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El hacinamiento origina condiciones inhumanas para los recluidos, corrupción y violencia por la lucha de un espacio mínimo en donde vivir y pernoctar, factor que, a su vez, entorpecen el cumplimiento del tratamiento penitenciario para la reinserción social del recluso y disminuye ostensiblemente las oportunidades de trabajo, educación, cultura, deporte y recreación para los internos, además de dificultar la capacidad de control y la gobernabilidad por parte de las autoridades penitenciarias comprometiendo la obligación de los Estados de garantizar la vida e integridad física de las personas privadas de la libertad.
Estamos ante una emergencia social… mucho más que una emergencia carcelaria ya declarada en algunos países de la Región.
Manuel Sánchez Gómez-Merelo
Consultor Internacional de Seguridad
Ex Coordinador de Seguridad de Instituciones Penitenciarias
Para hablar de la inseguridad ciudadana, una vez más, antes hemos de hablar de la seguridad como amplio concepto, la seguridad que es, ante todo, un estado de ánimo y como tal, una cualidad intangible, cambiante, mejorable y empeorable por cuestiones puramente derivadas de la afectividad, la sensibilidad, el estado personal y, sobre todo, por la percepción diferente de la información que, en cada momento y circunstancia recibimos y procesamos o emitimos.
Pero, en cualquier caso, es la sensación de estar en peligro, así como la incertidumbre y la insatisfacción lo que incrementan los niveles de estrés, angustia y ansiedad. Nos asusta todo aquello que atente contra nuestro sentido de pertenencia, integridad y aceptación. Todo aquello que ponga en peligro nuestra seguridad física, emocional y material que puede entrar en el menú de las amenazas contra nuestro bienestar.
En este sentido, hemos de estar atentos a la vulnerabilidad que es el grado en que las personas o bienes son susceptibles de pérdida, daños, sufrimiento o muerte en caso de una agresión. La vulnerabilidad varía según las circunstancias y cambia con el tiempo. Las vulnerabilidades son siempre relativas pero, el daño, es absoluto, y todas las personas y grupos son vulnerables en cierto grado. Sin embargo, toda persona posee su propio nivel y tipo de vulnerabilidad, acorde a sus circunstancias.
Como también hemos de hablar de la incidencia de la globalización, antes deberíamos de definir el concepto “seguridad” como terreno común de actividad de los diferentes actores y sectores. En este sentido, repensar los conceptos de bienestar, desarrollo, democracia y seguridad, desde el ángulo de la sostenibilidad, ha pasado a convertirse en una tarea vital, pero sigue siendo una asignatura pendiente.
Por otro lado, a pesar de que existe la percepción social de que el aumento de población inmigrante tiende a elevar la delincuencia, esto no es cierto en el caso de España. A esta conclusión han llegado investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid a partir de un estudio en el que se analizó, utilizando un modelo empírico con la asociación entre el aumento de la inmigración y el incremento de la delincuencia en nuestro país, sobre todo entre los años 1999 y 2009.
INSEGURIDAD CIUDADANA
Desde mediados de la década de los pasados años setenta, la inseguridad ciudadana no ha dejado de ser en las sociedades occidentales una de las cuestiones sociales más preocupantes.
Los ciudadanos, cuando oyen hablar de inseguridad ciudadana, piensan en múltiples y muy diversos problemas o situaciones, desde el terrorismo, a la venta de droga en la calle, atracos con armas, violaciones o abusos sexuales, agresiones físicas, robos en domicilios, locales, vehículos, carteras y tirones de bolsos, amenazas, actos de gamberrismo, fraudes, estafas, etc., e incluso recientemente piensan en la corrupción.
La inseguridad ciudadana se ha convertido hace ya tiempo en un desafío crucial para la gobernabilidad democrática y el desarrollo humano. Con todo, a pesar de que en el núcleo de esta inseguridad se halle la amenaza de violencia generada por los nuevos conflictos producidos socialmente, lo cierto es que las políticas de seguridad ciudadana siguen estando más ocupadas en contener o reducir los efectos extremos de estos conflictos (preferentemente la actividad delictiva dirigida contra los bienes privados) que no en minimizar los riesgos de exclusión social y de desigualdad económica y, en última instancia, el riesgo de ruptura social en el que cada vez estamos más inmersos.
El problema de la inseguridad ciudadana se ve agravado por la extraordinaria capacidad que han adquirido los medios de comunicación a la hora amplificar y de difundir en tiempo real a nivel mundial -y, por tanto, deslocalizándolos- los desastres y las violencias más extremas y preocupantes.
En la elección de los indicadores de la evolución de la inseguridad ciudadana o la preocupación de estos se trata por tanto, más que en apariencia, de una cuestión metodológica. Un ejemplo lo constituye el barómetro del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) cifras publicadas en noviembre de 2004, situaba a la inseguridad ciudadana, con el 19,1%, como el quinto problema principal que existía en ese momento en España, hoy en el año 2013 este datos es 2,8 %; el desempleo era 61%, hoy es 81,6 %; El terrorismo/ETA, era un 44,8%, hoy es 0,4 %; la vivienda se situaba en el 21,8%, hoy es el 2,0 %; y la inmigración era el 20,5% y hoy es 2,2 %. En ambos momentos la preocupación por la inseguridad ciudadana era elevada pero, diferente sus datos y su percepción.
Y en esta dirección no podemos ignorar, para abordar y comprender la seguridad ciudadana y específicamente la que está vinculada al desarrollo de turismo y actividad comercial, una perspectiva de enorme interés como es la que podríamos denominar “seguridad subjetiva”, es decir, el grado de percepción de seguridad que experimentan o se construyen los ciudadanos ante múltiples informaciones o contingencias.
Por todo ello, en términos absolutos es claro que la inseguridad ciudadana ha crecido, no obstante, la seguridad subjetiva, la percepción de seguridad que tienen los ciudadanos, actualmente, es mayor en general.
2a. Seguridad objetiva
La seguridad objetiva es aquella que puede medirse cualitativa y cuantitativamente y es resultante de las acciones proactivas y reactivas programadas por el Gobierno y las Fuerzas de Seguridad Pública.
Una seguridad objetiva, que por sus datos, hoy puede causar una alarma social por el despunte ocasional de algunos datos resultantes en 2012. Aún así, la incidencia de la criminalidad en España se mantiene entre las más bajas de la Unión Europea.
Según el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior, en el año 2012 se han registrado en España un total de 2.268.665 delitos y faltas, lo que constituye un descenso de un 0,7% con respecto al año anterior.
Los datos sobre criminalidad atienden a unos indicadores de seguridad concretos, como son la cifra total de delitos y faltas, homicidios dolosos y asesinatos consumados, delincuencia violenta, robo con violencia o intimidación, robos con fuerza, sustracción de vehículos a motor, tráfico de drogas, daños, y hurtos. La gran mayoría de estos indicadores se corresponden con los que establece la Oficina Europea de Estadística (EUROSTAT).
En el ámbito que comprende los valores a la baja, se aprecia un descenso importante de las categorías de los homicidios dolosos y asesinatos consumados (-5,7%), que corrobora una tendencia en la disminución de los delitos contra la vida; de los delitos de sustracción de vehículos a motor (-7,8%); y, a continuación, y según la importancia de la disminución de hechos delictivos, les suceden otras tipologías delictivas como el tráfico de drogas (-4,7%), los robos con fuerza (-2,2%) y los daños (-3,1%).
Por el contrario, en el año 2012, despunta un incremento de la inseguridad domiciliaria en España.
Varones jóvenes, los que más delinquen, tal y como ocurre en otros países. La proporción de varones jóvenes se asocia con una mayor tasa de delincuencia, responsable de la mayor parte de los delitos.
Por otro lado, se observa que han experimentado un incremento más relevante, en primer lugar, aquellos hechos delictivos que están vinculados a los robos con fuerza en los domicilios (25,4%), y a continuación los robos con violencia e intimidación (10,4%).
Aún así, los robos o los asaltos a viviendas unifamiliares son estadísticamente pocos, pero es evidente que crean gran alarma social y constituyen un problema de seguridad ciudadana. No se dan muchos delitos de este tipo pero su gravedad es alta.
También cabe destacar que el comportamiento al alza del indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” se encuentra condicionado por la puesta en marcha de nuevos criterios metodológicos de grabación y cómputo estadístico pues, durante el año 2012 se introdujeron procedimientos mejorados de grabación de información, especialmente en lo que respecta a la naturaleza del lugar donde se cometen las infracciones penales.
Donde anteriormente se computaban en el indicador “Robo con Fuerza en Domicilios” únicamente se tenían en cuenta los espacios habitables de determinadas viviendas (pisos, casas, etc.), en la actualidad se tienen en cuenta otros tipos de viviendas, como pudieran ser casas de campo, segundas viviendas y otras tipologías.
También con aspecto negativo, aunque con una incidencia porcentual menor, se encuentra la denominada delincuencia violenta, con un incremento del 7% respecto a 2011.
Por otro lado, los delitos típicos de las grandes áreas urbanas están comenzando a extenderse a las zonas rurales. Según las propias estadísticas del Gabinete de Coordinación y Estudios de la Secretaría de Estado de Seguridad, el robo en viviendas aumentó el pasado año un 25,4% con respecto a 2011.
Lo más reseñable, junto al aumento generalizado de los robos es que los mayores incrementos en este tipo de asaltos se produjeron en las autonomías más rurales.
En Asturias, por ejemplo, los robos en domicilios crecieron un 65,6% en 2012. En Cantabria, el mismo delito aumentó un 84,9% en el mismo periodo.
En Castilla y León, la tercera comunidad española menos poblada, el incremento de las sustracciones en casas ascendió al 64,9%. Y Extremadura, la segunda en densidad, sufrió una subida del 35,7%. Castilla-La Mancha, con la menor concentración de habitantes de España, fue la excepción, con un incremento de los robos en casas del 17,1%, ocho puntos por debajo de la media.
Más delitos en las comunidades más ricas
Tiende a haber más delitos en lugares con mayores oportunidades económicas.
El empeoramiento de la seguridad está siendo más intenso en las regiones del Norte. Además del aumento de los robos en domicilios, Asturias y Cantabria también sufrieron el año pasado un deterioro en otros campos del crimen.
En concreto, el Principado sufrió más robos con violencia e intimidación (30%) y más hurtos (11,4%). Y en Cantabria crecieron los robos con violencia e intimidación (29,7%), los robos con fuerza (11,7%), la sustracción de vehículos a motor (6,4%) y los hurtos (11,7%).
Así, en el País Vasco, los robos con violencia e intimidación aumentaron un 33,7%, y los hurtos otro 4,8%. Por su parte, en Navarra, los robos con violencia e intimidación crecieron un 82,9%, los robos en domicilios, un 35,5%, y los hurtos, un 8,8%.
Por último, La Rioja experimentó un incremento de los robos en domicilios del 92% y mayor número de robos con violencia e intimidación (8%), más delitos por tráfico de drogas (11,3%) y más hurtos (10,1%).
2b. Seguridad subjetiva
La seguridad subjetiva es aquella que realmente es percibida por el ciudadano en su propia vivencia y estado de ánimo, más importante si cabe que los resultados de las frías estadísticas y estudios comparativos.
La percepción de la inseguridad, esto es, la interpretación por el sentido común de ciertas situaciones como inseguras, es el resultado de un complejo proceso subjetivo, de definiciones y atribuciones de valor, es una construcción personal y social de la realidad.
La seguridad subjetiva depende, en suma, de las probabilidades de convertirse en víctima involuntaria de un delito, es decir, del miedo a ser víctima de la delincuencia, así como de factores como las condiciones personales, sociales, las redes de socialización y hábitos de vida y la mayor o menor vulnerabilidad o sensibilidad al mensaje de los medios de comunicación.
Restablecer el equilibrio entre las dos visiones o variables (objetiva y subjetiva) se convierte en una finalidad social para que el nivel de incertidumbre al que el ser humano se ve sometido se mantenga soportable.
Así, hay hechos que constituyen una alarma social importante porque el ciudadano normal se puede ver identificado en el lugar de las víctimas, como puede suceder en los robos con violencia o intimidación.
3. ALARMA SOCIAL
Pero dentro de la multicausalidad que genera este clima de alarma social, los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, fueron, sin duda, determinantes.
Y este enfoque multidimensional acuñado en la pasada década sigue irradiando buena parte de los emergentes discursos sociales, académicos e institucionales sobre la seguridad, orientándolos hacia los entornos de desarrollo de la ciudadanía democrática y de los derechos humanos, sin los cuáles el concepto de seguridad carece de verdadero sentido.
Cada vez que en cualquier país un nivel de seguridad se descontrola aparece de forma casi automática también un cierto nivel de Alarma Social.
Nada extraño si recordamos que la Seguridad es un estado de ánimo, una percepción personal o colectiva. Percepción de inseguridad que es la sensación de peligro que experimenta un individuo, que se constituye con base en la experiencia individual y colectiva y hace referencia a condiciones de “normalidad” construidas subjetivamente y que sensibilizan a los sujetos respecto de las posibles amenazas del entorno.
No obstante, esto es fácil pensarlo, más fácil decirlo pero sería conveniente hacer algún tipo de reflexión o análisis de la actual realidad antes de que la situación nos genere alarma social o mayor incertidumbre en los ciudadanos.
La alarma social generada en torno a los robos en viviendas del entorno rural y asaltos a viviendas unifamiliares es actualmente, más que una percepción subjetiva de inseguridad que y que las autoridades, en cualquier caso, deben acometer con rigor.
Como “decíamos ayer” en el “reinventando la seguridad”, la ruptura del paradigma de seguridad y resquebrajamiento del sistema, es decir, de la Seguridad Humana, ha hecho más perentoria la imprescindible cooperación internacional para trabajar por un sistema y una verdadera seguridad humana sostenible y, sin ninguna duda, universal.
Vamos pues hoy a tratar el tema del “reinventando la seguridad” afinando más el concepto para llevarlo al “repensando la seguridad humana”.
Vista su definición básica, en cualquier caso, y aunque esta nueva conceptualización formal y oficial se encuentra aún incipiente, sus objetivos ya están siendo en sí mismos positivos y enriquecedores, simplemente por las ventajas de su amplitud en el enfoque y la naturaleza holística de sus planteamientos, a diferencia de los tradicionales conceptos de desarrollo, además de incorporar otros directamente relacionados con la seguridad en general, como: la seguridad nacional (terrorismo, crimen organizado, lavado de dinero, narcotráfico, migraciones ilegales, etc.), la seguridad pública (delincuencia, asaltos, violaciones, robos, agresiones, abuso de autoridad, violencia de género, laboral o socioeconómica, desastres naturales, conflictos sociales, etc.), la seguridad social (salud, vivienda, medio ambiente, servicios, bienestar, alimentación, libertad de tránsito, de expresión, derecho al trabajo, etc.).
No obstante, llama la atención que hoy en día en muchas de estas visiones, tanto retrospectivas como integradoras o de convergencia, pese a pretender definir y encuadrar la Seguridad Humana en todas sus dimensiones, tanto objetivas como subjetivas, predomine en ellas una apreciación objetiva, cuantitativa y estadística. En este sentido, es importante hacer notar que todos los conceptos se asocien a índices numéricos y con frecuencia con objetivos de manipulación, búsqueda de culpables u obtención de beneficios principalmente políticos.
De igual manera, la configuración del futuro no está sólo en un objeto potencial de pronósticos probabilísticos, sino también en el resultado de acciones sobre las que en múltiples ocasiones se puede tener influencia directa o tangencial significativa. De este modo, el futuro es, sin duda, en parte previsible y en parte construible.
Bajo este enfoque, nuestro futuro no es tanto destinos que se nos imponen, cuanto producto de nuestros actos, de nuestras ideas, de nuestro trabajo y de nuestros errores. Como el presente es infinitamente complejo, no resulta conveniente centrarse en él como punto de partida del estudio del futuro (si bien es lo usual en cualquier análisis de coyuntura). Sin duda, hemos de ser más creativos y, para ello, como decía Albert Einstein: “Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
Partir del presente multilateral y complejo implica recorrer múltiples trayectorias potenciales de cada ámbito de la realidad actual. En estas nuevas dimensiones, la holística integradora y la prospectiva orientadora, son la base de su planteamiento, de un total y nuevo planteamiento.
Por otro lado, es una realidad que la posición de los profesionales es de preocupación por la situación actual de la seguridad humana y por la falta de efectividad de la seguridad global que está en manos de los Estados, muchas veces rebasados sobre todo por las acciones del crimen organizado internacional, el terror y el narcotráfico. La inseguridad es una especial amenaza que presiona de forma negativa nuestras percepciones y nos desestabiliza.
En este sentido, el miedo se ha vuelto una forma de control político, y la ira y la depresión social se han vuelto enfermedades transmisibles a través de los medios de comunicación que generan alarma social.
Todo ello, en un marco en el que todavía nos queda por vivir las amenazas emergentes nunca antes surgidas. Así, hemos de entender cómo la integración de los derechos y desarrollo humano y la Seguridad Humana son una fórmula clave para lograr el bienestar de la humanidad y una mejor calidad de vida sostenible.
Los momentos de crisis del sistema (político, social y económico) como los que estamos viviendo son periodos de gran intensidad, de gran incertidumbre y de una necesidad imperiosa de replantear conceptos, enfoques y, como parece necesario, modificar los paradigmas. Los anteriores ya se quedaron obsoletos y el hecho es que no tenemos aún el repuesto correspondiente.
Así, los innumerables alcances que se atribuyen al término “desarrollo sostenible” pareciera que trajeron aparejada la necesidad de creación del concepto de “desarrollo humano”. Y de la misma manera, quizá por otras razones, aparece con fuerza al finalizar el anterior siglo, el término “Seguridad Humana”.
Como se ha dicho, la Seguridad Humana como concepto integrador, recorre verticalmente los nervios principales que vulneran al individuo y se vuelve un principio y un derecho, tan importante que ha merecido un lugar en la Carta de los Derechos Humanos Emergentes, que pronto se entregará a la Naciones Unidas para formar parte de la Carta de los Derechos Humanos.
De ahí que reafirmemos que Seguridad Humana es una idea, un concepto con notable potencial transformador y también se vislumbra que este concepto será, sin duda, hilo conductor en las acciones de los próximos tiempos.
Hace no mucho tiempo, el concepto de Seguridad Humana comenzó a transitar el universo de las nuevas ideas, y a ser tomado, la mayoría de las veces, como una especie de nuevo paradigma que sigue requiriendo de su mejor desarrollo y su implementación universal.
Sin embargo, la dispersión en su sentido, alcance y contenido creció aún más rápidamente que su incorporación al lenguaje habitual y es con este objetivo que la ONU crea la Comisión de Seguridad Humana (CSHONU, por sus siglas en español; HSCUNO, por sus siglas en inglés), con intención de abordar el tema e intentar, en sus primeros trabajos, enmarcar sus alcances y fijar su foco de atención prioritaria.
Hablando de la definición y del concepto integrador de Seguridad Humana, hemos de determinar y desarrollar los diferentes ámbitos de estudio y sus contenidos principales, con el objeto de permitir su análisis.
Inicialmente, en una visión fuertemente sistémica hemos seleccionado, de lo tratado más comúnmente, seis ámbitos principales de análisis para la Seguridad Humana:
Seguridad ambiental, entendida como el equilibrio entre las acciones que el hombre realiza sobre la naturaleza, el uso de lo que ésta le provee, y también el manejo del impacto que la propia naturaleza ejerce sobre el hombre, vinculando el diagnóstico del presente con los objetivos en el futuro.
Seguridad social, entendida como el escenario dinámico y funcional al que todo ser humano aspira en cuanto a salud, bienestar, alimentación, derecho al trabajo, necesidades básicas satisfechas, protección, entorno social, sin exclusiones ni marginaciones de ningún tipo.
Seguridad cultural, entendida como la posibilidad de acceso a la educación y capacitación formal y continua, y también a la transmisión y respeto de los aspectos culturales propios de las comunidades y relaciones de herencia, como base de la identidad y pertenencia, en equilibrio con la universalidad del mundo globalizado que vivimos.
Seguridad económica y financiera, entendida como la posibilidad de lograr el desarrollo vital basado en el trabajo, el comercio y demás actividades lícitas, y la estabilidad económica y financiera que le permita al hombre proyectar sus expectativas a largo plazo, sin incertidumbres ni sobresaltos. Incluye la tendencia sostenida al desarrollo, por encima del crecimiento económico, y el derecho y respeto a la propiedad privada y al libre ejercicio de sus habilidades.
Seguridad ciudadana y la defensa, entendidas como el ejercicio pleno de las responsabilidades del Estado en el uso del monopolio de la fuerza, para asegurar tanto la vida interna y cotidiana de las comunidades, como en relación a las amenazas internacionales y globales que puedan poner en peligro la seguridad física, patrimonial y cultural de los ciudadanos.
Seguridad jurídica y normativa, entendida como un sistema de reglas de juego claras, estables, aplicables y adecuadas a las necesidades y aspiraciones de la comunidad, y la aplicación plena de sus alcances, con adecuados sistemas de premios y castigos, a la luz de un respeto a las libertades individuales y comunitarias, enmarcadas en los límites de la responsabilidad de los actos privados y públicos, individuales y colectivos.
Como conclusión, hemos de ratificar que el tratamiento profundo de la Seguridad Humana es una necesidad imperiosa e irreversible y una responsabilidad social ineludible de todos, pero especialmente de todos aquellos quienes tenemos la posibilidad de trabajar para avanzar en su nueva conceptualización, definición, análisis, generación de los caminos e implementación, para intentar llegar al logro de resultados aceptables.
El incuestionable incremento de la sensación de inseguridad se refleja en todos los ámbitos de la vida cotidiana donde los medios de comunicación mantienen ese fuego sagrado realimentándolo permanentemente, prácticamente solo con malas noticias que generan más inseguridad en los ciudadanos
Pero además, si importantes han sido los atentados que se han venido produciendo en esta última década en diversos países como España, Reino Unido, Rusia, Pakistán, Arabia Saudita, etc., sin duda lo más impresionante ha sido el permanente descubrimiento de nuestras vulnerabilidades, en forma de algo más que percepción o inseguridad subjetiva.
No obstante, esta ruptura del paradigma de seguridad, especialmente reflejada por atentados terroristas, está lejos de ser el único problema de inseguridad.
Las señales de alarma, las más que percepciones de inseguridad, están viniendo por todos los frentes: económicos, sociales, políticos y culturales provocando una sensación generalizada de múltiples inquietudes o problemas generalizados.
Así las grandes tensiones socioeconómicas, políticas y ambientales, han venido derivando en crisis salvajes con especial incremento de las desigualdades económicas y sociales, con creación de grandes bolsas de desempleo, delincuencia internacional, migraciones obligadas por el terror, etc. En definitiva, no solo se ha destrozado el paradigma de seguridad, sino todo el sistema de lo que podemos y debemos llamar Seguridad Humana.
Todo ello, sin perder de vista la desestabilización de los ecosistemas, el incremento en la dimensión de los desastres naturales o el aumento de las enfermedades infecciosas.
Un conjunto de riesgos, amenazas y vulnerabilidades, dentro del marco de la globalización, que no pueden simplemente resolverse con el aumento de presupuestos para protecciones internas o externas, especialmente aderezado con múltiples instituciones públicas débiles y corruptas, una justicia temblorosa y carente de medios que se enfrenta a una presión social en aumento por la indignación, con revueltas y enfrentamientos cada vez más serios y preocupantes.
Imprescindible cooperación
Esta ruptura del paradigma de seguridad y resquebrajamiento del sistema, es decir, de la Seguridad Humana, ha hecho más perentoria la imprescindible cooperación internacional para trabajar por un sistema y una verdadera seguridad humana sostenible y, sin ninguna duda, universal.
Una imprescindible cooperación internacional indudable en un mundo cada vez más globalizado, incluso para actuar en ámbitos nacionales porque, aunque en cualquier caso, hemos de pensar en global aunque tengamos que actuar en local.
Hablemos pues de nuevos paradigmas necesarios para afrontar eficazmente la multitud de nuevos retos y nuevos desafíos transfronterizos que precisan un enfoque multilateral e incluso universal.
Un enfoque multilateral que ha de terminar en una Seguridad Humana, una seguridad única en aras al verdadero bienestar e integridad de la sociedad, que actualmente vive crisis prologadas y fracasados sistemas socioeconómicos y sociopolíticos.
Estamos viviendo largos momentos de crisis por la falta real de nuevos enfoques o paradigmas para lo que hemos de subrayar como Seguridad Humana, concepto muy amplio y complejo que contiene desde los parámetros más básicos de la disponibilidad y acceso a los alimentos o servicios sanitarios y educacionales, hasta aquellos no menos básicos como la seguridad ciudadana y la jurídica.
Tan solo como un ejemplo hay que destacar que, hoy padecen hambre casi mil millones de personas en el mundo y hay tantos obesos como desnutridos en ambientes de agotamiento de recursos, crecimiento demográfico y marginación de la población más pobre o con gran incremento de desempleo y frustración que está produciendo perturbaciones agudizadas en el ámbito de la seguridad ciudadana y su incremento de la delincuencia casi obligada.
En resumen, los riesgos y amenazas se están incrementando y globalizando, las vulnerabilidades están especialmente puestas de manifiesto y el nuevo paradigma de seguridad, de Seguridad Humana, sin redefinir o reinventar.
Una Seguridad Humana que como es sabido es un tópico tan antiguo, como moderno. Su existencia proviene del pensamiento y sentimiento que siempre ha caracterizado a los seres humanos desde el principio de su existencia y que, nada más y nada menos, busca garantizar las condiciones vitales, la supervivencia y la dignidad de las personas.
No obstante, su conceptualización más reciente deriva de la creación de la Comisión de Seguridad Humana (CSHONU, por sus siglas en español; HSCUNO, por sus siglas en inglés) en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a principios del presente siglo XXI y que ha tenido resultados relativamente rápidos, desde una visión y una idea de preservación y protección de la vida.
Una propuesta, que ha de generar el cambio proactivamente para construir el futuro, más que esperar a resolver los problemas ocurridos o que están por llegar.
Dedicado por más de 30 años a la Consultoría e Ingeniería de Seguridad y Defensa por más de 20 países como asesor para asuntos aeroportuarios, puertos, cárceles hospitales, entidades bancarias, museos, transporte ferroviario, servicios de Correos y puertos.
Es socio fundador y presidente para Europa de la Federación Mundial de Seguridad (WSF), Director para Europa de la Secretaría Iberoamericana de Seguridad, Asesor gubernamental en materia de integración operativa de seguridad pública y privada en diversos países latinoamericanos.
Como experiencia académica es profesor de postgrado en ICADE (Universidad Pontificia Comillas de Madrid) desde 1986, codirector de postgrado en la Facultad de Psicología (Universidad Complutense de Madrid) y director del Curso de Seguridad en Infraestructuras Críticas del Instituto General Gutierrez Mellado de la UNED, así como conferenciante habitual y profesor en más de 20 países sobre Seguridad y Defensa.
Su representación institucional es principalmente como Miembro Experto de la Comisión Mixta de Seguridad del Ministerio del Interior, Director para Europa de la Federación Panamericana de Seguridad (FEPASEP), representante “ad honores” de la Federación de Empresas de Seguridad del MERCOSUR (FESESUR), asesor del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para asuntos de Seguridad Ciudadana y Observatorio de Delincuencia en Panamá, socio fundador y de honor del Observatorio de Seguridad Integral en Hospitales (OSICH), socio fundador y vicepresidente de la Asociación para la Protección de Infraestructuras Críticas (APIC)
Autor y director de la BIBLIOTECA DE SEGURIDAD, editorial de Manuales de Proyectos, Organización y Gestión de Seguridad
Actualmente es presidente y director del Grupo de Estudios Técnicos (GET), socio-senior partner de TEMI GROUP Consultoría Internacional y socio-director de CIRCULO de INTELIGENCIA consultora especializada.
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850