerabilidad y la incapacidad de los gobiernos para mantener la estabilidad socioeconómica;
  • Las imprevisibles reacciones a la inseguridad ciudadana percibida por el incremento de la migración, sobre todo en las grandes ciudades;
  • Los potenciales conflictos sociales locales o nacionales, derivados de lucha por la escasez de recursos;
  • Los potenciales conflictos internacionales que pueden repercutir en la cooperación internacional.
En cualquier caso, todos los datos indican que el cambio climático provocará una serie de problemas económicos al afectar negativamente al crecimiento y erosionar la base de la gestión de los recursos, con lo que el coste económico puede llegar a ser muy elevado y se abre un escenario de posibles problemas de grandes dimensiones.

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Su relación con la seguridad
La combinación de los factores indicados evidencia que el cambio climático amenaza no sólo con incrementar las diferencias sociales y agravar la pobreza sino con desencadenar y propagar múltiples conflictos y, por ello, ha de contemplarse como un problema de seguridad global que podría llegar a afectar a derechos fundamentales en oposición e incrementar los conflictos.
 
En el ámbito de las Naciones Unidas, en 2009, el Secretario General presentó un documento a la Asamblea General de la ONU sobre “El cambio climático y sus posibles repercusiones para la seguridad”, donde se le percibe como un “multiplicador de amenazas” (exacerbando las causas ya existentes de conflictos e inseguridad) y se señalan varios “reductores de amenazas”, es decir condiciones y medidas, políticas e institucionales, que son deseables por sí mismas, pero que también ayudan a disminuir el riesgo de inseguridad relacionado con el clima, aliviando esas tensiones.

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En este planteamiento y a este nivel, cabe destacar diversos aspectos que vinculan el cambio climático con la seguridad global y local.
 
La magnitud de determinadas amenazas concretas, la resiliencia y el poder de recuperación de las personas, las comunidades y las sociedades, así como su capacidad de adaptarse efectivamente a esas amenazas, inciden en las repercusiones del cambio climático para la seguridad.
 
Así, un primer aspecto vincula los efectos del cambio climático con las amenazas para el bienestar de las comunidades más vulnerables, especialmente, hacia el desarrollo económico. Desde esta perspectiva, la interrupción de las ayudas o una fuerte desaceleración del crecimiento a causa del propio cambio climático podría entrañar una grave amenaza para la seguridad de los países en desarrollo, además de incrementar la pobreza y la desigualdad.
 
Otro aspecto importante es el que vincula el cambio climático con los cambios en la disponibilidad de recursos naturales y la posibilidad de acceder a éstos, así como con la competencia resultante y las posibles implicaciones territoriales entre países.  

Acciones y tendencias imprescindibles

En primer lugar, y ante todo, han de concienciarse los gobiernos de la necesidad inmediata de intervención eficaz de cara a la eliminación a corto plazo del consumo de combustibles fósiles, potenciando las energías alternativas, el consumo inteligente, el reciclaje y la cultura del bien común y el desarrollo sostenible. Sin este urgente cambio de paradigma no seremos más que palomos ciegos conduciendo un velocísimo tren de locos hacia el abismo.
 
Los científicos ya están de acuerdo en que no hay tiempo que perder, el punto de no retorno está ya encima y sólo atajando las causas podremos ser eficaces en el tratamiento de las consecuencias.
 
Aunque ahora mismo nos despertáramos de la embriaguez suicida que padecemos, ya tendríamos tarea para los próximos mil años pues las acciones del hombre ya han producido un impacto sobre el equilibrio medioambiental suficiente para que tengamos que vérnoslas con catástrofes ciclónicas, contaminación de aire, suelo y agua, nuevas corrientes submarinas, deshielo inusitado de glaciares y zonas polares, desertización galopante, incendios e inundaciones nunca antes vistas en muchas zonas, etc.
 
En este sentido, podemos concluir que estamos ante un problema global que sólo puede afrontarse con soluciones globales, con unos acuerdos mundiales sobre seguridad climática y cooperación entre los distintos países que hoy, más que nunca, es fundamental.
 
En primer lugar, es imprescindible luchar contra la cultura del derroche e introducir en los sistemas educativos la asignatura del consumo inteligente y el bien común, que permita enseñar desde la infancia a valorar el crecimiento responsable.
 
Hay que tomar conciencia y difundir la necesidad de una nueva cultura del agua, del aire y de la tierra, concebirlos como regalos sagrados y no como recursos, y realizar acciones y campañas de sensibilización de amplia visibilidad y compromiso.

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Debemos unir esfuerzos para alcanzar un modelo de desarrollo que sea compartido y sostenible, que fomente el equilibrio, la paz y la seguridad entre las naciones, que impulse la cooperación y la solidaridad y que, como consecuencia, aleje los conflictos. En definitiva, un desarrollo humano que se construya sobre un nuevo paradigma basado en cuatro condiciones irreductibles: el bien común, la justicia, la libertad y la seguridad. Sólo desde esa base lograremos el sueño de vivir en un mundo mucho más saludable, sostenible y seguro.


En busca de un nuevo paradigma de seguridad

Vivimos momentos de imprescindible reflexión en la compleja ciencia de la seguridad, cuyos paradigmas se tambalean tras los impactos sufridos en sus cimientos teóricos.

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Precisamos de nuevos modelos de seguridad, nuevos sistemas de investigación, prevención, protección y respuesta inteligente ante los nuevos riesgos y amenazas.

Los problemas de seguridad se han de abordar como sistemas complejos, y la teoría de la complejidad, puede ser una buena forma de entender y gestionar el riesgo y de pronosticar colapsos o situaciones de gran impacto social.

Cuanta más inteligencia, procedimientos y sistemas de seguridad tengamos a nuestra disposición, y cuanto más diestros seamos en su manejo, mayor será nuestra capacidad de controlar estos nuevos riesgos y amenazas de alto impacto social en un mundo de inseguridad globalizada.

El diseño del perfil, misión y visión de nuestros directivos de seguridad integral, tanto a nivel nacional como internacional, necesita de manera especial poder abordarse con un nuevo enfoque que refleje cuanto antes este cambio de modelo.

Precisamos redefinir y seguir desarrollando las aptitudes, actitudes y objetivos del directivo de seguridad, enriqueciendo el análisis en base a diez puntos básicos:
 
Necesidades del Sector y del Mercado

En primer lugar, para implementar un modelo eficiente, hay que distinguir bien los diferentes requisitos del directivo de seguridad empleado en el sector y el situado en empresas e instituciones como usuarios, porque, aunque ambos deben tener un perfil único, sus objetivos son diferentes.



  Nuevos gestores

Nuestros directivos han de ser gestores especializados y multidisciplinares: gestores de la inseguridad y la seguridad, gestores del riesgo, amenazas y vulnerabilidades de las infraestructuras que protegen..., gestores con visión transversal de sus organizaciones y orientados a conseguir la continuidad del funcionamiento con toda la seguridad requerida.

Y, además, gestores con visión transversal de sus organizaciones, conocedores del global de su misión, visión y valores, y orientados a conseguir, al menor coste posible y con las menores incidencias deseables, la integridad de infraestructuras y continuidad del funcionamiento.
 


Liderazgo

Han de ejercer un total liderazgo como gestores de una seguridad integral e integrada, como estrategas, siempre vinculados a su visión y misión, tanto en el sector como en el mercado de las seguridades y, muy especialmente, en todo lo relacionado con la protección de las infraestructuras críticas y estratégicas.
 

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Visión global

Deben disponer de una visión global de los riesgos y las protecciones directamente relacionadas con la seguridad y la resiliencia de sus infraestructuras, organización e instalaciones, para garantizar ese funcionamiento sin discontinuidades críticas.


Pensamiento cuántico

Esa deseable visión global le va a permitir interpretar la realidad con una nueva actitud que le libere de los rígidos modelos tradicionales basados en la compartimentación de funciones, abriéndose hacia el objetivo, más dinámico y flexible, de mirar con ojos de ver y abandonar el “siempre se hizo así”.
 

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Únicamente en base a este pensamiento no lineal, que llamaremos cuántico, podrá abrirse a nuevos paradigmas que le predispongan a una visión transversal y holística, haciendo con ello posible un perfecto aprovechamiento, tanto de los métodos más tradicionales como de los más recientes.


Formación multidisciplinar

Un pensamiento flexible y abierto a la imaginación y al conocimiento que tiene que cimentarse en una formación tanto holística, en lo referido a los conceptos y metodologías, como especializada, en cuanto a todo lo relacionado con el sector.


Convergencia

La convergencia de las seguridades, con una total integración y especial tratamiento del conjunto de la seguridad física, más la seguridad lógica ha de estar liderada por una formación multidisciplinar.
 

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Seguridad integral e integrada

En definitiva, sólo es posible esa convergencia de las seguridades, como resultado de la visión global de todas las funciones e instalaciones, básicas y de seguridad, que constituyen el conjunto de las infraestructuras y bienes a proteger, así como la formación debida para garantizar su continuidad de funcionamiento.


Tecnología

Tampoco hay excusa en los medios disponibles. Actualmente, a través de un sector especializado y normalizado, se dispone de tecnologías y sistemas que ofrecen soluciones adecuadas para su aplicación a la protección de infraestructuras básicas, críticas y estratégicas.
 

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Reflexiones y recomendaciones

El desarrollo de estas exigencias básicas, va a dirigirnos con mayor celeridad al establecimiento de los nuevos paradigmas necesarios para el correcto desempeño de nuestros directivos de seguridad integral, clave principal de las seguridades de nuestro sector y mercado.

Es necesaria una urgente actualización de la actitud y aptitudes de nuestros gestores, garantizando unos conocimientos y formación multidisciplinar orientada a la convergencia de las seguridades, junto con una notable capacidad de liderazgo, visión global de los riesgos y soluciones, flexibilidad y desarrollo de un pensamiento cuántico.

En definitiva, tenemos que redefinir y potenciar una nueva cultura de seguridad integral para nuestros directivos.
Ahora, más que nunca, es tan importante la imaginación como el conocimiento y la inteligencia.

 


Vivimos momentos de imprescindible reflexión en la compleja ciencia de la seguridad, cuyos paradigmas se tambalean tras los impactos sufridos en sus cimientos teóricos. Aunque los analistas no creen que vaya a haber un colapso de la seguridad ciudadana y el terrorismo, los paradigmas actuales no presentan buenos pronósticos, ni indicadores ni tendencias que una lógica positiva pueda sostener.


Creo que es importante recordar que ninguna amenaza o crisis de seguridad es igual a otra, pero podemos aprender mucho del pasado, y hay elementos que se parecen a los que en crisis anteriores han producido o terminado en conflictos o amenazas permanentes.

En este sentido, uno de los impactos más importantes ha sido el daño irreversible y la alarma social provocados en EE.UU. tras aquel nefasto 11S de 2001, que sigue vivo en la mente de muchos ciudadanos. La experiencia fue terrorífica, y vimos, cuando menos, desdibujarse los guardabarreras de nuestros miedos, cambiar nuestra percepción del terrorismo y desmontarse el paradigma de la seguridad que gozábamos en un mundo protector y protegido, que creíamos casi invulnerable.

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Pero esta pérdida de referentes no ha sido generada solo por las acciones violentas de grupos fanáticos o personas autoexcluidas del sistema, sino que las acciones y omisiones que les precedieron echaron leña al fuego y cocieron a fuego lento conflictos armados, inmigración obligada de refugiados, desigualdad en el reparto de los bienes patrimoniales, miseria, desempleo, corrupción, carencias y diferencias sociales, enfrentamientos étnicos y muchos otros crímenes, desequilibrios y desmanes que provocan crecientes traumas, tensiones y estrés social.

Ese, y no otro, es el caldo de cultivo que desemboca en una inseguridad humana local y global que se hace manifiesta en un determinado momento, pero proviene de tiempo atrás. Las crisis de seguridad se toman su tiempo para desarrollarse.

Por otro lado, la respuesta desplegada contra este tipo de terrorismo de alto impacto social, principalmente a través de las llamadas guerras preventivas, ha producido un efecto en cascada de llamada o de contagio y muchos daños colaterales. Como consecuencia, el peligro de la amenaza terrorista experimentado en un área geográfica determinada se ha esparcido a otras áreas, en principio no relacionadas, a través del mal llamado “eje del mal”.

A este respecto, es importante tener en cuenta el modo en el que actúan los noticiarios, medios de comunicación, Internet y redes sociales, generando corrientes, tendencias y emociones que hacen que la gente se enfoque en lo instantáneo y siga con facilidad corrientes de opinión irracionales, olvidándose de reflexionar y buscar opiniones propias basadas en el conocimiento del origen y variables presentes en cualquier crisis o conflicto.

Desafortunadamente, no es dentro de ese contexto ni con esas variables como puede gestionar el mundo sus seguridades e inseguridades.

Precisamos de nuevos paradigmas de seguridad, nuevos sistemas de investigación, prevención, protección y respuesta inteligente a los nuevos riesgos y amenazas a enfrentar, dado que los mantenidos hasta este momento están obsoletos.

Para cualquier análisis es preciso contar con la experiencia y, nosotros, con el paso del tiempo, hemos podido comprobar cómo los problemas de seguridad se han de abordar como sistemas complejos, y la teoría de la complejidad, una rama de la física, puede ser una buena forma de entender y gestionar el riesgo, y de pronosticar colapsos o situaciones de gran impacto social. (Sobre este asunto ya he disertado y escrito artículos que fueron publicados en revistas y blogs profesionales, pero siempre es necesario seguir profundizando).


Sobre la seguridad y la complejidad

Hasta el 11S se tenía la certeza absoluta de que el paradigma de seguridad existente, modelo de protección que pretendía asegurarnos un confort inextinguible y aparentemente controlado, era el único posible.

Este hecho, me parece de especial importancia, puesto que, cuando realizamos afirmaciones de este tipo, tan taxativas, sobre la imposibilidad de la existencia de más opciones que las planteadas, como es el caso de algunos países anclados en la prepotencia, suele ocurrir que esa letanía acaba convirtiéndose en una creencia, y lo que tienen las creencias, principalmente, es que acaban por condicionar los comportamientos y las decisiones desde lo personal hasta lo político e institucional. Las acciones y decisiones que tomemos estarán influenciadas por esas certezas absolutas equivocadas o poco sostenibles.

Ahora, cuando realicemos estudios de seguridad, cuando planifiquemos la implantación de nuevos métodos o adquisición de nuevos equipamientos o instalaciones, o cuando abordemos los planes formativos de seguridad en nuestras infraestructuras, no debemos hacerlo condicionados por esa falsa certeza de tenerlo todo completamente controlado, puesto que ya sabemos que la seguridad total no existe y la inseguridad está globalizada.

La realidad es que no sólo debemos tener en cuenta que la seguridad es un sistema complejo, sino que, además, debemos contraponer sencillez a complejidad. La complejidad derivada de la globalización y la elevada interconexión de las inseguridades se debe contrarrestar o contrastar con la situación básica de la seguridad en las infraestructuras estratégicas y críticas, en general, y en algunos países, en particular.

La idea principal no es tratar de predecir sucesos como si fueran cisnes negros, según la teoría de Taled, sino construir robustez de conocimiento frente a las actitudes negativas que se producen y poder aprovechar el pensamiento positivo. Taleb, en su aplicación a la economía, sostiene que los bancos y empresas comerciales son muy vulnerables a sucesos peligrosos tipo “cisne negro” y están expuestos a pérdidas superiores a las pronosticadas por los modelos estadísticos y matemáticos, que él considera defectuosos. En nuestra aplicación a las seguridades, las vulnerabilidades se encuentran en los ciudadanos, en general y en las infraestructuras estratégicas y críticas, en particular.

Y es que incrementar las inseguridades provoca salvajes y peligrosas oscilaciones que no dejan margen al error y la convivencia global sostenible.

Por todo lo cual, debemos ir a un mundo en el que la seguridad globalizada sea más parecida al mundo real, donde los Estados, y no los ciudadanos, sean los que tomen los riesgos.

En este sentido, lo que aquí podemos llamar un “cisne negro” es un suceso bajo, al menos, tres aspectos. En primer lugar, el terrorismo de alto impacto social, ya no es un caso atípico y que se encuentra en el ámbito de las expectativas potenciales porque hay en el pasado graves experiencias que puede apuntar de manera convincente a su posibilidad. En segundo lugar, conlleva un objetivo de impacto extremo de daño indiscriminado. En tercer lugar, a pesar de su condición de gravedad, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones de su presencia después de los hechos, por lo que es explicable y predecible.


Cambios de paradigma de Kuhn

Un cambio de paradigma (o ciencia revolucionaria) es, según indica Thomas Kuhn[1] en su influyente libro “La estructura de las revoluciones científicas” (1962), una revolución científica, un cambio en los supuestos básicos, o paradigmas, dentro de la teoría dominante de la ciencia.

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Según Kuhn, «Un paradigma es lo que los miembros de una comunidad científica, y sólo ellos, comparten».

Una revolución científica se produce cuando, de acuerdo a Kuhn, los científicos encuentran anomalías que no pueden ser explicadas por el paradigma universalmente aceptado dentro del cual ha progresado la ciencia hasta ese momento. El paradigma no es simplemente la teoría vigente, sino toda la cosmovisión dentro de la que existe, y todas las implicaciones que conlleva.

Cuando suficientes anomalías significativas se han acumulado en contra de un paradigma vigente, la disciplina científica cae en un estado de crisis. Durante esta crisis se intentan nuevas ideas, tal vez las mismas que antes se descartaron. Finalmente, se forma un nuevo paradigma, que consigue sus propios seguidores, y ocurre una batalla intelectual entre los seguidores del nuevo paradigma y los que resisten con el viejo paradigma.

Cuando una determinada disciplina ha pasado de un paradigma a otro, esto se denomina, en terminología de Kuhn, una revolución científica o un cambio de paradigma. A menudo es la conclusión final, resultado de este largo proceso, lo que se entiende por cambio de paradigma cuando se usa el término coloquialmente; simplemente el cambio (a menudo radical) de la visión del mundo, sin hacer referencia a las especificidades del argumento histórico de Kuhn.

Desde la década de 1960, el término también se ha venido utilizando en numerosos contextos no científicos para describir un cambio profundo en un modelo fundamental o la percepción de acontecimientos, a pesar de que el propio Kuhn restringió el uso de la palabra a las ciencias duras. Este puede ser el caso de su aplicación a la ciencia de la seguridad, muy compleja y abierta a la necesidad de utilizar tanto el pensamiento newtoniano como el pensamiento cuántico.


No tenemos ni podemos tener todo bajo control

En materia de seguridad, es importante no olvidar y asumir permanentemente la realidad de que no tenemos ni podemos tener todo bajo control.

Con el tiempo vamos generando nuevos procedimientos de estudio y trabajo contra las inseguridades, aparecen nuevos equipamientos y sistemas de seguridad que, igualmente, traen consigo nuevos riesgos y nuevas variables que hemos de tener en cuenta y que se pueden escapar a nuestro control. Por tanto es de vital importancia mantener la percepción de que el riesgo puede acabar materializándose en cualquier momento.

En este sentido, es principal y fundamental el desarrollo permanente de nuevas metodologías de gestión del riesgo. Aquí es donde radica la importancia de este concepto pues nuestra guerra no es la aparición de “cisnes negros” o acciones puntuales. Los eventos adversos o materialización de los riesgos o amenazas aparecerán en el entorno de nuestras infraestructuras, cuando las circunstancias de inseguridad que las envuelven sean favorables para su aparición o ejecución.

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Por tanto, en lugar de limitarnos a resolver las consecuencias de nuestras debilidades, promovamos la fortaleza que la inteligencia y la coordinación de medios puede proporcionarnos. Nuestras actuaciones deberán ir dirigidas a controlar ese entorno, a reducir al máximo la probabilidad de que estos “cisnes negros” aparezcan, y a minimizar al máximo el posible daño que estas acciones puedan generar.

Y es ahí donde entramos en juego todos los integrantes de una organización, infraestructura o institución a proteger, porque de todos nosotros depende el poder tener a nuestro alcance la mayor información, conocimiento e inteligencia que nos facilite ese control sobre el entorno y sus riesgos y amenazas.


A modo de resumen

La seguridad, la implantación de sus nuevos paradigmas, es una cuestión de actitudes y aptitudes.

De nosotros, de los ciudadanos en general, y de cada uno de, los recursos de seguridad pública y privada en particular, depende el añadir nuevos procedimientos y sistemas a nuestro haber para lograr el buen fin perseguido.

De nosotros depende el generar sinergias entre todos para su implementación y optimización de forma eficiente y sostenible.

De nosotros depende el adquirir la capacitación y destreza suficiente para su mejor utilización.

Porque cuanta más inteligencia, procedimientos y sistemas de seguridad tengamos a nuestra disposición, y cuanto más diestros seamos en su manejo, mayor será nuestra capacidad de controlar estos nuevos entornos de terrorismo de alto impacto social en un mundo de inseguridad globalizada.

Un sistema complejo puede entrar, en cualquier momento, en un estado crítico y la amenaza del terrorismo es como una nebulosa que nos impide ver lo que tenemos delante.

Enfrentémonos a los riesgos y amenazas con la máxima proactividad posible, basándonos en la inteligencia aplicada y los mejores sistemas de prevención y protección disponibles, bien planteados e implantados, pensando en global y actuando en local, y dejemos de obsesionarnos con los “cisnes negros”.

[1] Kuhn usó la ilusión óptica del pato-conejo para demostrar la forma en que un cambio de paradigma podía provocar que la misma información se viese de forma totalmente diferente. Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=667017

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Editado por
MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO
Eduardo Martínez de la Fe
MANUEL SANCHEZ GÓMEZ-MERELO, es consultor internacional de seguridad, arquitecto técnico y periodista. Completa esta formación con diversos cursos de postgrado en las áreas de seguridad pública y privada, defensa comunicaciones.

Dedicado por más de 30 años a la Consultoría e Ingeniería de Seguridad y Defensa por más de 20 países como asesor para asuntos aeroportuarios, puertos, cárceles hospitales, entidades bancarias, museos, transporte ferroviario, servicios de Correos y puertos.

Es socio fundador y presidente para Europa de la Federación Mundial de Seguridad (WSF), Director para Europa de la Secretaría Iberoamericana de Seguridad, Asesor gubernamental en materia de integración operativa de seguridad pública y privada en diversos países latinoamericanos.

Como experiencia académica es profesor de postgrado en ICADE (Universidad Pontificia Comillas de Madrid) desde 1986, codirector de postgrado en la Facultad de Psicología (Universidad Complutense de Madrid) y director del Curso de Seguridad en Infraestructuras Críticas del Instituto General Gutierrez Mellado de la UNED, así como conferenciante habitual y profesor en más de 20 países sobre Seguridad y Defensa.

Su representación institucional es principalmente como Miembro Experto de la Comisión Mixta de Seguridad del Ministerio del Interior, Director para Europa de la Federación Panamericana de Seguridad (FEPASEP), representante “ad honores” de la Federación de Empresas de Seguridad del MERCOSUR (FESESUR), asesor del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para asuntos de Seguridad Ciudadana y Observatorio de Delincuencia en Panamá, socio fundador y de honor del Observatorio de Seguridad Integral en Hospitales (OSICH), socio fundador y vicepresidente de la Asociación para la Protección de Infraestructuras Críticas (APIC)

Autor y director de la BIBLIOTECA DE SEGURIDAD, editorial de Manuales de Proyectos, Organización y Gestión de Seguridad

Actualmente es presidente y director del Grupo de Estudios Técnicos (GET), socio-senior partner de TEMI GROUP Consultoría Internacional y socio-director de CIRCULO de INTELIGENCIA consultora especializada.