¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
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Tendencias Estratégicas
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Séptimo principio: Decálogo de la Nueva Teoría estratégica
Aquí surgen algunas contradicciones, pero la vida humana está llena de ellas. La estrategia es hija de la imaginación y ha de generar sorpresa y subversión. Pero a su vez se apoya en el cálculo y se ordena en la planificación.
Calculamos por lo menos 6 cosas: (1) la probabilidad de que una determinada discontinuidad o un futurible se produzca; (2) Las consecuencias que esa discontinuidad o futurible tendría para nosotros (3) las intenciones de los demás (teoría de la mente); sus posibles intervenciones y sus eventuales consecuencias;(4) las consecuencias probables de nuestras alternativas: (5) la probabilidad de que nuestras alternativas generen ciertas reacciones; (6) las consecuencias probables de esas reacciones. Como consecuencia de todo ello evaluamos la probabilidad global que tenemos de alcanzar las metas asignadas.
Como el lector puede ver lo que muchas veces llamamos racionalidad no es sino un simple cálculo de probabilidades. Pero a pesar de tanto cálculo lo cierto es que la estrategia desborda a la teoría de las probabilidades (algo que sabía muy bien John von Neumann) porque si bien la teoría de las probabilidades nos permite anticipar con pequeños márgenes de error las conductas colectivas ( la audiencia de la RTV, por ejemplo) no nos permite calcular ni anticipar el comportamiento ni la la estrategia de una persona singular. Y son esas voluntades individuales (el ser amado, el director de RRHH que dirige nuestra selección al puesto al que aspiramos; el directivo que decide si compra o no nuestra empresa; el conductor del coche de enfrente con el que podemos chocar, etc.) quienes muchas veces marcan el resultado final.
Aquí surgen algunas contradicciones, pero la vida humana está llena de ellas. La estrategia es hija de la imaginación y ha de generar sorpresa y subversión. Pero a su vez se apoya en el cálculo y se ordena en la planificación.
Calculamos por lo menos 6 cosas: (1) la probabilidad de que una determinada discontinuidad o un futurible se produzca; (2) Las consecuencias que esa discontinuidad o futurible tendría para nosotros (3) las intenciones de los demás (teoría de la mente); sus posibles intervenciones y sus eventuales consecuencias;(4) las consecuencias probables de nuestras alternativas: (5) la probabilidad de que nuestras alternativas generen ciertas reacciones; (6) las consecuencias probables de esas reacciones. Como consecuencia de todo ello evaluamos la probabilidad global que tenemos de alcanzar las metas asignadas.
Como el lector puede ver lo que muchas veces llamamos racionalidad no es sino un simple cálculo de probabilidades. Pero a pesar de tanto cálculo lo cierto es que la estrategia desborda a la teoría de las probabilidades (algo que sabía muy bien John von Neumann) porque si bien la teoría de las probabilidades nos permite anticipar con pequeños márgenes de error las conductas colectivas ( la audiencia de la RTV, por ejemplo) no nos permite calcular ni anticipar el comportamiento ni la la estrategia de una persona singular. Y son esas voluntades individuales (el ser amado, el director de RRHH que dirige nuestra selección al puesto al que aspiramos; el directivo que decide si compra o no nuestra empresa; el conductor del coche de enfrente con el que podemos chocar, etc.) quienes muchas veces marcan el resultado final.
Rafael Alberto Pérez
Viernes, 3 de Mayo 2013
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Blog sobre comunicación estratégica
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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