CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
¿Una lectura original de la pasión de Cristo? (15-04-2019) (1057)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Encontré en un catálogo enviado por internet el libro siguiente: José Miguel García Pérez, “La pasión de Cristo. Una lectura original”, de Editorial Encuentro (Colección 100XUNO, 52), Madrid, 2019, 2013 pp. ISBN: 978-84-9055-976-7. Lo pedí para reseña y me lo enviaron. Y fue una decepción. Pretende ciertamente ser original en sus planteamientos, pero creo que no son los correctos desde el punto de vista histórico.
 
 
La idea básica del libro es: aunque hay contradicciones en los Evangelios, y se han enumerado muchas en los libros de investigación, sobre todo en el relato de la Pasión, tales contradicciones son totalmente salvables si se estudia bien el trasfondo arameo de la redacción evangélica, se reconstruye el original, se cae en la cuenta como casi siempre se ha entendido incorrectamente, se hace una nueva traducción de los pasajes difíciles… y se encontrará que todas las dificultades de comprensión de los textos, y las contradicciones entre ellas se resuelven maravillosamente.
 
 
Y la conclusión es: La historia de la Pasión no tiene por objetivo describir con detalle los hechos, sino mostrar que lo sucedido no ocurrió por azar, sino por la voluntad del Padre. Para ello se utilizan motivos bíblicos, sobre todo los Cantos del Siervo (en especial Is 52,13-53,12) y los Salmos 22 y 69. Pero el examen revela que están equivocados quienes sostienen que los hechos fueron moldeados  para que se acomodan a profecías previas, sino que los hechos fueron rigurosamente ciertos; solo que se ilumina su significado cuando se contrastan, o se leen a la luz de la palabra divina. Además queda claro que los romanos nada tuvieron que ver con la condena de Jesús, sino que esta fue obra del Sanedrín, llevado por su celo de defender la santidad de Dios. Y luego sigue el análisis de los pasajes más importantes de la Pasión que confirman el punto de vista evangélico y eclesiástico. Jesús fue a Jerusalén para morir y u muerte fue asumida como expiación de los pecados de todos los hombres.
 
 
Como se ve, esta lectura no tiene nada de original. Y tampoco el esfuerzo de análisis del sustrato arameo de los Evangelios, que lleva haciéndose muchísimo tiempo. El autor se apoya sobre todo en los trabajos de M. Herranz Marco, que cita profusamente.
 
 
Mis dificultades ante esta elucidación y propósito del libro son las siguientes, entre otras:
 
 
· El punto de partida de que “para conocer el significado profundo de lo acontecido en la Pasión se requiere una inteligencia que no nace de estudio histórico y filológico, sino de la pertenencia a la Iglesia, donde pervive el acontecimiento y el testimonio que nos legaron los testigos”, es absolutamente discutible: la historia es pura historia y la interpretación de la Iglesia desde el principio es teología. Y la teología es pura obra de la interpretación, e imaginación humana, movida por intereses que van más allá y están fuera de la historia. No es posible admitir una hermenéutica sacra y especial para los Evangelios ya que transmiten “La palabra de Dios”. No es posible.
 
 
· No tiene en cuenta el autor prácticamente ninguna investigación que pueda mostrar argumentos en contra de este punto de vista tradicional. Ni siquiera la investigación muy ortodoxa de los libro editados por el grupo de Rafael Aguirre, publicados por Verbo Divino, y que he comentado muchas veces en este medio. Esta ausencia es clamorosa. Igualmente no cita de ningún modo los argumentos de la investigación histórica independiente, muy rigurosa, extremadamente argumentativa y analizadora de las fuentes, como puede ser la obra de F. Bermejo de 2018 y años anteriores, de J. Montserrat, G. Puente Ojea, o de mí mismo, quienes en conjunto hemos publicado mucho en castellano sobre el tema de la Pasión. Por tanto no hay contraste de argumentos, sino omisión absoluta de un análisis a fondo de las razones, muy poderosas y ponderadas, para dudar… al menos de la exactitud histórica de los relatos de la Pasión. Como la historia antigua es una reconstrucción, y dado que los Evangelios no son obras de historia, es precisa la crítica. Hay que atender necesariamente a otras posiciones para estar seguros de
 
 
· No me parece de recibo el suponer siempre que cuando hay una dificultad seria que los textos, incluidos algunos tan tardíos como los Hechos de Apóstoles (muy probablemente de principios del siglo II), hay que recurrir al trasfondo arameo. Son textos compuestos en griego decenios y decenios después de la muerte de Jesús. Por tanto, no es nada seguro que haya un trasfondo arameo. Por ejemplo, sostiene el autor que los relatos que narran la muerte de Judas (Hch 1,18 / Mt 27,5) tienen, los dos, un sustrato semítico, que bien analizado, nos indica que “ahorcarse” / “caer de cabeza, reventarse las entrañas” son en realidad dos meras maneras de afirmar el mismo hecho. He aquí la reconstrucción del texto de Hechos 1,18, tras el estudio de ese presunto trasfondo, según García Pérez: “Este, pues, hizo comprar un campo con el salario de la iniquidad; y habiéndose arrojado a un pozo de cabeza, para ser recogido fue reventado por medio y se derramaron todas sus entrañas”, que coincide en lo sustancial con Mateo, texto de debe leer: “Y se fue (dando fin a su vida) ahogándose”. No me convence  en absoluto.
 
 
· No me parece de recibo analizar los textos la Última Cena solo por medio de los pasajes evangélicos sin mencionar –y analizar igualmente– 1 Corintios 11,23-27, texto mucho más antiguo y que es la base de las interpretaciones posteriores evangélicas. Por ello no es posible mantener que el texto más antiguo es Mc 14,25.
 
 
· No me parece de recibo dar por supuesto como histórica la escena de la “agonía” de Jesús en el huerto de Getsemaní e interpretarla haciendo coincidir el significado de la oración de Jesús propuesto por los Evangelios (Jesús no fue escuchado por Dios en su plegaria de que “pasara de él el cáliz de la muerte”) con la –al menos en apariencia– radicalmente opuesta de Hebreos 5,7-8 (Jesús sí fue escuchado por ser el Hijo). El autor supone que Hebreos tiene en este pasaje un trasfondo semítico que no se ha entendido bien. El autor no dice que Jesús “fue escuchado”, sino que “era digno de ser escuchado a causa de que… era el hijo”. Con esta reconstrucción  las dos versiones dicen lo mismo. A pesar del razonamiento lingüístico del autor, el hincapié del análisis se torna un caso de disputa acerca de palabras, cuando lo importante es discutir históricamente la probabilidad/improbabilidad de que la escena sea real.
 
 
· No es verosímil históricamente la defensa por parte de nuestro autor de la existencia real de un juicio judío contra Jesús cuando se ha escrito tantísimo sobre la imposibilidad histórica de tal juicio tal como lo pintan les Evangelios sinópticos. Lo curioso aquí que el autor cita la obra de Paul Winter, “On the Trial of Jesus” (Sobre el juicio de Jesús) de 1961, donde se defiende lo contrario al autor. Pero no discute a fondo los argumentos.
 
 
· Tampoco es verosímil –es de hecho ahistórica– la postura de un gobernador romano como Poncio Pilato –bien conocido por fuentes extrabíblicas, como Filón de Alejandría–, que trata de defender la inocencia de un Jesús acusado por las mismas autoridades judías de sedición contra el Imperio, de desviar a las multitudes del camino recto y de no pagar los impuestos. Es incomprensible, sobre todo teniendo en cuenta lo que se ha escrito últimamente acerca de la crucifixión colectiva (de Jesús rodeado probablemente por dos simpatizantes suyos) por parte de los romanos.
 
 
· La conocida y tremenda frase que Mt 27,25 pone en boca de “todo el pueblo”: “«¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»”, es interpretada de otra manera. Según García Pérez, estudiando a fondo el “indudable” sustrato semítico de ella, hay que entenderla no como afirmación, sino como una interrogación y con otro sentido: “¿Estará contra nosotros su sangre (= nos hará culpables), siendo por el bien de nuestros hijos?”. Afirma el autor: “Si tenemos en cuenta el sustrato arameo de la tradición podemos traducir de un modo diferente esta expresión mateana, adquiriendo un sentido diáfano, en el que desaparecen todos los problemas reseñados” (p. 141). No veo por ninguna parte el sentido “diáfano”.
 
 
No sigo más, pues podrían ponerse en cuestión casi todos los puntos que defiende la obra. Téngase además en cuenta que la reconstrucción del sustrato arameo de los Evangelios es absolutamente problemática desde un punto de vista meramente técnico. Lo digo por experiencia después de haber recogido durante más de quince años –en mi “Boletín de Filología Neotestamentaria” (se publicaba en inglés), aparecido en la revista de igual nombre– todo lo que  encontraba en las revistas más importantes  del mundo sobre reconstrucciones a partir del arameo, y observar cómo no había unanimidad alguna. Cada uno reconstruía el presunto trasfondo arameo como Dios lo daba a entender.
 
 
En síntesis: aunque me haya sido gentilmente enviado este libro para reseña, no puedo hacer una crítica positiva. Y lo siento, porque comprendo la buena voluntad del autor de defender con uñas y dientes lo que es el sustrato de su fe en Jesús y en los relatos evangélicos, y comprendo su deseo que resolver las incongruencias y contradicciones que él mismo admite como existentes en el texto original griego evangélico. Intención muy loable, pero que no me parece válida, pues en el fondo y en la forma introduce la teología dentro de la historia, movido por el deseo explícito de defender a ultranza una posición previa.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
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Lunes, 15 de Abril 2019
Dos importantes ayudas para la lectura y disfrute de la Biblia hebrea / Antiguo Testamento (11-04-2019) (1056)
Escribe Antonio Piñero
 
 
 
Tenemos en castellano dos importantes ayudas para leer y comprender el Antiguo Testamento publicadas por la editorial Trotta, que se complementan entre sí muy bien. La primera es de 2014, “Historia de la literatura hebrea y judía”, obra de 24 especialistas dirigida por Guadalupe Seijas; volumen muy amplio (970 pp.) que abarca incuso hasta la literatura yidish moderna. Y hay otra, aparecida en 2018, con el título “Historia literaria del Antiguo Testamento. Una Introducción”, de Konrad Schmid, profesor de Antiguo Testamento en la Universidad de Zurich (bien traducida por José María Ábrego). Esta última obra es breve, 340 pp., incluidos índice y bibliografía. ISBN: 978-84-9879-744-2.
 
 
De la primera di cuenta hace tiempo, el 12-12-2014, en este medio, y en lo que respecta al material  que aborda la segunda obra (el estricto Antiguo Testamento) contiene capítulos que ayudan mucho (desde el principio hasta la sección 8ª), inclusive el último, que trata de la formación del canon del Antiguo Testamento (hasta la p. 208; la obra primera completa tiene 38 secciones).
 
 
Ahora quiero fijar mi atención en la segunda obra, la de K. Schmidt, porque –aunque se trata de una historia de la literatura– aborda el mismo material que las primeras secciones de la primera mencionada –como he indicado– añade al principio interesantes ideas desde el punto de vista del método de estudio de la Biblia hebrea y de la historia de la investigación.
 
 
Que se publiquen libros sobre el Antiguo Testamento me parece necesario, porque incluso para los  lectores cultivados, sobre todo los de cierta edad, es un tema que ha quedado relegado a un segundo plano de interés. Y no digamos nada entre lectores jóvenes, que ya no han recibido enseñanza al respecto, en la escuela o colegio: la denominada “Historia Sagrada” quedó eliminada. Ahora los personajes del Antiguo Testamento les suenan a estos jóvenes casi lo mismo que a un japonés.
 
 
Esto lo he dicho alguna vez más. Sin embargo, la Biblia hebrea forma parte activa del canon de libros sagrados del cristianismo, profesado por la inmensa mayoría de occidentales, aunque sea solo culturalmente. En realidad, la historia del cristianismo triunfante (desde el 70 cd en adelante), el paulino, hizo poco caso al Antiguo Testamento, incluso ya desde la época de los evangelistas. Ciertamente la Biblia hebrea era su única Escritura; pero los cristianos la utilizaban sobre todo para probar la verdad de lo que ya sabían de antemano sobre Jesús como mesías. La Biblia hebrea era para ellos más bien un conjunto de textos-prueba, probatorios de que con Jesús había llegado la plenitud de los tiempos. Pero no era una guía de vida, pues para eso tenían ya la “Ley del Mesías” (Gálatas 6,2).
 
 
El libro de K. Schmid plantea la consideración de los libros del Antiguo Testamento desde una perspectiva histórico-crítica; por tanto, no es simplemente una introducción a cada libro, que le da una fecha de composición, habla algo del posible autor y de las tradiciones que recoge, y hace un resumen de su contenido. Es más: plantea cómo se ha ido desarrollando en la historia el contenido de los libros veterotestamentarios y de las relaciones internas que hay entre ellos; lo cual ayuda muchísmo a la comprensión.
 
 
Como señalé arriba, me parece interesante el resumen de la historia de la investigación del Antiguo Testamento, investigación desarrollada sobre todo por estudiosos alemanes, como ha ocurrido en el Nuevo Testamento, en el siglo XIX y XX. Esa historia nos proporciona una visión de los avances que supusieron poco a poco una perspectiva de consenso sobre la génesis y el contenido de los diversos géneros literarios de la Biblia (leyes; narraciones históricas; plegarias; sabiduría popular y técnico-teológica; profecías, etc.) y luego de los libros en concreto.
 
 
La trama de la historia literaria de los libros del Antiguo Testamento es desarrollada por el autor en tres niveles. El primero es el histórico (etapas históricas en la que se componen los libros de la Biblia hebrea: preasiria [sumeria y acadia] - asiria- babilónica - persa- griega helenística). El segundo es el nivel de los diversos ámbitos literarios o géneros, que acabamos de enumerar, y sólo en último lugar se tratan brevemente las obras concretas del Antiguo Testamento y su posición dentro de la historia literaria.
 
 
Me parece importante también la insistencia del autor en la idea de que las obras literarias no se entienden bien si no se atiende rigurosamente al contexto exterior de ellas, y en segundo lugar a su relación intrínseca con el conjunto del corpus de obras del que forman parte. Esta consideración del contexto y de las relaciones internas de las obras de la Biblia vale –entre otras cosas– para que el intérprete de hoy, o el predicador, no diga realmente tonterías (desde un punto de vista científico e histórico) cuando trata de aplicar al siglo XXI lo que dicen los autores de un pasado tan remoto. Ahora bien, el autor advierte que su obra no se atiene solo a dilucidar para el lector de hoy el  presunto significado estrictamente original de los textos, sino su recepción/interpretación  por otros autores del corpus bíblico hasta que este se cierra con la formación del canon. Eso quiere decir que hay que atender tanto al sentido original como al que le dieron los autores bíblicos posteriores… hasta el cierre del canon.
 
 
Esto es importante de nuevo. Pongo un ejemplo: en el Génesis y Éxodo se recogen leyendas muy antiguas, ciertamente. Quizás las de Abrahán proceden de los siglos XVIII o un poco posteriores antes de la era cristiana. Pero no importa al lector de la Biblia lo que podrían haber significado en aquellos remotos momentos, sino lo que significaron para los autores bíblicos que las recibieron e interpretaron muchos siglos después hasta el cierre del corpus bíblico. Así, tiene importancia cómo se pueden ordenar obras, contenidos y significados por tradiciones; de este modo se aúnan los significados previos y las relaciones con otras tradiciones de la Biblia hebrea.
 
 
Y otra observación a propósito del valor de enfocar como literatura, y su historia, los libros del Antiguo Testamento: que nadie piense que, a la hora de hacer valoraciones teológicas, inevitables, del ideario bíblico antiguo, esta disciplina histórica (la historia literaria) va a adoptar una metodología especial, una especie de hermenéutica sacra, ya que los textos de los trata son considerados sagrados. No es así. Al igual que lo que he proclamado tantas veces respecto al Nuevo Testamento, los libros y tradiciones, etc., de la Biblia hebrea serán escrutados por la historia literaria del mismo modo que cualquier otro texto de la Antigüedad. No se aplica a los libros bíblicos el criterio de una presunta verdad teológica previa, o la idea de que están inspirados por la divinidad, idea recibida por la tradición eclesiástica de siglos, sino la metodología corriente y moliente de la historia antigua. Ni más ni menos. Pero aseguro al lector que los descubrimientos de sentido/significado serán por ello más apasionantes, y serán más objetivos.
 
 
Por último, y aparte del servicio proporcionado al informar sobre los libros de la Biblia hebrea de un modo breve e introductorio, este libro de K. Schmid tiene al final una breve historia de la formación del canon veterotestamentario que me parece muy sugerente: efectúa una distinción entre Escritura, concepto muy antiguo, y canon, mucho más moderno; informa sobre cómo se puso por escrito toda la literatura de la Biblia hebrea en el arco de la historia, y cómo y por qué se fue desarrollando el proceso de formar un “pensamiento conjunto” con una cierta coherencia interna, de un conjunto que hoy denominamos “canon” del Antiguo Testamento.
 
 
La bibliografía de un libro, que en sí apenas tiene 270 pp. de texto, es muy amplia: abarca la pp. 279-332. El lector que esté interesado en aspectos que se tratan fugazmente en esta “Introducción” tiene abundantes indicaciones de dónde puede informarse. Pero, como siempre, casi nada en lengua española.
 
 
En síntesis, el libro de Konrad Schmid es breve, aparentemente sencillo, pero muy lleno de ideas. A mí me ha parecido un interesante complemento al libro dirigido por la Dra. Seijas que mencioné al principio. Y bienvenido porque no hay demasiados libros sobre el Antiguo Testamento.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 11 de Abril 2019
El impacto de la muerte de Jesús y sus primeras consecuencias. “Así vivían los primeros cristianos”. (8-04-2019) (1056)

 
 
Escribe Antonio Piñero
 
 
Continúo con mi reseña de la obra, cuyo título va en el encabezamiento de esta postal, y del artículo (“El impacto…”) cuyo autor es Carlos Gil Albiol. En principio, habría que entender lo que piensa este autor sobre el impacto de la muerte de Jesús en los cristianos primitivos, teniendo como fondo lo que escribe S. Gujiarro Oporto en el capítulo “La primera generación (‘judeocristiana’) en Judea y Galilea” y lo que el mismo C. Gil Albiol ha expuesto en el capítulo “La primera generación fuera de Palestina”, expuesto en el libro “Así empezó el cristianismo”, editado por R. Aguirre en Verbo Divino en 2010. Pero esto (recoger ideas ya expuestas en este medio: el lector debe usar en el Buscador el lema “R. Aguirre”­) supera los límites de las aportaciones de una postal en un Blog o en FBook. Los dos autores, Guijarro, y Gil, exponen en sendos capítulos de “Así empezó el cristianismo”, su interpretación del desarrollo teológico de los judeocristianos helenistas y la obra teológica de Pablo de Tarso.
 
 
Me concentro, pues, en el artículo de C. Gil del libro siguiente (2107) “Así vivían los primeros cristianos” y dentro de él en el artículo que encabeza esta postal.
 
 
Hay en él ideas interesantes desde el punto de vista histórico referidas a la situación de los discípulos de Jesús tras la muerte de este, que provocó en sus seguidores un “terremoto social y religioso”. Creo que lo primero que debería decirse –pero no lo hace nuestro autor– que el comportamiento de los discípulos, a saber, las negaciones de Pedro; el abandono de Jesús, la huida temerosa fuera de Jerusalén, probablemente a Galilea, hace que sean históricamente imposibles las tres predicciones de la pasión y resurrección que aparecen en Mc 8,31 / 9,31 / 10,32, junto con sus respectivos paralelos en los otros dos evangelios sinópticos, Mateo y Lucas.
 
 
Me parece indudable que los discípulos tuvieron ese comportamiento bochornoso (deserción y fuga) porque Jesús fue a Jerusalén a triunfar, no a morir voluntariamente, y no pensaba que su muerte era el rescate por el pecado de la humanidad entera, y porque los discípulos estaban convencidos de que la estancia en Jerusalén significaba la implantación del reino de Dios en la tierra de Israel (“Estando la gente escuchando estas cosas, añadió una parábola, pues estaba él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro”: Lc 9,11), y que este Reino significaría la liberación de Israel de los enemigos opresores del pueblo de Dios, los romanos: “Los que estaban reunidos le preguntaron: «Señor, ¿es en este momento cuando vas a restablecer el Reino de Israel?»” (Hch 1,6). Y que es así se deduce también por la definición del autor de los hechos que ocurrieron, pasión y muerte, como “desconcertantes” e “inesperados”.
 
 
Por tanto, esas predicciones de la entrega a las autoridades, sufrimientos, muerte y resurrección no son palabras auténticas de Jesús, sino producto de la Iglesia posterior –probablemente de profetas cristianos que hablan en nombre de Jesús, y de los que se creen que reproducen palabras auténticas del Maestro–, pero que el Evangelio las pone en boca de Jesús sin más; sin marca alguna. Muchos cristianos de hoy creen que fueron auténticamente pronunciadas por aquel.
 
 
Hay otras ideas interesantes al principio del artículo, a modo de método o prenotando, como las siguientes:
 
· Los acontecimientos posteriores a la muerte de Jesús están para los historiadores cubiertos de niebla y de sombras.
 
· Las explicaciones de lo que sucedió, las hagan creyentes o no, suelen poner el punto de partida del nacimiento del movimiento de Jesús en los testimonios de su resurrección o en las experiencias de encuentro con él, como visiones, audiciones, sueños, éxtasis
 
 
· Tales testimonios de la resurrección, por su género literario y las convenciones formales utilizadas, no pueden tomarse como descripciones directas de los hechos, sino como interpretaciones de hechos desconcertantes.
 
· Que los historiadores y hermeneutas suelen considerar que la secuencia de lo ocurrido tras la muerte de Jesús en el grupo de sus seguidores son procesos sucesivos: 1. Experiencias extraordinarias de encuentro con el Resucitado, como visiones y éxtasis. 2. Interpretación teológica de la pasión y muerte de Jesús. 3. Transmisión de esa interpretación teológica por medio de fórmulas breves de confesión de fe.
 
Ahora bien, C. Gil afirma que los datos que poseemos sugieren un proceso más complejo, a saber: 1. Las experiencias y sus interpretaciones pudieron ser simultáneas. 2. Este proceso se inicia ya en la vida de Jesús, sobre todo mientras sus seguidores vivían la muerte del Maestro, antes de la creencia en su resurrección.
 
 
El autor insiste en que la resurrección de Jesús puede comprenderse en el marco de un proceso complejo y multiforme que se inicia ya durante los últimos acontecimientos de la vida de Jesús. Esta idea es repetida dos veces en los prenotandos, y es lo que más me ha llamado la atención, porque de ser verdad, sería novedosa.
 
 
Pero el proceso de prueba de esta idea –repito: que la interpretación cristiana de la cruz se genera durante la vida de Jesús– no me parece probado en el resto del artículo.
 
 
Argumenta Gil Albiol que en el relato premarcano de la pasión y en el marcano, lucano y johánico, hay muchas referencias a la muerte de Jesús. Ello significa que –como van unidas con alusiones a su futura resurrección (¿?)– los seguidores de Jesús no consiguieron desprenderse de la idea de la muerte de su Maestro, aunque tal muerte traumática debería haber quedado olvidada (era un acontecimiento terrible que teóricamente debería soslayarse) gracias a la afirmación de su triunfo final, la resurrección. Sin embargo, no hay olvido: la muerte de Jesús es un hecho que se recuerda constantemente.
 
 
¿Cómo se recuerda?
 
 
En primer lugar en los ritos: el bautismo (morir con Jesús y resucitar con él) y la eucaristía (actualización de la entrega y muerte de Jesús y sus efectos: una “nueva” alianza).  Sobre todo en la comida eucarística se recuerda la cruz y su interpretación teniendo como fundamento las comidas de Jesús en vida. Gil Albiol se apoya en Lc 24,31.35 (“Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado”; “Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan”), y sostiene que la “comida ritual interpreta Mateo muerte de Jesús a partir de sus opciones, preferencias y sus costumbres en vida, lo que le daba sentido a la muerte que padeció por ello”.
 
 
Luego concluye: “La centralidad del recuerdo de la muerte en cruz de Jesús en ambos ritos permite comprenderlos como ocasiones propicias para revivir la pasión y muerte en cruz de Jesús sirviendo de escenarios en los que experimentar de algún modo el sentido que Jesús le dio a su muerte, y actualizarlo para las nuevas circunstancias”.
 
 
No lo veo en absoluto claro. He aquí mi crítica a estas ideas:
 
 
La interpretación del bautismo y de la eucaristía proceden de Pablo. Él fue el primero que las dio antes de cualquiera de los evangelistas, y el influjo de sus ideas interpretativas es totalmente perceptible en los Evangelios. Ahora bien, esta interpretación paulina nada tiene que ver con el pensamiento del Jesús histórico acerca de su muerte (y resurrección incluso para participar en la tierra del futuro reino de Dios, según Mc 14,25: “Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios”), que se enmarca, sin duda alguna en una concepción del reino de Dios absolutamente judía (ya que Jesús jamás explicó qué era ese Reino, sino solo algunas de sus características externas).
 
 
Además, la muerte en cruz fue la condena por parte de los romanos a una actividad religioso-política sediciosa contra la autoridad de Tiberio del Imperio romano en general. Esto es claro a la luz de las acusaciones judías ante Poncio Pilato (Lc 22,2-3: “Comenzaron a acusarle diciendo: «Hemos encontrado a éste alborotando a nuestro pueblo, prohibiendo pagar tributos al César y diciendo que él es mesías rey.». Pilato le preguntó: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Él le respondió: «Sí, tú lo dices»”), según las cuales –insisto en que son las autoridades judías las que acusan– Jesús muere como alguien que se opone frontalmente al Imperio, negando el pago de los impuestos y proclamándose rey de Israel en vez de Tiberio.
 
 
Por tanto, poca o ninguna prueba veo en el primer argumento: el bautismo y la eucaristía como alusiones al muerte de Jesús no sirven para “experimentar de algún modo el sentido que Jesús le dio a su muerte”. De ningún modo, pues. Opino que el sentido que el Jesús histórico debió de dar a su muerte nada tiene que ver con la interpretación de esa muerte del mesías por parte de Pablo (muerte del Hijo, entidad divina, expiatoria, por toda la humanidad). Y sus ideas están en la base de la evangélica y son pura teología… paulina…, ni siquiera simplemente judeocristiana. Nada que ver con el Jesús histórico.
 
Seguiremos.
 
P.D. Insisto en preguntar: ¿Por qué no se citan obras de historiadores independientes en español? Que el autor las conoce es seguro. La omisión es voluntaria. Algunas, que tratan del Jesús histórico y de la interpretación de Pablo de Tarso pueden ser interesantes. Al menos para refutarlas.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
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Lunes, 8 de Abril 2019
Así vivían los primeros cristianos. Experiencias extraordinarias en los orígenes (3-04-2019) (1054)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Quiero comentar hoy el primer capítulo de un libro, publicado por la editorial Verbo Divino, libro que creo importante por dos motivos: por la relevancia de sus autores en los círculos y la investigación confesional de los orígenes del cristianismo (predominante en España / escaso número de historiadores profesionales que se dediquen a otros temas desde el punto de vista de la pura historia) y por los temas tratados. En otras postales trataré otras cuestiones planteadas en este libro, como el impacto de la muerte de Jesús y sus primeras consecuencias; los ritos de paso en el cristianismo de los orígenes (bautismo y comidas eucarísticas) y el candente tema de las creencias de los primeros cristianos.
 
 
La ficha del libro es: Rafael Aguirre (editor). Título: “Así vivían los primeros cristianos. Evolución de las prácticas y de las creencias en el cristianismo de los orígenes”. Autores de los diversos capítulos: E. Miquel Pericás (“Experiencias extraordinarias en los orígenes”); Carlos Gil Albiol (“El impacto de la muerte de Jesús”); D. Álvarez Cineira (“El bautismo”); R. Aguirre (“Comidas eucarísticas”); C. Bernabé (“El cristianismo como estilo de vida”); L. E. Vaage (“El ascetismo en el cristianismo naciente”); S. Guijarro Oporto (“Las creencias de los primeros cristianos”), y F. Rivas Rebaque (“Creencias cristianas del siglo II”). Bibliografía fundamental relativamente amplia –siete páginas– aunque con notables ausencias de libros españoles. Editorial Verbo Divino, 2017, 414 pp. ISBN: 978-84-9073-342-4. Precio: .
 
 
Los autores hacen constar en la Introducción que, aunque cada uno es responsable de su trabajo particular, el conjunto del libro es obra de un equipo, que ha consensuado de algún modo el contenido y el método para abordar las diversas cuestiones. Afirman que el contenido ha sido discutido ampliamente entre los componentes del grupo y que ha pasado por el tamiz de la experiencia en dos cursos de postgrado, lo que avala que el producto final sea algo muy reflexionado y meditado.
 
 
Me parece acertado, e interesante, el que no se comience por las doctrinas en la consideración de los orígenes del cristianismo, sino por las experiencias vitales de los primeros cristianos, por sus ritos y prácticas de vida, cuya consideración llevará de la mano a preguntarse luego por el conjunto de esas doctrinas que sustentan las prácticas ya explicadas.
 
 
Comento hoy, en la primera parte del libro, el capítulo dedicado a las experiencias extraordinarias de los orígenes, con la primera parte, del mismo título: un artículo escrito por Esther Miquel. Sin duda es un trabajo totalmente puesto al día en los aspectos sociológicos, e incluso psiquiátricos y neurológicos. El interés de la autora es poner de relieve la plausibilidad histórica de las experiencias religiosas extraordinarias que son como la gestación de la interpretación “cristiana” de Jesús, a su vez la base para el desarrollo doctrinal acerca del alcance de su figura y de su misión.  Esas experiencias tuvieron tal impacto que son como el armazón que sostiene la novedad del cristianismo respecto a su religión hermana, el judaísmo.
 
 
¿Cuáles son esas experiencias extraordinarias? Según la autora, se trata de la viveza de que el Jesús que ha muerto, no está en esa situación, son que vive de nuevo; que existen, se han dado entre los miembros del grupo, y se dan, experiencias de encuentro con ese resucitado: apariciones, visiones, procesos de revelación por parte de ese resucitado. Y es importante que tales experiencias no son destructivas de la realidad, sino aclarativas; el grupo las considera muy positivas y beneficiosas… porque explican lo ocurrido; le dan sentido.
 
 
En primer lugar afirma la autora que tales experiencias que no son patológicas, sino que se dan en personas sanas psicológicamente. Son extraordinarias tan solo por los sentimientos que las acompañan y las actitudes vitales que surgen de ellas. Y estas experiencias, al contradecir de muchas maneras la vida cotidiana revelan la creencia de que existe en verdad una realidad que trasciende lo que es corriente y usual en la vida. Algo hay detrás.
 
 
Sin embargo, no cae la autora en la trampa del razonamiento que podría formularse del modo siguiente: “posible, luego probable, luego histórico”, sino que insiste en la argumentación de que si se desea argumentar que tras esas experiencias puede vislumbrarse algo histórico es necesario primero probar científicamente su posibilidad y el que se den entre gente normal, no enferma mentalmente. Por tanto, primera conclusión importante (contra los mitistas que sostiene que todo lo referente a Jesús es una pura creación literaria) es “que los autores neotestamentarios no tul utilizaron relatos falsos (voluntariamente pergeñados), metafóricos o meramente simbólicos de experiencia extraordinarias con el único fin de justificar unas creencias previamente adoptadas” (p. 44).
 
 
Estoy muy de acuerdo con esta conclusión. Y me parece básica: se crea o no en la realidad trascendente a la que antes aludíamos, es imposible sostener –considerando los datos objetivos, históricos de la evolución de las creencias cristianas– que estas se basan en una mistificación pura y dura. No es posible. Es cierto que los psiquiatras afirman que el 10% de las personas sanas tienen alucinaciones alguna vez en su vida, y que no corresponden a un correlato externo real. Pero no se puede acusar a esas personas de ser unos mentirosos. Y para muchos esas “alucinaciones” son pruebas de la existencia de la trascendente. Aquí interviene la fe. Pero no es irracional, y como correlato se debe presumir la “buena fe” de los primeros cristianos.
 
 
Respecto al modo de concebir la resurrección –las famosas y muy conocidas divergencias entre los evangelios o las afirmaciones de Pablo de Tarso– la autora afirma que se trata sencillamente de que, tras las diversas nociones de resurrección (en carne y hueso; con cuerpo espiritual), no hay sino diversas experiencias extraordinarias de contacto con el Resucitado.  Y la creencia en que Jesús había vuelto a la vida era realmente más que plausible entre los judíos y los grecorromanos; unos, los primeros, porque estaban acostumbrados a la noción normal de la resurrección de todos los seres humanos (o al menos los justos; los otros serían simplemente aniquilados) para el Juicio Final previo al reino de Dios; y entre los grecorromanos porque era también usual la creencia en la resurrección por parte de los dioses de algunos humanos, sobre todo los héroes, que se convertían por ello en inmortales.
 
 
En síntesis: queda claro –y estoy de acuerdo con ello– por el primer trabajo del libro “Así vivieron los primeros cristianos” que son totalmente plausibles tales experiencias extraordinarias que apuntan hacia algo trascendente, y que se dan entre personas no enfermas mentales, sino normales. Que esa realidad trascendente exista en verdad supera el ámbito de la pura historia (que solo trata de hechos empíricos, repetibles y contrastables) y es otra cosa; queda pues en el ámbito de la fe; pero no es irracional.
 
 
Seguiremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Jueves, 4 de Abril 2019
La secuencia cronológica de la vida de Jesús y la pluralidad de los evangelios (27-3-2019) (1053)
Hoy escribe Antonio Piñero
 
 
Foto: Cubierta de “La Vida de Jesucristo. Relato cronológico y sinóptico”
 
 
Desde finales del siglo II, cuando los cristianos que formaban el grueso de la Gran Iglesia (que como he sostenido tantas veces, y creo que con eficaces argumentos, es fundamentalmente paulina) se enfrentaba a la lectura no de un evangelio único que les ofreciera una visión cómoda de la vida de Jesús, sino a cuatro evangelios, con perspectivas a menudo muy diferentes, desearon que alguien les ofreciera una conjunción de esas cuatro perspectivas de Jesús en un relato único.
 
 
Así desde el 180 aproximadamente, un paganocristiano, discípulo de Justino mártir, denominado por la historia Taciano, el sirio, compuso la primera “concordia” de los Evangelios. Ahora bien, y esto hay que reseñarlo, la iglesia “oficial” jamás aceptó tal  concordia o fusión del texto de los cuatro Evangelios, declarados canónicos ya afínales del siglo II, y siempre quiso que se conservaran como obras independientes sobre la vida, figura y misión de Jesús; independientes, si, pero complementarias.
 
 
Este punto de vista fue expresado y defendido muy claramente por Ireneo de Lyon, hacia el 178-180, en el volumen  III 11,8 de su obra “Desenmascaramiento y derrocamiento de la pretendida pero falsa gnosis”, más conocida como “Contra los herejes” (latín Adversus haereses):
 
 
“No es posible que haya más de cuatro evangelios ni tampoco menos: Son cuatro las regiones del mundo en las que vivimos y cuatro los vientos de los cuatro puntos cardinales; porque, por otra parte, la Iglesia está diseminada por toda la tierra y la columna y el fundamento de la Iglesia es el Evangelio y el Espíritu de vida. Es, pues muy natural  que la Iglesia tenga cuatro columnas que desde todos los ángulos soplen incorruptibilidad y reaviven en los hombres el fuego de la vida. Por todo lo cual es evidente que el hacedor de todas las cosas, el Verbo, que está sentado sobre los querubines y sostiene el universo, cuando se manifestó a los hombres, nos diera su evangelio bajo cuatro formas, pero sostenido por un solo Espíritu”.
 
 
Pero esta directiva que suponía leer cuatro textos no satisfacía  a todos los cristianos, y de ahí surgió la idea de una concordia de los Evangelios. Una concordia es un entrelazamiento de las historias de los cuatro evangelistas siguiendo un presunto orden cronológico-lógico de la vida de Jesús. La última y estricta “concordia” completa en español, que yo sepa, es la del Cardenal Isidro Gomá, Editorial Casulleras, Barcelona, de 1955, en 2 vols., de unas 800 pp. cada uno, que contenían además una introducción a los Evangelios y un comentario).
 
 
Taciano, el autor de la idea de la concordia, compuso su obra probablemente en griego y luego la tradujo al siríaco (Siria y Egipto fueron dos regiones donde por diversas razones se expandió pronto el cristianismo). El original se ha perdido, pero tenemos traducciones antiguas, entre las cuales la más interesante es la latina, que quizás fuera este el primer intento de verter al latín textos evangélicos, originalmente redactados en griego.
 
 
Todo esto viene a cuento porque recientemente en 2018, Verbo Divino ha publicado una obra que, sin ser estrictamente una “concordia” (ni tampoco una “sinopsis” de los cuatro evangelios puestos en todas sus secciones en columnas paralelas, con textos que se repiten según el orden de cada evangelista) supone la oferta de algo parecido:  sirve para posibilitar al lector una lectura semi simultánea de los cuatro Evangelios (y de los Hechos de los Apóstoles, cuando hay algún pasaje que puede interesar para la comprensión de una “perícopa” o “sección” de la vida o enseñanza de Jesús de Nazaret, y luego de los hechos en sí mismos de la parte final de la “vida” Pablo, ordenados cronológicamente en cuanto se sabe, ya que es este el que propaga ante todo el final de la vida de Jesús y la creencia en su resurrección y ascensión a los cielos) en orden cronológico.
 
 
 
La obra se titula “La vida de Jesucristo. Relato cronológico y sinóptico: los cuatro evangelios y los Hechos de los apóstoles”, Estella, 180 pp. ISBN 978-84-9073-327-1. Precio 25 euros. Insisto en que lo que aporta este libro al lector de hoy es la posibilidad de leer al mismo tiempo el relato evangélico de un hecho o dicho de Jesús. Dada la impresión en colores diferentes, el lector cae en la cuenta del punto de vista, muy a menudo diferente, de cada uno de los evangelistas. Y, en segundo lugar, se ofrece también la posibilidad al lector de leer por orden cronológico esos sucesos básicos de la vida de Jesús, en tanto en cuanto es posible reconstruir tal orden con cierta posibilidad. Es bien sabido que tanto muchos hechos como la inmensa mayoría de los dichos de Jesús fueron transmitidos sin su marco sociológico, cronológico, geográfico, situacional, etc., por los evangelistas y que es la crítica moderna la que acepta, o modifica un tanto, el orden ofrecido por los evangelistas.
 
 
Me parece conveniente distinguir esta obra de lo que es una sinopsis estricta. Esta –como he indicado– presenta una, dos, tres o cuatro columnas de cada dicho y hecho de Jesús, según el orden de los evangelistas y repetidas veces según el orden de cada uno de ellos. En principio una sinopsis no tiene comentario alguno, sino que –si está bien compuesta tipográficamente– se ve con cierta facilidad donde hay concordancias de texto o ausencia de ella, es decir, hay omisiones,  añadidos y diferencias de vocabulario para una misma idea. Esta presentación del material evangélico es mucho más técnica y, si está en griego es estrictamente científica. Muchos lectores se pierden un tanto incluso en una sinopsis en castellano.
 
 
Son dos las sinopsis principales (hay más) a las que puede acceder el público. La primera, en español, es la de “Sinopsis de los evangelios” de José Alonso Días y Antonio Vargas-Machuca, editada por la Universidad Pontificia Comillas, sede de Madrid 1996. La segunda es la de Kurt Aland, con el título explicativo “Synopsis quattuor evangeliorum. Locis parallelis evangeliorum apocryphorum et patrum adhibitis”. Diversas ediciones. Württembergische Bibelanstalt. Stuttgart (la edición 8ª es de 1973).
 
 
Como digo, estas obras son mucho más técnicas. Para el lector usual creo que puede ser mucho más práctica, aunque no tan completa, la de Verbo Divino. Por tanto, su utilización es muy recomendable como una iniciación a la lectura comparada
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
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Miércoles, 27 de Marzo 2019
II Jornadas de Novela Histórica. Una nota para los amantes de la historia
Queridos amigos:
 
 
Dentro de unos días, en la Biblioteca Municipal de Verín, Orense, se celebrarán las II Jornadas arriba anunciadas. La Biblioteca Municipal de Verín es una institución muy especial, pues ha recibido, creo que dos veces, el premio a la mejor biblioteca de España en su categoría de ciudad e menos de 20.000 habitantes. Solo hay tres categorías, así que solo se distingue a tres instituciones. Y si no me equivoco, últimamente ha sido galardonada por la Unión Europea con una distinción análoga a la española.
 
 
La Biblioteca Municipal de Verín no solo se dedica a comprar, y ordenar libros, a ofrecer material de lectura en suma, sino que gracias a la tremenda actividad de sus dos bibliotecarios, Aurora y Vicente, presenta muchas más opciones: talleres de lectura y de escritura literaria, organización de exposiciones y conferencias, y jornadas especiales, como esta de novela histórica arriba mencionada, que tendrá lugar el último fin de semana  de este marzo de 2019: viernes-sábado  29-30.
 
El enlace para mayor información es el siguiente:
 
http://www.novhis.bibliotecadeverin.es/
 
 
Y el programa es como sigue a continuación:
 
 
 
 
VIERNES 29 DE MARZO
 
 
11:00h a 13:00h: Taller intensivo de escritura creativa, “Técnicas narrativas”, con Alejandro Corral, modera Noa González Sousa.
 
Lugar: Biblioteca del Concello de Verín
 
Inscrición obligatoria, máximo 20 personas.
 
18:30h: Inauguración de las Jornadas.
 
Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
Presentación de las II Jornadas de Novela Histórica: Manuel Mandianes.
 
19:00h: José Calvo Poyato: “El último tesoro visigodo: un hallazgo extraordinario”.
 
19:40h: Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
19:45h: José Luis Corral: “Los Austrias III: el dueño del mundo: triunfo y ocaso de Carlos I”.
 
20:25h: Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
20:30h: Mesa redonda: “La novela histórica y los tesoros escondidos: de los godos a los templarios”, con José Calvo Poyato y José Luis Corral; modera Miguel Ángel Losada García.
 
Final de la primera jornada con la intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
Lugar: Salón de actos de la Biblioteca.
 
 
 
SÁBADO 30 DE MARZO 2019
 
 
12:00h: Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
12:10h: Francisco Narla: “Laín el Bastardo: el camino hacia Oriente”.
 
12:40h: Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
12:45h: Alejandro Corral: “El desafío de Florencia. El año en que se encontraron Leonardo y Miguel Ángel”.
 
Lugar: Salón de actos de la Biblioteca.
 
Final de la mañana con la intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
 
 
18:30h: Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
18:35h: Margarita Torres: “La profecía de Jerusalén y el camino de Galicia”.
 
19:10h: Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
19:15h: Santiago Posteguillo: “Yo, Julia. Premio Planeta 2018”.
 
20:00h: Intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
20:10h: Mesa redonda: “Novelas históricas sobre la Hispania romana”, con Margarita Torres, Francisco Narla y Santiago Posteguillo; modera Antonio Piñero.
 
21:15h: Clausura.
 

Final de las II Jornadas con la intervención musical del Trovador/Luthier Emilio Arias.
 
Lugar: Salón de actos de la Biblioteca.
 
 
Os animo a los que estéis por esta bella zona de la provincia de Orense  a que participéis en estas II Jornadas.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
 
Viernes, 22 de Marzo 2019
Así empezó el cristianismo. Así vivían los primeros cristianos (21-03-2019 (1052)
Hoy escribe Antonio Piñero
 
 
Foto: cubierta de “Así vivían los primeros cristianos”.
 
 
Verbo Divino, o el mismo R. Aguirre, o los dos conjuntamente han creado desde hace tiempo una suerte de equipo que ha publicado, entre otras cosas, dos libros a los que hemos prestado una notable atención en este medio. El primero era “Reimaginando los orígenes del cristianismo”, editado por C. Bernabé y C. Gil Albiol (libro homenaje a R. Aguirre: 2008). Indiqué en su momento que era un libro importante, que contenía aportaciones valiosas pero que ofrecía algunos flancos notables a la crítica histórica. El segundo, de 2009, es “¿Qué se sabe de Jesús de Nazaret, compuesto por el trío R. Aguirre y C. Gil Albiol), del que también señalé aciertos, y a la vez un buen monto de dificultades de perspectivas.
 
 
En 2017 publicó la editorial Verbo Divino un volumen titulado “Así vivían los primeros cristianos”, subtítulo: “Evolución de las prácticas y las creencias en el cristianismo de los orígenes”, que interesa especialmente para el ámbito de los orígenes del cristianismo; hace poco, sin embargo,  que lo tengo) y que espero pueda hacer dentro de cierto tiempo una reseña. Adelanto su ISBN 978-84-9073-342-4. Sus autores son R. Aguirre; D. Álvarez Cineira; C. Bernabé; C. Gil Albiol; S, Guijarro; E. Miquel; F. Rivas Rebaque y L. E. Vaage (el equipo se ha ampliado), donde los autores se preguntan “Cuáles eran las características específicas de los grupos cristianos en sus orígenes y qué los distinguía de otros grupos religiosos dentro del abigarrado panorama de las religiones del Mediterráneo, sobre todo oriental.  Sus temas básicos son: “Las experiencias extraordinarias de los orígenes (sobre todo las pariciones del Resucitado); el impacto de la muerte de Jesús. Los primeros ritos, bautismo y eucaristía; prácticas de vida y creencias de los primeros cristianos.
 
 
En el prólogo de este libro se hace alusión a otro, “Así empezó el cristianismo” del que en mayo del 2011 y en este mismo medio transcribí detenidamente su contenido, aunque no hice una reseña específica. Pues bien, en el mencionado libro de 2017 (“Así vivían…”) se hace una brevísima síntesis del anterior con estas palabras: (se estudia) “cómo a partir de esta pluralidad inicial surge una línea, ciertamente plural pero con singular capacidad de integración que va a dar lugar a la «protoortodoxia» o «Gran Iglesia» (p. 9).
 
 
En estas últimas palabras hay una mini definición de la Gran Iglesia, es decir, la «primera ortodoxia». Creo que rápidamente se plantea el deseo de una mayor precisión. S. Vidal la calificaba como como “Gran Iglesia unificadora y unificante”, pero excluía de ella al movimiento paulino, el cual solo a la postre se vio atraído a integrarse en esa Gran Iglesia, una vez que él mismo, ayudado de la protoortodoxia se liberó del “paulinismo exagerado”. ¿Qué movimiento es este, que excluye –según S. Vidal al paulinismo? ¿Puede precisarse más? ¿Es acaso una Gran Iglesia petrina? Y si es así, ¿en qué documentos se basa? Téngase en cuenta que para el primer desarrollo del cristianismo, pongamos hasta el 130 d. C., no tenemos más documentos que 1 Clemente, las cartas auténticas de Ignacio de Antioquía y la Didaché.
 
 
Ahora bien, la Didaché no es paulina, sino judeocristiana. ¿Tenía el judeocristianismo, que podríamos asimilar grosso modo al «petrinismo» potencia suficiente como para ser unificadora y unificante? No lo creo. 1 Clemente muestra claras influencias del judeocristianismo y de la Epístola a los Hebreos. Ahora bien, la iglesia posterior adscribió esta homilía transformada en carta al círculo de los discípulos de Pablo, denominándola “paulina”. E Ignacio de Antioquía, aparte del enorme influjo del Evangelio de Juan (cuya concepción de la muerte de Jesús como redención es paulina, y cuya divinización extrema de Jesús sigue las vías más de Pablo que del judaísmo. Ciertamente no del judeocristianismo del que el autor o autores de Juan son enemigos declarados.  ¿Cómo, pues definir y precisar el concepto de la Gran Iglesia si se excluye al paulinismo?
 
 
Ribas Rebaque en el último capítulo de “Así empezó el cristianismo” (titulado “El nacimiento de la Gran Iglesia”) da por supuesto prácticamente que todo el mundo que lo lee sabe qué es, y sus características precisas, esa Gran Iglesia…, por lo que no lo explica en absoluto. El lector no se forma con sus páginas ninguna idea clara de lo que era la Gran Iglesia, ni quien la formaba ni cómo.
 
 
A esta cuestión he intentado responder  con un artículo titulado “¿Existió la Gran Iglesia petrina? que fue publicado solo en edición digital en una colección, sin vida posterior apenas, o ninguna, en libro digital como homenaje a M. Victoria Spottorno:
 
 
“Τί ἡμῖν καὶ σοί; Lo que hay entre tú y nosotros. Estudios en honor de María Victoria Spottorno, «Series Digitalia Antiqua» 1 (Córdoba: UCOPress. Editorial Universidad de Córdoba, 2016), 252 pp. ISBN: 978-84-9927- 254-2”.
 
 
He intentado descargarme el PDF completo… y me ha sido imposible. Se lo he pedido a la editora o editoras y no he recibido respuesta. Me temo que no existe más que la concisa nota biblográfica  DialNet y la reseña de Alba Frutos García publicada en Collectanea Christiana Orientalia 14 (2017), pp. 307-311 (ISSN-e2386–7442) y quizás otra que se publicará  en la Revista Ilu de la Universidad Complutense, a la naturalmente no he podido acceder.
 
 
Como esta cuestión me parece importante, y me artículo ha sido engullido por las profundidades de la Web creo que le debemos otorgar algo más de atención en alguna postal posterior.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
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Jueves, 21 de Marzo 2019
“Guía de la Biblia. Introducción general a la Sagrada Escritura” (17-3-2019) (151)
Hoy escribe Antonio Piñero
 
 
Foto: Cubierta del libro “Guía de la Biblia”
 
 
Es esta una buena obra, ciertamente, para aprender lo esencial a la hora de entender el libro más editado, comentado, y analizado del mundo. En la cultura occidental son dos los libros básicos: Homero y la Biblia. Y seguramente más el segundo que el primero. El autor, que es biblista avezado, con muchos años de experiencia docente y periodística, ha dado en el clavo al ofrecer en pocas páginas lo mínimo necesario para adentrarse en el frondosísimo bosque, lleno de vericuetos, de ese que es, debo insistir, uno de los  fundamentos de la civilización occidental.
 
 
Como opinión general sobre el libro, debo afirmar que no se puede decir más en menos páginas. Está escrito ágilmente –no en vano el autor es periodista también– y con gran claridad y orden. Ahora bien, Vázquez Allegue lo escribir desde un punto de vista estrictamente confesional. Si bien como autor recoge con delicadeza los problemas interpretativos y de historicidad generales de la Biblia hebrea, en el ámbito del Nuevo Testamento, sin embargo, pasa de puntillas sobre los múltiples problemas de historicidad que plantean, por ejemplo, los Evangelios. En este ámbito, lo que se ofrece es descriptivo, sin atisbo de crítica histórica alguna.
 
 
He aquí la ficha del libro: Jaime Vázquez Allegue, “Guía de la Biblia. Introducción general a la Sagrada Escritura” (Antiguo y Nuevo Testamento). Estella, editorial Verbo Divino, 2019, 346 pp. 17x24 cms. Con diversos mapas e ilustraciones. ISBN: 978-84-9073-474-2. Precio: 26 euros. Cada capítulo tiene su bibliografía especial y existe otra lista bibliográfica, general, al final del libro.
 
 
El autor es conocido ante todo por sus publicaciones acerca de los manuscritos del mar Muerto, con títulos como “Para comprender los manuscritos del mar Muerto” (2004), “Qué se sabe de los manuscritos del mar Muerto” (2014), y un estudio básico sobre uno de los textos más importantes para comprender la teología esenia, rama Qumrán: “La Regla de la Comunidad de Qumrán” (2006).
 
 
La primera parte, “La tierra de la Biblia” creo que interesará mucho a los lectores porque informa de lo esencial sobre la geografía de Israel y territorios aledaños, que aparecen continuamente en el Antiguo Testamento. El autor certifica la importancia de la arqueología y sus métodos, absolutamente importante, porque a veces la única verdad que aclara los textos son los datos arqueológicos. Por ejemplo: parece imposible que lo que se dice de la grandeza del rey Salomón en la Biblia no sea otra cosa que una exageración literaria y encomiástica, ya que los estratos arqueológicos de los siglos X y IX a. C. en Jerusalén no nos muestran ninguna construcción de algún palacio inmenso donde se podrían albergar miles de caballos y sus correspondientes carros de combate. Igualmente el autor se hace eco de los grandes problemas arqueológicos que representa el éxodo desde Egipto y la conquista de Canaán por Josué, pero sin insistir demasiado en ellos.
 
 
El capítulo 3, “Historia de la Biblia” (desde los Patriarcas hasta las grandes guerras de los va ofreciendo al lector judíos contra Roma, hasta el 135 d. C.) es sumamente interesante e ilustrativo para el lector. Hay que tener en cuenta que, al desaparecer en grandísima parte, la “historia sagrada” de los programas de enseñanza de la religión en España y países hispanoamericanos, la inmensa mayoría de las gentes de hoy se ha quedado sin referentes históricos que le ayuden a comprender, por ejemplo, lo que se cuenta en los retablos de las catedrales o en los cientos y cientos de pinturas, miles quizás, y obra gráfica de temas bíblicos. No se conocen ya los personajes allí representados.
 
 
Otro tema que interesará al lector es el capítulo sobre la “La letra de la Biblia”: en qué lengua se escribieron los libros del Antiguo y Nuevo Testamento, cómo se llegó a dividir la ingente obra en capítulos y versículos, en qué soportes físicos (metal, piedra, pergaminos, papiros, etc.) se nos han transmitido los textos a través de los siglos; cómo se formaron las listas, o cánones de libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento, qué versiones antiguas se hicieron muy pronto de los textos originales, versiones que recogen a veces variantes interesantísimas que ayudan mucho a establecer cuál era el tenor posiblemente original de los textos que ahora leemos.
 
 
La tercera parte, la más importante, “La palabra de la Biblia”, va ofreciendo al lector, por secciones, una visión general de todos los libros de la Biblia. En el Antiguo Testamento la explicación de los diversos libros se divide en el Pentateuco o cinco primeros libros de la Biblia; libros históricos, proféticos –profetas mayores y menores–; libros poéticos y sapienciales, como Salmos, Proverbios, Job, Sabiduría, etc. En el Nuevo Testamento la división es también la usual: Evangelios y Hechos de los apóstoles; corpus paulino (cartas auténticas; cartas escritas por discípulos de Pablo en su nombre); Cartas católicas, es decir, universales, dirigidas a la Iglesia entera (Santiago; Judas; Pedro); Epistolario conectado con el IV Evangelio y el Apocalipsis.
 
 
En el Antiguo Testamento, o Biblia hebrea, la explicación del contenido e importancia de cada libro no está dividida por epígrafes, sino que Vázquez Allegue comenta el libro entero, sobre todo el contenido y la intención del autor, o autores, y su importancia teológica o histórica. En el Nuevo Testamento, por el contrario, nos encontramos al principio con epígrafes que dividen el comentario a ciertos libros muy importantes, como los Evangelios, que incluyen autoría, fecha y lugar de composición, estructura de la obra y contenido.
 
 
La segunda parte principal del Nuevo Testamento –el epistolario paulino– tiene su introducción general (vida de Pablo; su formación; viajes; cronología general; estructura de las cartas, etc.) para pasar luego a un tratamiento global de cada una de las obras. La brevedad con l que está concebida esta “Guía” hace que la profundidad o el resalte del contenido y de su importancia en la historia de la formación de la teología cristiana sufra un poco. Por ejemplo, a la inmensa carta a los Romanos apenas puede dedicar el autor una página. Los libros han de ser breves hoy día.
 
 
Esta brevedad extrema hace, en mi opinión, que no pueda resaltarse la importancia capital de la figura de Pablo ni que se explique –no se lleva a cabo de ningún modo– el núcleo de su teología y de su reinterpretación de Jesús, el cambio en la perspectiva acerca de la consideración de la naturaleza del mesías, el inmenso influjo del ideario paulino en los Evangelios (en todos, incluido el de Juan), la inmensa importancia de la figura del Apóstol en la formación del canon neotestamentario, de modo que puede decirse sin exagerar un ápice, que el Nuevo Testamento no es el fundamento del cristianismo, sino de uno de los cristianismos de los dos primeros siglos, el triunfador, el paulino, etc. Son estas algunas ideas que podrían haberse expresado aunque fuera brevemente, si es que el autor las contempla en su fuero interno, en la parte introductoria de la sección dedicada al corpus paulino (vida, cronología, viajes, estructura de las cartas), pero brillan por su ausencia. Creo que el Nuevo Testamento no se entiende sin aclarar la importancia de Pablo.
 
 
Por último la “Parte IV”, “La vida de la Biblia”, me parece muy importante y creo que es muy atinada. Vázquez Allegue insiste en la necesidad de la fe para leer e interpretar la Biblia como palabra de Dios. Querer demostrar que esto es así, que “es una tarea imposible, como cualquier intento de demostración de la existencia de lo sobrenatural”. “Que la Biblia es palabra de Dios es una cuestión de fe. Se cree o no se cree” (pp. 311-312). Ahora bien, insiste correctamente en la Biblia es una obra de hombres, que esta palabra se expresa por medios humanos y que está condicionada por la mentalidad de la época, o de sus autores. Me parece muy bien que se haga caer expresamente en la cuenta al lector de hoy de esta verdad básica y elemental. A partir de este presupuesto, pierde toda razón cualquier fundamentalismo impositivo de verdades que solo pertenecen al ámbito de lo personal. Es importante también cómo nuestro autor expone la manera “canónica” de entender los conceptos de “inspiración, verdad y revelación, que parten igualmente de esa fe (y como la entienden el Concilio Vaticano II Y la Pontificia Comisión Bíblica), que solo puede ser íntima.
 
 
Igualmente me parece muy interesante, y para muchos lectores novedoso, los apartados finales del libro sobre “hermenéutica e interpretación”: aclara mucho saber cómo y con qué métodos e ideas interpreta la inmensa mayoría de los judíos su Biblia hebrea y cómo lo hacen, a su vez, los cristianos. Una introducción, suave y poco problemática, a los problemas de la historicidad de la Biblia en general y del Nuevo Testamento en particular son las páginas dedicadas a los “géneros literarios” tanto en la Biblia hebrea como en el Nuevo Testamento. Aunque no se manifieste directamente, el lector atento puede descubrir bajo este epígrafe de “géneros” los problemas de historicidad de muchos textos bíblicos, que son ante todo una manera de contemplar la realidad a los ojos de la fe, no de la historia.
 
 
Ya he escrito al principio que este libro es bueno, que ofrece muchísima información y que está escrito desde la fe (moderna y actualizada) para la fe. Pero hay algo que me llama una y otra vez la atención. He leído atentamente la bibliografía, tanto la general como las particulares, y en especial la del Nuevo Testamento que es el campo en el que me muevo generalmente. No hay ni una sola mención a autores independientes, no confesionales, que han escrito miles y miles de páginas sobre los temas abordados en la segunda parte del libro que comento, el Nuevo Testamento. Ni una palabra sobre la obra de F. Bermejo, J. Monserrat, G. Puente Ojea y algún otro, como la del que escribe esta reseña, obra toda en español, en libros fácilmente accesibles, conocidos por el autor sin duda alguna, pero que los omite voluntariamente (¿?) en su reseña bibliográfica. Alguno de ellos traducido al inglés, celebrado por la crítica internacional, y con más de cinco ediciones. ¿Qué opinar de esta omisión? ¿Es propia de la imparcialidad de la ciencia? Dejo al lector que opine al respecto.
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html 
Domingo, 17 de Marzo 2019
II Jornada sobre Jesús de Nazaret. Cuatro aspectos tan esenciales como discutibles de la figura de Jesús
Queridos amigos:
 
 
Aquí va el programa de una jornada (un día, sábado 11 de mayo de 2019) sobre Jesús de Nazaret, en la Casa de León, de Madrid, con el siguiente propósito y programa:
 
 
II Jornada sobre Jesús de Nazaret. Cuatro aspectos tan esenciales como discutibles de la figura de Jesús
 
 
 
En la II Jornada de Historia sobre Jesús de Nazaret y el Cristianismo Primitivo analizaremos cuatro aspectos tan esenciales como discutibles de la figura de Jesús: su condición de maestro y su propia consideración como tal; su relación, en caso de haberla, con la comunidad de los esenios; su afiliación al fariseísmo y la influencia sobre su mensaje del judaísmo galileo respecto al de Jerusalén; y su posición política frente al gobierno romano en Judea. Debatiremos sobre estos asuntos con el mayor rigor en base a las pruebas que existen. Contaremos para ello con Antonio Piñero, Doctor en Filología Clásica y Director de las Jornadas; con Eugenio Gómez Segura, Doctor en Filología Clásica y arqueólogo; y con Javier Alonso López, Filólogo Semítico, historiador y biblista.
——————————
PROGRAMA DE LA JORNADA:
II Jornada de Historia sobre Jesús de Nazaret
y el Cristianismo Primitivo.
Cuatro caras de Jesús
11 mayo de 2019

10:00h.: Presentación de la II Jornada de Historia sobre Jesús de Nazaret y el Cristianismo Primitivo, con Antonio Piñero.
10:15h.: «Jesús maestro», con Eugenio Gómez Segura.
12:00h.: «¿Jesús esenio?», con Antonio Piñero.
14:00h.: Descanso.
16:00h.: «Jesús fariseo», con Javier Alonso López.
18:00h.: «¿Jesús celota/sedicioso?», con Antonio Piñero, seguida de mesa redonda con Eugenio Gómez Segura y Javier Alonso López.
 
 
 
Más información en:
 
 
jornadasjesusdenazaret.com  
 
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 15 de Marzo 2019
¿Fue Jesús un únicum? Límites de los criterios tradicionalmente usados para investigar la historicidad de hechos y dichos de Jesús (13-03-2019) (1050)
Escribe Antonio Piñero
 
 
Foto: de Ernst Käsemann, quien afirmó que aplicar el criterio de “disimilitud” era el único modo de “hallar suelo firme” en la investigación sobre Jesús
 
 
El último capítulo, el tercero, de la primera parte de la obra de F. Bermejo, “La invención del Jesús histórico” que estoy comentando a pequeñas dosis, está dedicado a refinar las cuestiones previas de método para lograr un acercamiento al Jesús de la historia lo más apropiado posible, con la mente puesta en el estado de las fuentes principales de las que disponemos, los evangelios canónicos. Y el primer tema es una consideración de los límites –o mejor de las posibles limitaciones para su utilización– que tienen los criterios tradicionales empleados por la mayoría de los investigadores para decidir si un hecho o una sentencia de Jesús tiene, o no, posibilidades de ser histórico.
 
 
La cuestión es antigua: lleva años discutiéndose. Ahora bien, Bermejo piensa que el empleo ciertamente continuo, riguroso y diría que casi exclusivo de esos criterios de historicidad por parte John P. Meier (en su obra “Un judío marginal”, editada en español por Verbo Divino, pone sobre el tapete la necesidad de conocer los límites heurísticos, es decir, su capacidad para conocer, encontrar, la posible verdad histórica) ha sido un exceso: el empleo exclusivo de tales criterios no es del todo saludable. No son herramientas –afirma nuestro autor– que carezcan de problemas.
 
 
La idea básica rectora, y ya –creo– elemental de esta parte final de la metodología aplicada a Jesús es: No hay un método histórico específico para la investigación del significado de los textos considerados sagrados. Por ser sagrados, no hay que tratarlos con respeto. O si se quiere, hay que examinarlos con el mismo respeto que se tiene respecto a un texto de Heródoto o de Tito Livio. La metodología para abordar la figura, mensaje, función, etc., de un personaje del pasado es exactamente igual si se piensa que este es el salvador del mundo, que si se piensa que se está estudiando a un filósofo, a un estratego, a un mago o un embaucador de la antigüedad, como dice la tradición que lo fue Simón de Samaría, “Simón el Mago”. El método crítico es exactamente igual.
 
 
Ciertas dudas sobre la eficacia de los “criterios de historicidad” –en concreto en el caso de Jesús de Nazaret– nacen del hecho de que esos criterios estudian sus dichos y acciones –cada uno de ellos– aisladamente, sin una visión de conjunto. Este aislamiento es un producto negativo y residual del método de análisis histórico de los evangelios denominado “Historia de las formas”, el cual diseccionaba, sentencia por sentencia, o hechos de Jesús prescindiendo del contexto cuando en el fondo lo que se buscaba era su posible historicidad. Este sistema encuentra una primera dificultad en el hecho de que la memoria del grupo de seguidores de Jesús (y en general toda memoria histórica) no recuerda bien las cosas concretas. La memoria colectiva retiene de un modo plausiblemente fiable los rasgos generales de una persona, o de un evento, pero a la vez desdibuja los aspectos de detalle. Y las pequeñas unidades que se estudian por medio de la metodología de la historia de las formas se referían casi siempre a los detalles.
 
 
 
Y, entrando en lo concreto: el llamado “Criterio de discontinuidad” o de “disimilitud” (que puede definirse así: “Ciertos dichos y hechos de Jesús pueden considerarse auténticos si se demuestra que no pueden derivarse del judaísmo antiguo o del cristianismo primitivo, o son contrarios a concepciones o intereses de esos dos movimientos”), presenta el problema básico de que es absolutamente inútil. Así de rotundo y claro.
 
 
Al señalar solo lo que es idiosincrásico de Jesús (aquello que es suyo propio y solo suyo, que no concuerda con el judaísmo ni el cristianismo posterior) deshistoriza al personaje; lo saca de su contexto, y fomenta, equivocadamente, el aspecto único del individuo que se estudia. Lo curioso del caso es que cualquier personaje histórico, pongamos por caso, Julio César, solo se entiende en su contexto. Pero este criterio se fijaría solo en aquello que lo distingue de tal contexto. La figura de Julio César quedaría así aislada, y no se podría comprender bien históricamente.
 
 
Lo mismo pasaría con Jesús. Si alguien se fijara (es decir, si admitiera como histórico) solo en aquello que es exclusivamente propio suyo (por ejemplo cuando se sostenía que solo él, en todo el judaísmo universal utilizaba el vocablo abbá, padre, para dirigirse a Dios), y en nada más que ofrecería el contexto de la relación de Jesús con el dios de Israel, Yahvé, sacaría a Jesús del judaísmo y no se lo podría entender. Opina Bermejo (p. 96) que este proceder es una dogmática encubierta y que tiende a hacer de este personaje, Jesús, un únicum, algo especialísimo en toda la historia. Pues bien, ese sistema distorsiona al individuo, pues afirmaría que solo es histórico aquello que fuera único en él. Todo lo restante del personaje no se podría probar históricamente, quedaría reducido a brumas o a leyenda. No es posible. Jesús, ni nadie históricamente, fue un únicum.
 
 
Seguiremos.
 
Saludos cordiales de Antonio Piñero
 
http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
 
Miércoles, 13 de Marzo 2019
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Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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