¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
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Tendencias Estratégicas
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Descubren en un lago de Noruega un naufragio ocurrido hace más de 700 años
23/11/2024 09:50 - Redacción T21 -
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Nuestro antiguo ancestro Lucy convivió con hasta cuatro especies protohumanas diferentes
22/11/2024 17:54 - Pablo Javier Piacente
Algunos comunicadores reputados hablan de "ingeniería social" para referirse a la imagen pública (Joan Costa) o a la gestión cultural y a la comunicología (Jesús Galindo ). Creo que fue á principios de los 50 cuando se acuñó la expresión como consecuencia de los trabajos del Tavistock Institute of Human Relations, Instituto Tavistock (Wilfred R. Bion) en UK, y de Kurt Lewin en USA para expresar el paso de la terapia psiquiátrica individual a la grupal.
Al revés de otros jóvenes de mi generación yo nunca pretendí ser ingeniero, seguramente por falta de dotes matemáticas. Y a lo largo de mi vida he preferido la sistémica y un cierto componente de caos a la mecánica y esa si ya es una opción personal. Lo que no ha impedido que siga agradeciendo a los ingenieros la solidez de los puentes por los que circulo.
Hoy la expresión "ingeniería social" tiene otras connotaciones. Y significa la obtención de información confidencial mediante manipulación informática. Kevin Mitnick (The Art of Deception: Controlling the Human Element of Security) es uno de sus expertos más famosos. Pero la ingeniería social no se agota en el psicoanálisis, la comunicación ni en la informática. Muchos de mis amigos chilenos suelen ser "ingenieros mercantiles" (titulados en marketing) y el otro día vi aparcada la camioneta de un jardinero con el logo de "ingeniería arbórea". Pero tal vez una de las ingenierías más llamativas sea la que proclama un peluquero de Pozuelo de Alarcón - la ciudad en la que habito a las afueras de Madrid- que ofrece a sus clientes "ingeniería capilar"
En el artículo de Carlos de Vega "Un mechón sobre la frente" del Huffington Post nos recuerda lo de la "ingeniería capilar" es algo más serio de lo uno podría pensar a simple vista y nos recuerda el papel que puede jugar en las estrategias de comunicación política. Lean y juzguen por si mismos:
Cuando existe en la cabeza de los candidatos, el pelo es uno de esos asuntos sensibles de la estrategia al más alto nivel. Los presidentes lo tienen fácil. Las canas que van acumulando significan peleas con el Congreso, guerras declaradas, órdenes para matar a Bin Laden y muchas horas de trabajo. Son las plumas del gran jefe de la tribu. Imponen respeto. Obama, es verdad, corre un riesgo inesperado. El exceso de potingue que aplica a su cabellera últimamente le está provocando unas ondas y un brillo que le acercan a los momentos más engominados de Sammy Davis Jr.
Ojo con jugar con el pelo. Recuerden que el candidato demócrata John Edwards vió su tumba por primera vez cuando se descubrió que había pagado 400 dólares por un corte de pelo. Aunque en este universo de folículos, nadie ha podido batir la maestría de Mitt Romney. Por algo ha llegado donde está. Nuca rapada, raya a la izquierda, patillas blancas y un ligero mechón repentino sobre la frente, comparable al de Clark Kent. A su peluquero le han hecho hasta un reportaje en el New York Times, donde desvela que de tinte nada de nada. El mismo corte toda la vida. "Controlado", así lo describe el barbero. Tanto le importa el asunto que, de niño, su casco peludo republicano no pudo soportar la melena de un compañero gay. No paró hasta que le acorraló y le aplicó la tijera mientras le insultaba y hacía oídos sordos a los llantos y gritos del pobre crío. Genio y figura desde la cuna. Mitt ha tenido que disculparse, aunque no sabemos que fue del chaval. Una prueba más de que el pelo, en campaña, entra en juego. El de Mitt aparece en los power point de los estrategas y los tertulianos siguen su evolución. Obama debe tener cuidado. Su única experiencia fue con un rival alopécico. Aún así, John McCain sacó partido de sus cuatro pelos. En su biografía de héroe militar se cuenta que su cabello se volvió blanco cuando cayó prisionero en Vietnam. Las torturas que sufrió le rompieron tantos huesos del cuerpo que, entre otras cosas, no puede subir los brazos hasta la cabeza, así que necesita un asistente para peinarse. También en este aspecto es un tipo especial, porque Estados Unidos no es un país de calvos. Si los indios cortaban cabelleras era porque los primeros hombres blancos llegaron con ellas bien tupidas. Y eso se hereda. La calva con fajín de pelo a la altura de la cintura de la cabeza, tan tipicamente española, se ve poco por aquí. Así que ya saben, la lucha está vez está entre los rizos africanos y las ondas de la América blanca.
Ojo con jugar con el pelo. Recuerden que el candidato demócrata John Edwards vió su tumba por primera vez cuando se descubrió que había pagado 400 dólares por un corte de pelo. Aunque en este universo de folículos, nadie ha podido batir la maestría de Mitt Romney. Por algo ha llegado donde está. Nuca rapada, raya a la izquierda, patillas blancas y un ligero mechón repentino sobre la frente, comparable al de Clark Kent. A su peluquero le han hecho hasta un reportaje en el New York Times, donde desvela que de tinte nada de nada. El mismo corte toda la vida. "Controlado", así lo describe el barbero. Tanto le importa el asunto que, de niño, su casco peludo republicano no pudo soportar la melena de un compañero gay. No paró hasta que le acorraló y le aplicó la tijera mientras le insultaba y hacía oídos sordos a los llantos y gritos del pobre crío. Genio y figura desde la cuna. Mitt ha tenido que disculparse, aunque no sabemos que fue del chaval. Una prueba más de que el pelo, en campaña, entra en juego. El de Mitt aparece en los power point de los estrategas y los tertulianos siguen su evolución. Obama debe tener cuidado. Su única experiencia fue con un rival alopécico. Aún así, John McCain sacó partido de sus cuatro pelos. En su biografía de héroe militar se cuenta que su cabello se volvió blanco cuando cayó prisionero en Vietnam. Las torturas que sufrió le rompieron tantos huesos del cuerpo que, entre otras cosas, no puede subir los brazos hasta la cabeza, así que necesita un asistente para peinarse. También en este aspecto es un tipo especial, porque Estados Unidos no es un país de calvos. Si los indios cortaban cabelleras era porque los primeros hombres blancos llegaron con ellas bien tupidas. Y eso se hereda. La calva con fajín de pelo a la altura de la cintura de la cabeza, tan tipicamente española, se ve poco por aquí. Así que ya saben, la lucha está vez está entre los rizos africanos y las ondas de la América blanca.
Rafael Alberto Pérez
Lunes, 25 de Junio 2012
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Blog sobre comunicación estratégica
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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