NotasEscribe Antonio Piñero Sin duda alguna, hay mucho material evangélico sobre el que no es posible dictaminar con seguridad si pertenece al estrato histórico más cercano a Jesús o bien es un producto de una reelaboración posterior de la primitiva tradición o bien de los evangelistas mismos. Y si no se tiene un material sólido es difícil, o mejor imposible, construir una “vida” de Jesús sobre ellos. Por este motivo diversos investigadores han vuelto su mirada hacia otro sistema, y en concreto los “patrones de recurrencia”. Creo que ya los he definido en alguna postal anterior, pero lo hago ahora de nuevo, brevemente. Según el Prof. Bermejo, que recoge ideas iniciadas ya por investigadores de principios del siglo XX, un patrón de recurrencia” son textos de los evangelios que apuntan hacia una misma dirección, pasajes o sentencias que tomados todos juntos producen una visión de conjunto transmiten una impresión sólida de una actitud, un hecho o de una manera de ser de Jesús. Y pone el ejemplo siguiente: si se leen bien los evangelios, hay suficientes pasajes o alusiones breves que apuntan a la idea de que Jesús tuvo una elevada conciencia de sí mismo y de su misión. No siempre es posible tener garantías de autenticidad sobre cada texto en particular, pero la presencia recurrente de una misma idea en las fuentes permite alcanzar una cierta seguridad al investigador. F. Bermejo acoge con entusiasmo este método y yo estoy de acuerdo con él en que es muy provechoso. Y me voy a permitir de nuevo citarlo porque este sistema de investigar sobre Jesús es más añejo de lo que parece y ha sido utilizado sin darle el nombre actual por investigadores de una tendencia más bien confesional, a los que se les profesa respeto, pero que son poco atendidos en ocasiones por los investigadores independientes. Es el caso de C. H. Dodd, cuyas ideas sobre el Cuarto Evangelio ––al que concede una historicidad de conjunto que otros estudiosos niegan–– son siempre interesantes. El ejemplo es este: si se forma un grupo, un racimo de los siguientes pasajes, se puede llegar a la conclusión muy verosímilmente histórica que Jesús tuvo una actitud abierta hacia los marginados de la sociedad en la que vivía y que les prestó mucha atención como candidatos posibles a entrar en el reino de Dios cuya venida él predicaba: · La llamada de Leví al apostolado: Mc 2,14; · La fiesta con publicanos y pecadores: Mc 2,15-17; · El episodio de Zaqueo: Lc 19,2-10; · L a pecadora en casa de Simón: Lc 7,36-48; · El caso de la adúltera: Jn 7,53–8,11; · La parábola de la oveja perdida: Lc 15,4-7; Mt 18,12-13; · La parábola del fariseo y el publicano: Lc 18,10-14; · La parábola de los niños en el mercado Mt 11,16-19; Lc 7,31-35 · E l dicho sobre publicanos y prostitutas que entran en el Reino Mt 21,32. Comenta Bermejo: “Tenemos aquí material extraído de gran variedad de fuentes y formas. Aunque los incidentes individuales no suelen repetirse, sí lo hace el motivo general. Y esto permite concluir a C. H. Dodd que la idea de que Jesús mostró una actitud abierta con los marginados corresponde a la realidad histórica”. Me sumo yo también a esta propuesta, y pienso que es un buen sistema para construir “marcos” en los que encuadrar a Jesús con cierta certeza. Y una vez construido un marco sólido de interpretación, pueden añadírsele otros materiales dudosos por el criterio de coherencia. Un ejemplo: si el análisis de los textos que relacionan a Juan Bautista con Jesús (prescindiendo del espinoso caso de si el Bautista fue maestro de Jesús o simplemente su precursor) y la observación de que partes de la predicación del Bautista es recogida y repetida por Jesús en los tres evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas), podemos concluir con cierta seguridad que, al menos al principio de su ministerio, el marco mental del Nazareno y de su predicación era el del pensamiento judío apocalíptico ya tradicional en su tiempo. Y por el criterio de coherencia, y aunque algunos de los textos sean dudosos en sí en cuanto a su atribución a Jesús y no a sus discípulos o a un evangelista, podemos suponer que el material apocalíptico del gran discurso escatológico de Marcos 13 ––insisto: aunque no pueda retrotraerse a Jesús en todas sus partes–– sí correspondía en general a su tono y marco mental: Jesús era un profeta apocalíptico judío. El método tiene consecuencias notables, pues irá apuntando a un Jesús fundamentalmente judío que no rompió los marcos mentales de su religión. Será inverosímil según las probabilidades históricas que Jesús haya superado al judaísmo, dejándolo obsoleto. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 29 de Diciembre 2016
Comentarios
Notas
Escribe Antonio Piñero
En el artículo del Prof. Bermejo, que estoy comentando, hay varios ejemplos de casos –de pasajes de los evangelios– en los que el investigador se queda perplejo al aplicar los criterios de autenticidad…, pues no puede llegar a conclusión fiable alguna. Al leer a otros estudiosos y sus comentarios, y al entresacar los argumentos en pro y en contra de un texto, parece que las opiniones quedan empatadas: ¿auténtico, retrotraíble a Jesús? ¿No auténtico? No puede saberse. De entre esos ejemplos tomo uno para intentar una aclaración. Es el caso de Mc 15,34b / Mt 27,46. He aquí el texto: Marcos: “A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: «Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?», -- que quiere decir -- «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»”. Mateo: “Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?» ” Ciertamente esta frase final de Jesús en la cruz es la única que goza de “atestiguación múltiple” (por lo tanto, en principio, es atendible como auténtica). Pero el argumento es deficiente, no vale, ya que Mateo “se inspira” claramente en Marcos. Por tanto, la atestiguación es única. En pro de la autenticidad: · El resultado de la aplicación del criterio de dificultad: parece impensable que la comunidad primitiva hay podido inventar esta frase, pues presenta a un Jesús desesperado, que ha perdido la confianza en su Padre, un Jesús fracasado y que, según algunos, reniega en el fondo del Dios en quien había confiado plenamente. Toda su idea del reino de Dios parece irse al traste. · El resultado del criterio del trasfondo arameo: las frases reproducidas en arameo / hebreo (aquí muy parecidos) atestiguan una tradición firme y sólida, lo que lleva a pensar que se retrotrae a un recuerdo firme de Jesús. · El resultado del criterio de plausibilidad: esa frase se corresponde bien con lo que podría esperarse de un condenado al severísimo tormento de la cruz. · El que en ese momento Jesús –un experto en las Escrituras– recordara el texto del Salmo 22 es sumamente verosímil. En contra de la autenticidad: · Lo dicho más arriba sobre la verdadera falta de atestiguación múltiple. · Las citas y alusiones a las Escrituras son muy numerosas en la historia de la pasión, tantas (se calcula que en torno a 80) que puede pensarse que allá donde aparece una alusión, o más una cita explícita, la realidad histórica ha sido acomodada para que se vea que ocurrió según estaba predicho por las Escrituras. · El criterio del trasfondo arameo no es del todo convincente, porque la historia de la pasión es probablemente la fuente o fragmento preevangélico más importante compuesto cuando había muchos judeocristianos cuya lengua materna era el arameo. Si se trataba de presentar a Jesús como un justo piadoso que al morir cita las Escrituras, no era difícil añadir –o sencillamente fingir– un texto sagrado en esa lengua. · Una cita del Salmo 22 no tiene por qué ser una prueba de un estado de desesperación de Jesús. Es sabido que en su época se podía citar un solo versículo de un pasaje con la intención de que el oyente o el hablante lo completara por su cuenta. Es así que el Salmo 22 termina con exclamaciones e esperanza y confianza en Dios (véase: “«Los que a Yahveh teméis, dadle alabanza, raza toda de Jacob, glorificadle, temedle, raza toda de Israel». Porque no ha despreciado ni ha desdeñado la miseria del mísero; no le ocultó su rostro, mas cuando le invocaba le escuchó” (vv. 23.24). Por tanto, el profeta cristiano atribuyó estas palabras a Jesús, o en cuyo nombre habló, puedo pensar que no era un grito de desesperación, sino de esperanza. Y si es así, desaparece el problema planteado por el criterio de dificultad. · Por último: si los otros evangelistas, Lucas y Juan, atribuyen al último momento de Jesús sentencias diferentes (Lucas: Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «Padre, = en tus manos pongo mi espíritu» = y, dicho esto, expiró: 23,46; Juan: “Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu” (19,30), ¿por qué vamos a prestar más crédito a Marcos? En conclusión: el intérprete no puede tomar una decisión satisfactoria sobre si esta última frase de Jesús que le atribuyen Marcos y Mateo es históricamente segura o no lo es. Y así puede ocurrir en muchos otros casos si, tomando papel y pluma, recorremos los comentarios especializados y vamos apuntando los argumentos en pro y en contra de la autenticidad de muchas sentencias de Jesús. Este hecho abrirá el camino para –al menos- construir un marco histórico de diversas situaciones de Jesús (o un marco general de interpretación de Jesús del que puedan derivarse posibilidades de que una sentencia concreta sea verosímilmente histórica) por medio de los patrones de recurrencia, que ya hemos definido y de los que debemos poner algún ejemplo. Continuaremos Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Miércoles, 28 de Diciembre 2016
NotasEscribe Antonio Piñero Hoy voy a retomar el hilo de una cuestión, la valoración de los criterios de autenticidad para la reconstrucción de Jesús histórico, que quedó cortada cuando finalmente me decidí a comentar el libro-homenaje “In Mari Via Tua” de la Universidad de Córdoba, y su consecuencia que fueron los artículos de la Dra. Carmen Padilla acerca de mis publicaciones de los últimos diez años. Esa incursión ha acabado ya, y vuelvo a la cuestión que nos estaba ocupando anteriormente: los criterios de autenticidad, su puesta en duda en cuanto a su efectividad por muchos estudiosos, y el nuevo sistema que podía ser su sustituto, o al menos su complemento, que es la utilización de los “patrones de recurrencia”. A este propósito publiqué el viernes 9 de diciembre de este año, 2016, en este Blog, una postal que llevaba el título «Los límites de los criterios de autenticidad y los “patrones de recurrencia”» (I). Hoy sigo, pues, con el tema. Recuerdo que estoy comentando un artículo del Prof. Fernando Bermejo –con el título “La figura histórica de Jesús y los patrones de recurrencia por qué los límites de los criterios de autenticidad no abocan al escepticismo”– que nuestro colega y amigo publicó en la revista “Estudios Bíblicos” 70,3 (2012) 371-401. Sus conclusiones son muy interesantes y merecen consideración Comenta el Prof. Bermejo que el uso de los “criterios de autenticidad” no sirven a menudo para construir una imagen del Jesús histórico partiendo desde cero, es decir, como si el investigador –cuando empieza a estudiar a Jesús– hubiera borrado de su mente todas las ideas que tenía sobre este personaje y comenzara a formar una imagen histórica de Jesús a base de ir estudiando una por una las perícopas evangélicas pertinentes, analizándolas por medio de los “criterios de autenticidad”. Pero resulta –afirma– que nunca es así: el investigador/estudioso no puede hacer una tabla rasa de las ideas que tenía previamente sobre Jesús, sino que busca confirmarlas, o moldearlas, a veces cambiarlas, volviendo a ver con ojos de crítico las perícopas pertinentes. Pero previamente tiene una idea de cómo era Jesús. Por tanto: los criterios de autenticidad valen para ver con ojos críticos las nociones previas que tenemos sobre Jesús, pero no para encontrar ideas o imágenes nuevas…, realmente nuevas. Por consiguiente: esos criterios no sirven como herramientas “heurísticas” (vocablo derivado del verbo griego heurísko, “inventar”, de donde viene la exclamación Eureka) para descubrir cosas nuevas, sino para confirmar o desechar las ya existentes. Bermejo se une entusiásticamente a la propuesta de Dale C. Allison, investigador norteamericano, actualmente catedrático de Nuevo Testamento y cristiano primitivo en la Universidad de Princeton, que fue el gran impulsor a nivel internacional de los “patrones de recurrencia”. Bermejo sustenta el uso de esta herramienta afirmando que ciertamente la utilización sola de los “criterios” no es suficiente. Escribe: “Es de temer que (el uso de) los criterios (de autenticidad) no sea tanto una garantía de objetividad cuanto un medio de prestar apariencias de objetividad, y un medio de canalizar la subjetividad de cada estudioso. Lo cierto es que las numerosas inconsistencias en el uso de los criterios parece buena prueba de ello”. El siguiente paso para confirmar esta idea (el primer paso era el de la “subjetividad en el uso de los criterios”; el segundo, una variante: “no valen como herramienta “heurística”) es la afirmación. “No siempre se puede llegar a una conclusión segura –entre los dichos y hechos de Jesús– acerca de su autenticidad. En muchos momentos la duda persiste sin poderse resolver”. Pero el Prof. Bermejo pone un caveat antes de fundamentar la existencia de dudas razonables sobre la autenticidad del material acerca de Jesús: lo anteriormente argumentado no significa que siempre estemos en duda acerca de la historicidad de todos los dichos y hechos de Jesús (es decir, no cabe el escepticismo absoluto), y pone los siguientes ejemplos: 1. Los pronunciamientos muy favorables de Jesús sobre Juan Bautista muestran grandes posibilidades de remontarse al Jesús histórico, pues “contradicen de modo flagrante la tendencia de la comunidad cristiana a subordinar a Juan y minimizar su importancia con respecto a Jesús”. 2. La crucifixión de Jesús es un hecho histórico, pues contradice paladinamente lo que los discípulos podrían pensar acerca del final de su amado maestro. Y a la inversa: hay material que con toda seguridad no se remonta a Jesús. Así: 1. El diálogo de Jesús y Juan en Mt 3,14-15, cuando el Bautista se niega al principio a bautizarlo: “Pero Juan trataba de impedírselo diciendo: «Soy yo el que necesita ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?». Jesús le respondió: «Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia.» Entonces le dejó”. Es evidente a) que las palabras de Juan Bautista son redaccionales, es decir, provienen de la pluma de Mateo y contienen vocablos y pensamientos mateanos; b) el contenido no es plausible dada la situación de Juan Bautista, el desconocimiento que este tiene de quién es Jesús (confirmado por Mt 11,3 «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?»); c) la tendencia apologética: el deseo claro –debido a la teología cristiana primitiva– de presentar a Jesús aun nivel más elevado que el de Juan: Jesús es el mesías y Juan Bautista, el precursor. 2. El pasaje de Mt 28,16-20: Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. 17 Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. 18 Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Parece muy claro que estamos ante un caso de teología cristiana postpascual. La tradición de todo lo que conocemos de Jesús (su innegable nacionalismo y su rechazo a proclamar el evangelio a los gentiles: solo ha venido a predicar a las ovejas de Israel: Mt 15,24) hace imposible esta escena. Y no digamos la rotunda teología cristiana postpascual que supone la sentencia “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Parece, pues, imposible que estas palabras provengan del Jesús histórico. 3. Otros pasajes que presuponen el cerco y la destrucción de Jerusalén en la Guerra Judía del 66-70 d. C. pertenecen sin duda alguna a una fecha posterior a la muerte de Jesús. Por ejemplo, Lc 21,20: “Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación”, o bien la parábola de los viñadores homicidas de Mc 121-11 tal como se ha transmitido, Continuaremos con un solo caso de una perícopa, cuya autenticidad es discutidísima y seguiremos profundizando en el tema de los “patrones de recurrencia”. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Martes, 27 de Diciembre 2016
NotasEscribe Antonio Piñero Diversas circunstancias me han impedido continuar con lo prometido en la postal del viernes pasado. Concluíamos, pues, hace un par de días que la primera teología cristiana indicaba que la vida real de Jesús como mesías comenzaba inmediatamente después de la recepción del bautismo de Juan Bautista, no antes, ya que el bautismo era el acto por el cual Dios lo consagraba visiblemente como su agente mesiánico. Por ello, pasado un cierto tiempo tras la muerte de Jesús, es más que probable que no hubiera ya gentes a quienes preguntar datos fiables sobre la vida oculta del personaje, aunque comenzara a sentirse que podía ser interesante para los cristianos saber algo de ella. Los posibles informantes habrían muerto prácticamente todos. El segundo factor que contribuyó a no buscar, inmediatamente tras la muerte de Jesús, datos sobre su infancia y juventud fue la firme creencia en la instauración fulgurante del reino de Dios. ¿Qué interés podrían tener los primeros cristianos en atesorar datos sobre esos años en los que Jesús no era aún señor y mesías? Es evidente que si el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina, tenía poco sentido ponerse a indagar noticias sobre la infancia y niñez –en un oscurísimo pueblecito de Galilea– de un niño que era hijo de un simple carpintero, y del que en aquellos momentos no se tendría la menor idea que iba a ser tan importante. El fin del mundo vendría enseguida; lo demás importaba poco. Ahora bien, cuando la gente comenzó a sentir el retraso de esa venida de Jesús, o simplemente cuando se pensó que la parusía vendría mucho más tarde, y cuando al mismo tiempo iba quedando claro en los creyentes que Jesús era un mesías de tal clase que su naturaleza tenía una gran parte de celestial…, fue cuando se empezaron a componer las primeras «biografías» de Jesús, los evangelios. Marcos fue el primero en escribir una «biografía» de esa clase, pero de esos años oscuros no informaba nada…, probablemente porque no sabía o no le interesaba. Y eso que solo habían pasado unos cuarenta años después de la muerte de Jesús. El Evangelio de Marcos debió de conocerse pronto entre las comunidades más importantes de seguidores de Jesús en las ciudades prominentes del Imperio Romano. Es de suponer que a muchos de sus lectores debió de parecerles que a esa «biografía» le faltaba un elemento esencial que sí tenían otras «vidas» de hombres ilustres que circulaban por la época, a saber el relato de la infancia del héroe. Y esa infancia tenía que ser maravillosa, puesto que su vida de adulto lo había sido. Es lógico que entonces empezaran los creyentes a preocuparse por cómo habría sido la vida del verdadero héroe, el mesías, Jesús. Pero, como hemos dicho, era demasiado tarde. Si en tiempos de Marcos sería ya difícil encontrar informantes sobre la vida oculta de Jesús, mucho más hacia los años 80-90, o más, cuando se compusieron los evangelios de Mateo y de Lucas. En esos años es ya seguro que no quedaría ningún anciano en Nazaret o alrededores, o algún pariente Este panorama reconstruido nos lleva a concluir que las circunstancias físicas y teológicas impidieron la recopilación de datos sobre los años de la vida oculta de Jesús…, puesto que en el fondo no había habido interés alguno. Finalmente, y ante esa carencia de datos, hubo de intervenir la función mitopoética del ser humano, la fértil imaginación popular que deseaba rellenar con datos, aunque fueran ficticios, los «huecos» en blanco de la vida de Jesús. Ante ese vacío, los más imaginativos –y partiendo de lo que creían en aquello época como verosímil– inventaron multitud de leyendas en torno a esos a los años ocultos de la vida del «héroe». Y en cada grupo de cristianos se crearon leyendas diferentes. Comienza así a actuar el impulso que llevará a la composición de evangelios apócrifos: rellenar con meras leyendas fantasiosas los huecos que dejaban las primeras biografías de Jesús aceptadas por las comunidades más importantes. Y una última consideración: ese impulso mitopoético, generador de tales leyendas que procuraban rellenar huecos de la historia, se observa ya como existente y actuante en los capítulos iniciales de los dos evangelios canónicos que tratan algo de la vida oculta de Jesús, los de Mateo y Lucas. Pero es muy plausible además que los autores de esos evangelios, es decir, quienes escribieron Mt 3-28 y Lc 3-24, no hubieran escrito nada sobre la vida oculta de Jesús (los personajes que actúan esos capítulos de sus obras no saben absolutamente nada de lo que se cuenta antes, por muy maravilloso e interesante que hubiese sido), y que fueran manos posteriores las que añadieron, con más o menos habilidad e imitando el estilo, esos dos primeros capítulos a las obras ya completas de Mateo y de Lucas. Y si esto es así, no queda más remedio que admitir que quienes añadieron esos capítulos 1-2 tanto al Evangelio de Mateo como al de Lucas sucumbieron ya al impulso de rellenar con leyendas los huecos de la infancia de Jesús de los que no se sabía prácticamente nada en realidad. El tono legendario (y contradictorio entre ellos) nos apunta a que está actuando ya en las manos complementarias de los evangelios canónicos el mismo deseo, o el mismo impulso, que llevará a la creación de los evangelios apócrifos. En mi opinión, y en la de otros muchos, los primeros «evangelios apócrifos» están ya dentro de los evangelios canónicos de Mateo y de Lucas. En síntesis: si no había datos sobre algo que interesaba en la vida de Jesús, la imaginación popular los inventó. Y esto fue lo que ocurrió con el «héroe» Jesús, ya que no fue héroe hasta que murió y fue resucitado por Dios (Hch 2,22-24). Su vida «oculta», fue tal por las circunstancias de unos momentos que tenían ocupadas las mentes solo en su pronta y segunda llegada. Para ellos esa «vida oculta» no tuvo importancia alguna. Y cuando la tuvo, las fuentes de información fidedigna no existían. No hubo más remedio que inventarlas. Y una conclusión más general: no hay de verdad «enigmas» en torno a la vida oculta de Jesús, sino solo absoluta falta de información fiable. En realidad, la vida de Jesús es perfectamente encasillable dentro de los paradigmas de que conforman las actuaciones de otros personajes de la época. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Lunes, 26 de Diciembre 2016
NotasEscribe Antonio Piñero Por estas fechas de Navidad suele oírse, en medios de comunicación que abordan temas religiosos o en revistas de igual talante, hablar a la gente o a los periodistas de los «enigmas de la Navidad» o bien de los «enigmas» de la vida oculta de Jesús. A este respecto, me he preguntado muchas veces el porqué de esta expresión: ¿por qué nos planteamos tantos enigmas y buscamos resolverlos? La respuesta es sencilla, pero no tanto el trasfondo de esa respuesta como veremos enseguida. Y la respuesta es: «Por falta absoluta de información fiable». Y ¿por qué no tenemos informaciones fiables sobre la vida oculta de Jesús? Ulterior respuesta: Por el carácter del cristianismo más primitivo y sus ideas en torno a la naturaleza del mesías. Me explico: la teología más primitiva del cristianismo naciente tenía tres grandes focos de desarrollo: A) Jerusalén en donde, según Hechos, se habían reunido los discípulos más allegados de Jesús después de su muerte cuando ya albergaban la creencia firme en su resurrección; B) Galilea. Aunque no tengamos noticias apenas de este grupo, lo que se habla de Galilea en los relatos de las apariciones en los evangelios canónico y la posible existencia de la «Fuente Q» (en caso de que se acepte su procedencia también más que posible de Galilea) hace verosímil la existencia allí de un grupo cristiano muy primitivo de seguidores de Jesús. Y C) Antioquía: en donde recaló la mayoría de los expulsados después de la persecución anti judeocristiana narrada en Hch 8, y en donde fue acogido Pablo durante unos catorce años. Ahora bien, tanto la teología jerusalemita, como la de los antioquenos y la de Pablo defendían que el mesías era un mero hombre, un hombre normal, de nacimiento totalmente normal. Y solo su vida de obediencia absoluta a Dios, su muerte conforme a un designio divino y su exaltación a los cielos junto con su sesión a la derecha del Padre lo convirtieron en una entidad divina, pero cuya naturaleza no quedaba del todo clara. Pero su procedencia meramente humana sí era clarísima. Para probar que era así basta con reflexionar en la teología subyacente al discurso de Pedro tras Pentecostés, al menos como lo reflejan los Hechos (2,22-24): «Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acreditado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los dolores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio. Obsérvese la expresión «hombre acreditado» y «Dios lo resucitó» … y que no fue él el que se resucitó a sí mismo. A estas ideas se añade que Esteban en su discurso antes de morir, recogido en el capítulo 7 de Hechos, se denomina a Jesús “profeta igual a Moisés” (Hch 7,37). Y ahora la conclusión: parece claro que si se consideraba a Jesús un mero hombre y un profeta, y que su importancia teológica comenzaba solo después de su resurrección, cuando Dios lo confirmó en sus funciones de «señor y mesías» (Hch 2,36), todo el mundo pensaría sin más que su vida oculta, los primeros treinta años no debió de tener importancia ninguna… al igual que la de otros profetas ¿Quién tenía interés por informarse acerca de «la vida oculta» de Isaías, Jeremías, o Ezequiel? De hecho la primera teología cristiana indicaba que la vida real del mesías Jesús comenzaba inmediatamente después de la recepción del bautismo de Juan Bautista, no antes (era ese el momento en el que la mayoría de cristianos pensaba que Dios lo escogía y le otorgaba su misión Por ello cuando treinta, cuarenta o cincuenta años se buscara a alguien para preguntarle sobre datos de la niñez de Jesús en Nazaret, es muy difícil que se lo encontraría. Todos probablemente habían muerto. No había gentes a quienes preguntar datos fiables sobre la vida oculta del personaje que ya era vital para los cristianos y del que se deseaba saber todo lo posible. Continuamos mañana con estas observaciones para llegar a la conclusión de la falta de información fiable, segura, era casi inevitable Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 23 de Diciembre 2016
Notas
Escribe Carmen Padilla
Debería haber terminado ayer esta serie, pues con la “Guía para entender a Pablo de Tarso” concluía mi artículo en el libro-homenaje al Prof. Piñero. Pero no me resisto añadir el último libro que salió de su factoría y que me parece interesante por la rara mezcla de dos temas que, en mi opinión, requieren cada uno de ellos un grado notable de especialización. Este libro es lo que se llama en latín en el argot científico “Sparsa collecta”, es decir, una reunión de artículos o capítulos de libros sobre un tema, o varios, que el autor ha ido publicando a lo largo de años en diversos medios y que –pasado el tiempo– son difíciles de encontrar. Además, como tienen la unidad de un tema (en este caso dos) unidos a su vez por la relación con el nacimiento del cristianismo, puede parecer interesante publicarlos de nuevo en forma de libro accesible. Me parece que nada mejor para presentar este libro es lo que dijo su autor en una entrevista que le hizo la conocida periodista María José Bosch, a propósito de lo que pretendía con su publicación: »He querido más que contar, despejar mil dudas que tiene una parte importante del público. Yo he querido poner orden en el caos que la mayoría de las gentes tiene sobre los Manuscritos del mar Muerto, la gnosis y el cristianismo. Este libro pretende enfocar al público dos temas que son difíciles pero esenciales para comprender la génesis de la religión cristiana. En primer lugar, una de las formas de cristianismo más controvertidas e interesantes, la gnosis cristiano-judía de los siglos I y II. Y el segundo asunto es la relación de dos fenómenos trascendentales en el descubrimiento de manuscritos en el siglo XX, los llamados “Textos de Qumrán” y el cristianismo primitivo. »Comencemos con la gnosis, ese vocablo griego cuyo significado apunta al ‘conocimiento’. La gnosis parte básicamente del supuesto del desgarro que siente el ser humano al verse aprisionado en un mundo que le oprime y en el que se siente extranjero. Al considerar la extensión del mal en el mundo o la inanidad de la materia en sí, muchos seres humanos se ven conducidos al deseo de liberarse de este mundo y unirse de algún modo a la divinidad a la que creen pertenecer. Es como la sensación del desgarro y distanciamiento de dos polos que deberían estar unidos. »La gnosis así entendida pertenece al sentimiento común que se halla en la base de diferentes sistemas espirituales o que se forma en el interior de ellos. En el Mediterráneo oriental la gnosis pudo manifestarse como una atmósfera religiosa que consideraba a una religión determinada, dentro de la cual crecía, como un estadio inferior de la religiosidad que, por ejemplo, no sentía tan profundamente la sensación de desgarro interno ante el mundo, arriba mencionada. El estadio superior lo tendrían los verdaderos «conocedores» o gnósticos, que albergaban un deseo especial de poseer la verdad total, y a los que respondía la divinidad con una revelación. Naturalmente, los gnósticos serían la élite, digna de recibir esa revelación que dará respuesta a las cuestiones esenciales del hombre religioso, tales como: ¿Quién soy yo realmente? ¿De dónde vengo? ¿Qué relación tengo con la divinidad? ¿Cómo conseguiré poder volver allí de donde procedo, es decir, cómo alcanzaré la salvación?” El libro introduce al lector en este tema con aclaraciones sencillas y a la vez profundas, de modo que pueda entender bien cómo y por qué el pensamiento gnóstico forma parte de la historia cristiana. Y otra cosa: entre los evangelios gnósticos, hay dos el “Evangelio de María Magdalena” y el “Evangelio de Felipe” que ha sido utilizadísimos en los últimos años… pero muy mal entendidos. Y el libro aclara muy bien qué es lo que pretendían decir sus autores. Y del tema “Manuscritos del Mar Muerto” lo que más me ha gustado personalmente ha sido el capítulo dedicado a estos textos y los orígenes del cristianismo, donde se pregunta, y se responde si en verdad son una revolución pendiente en la historia del cristianismo primitivo. Y me ha gustado porque explica con gran claridad en qué consisten esos misteriosos textos, cuál es su teología… si el cristianismo ha copiado de ellos directamente o no, y cómo ayudan a comprender el Nuevo Testamento. Me parece esclarecedor. En conjunto un libro único por la unión de los dos temas, a veces complicados, y por la claridad expositiva. La luz que aporta es notable. Y con esto concluyo mi pequeña aportación al homenaje en honor del Prof. Antonio Piñero, al que aprecio y admiro. No sé si habré conseguido hacerle justicia – toda obra humana es susceptible de mejora –, pero en este repaso acelerado de su producción literaria en los últimos años, bastante fecundos, he intentado reflejar cómo el trabajo y el estudio de tanto tiempo, la incansable actividad y la constancia producen frutos que nos enriquecen a todos. Me consta que tiene otros tantos proyectos en su mente. Y creo que su mejor obra aún está por hacer. Ad multos annos! Saludos cordiales de Carmen Padilla
Jueves, 22 de Diciembre 2016
NotasEscribe Carmen Padilla El segundo libro al que haré referencia es Guía para entender a Pablo. Una interpretación del pensamiento paulino, ed. Trotta, Madrid 2015. Incluye esta nueva Guía el corpus de las siete cartas que se consideran auténticas de Pablo: 1 Tesalonicenses, Gálatas, Filipenses, Filemón, 1 y 2 Corintios y Romanos. Su autor pretende “conducir de la mano al lector a través de los vericuetos de unos textos religiosos, menos fáciles de entender de lo que muchos opinan, de un personaje judío, Pablo de Tarso, cuya influencia en el nacimiento del cristianismo ha sido inmensa”. En la amplia “Introducción”, donde se explicita el método que seguirá en la obra, A. Piñero asegura que lo más importante es la lectura directa de los textos conservados de Pablo, ponerse en contacto directo con el genio religioso del personaje y que solo le antecederán elementos mínimamente indispensables para comprenderlo. Así explica: de qué fuentes disponemos, además de sus cartas, para entenderlo bien: ¿existen fuentes arqueológicas que nos ayuden a entender su mundo? ¿Hay otras fuentes textuales en su entorno que nos conduzcan al mismo fin? ¿Cómo era la concepción del mundo que tenía Pablo y de la que dependía su pensamiento? ¿Cómo manejaron la figura del apóstol Pablo sus sucesores? Por último, en la misma Introducción, hay un apartado dedicado al género epistolar propio de las cartas, que es lo único conservado. Explica el autor que se trata de una correspondencia unilateral, pues ya no poseemos noticias fidedignas de sus corresponsales y, a menudo, desconocemos incluso quiénes son exactamente. No se sabe qué predicó oralmente Pablo a sus conversos; no tenemos las reacciones de sus corresponsales a sus cartas… en una palabra que debemos leer a Pablo un y otra vez para indagar si entre los entresijos de lo que escribió encontramos pistas para situar bien su pensamiento y sobre todo para interpretarlo correctamente. El resto de la Guía, una vez establecidos los presupuestos básicos, es un análisis riguroso y pormenorizado de las siete cartas paulinas, con unas conclusiones que sorprenderán a los lectores en más de un aspecto. Algo novedoso e interesante es que cuando en la lectura de las cartas el lector se encuentra con un concepto capital de la teología paulina, se hace un alto en la lectura y aparece una “Aclaración”. Hay veinte, y en ellas se recoge sintéticamente la teología paulina reuniendo cómodamente los textos pertinentes de las cartas, analizándolos en conjunto, obteniendo así, creo, una idea clara de cada concepto. Por ejemplo: ¿cómo entendía Pablo la naturaleza del mesías que es totalmente humano para a la vez tiene algo de divino? ¿Qué pensaba Pablo de la validez de algunos preceptos de la ley de Moisés? ¿Qué entendía por filiación divina del creyente? ¿Qué pensaba Pablo en realidad del papel de las mujeres en las iglesias? ¿Tenía Pablo una verdadera teología política que enfrentara a las concepciones en torno a la función del Imperio Romano y en concreto entorno a la persona del emperador y su estatus divino? Esta obra ha sido largamente meditada y pensada por su autor durante varios años, y desde aquí nos atrevemos a pronosticar que tendrá el mismo éxito que la anterior dedicada al Nuevo Testamento. De ambas obras se siente satisfecho, porque son el fruto de muchos años de reflexión personal sobre los textos y porque están escritas sin ningún interés de mostrar conocimientos bibliográficos ni erudición especial, sino cuál es mi entendimiento global del Nuevo Testamento y de Pablo en particular, con especial afán didáctico y clarificador. En mi opinión personal, quizás sea esta la mejor y más original obra del autor que comentamos. El próximo día concluiré mi repaso a la bibliografía del Prof. Piñero en esta década con una breve ojeada a otra obra que no pudo estar en el libro-homenaje “In Mari Via Tua”, ya que salió cuando estos comentarios estaban ya entregados a la imprenta, pero que merece la pena que al menos la nombremos y expliquemos su contenido. Saludos cordiales de Carmen Padilla
Miércoles, 21 de Diciembre 2016
NotasEscribe Carmen Padilla Intencionadamente he dejado para el final, fuera de epígrafes, las dos obras en mi opinión más relevantes de Antonio Piñero tanto en la década que estoy comentando como en general: la primera, que creo ya bien conocida, es la Guía para entender el Nuevo Testamento, ed. Trotta, Madrid 2006, 6ª edición 2016, bajo pedido. Consta de 565 páginas, incluyendo una bibliografía básica, un glosario, índices analíticos e índice general. A mi entender es un libro fundamental para todo el que quiera acercarse al Nuevo Testamento, por lego que sea en la materia, ya que no presupone conocimientos previos en el lector, con el afán de aprender y encontrar una explicación razonada, objetiva y crítica a todo el corpus neotestamentario. No falta ni sobra nada. Comenzando por saber qué es el Nuevo Testamento, cómo se escribió, la formación del canon, su transmisión, el entorno inmediato, las bases de nuestro conocimiento de Jesús, etc. Todo aparece bien fundamentado a partir de un comentario más o menos extenso de cada uno de los 27 libros que lo forman. Ciertamente está todo lo que hay que saber y se nos advierte de que esta Guía no está compuesta desde un punto de vista confesional. Su acercamiento a los textos es histórico y literario. Pero a la vez es respetuoso con las creencias, aun no se sintiéndose ligada a ellas, sino al intento de explicar por qué surgió el Nuevo Testamento y cómo puede comprenderse. Lo que más me gusta de este libro: su incuestionable utilidad, su claridad, el método didáctico y pedagógico empleado para facilitar al lector la comprensión de un tema tan denso, las síntesis al final de los capítulos, la presencia de diversas opiniones de estudiosos en los temas más controvertidos, la ausencia de dogmatismo, la sencillez en la exposición, la distribución de epígrafes y capítulos. En definitiva, me parece un total y absoluto acierto, un libro imprescindible. En dos días terminaré este breve examen de la obra de nuestro autor en esta década 2006-2016 que creo fructuosa. Saludos cordiales de Carmen Padilla
Martes, 20 de Diciembre 2016
Notas
Escribe Carmen Padilla
Por último, en este apartado del “Jesús histórico” merece la pena una breve referencia a un libro muy relacionado con todo lo anteriormente comentado a propósito de libros sobre el Jesús histórico de Antonio Piñero: La vida oculta de Jesús… a la luz de los evangelios canónicos y apócrifos, de la editorial “Los libros del olivo”, Madrid 2014. Su trayectoria ha sido similar, en cierto modo, a Jesús y las mujeres, dado que se publicó por primera vez con el título de El otro Jesús. Vida de Jesús según los evangelios apócrifos, ed. El Almendro, Córdoba tempo atrás, 1992. Con ese título se tradujo al francés, alemán, italiano y portugués incluida una versión especial brasileña. Pero, después de varios años y gracias a su éxito inicial, lo volvió a publicar la editorial Esquilo de Portugal en esos momentos afincada en España. Para esta reedición se añadieron breves dos capítulos con los datos más importantes de la vida oculta de Jesús según los evangelios canónicos, a saber los dos primeros capítulos de los evangelios de Mateo y de Lucas. Entonces se tituló Jesús. La vida oculta, en 2007. Sin embargo, esta editorial portuguesa tuvo corta vida en España y la reedición actual se debe a la aparición de una nueva editorial, “Los libros del olivo”, en la fecha reciente arriba indicada. Frente a la edición anterior, esta nueva ha sido revisada muy a fondo por el autor y tiene un añadido de unas cien páginas, en las que los denominados ‘evangelios de la infancia’ (Mateo 1-2 y Lucas 1-2), se estudian a modo de comentario breve y se extraen los posibles datos históricos que pueden iluminar, algo solamente en cuanto a la vida oculta de Jesús, ya que en esos capítulos comienza la tendencia ensalzatoria de Jesús tan típica de los apócrifos En la conclusión de este libro reformado se hace una valoración de lo que pueden ofrecer para el conocimiento de la vida oculta de Jesús tanto los evangelios canónicos como los apócrifos. Y el autor defiende que como “Mateo y Lucas (Marcos y Juan no traen absolutamente nada de la vida oculta de Jesús, puesto que nada sabían o no les interesaba), compusieron los evangelios probadamente más antiguos de todos los que se conocen, ello nos indica que las obras apócrifas evangélicas casi solo valen para la historia de la teología y de las ideas religiosas del siglo II o posteriores a él, y no para desvelar auténticos secretos de la vida de Jesús o de los orígenes del cristianismo”. Por ello se argumenta que el acercamiento al Jesús de la historia debe hacerse a través de los documentos más cercanos cronológicamente a Jesús, los evangelios canónicos, aunque de la mano de la crítica filológica e histórica. Los evangelios apócrifos quedan como muestra ante todo de la piedad popular, lo cual no quiere decir que en ocasiones no hayan afectado, por la fuerza de la tradición, incluso a la concreción de los dogmas como la “Asunción de María” y la “Inmaculada Concepción” (fundamentados sin duda en la tradición apócrifa), y en las llamadas “ciencias” teológicas auxiliares como la mariología y la josefinología. Finalmente, el libro que comentamos –y esta noticia no está en mi artículo del Homenaje al Prof. Piñero, “In Mari Vita Tua” que me sirve de guía– ha visto coronado su periplo de versiones a lenguas extranjeras con la edición inglesa-norteamericana, que con el título “The Hidden Life of Jesus” ha publicado la editorial “Wipf and Stock”, Oregon, USA, en 2016, con traducción del Dr. Thomas Hudgins. Concluiré pronto, pues solo me quedan por comentar dos libros de ese decenio 2006-2016, que dejo como capítulo aparte por su importancia. Saludos cordiales de Carmen Padilla
Lunes, 19 de Diciembre 2016
NotasEscribe Carmen Padilla A finales del mismo año 2012 publicó Antonio Piñero, Ciudadano Jesús. Las respuestas a todas las preguntas, en editorial Atanor, Madrid 2012. Fue esta otra editorial que desapareció rápidamente, pero que ha sido sustituida con gran eficiencia por Editorial Adaliz (sic) que distribuye sus libros por correo a través de su página web. La estructura de este libro es diferente a las delos demás. Está hecho sin textos delante, sin bibliografía, de memoria, y se basa en las respuestas a muchas preguntas que al autor le han sido formuladas – y le siguen formulando – sobre Jesús en clases, seminarios, conferencias, entrevistas en diferentes medios, blogs de internet, páginas de Facebook y correo electrónico etc. Como él mismo advierte, no todas las preguntas tienen respuestas seguras: unas lo son y otras sólo hipótesis razonables, porque el primer deber de un historiador es “ser modesto y reconocer que, si toda reconstrucción histórica del pasado es difícil, mucho más cuando el personaje cuya figura se intenta reconstruir vivió hace unos dos mil años y además no dejó nada escrito”. Con todo, el objetivo del libro es “acercarse a la figura y misión de Jesús con los menores prejuicios posibles y ofrecer un acercamiento maduro, honesto y de acuerdo con la ciencia histórica a su persona y su pensamiento”. Las preguntas planteadas en el libro (329) son de lo más variado, tanto cuantas son las inquietudes de los lectores, y abarcan todas las facetas posibles sobre la vida y resurrección de Jesús, para concluir con los rasgos esenciales que, en opinión del autor, constituyen su figura histórica. Al final del libro se repite la pregunta inicial con la que se abre: ¿Fue Jesús un enigma? Simplifico la respuesta de A. Piñero: el ‘enigma’ se formó porque los evangelistas construyeron una biografía de Jesús basándose en dos elementos principales: uno, la tradición de lo que había sido Jesús, que se imponía por la fuerza de los hechos y por la memoria colectiva; otro, la reinterpretación espiritual y divinizadora del personaje, propia sobre todo de Pablo junto con la interpretación mística del Evangelio de Juan. Por supuesto habrá quien opine, en mi opinión, que el empeño de separar al Jesús histórico del Jesu-Cristo de la fe es baldío y no lleva a ninguna conclusión definitiva, pero realmente es lo que caracteriza la línea de pensamiento de A. Piñero como queda patente no sol en este libro sino en toda su bibliografía. Como el conjunto de preguntas y respuestas de Ciudadano Jesús abarca prácticamente todo lo que puede resultar interesante acerca de Jesús de Nazaret, en este libro tenemos un compendio de los resultados de la investigación histórica en torno al personaje. Se lee fácilmente, las respuestas van directas, muy al grano, y creo que son fáciles de comprender. En mi opinión se aprende lo sustancial de Jesús con este libro. Saludos cordiales de Carmen Padilla
Domingo, 18 de Diciembre 2016
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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