NotasEscribe Antonio Piñero Tras la breve pausa del sábado, ocupada con el asunto del “Seminario sobre Jesús”, que recuerdo al final, sigo comentando el artículo del Prof. F. Bermejo, que me parece muy interesante, y que como está escrito en inglés pasará desapercibido a muchos, quizás a la mayoría de los lectores españoles. El Prof. Bermejo no explicita las citas bíblicas, que complemento yo y apenas hace por el momento comentario alguno (lo deja para la argumentación posterior) salvo algunas notas eminentemente técnicas, de bibliografía sobre todo. Las frases en negrita están así en el original. 12. «De acuerdo con las propias declaraciones de los discípulos, el objetivo de Jesús era restaurar el reino de Israel. Tanto en Lc 24,21 como en Hechos 1,6, Jesús no rebate la concepción del reino de Dios de sus discípulos, sino sólo su inminencia». Lc 24,19-27: “…. «Lo de Jesús el Nazoreo, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo… Nosotros esperábamos que sería él el que iba a librar a Israel; pero, con todas estas cosas, llevamos ya tres días desde que esto pasó… El les dijo: «¡Oh insensatos y tardos de corazón para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?». Y, empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre él en todas las Escrituras. Obsérvese aquí cómo los discípulos tachan a Jesús de profeta, no de mesías. Cómo Jesús no critica la teología subyacente de la restauración de Israel y cómo la escena es ideal, no histórica, pues presupone ya la nueva concepción cristiana de un mesianismo sufriente, todo predicho por las Escrituras en general. Hch 1,6-7: “Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?». Él les contestó: «A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad”. Creo que es irrefutable que el Jesús de Lucas no rechaza, ni mucho menos, el restablecimiento del reino terrenal de Israel = reino de Dios en la tierra. 13. «Varios dichos atribuidos a Jesús, (por ejemplo, las palabras despectivas dirigidas a la mujer siro-fenicia en Mc 7,26-27, y los pasajes que reflejan una baja estima de - incluso desprecio por - pueblo pagano: Mt 10,5 ; 15,24; 18,17) revelan que la predicación de Jesús se circunscribía a Israel. Jesús era nacionalista». Mc 7,26-27: “Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara de su hija al demonio. Él le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.» Creo que es bien sabido que los judíos calificaban de “perros” (animal inmundo para ellos) a los paganos. Jesús emplea el diminutivo porque se refiere a la muchacha, la hija de la sirofenicia, que sería jovencita. Y que Jesús era un nacionalista judío lo reconocen (no sé si con orgullo o no) los investigadores modernos sobre Jesús como G. Vermes o J. Klausner. Mt 10,5-6: “A estos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel”. El Jesús de Mateo contradice paladinamente al Jesús del Cuarto Evangelio que sí hace una suerte de misión entre los samaritanos (probablemente no histórica, sino reflejo del grupo que está detrás de la composición del Evangelio y que buscó refugio en Samaría cuando fue perseguido en Jerusalén o Galilea; menos probable). Queda claro que Jesús no es un predicador universalista. 14. «Aunque la pertenencia de algunos de los discípulos de Jesús a los grupos organizados de la resistencia antirromana es dudosa, la disposición violenta de al menos algunos de ellos está bien documentada en la tradición. El título ' Boanerges ' de Santiago y Juan (Mc 3,17) sugiere una reputación ruda y de mal genio que se muestran de manera significativa en Mc 9,38, y con mayor dureza por su deseo de recurrir a la violencia en contra de un pueblo de samaritanos no cooperantes (Lc 9,51-56)». Boanergés puede traducirse por tronantes o «atronadores». Literalmente, «hijos del trueno» con el significado de «carácter violento» o «tempestuoso». «Hijos de» es la manera semítica de expresar un adjetivo del que carece la lengua (por ejemplo, «satánico» = «hijo de Satanás»). Sin embargo, no resulta clara la etimología de la segunda parte de Boanergés = bene («hijos de») rgš («el ruido» o «el trueno»); o bien bene regez, «hijos de la ira». Mc 9,38-40: “Juan (hijo de Zebedeo) le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros». Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros»”. El Prof. Bermejo supone con razón que ese acto de “impedírselo” no fue con buenas palabras. Aquí la actitud de Jesús es totalmente pragmática y demuestra mejor juicio que sus discípulos. Lc 9,51-56: “Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo”. No creo necesario mucho comentario. El castigo es más o menos (falta el azufre) que el de Sodoma y Gomorra (Gn 19,24) y el que desea el autor del Apocalipsis para los gentiles incrédulos (21,8) 15. Jesús recalcó a sus seguidores que el discipulado es sinónimo no sólo de los conflictos, el sacrificio y el sufrimiento, sino también del peligro de muerte (Mt 10,34-39; Lc 12,4)». Mt 10,38-39: “El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Lc 12,4-5.14: “Os digo a vosotros, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después de esto no pueden hacer más… Os mostraré a quién debéis temer: temed a Aquel que, después de matar, tiene poder para arrojar a la gehena; sí, os repito: temed a ése”. Seguiremos Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com :::::::::::::::::::::: Véase, por favor, la nota de la postal de ayer acerca del “Seminario sobre Jesús de Nazaret”, por si les puede interesar a los que viven en el entorno de Vigo /Bayona (Pontevedra).
Domingo, 8 de Enero 2017
Comentarios
Notas
Escribe Antonio Piñero
Este aviso es para la gente que viva en Vigo y sus alrededores y pueda interesarles: El próximo día 9 de enero 2017, deo favente, seguiré impartiendo el Seminario sobre Jesús de Nazaret anunciado en el título de esta nota. · Hora: 18.00 a 19.30. · Todos los lunes hábiles. · En La Ramallosa, Avenida de Portugal 35 (también llamada “Carretera a Gondomar”). Es un local pequeño y acogedor que se denomina “Espáciate” (esta localidad está al lado de Bayona). · El Seminario es gratis. Pero hay que hacer una aportación de 2,50 euros por asistente y día para pagar el alquiler del local, la calefacción y las fotocopias. Ya lo empecé el año pasado y continuaré este año todos los lunes hábiles… y que no esté yo en Madrid o en otro lugar por obligaciones varias. En este Seminario presento en síntesis, ex amore y para mis amigos, mi reflexión de más de cuarenta años de estudio sobre Jesús. Procuro ser absolutamente claro, sin utilizar tecnicismos y sin necesidad de pedir conocimientos previos. Hay turno de preguntas después de cada “clase”, que dura más o menos hora y veinte minutos. Sé que a otros colegas no se les ocurre, siendo ya jubilados o eméritos, hacer algo semejante…, pero –aparte de la aportación de la experiencia que se adquiere con los años– este encuentro con mis amigos me sirve a mí mismo para ordenar tantísimas ideas sobre el personaje, Jesús, y el material de lecturas y reflexiones, bastante amplio, que he ido acumulando durante tantos años. Si alguien del entorno de Vigo (Pontevedra, España) se anima a asistir, será bienvenido. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 7 de Enero 2017
NotasEscribe Antonio Piñero Sigo comentando el amplio artículo del Prof. F. Bermejo. Van con comillas españolas los pasajes de F. Bermejo. La numeración es mía omitiendo los textos que ya he comentado a partir de mi ensayo “Jesús y la política de su tiempo”. 7. »Varios pasajes de Marcos (11.1 - 6, 11; 14,12 - 16) describen los preparativos y actividades de Jesús en Jerusalén que presuponen el secreto y cautela, conexión clandestina con partidarios dentro de la ciudad, e incluso el uso de algún tipo de contraseña. 11,1-6: “Cuando se aproximaban a Jerusalén, cerca ya de Betfagé y Betania, al pie del monte de los Olivos, envía a dos de sus discípulos, 2 diciéndoles: «Id al pueblo que está enfrente de vosotros, y no bien entréis en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre. Desatadlo y traedlo. 3 Y si alguien os dice: “¿Por qué hacéis eso?”, decid: “El Señor lo necesita, y que lo devolverá en seguida”.» 4 Fueron y encontraron el pollino atado junto a una puerta, fuera, en la calle, y lo desataron. 5 Algunos de los que estaban allí les dijeron: «¿Qué hacéis desatando el pollino?» 6 Ellos les contestaron según les había dicho Jesús, y les dejaron”. 11,11: “Y entró en Jerusalén, en el Templo, y después de observar todo a su alrededor, siendo ya tarde, salió con los Doce para Betania”. La observación detenida implica la acción siguiente, la “purificación” que el evangelista mismo presenta como cuidadosamente preparada. Los críticos en general señalan que este episodio tiene muchas concomitancias con el de la preparación de la Última Cena. Había que hacer al parecer preparativos secretos y pronunciar contraseñas previamente convenidas. Se respira una cierta atmósfera de secretismo. Una explicación plausible es el miedo a las autoridades, a que consideraran no “políticamente correctas” las actividades del grupo. 14,12-16: “El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dicen sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a hacer los preparativos para que comas el cordero de Pascua?» 13 Entonces, envía a dos de sus discípulos y les dice: «Id a la ciudad; os saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle 14 y allí donde entre, decid al dueño de la casa: “El Maestro dice: ¿Dónde está mi sala, donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?” 15 El os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta y preparada; haced allí los preparativos para nosotros.» 16 Los discípulos salieron, llegaron a la ciudad, lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua”. 8. »De acuerdo con Jn 11.47 - 50, la posibilidad de que Jesús permaneciera ejecutando sus actividades sin intervención alguna por parte de los judíos fue relacionado por el sumo sacerdote con una intervención prácticamente segura de los romanos, con consecuencias graves. Jn 11,47-50: “47 Entonces los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre realiza muchas señales. 48 Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación.» 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada, 50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». 9. »De acuerdo con Jn 18,19, el sumo sacerdote interrogó a Jesús no sólo acerca de su enseñanza, sino también acerca de sus discípulos, lo que revela una cierta aprensión respecto al círculo de los discípulos de Jesús 34 Jn 18,19: “El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina”. 10. »Jesús prometió a sus doce discípulos que se sentarían en tronos para juzgar y gobernar doce tribus de Israel restauradas, lo que implicaba la desaparición de los actuales gobernantes de Israel, tano romanos como judíos 36 Mt 19,28: “Jesús les dijo: «Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”. Lc 22,27-28: “Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación»”. Esta liberación esta presentada por los evangelistas como correspondiente a la parusía o segunda venida de Jesús. Pero el trasfondo histórico en tiempos de Jesús es que esa parusía implicaba la instauración del reino de Dios en la tierra de Israel. Cambiarían entonces todas las circunstancias políticas. Nadie que no fuera fiel a la ley de Moisés podría tomar parte en él. Algunos textos parecen expresar un anhelo por la unidad nacional, lo cual supone naturalmente la expulsión de los romanos del país: Mt 23,37: “«¡Jerusalén, Jerusalén, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!»”. Más o menos igual en el paralelo de Lc 13,34. La reunión de los hijos de Jerusalén era, para Jesús, la instauración del reino de Dios… con las consabidas consecuencias. El número siguiente insiste en los aspectos materiales de ese Reino según Jesús. 11 »La dimensión material concreta y socio-política del reino de Dios esperado por Jesús y sus discípulos se demuestra además por las esperanzas de otorgar y recibir en este mundo recompensas materiales: Mc 10,28-30. 35-41; Lc 22,28-30; véase Mc 9,33. Mc 10,28-30: “Pedro se puso a decirle: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» Jesús dijo: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí y por el Evangelio, quedará sin recibir el ciento por uno: ahora al presente, casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y hacienda, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna”. Mc 10,35-41: “Se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y le dicen: «Maestro, queremos, nos concedas lo que te pidamos.» Él les dijo: «¿Qué queréis que os conceda?». Ellos le respondieron: «Concédenos que nos sentemos en tu gloria, uno a tu derecha y otro a tu izquierda.» Jesús les dijo: «No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo voy a beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?». Ellos le dijeron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «La copa que yo voy a beber, sí la beberéis y también seréis bautizados con el bautismo con el que yo voy a ser bautizado; pero, sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo, sino que es para quienes está preparado.» Lc 22,28-30: «Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas; yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Mc 9,33-34: Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De qué discutíais por el camino?» Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí quién era el mayor. Naturalmente, quién era el mayor en el reino de Dios, es decir, quién tendría más poder y, por tanto, más recompensas materiales a disfrutar en ese Reino. Con esta unión de textos dispersos (14 reuní yo; Bermejo lleva ya otros 11, y todavía quedan más), creo que se va dibujando un Jesús totalmente religioso y a la vez con inmensas implicaciones políticas. Todo gira en torno a su concepción el reino de Dios, naturalmente espiritual, o ante todo de bienes espirituales, pero… eso no impide con los bienes materiales y sociales del Reino desempeñen también una función importantísima en su pensamiento. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 6 de Enero 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
Sigo hoy con lo prometido, recoger otros indicios de la implicación de Jesús en a religión y la política de su tiempo que consigna el Dr. F. Bermejo en su artículo “Jesus and the Antiroman Resistance”, publicado en la revista “Journal for the Study of the historical Jesus” 12 (2014) 1-105, en inglés. 4. “Los cuatro evangelios (Mc 14,47; Mt 26,51; Lc 22,38.49-50; Jn 18.10-11) dejan clara constancia de que hubo resistencia armada (que implica espadas) en Getsemaní”. · Mc 14,47: “Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja”. · Mt 26,51: “En esto, uno de los que estaban con Jesús echó mano a su espada, la sacó e, hiriendo al siervo del Sumo Sacerdote, le llevó la oreja”. · Lc 22, 49-50 introduce una interesante variación pues se pide permiso a Jesús para utikizar la espada: “Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada?», y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha. 5. La violencia verbal implicada en varios dichos de Jesús, por ejemplo, ·Mt. 10,34: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada.”; Lc 12,49: “«He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!”. Además, Jn 2,15 introduce el aspecto de la violencia de Jesús aunque no con espada, sino con un látigo en el episodio del Templo (en realidad no puede saberse qué ocurrió exactamente allí, ya que los relatos contienen elementos inverosímiles junto con otros verosímiles) “Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas”. 6. La "entrada triunfal en Jerusalén” fue una acción preestablecida e implicó que Jesús tenía un temperamento mesiánico. Hubo en esta acción reivindicaciones políticas claras, A. Tanto en palabras, · Mt 21,9: “Hosanna al Hijo de David”; · Lc 19,38: "Bendito es el Rey que viene en nombre del Señor "; · Jn 12,13: " Bendito el que viene en nombre del Señor, bendito sea el rey de Israel” · Mc 10,47: “Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!»” · Mc 11,10: “¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!». La aclamación de Jesús como "Hijo de David" es claramente mesiánico-política y va directamente contra el dominio de Roma en Israel. Me parece imposible negarlo. Y Jesús lo admite: Lc 19,38-39 Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.» Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos». B. Como en hechos: El que los seguidores de Jesús pusieran sus mantos en el camino de llegada a la muralla de Jesús y que llevaran ramas (o palmas: Evangelio de Juan 12,13) son actos claros de homenaje real. Las ramas de palma eran símbolos nacionalistas como indican los siguientes textos”: 1 Macabeos 13,5051: “Clamaron a Simón (hermano de Judas Macabeo) que hiciera con ellos la paz y Simón se lo concedió. Les echó de allí y purificó de inmundicias (de los extranjeros que la habían ocupado e impurificado) la Ciudadela. Entraron en ella el día veintitrés del segundo mes del año 171 con aclamaciones y ramos de palma, con liras, címbalos y arpas, con himnos y cantos, porque un gran enemigo había sido vencido y expulsado de Israel”. 2 Macabeos 10, 5-7: “Aconteció que el mismo día en que el Templo había sido profanado por los extranjeros, es decir, el veinticinco del mismo mes que es Kisléu, tuvo lugar la purificación del Templo. Lo celebraron con alegría durante ocho días, como en la fiesta de las Tiendas, recordando cómo, poco tiempo antes, por la fiesta de las Tiendas, estaban cobijados como fieras en montañas y cavernas. Por ello, llevando tirsos, ramas hermosas y palmas, entonaban himnos hacia Aquél que había llevado a buen término la purificación de su lugar”. Hay aquí materia para reflexionar. Seguiremos con el texto del Prof. Bermejo. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 5 de Enero 2017
NotasEscribe Antonio Piñero El siguiente paso para completar el número de unos treinta pasajes que hacen más que probable la hipótesis interpretativo de Jesús como sedicioso desde el punto de vista de Roma, se basa en el trabajo de Fernando Bermejo, “Jesús y la resistencia antirromana Una reevaluación de los argumentos”, publicado en la revista “Journal for the Study of the historical Jesus” 12 (2014) 1-105, en inglés. Supongo que el artículo, muy amplio, habrá tenido también amplia repercusión. Pero dudo que sea conocido por el público hispano. Y es una pena, porque sus argumentos son dignos de consideración, al menos, no del silencio general y de la ignorancia. De este artículo voy a entresacar en especial la lista de los pasajes que el Prof. Bermejo presenta como “patrón de recurrencia” hasta completar la treintena de ellos. He aquí el resumen que el propio Bermejo hace de su artículo, por si a alguien le resulta interesante y bucea enAcademia.edu para leerlo entero: » Aunque la hipótesis según la cual Jesús el Galileo estaba involucrado en el pensamiento y la actividad rebelde antirromana ha avanzado desde el siglo XVIII, ahora se defiende solamente por una minoría de los estudiosos del Nuevo Testamento. Los objetivos del presente artículo son examinar cuidadosamente los argumentos de apoyo para esta hipótesis, y al mismo tiempo su ulterior defensa de una manera novedosa. Sostengo que el efecto acumulativo de los argumentos es convincente, y que sólo merece credibilidad una reconstrucción de Jesús en la que sea consistentemente contemplado el aspecto de la resistencia antirromana. »El ensayo sostiene que hay en el Evangelio una gran cantidad de material que apunta precisamente en la dirección de un Jesús sedicioso, que este material configura un patrón recurrente, y que este patrón disfruta de la probabilidad más alta de historicidad. Por otra parte, evalúo diferentes interpretaciones que tratan de dar sentido al modelo, con el objetivo de decidir cuál de ellos es históricamente la más plausible. El ensayo argumenta que la hipótesis propuesta tiene el mayor poder explicativo, que las alternativas propuestas no son convincentes y, que son a menudo exageradas, y que todas las objeciones formuladas contra la hipótesis pueden ser razonablemente respondidas. Por último, señalo las desastrosas implicaciones para la investigación crítica que se generan a partir de la desestimación del material sedicioso en torno a Jesús y del rechazo correlativo de la hipótesis». Estimo que es en verdad más que interesante. He aquí los puntos complementarios a los ya presentados por mí Ofrezco el texto de Bermejo que va entre comillas. En caso necesario me limitaré a expandir las citas bíblicas. 1. “La burla de Jesús por los soldados al servicio de Roma, que implica una parodia burlesca de una epifanía real (que incluye ropa de púrpura, el ponerle una corona de espinas, y arrodillarse ante él en un insultante homenaje: Mc 15,16 - 20; Jn 19,1-5) nos brinda la evidencia de que, a según la opinión de los soldados, Jesús afirmó ser un rey”. Mc 15,17-18: “Le visten de púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñen. Y se pusieron a saludarle: «¡Salve, Rey de los judíos! Jn 19,15: “Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!» Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?» Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César.»”. 2. “De acuerdo con Lc. 22,35-36, en una ocasión crítica, Jesús se aseguró de que sus discípulos estuvieran armados, ordenándoles que compraran espadas”. Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada». Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada. 3. “Por lo menos algunos discípulos de Jesús, si no todos ellos, llevaban armas ocultas, como lo atestiguan Lc. 22.38, 22.49. Y Mc 14,47, e implicado en Lc. 22.36”. Lc 22,38: “Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas.» El les dijo: «Basta.»” Lc 22,49: «Señor, heriremos con la espada?» Mc 14,47: “Uno de los presentes, sacando la espada, hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le llevó la oreja”. Seguiremos. Primero con la mera presentación. Luego con algún comentario. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com :::::::::::::::: Otro enlace de programas de radio durante las Navidades de 2016: http://www.ivoox.com/buhardill
Miércoles, 4 de Enero 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
Concluyo hoy con los últimos cuatro puntos que hace años publiqué en mi ensayo “Jesús y la política de su tiempo” que indican cómo Jesús estaba implicado de tal modo en religión de su pueblo que las consecuencias políticas eran evidentes. Posteriormente seguiré con unos veinte puntos o alusiones más que ha recogido F. Bermejo y que procuraré comentar. Los que hoy pongo son muy bien conocidos…, pero deben sacarse las consecuencias: 11. Jesús recomendó no pagar el tributo al César. El núcleo de este pasaje fundamental –en el que fariseos y herodianos tienden una trampa dialéctica a Jesús–, que describe la famosa y críptica escena, reza así en la versión del evangelista Marcos: “‘¿Está permitido pagar tributo al César o no? ¿Lo pagamos o no lo pagamos?’ Jesús, consciente de su hipocresía, les dijo: ‘¿Por qué queréis tentarme? Traedme una moneda que yo la vea’. Se la llevaron, y él les preguntó: ‘¿De quién son esta efigie y esta leyenda?’. Le contestaron: ‘Del César’. Jesús les dijo: ‘Lo que es del César, devolvédselo al César, y lo que es de Dios, a Dios’. Y quedaron maravillados” (Mc 12,14-17). No me cabe duda de que el sentido de esta escena, voluntariamente pretendido por el evangelista Marcos, es que Jesús afirmó de una manera sutil que los judíos debían pagar el tributo al Emperador. De este modo se alineaba de antemano con el pensamiento que Pablo de Tarso habría de expresar más tarde en su Carta a los romanos: “Es preciso someterse a las autoridades temporales no sólo por temor al castigo, sino por conciencia. Por tanto pagadles los tributos, pues son ministros de Dios ocupados en eso” (Rom 13, 5-6). He defendido muchas veces que el análisis de la perícopa permite llegar a la conclusión de la realidad fue de otra manera y que Marcos mismo (junto con Lucas, como veremos) nos dieron las pistas suficientes para afirmar que fue así Pero en la realidad la respuesta del Nazareno no fue tal, sino la contraria. Jesús dijo con gran sutileza y con una cierta trampa que no se debía pagar ese tributo. Si hubiere ido en el sentido de admitir la obligación de pagar, habría perdido de inmediato el apoyo del pueblo, indignado contra el tributo, cosa que no ocurrió en absoluto, como atestiguan los evangelistas mismos Por tanto, es muy probable que la respuesta doble de Jesús “Dad al César… y a Dios…” no tuviera para los judíos piadosos de la época ningún doble sentido, sino uno sólo y muy claro: “Si tenéis por ahí denarios, acuñados por los romanos, podéis devolvérselos (griego apódote; no simplemente “dádselos”, griego dóte) al César, pues son suyos; pero los frutos de la tierra de Israel –que junto con ella misma son de Dios– dádselos sólo a Él”. Por tanto no debe pagarse el impuesto. Y tampoco me cabe duda de que Jesús escapó hábilmente de la capciosa pregunta. Los romanos podían estar contentos porque no había habido ninguna incitación expresa a no pagar. Pero los celotas –que conocían el pensamiento de fondo de Jesús- también estaban satisfechos: el Nazareno estaba diciendo crípticamente, eso sí pero lo suficientemente claro para quien deseara entender, que no se debía pagar el tributo al César. El truco era: fijar la atención en la moneda y hacerla confundir, como un prestidigitador hábil, con el impuesto. La moneda romana se podía devolver y funcionar con las locales, por ejemplo, el shekel, pero lo que es de Dios, la tierra y su producto, eso hay que dárselos a Dios no a los romanos. Y que esta es una exégesis correcta, a saber que de ningún modo propugnó Jesús el pago del impuesto le demuestra paladinamente el siguiente pasaje de Lucas: 13. “Y levantándose todos ellos, le llevaron ante Pilato. Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es Cristo Rey»” (23,1-2). La consabida escena del prendimiento en el huerto de Getsemaní demuestra a las claras que los discípulos de Jesús iban armados, con armas pesadas, es decir espadas de combate, propias de legionarios, por ejemplo, no sólo dagas para protegerse en posible un viaje infestado de bandidos (que no era el caso en el Israel del momento donde reinaba el orden romano) o navajitas para cortar el pan y el queso. Es claro que en tal escena no se deben tener en cuenta los comentarios personales de los evangelistas, y ciertas palabras puestas en boca de Jesús fácilmente atribuibles al sesgo de esos autores evangélicos y a su deseo de mostrar a aquél como un ser eminentemente pacífico. 12. Parece evidente en Getsemaní que se produjo un incidente armado con derramamiento de sangre, pues está testimoniado por los cuatro evangelistas. Los Sinópticos (Marcos y Mateo/Lucas) tratan de disminuir la gravedad del episodio: sólo un discípulo saca la espada (Mateo -26,51-, Marcos -14,47- y Lucas -22,50- indican que fue sólo un innominado discípulo el que atacó), y tratan de presentar a un Jesús pacífico que se distancia expresamente de la violencia, pues pide que dejen en libertad a sus discípulos (¡aun habiendo respondido con armas al prendimiento!) mientras insta a éstos a deponer toda resistencia: “Le dice entonces Jesús (al discípulo que había blandido el arma): «Vuelve tu espada a su sitio, porque todos los que empuñen espada, a espada perecerán” (Mt 26,52). Es bien sabido que el evangelista Juan, por el contrario, destaca la importancia del enfrentamiento, pues señala que por parte de los romanos participaron en el prendimiento de Jesús como mínimo un centenar de soldados (una cohorte de 500 o 600 hombres, griego speíra, quizá no completa), además de los “sirvientes de los sumos sacerdotes y de los fariseos, con armas y linternas” (Jn 18,3). Si iban tantos a prenderlo, era porque consideraban que habría una fuerte resistencia armada. 13. Jesús fue ejecutado junto con dos salteadores: “Con él crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda” (Mc 15,27). Ahora bien, es sabido que la palabra “bandido” es la utilizada por Flavio Josefo, tanto en sus Antigüedades de los judíos XVII 269-285, en particular 278-284; XX 160-172; como en la Guerra de los judíos II 55-65, en especial 60-65; 433-440 y IV 503-513, para designar despectivamente a los celotas, causantes de la Gran Revuelta contra los romanos y la consiguiente derrota. Es de suponer que Jesús fue crucificado con gentes que participaron con él en el mismo incidente contra el Templo, o en otra revuelta de la que da noticia el evangelista Marcos, en 15,7, o bien que fueron capturados en ese incidente en el huerto de Getsemaní. Los evangelistas nada dicen de ello, e incluso Lucas cambia el vocablos bandidos /salteadores por “malhechores” (comunes) en 23,32. Pero la conclusión es lógica, pues se trata de una crucifixión triple con una finalidad de escarmiento, en la que Jesús es situado en el centro como el jefe. 14. El título de la cruz es de una autenticidad normalmente indiscutida, pues se corresponde con la práctica usual romana de informar y ejemplarizar al pueblo por medio de las ejecuciones públicas (Los comentaristas señalan unánimemente los siguientes pasajes confirmatorios, Suetonio, Vida de Calígula 32; Vida de Domiciano 10,1; Dión Casio, Historia romana 54,8). Además está atestiguado por los cuatro evangelistas, a pesar de que el contenido de la inscripción grabada en la tabla no era de hecho muy halagüeño para sus perspectivas religiosas. No eran muy corrientes las ejecuciones públicas, y Roma no acostumbraba a crucificar sin ton ni son, sin razones graves, incluso en provincias problemáticas y revoltosas como Judea. Las condenas a muerte eran registradas en los documentos de las cancillerías de los gobernadores provinciales, y luego transmitidas a Roma por medio de un mensajero especial, o bien por el correo oficial que a intervalos regulares llegaba a la oficina del Emperador. Pero ese informe no se ha conservado. La inscripción, “Jesús [Nazareno; sólo en Jn 19,19], rey de los judíos” (Mt 27,37 y paralelos), señala exactamente desde el punto de vista romano la causa de la muerte: delito de lesa majestad contra el Imperio por graves desórdenes públicos o sedición. Como ya conocemos la historia anterior, la entrada triunfal en Jerusalén, el asalto al Templo, la resistencia armada durante el prendimiento en Getsemaní, la equiparación de Jesús con un sedicioso como Barrabás…, parece bastante claro desde el punto de vista histórico que para los romanos Jesús era no sólo un mero simpatizante de la causa nacionalista, sino un activo colaborador con ella. Ahora bien, como el Procurador decidió no prender también a sus discípulos, ya fuera por temor al pueblo que consideraría espontáneamente a Jesús y sus seguidores unos héroes de la resistencia, ya porque estimara que el movimiento subversivo estaba en sus principios y era de poca monta, el que cargó con la culpa del grupo entero fue Jesús…, más los dos crucificados con él. Todo indica aquí que los romanos pensaron que el movimiento de Jesús era de poca monta comparados con otros en los que intervinieron miles de personas (Atronges, por ejemplo), así que se contentaron con acabar con los cabecillas. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com Universidad Complutense de Madrid :::::::::::::: Otro enlace de programa radiofónico de las pasadas Navidades en el que he participado:
Saludos de nuevo
Martes, 3 de Enero 2017
Notas
Escribe Antonio Piñero
Pasado el primer día del año nuevo en el que no ha habido especiales conmociones, al menos en mi entorno, sigo de nuevo con el propósito de ilustrar con un único ejemplo la cadena de textos y alusiones en los Evangelios que, como veremos al final, son tantas–más de treinta– que no hay más remedio que aceptar una conclusión casi evidente. En primer lugar estoy exponiendo la cadena de textos que recogí hace años en mi ensayo “Jesús y la política de su tiempo. Luego los complementaré con los recogidos por F. Bermejo y con una exposición y análisis de sus comentarios. Sigo pues, con la segunda tanda de cinco textos: 6. Lc 13,1-5: En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mezclado Pilato con la de sus sacrificios. Les respondió Jesús: «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándolos, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo aseguro; y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo». Al parecer, Jesús se muestra compasivo con ellos, lo que indica un espíritu afín, con unos individuos que era, probablemente celotas, es decir, amantes de hacer cumplir la ley de Moisés incuso con un cierto grado de violencia,. 7. Mc 11,7-10: La entrada en Jerusalén fue un acto claramente mesiánico en el sentido más verdaderamente judío, que implica un mesianismo con tintes de monarca guerrero, naturalmente enemigo de los dominadores romanos: Traen el pollino donde Jesús, echaron encima sus mantos y se sentó sobre él. Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban: «¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino que viene, de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!» Si aceptamos el texto tal como se lee (y por el criterio de dificultad parece muy difícil que una iglesia posterior helenizada, de paganocristianos, haya inventado un Jesús que está blandiendo la esperanza de un reino davídico), parece bastante claro que Jesús deseaba mostrar de una manera ostentosa su condición de mesías de Israel. Durante el desarrollo de la escena las gentes, incluidos los discípulos, aclaman a Jesús como “hijo de David” y consecuentemente, rey de Israel. En la época de Jesús se sabía muy bien que un mesías “hijo de David” suponía ser un político y un guerrero. Lo mínimo que las masas esperaban de él era que expulsara a los romanos del país, de modo que éste quedara libre de impurezas y pudiera practicar sin impedimentos la ley divina. Tal acogida, como muestra la escena, jamás habría sido dispensada a Jesús si el pueblo hubiera sabido que él era en lo más mínimo favorable a los romanos. Según Lucas (19,30-40), Jesús no contradice a quienes así lo aclaman, sino todo lo contrario: Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.» Respondió: «Os digo que si éstos callan, gritarán las piedras». 8. Como confirmación del pasaje anterior, el Evangelio de Juan, generalmente no fiable desde el punto de vista histórico, después de narrar el milagro de la multiplicación de los panes, que enfervorizó a las gentes y les hizo pensar que Jesús era el mesías, trae una noticia en el capítulo 6 que parece atendible: “Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo». Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarlo por la fuerza para hacerlo rey, huyó de nuevo al monte él solo”. (6,14-15). Naturalmente, “hacerlo rey” supone lo que antes indicábamos: un monarca político y guerrero de acuerdo con el pensamiento que el pueblo albergaba como posible en Jesús. Es cierto que, según el evangelista que sigue ya una tradición paulina bien afirmada, el que éste rechazara esta pretensión supone que Jesús tenía otra idea del mesianismo, algo en verdad improbable, pues no habría dado pábulo a que le hicieran la propuesta. 9. Mc 11,15-17 y paralelos: el episodio de la “Purificación del Templo”, a pesar del tono eminentemente religioso que le otorgan los evangelistas “Y les enseñaba, diciéndoles: «¿No está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para todas las gentes? ¡Pero vosotros la tenéis hecha una cueva de bandidos!”: v. 17, Puede interpretarse sin distorsionar para nada el espíritu de la época y el pensamiento general de Jesús como un símbolo de lo que debe ser el reino de Dios futuro, en su institución principal, el santuario de Jerusalén. Como algunos judíos estaban convencidos de que Dios exigía una muestra de compromiso por parte humana para que Él luego instaurara su Reino, esta acción sería un modo de “obligar” a Dios para que iniciara por fin la instauración de ese reinado. De ningún modo puede interpretarse el incidente como el gesto de un hombre pacífico. La acción de Jesús fue un ataque directo contra los que los fomentaban y se enriquecían con estas actividades: el clero del Templo, sobre todo los de alto rango y los saduceos, la facción religiosa que dirigía el santuario. He aquí el pasaje de Marcos: Y llegan a Jerusalén. Y cuando entró en el templo empezó a expulsar a los que vendían y a los que compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los taburetes de los que vendían las palomas; y no permitía que alguien trasladase cosas atravesando por el templo; y enseñaba y les decía: “¿No está escrito: Mi casa se llamará casa de oración para todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de bandidos”. Ante la dificultad de cómo no actuaron de inmediato los romanos -quienes vigilaban el recinto del Templo desde su acuartelamiento de la Torre Antonia, justo encima del Patio de los gentiles, donde ocurrió el incidente- prendiendo a Jesús, no se puede responder con toda seguridad. Debe suponerse, si eran muchos los que estaban con el Nazareno, que los romanos esperaron una ocasión más oportuna para detenerlo, donde no hubiera tanta gente y no pudiera producirse una matanza de inocentes; o bien que la acción fuera muy rápida y breve, de modo que cuando los romanos quisieron intervenir, Jesús y sus seguidores habrían huido o se habrían disuelto entre las multitudes. 10. Todo apunta en cualquier caso a que este episodio tuvo lugar muy cerca o simultáneamente con una revuelta antirromana, con el resultado de un muerto, en la cual fue hecho preso uno de los sediciosos, Mc 15,7: “Había uno, llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato”. Ello indica al menos que se respiraba en aquellos momentos un ambiente violento de expectativas mesiánicas, del que debe suponerse que participaba Jesús y que él lo mostró religiosamente, purificando el Templo. Aunque los evangelistas no establecen relación alguna entre los dos acontecimientos –la purificación y la revuelta– es poco creíble que no la hubiera, al menos de ambiente. Seguiremos, con esta cadena de textos, que sumados tiene mucho que decirnos. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com ::::::::::::::::::::::::: A lo largo de las fiestas pasadas he participado en algunos programas de radio y en uno de TV. Les paso en los días siguientes el enlace. Uno cada día: Programa: “La Nit del Misteri”: http://www.ivoox.com/13-la-nit-del-misteri-antonio-pinero-los-evangelios-audios-mp3_rf_15096881_1.html
Lunes, 2 de Enero 2017
NotasEscribe Antonio Piñero Difícil día este, aunque siempre lleno de buenos augurios para quien estaba tratando un tema, “patrones de recurrencia” que no pega hoy ni con la mejor cola. Paso entonces a transcribir un pasaje de una vida popular de san José que escribí para RBA, y cuyo existir y porvenir entre los torbellinos de la prensa desconozco. Naturalmente el texto tiene sabor navideño y está basado parcialmente en los apócrifos neotestamentarios de la infancia: »Ocurrió 3774 años después de la creación del mundo, el día veinte de mayo, según la tradición. José sintió que este fenómeno singular de quietud universal había durado tan sólo unos instantes. Pasados esos momentos, el patriarca pudo continuar su búsqueda. Mas he aquí que en el camino que llevaba a la gruta divisó a una muchacha que bajaba directamente a su encuentro. En una mano llevaba unos lienzos y en la otra un taburete, que usaban las comadronas en Israel para sentarse al lado de las parturientas. En una casa hebrea no había sillas normalmente, y cada partera llevaba su propio avío para asistir a las que estaban de parto. José adivinó enseguida el oficio de la muchacha y le preguntó: “Hija, ¿a dónde vas con ese taburete?”. Respondió la joven: “Me ha mandado aquí mi maestra, ya que un adolescente alto, vestido de blanco, muy bello, apareció por nuestra casa con toda prisa, y nos indicó el camino para asistir a un nuevo parto, pues una joven estaba para dar a luz por vez primera. Mi ama, Zelomí, me envió por delante. Ella, anciana, viene detrás. Lo cierto es que yo no conocía la existencia de esta cueva. He preguntado por el pueblo y otros tampoco sabían nada de ella”. »Efectivamente, poco después apareció la anciana. José la urgió para que se acercara prestamente con él a la gruta. La mujer dijo a José: “Ya soy vieja y débil, y mi joven aprendiza carece de experiencia. Por eso he avisado también a otra partera para que nos ayude. Espero que venga enseguida”. Se encaminaron todos juntos a la cueva. Zelomí se interesaba por María y formulaba muchas preguntas a José, quien mostraba poco interés en responderle. Presionado, acabó por decirle que María era en realidad sólo su esposa o prometida. La partera inquirió: “¿No es tu mujer aún?”. José dijo: “No todavía. Es María, una de las que se criaron en el Templo y ha concebido de modo sobrenatural”. Replicó la partera: “¿Cómo puede ser verdad esto?”. José dijo bruscamente: “Pues ven y verás”. Y no añadió ni una palabra más. Salomé, la partera »Por fin entraron en la cueva. José dijo a las dos mujeres: “Pasad y asistid a María, mi esposa”. La comadrona se sobrecogió de miedo al penetrar en el interior de la cueva por la brillantísima y misteriosa luz que había dentro. Fuera, el sol había comenzado su declinación y era esperable una cierta oscuridad. Pero –gran sorpresa-- cuando se hallaron delante de María, ya esta había dado a luz sola, y se encontrada sentada sobre una piedra redonda, con un hermoso niño entre sus brazos: había alumbrado a su hijo lejos de los hombres y sin ayuda ninguna. María sonreía, mientras José, Zelomí y su ayudante contemplaban atónitos la escena. »José dijo a María, extrañado igualmente del repentino y rapidísimo parto de su esposa en solitario: “Aquí te he traído a estas mujeres... al menos por si necesitas algún remedio”. Pasó un poco de tiempo mientras la partera examinaba al niño y a su madre, y José se mantenía respetuosamente a distancia. De repente, Zelomí se puso a gritar con tan grandes voces que retumbaron todos los rincones de la caverna. Entre exclamaciones de asombro, dijo estas claras palabras: “¡Misericordia, Señor y Dios grande, pues jamás se ha visto lo que yo veo: que unos pechos estén henchidos de leche y, a la vez, un niño recién nacido esté anunciando en silencio la virginidad de su madre! Ninguna mancha de sangre en el recién nacido, ningún dolor ni secuelas en la parturienta. ¡Esto es una maravilla! Con razón, la luz de esta gruta se ha multiplicado y oscurece con su resplandor el fulgor del sol”. »Zelomí permaneció un buen rato más dentro de la cueva y, finalmente, se dispuso a dejar la gruta. Justo entonces llegó a su encuentro la otra partera, más joven, de nombre Salomé, a la que había llamado en su ayuda. Zelomí exclamó alborozada: “Tengo que contarte una maravilla nunca vista, ya que una virgen ha dado a luz, cosa que, como sabemos, no sufre la naturaleza humana”. Pero Salomé sonrió irónicamente y se mostró incrédula, mofándose de las palabras de la anciana. Repuso: “Por vida del Señor, que no creeré tal cosa, si no introduzco yo misma mi dedo y examino a la madre”, y entró en la cueva sin tardanza. La brillante luz de su interior parecía entonces más soportable. La incredulidad castigada La joven partera casi ni se fijó en el niño, ni apenas examinó el interior de la gruta, sino que dijo directamente a María: “Disponte, que voy a examinarte; porque hay entre nosotras un gran altercado respecto a ti”. Salomé introdujo su dedo en la naturaleza, pero de repente lanzó un grito y exclamó: “¡Ay de mí! ¡Mi maldad y mi incredulidad tienen la culpa! Por tentar al Dios vivo se desprende de mi cuerpo mi mano carbonizada”. Todos se quedaron espantados ante la escena. Salomé gemía e invocaba, arrepentida, a Dios. Pasó un corto espacio de tiempo, mientras el silencio de la cueva sólo era roto por los intensos gemidos de la mujer. De repente, se apareció un ángel del cielo y dijo a la partera: “Salomé, el Señor te ha escuchado y ha aceptado tu arrepentimiento. Acerca tu mano al niño, tómalo, y habrá para ti alegría y gozo”. »La mujer se acercó, tomó a Jesús con dificultades entre sus brazos, y de repente se sintió curada. Su mano, que había quedado seca y negra, y que amenazaba con desprenderse de su cuerpo comenzó a revivificarse y en unos instantes apareció de nuevo sonrosada y con una piel tersa y maravillosa. Transcurrió bastante rato y la comadrona salió en paz de la cueva, dispuesta a contar a todo el mundo las experiencias que había tenido. Pero al cruzar el umbral se oyó una voz del cielo que decía: “No digas las maravillas que has visto hasta que el Niño esté en Jerusalén”. Naturalmente, Salomé no cumplió la orden de la voz celeste y proclamó a los cuatro vientos lo que le había acaecido». Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 1 de Enero 2017
NotasEscribe Antonio Piñero Como escribía ayer voy a poner un solo ejemplo por ahora de un patrón de recurrencia, el de las relaciones de Jesús con el Imperio, que puede ser perturbador porque sitúa al personaje en una luz insólita para algunos acostumbrados desde pequeñitos a un Jesús manso y humilde de corazón (Mt 11,29 y 21,5) dibujado ante todo por Mateo y Lucas: el de un Jesús interesado por la situación política y social del Israel de su tiempo. Y no podía ser menos, ya que en el mundo judío de la época religión y política y sociología iban íntimamente unidas (tal como ahora ocurre con el islam, que al fin y al cabo es una religión abrahámica nacida en la Arabia Félix como heredera de un cristianismo basado en los evangelios y tradiciones apócrifas y en un judaísmo un tanto elemental y un poco barbarizado): el predicador de la inmediata venida del reino de Dios en la tierra de Israel era necesariamente, por la fuerza de los hechos y de las circunstancias del país y tiempo en el que vivía, un Jesús sedicioso desde el punto de vista del Imperio Romano. El patrón, o cadena de textos y alusiones desperdigadas en los evangelios que voy a presentar está sacado de dos ensayos, uno mío y otro de F. Bermejo. El primero es “Jesús y la política de su tiempo”, apéndice/ensayo que iba acompañando una novela de Emilio Ruiz Barrachina, que dio origen a la película “El Discípulo”, y que una mala propaganda editorial de Ediciones B dejó bastante en la sombra: Barcelona, 2010, pp. 217-311. ISBN: 978-84-666-4326-9. Y el de F. Bermejo es un artículo en inglés titulado “Jesus and the Anti-Roman Resistance A Reassessment of the Arguments”, publicado en “Journal for the Study of the Historical Jesus” 12 (2014) 1-105, del que no hay versión castellana, pero que es totalmente accesible en Academia.edu. Se trata, pues, de unir en una cadena textos evangélicos canónicos que apuntan en la dirección señalada por el título de los dos ensayos. El marco de mi propuesta en mi trabajo arriba mencionado es que la predicación de Jesús del reino de Dios en la tierra de Israel, con sus típicas características de bienes materiales y espirituales que la divinidad habría de conceder en esos tiempos, supone un cambio tal de la situación política y social del país que no podría conseguirse sin una acción armada, bien fuera milagrosa, de parte de Dios –que enviaría por ejemplo doce legiones de ángeles a expulsar a los malvados (Mt 26,53)–, bien por mano humana pero con la ayuda igualmente de la divinidad. En cualquiera de los dos casos los romanos tenían que ser expulsados de la tierra de Israel, propiedad sólo divina, lo que naturalmente no ocurriría sin violencia. 1. Lc 22,35-38: “Y les dijo: «Cuando os envié sin bolsa, sin alforja y sin sandalias, ¿os faltó algo?» Ellos dijeron: «Nada». Les dijo: «Pues ahora, el que tenga bolsa que la tome y lo mismo alforja, y el que no tenga que venda su manto y compre una espada; porque os digo que es necesario que se cumpla en mí esto que está escrito: “Ha sido contado entre los malhechores”. Porque lo mío toca a su fin». Ellos dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas». El les dijo: «Basta»”. 2. Mc 3,18; Mt 10,4; Lc 6,15; Hch 1,13: Jesús tenía entre sus discípulos un celota al menos, Simón el “cananeo”, como discípulo íntimo. Es muy improbable que lo hubiera elegido sin comulgar con su ideología. El apelativo “cananeo” significa “celote” (arameo qanna’), no un “individuo que procede de la ciudad de Caná”. 3. Cierto “ruido de sables”, cuyos restos son perceptibles: Mt 10,34: “No vine (al mundo) a poner paz, sino espada...”; igualmente Mt 11,12: “El reino de Dios padece violencia y los violentos lo toman por la fuerza”, dicho que aparece también en Lc 16,16. 4. “"Si alguien quiere ir tras de mí, niéguese sí mismo y coja su cruz y sígame” (Mc 8,34 y sus paralelos en Mt 10,38 y 16,24) no significa lo que entiende normalmente un piadoso cristiano, a saber una incitación al sacrificio en el marco del discipulado de Jesús, en el cual el vocablo “cruz” es entendido metafóricamente. Por el contrario, estas palabras deben entenderse en su significado más real, como la pena que imponían usualmente los romanos a quienes prendieran como sospechoso de rebelión contra el Imperio, los celotas. Jesús afirmaría entonces: “El que desee seguirme debe atenerse a las consecuencias. Si los romanos lo capturan, puede acabar en la cruz”. Ello indicaría que las acciones y dichos de Jesús podrían, al menos en ocasiones, situarse en el ámbito de una acción políticamente peligrosa desde el punto de vista romano. 5. Lc 22,49: «Señor, ¿herimos a espada?»”. Este pasaje muestra que los discípulos iban armados. Únase al texto de Lc 22,38: “Ellos, los discípulos, dijeron: «Señor, aquí hay dos espadas»”, citado al completo en 1. Seguiremos hasta aproximadamente 35 textos evangélicos, lo cual es un buen número para una cadena o patrón. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 31 de Diciembre 2016
NotasVoy a terminar esta ·disquisición” sobre los patrones de recurrencia que he estado haciendo de la mano del Prof. F. Bermejo, cuyo artículo “La figura histórica de Jesús y los patrones de recurrencia Por qué los límites de los criterios de autenticidad no abocan al escepticismo” (accesible en Academia.edu), artículo que he comentado y parafraseado en las últimas postales. Y terminaré con el ejemplo, aducido por F. Bermejo, del Prof. Dale C. Allison Jr., actualmente en la Universidad de Princeton, autor muy estimado especialmente por su Comentario” el Evangelio de Mateo y por algunas obras sobre el Jesús histórico, entre las que destacaría The Historical Christ and The Theological Jesus, y Jesus of Nazareth Millenarian Prophet, que ha impulsado enormemente la utilización de los patrones de recurrencia, ya que en su opinión el que se repita continuamente o en muy diversos lugares de nuestras fuentes un aspecto determinado de la personalidad o de la función de Jesús hace que tal aspecto tenga todos los visos de ser histórico. Naturalmente esta idea se refiere a las impresiones generales sobre la persona de Jesús. Es claro que el autor insiste en su obra en la cantidad de recurrencias: cuantas más veces aparezca un detalle o un aspecto, tanto más posibilidades tiene de ser histórico. El argumento esgrimido para fundamentar este aserto es el siguiente: los estudios sobre la memoria colectiva demuestra que esta se fija sobre todo en los aspectos generales y menos en los detalles, y que son estas generalidades las que se guardan por más tiempo y con mayor fidelidad en tal memoria colectiva. Añade Allison que si rechazáramos este argumento, a saber de prestar atención histórica a ciertos puntos generales sobre Jesús, caeríamos en el más absoluto escepticismo: hay que abandonar toda esperanza de encontrar algo fiable en los Evangelios. Y esto no parece ser razonable, viéndolos en su conjunto. Rápidamente surge la dificultad: si utilizamos como modelo para la investigación los patrones de recurrencia, y abandonamos el uso de los criterios de autenticidad, obtendremos una imagen de Jesús muy superficial, generalista y poco utilizable. La respuesta es este argumento no es difícil: a) El uso de los patrones de recurrencia no significa por sí mismo (aunque algunos investigadores hayan intentado proponerlo) el rechazo o la exclusión del uso de los ya tradicionales criterios de autenticidad. Ejemplo: Especialmente el “criterio de dificultad” es imprescindible, porque un patrón de recurrencia (por ejemplo, el reino de Dios como núcleo de la predicación de Jesús y su carácter, inmediato, futuro, material y espiritual) se topa con la teología preponderante del cristiano del siglo II que no admite algunos de esos atributos. La dificultad hace que sea muy verosímil ese aserto. Más: no tenemos por qué dejar de utilizar cualquier otro criterio como el de la “múltiple atestiguación” (no es lo mismo este criterio que el de patrón de recurrencia, ya que el primero solo afirma que para que sea verosímilmente histórico un pasaje o un motivo evangélico tiene que estar atestiguado al menos en dos fuentes independientes). b) Estas aparentes generalidades ayudan muchísimo para reconstruir una figura de Jesús correcta, ya que comienza con el patrón de recurrencia “Jesús y Juan Bautista”, que une la figura de Jesús a la de este último y proporciona un marco seguro para el inicio de la actividad de Jesús, precisándola desde luego con otros instrumentos. Además, el motivo recurrente “Jerusalén-causas de la muerte de Jesús” contribuye a situar el final del personaje. Ambos patrones, el del principio y del final, son un buen marco para encuadrar la actividad y la personalidad de Jesús. Ya habrá tiempo luego para precisar esta figura básica con la ayuda de los criterios de autenticidad usuales. En conclusión: estas últimas consideraciones nos ayudan a salir definitivamente del escepticismo radical. No todo está perdido en la investigación sobre el Jesús histórico. Existen una serie de conjuntos básicos y generales que nos ayuda a reconstruir con bastante seguridad la figura básica de Jesús. La reconstrucción crítica posterior puede ayudarse de otros medios, pero puede saber que parte de bases seguras. Alguien dirá que partir de motivos generales para reconstruir a Jesús es contentarse con algo demasiado pequeño, parco, o insatisfactorio. Respondo, con el Prof. Bermejo, que más vale algo sólido que nada. Segundo, que ese algo no es tan poco: hemos citado que podemos situar bastante bien los inicios y el final de Jesús, y con gran solidez. Tercero: esta objeción no significa que la utilización de los “patrones de recurrencia” sea inválida por sí misma, sino en todo caso que es básica, inicial, y que debe ser completada con otras herramientas. Los “patrones” son ante todo puntos de partida seguros, no el final de la investigación. Y por último: sigue siendo verdad que siempre nos queda el consenso de los investigadores a lo largo de decenios y siglos para partir de una base relativamente segura sobre Jesús. Expliqué en el prólogo de mi libro “Jesús y las mujeres” (editorial Trotta, Madrid 2ª edición de 2014) que la verdad histórica absoluta no existe y menos en historia antigua, donde hay tan pocos elementos para reconstruirla. Pero que el consenso de mentes ilustres que han investigado desde todos los puntos de vista a Jesús durante cerca de 250 años, de estudiosos que proceden de todos los lugares y de todos los ambientes sociales, políticos y religiosos, incluidos ateos declarados o agnósticos redomados, ese consenso digo sobre ciertos puntos de la vida, función y mensaje de Jesús goza de una cierta validez y estimo que es un buen punto de partid para investigar al personaje. Desde que en 1768 Lessing publicó la obra de Hermann Samuel Reimarus, “Sobre el propósito de Jesús y el de sus discípulos” han pasado más de doscientos años. Y se ha formado en algunos puntos un cierto consenso no solo entre investigadores independientes, sino entre confesionales y los primeros. Y en general este consenso se basa, aun sin nombrarlo, en la impresión causada en el investigador por el material recurrente de los evangelios. Es síntesis me parece que no es mal punto de partida para investigar a Jesús de Nazaret la utilización del método de los patrones de recurrencia. El próximo día, y utilizando dos publicaciones, una mía y otra del Prof. Bermejo, pondré como ejemplo el patrón que suele costar más asimilar a mucha gente: la de un Jesús sedicioso desde el punto de vista del Imperio Romano, un “sedicioso” al menos que rompe el esquema de un Jesús manso y humilde de corazón exclusivamente…, pero del que hay como mínimo una treintena de indicios recurrentes esparcidos por los evangelios. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 30 de Diciembre 2016
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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