Reseñas
Afganistán: una república del silencio
Redacción T21 , 15/02/2021
Recuerdos de un estudiante afgano
Ficha Técnica
Título: Afganistán: una república del silencio
Autor: A.K.
Edita: Ediciones Akal. Foca. Madrid, enero de 2021
Traducción: Ediciones Akal
Colección: Investigación
Materia: Ciencias Humanas y sociales
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 208
ISBN: 978-84-16842-65-0
PVP: 14,00 €
El relato que nadie se atrevía a contar: la historia de los hazaras, un pueblo sin tierra al que se niegan sus derechos
Afganistán es una república en la que habitan diferentes etnias y cuyo pasado –y presente– es sinónimo de guerra y genocidio. Pese a ello, en su sociedad reina una hipocresía que lo ensalza y dulcifica, y que ha ahogado en un mar de mentiras y silencios las voces de los hazaras, una minoría descendiente de los antiguos mongoles, de lengua persa y religión musulmana chií, que sufrió en 1890 un genocidio en el que el 62 por 100 de su población fue exterminada por los pastunes.
Renunciando a las convenciones de géneros literarios como la autobiografía o las memorias, y siguiendo las reglas del relato oral, este libro ofrece, a través de los ojos de quien ha crecido superando obstáculos y sufriendo en sus carnes la discriminación étnica y el sofocante ambiente religioso y feudal, un recorrido por el periplo vital de A. K. Gracias a él, el lector podrá observar por primera vez la vida en el interior de las madrasas, las escuelas religiosas musulmanas, y conocer sus reglas, sus privilegios y sus jerarquías.
Un alegato a favor de los derechos humanos, la dignidad y la igualdad entre hombres y mujeres, de la libertad y del valor de la educación laica, y también una crítica sincera, sin exabruptos, sin odio, a la corrupción, el fanatismo y la pobreza. El testimonio de este estudiante y profesor afgano no sólo nos transporta a una compleja y difícil infancia y adultez llenas de sentimientos encontrados, carencias materiales y dominio pastún, sino que nos relata el devenir colectivo de aquellos condenados al mutismo. Uno de ellos ha decidido acabar con él. Y ello es un acto necesario, valiente, en un país en el que escribir conlleva peligros para la propia vida.
Este libro nos acerca a los pueblos y a las tierras montañosas e ingratas de Afganistán, supuestamente liberados por los ejércitos occidentales, quienes en realidad acabarán, tras febrero de 2020, por dejar que se mantenga el status quo de antes de la invasión de los EEUU y la OTAN.
Los editores han querido que con la publicación de este libro puedan tener voz una persona y un pueblo reducidos al silencio por la historia, y que así quede escrito su testimonio.
Datos del autor
A.K. cursó estudios universitarios de Historia en la Universidad de Herat y completado su formación en Europa. Actualmente participa activamente en la denuncia de la opresión del pueblo hazara y de las desigualdades de todo tipo que sufre la sociedad de Afganistán, ese país creado artificialmente en una vieja lucha entre dos imperios ya desaparecidos.
Reseñas
La paradójica realidad de Dios
Juan Antonio Martínez de la Fe , 06/02/2021
Ficha Técnica
Título: La paradójica realidad de Dios
Autor: José Cobo
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020
Colección: Fragmentos
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 336
ISBN: 978-84-17796-42-6
Precio: 21,50 euros
Es esta la segunda entrega de la trilogía que José Cobo nos presenta. La primera fue Incapaces de Dios, de la que dimos cumplida cuenta en Tendencias21. En este nuevo libro aborda una propuesta que constituye el fondo que subyace en su planteamiento.
Si antes nos habló de nuestra incapacidad para abarcar a Dios, hoy lo hace sobre una realidad de Dios que es paradójica. Y ¿por qué paradójica?: pues porque su presencia es justamente la de un ausente. Dios dio un paso atrás cuando la caída; y, desde entonces, su presencia solo se advierte en el rostro de quienes constituyó en su imagen: la de los más desfavorecidos, la de aquellos que más razones tendrían para dudar de Dios.
“Con este libro no hemos pretendido otra cosa que conferir una cierta legitimidad epistemológica, por decirlo así, a la experiencia de Dios que condujo a Israel a lo largo de su historia, aquella en la que Dios se revela en las situaciones en las que el cielo deviene impenetrable”. Así define el autor la meta perseguida con esta obra. Porque es la Biblia, y en ella el pueblo de Israel, el soporte para su tesis: la impenetrabilidad de Dios, que ha dado un paso atrás, manteniéndose ausente y encarnándose en el rostro de los pobres.
Y así es. La historia bíblica de Israel constituye el hilo conductor por el que José Cobo nos reitera, casi en cada página, la presencia por ausencia de Dios. En este sentido, y sin quitar valor a otros capítulos de la obra, cobra especial relieve el segundo de ellos, dedicado a analizar la fe de Israel.
La fe de Israel
Podemos, de este modo, ver cómo el pueblo elegido pasa del animismo inicial a la religión y, de esta, a la fe. Así, el Dios de Israel, enfrentado a los dioses del paganismo vigente en los pueblos que lo rodeaban, exige del hombre una respuesta, no solo un culto, como sucedía con los otros dioses. Es un Dios que no únicamente hace llover sobre el desierto o provocar un fuego devastador, sino que exige una respuesta del creyente más que un culto sacrificial.
Esto no supone una sola corriente dentro del judaísmo bíblico. Existe un Dios yahvista, el del encuentro personal que va en busca de sus elegidos, el que quiere algo del hombre. También está el Dios de la tradición elohísta, quien transmite sus propósitos a través de los sueños que han de ser interpretados. Del mismo modo, existe el Dios de la tradición sacerdotal, que necesita de los sacerdotes para comunicarse. Y, por último, figura el Dios de la tradición deuteronómica, el del monoteísmo estricto, el que decidió retirarse de la creación, un Dios en falta, el Dios de la realidad paradójica. Es una divinidad que está por venir, un porvenir ligado al hombre.
Desde la óptica de la Torá, la única imagen de Dios es la del huérfano, la del inmigrante, la del desprotegido, … No hay otra imagen de Dios que la de los sin Dios, la del hombre que clama por Dios que está en falta por haberse retirado.
Porque no se puede definir a Dios. Él rehúye la predicación; y el vínculo del creyente con Dios no depende de un saber acerca de Dios, sino de un hallarse bajo su voluntad o mandato. Así, cuando decimos que es misericordioso no expresamos un atributo, un predicado que lo define, sino que la misericordia bajo la que nos hallamos es de Dios, en tanto que debida a Él.
Estos párrafos no son sino unas breves pinceladas que pretenden ofrecer unas vías de entrada a este importante capítulo de la obra dedicado a la fe de Israel. Siempre basándose en las Escrituras, el autor va reiterando su tesis sobre la paradójica presencia del ausente y sobre su encarnación en los más desfavorecidos: la creación, la ley, los patriarcas, … Incluso se detiene en algunos fragmentos bíblicos y misceláneas bíblicas que mejor apoyan sus propuestas.
El mal
Por su relevancia, merece especial atención el capítulo que dedica al problema del mal, piedra de toque de cualquier clase de teísmos. Un problema al que se han encontrado diversas posibles respuestas desde los más variados ángulos, como las aportadas por Torres Queiruga o Manuel Fraijó, entre otros pensadores actuales.
“Tanto la bendición como la desgracia son debidas a la radical trascendencia de un Dios que va en busca de su quién, en busca de aquel sin el cual no quiere, ni consecuentemente puede, manifestarse como Dios”. Así plantea la cuestión el autor. Lo que viene a decir que, en última instancia, la desgracia obedece a que el hombre no quiso permanecer junto a Dios, la creación está rota y Dios da un paso atrás y desaparece.
El mal, por tanto, no obedece a que no hayamos hecho los deberes; no hay culto u obras que nos liberen del mal. “El mal responde a nuestra falta de respuesta al grito de Dios, el que se encarna en el llanto de los desposeídos”. Pero esta falta de respuesta va con el hombre. Nuestra desobediencia es constitutiva y no únicamente circunstancial.
Aún más: “Hay mal porque hay Dios”, lo que no quiere decir, evidentemente, que existe porque Dios lo desea, sino que esto es así porque el haber de Dios es el de un Dios cuya trascendencia acaricia la irrealidad, que no puede darse sin la respuesta confiada del hombre.
Pero el mal no es algo abstracto. Tiene una realidad: la del rostro del que sufre la falta de piedad de los hombres; por lo que solo nos puede justificar el perdón de nuestra víctima, el rostro de Dios. En cualquier caso, la existencia del mal no puede argumentar la inexistencia de Dios.
Aquí se hace evidente la necesaria distinción entre el Dios de la religión, un Dios con entidad, que premia y castiga, que pide culto, y el Dios del creyente, un Dios presente por su ausencia y que se encarna en el rostro de los desfavorecidos. La teodicea siempre intentó encontrar una solución inexistente al problema del mal ante ese Dios de la religión, un Dios que no puede convivir con una omnipotencia que no puede evitar el mal y una bondad infinita que no casa con evitarlo si goza de un infinito poder; pero fracasó justamente por partir de una idea equivocada de Dios.
Dios personal
Asunto igualmente a destacar es el carácter personal de Dios, por qué se habla de alguien en lugar de algo. La tesis del autor es que Dios, en sí mismo, es un Yo que aún no es nadie sin el fiat del hombre. Muchas corrientes actuales hablan de una fuerza, de una energía como fuente de cuanto es; y ponen como meta del ser humano terminar fundiéndose con ese Uno, con ese fondo nutricio, fuerza o espíritu que no acabamos de comprender. Sosteniendo esta postura, “puede que salgamos del fuego de la superstición para caer en las brasas de quien fantasea con el regreso al seno materno, al dominio en el que no hay separación o dualidad”.
Para Cobo, el único modo de legitimar epistemológicamente la fe en un Dios personal es apuntando a la existencia como tal, a lo que significa que estemos en el mundo como aquellos que deben comprenderse a sí mismos: ni las plantas ni las bestias existen, simplemente son, no hay en ellas diferenciación interna.
Temas como la redención, el superyó, la nada e, incluso, el comentario a dos películas judías, jalonan los capítulos de esta muy interesante obra. Las palabras del autor, al final del libro, ayudan a comprender el alcance de su contenido: “En cualquier caso, Dios no es el tema, y ello en nombre de Dios. El tema es propiamente el de lo debido a Dios, a su estar en falta. Y lo debido a Dios es el don de la vida y el deber de saciar el hambre de quien no tiene pan que llevarse a la boca”.
Concluyendo
Este libro, como segunda entrega de la trilogía que nos está ofreciendo José Cobo, constituye un siguiente y necesario paso de la primera, Incapaces de Dios, y nos deja a las puertas de la ya esperada tercera parte. Aunque cada una de ellas pueda ser leída de manera independiente, no cabe duda de que, para aspirar a todo el alcance del pensamiento del autor, es preferible una lectura continuada del conjunto.
No es una obra para ser leída con rápida superficialidad. Muy al contrario. Merece ser degustada y reflexionada pausadamente, si es posible, con el apoyo de los textos bíblicos que tan bien maneja el autor. Es muy amplio el abanico de puertas que abre a una nueva perspectiva, como pueden ser la cosmología, el modernismo o el psicoanálisis; temas todos ellos en los que los interesados encontrarán más que interesantes reflexiones.
Índice
Preliminar
I. MEMORANDO
1. De lo real y los tiempos modernos.- 2. Los límites de la designación.- 3. Meillassoux.- 4. Cosmovisión trascendencia.- 5. Anti-Parménides.- 6. Del tiempo y el espacio.- 7. Nihil.- 8. Experiencia y Modernidad.- 9. Un Dios imposible.- 10. El aún nadie.- 11. La moraleja del mito.- 12. Los dos sujetos.- 13. Sobre la verdad.- 14. La caída como principio hermenéutico.- 15. Anatomía elemental.- 16. Dar razón.
II. LA FE DE ISRAEL
1. La mala prensa de YWHW.- 2. Del animismo a la religión.- 3. Y de la religión a la fe.- 4. Frente al paganismo.- 5. El Dios fe y el dios de la religión.- 6. Las tradiciones bíblicas.- 7. El monoteísmo como contra-religión.- 8. Dios y los capaces de Dios.- 9. La gran diferencia.- 10. De la cercanía de Dios.- 11. El Dios único frente al dios supremo.- 12. Las dos trascendencias.- 13. Y de repente, el silencio.- 14. Lo que pasa y lo que acontece.- 15. Los orígenes de YWHW y el episodio del becerro de oro.- 16. La tensión entre el Templo y el profetismo.- 17. Sacrificio y obediencia.- 18. Sin Dios mediante.- 19. Alianza.- 20. La libertad bíblica.- 21. Sobre el temor de Dios.- 22. Monoteísmo y mesianismo.- 23. No hay concepto de Dios.- 24. Traduttore, traditore: una teología del nombre de Dios.- 25. La voz de Dios como la voz de los excluidos.- 26. El poder de Dios.
III. CREACIÓN
1. Creator.- 2. Creación y caída.- 3. El mito de la creación y el rechazo de la idolatría.- 4. Y vio que era buena.
b[IV. TEMPUS FUGIT]b
1. Sobre Dios y el tiempo.- 2. La circularidad del tiempo lineal.- 3. La diferencia entre los tiempos.- 4. Del juicio final.- 5. Apocalipsis.- 6. Tiempo y nihilismo.
V. DE LA LEY
1. La Ley y la shekinah.- 2. La Ley y el amor (1).- 3. La Ley y el amor (2).- 4. Del legalismo judío.- 5. Circuncisión.- 6. Shemá.
VI. PATRIARCAS
1. Moisés ante YWHW.- 2. YWHW como el Dios de los patriarcas.- 3. Moisés frente a Hammurabi.- 4. Abram, Abrahán.- 5. La fe de Abrahán.- 6. El Dios de Israel como el Dios (de lo) imposible.- 7. Lo imposible y la esperanza.
VII. FRAGMENTOS
1. Primer libro de los Reyes 19.- 2. Génesis 32,22-32.- 3. Génesis 18,16-33 (1).- 4. Génesis 18,16-33 (y 2).- 5. Éxodo 24,7.- 6. Oseas 6,6.
VIII. SOBRE EL MAL
1. Qohéler.- 2. La historia de Job y la tradición sapiencial.- 3. Con uno basta.- 4. Junto a Dios.- 5. Una teodicea imposible.- 6. YWHW y el Brahman.- 7. Como justificados.- 8. El experimento de Milgram y el Dios de las masacres.- 9. Milgram y la mancha original.- 10. Un apunte sobre la banalidad del mal.- 11. Con todo … .- 12. El chivo expiatorio.- 13. El inocente y la ley del mundo.- 14. El problema de Iván Karamázov con Dios.- 15. Amalek.
IX. PERSONA
1. Sobre el carácter personal de Dios (1).- 2. La inevitable personificación de Dios.- 3. Sobre el carácter personal de Dios (y 2).- 4. De la pobreza y la superioridad de Dios.- 5. Escisión y repliegue.- 6. El yo de Dios.
X. NEOPAGANISMO
1. Mera vida.- 2. Una espiritualidad sin confesión.- 3. La fe, el sentimiento de formar parte y la ciencia.- 4. Como arrancados o como separados.- 5. De ciegos y elefantes.- 6. La no dualidad.- 7. Star Wars como neopaganismo.- 8. Una difícil piedad.- 9. La búsqueda de la felicidad.
XI. REDENCIÓN
1. La dicha y la redención.- 2. Salvados.- 3. Sobre el superviviente.- 4. Acerca de los irreparable.- 5. La esperanza del genocida.- 6. Pol Pot y el fantasma.- 7. Spe.
XII. MISCELÁNEA BÍBLICA
1. Sinsentido y existencia.- 2. No estamos tan lejos.- 3. Bajar la mirada.- 4. Deseo de Dios.- 5. El mandato del Padre.- 6. El superyó y el culpable.- 7. Ciencia y alteridad.- 8. Lo subyacente y las postrimerías.- 9. Sobre la fe y la intolerancia.- 10. Hay Dios.
XIII. DOS PELÍCULAS JUDÍAS
1. En la zona gris.- 2. Dogville.
XIV. OBJECIONES MODERNAS (Y ALGUNA CONTRAOBJECIÓN)
1. Una pizca de metafísica.- 2. Filosofía y relato.- 3. Kant y Levinas.- 4. La nada frente a lo insólito.- 5. Todos somos Hume.- 6. Ambigüedad y lenguaje.- 7. Dios contra dios.- 8. Pandemia.- 9. Nietzsche, one more time.- 10. Desde fuera, desde dentro.- 11. Una religión de película.
Coda
Título: La paradójica realidad de Dios
Autor: José Cobo
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020
Colección: Fragmentos
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 336
ISBN: 978-84-17796-42-6
Precio: 21,50 euros
Es esta la segunda entrega de la trilogía que José Cobo nos presenta. La primera fue Incapaces de Dios, de la que dimos cumplida cuenta en Tendencias21. En este nuevo libro aborda una propuesta que constituye el fondo que subyace en su planteamiento.
Si antes nos habló de nuestra incapacidad para abarcar a Dios, hoy lo hace sobre una realidad de Dios que es paradójica. Y ¿por qué paradójica?: pues porque su presencia es justamente la de un ausente. Dios dio un paso atrás cuando la caída; y, desde entonces, su presencia solo se advierte en el rostro de quienes constituyó en su imagen: la de los más desfavorecidos, la de aquellos que más razones tendrían para dudar de Dios.
“Con este libro no hemos pretendido otra cosa que conferir una cierta legitimidad epistemológica, por decirlo así, a la experiencia de Dios que condujo a Israel a lo largo de su historia, aquella en la que Dios se revela en las situaciones en las que el cielo deviene impenetrable”. Así define el autor la meta perseguida con esta obra. Porque es la Biblia, y en ella el pueblo de Israel, el soporte para su tesis: la impenetrabilidad de Dios, que ha dado un paso atrás, manteniéndose ausente y encarnándose en el rostro de los pobres.
Y así es. La historia bíblica de Israel constituye el hilo conductor por el que José Cobo nos reitera, casi en cada página, la presencia por ausencia de Dios. En este sentido, y sin quitar valor a otros capítulos de la obra, cobra especial relieve el segundo de ellos, dedicado a analizar la fe de Israel.
La fe de Israel
Podemos, de este modo, ver cómo el pueblo elegido pasa del animismo inicial a la religión y, de esta, a la fe. Así, el Dios de Israel, enfrentado a los dioses del paganismo vigente en los pueblos que lo rodeaban, exige del hombre una respuesta, no solo un culto, como sucedía con los otros dioses. Es un Dios que no únicamente hace llover sobre el desierto o provocar un fuego devastador, sino que exige una respuesta del creyente más que un culto sacrificial.
Esto no supone una sola corriente dentro del judaísmo bíblico. Existe un Dios yahvista, el del encuentro personal que va en busca de sus elegidos, el que quiere algo del hombre. También está el Dios de la tradición elohísta, quien transmite sus propósitos a través de los sueños que han de ser interpretados. Del mismo modo, existe el Dios de la tradición sacerdotal, que necesita de los sacerdotes para comunicarse. Y, por último, figura el Dios de la tradición deuteronómica, el del monoteísmo estricto, el que decidió retirarse de la creación, un Dios en falta, el Dios de la realidad paradójica. Es una divinidad que está por venir, un porvenir ligado al hombre.
Desde la óptica de la Torá, la única imagen de Dios es la del huérfano, la del inmigrante, la del desprotegido, … No hay otra imagen de Dios que la de los sin Dios, la del hombre que clama por Dios que está en falta por haberse retirado.
Porque no se puede definir a Dios. Él rehúye la predicación; y el vínculo del creyente con Dios no depende de un saber acerca de Dios, sino de un hallarse bajo su voluntad o mandato. Así, cuando decimos que es misericordioso no expresamos un atributo, un predicado que lo define, sino que la misericordia bajo la que nos hallamos es de Dios, en tanto que debida a Él.
Estos párrafos no son sino unas breves pinceladas que pretenden ofrecer unas vías de entrada a este importante capítulo de la obra dedicado a la fe de Israel. Siempre basándose en las Escrituras, el autor va reiterando su tesis sobre la paradójica presencia del ausente y sobre su encarnación en los más desfavorecidos: la creación, la ley, los patriarcas, … Incluso se detiene en algunos fragmentos bíblicos y misceláneas bíblicas que mejor apoyan sus propuestas.
El mal
Por su relevancia, merece especial atención el capítulo que dedica al problema del mal, piedra de toque de cualquier clase de teísmos. Un problema al que se han encontrado diversas posibles respuestas desde los más variados ángulos, como las aportadas por Torres Queiruga o Manuel Fraijó, entre otros pensadores actuales.
“Tanto la bendición como la desgracia son debidas a la radical trascendencia de un Dios que va en busca de su quién, en busca de aquel sin el cual no quiere, ni consecuentemente puede, manifestarse como Dios”. Así plantea la cuestión el autor. Lo que viene a decir que, en última instancia, la desgracia obedece a que el hombre no quiso permanecer junto a Dios, la creación está rota y Dios da un paso atrás y desaparece.
El mal, por tanto, no obedece a que no hayamos hecho los deberes; no hay culto u obras que nos liberen del mal. “El mal responde a nuestra falta de respuesta al grito de Dios, el que se encarna en el llanto de los desposeídos”. Pero esta falta de respuesta va con el hombre. Nuestra desobediencia es constitutiva y no únicamente circunstancial.
Aún más: “Hay mal porque hay Dios”, lo que no quiere decir, evidentemente, que existe porque Dios lo desea, sino que esto es así porque el haber de Dios es el de un Dios cuya trascendencia acaricia la irrealidad, que no puede darse sin la respuesta confiada del hombre.
Pero el mal no es algo abstracto. Tiene una realidad: la del rostro del que sufre la falta de piedad de los hombres; por lo que solo nos puede justificar el perdón de nuestra víctima, el rostro de Dios. En cualquier caso, la existencia del mal no puede argumentar la inexistencia de Dios.
Aquí se hace evidente la necesaria distinción entre el Dios de la religión, un Dios con entidad, que premia y castiga, que pide culto, y el Dios del creyente, un Dios presente por su ausencia y que se encarna en el rostro de los desfavorecidos. La teodicea siempre intentó encontrar una solución inexistente al problema del mal ante ese Dios de la religión, un Dios que no puede convivir con una omnipotencia que no puede evitar el mal y una bondad infinita que no casa con evitarlo si goza de un infinito poder; pero fracasó justamente por partir de una idea equivocada de Dios.
Dios personal
Asunto igualmente a destacar es el carácter personal de Dios, por qué se habla de alguien en lugar de algo. La tesis del autor es que Dios, en sí mismo, es un Yo que aún no es nadie sin el fiat del hombre. Muchas corrientes actuales hablan de una fuerza, de una energía como fuente de cuanto es; y ponen como meta del ser humano terminar fundiéndose con ese Uno, con ese fondo nutricio, fuerza o espíritu que no acabamos de comprender. Sosteniendo esta postura, “puede que salgamos del fuego de la superstición para caer en las brasas de quien fantasea con el regreso al seno materno, al dominio en el que no hay separación o dualidad”.
Para Cobo, el único modo de legitimar epistemológicamente la fe en un Dios personal es apuntando a la existencia como tal, a lo que significa que estemos en el mundo como aquellos que deben comprenderse a sí mismos: ni las plantas ni las bestias existen, simplemente son, no hay en ellas diferenciación interna.
Temas como la redención, el superyó, la nada e, incluso, el comentario a dos películas judías, jalonan los capítulos de esta muy interesante obra. Las palabras del autor, al final del libro, ayudan a comprender el alcance de su contenido: “En cualquier caso, Dios no es el tema, y ello en nombre de Dios. El tema es propiamente el de lo debido a Dios, a su estar en falta. Y lo debido a Dios es el don de la vida y el deber de saciar el hambre de quien no tiene pan que llevarse a la boca”.
Concluyendo
Este libro, como segunda entrega de la trilogía que nos está ofreciendo José Cobo, constituye un siguiente y necesario paso de la primera, Incapaces de Dios, y nos deja a las puertas de la ya esperada tercera parte. Aunque cada una de ellas pueda ser leída de manera independiente, no cabe duda de que, para aspirar a todo el alcance del pensamiento del autor, es preferible una lectura continuada del conjunto.
No es una obra para ser leída con rápida superficialidad. Muy al contrario. Merece ser degustada y reflexionada pausadamente, si es posible, con el apoyo de los textos bíblicos que tan bien maneja el autor. Es muy amplio el abanico de puertas que abre a una nueva perspectiva, como pueden ser la cosmología, el modernismo o el psicoanálisis; temas todos ellos en los que los interesados encontrarán más que interesantes reflexiones.
Índice
Preliminar
I. MEMORANDO
1. De lo real y los tiempos modernos.- 2. Los límites de la designación.- 3. Meillassoux.- 4. Cosmovisión trascendencia.- 5. Anti-Parménides.- 6. Del tiempo y el espacio.- 7. Nihil.- 8. Experiencia y Modernidad.- 9. Un Dios imposible.- 10. El aún nadie.- 11. La moraleja del mito.- 12. Los dos sujetos.- 13. Sobre la verdad.- 14. La caída como principio hermenéutico.- 15. Anatomía elemental.- 16. Dar razón.
II. LA FE DE ISRAEL
1. La mala prensa de YWHW.- 2. Del animismo a la religión.- 3. Y de la religión a la fe.- 4. Frente al paganismo.- 5. El Dios fe y el dios de la religión.- 6. Las tradiciones bíblicas.- 7. El monoteísmo como contra-religión.- 8. Dios y los capaces de Dios.- 9. La gran diferencia.- 10. De la cercanía de Dios.- 11. El Dios único frente al dios supremo.- 12. Las dos trascendencias.- 13. Y de repente, el silencio.- 14. Lo que pasa y lo que acontece.- 15. Los orígenes de YWHW y el episodio del becerro de oro.- 16. La tensión entre el Templo y el profetismo.- 17. Sacrificio y obediencia.- 18. Sin Dios mediante.- 19. Alianza.- 20. La libertad bíblica.- 21. Sobre el temor de Dios.- 22. Monoteísmo y mesianismo.- 23. No hay concepto de Dios.- 24. Traduttore, traditore: una teología del nombre de Dios.- 25. La voz de Dios como la voz de los excluidos.- 26. El poder de Dios.
III. CREACIÓN
1. Creator.- 2. Creación y caída.- 3. El mito de la creación y el rechazo de la idolatría.- 4. Y vio que era buena.
b[IV. TEMPUS FUGIT]b
1. Sobre Dios y el tiempo.- 2. La circularidad del tiempo lineal.- 3. La diferencia entre los tiempos.- 4. Del juicio final.- 5. Apocalipsis.- 6. Tiempo y nihilismo.
V. DE LA LEY
1. La Ley y la shekinah.- 2. La Ley y el amor (1).- 3. La Ley y el amor (2).- 4. Del legalismo judío.- 5. Circuncisión.- 6. Shemá.
VI. PATRIARCAS
1. Moisés ante YWHW.- 2. YWHW como el Dios de los patriarcas.- 3. Moisés frente a Hammurabi.- 4. Abram, Abrahán.- 5. La fe de Abrahán.- 6. El Dios de Israel como el Dios (de lo) imposible.- 7. Lo imposible y la esperanza.
VII. FRAGMENTOS
1. Primer libro de los Reyes 19.- 2. Génesis 32,22-32.- 3. Génesis 18,16-33 (1).- 4. Génesis 18,16-33 (y 2).- 5. Éxodo 24,7.- 6. Oseas 6,6.
VIII. SOBRE EL MAL
1. Qohéler.- 2. La historia de Job y la tradición sapiencial.- 3. Con uno basta.- 4. Junto a Dios.- 5. Una teodicea imposible.- 6. YWHW y el Brahman.- 7. Como justificados.- 8. El experimento de Milgram y el Dios de las masacres.- 9. Milgram y la mancha original.- 10. Un apunte sobre la banalidad del mal.- 11. Con todo … .- 12. El chivo expiatorio.- 13. El inocente y la ley del mundo.- 14. El problema de Iván Karamázov con Dios.- 15. Amalek.
IX. PERSONA
1. Sobre el carácter personal de Dios (1).- 2. La inevitable personificación de Dios.- 3. Sobre el carácter personal de Dios (y 2).- 4. De la pobreza y la superioridad de Dios.- 5. Escisión y repliegue.- 6. El yo de Dios.
X. NEOPAGANISMO
1. Mera vida.- 2. Una espiritualidad sin confesión.- 3. La fe, el sentimiento de formar parte y la ciencia.- 4. Como arrancados o como separados.- 5. De ciegos y elefantes.- 6. La no dualidad.- 7. Star Wars como neopaganismo.- 8. Una difícil piedad.- 9. La búsqueda de la felicidad.
XI. REDENCIÓN
1. La dicha y la redención.- 2. Salvados.- 3. Sobre el superviviente.- 4. Acerca de los irreparable.- 5. La esperanza del genocida.- 6. Pol Pot y el fantasma.- 7. Spe.
XII. MISCELÁNEA BÍBLICA
1. Sinsentido y existencia.- 2. No estamos tan lejos.- 3. Bajar la mirada.- 4. Deseo de Dios.- 5. El mandato del Padre.- 6. El superyó y el culpable.- 7. Ciencia y alteridad.- 8. Lo subyacente y las postrimerías.- 9. Sobre la fe y la intolerancia.- 10. Hay Dios.
XIII. DOS PELÍCULAS JUDÍAS
1. En la zona gris.- 2. Dogville.
XIV. OBJECIONES MODERNAS (Y ALGUNA CONTRAOBJECIÓN)
1. Una pizca de metafísica.- 2. Filosofía y relato.- 3. Kant y Levinas.- 4. La nada frente a lo insólito.- 5. Todos somos Hume.- 6. Ambigüedad y lenguaje.- 7. Dios contra dios.- 8. Pandemia.- 9. Nietzsche, one more time.- 10. Desde fuera, desde dentro.- 11. Una religión de película.
Coda
Reseñas
El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia
Juan Antonio Martínez de la Fe , 29/12/2020
Ficha Técnica
Título: El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia
Autora: Marion Muller-Colard
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020
Colección: Fragmentos
Traducción: Rubén Martín Giráldez
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 128
ISBN: 978-84-17796-36-5
Precio: 12,90 euros
Este libro es una auténtica joyita. No solo por su contenido, profundo, sino por el estilo tan poético, a la par que cercano, que utiliza la autora. Se puede leer de corrido; no es muy extenso, aunque no le falta ni le sobra nada; pero su mayor virtud es la capacidad de hacernos reflexionar y meditar su propuesta.
Es otra manera de plantear el ya veterano problema del mal, un problema que ha sido abordado por filósofos y teólogos desde diferentes puntos de vista, pues no en vano ha sido piedra de toque para muchos; ante él, los caminos que se abren son pocos. Muchos se quedan en el cruce, otros se refugian en la religión y algunos más se aventuran por la senda del existencialismo o el nihilismo; pocos son los que lo orillan ignorando su interpelación.
La autora habla en primera persona. Su ensayo tiene su génesis en una dolorosa experiencia personal; su manera de afrontarla, su inicial rebeldía, su posterior comprensión y la serenidad hallada al final de su recorrido es lo que nos plantea en las páginas de su libro.
Su trayectoria encontró un paralelismo bíblico en la figura de Job y su traumática relación con Dios. Hombre devoto y cargado de bienes, tropezó con Satanás, que acudió al Señor para que le permitiera someterlo a durísimas pruebas: pérdida de su riqueza, pérdida de su salud y pérdida de sus amigos; y todo ello para comprobar si, aun en esas problemáticas circunstancias, su piedad y su fe permanecerían incólumes.
Se trata, pues, de un planteamiento cuasi contable, una manera de entender la relación con Dios que constituyera un cuidadoso detalle de lo que se da y se recibe. Como si hubiese un pacto, por el que el Señor concede bienes a quienes se portan bien con Él, siguiendo su senda y fiel cumplimiento de sus mandamientos. Y este estrecho punto de vista es el que pretende rebatir Marion Muller-Colard, con esta obra.
La Queja
En ese paralelismo entre experiencia personal y el relato de Job, la autora trata de explorar la Queja, con mayúscula, para diferenciarla de las quejas que nos pueden surgir con frecuencia. Job no se queja por la pérdida de sus bienes, ni por el sufrimiento físico, ni tan siquiera por la enfermedad. La Queja se produce ante el silencio de Dios, un dios del que se espera un comportamiento justo, que retorne en bienes la fidelidad a sus mandatos. Y sobre ese dios, Muller-Colard se declara agnóstica: “Porque creo en Dios, pero cada día exploro un poco más hasta qué punto no tengo conocimiento de ese Dios en el que creo”.
¿Qué perdió, pues, Job? Lo esencial. Pensaba estar rodeado de un cercado inexpugnable que le ofrecía seguridad. Y la Queja dibuja las barreras arrancadas. Perdida la seguridad, se logra ver la amenaza. Job perdió la confianza en ese Dios contractual que protegía su vida; ya no puede contar con ese Dios guardián que se había construido más o menos conscientemente.
La amenaza
La piedad que mostraba a ese Dios no le protegió de nada. Hoy, cuando el hombre descubre esa realidad, puede caer en la tentación de consagrar su vida a otros dioses que lo puedan cuidar. Y el miedo que esto le provoca contribuye a hacer de él un fanático del orden establecido. Aún no se ha encontrado nada que ayude a soportar la amenaza; una amenaza de falta de seguridad que nos lleva, indefectiblemente, a la Queja.
Una Queja que es “el despojamiento de cualquier arma mitológica frente a la Amenaza”. ¿Existe, pues, una justicia capaz de dominar la desgracia. Humildemente, Marion Muller-Colard reconoce que no cree “en una justicia inmanente. La piadosa máxima según la cual los caminos del Señor son inescrutables no basta, desde luego, para convencerme de lo contrario”.
Pero, a ese Dios que nos ha arrastrado fuera del cercado de todas nuestras garantías tenemos que dirigirle la palabra, plantearle preguntas insistentes, y hemos de arder en deseos de oír cada palabra de su boca. Porque en la alternativa de un Dios juez y un Dios sádico que permite nuestro mal cimentando su propia paradoja, comienza a dejarse entrever otro Dios: “Perdiste a un Dios funcional que demostró, con creces, no funcionar bien. Has encontrado a un Dios vivo que se te escapa y que persigues […] Entonces podemos empezar otra historia. Una historia de amor y de gracia: una historia gratuita sin sistema ni comercio”.
La gracia
La gracia. Si no una respuesta, sí es una invitación a tomar una posición frente al problema del mal: la importancia de ser, de existir, de vivir. Una invitación a repasar, junto con el Creador, los fundamentos inamovibles de la Creación: la gratuidad absoluta y sin concesiones que nos trajo al mundo, que nos hace ser, que nos hace vida en contraposición necesaria al caos. Dar las gracias por lo que fue, ya que todo lo que fue es lo opuesto al no-ser. La respuesta de Dios no tiene desperdicio: no ser una esperanza escatológica, sino un brote de vida ya cumplida. Es ese Dios que no se convierte en garante de mi seguridad, sino de la combatividad de lo vivo, de la que me invita a participar.
Las palabras de la autora al final de su libro resumen su postura: “Me pase lo que me pase es justo y bueno que el mundo sea, es justo y bueno que yo participe, aunque sea de manera efímera, en algo más grande que yo”. Sabias palabras.
Índice
Prólogo
La Queja
La Amenaza
La Gracia
Epílogo
Título: El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia
Autora: Marion Muller-Colard
Edita: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2020
Colección: Fragmentos
Traducción: Rubén Martín Giráldez
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 128
ISBN: 978-84-17796-36-5
Precio: 12,90 euros
Este libro es una auténtica joyita. No solo por su contenido, profundo, sino por el estilo tan poético, a la par que cercano, que utiliza la autora. Se puede leer de corrido; no es muy extenso, aunque no le falta ni le sobra nada; pero su mayor virtud es la capacidad de hacernos reflexionar y meditar su propuesta.
Es otra manera de plantear el ya veterano problema del mal, un problema que ha sido abordado por filósofos y teólogos desde diferentes puntos de vista, pues no en vano ha sido piedra de toque para muchos; ante él, los caminos que se abren son pocos. Muchos se quedan en el cruce, otros se refugian en la religión y algunos más se aventuran por la senda del existencialismo o el nihilismo; pocos son los que lo orillan ignorando su interpelación.
La autora habla en primera persona. Su ensayo tiene su génesis en una dolorosa experiencia personal; su manera de afrontarla, su inicial rebeldía, su posterior comprensión y la serenidad hallada al final de su recorrido es lo que nos plantea en las páginas de su libro.
Su trayectoria encontró un paralelismo bíblico en la figura de Job y su traumática relación con Dios. Hombre devoto y cargado de bienes, tropezó con Satanás, que acudió al Señor para que le permitiera someterlo a durísimas pruebas: pérdida de su riqueza, pérdida de su salud y pérdida de sus amigos; y todo ello para comprobar si, aun en esas problemáticas circunstancias, su piedad y su fe permanecerían incólumes.
Se trata, pues, de un planteamiento cuasi contable, una manera de entender la relación con Dios que constituyera un cuidadoso detalle de lo que se da y se recibe. Como si hubiese un pacto, por el que el Señor concede bienes a quienes se portan bien con Él, siguiendo su senda y fiel cumplimiento de sus mandamientos. Y este estrecho punto de vista es el que pretende rebatir Marion Muller-Colard, con esta obra.
La Queja
En ese paralelismo entre experiencia personal y el relato de Job, la autora trata de explorar la Queja, con mayúscula, para diferenciarla de las quejas que nos pueden surgir con frecuencia. Job no se queja por la pérdida de sus bienes, ni por el sufrimiento físico, ni tan siquiera por la enfermedad. La Queja se produce ante el silencio de Dios, un dios del que se espera un comportamiento justo, que retorne en bienes la fidelidad a sus mandatos. Y sobre ese dios, Muller-Colard se declara agnóstica: “Porque creo en Dios, pero cada día exploro un poco más hasta qué punto no tengo conocimiento de ese Dios en el que creo”.
¿Qué perdió, pues, Job? Lo esencial. Pensaba estar rodeado de un cercado inexpugnable que le ofrecía seguridad. Y la Queja dibuja las barreras arrancadas. Perdida la seguridad, se logra ver la amenaza. Job perdió la confianza en ese Dios contractual que protegía su vida; ya no puede contar con ese Dios guardián que se había construido más o menos conscientemente.
La amenaza
La piedad que mostraba a ese Dios no le protegió de nada. Hoy, cuando el hombre descubre esa realidad, puede caer en la tentación de consagrar su vida a otros dioses que lo puedan cuidar. Y el miedo que esto le provoca contribuye a hacer de él un fanático del orden establecido. Aún no se ha encontrado nada que ayude a soportar la amenaza; una amenaza de falta de seguridad que nos lleva, indefectiblemente, a la Queja.
Una Queja que es “el despojamiento de cualquier arma mitológica frente a la Amenaza”. ¿Existe, pues, una justicia capaz de dominar la desgracia. Humildemente, Marion Muller-Colard reconoce que no cree “en una justicia inmanente. La piadosa máxima según la cual los caminos del Señor son inescrutables no basta, desde luego, para convencerme de lo contrario”.
Pero, a ese Dios que nos ha arrastrado fuera del cercado de todas nuestras garantías tenemos que dirigirle la palabra, plantearle preguntas insistentes, y hemos de arder en deseos de oír cada palabra de su boca. Porque en la alternativa de un Dios juez y un Dios sádico que permite nuestro mal cimentando su propia paradoja, comienza a dejarse entrever otro Dios: “Perdiste a un Dios funcional que demostró, con creces, no funcionar bien. Has encontrado a un Dios vivo que se te escapa y que persigues […] Entonces podemos empezar otra historia. Una historia de amor y de gracia: una historia gratuita sin sistema ni comercio”.
La gracia
La gracia. Si no una respuesta, sí es una invitación a tomar una posición frente al problema del mal: la importancia de ser, de existir, de vivir. Una invitación a repasar, junto con el Creador, los fundamentos inamovibles de la Creación: la gratuidad absoluta y sin concesiones que nos trajo al mundo, que nos hace ser, que nos hace vida en contraposición necesaria al caos. Dar las gracias por lo que fue, ya que todo lo que fue es lo opuesto al no-ser. La respuesta de Dios no tiene desperdicio: no ser una esperanza escatológica, sino un brote de vida ya cumplida. Es ese Dios que no se convierte en garante de mi seguridad, sino de la combatividad de lo vivo, de la que me invita a participar.
Las palabras de la autora al final de su libro resumen su postura: “Me pase lo que me pase es justo y bueno que el mundo sea, es justo y bueno que yo participe, aunque sea de manera efímera, en algo más grande que yo”. Sabias palabras.
Índice
Prólogo
La Queja
La Amenaza
La Gracia
Epílogo
Reseñas
La vida contada por un sapiens a un neandertal
Juan Antonio Martínez de la Fe , 18/12/2020
Ficha Técnica
Título: La vida contada por un sapiens a un neandertal
Autores: Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás
Edita: Alfaguara, Penguin Random House, Barcelona, 2020
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 218
ISBN: 978-84-204-3965-5
Precio: 18,90 euros
Juan Luis Arsuaga ya había publicado un libro sobre este tema (Vida, la gran historia, Ediciones Destino, 2019), entre otros variados títulos sobre la evolución. No así Juan José Millás. La conjunción de un científico y un gran escritor da como resultado esta obra.
No está redactada de un tirón en el tiempo; sus capítulos reúnen una serie de encuentros entre ambos intelectuales, en los que Arsuaga, a través de visitas a diferentes puntos, va exponiendo a Millás una especie de píldoras de ciencia que, luego, Millás las hace digeribles para un público lector de gran espectro: su estilo cercano las hace muy asequibles mientras que la creatividad del escritor las hace muy atractivas. De algunos de estos encuentros se tenía noticia gracias a las intervenciones de Millás en el programa de Javier del Pino A vivir que son dos días, en la Cadena SER. Desde luego, encontrar huellas de ciencia en lugares como un sex shop, un parque infantil o un cementerio llama poderosamente la atención, pero, simultáneamente, nos abre los ojos hacia una senda que nos permite prestar atención a destacadas pistas científicas que, de ordinario, nos pasan desapercibidas.
Nos adentramos así en el asombro ante la Naturaleza; una Naturaleza en continua evolución que hace crecer hermosas plantas, desaparecer y nacer montañas, … Y entramos en el Valle Secreto donde el sapiens explica cómo los neandertales carecían de capacidad simbólica mientras desentraña su vida en las cuevas y sus intercambios, incluidos los de genes, con los sapiens.
La existencia de nuestra antepasada Lucy sirve para apoyar la importancia de la bipedestación; y cómo, además de la darwiniana selección natural que explica las adaptaciones ecológicas, existe otra de enorme importancia: la de la selección de pareja, que da motivo para indagar en el dimorfismo sexual, las características propias de cada uno de los géneros masculino y femenino.
Evolución
¿Y qué decir de la evolución? En palabras de Arsuaga, transcritas por Juan José Millás, la evolución “no tiene la estructura de un relato. No hay planteamiento, nudo y desenlace. La evolución es el mundo del caos”. Ella, la evolución, se ha manifestado, entre otros campos, en la división del trabajo, patente desde la aparición del Homo erectus, que destina a las mujeres las tareas de la agricultura, hecho que las ha convertido en su inventoras. Aspecto este cuasi tangencial en este capítulo del libro, mucho más extenso en contenidos.
Entran en escena Vesalio y Leonardo para explicarnos las diferencias entre anatomía y fisiología: la primera es la estructura, la segunda, la función. También entramos en ese prodigio de la bioingeniería que es la locomoción humana, en la que intervienen conceptos tan fundamentales como el centro de gravedad, la línea de gravedad y la base de sustentación, caso único entre los primates. Y nueva incursión en las teorías de Darwin, que no exigían una intervención externa para producir los efectos de la evolución.
Especie sociable
Somos una especie sociable. “En el ágora empieza el pensamiento, la comunicación, la política, el mercado, la economía. Es la negación de la naturaleza, el no-campo”. Si una cultura tiene espacios públicos, se trata de una civilización; si no los tiene, se trata simplemente de una agrupación. Las sociedades crecen en complejidad; en las más simples, sus dioses no intervienen en los asuntos de los hombres, pero en las más complejas sí se preocupan por ellos, son dioses prosociales que favorecen las conductas sociales y castigan a las antisociales.
Darwin aparece y desaparece en la obra de manera reiterada. Arsuaga da mucha importancia a la selección inconsciente en controposición a la selección consciente que es la que practicamos cuando, por ejemplo, tratamos la domesticación de los animales: se buscan cruces que permitan obtener una raza con las condiciones que deseamos que tengan; en el fondo, la domesticación consiste en el control de la reproducción. En este sentido, es destacable la explicación de cómo la selección inconsciente se produce de manera espontánea, mediante la competición entre los miembros de una especie; en el fondo, aunque parezca que en la naturaleza todo está vivo, en realidad, está casi todo muerto, pues es la desaparición de la mayoría no adaptada la que permite la adquisición de nuevas capacidades que permitan la supervivencia.
En una tienda de peluches
La entrada en una tienda de peluches da pie para explicar las características morfológicas que nos hacen atractivos los bebés y los cachorros de animales, lo que lleva a incidir nuevamente en el tema del control de la reproducción: se domestica cuando se decide quién se reproduce y quién no. Y otra afirmación importante: nosotros somos la especie domesticada del neandertal; y no ha habido quien nos haya domesticado, sino que nos hemos autodomesticado. Y en un proceso que no se ha detenido, pues la evolución avanza como una rueda que gira sobre sí misma, pero siempre avanza: cada vez somos más mansos y seleccionamos para la reproducción a los que son más mansos todavía.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que los caracteres sexuales secundarios (los primarios son los que se relacionan con la reproducción) que distinguen a los hombres de las mujeres, tienen que ver con la elección de la pareja y han sido seleccionados a lo largo de la evolución, pero carecen de valor adaptativo. Explicaciones que Arsuaga dio a Millás en el ámbito de un sex-shop.
No faltan, por supuesto, reflexiones más metafísicas. Por ejemplo, cuando Arsuaga plantea que nuestro organismo se ha ido construyendo corrigiendo y tachando; pero no somos, dice, el resultado de una planificación, de un diseño, ya que la naturaleza carece de propósito. “Sin embargo, es capaz de crear estructuras biológicas con propósito. La naturaleza no busca, pero encuentra”.
Otro concepto que se desliza en la obra: la teoría de la mente. ¿En qué consiste? En darse cuenta de que los demás tienen ideas en la cabeza y establecer hipótesis respecto de esas ideas. Es muy importante, porque aquí se asienta la base de la manipulación y el engaño. Los animales carecen de una teoría de la mente, por lo que no pueden mentir. Y la teoría fue explicada a Millás con experimentos realizados con niños: la teoría de la mente está ya en la infancia, por lo que es un error asociar a un niño con un ser prehistórico.
Nacimiento de los estados
El tema de alimentación sirve de base para comentar el nacimiento de los estados. Un bosque da suficiente nutrición para un gran número de seres; pero, desde el momento en que se tala y se planta, la idea es la de alimentar a una sola especie. Con el almacenamiento surge la idea de bien; y, si se almacenan excedentes, aparece la estratificación social, la jerarquía: clanes, bandas, tribus, cacicatos y, por último, reinos o repúblicas, en definitiva, el estado.
Visita a un cementerio, porque es el lugar idóneo para exponer cómo la vejez y la muerte son los dos grandes problemas de la ciencia. ¿Por qué envejecemos? ¿Por qué morimos? Y una aclaración importante: hay que distinguir entre longevidad y esperanza de vida; la primera es una propiedad de la especie, mientras que la esperanza de vida es una edad media de muerte de sus individuos. ¿Qué quiere decir esto? Que, en la Edad de Piedra, la longevidad de nuestra especie era la misma que ahora, solo que entonces morían muchos niños, hecho que incide directamente en el cálculo de esa media de edad que es la esperanza de vida.
Concluyendo
Nos encontramos con un libro de muy fácil lectura, muy ameno, salpicado de anécdotas y de referencias a los entornos en los que Arsuaga va explicando diferentes aspectos de la vida a Juan José Millás. Pero no conviene distraerse: a lo largo de estas visitas a diversos lugares para aplicar las enseñanzas sobre la vida y la evolución, se van dejando caer reflexiones de hondo calado que conviene mantener y recordar. Desde luego, el “Sapiens” de este libro, que siempre procura ceñirse a lo empírico, no duda en avanzar sus tesis que exceden a lo estrictamente científico para adentrarse en planteamientos más filosóficos, compartidos por el “Neandertal”, que parece aceptarlos, aunque evidentemente hay quienes difieran de las conclusiones más metafísicas.
Es, en definitiva, un libro de muy recomendable lectura; su estructura dinámica a la par que con la amenidad que caracteriza el estilo de Juan José Millás, hacen de él una obra muy amena dirigida a un gran público.
Índice
Cero. La visita a los abuelos
Uno. El florecimiento del piorno
Dos. Todo es neandertal aquí
Tres. Lucy in the sky
Cuatro: La grasa y el músculo
Cinco. La revolución de lo pequeño
Seis. El bípedo portentoso
Siete. Refundando Bettonia
Ocho. No hay relojero
Nueve. Superpeluche
Diez. Dos patinadores
Once. Todos niños
Doce. Confianza en la paternidad
Trece. Las huellas remotas de sus pies
Catorce. No tan simple como parece
Quince. La dieta milagrosa
Dieciséis. Pasar a la posteridad
Título: La vida contada por un sapiens a un neandertal
Autores: Juan Luis Arsuaga y Juan José Millás
Edita: Alfaguara, Penguin Random House, Barcelona, 2020
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 218
ISBN: 978-84-204-3965-5
Precio: 18,90 euros
Juan Luis Arsuaga ya había publicado un libro sobre este tema (Vida, la gran historia, Ediciones Destino, 2019), entre otros variados títulos sobre la evolución. No así Juan José Millás. La conjunción de un científico y un gran escritor da como resultado esta obra.
No está redactada de un tirón en el tiempo; sus capítulos reúnen una serie de encuentros entre ambos intelectuales, en los que Arsuaga, a través de visitas a diferentes puntos, va exponiendo a Millás una especie de píldoras de ciencia que, luego, Millás las hace digeribles para un público lector de gran espectro: su estilo cercano las hace muy asequibles mientras que la creatividad del escritor las hace muy atractivas. De algunos de estos encuentros se tenía noticia gracias a las intervenciones de Millás en el programa de Javier del Pino A vivir que son dos días, en la Cadena SER. Desde luego, encontrar huellas de ciencia en lugares como un sex shop, un parque infantil o un cementerio llama poderosamente la atención, pero, simultáneamente, nos abre los ojos hacia una senda que nos permite prestar atención a destacadas pistas científicas que, de ordinario, nos pasan desapercibidas.
Nos adentramos así en el asombro ante la Naturaleza; una Naturaleza en continua evolución que hace crecer hermosas plantas, desaparecer y nacer montañas, … Y entramos en el Valle Secreto donde el sapiens explica cómo los neandertales carecían de capacidad simbólica mientras desentraña su vida en las cuevas y sus intercambios, incluidos los de genes, con los sapiens.
La existencia de nuestra antepasada Lucy sirve para apoyar la importancia de la bipedestación; y cómo, además de la darwiniana selección natural que explica las adaptaciones ecológicas, existe otra de enorme importancia: la de la selección de pareja, que da motivo para indagar en el dimorfismo sexual, las características propias de cada uno de los géneros masculino y femenino.
Evolución
¿Y qué decir de la evolución? En palabras de Arsuaga, transcritas por Juan José Millás, la evolución “no tiene la estructura de un relato. No hay planteamiento, nudo y desenlace. La evolución es el mundo del caos”. Ella, la evolución, se ha manifestado, entre otros campos, en la división del trabajo, patente desde la aparición del Homo erectus, que destina a las mujeres las tareas de la agricultura, hecho que las ha convertido en su inventoras. Aspecto este cuasi tangencial en este capítulo del libro, mucho más extenso en contenidos.
Entran en escena Vesalio y Leonardo para explicarnos las diferencias entre anatomía y fisiología: la primera es la estructura, la segunda, la función. También entramos en ese prodigio de la bioingeniería que es la locomoción humana, en la que intervienen conceptos tan fundamentales como el centro de gravedad, la línea de gravedad y la base de sustentación, caso único entre los primates. Y nueva incursión en las teorías de Darwin, que no exigían una intervención externa para producir los efectos de la evolución.
Especie sociable
Somos una especie sociable. “En el ágora empieza el pensamiento, la comunicación, la política, el mercado, la economía. Es la negación de la naturaleza, el no-campo”. Si una cultura tiene espacios públicos, se trata de una civilización; si no los tiene, se trata simplemente de una agrupación. Las sociedades crecen en complejidad; en las más simples, sus dioses no intervienen en los asuntos de los hombres, pero en las más complejas sí se preocupan por ellos, son dioses prosociales que favorecen las conductas sociales y castigan a las antisociales.
Darwin aparece y desaparece en la obra de manera reiterada. Arsuaga da mucha importancia a la selección inconsciente en controposición a la selección consciente que es la que practicamos cuando, por ejemplo, tratamos la domesticación de los animales: se buscan cruces que permitan obtener una raza con las condiciones que deseamos que tengan; en el fondo, la domesticación consiste en el control de la reproducción. En este sentido, es destacable la explicación de cómo la selección inconsciente se produce de manera espontánea, mediante la competición entre los miembros de una especie; en el fondo, aunque parezca que en la naturaleza todo está vivo, en realidad, está casi todo muerto, pues es la desaparición de la mayoría no adaptada la que permite la adquisición de nuevas capacidades que permitan la supervivencia.
En una tienda de peluches
La entrada en una tienda de peluches da pie para explicar las características morfológicas que nos hacen atractivos los bebés y los cachorros de animales, lo que lleva a incidir nuevamente en el tema del control de la reproducción: se domestica cuando se decide quién se reproduce y quién no. Y otra afirmación importante: nosotros somos la especie domesticada del neandertal; y no ha habido quien nos haya domesticado, sino que nos hemos autodomesticado. Y en un proceso que no se ha detenido, pues la evolución avanza como una rueda que gira sobre sí misma, pero siempre avanza: cada vez somos más mansos y seleccionamos para la reproducción a los que son más mansos todavía.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que los caracteres sexuales secundarios (los primarios son los que se relacionan con la reproducción) que distinguen a los hombres de las mujeres, tienen que ver con la elección de la pareja y han sido seleccionados a lo largo de la evolución, pero carecen de valor adaptativo. Explicaciones que Arsuaga dio a Millás en el ámbito de un sex-shop.
No faltan, por supuesto, reflexiones más metafísicas. Por ejemplo, cuando Arsuaga plantea que nuestro organismo se ha ido construyendo corrigiendo y tachando; pero no somos, dice, el resultado de una planificación, de un diseño, ya que la naturaleza carece de propósito. “Sin embargo, es capaz de crear estructuras biológicas con propósito. La naturaleza no busca, pero encuentra”.
Otro concepto que se desliza en la obra: la teoría de la mente. ¿En qué consiste? En darse cuenta de que los demás tienen ideas en la cabeza y establecer hipótesis respecto de esas ideas. Es muy importante, porque aquí se asienta la base de la manipulación y el engaño. Los animales carecen de una teoría de la mente, por lo que no pueden mentir. Y la teoría fue explicada a Millás con experimentos realizados con niños: la teoría de la mente está ya en la infancia, por lo que es un error asociar a un niño con un ser prehistórico.
Nacimiento de los estados
El tema de alimentación sirve de base para comentar el nacimiento de los estados. Un bosque da suficiente nutrición para un gran número de seres; pero, desde el momento en que se tala y se planta, la idea es la de alimentar a una sola especie. Con el almacenamiento surge la idea de bien; y, si se almacenan excedentes, aparece la estratificación social, la jerarquía: clanes, bandas, tribus, cacicatos y, por último, reinos o repúblicas, en definitiva, el estado.
Visita a un cementerio, porque es el lugar idóneo para exponer cómo la vejez y la muerte son los dos grandes problemas de la ciencia. ¿Por qué envejecemos? ¿Por qué morimos? Y una aclaración importante: hay que distinguir entre longevidad y esperanza de vida; la primera es una propiedad de la especie, mientras que la esperanza de vida es una edad media de muerte de sus individuos. ¿Qué quiere decir esto? Que, en la Edad de Piedra, la longevidad de nuestra especie era la misma que ahora, solo que entonces morían muchos niños, hecho que incide directamente en el cálculo de esa media de edad que es la esperanza de vida.
Concluyendo
Nos encontramos con un libro de muy fácil lectura, muy ameno, salpicado de anécdotas y de referencias a los entornos en los que Arsuaga va explicando diferentes aspectos de la vida a Juan José Millás. Pero no conviene distraerse: a lo largo de estas visitas a diversos lugares para aplicar las enseñanzas sobre la vida y la evolución, se van dejando caer reflexiones de hondo calado que conviene mantener y recordar. Desde luego, el “Sapiens” de este libro, que siempre procura ceñirse a lo empírico, no duda en avanzar sus tesis que exceden a lo estrictamente científico para adentrarse en planteamientos más filosóficos, compartidos por el “Neandertal”, que parece aceptarlos, aunque evidentemente hay quienes difieran de las conclusiones más metafísicas.
Es, en definitiva, un libro de muy recomendable lectura; su estructura dinámica a la par que con la amenidad que caracteriza el estilo de Juan José Millás, hacen de él una obra muy amena dirigida a un gran público.
Índice
Cero. La visita a los abuelos
Uno. El florecimiento del piorno
Dos. Todo es neandertal aquí
Tres. Lucy in the sky
Cuatro: La grasa y el músculo
Cinco. La revolución de lo pequeño
Seis. El bípedo portentoso
Siete. Refundando Bettonia
Ocho. No hay relojero
Nueve. Superpeluche
Diez. Dos patinadores
Once. Todos niños
Doce. Confianza en la paternidad
Trece. Las huellas remotas de sus pies
Catorce. No tan simple como parece
Quince. La dieta milagrosa
Dieciséis. Pasar a la posteridad
Reseñas
Eso no estaba en mi libro de Botánica
Juan Antonio Martínez de la Fe , 28/11/2020
Ficha técnica
Título: Eso no estaba en mi libro de Botánica
Autora: Rosa Porcel
Edita: Editorial Guadalmazán, Córdoba, 2020
Colección: Divulgación científica
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 384
ISBN: 978-84-17547-27-1
Precio: 19,95 €
¡Qué delicia de libro! Rosa Porcel nos abre la ventana a un mundo que, pese a estar a nuestro lado, con el que convivimos día a día, nos es desconocido en gran medida. De hecho, el libro que comentamos existe gracias a las plantas, que proporcionan la base para el papel.
Es un libro que trata de plantas, eso sí, pero no es un libro de Botánica al uso. La autora nos propone realizar con ella “un recorrido por la historia para saber cómo han influido [las plantas] en nuestra cultura, cómo se alimentan, cómo viven, cómo se relacionan y qué mecanismos tienen para defenderse o adaptarse al entorno, para terminar finalmente con la reproducción y el origen de una nueva planta. Verás que, detrás de cada brote verde, de cada flor o de cada raíz, se esconde una historia increíble”. Y es cierto. El objetivo que se propuso Rosa Porcel al redactar las páginas de esta amenísima obra lo ha alcanzado con creces.
Las plantas y nosotros
En una primera parte, aborda la relación entre las plantas y nosotros, partiendo de los principios del tiempo, hace mil millones de años, con plantas de las que se han encontrado microfósiles, muchos, muchos años antes de que el Homo sapiens hiciera su aparición en la historia. Es apasionante lo que cuenta Rosa Porcel sobre la evolución de las plantas, cómo pasaron del agua a la tierra y cómo se adaptaron al nuevo entorno.
A lo largo de los siglos, nuestra relación con las plantas ha ido creciendo, pues nos han servido de alimento y algunas de ellas, como las especias, llegaron a condicionar las relaciones entre países: el azafrán (del que nos explica su llegada a España), la canela, el palo de Campeche, circulan por las páginas del libro abriéndonos la mirada al importante papel que han desempeñado, y desempeñan, en la historia.
Otra forma de relacionarnos con ellas ha sido algo más enigmática: la magia, las brujas y su arribar a la ciencia. Brujas y hechiceras hacían uso de vegetales muy variados para llevar a cabo sus actividades, muchas de ellas beneficiosas a través de plantas medicinales. Aquí es el beleño, la belladona, la mandrágora o el estramonio, entre otras, las que nos visitan en el recorrido propuesto por Rosa Porcel, quien nos acerca, después, a las páginas de sucesos de los medios de comunicación ya que, en muchos de ellos, las plantas han ocupado un papel protagonista, interviniendo en múltiples asesinatos por envenenamiento o en románticos suicidios.
Y de las crónicas negras, la autora nos traslada al mundo de la economía, hasta el punto de convertirse alguna flor en el símbolo de todo un país, algo que ocurrió con el tulipán, que creó grandes fortunas y ocasionó sonoras ruinas en su mercadeo, concretamente en los Países Bajos. Todo un estudio de diferentes variedades a la búsqueda de la más bella y más rara; es paradigmático el caso del Semper augustus, el tulipán más caro vendido en aquellas tierras en el ya lejano siglo XVII.
Pero si la presencia de las plantas es celebrada en los aspectos ya recorridos, no lo es menos en nuestra cultura. Muchos de los mitos griegos se asocian con ellas, pero no solo acaece dentro de la cultura grecorroromana, ya que, por ejemplo, en la cultura maya abundan ejemplos de tal asociación. A lo que se añade que ellas, las plantas, ocupan primordial rol en la literatura y, especialmente, en la pintura. Afirma, sin que le falte la razón, Porcel que “ de hecho, si no fuera por las plantas, no tendríamos ni literatura ni pintura”.
Plantas hambrientas
“Para que las plantas crezcan y se desarrollen medianamente bien, requieren básicamente luz, agua y nutrientes, que son diferentes moléculas que las plantas no pueden sintetizar por sí mismas y necesitan tomarlas del medio, como nosotros las vitaminas”. Partiendo de este párrafo inicial, la autora nos traslada a la manera de vivir de las plantas. Por supuesto, necesitan nitrógeno y asistimos, no sin asombro, a los variados manejos que realizan para poder obtenerlo. Pero es que, además del nitrógeno, es fundamental la presencia de fósforo y potasio como macronutrientes, a los que se ha de unir algunos micronutrientes importantes como el calcio, magnesio y el azufre; su deficiencia produce alteraciones en el crecimiento de la planta, por lo que ha de ingeniárselas para obtenerlos.
Hay variados métodos. Alguno nos ha llevado, incluso, hasta la tienda de los horrores en un alarde de imaginación, como ocurre con las plantas carnívoras, de las que hay variados tipos y tamaños, buscando todos ellos la mejor manera de cazar a sus víctimas. Otro método no menos importante es el de parasitismo, del que Rosa Porcel nos ilustra abundantemente.
Plantas sociales
La aparente inmovilidad de las plantas nos induce a engaño. Tienen una muy activa e, incluso, estresante actividad social. Y, como sucede en nuestras redes de comunicación, ellas utilizan, de manera recurrente los abundantes recursos que les ofrece el suelo: bacterias y micorrizas (a las que califica como “internet bajo el suelo”). Y, aunque reconoce que se necesita seguir comprendiendo los diálogos moleculares entre estos microorganismos y de estos con las plantas y los mecanismos que ponen en marcha para protegerlas, es apasionante la descripción que hace la autora sobre este mundo que habitualmente pisamos sin conocer la rica vida que encierra.
Igualmente, pese a esa apariencia de inmovilismo, las plantas se mueven; en todas direcciones, con distintos tipos de movimientos. Uno de ellos es el tropismo, que indica una respuesta que depende de la dirección de un estímulo ambiental; otro es el gravitropismo, con la atracción de la gravedad; y añade el electrotropismo, motivado por un campo eléctrico y el fototropismo direccionado por la luz. Con el descubrimiento de los ciclos circadianos en las plantas, la autora nos plantea una muy interesante pregunta: ¿tienen inteligencia las plantas?
Es claro que las plantas no tienen cerebro; pero es que no les hace falta. Es cierto que se comunican entre ellas, a lo largo de kilómetros, a través de las grandes redes de micelio fúngico, informando sobre su estado nutricional o de una amenaza cercana. Pero también lo hacen por el aire; no hablan, cierto; pero tienen su propio lenguaje, que hay que saber interpretar; por ejemplo, algo comunican cuando se expande el olor a césped recién cortado, y Rosa Porcel nos ayuda a interpretar esos mensajes. Y a responder a preguntas tales como si las plantas sienten, cuáles son sus orejas y sus balbuceos, o si tienen consciencia. La respuesta final es que solo los vertebrados, artrópodos y cefalópodos poseen la estructura cerebral de umbral para la consciencia. Pero el camino por el que la autora nos conduce a esta conclusión, plagado de curiosos ejemplos y sesudas investigaciones científicas, ha de ser recorrido por su amenidad.
Las plantas enferman
Con seres vivos tan vivos, no es extraña la pregunta de si tienen sangre las plantas. Algunas personas se lo plantearon al ver algunas especies de árboles formar savias y resinas de un color rojo brillante muy parecidas a la sangre que, al solidificarse, reciben el nombre de goma roja; desde luego, uno de los ejemplos más conocidos es el de la sangre de drago, ya utilizada por romanos y griegos como barniz, medicina, incienso o tintura.
Aun no teniendo realmente sangre, pese a la posible apariencia, las plantas enferman. Hasta les sube la temperatura y pueden dar muestras de estrés. ¿Quién no recuerda la terrible plaga que afectó a las patatas de Irlanda a mediados del siglo XIX? Fue una auténtica catástrofe económica y social. Y las actuales condiciones de la globalización son un excelente vehículo para transportar plagas, enfermedades, insectos que atacan a las plantas e, incluso, otras plantas que se convierten en invasoras. Olmos, tomates, olivos, etc. se ven expuestos a bacterias, hongos, herbívoros, insectos, babosas, caracoles, arañas, orugas …, y una serie de condiciones climatológicas y ambientales que ponen a prueba su supervivencia. Y no siempre los tratamientos que se les aplican para curarlas dan el resultado apetecido, lo que obliga a una permanente vigilancia y estudios para hallar los remedios anhelados.
Así, pues, tienen las plantas muchos y variados enemigos. En primer lugar, los seres vivos, a quienes acompañan múltiples elementos. Con abundantes ejemplos, algunos recientes en la memoria, Rosa Porcel nos guía, a través de varias páginas, para mejor comprender las situaciones a las que se ven sometidas las plantas y, en ocasiones, el enorme problema que suscitan sus enfermedades.
Las plantas se defienden
Pero existe un mundo de moléculas vegetales que ellas utilizan para defenderse; una fitoquímica que nos puede pasar desapercibida pero que la autora nos descubre. Para ello, nos invita a asistir al menú de una cena íntima, con platos variados. Allí encontraremos rúcula, cuyo sabor no es grato a todo el mundo, algo que ella, la rúcula, utiliza como escudo ante sus depredadores. Hemos domesticado patatas, tomates, berenjenas y pimientos para reducir el alcaloide peligroso que utilizan como defensa, de manera que podamos consumirlos sin peligro; pero, por ejemplo, el tono verdoso que presentan a veces partes de las patatas, es señal de una acumulación peligrosa de solanina que ha creado la planta para su defensa. Por su parte, cebolla y ajo se protegen generando compuestos ricos en azufre, potente veneno para los insectos. Esta cena, a la que hemos asistido y que detalla extensamente la autora, tendrá una mezcla de sabores suaves y explosivos, lo que, a veces, obligará a beber para calmar, por ejemplo, el sabor picante del jengibre. ¿Y qué decir de las almendras amargas, un sabor protector de la planta y que, según nos explica Porcel, si consumimos unas veinte puede producirnos la muerte?
Y nos defienden
Ya desde las antiguas civilizaciones de Oriente, Egipto y Grecia se tenía un conocimiento suficiente como para recurrir a las plantas con el fin de obtener remedios para la salud dañada. Hoy día, se utilizan, según la FAO, más de cincuenta mil especies de plantas con fines medicinales: analgésicos, antitusivos, antihipertensivos, cardiotónicos, antineoplásicos o antipalúdicos, entre una gran variedad de beneficiosos efectos. También tiene un origen vegetal la conocidísima aspirina, que etimológicamente, significa droga fabricada sin el uso de Spiaea ulmaria, de cuyas flores se obtiene su principio activo.
Y, aunque nos ayudan a incrementar nuestra longevidad, ellas no son eternas. Aunque, eso sí, las hay que nos superan ampliamente en edad, como ocurre con las coníferas que viven varios siglos; hay algún pino, como el llamado Matusalén, en Estados Unidos, que cuenta 4.852 años, es decir que, cuando comenzó a crecer, la humanidad se encontraba en la Edad del Bronce. Son también longevos los baobabs y algunas otras variedades. Pero no son eternos: algún día dejarán de existir. Aunque lo verdaderamente interesante son los diversos sistemas de que se han valido para alcanzar tan altas cotas de vida, algo deliciosamente narrado por la autora.
Las plantas crean vida: colores y formas
Si hablamos de colores hay que recurrir, necesariamente a las flores, una belleza desarrollada por las plantas para asegurarse la descendencia. Muchas plantas necesitan la fecundación sexuada, para lo que se valen de insectos y animales, así como del viento, para que su polen sea portado hasta la parte femenina de otra planta generando la fecundación. Todo un espectáculo de vida. Aunque, evidentemente, hay plantas que son capaces de reproducirse sin sexo, mediante una reproducción asexual donde no intervienen las flores ni las células sexuales, ni hay fecundación. En ellas solo participa un progenitor y sus descendientes serán genéticamente idénticos a él.
De manera muy gráfica y cercana, Rosa Porcel titula el capítulo dedicado al resultado de la fecundación: Cariño, vamos a tener un fruto. Los frutos son variadísimos en cuanto aspecto, tamaño, sabor y en la manera de contener las semillas con una visión de futuro. Fresas, frambuesas, aguacates, cocos, … discurren por estas páginas, aclarándonos algunos conceptos erróneos; por ejemplo, el coco no es un fruto, pero sí lo son, por ejemplo, los tomates, pepinos, calabazas, frijoles y guisantes.
Y, como ocurre con nuestros hijos, los niños, los frutos se van de casa también. Rosa Porcel nos explica cómo los diseminan las plantas para crear nuevas generaciones; y nos habla de los bancos de semillas, con especial referencia a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, archipiélago noruego, donde se conservan importantísimas semillas de todo el mundo; valga como ejemplo que alberga más de cien mil variedades solo de arroz.
Concluyendo
Todo lo dicho hasta aquí es poco, muy poco; son solo unas pinceladas acerca de lo que le lector encontrará en las páginas que comentamos. Desde una muy cuidada cubierta, este libro nos está invitando a su lectura. Merece la pena; y mucho. El estilo de la autora es muy cercano; prácticamente, está en continuo diálogo con el lector, al que interpela con preguntas y del que adivina las cuestiones que el libro le sugerirá. En sus páginas, se encuentran muchísimos ejemplos que nos ilustran y nos acercan las descripciones técnicas obligadas por el rigor científico que respalda su contenido. Imágenes abundan; lástima que no sean en color. Por otra parte, la estructura del libro es progresiva, aunque no impide que se pueda disfrutar siguiendo otro orden. En cualquier caso, el disfrute de su lectura está garantizado.
Índice
Introducción
PARTE I.
Las plantas y nosotros
Al principio había
Los vegetales que hicieron historia y nos descubrieron el mundo
Entre la magia y la ciencia: la sabiduría de las brujas
Protagonistas secretas de la página de sucesos
La belleza sí tuvo un precio y nosotros, una crisis financiera
Las plantas en la cultura: el despertar de los sentidos
PARTE II.
Come… Las plantas tienen hambre y se alimentan
Donde comen varios se come mejor
Plantas carnívoras
Plantas parásitas
PARTE III.
Vive … La agitada y estresante vida social de las plantas
¿Hay alguien ahí abajo?
Movimiento de las plantas
Las plantas no tienen cerebro, ni falta que les hace
Por sus venas corre … ¿sangre?
Cuando las plantas enferman
Enemigos de las plantas (I): los seres vivos
Enemigos de las plantas (II): todo lo demás
Fotoquímica: un mundo de moléculas vegetales
La botica verde
Las plantas (no) son eternas
PARTE IV.
Y ama … Las plantas también crean vida
Para gustos se hicieron los colores … y las formas
El florecer del sexo (I): masculino
El florecer del sexo (II): femenino
Secreciones naturales
Cópula vegetal, casi siempre
Cariño, vamos a tener un fruto
Los niños se van de casa
Epílogo
Notas
Índice de plantas que aparecen en el texto
Bibliografía recomendada
Título: Eso no estaba en mi libro de Botánica
Autora: Rosa Porcel
Edita: Editorial Guadalmazán, Córdoba, 2020
Colección: Divulgación científica
Encuadernación: Rústica con solapas
Número de páginas: 384
ISBN: 978-84-17547-27-1
Precio: 19,95 €
¡Qué delicia de libro! Rosa Porcel nos abre la ventana a un mundo que, pese a estar a nuestro lado, con el que convivimos día a día, nos es desconocido en gran medida. De hecho, el libro que comentamos existe gracias a las plantas, que proporcionan la base para el papel.
Es un libro que trata de plantas, eso sí, pero no es un libro de Botánica al uso. La autora nos propone realizar con ella “un recorrido por la historia para saber cómo han influido [las plantas] en nuestra cultura, cómo se alimentan, cómo viven, cómo se relacionan y qué mecanismos tienen para defenderse o adaptarse al entorno, para terminar finalmente con la reproducción y el origen de una nueva planta. Verás que, detrás de cada brote verde, de cada flor o de cada raíz, se esconde una historia increíble”. Y es cierto. El objetivo que se propuso Rosa Porcel al redactar las páginas de esta amenísima obra lo ha alcanzado con creces.
Las plantas y nosotros
En una primera parte, aborda la relación entre las plantas y nosotros, partiendo de los principios del tiempo, hace mil millones de años, con plantas de las que se han encontrado microfósiles, muchos, muchos años antes de que el Homo sapiens hiciera su aparición en la historia. Es apasionante lo que cuenta Rosa Porcel sobre la evolución de las plantas, cómo pasaron del agua a la tierra y cómo se adaptaron al nuevo entorno.
A lo largo de los siglos, nuestra relación con las plantas ha ido creciendo, pues nos han servido de alimento y algunas de ellas, como las especias, llegaron a condicionar las relaciones entre países: el azafrán (del que nos explica su llegada a España), la canela, el palo de Campeche, circulan por las páginas del libro abriéndonos la mirada al importante papel que han desempeñado, y desempeñan, en la historia.
Otra forma de relacionarnos con ellas ha sido algo más enigmática: la magia, las brujas y su arribar a la ciencia. Brujas y hechiceras hacían uso de vegetales muy variados para llevar a cabo sus actividades, muchas de ellas beneficiosas a través de plantas medicinales. Aquí es el beleño, la belladona, la mandrágora o el estramonio, entre otras, las que nos visitan en el recorrido propuesto por Rosa Porcel, quien nos acerca, después, a las páginas de sucesos de los medios de comunicación ya que, en muchos de ellos, las plantas han ocupado un papel protagonista, interviniendo en múltiples asesinatos por envenenamiento o en románticos suicidios.
Y de las crónicas negras, la autora nos traslada al mundo de la economía, hasta el punto de convertirse alguna flor en el símbolo de todo un país, algo que ocurrió con el tulipán, que creó grandes fortunas y ocasionó sonoras ruinas en su mercadeo, concretamente en los Países Bajos. Todo un estudio de diferentes variedades a la búsqueda de la más bella y más rara; es paradigmático el caso del Semper augustus, el tulipán más caro vendido en aquellas tierras en el ya lejano siglo XVII.
Pero si la presencia de las plantas es celebrada en los aspectos ya recorridos, no lo es menos en nuestra cultura. Muchos de los mitos griegos se asocian con ellas, pero no solo acaece dentro de la cultura grecorroromana, ya que, por ejemplo, en la cultura maya abundan ejemplos de tal asociación. A lo que se añade que ellas, las plantas, ocupan primordial rol en la literatura y, especialmente, en la pintura. Afirma, sin que le falte la razón, Porcel que “ de hecho, si no fuera por las plantas, no tendríamos ni literatura ni pintura”.
Plantas hambrientas
“Para que las plantas crezcan y se desarrollen medianamente bien, requieren básicamente luz, agua y nutrientes, que son diferentes moléculas que las plantas no pueden sintetizar por sí mismas y necesitan tomarlas del medio, como nosotros las vitaminas”. Partiendo de este párrafo inicial, la autora nos traslada a la manera de vivir de las plantas. Por supuesto, necesitan nitrógeno y asistimos, no sin asombro, a los variados manejos que realizan para poder obtenerlo. Pero es que, además del nitrógeno, es fundamental la presencia de fósforo y potasio como macronutrientes, a los que se ha de unir algunos micronutrientes importantes como el calcio, magnesio y el azufre; su deficiencia produce alteraciones en el crecimiento de la planta, por lo que ha de ingeniárselas para obtenerlos.
Hay variados métodos. Alguno nos ha llevado, incluso, hasta la tienda de los horrores en un alarde de imaginación, como ocurre con las plantas carnívoras, de las que hay variados tipos y tamaños, buscando todos ellos la mejor manera de cazar a sus víctimas. Otro método no menos importante es el de parasitismo, del que Rosa Porcel nos ilustra abundantemente.
Plantas sociales
La aparente inmovilidad de las plantas nos induce a engaño. Tienen una muy activa e, incluso, estresante actividad social. Y, como sucede en nuestras redes de comunicación, ellas utilizan, de manera recurrente los abundantes recursos que les ofrece el suelo: bacterias y micorrizas (a las que califica como “internet bajo el suelo”). Y, aunque reconoce que se necesita seguir comprendiendo los diálogos moleculares entre estos microorganismos y de estos con las plantas y los mecanismos que ponen en marcha para protegerlas, es apasionante la descripción que hace la autora sobre este mundo que habitualmente pisamos sin conocer la rica vida que encierra.
Igualmente, pese a esa apariencia de inmovilismo, las plantas se mueven; en todas direcciones, con distintos tipos de movimientos. Uno de ellos es el tropismo, que indica una respuesta que depende de la dirección de un estímulo ambiental; otro es el gravitropismo, con la atracción de la gravedad; y añade el electrotropismo, motivado por un campo eléctrico y el fototropismo direccionado por la luz. Con el descubrimiento de los ciclos circadianos en las plantas, la autora nos plantea una muy interesante pregunta: ¿tienen inteligencia las plantas?
Es claro que las plantas no tienen cerebro; pero es que no les hace falta. Es cierto que se comunican entre ellas, a lo largo de kilómetros, a través de las grandes redes de micelio fúngico, informando sobre su estado nutricional o de una amenaza cercana. Pero también lo hacen por el aire; no hablan, cierto; pero tienen su propio lenguaje, que hay que saber interpretar; por ejemplo, algo comunican cuando se expande el olor a césped recién cortado, y Rosa Porcel nos ayuda a interpretar esos mensajes. Y a responder a preguntas tales como si las plantas sienten, cuáles son sus orejas y sus balbuceos, o si tienen consciencia. La respuesta final es que solo los vertebrados, artrópodos y cefalópodos poseen la estructura cerebral de umbral para la consciencia. Pero el camino por el que la autora nos conduce a esta conclusión, plagado de curiosos ejemplos y sesudas investigaciones científicas, ha de ser recorrido por su amenidad.
Las plantas enferman
Con seres vivos tan vivos, no es extraña la pregunta de si tienen sangre las plantas. Algunas personas se lo plantearon al ver algunas especies de árboles formar savias y resinas de un color rojo brillante muy parecidas a la sangre que, al solidificarse, reciben el nombre de goma roja; desde luego, uno de los ejemplos más conocidos es el de la sangre de drago, ya utilizada por romanos y griegos como barniz, medicina, incienso o tintura.
Aun no teniendo realmente sangre, pese a la posible apariencia, las plantas enferman. Hasta les sube la temperatura y pueden dar muestras de estrés. ¿Quién no recuerda la terrible plaga que afectó a las patatas de Irlanda a mediados del siglo XIX? Fue una auténtica catástrofe económica y social. Y las actuales condiciones de la globalización son un excelente vehículo para transportar plagas, enfermedades, insectos que atacan a las plantas e, incluso, otras plantas que se convierten en invasoras. Olmos, tomates, olivos, etc. se ven expuestos a bacterias, hongos, herbívoros, insectos, babosas, caracoles, arañas, orugas …, y una serie de condiciones climatológicas y ambientales que ponen a prueba su supervivencia. Y no siempre los tratamientos que se les aplican para curarlas dan el resultado apetecido, lo que obliga a una permanente vigilancia y estudios para hallar los remedios anhelados.
Así, pues, tienen las plantas muchos y variados enemigos. En primer lugar, los seres vivos, a quienes acompañan múltiples elementos. Con abundantes ejemplos, algunos recientes en la memoria, Rosa Porcel nos guía, a través de varias páginas, para mejor comprender las situaciones a las que se ven sometidas las plantas y, en ocasiones, el enorme problema que suscitan sus enfermedades.
Las plantas se defienden
Pero existe un mundo de moléculas vegetales que ellas utilizan para defenderse; una fitoquímica que nos puede pasar desapercibida pero que la autora nos descubre. Para ello, nos invita a asistir al menú de una cena íntima, con platos variados. Allí encontraremos rúcula, cuyo sabor no es grato a todo el mundo, algo que ella, la rúcula, utiliza como escudo ante sus depredadores. Hemos domesticado patatas, tomates, berenjenas y pimientos para reducir el alcaloide peligroso que utilizan como defensa, de manera que podamos consumirlos sin peligro; pero, por ejemplo, el tono verdoso que presentan a veces partes de las patatas, es señal de una acumulación peligrosa de solanina que ha creado la planta para su defensa. Por su parte, cebolla y ajo se protegen generando compuestos ricos en azufre, potente veneno para los insectos. Esta cena, a la que hemos asistido y que detalla extensamente la autora, tendrá una mezcla de sabores suaves y explosivos, lo que, a veces, obligará a beber para calmar, por ejemplo, el sabor picante del jengibre. ¿Y qué decir de las almendras amargas, un sabor protector de la planta y que, según nos explica Porcel, si consumimos unas veinte puede producirnos la muerte?
Y nos defienden
Ya desde las antiguas civilizaciones de Oriente, Egipto y Grecia se tenía un conocimiento suficiente como para recurrir a las plantas con el fin de obtener remedios para la salud dañada. Hoy día, se utilizan, según la FAO, más de cincuenta mil especies de plantas con fines medicinales: analgésicos, antitusivos, antihipertensivos, cardiotónicos, antineoplásicos o antipalúdicos, entre una gran variedad de beneficiosos efectos. También tiene un origen vegetal la conocidísima aspirina, que etimológicamente, significa droga fabricada sin el uso de Spiaea ulmaria, de cuyas flores se obtiene su principio activo.
Y, aunque nos ayudan a incrementar nuestra longevidad, ellas no son eternas. Aunque, eso sí, las hay que nos superan ampliamente en edad, como ocurre con las coníferas que viven varios siglos; hay algún pino, como el llamado Matusalén, en Estados Unidos, que cuenta 4.852 años, es decir que, cuando comenzó a crecer, la humanidad se encontraba en la Edad del Bronce. Son también longevos los baobabs y algunas otras variedades. Pero no son eternos: algún día dejarán de existir. Aunque lo verdaderamente interesante son los diversos sistemas de que se han valido para alcanzar tan altas cotas de vida, algo deliciosamente narrado por la autora.
Las plantas crean vida: colores y formas
Si hablamos de colores hay que recurrir, necesariamente a las flores, una belleza desarrollada por las plantas para asegurarse la descendencia. Muchas plantas necesitan la fecundación sexuada, para lo que se valen de insectos y animales, así como del viento, para que su polen sea portado hasta la parte femenina de otra planta generando la fecundación. Todo un espectáculo de vida. Aunque, evidentemente, hay plantas que son capaces de reproducirse sin sexo, mediante una reproducción asexual donde no intervienen las flores ni las células sexuales, ni hay fecundación. En ellas solo participa un progenitor y sus descendientes serán genéticamente idénticos a él.
De manera muy gráfica y cercana, Rosa Porcel titula el capítulo dedicado al resultado de la fecundación: Cariño, vamos a tener un fruto. Los frutos son variadísimos en cuanto aspecto, tamaño, sabor y en la manera de contener las semillas con una visión de futuro. Fresas, frambuesas, aguacates, cocos, … discurren por estas páginas, aclarándonos algunos conceptos erróneos; por ejemplo, el coco no es un fruto, pero sí lo son, por ejemplo, los tomates, pepinos, calabazas, frijoles y guisantes.
Y, como ocurre con nuestros hijos, los niños, los frutos se van de casa también. Rosa Porcel nos explica cómo los diseminan las plantas para crear nuevas generaciones; y nos habla de los bancos de semillas, con especial referencia a la Bóveda Global de Semillas de Svalbard, archipiélago noruego, donde se conservan importantísimas semillas de todo el mundo; valga como ejemplo que alberga más de cien mil variedades solo de arroz.
Concluyendo
Todo lo dicho hasta aquí es poco, muy poco; son solo unas pinceladas acerca de lo que le lector encontrará en las páginas que comentamos. Desde una muy cuidada cubierta, este libro nos está invitando a su lectura. Merece la pena; y mucho. El estilo de la autora es muy cercano; prácticamente, está en continuo diálogo con el lector, al que interpela con preguntas y del que adivina las cuestiones que el libro le sugerirá. En sus páginas, se encuentran muchísimos ejemplos que nos ilustran y nos acercan las descripciones técnicas obligadas por el rigor científico que respalda su contenido. Imágenes abundan; lástima que no sean en color. Por otra parte, la estructura del libro es progresiva, aunque no impide que se pueda disfrutar siguiendo otro orden. En cualquier caso, el disfrute de su lectura está garantizado.
Índice
Introducción
PARTE I.
Las plantas y nosotros
Al principio había
Los vegetales que hicieron historia y nos descubrieron el mundo
Entre la magia y la ciencia: la sabiduría de las brujas
Protagonistas secretas de la página de sucesos
La belleza sí tuvo un precio y nosotros, una crisis financiera
Las plantas en la cultura: el despertar de los sentidos
PARTE II.
Come… Las plantas tienen hambre y se alimentan
Donde comen varios se come mejor
Plantas carnívoras
Plantas parásitas
PARTE III.
Vive … La agitada y estresante vida social de las plantas
¿Hay alguien ahí abajo?
Movimiento de las plantas
Las plantas no tienen cerebro, ni falta que les hace
Por sus venas corre … ¿sangre?
Cuando las plantas enferman
Enemigos de las plantas (I): los seres vivos
Enemigos de las plantas (II): todo lo demás
Fotoquímica: un mundo de moléculas vegetales
La botica verde
Las plantas (no) son eternas
PARTE IV.
Y ama … Las plantas también crean vida
Para gustos se hicieron los colores … y las formas
El florecer del sexo (I): masculino
El florecer del sexo (II): femenino
Secreciones naturales
Cópula vegetal, casi siempre
Cariño, vamos a tener un fruto
Los niños se van de casa
Epílogo
Notas
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850