Suelo decir, parafraseando a Milan Kundera, que vivimos la insoportable levedad de lo light, pero, tal vez, lo más duro y difícil de llevar no sea esa “levedad” en sí, sino la sospecha de que dicha “levedad” esté generada por una progresiva pérdida de humanidad.  Y eso es justamente lo que denunciaba el pintor Ángel Orcajo en la entrevista que publicaba hace unos días en “La voz de Galicia”. En sus propias palabras:
“El gran drama de nuestro tiempo es la deshumanización del hombre”    
Un Orcajo preocupado por la banalización, y que reivindica a Rosalía de Castro, en el homenaje pictórico que le rinde con un mural en la Lonja de Muxía. El acto inaugural estuvo Presentado por otro Castro, el crítico gallego Antón Castro, en presencia de las autoridades locales y directivos de la Lonja, mientras sonaba como música de fondo el “Holandés Errante”.    
Un homenaje en el que Orcajo no solo reivindica a la Rosalía de Castro poetisa sino también al ser humano que vivió sufriendo: “… primero enterándose que era hija de un cura, con lo que eso suponía en la época, luego perdiendo dos hijos, el tifus…”
A lo que J.V. Lado, el periodista que le entrevista en “La Voz”, añade: “ Y es que la persona, en este caso particularizada, pero generalmente desde la óptica de la reflexión ha impregnado toda la obra de Orcajo”
Resultado de esa reflexión sobre lo humano- de la que doy fe como amigo del artista- los visitantes de la lonja de Muxía fueron testigos de un hecho insólito en el que unas imágenes hablaban desde la pared a unos versos que flotaban en el ambiente.  De Orcajo a Rosalía.