NotasHoy escribe Antonio Piñero En la nota publicada el 17-05-2010 (nº 482 de las postales de este blog y 402-13 de la miniserie “El Nuevo Testamento visto por un filólogo”) señalábamos que el Nuevo Testamento es el fundamento del cristianismo, y nos preguntábamos: pero ¿de qué cristianismo?. Indicábamos que una manera de responder a esta cuestión era comparar, en la próxima ocasión posible, el concepto de salvación de Pablo y el de Jesús. El contraste entre ellos nos indica por dónde puede proceder la respuesta a la cuestión planteada. En efecto, en una religión es fundamental y definitorio cómo se entiende el proceso de salvación del ser humano. Por ello, del contraste en esta cuestión entre Jesús y Pablo puede surgir la luz. Nos parece que, tomada en conjunto, la doctrina de la salvación propagada por Pablo es muy distinta de la de Jesús. Para Pablo la salvación tiene el siguiente proceso que –para facilitar ahora al lector la comparación— debemos resumir en cuatro momentos: • La humanidad está en una condición desesperada y sin remedio. Por el pecado es enemiga irreconciliable de Dios. • Para arreglar esta situación, un Salvador divino desciende del cielo y se encarna en un cuerpo humano. • El Salvador muere violentamente en la cruz, conforme al plan divino. Su muerte es un sacrificio expiatorio por los pecados de la humanidad. El Salvador resucita lo que confirma su divinidad e inmortalidad. • Sólo por un acto de fe en el significado y eficacia de esa muerte redentora el ser humano se apropia de sus beneficios. Los que aceptan por la fe al Salvador reciben la promesa efectiva de la resurrección y la inmortalidad (cf. Hyam Maccoby, Paul and Hellenism, SCM Press, Londres, 1991, 55ss). Por el contrario, el concepto de la salvación del ser humano según Jesús de Nazaret es el siguiente: se salva, en principio, si es judío, por el cumplimiento en profundidad de la ley de Moisés; si es pagano, por el cumplimiento del Decálogo, que para un judío de la época de Jesús es coincidente con la ley natural impresa por la naturaleza en el corazón de todos los mortales y cuyo conocimiento se presupone en todos los eres dotados de razón. En concreto para Jesús, que creía vivir en los momentos finales del mundo presente, en los instantes previos a la venida del reino de Dios que él proclamaba, la salvación del ser humano se logra por la gracia de poder ser admitido en ese Reino. Prepararse para el Reino significaba para Jesús arrepentirse sincera y cordialmente de todos los pecados, decidirse a cumplir la ley de Moisés de verdad, que sería como la constitución del futuro reino de Dios, y abrir el corazón a todas las exigencias de la preparación del Reino. Era, pues, una concepción de la salvación muy judía. Al contrastar ambos conceptos de salvación, el de Jesús y el de Pablo, no parece exagerado decir que la predicación de este último supone un corte radical con el evangelio de Jesús, pues • Interpreta la figura del Jesús histórico de una manera distinta al modo como él se consideraba a sí mismo. Jesús se veía a sí mismo como un ser humano normal, aunque con una relación especialísima con Dios; Pablo, por el contrario, hace de Jesús un ser divino, preexistente. • Modifica las ideas sobre un mesías judío con su liberación religiosa, social y política reservada fundamentalmente a Israel, proclamando un salvador universal, de todos sin excepción. • Afirma que el acto de reconciliación con Dios no será cosa del futuro, sino que ocurrió ya en el pasado, en la cruz. • Anuncia que ha cambiado el sistema, condiciones y requisitos para la salvación, que son muy distintos de los del Jesús histórico. Los puntos más llamativos son la justificación/salvación por la fe y la consecuente negación de que la ley de Moisés sea el camino obligatorio para salvarse. Ahora todos los gentiles pueden salvarse. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Jueves, 27 de Mayo 2010
Comentarios
NotasHoy escribe Antonio Piñero Como prometí, expresaré mi opinión sobre el libro cuyo resumen fidedigno procuramos presentar en la postal anterior. Mi primera idea es: me parece que en líneas generales el trabajo filológico de interpretación del pensamiento del evangelista Marcos es correcto. Está bien realizado metódicamente, los análisis de vocabulario y estructuras literarias, la comparación con el pensamiento del evangelista en el resto de su obra y el contraste con Mateo y Lucas van en la dirección correcta según el método ya bien desarrollado. En líneas generales creo que el lector puede estar seguro de que Biguzzi ha sabido entender bien a Marcos y exponérselo. Segunda observación: como caerá en la cuenta el lector, el análisis de Biguzzi demuestra cuán paulina es la teología de Marcos. De modo indirecto queda reflejado en este estudio la verdad de nuestra idea desde siempre: los evangelios reflejan el pensamiento del apóstol Pablo sobre todo y no el del judeocristianismo jerusalemita de la Iglesia madre. Tercera: Biguzzi no hace, salvo que se me haya escapado algo, ninguna observación acerca de la propiedad o no del pensamiento deL evangelista Marcos respecto a la imagen histórica de Jesús que se ha ido formando a través de dos siglos de estudios por medio de la crítica interna del evangelio mismo y de la comparación con los demás escritos paralelos. Y como en este blog nos interesa más la historia que la pura teología –sin desdeñar esta, por supuesto-, nos parece de nuevo que no debería ser lo mismo para un creyente, -no debería serle indiferente- el que el Jesús de la historia fuera de una manera o de otra. Cuarta: opino que la interpretación radical de Marcos, a saber que Jesús subió a Jerusalén y al Templo para anunciar su destrucción y sustitución por una adoración espiritual (oración más fe) no se corresponde en absoluto con el pensamiento del Jesús histórico. Tampoco la idea de que “Jesús se enfrentó positivamente al judaísmo”, globalmente, para superarlo. Tampoco me parece conforme a la historia y la investigación esta interpretación. Será la propia del evangelista Marcos…, pero hay que avisar al lector de que es una opinión no procedente con otros datos sobre que él mismo ofrece. Un creyente del siglo XXI debe ser consciente de que esta imagen marcana de Jesús y la interpretación de sus intenciones es pura teología exegética del propio evangelista. Éste, a partir de hechos y dichos de Jesús que él mismo transmite, ofrece una interpretación que luego continúa durante siglos, hasta hoy. Pienso que si el creyente quiere pautar su vida conforme a esta teología, además de las modificaciones que él mismo introduce para formarse así también su imagen propia de Jesús, pues… allá cada uno. Es esta una queja repetida contra los historiadores críticos. Otra crítica (en quinto lugar): Biguzzi insiste en exceso en la primera parte de la sentencia de Jesús “Yo destruiré este Templo…”, que entiende de un modo material, una destrucción material por obra de los romanos como agentes punitivos de la divinidad, y apenas habla de la segunda parte de la sentencia, repetida en varios testimonios “Y construiré otro (Templo) no hecho por mano de hombres”. Aparte de no insistir apenas en esta segunda parte, Biguzzi interpreta que Marcos lo entiende en un sentido puramente espiritual. Es decir: la primera parte tiene un sentido material y la segunda parte del mismo discurso, sin cambio alguno, ¡tiene un sentido espiritual! Puede que así sea para un hombre moderno, pero no para un profeta apocalíptico del siglo I de nuestra era. Jamás dice Biguzzi que el Jesús histórico, como buen apocalíptico judío, nunca lo entendió así. Tanto Jesús, como otros profetas desde Ezequiel, profetizaron una destrucción del Templo con la idea de que Dios habría de construir otro milagrosamente. Por tanto, la segunda parte “Construiré otro no hecho con mano de hombres” no significa un templo espiritual, en el interior de los corazones (según Biguzzi literalmente “una economía salvífica no hecha por manos humanas” p. 187), sino un templo material, visible, palpable, etc., pero construido en la tierra milagrosamente por Dios. Esta noción del Templo no construido por manos humanas va unida a la instauración del Reino de Dios y en el mismo sentido. El Reino futuro será material/espiritual, será instituido milagrosamente por Dios, pero es un Reino en la tierra de Israel, palpable y sensible. Igualmente, el nuevo templo del final de los tiempos. Sexta: otra crítica que hago al libro es la suposición de la mayoría de los intérpretes –Biguzzi entre ellos- de que los profetas posteriores al exilio babilónico, sobre todo el Deuteroisaías, predicaron un universalismo igual o muy parecido al que el evangelista Marcos atribuye a Jesús, o bien el Biguzzi cree leer en este evangelio aunque lo analice seriamente. Y creo que no es así. Ese “universalismo” que postulan los profetas cinco siglos antes de Jesús no es tal como lo entendemos hoy, ni mucho menos. Se trata de un “universalismo”…, pero después de que Israel haya vencido en la batalla escatológica, con la ayuda de Dios a su pueblo elegido, a todas las naciones. Estas, derrotadas, reflexionan y aceptan como Dios a Yahvé, aunque sin convertirse naturalmente al judaísmo; se trata de una aceptación de respeto, más que de corazón, por parte de los demás pueblos de la tierra, vencidos, ya que no hay una entrega total al Dios judío. Por ejemplo, se suele decir: el profeta Isaías dice que el Templo se abre a los sacrificios de los paganos. Es cierto; pero ello no significa universalismo alguno como se entiende hoy. También Julio César e incluso Augusto pagaron para que se hicieran sacrificios en su beneficio ante la divinidad judía. Eso no significaba ningún universalismo de apertura de la fe judía a los paganos. Igualmente puede decirse del Templo como la “casa de oración para todos”, incluidos los paganos. Evidentemente esto era un desideratum en tiempos en los que Israel estaba históricamente controlado por el Imperio persa, pues suponía que se declaraba un cierto respeto por la religión judía…, pero no significaba de ningún modo tampoco un universalismo en el sentido de una apertura de una religión –que era esencialmente étnica- a todos los pueblos. Significaba que los pueblos podrían ir a rezar sin retraerse de ningún modo a lo que más tarde habría de ser el atrio de los gentiles. Nunca se dio otro "universalismo" en el judaísmo…, y los tímidos intentos en ese sentido fueron cortados de raíz por la Revolución Macabea. Por tanto creo que el universalismo que Marcos cree ver en la figura del Jesús histórico que él dice dibujar en su evangelio en esas acciones de Jesús para quebrar y superar, presuntamente, la religión judía, no se corresponden a la realidad histórica qe él mismo indirectamente ofrece. Creo que Biguzzi debía manifestárselo al lector. Más bien parece asentir a la visión marcana. Así pues, en síntesis, creo que Biguzzi es un buen intérprete de Marcos, es un buen ejemplo de “historia de la redacción”, pero pienso que debería haber sido más sincero con el lector moderno. Si no se dice nada, opino que la inmensa mayoría de los lectores, al leer este libro piensa que así pensaba el Jesús histórico realmente. Y no es así, en opinión de muchísimos historiadores. Es como Marcos dice que hay que interpretar a Jesús, lo cual es diferente. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 26 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Comentamos hoy el libro siguiente de la colección de “El Almendro”: Giancarlo Biguzzi, “Yo destruiré este Templo”. El Templo y el judaísmo en el Evangelio de Marcos (Colección “Grandes temas del Nuevo Testamento 1), El Almendro, Córdoba, 1992, 200 pp. ISBN: 84-86077-94-X. Traducción de J. Peláez (¿?). Este libro es un ejemplo perfecto de la aplicación del método de la “Historia de la redacción”, es decir, su autor acepta el texto tal como se ofrece hoy al lector y procura analizar y presentar el pensamiento del Evangelista. Para ello analiza filológicamente el uso del vocabulario sobre el “templo” (Marcos usa dos palabras distintas para referirse a él: griego hierón o “recinto sagrado” y griego naós, o “zona interior del edificio donde está el santo de los santos”), en el Evangelio, la estructura de las perícopas en las que aparece mencionado el Templo de algún modo, desde la subida de Jesús a Jerusalén y la entrada mesiánica (cap. 11) hasta la muerte en cruz y la rotura del velo –interior- del Templo (15,38). Para precisar el pensamiento del Evangelista Biguzzi estudia, en la primera parte de su obra (hasta el capítulo 14 exclusive), el vocablo “templo” utilizado (gr. hierón) en los capítulos 11-13 de Marcos. Analiza cada uno de sus episodios, investigando la estructura literaria y las líneas del relato, la técnica narrativa, el vocabulario, más el género literario de cada una de las perícopas. En la segunda gran sección del libro el autor investiga el por qué -literario y teológico- del cambio de vocabulario por parte de Marcos para designar en realidad la misma cosa (es decir, por qué pasa del griego hierón a naós para designar al Templo), y descubre que el motivo es el interés teológico por resaltar aspectos nuevos, no desarrollados del todo hasta el momento sobre el Templo y el judaísmo, y cómo Jesús intenta cambiar estas dos realidades, o mejor sustituirlas por otras. Luego analiza los tres únicos pasajes en los que aparece “templo” (naós) al final del Evangelio, en los caps. 14-15: 14,58: “Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este Templo, que es hecho de manos, y en tres días edificaré otro hecho sin manos”, 15,29: “Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! Tú que derribas el Templo de Dios, y en tres días lo edificas”, y 15,38: “Entonces –cuando Jesús muere- el velo del Templo se rasgó en dos, de alto abajo”. Es claro que el tema tratado en este libro es importante porque la discusión sobre el desastroso final del Templo (70 d.C.) a manos romanas distanció las posturas de los cristianos que vieron en ello un castigo divino por la muerte del mesías a manos de los judíos (y romanos en segundo término), y por el debate sobre si el valor salvífico del Templo había sido superado por la muerte de Jesús (un debate entre las dos ramas principales del cristianismo: la judeocristiana, que seguía aceptando su valor, y la paulina, que lo había rechazado aún antes de su destrucción). Naturalmente en la mente del evangelista Marcos se plantea por primera vez, en la forma literaria “evangelio” que él inicia, lo que hoy llamaríamos la “cuestión judía” que gira en torno a la cuestión si el papel salvífico de Israel había sido o no superado por Jesús, y si el cristianismo es una continuidad del judaísmo, en su fe e instituciones, o más bien una ruptura. Según Biguzzi, para el evangelista Marcos esta “continuidad” es muy sui generis porque en realidad no existe. Aunque la iglesia cristiana haya heredado muchas cosas de la religión “madre”, el cristianismo no representa continuidad alguna, sino una ruptura total con el judaísmo. Jesús fue el ejemplo primero de esa ruptura, y su continuación ideológica, la Iglesia según Marcos, no hizo más que llevar a sus consecuencias lógicas las líneas trazados por Jesús. El Templo es radicalmente inferior a la novedad evangélica: será destruido y sustituido por otro espiritual, no hecho por manos humanas. En consonancia con esta perspectiva, la conclusión general de Biguzzi para la primera parte (capítulos 11-13 del Evangelio) es importante: según el pensamiento de Marcos, Jesús no sube a Jerusalén con el espíritu de los peregrinos judíos, sino para enfrentarse al Templo, su funcionamiento, sus autoridades y su significado. Según la estudiada estructura de las perícopas de su evangelio, Jesús sube a la ciudad santa como enviado mesiánico y aprovecha para declarar que la administración judía del Templo está caduca y se opone a ella con un gesto clamoroso, la expulsión de los vendedores, apelando a una autoridad que recibe de lo alto. La “purificación” del Templo no es tal, sino un anuncio de su destrucción. La cita por parte de Jesús de Isaías 56, 6-7 (“templo como casa de oración”) indica que él creía que el exclusivismo judío había llegado a su fin, no sólo en el aspecto étnico, sino en el del culto. Marcos enseña que en el nuevo marco de salvación inaugurado por Jesús lo importante será la oración interior y la fe en la acción salvadora de Dios. El capítulo 12 del Evangelio es sorprendente porque Marcos –según Biguzzi- pone en su centro el episodio del letrado judío que pregunta a Jesús sobre el mandamiento más importante de la Ley y recibe la alabanza del Nazareno. Ello supone que el significado de Mc 12 es señalar que los sacrificios del Templo son sustituidos por el doble mandamiento del amor. Sigue también en el capítulo una crítica al judaísmo: la clase dirigente merece condena; el único ejemplo positivo es la donación sin reserva de la pobre viuda; los judíos deben aceptar un mesías divino que supera el concepto de mero “Hijo de David” material. El mesías es, pues, divino, pero los judíos lo rechazan. Por último, el análisis de Biguzzi indica que los tres únicos episodios de la Pasión que hablan del Templo en esta parte del Evangelio, son breves pero importantes: • Mc 14,58 es el punto de llegada de todo el relato precedente porque contiene la principal acusación contra Jesús. Los judíos la entienden mal, pero bien entendida es verdad todo lo que de él se dice y por lo que lo condenan injustamente. • Mc 15,29 escenifica la incomprensión total de los judíos respecto a Jesús . • Mc 15,38 no significa sólo que el Templo se abre de algún modo a los paganos, sino su verdadera destrucción. Según Marcos, Jesús muere únicamente para que la cortina del Templo se rasgue, es decir, para que se instaure una nueva modalidad de salvación para el género humano entero, no sólo para los judíos. Finalmente el autor resume su doble conclusión: primero en el marco de las relaciones entre Jesús y el Templo, y posteriormente en lo que afecta a la participación de los discípulos en esta relación, puesto que ellos suben con Jesús a Jerusalén e intervienen de algún modo en la acción. Luego considera la aplicación al lector de hoy, pues en la mente de Marcos en la figura de esos discípulos están los lectores representados. En síntesis: según Biguzzi, Marcos dice que del judaísmo podrá sobrevivir únicamente lo que pase el examen crítico de la cruz. 15,38 precisa que la cruz es destrucción de lo que es obra de manos humanas; mientras que las burlas de 15,29-32 afirman que esta destrucción tiene efecto para el judío que –erróneamente- concibe al mesías en los términos teocráticos tradicionales de ‘rey de Israel’, ‘hijo de David’ y no del mesías que sufre. Por tanto, para Marcos, no es sólo la cortina del Templo la que se rompe por la muerte en cruz, ni tampoco sólo el culto judío, cuyo lugar privilegiado es el Santuario de Jerusalén; es todo el judaísmo, envejecido por la vejez teocrática e incapaz de percibir la novedad evangélica, el que se quiebra. Pero el Jesús que destruye es también el que edifica y lo que será edificado en sustitución del judaísmo será perfecto con la perfección escatológica, es decir, la perfección de la situación propia del final de la historia, comenzada ya con la venida y muerte/resurrección del Salvador Jesús. El próximo día ofreceremos una breve estimación del trabajo de Biguzzi. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 25 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Gonzalo del Cerro En la relación de la lista de los Doce, cuenta Marcos que “a Santiago, el de Zebedeo, y a Juan, hermano de Santiago les dio Jesús el hombre de Boanergues, esto es, hijos del trueno” (Mc 3,17). La denominación parece significar de alguna manera el carácter impetuoso de los aludidos. Lo que cuenta el evangelio de Juan acerca del discípulo a quien amaba Jesús, del que se recostó amorosamente sobre el pecho del Maestro durante la cena de Pascua, no parece compadecerse con el apelativo de “hijo del trueno”. Pero los evangelistas Marcos y Lucas refieren una anécdota, en la que Juan es el único protagonista, un Juan que no puede ser otro que el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Escribe Marcos: “Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que arrojaba demonios en tu nombre, que no viene con nosotros, y se lo hemos prohibido, porque no está con nosotros». Jesús dijo: «No se lo prohibáis… Pues el que no está contra nosotros está a nuestro favor»” (Mc 9,38 par.). El Juan de la anécdota es el único Juan mencionado entre el número de los Doce. Y su reacción, tan maximalista como exclusivista, puede tener sentido contextual en una persona calificada con hijo del trueno. Mateo y Marcos recogen una escena que demuestra la ambición de los hijos de Zebedeo y la reacción negativa de sus condiscípulos. En el texto de Marcos son los dos hermanos los que solicitaron personalmente los primeros puestos en el reino de Jesús. Según el relato de Mateo fue la madre de los hijos de Zebedeo la que se acercó a Jesús para solicitarle los lugares de honor. “No sabéis lo que pedís”, les dijo Jesús. “¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber y bautizaros con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos contestaron: «Podemos»” (Mc 10,39 par.). Jesús les respondió que, en efecto, beberían de su cáliz, pero que el privilegio que solicitaban estaba reservado para los elegidos por el Padre. La actitud de los dos hermanos fue motivo de escándalo para los otros discípulos, a quienes tuvo que tranquilizar el mismo Jesús. A la vez, añadió una clara recomendación acorde con el espíritu evangélico: El que quiera ser grande, que se haga servidor de los demás; el que aspire a ser el primero, debe hacerse esclavo de todos. Y ello, como Jesús, que siendo el que es no ha venido a ser servido sino a servir. El evangelio de Lucas tiene una sección denominada del camino, la sectio itineris en el lenguaje de los técnicos, porque de pronto, interrumpe el relato para proclamar que Jesús afirmó su rostro para ir a Jerusalén (Lc 9,51). La expresión hebrea “afirmar el rostro para ir a Jerusalén” es equivalente a “tomar la firme decisión de dirigirse a Jerusalén”. Y a partir del pasaje, Jesús se orienta hacia Jerusalén y sigue la ruta con frecuentes referencias a esa actitud de “subida”, pues así era denominado el viaje a Jerusalén. Desde Galilea, la primera etapa lógica era Samaría, la región rival de los judíos. Envió, pues, mensajeros a una aldea samaritana para que prepararan el albergue. Pero los samaritanos no quisieron recibirlos porque ”su rostro era de dirigirse a Jerusalén”. La reacción de los hermanos Santiago y Juan fue digna de unos hijos del trueno. Indignados por el rechazo, dijeron a Jesús: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?” (Lc 9.54). Su actitud mereció un claro reproche del Maestro. Pero Jesús y los suyos tuvieron que encaminarse a otra aldea. Santiago y Juan dieron una vez más pruebas de su talante extremista, confiados en el poder omnímodo de Jesús. El que sanaba las enfermedades, el que dominaba la muerte y daba órdenes a los vientos y al mar, no tendría problemas para hacer bajar fuego del cielo. Jesús mostraba su especial confianza en algunos de sus discípulos cuando les encargaba misiones delicadas. Lo era la tarea de preparar la celebración de la Pascua, que requería un lugar idóneo y los preparativos necesarios para el cumplimiento de los ritos. Donde Marcos cuenta que Jesús envió a dos de sus discípulos con el encargo, el texto de Lucas especifica que los dos discípulos eran Pedro y Juan. Encontraron las señales dadas por Jesús, el hombre que portaba un cántaro de agua, a quien siguieron hasta entrar en la casa donde ultimaron los detalles para la cena. En medio de los sucesos de la pasión de Jesús, aparece un misterioso discípulo, que era conocido del pontífice Anás y que introdujo a Pedro en el atrio del palacio donde Jesús era juzgado (Jn 18,15-16). Muchos han pensado que pudiera tratarse del apóstol Juan; Antonio Piñero supone incluso que podría ser el discípulo amado. Pero ya hemos expresado la dificultad de que un pescador del lago de Galilea pudiera tener alguna clase de amistad con Anás. Recordamos, no obstante, que el apóstol Juan no aparece nunca mencionado en el cuarto evangelio. Por lo que no podemos sacar ninguna conclusión que pueda llevarnos a identificar a ese “otro discípulo” como si fuera el hijo de Zebedeo y hermano de Santiago. Distinto es el caso del discípulo amado que estaba con Pedro cuando María Magdalena vino del sepulcro para anunciar a los apóstoles las novedades de la tumba vacía. El anuncio era alarmante: “Se han llevado al Señor del monumento y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,2). Al punto salieron Pedro y el discípulo amado y marcharon al monumento. Dice el texto del relato con minuciosos detalles: “Echaron los dos a correr a la vez, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al monumento. Se inclinó y vio colocados los lienzos, pero no entró. Llegó también luego Simón Pedro detrás de él y entró en el monumento. Vio los lienzos colocados, y el sudario que había estado sobre su cabeza, no colocado con los otros lienzos, sin envuelto aparte en otro lugar. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero al monumento, y vio y creyó” (Jn 20,4-8). Los discípulos regresaron a su casa mientras María Magdalena se quedaba junto al monumento llorando. Como es fácil observar, Pedro y Juan forman una pareja destacada en la historia documental de Jesús ya desde la vida pública del Maestro. Saludos cordiales, Gonzalo del Cerro
Lunes, 24 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Concluimos hoy con el tema el “secreto mesiánico” es un puro artificio literario-teológico. En realidad, la crítica interna del texto evangélico (crítica que se aplica en la filología e historia antigua a cualquier documento histórico de la antigüedad, ya sea Tucídides, Polibio o Tito Livio, no sólo a los Evangelios; lo que pasa es que aquí es más llamativa) percibe que Marcos intenta transferir a la vida real de Jesús lo que de él pensaron sus discípulos después de haber creído firmemente que él –el Maestro- había resucitado, y después de haber forjado con la ayuda de un nuevo examen de las Escrituras diversas explicaciones de lo que desgraciadamente había ocurrido: su aparente fracaso y muerte… más la resurrección, más el encargo por parte de Dios de que él sea el Juez final del Gran Juicio. Más en concreto, ¿por qué se demuestra que el “secreto mesiánico” es artificioso, apologético, explicativo de una realidad dura, la muerte de Jesús a manos de los romanos impulsados por las autoridades judías, pero una explicación no histórica en una palabra? • En primer lugar porque la torpeza, rudeza y falta de comprensión de unos discípulos, que convivieron con Jesús durante quizás dos años y medio (Evangelio de Juan), acerca del verdadero mesianismo de éste es absolutamente inverosímil. Jesús era un excelente maestro y además habría sido inmoral por parte suya haber mantenido a sus discípulos, a los que según Marcos mismo explicaba los secretos del reino de Dios (4,11 “Y les dijo: A vosotros es dado saber el misterio del Reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas”), en una ignorancia invencible sobre su mesianismo. Jesús les explica misterios sublimes del Reino, ¿y no les explicó hasta que lo entendieran bien cómo era en verdad su mesianismo? Imposible de creer porque supondría que Jesús era un maestro incapaz o que ocultaba algo esencial. Realmente es inverosímil. • Segundo, porque tras esa insistencia en la torpeza y cortedad de sus discípulos, lo que el evangelista (y esto se ve más claro en Lucas que también acepta lo sustancial del “secreto mesiánico”) intenta poner de relieve es la labor del Espíritu Santo después de la resurrección, quien es el que por fin les hace entender. Este teologuema es también muy improbable, se diría que imposible en vida de Jesús. Es un teologuema que pertenece a la teología judeocristiana después de la resurrección. • En tercero, porque el tal “secreto” y las advertencias sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús no dejaron la menor huella en la memoria de los discípulos…, quienes tras la Pascua se resistieron a creer que Jesús hubiera resucitado y continuaron esperando en él como mesías davídico tradicional (Lc 24,21) y como restaurador del reino de Israel (Hch 1,6). De hecho, a pesar de tantas advertencias, al principio ¡no creyeron ni siquiera que había resucitado! Debe insistirse en que toda la escena crucial de los caminantes a Emaús (Lc 24,17-27) ignora por completo tal secreto. • Finalmente, en cuarto, porque el Jesús marcano quebrantó continuamente el pretendido “secreto”, y porque el conjunto de los Evangelios lo ignora igualmente haciendo que en repetidas ocasiones Jesús publique su mesianismo antes de su resurrección. Me parecen razones sólidas. Por otro lado, si se leen afirmaciones sobre el mesianismo de Jesús (E. Schillebeeckx, por ejemplo -obsérvese que ya el título de su libro “Jesús, el Viviente” indica bien claro su orientación teológica, especulativa, no histórica- son meras generalidades; no hay pruebas, en mi opinión, serias basadas en el Deutero y Tritoisaías, por ejemplo, de que hubiera un mesianismo “davídico” (es decir que el mesías se titulara hijo de David fuera meramente “sapiencial”, de enseñanza de la Ley, y que no incluyera la expulsión de todos los paganos renuentes de la tierra de Yahvé, Israel. Léanse por favor los siguientes pasajes sobre el sometimiento de los gentiles Is 54,3; 60,16; 61,6 y passim). Después de que los gentiles han sido sometidos, después de que Yahvé ha restaurado milagrosamente las Doce Tribus, sólo entonces el reinado de Dios, visible en Israel y en su Templo, será la “luz de las naciones”, es decir, de aquellos gentiles que al menos, aunque no se conviertan del todo, al menos respetarán al Israel victoriosos y a su Dios y se acercarán al Templo o la Ley para aprender algo de su sabiduría. Léanse, pro favor los siguientes pasajes: Is 49,5s; Is 58,1-8; Is 60,3-7; Is 60,10-14; Is 66,18-24: Finalmente Miqueas 4, que trae un orden un tanto diferente: En los últimos días «el monte de la casa del Señor» se convertirá en la montaña más alta y hacia ella vendrán muchas naciones para aprender la Ley, la palabra del Señor. Dios reunirá a los inválidos, que serán el resto. Israel vencerá a las naciones enemigas, «y consagrará al Señor sus ganancias, su riqueza al Dueño de la tierra». Ante la realidad de estos textos de la Escritura, me parece que el mesianismo “davídico y sólo sapiencial-pacífico” de E. Schillebeeckx es una pura construcción teológica. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 23 de Mayo 2010
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Creo que puede ser conveniente que explicitemos nuestra posición acerca del denominado “secreto mesiánico” porque es fundamental- creo- para entender la cuestión del mesianismo de Jesús en cuanto “Hijo de David”. Aceptar que Jesús admitió este título no significa que él no introdujera algunas matizaciones en él. Pero ninguna que destrozara su esencia ni que hubiese de ser explicada a la gentes y que por lo tanto fuera propia de él sólo y no del judaísmo de su época. El examen pausado y crítico del Evangelio marcano -el más antiguo cronológicamente de los cuatro, compuesto en su versión actual después del año 70, entre el 70-75- dentro del contexto en el que se escribió, intentando precisar su pensamiento, no entendiéndolo simple y llanamente como un lector sólo del siglo XXI que ignora normalmente cómo era el judaísmo de ese momento de Jesús y su época, lleva a la conclusión razonada de que bajo éste se trasluce el verdadero carácter de Jesús, que podría resultar ser mesiánico en sentido tradicional judío según el testimonio fidedigno de sus discípulos como veremos. Atención especial merece la que la crítica ha señalado como la perícopa central de todo el Evangelio de Marcos, a saber aquella en la que Pedro afirma categóricamente que “Jesús es el mesías”: Mc 8,27-33. He aquí el texto: “27 Salió Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? 28 Ellos respondieron: Juan Bautista; y otros, Elías; y otros: Alguno de los profetas. 29 Entonces él les dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: ¡Tú eres el Cristo! 30 Y les mandó que no hablasen esto de él a ninguno. 31 Y comenzó a enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto, y resucitar después de tres días. 32 Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro le tomó, y le comenzó a reprender. 33 Y él, volviéndose y mirando a sus discípulos, riñó a Pedro, diciendo: Apártate de mí, Satanás; porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los hombres”. Esta sección presenta como auténtica la figura de un Jesús que no critica en principio esta afirmación de que él es el mesías esperado, sino que sólo hace precisiones al respecto. Así que –repito- Jesús parece aceptar que él es el mesías. Lo importante, según Marcos, es el cómo. En primer lugar, Jesús conmina a su discípulo preferido, Pedro, a que a nadie diga que él es el mesías. Luego le asegura con solemnidad que él, Jesús, conoce y acepta de antemano con detalle y suficientes precisiones su futura pasión, muerte y resurrección. A renglón seguido, ante la protesta de un Pedro muy sorprendido, lo reprende reciamente designándolo como “Satanás” por no haber comprendido esta doble realidad: la obligatoriedad del silencio sobre su mesianismo, y el designio divino que indica la necesidad de su pasión, muerte y resurrección de entre los muertos. Esta perícopa, y otras en las que aparece Jesús ocultando su identidad mesiánica, son conocidas como exponentes del denominado “secreto mesiánico”: la identidad de Jesús como agente de la divinidad debe mantenerse oculta y no se conocerá hasta después de su exaltación a los cielos. Los evangelios de Lucas y Mateo, que siguen en esto al de Marcos, repiten la misma idea, que resulta ser de importancia cardinal: Jesús es en verdad el mesías, pero en un sentido radicalmente nuevo…, lo que provoca la sorpresa y la indignación entre sus mismos discípulos. Téngase en cuenta que este secreto mesiánico es sólo la mitad del contenido teológico de lo que significaba en realidad ser el Hijo del Hombre sufriente y triunfante. En otros pasajes del Evangelio (el más claro es Mc 14,61-52: “61 Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? 62 Y Jesús le dijo: YO SOY; y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra de la Potencia de Dios , y viniendo en las nubes del cielo” y Mt 25,31-32 “31 Y cuando el Hijo del hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. 32 Y serán reunidas delante de él todas las naciones; y los apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos”) la figura del Hijo del Hombre tiene como otra característica principal que será exaltado por Dios al “cargo” de Juez futuro universal La necesidad absoluta de que el mesianismo de Jesús sea así entendido, y no de otro modo, es el eje y la cuestión clave del Evangelio de Marcos. El evangelista sostiene que la mesianidad de Jesús fue en realidad tal como él la dibuja en su escrito, e intenta probar repetidas veces que Jesús previó y anunció su muerte: hubo de aceptarla como un designio divino ab eterno. Según Mc 10,45 (“Porque el Hijo del hombre tampoco vino para ser servido, mas para servir, y dar su vida en rescate por muchos”), esta muerte es vicaria, sustitutoria de toda la humanidad y expiatoria de los pecados de todos los seres humanos: Jesús muere en vez de ellos, quienes son así literalmente liberados por este sacrificio expiatorio de una situación irremediable de pecado o enemistad con Dios. Ahora bien, una crítica del conjunto del evangelio de Marcos intuye con casi absoluta evidencia que el “secreto mesiánico” es un mero artificio literario, un artilugio inventado teológicamente por el autor con un doble objetivo: • Primero, explicar la incomprensión general, incluida la de sus discípulos más íntimos, de la verdadera naturaleza de la misión de Jesús, misión divina, lo que justifica su imprevista e infamante muerte en cruz (nadie la entendió en vida, porque si la hubieran entendido no se habrían atrevido a crucificarlo) y, • Segundo, exonerar a la fe judeocristiana postpascual acerca del mesianismo de Jesús de su insólita novedad tanto dentro del pensamiento judío como particularmente en la propia experiencia personal de los discípulos que habían convivido con el Nazareno tanto tiempo. Es decir, afirmar que el nuevo mesianismo sufriente-triunfante, aunque insólito dentro del pensamiento judío de la época, era así, y no de otra manera. Y que los que habían convivido tanto tiempo con Jesús, aunque al principio no comprendieron, finalmente, iluminados por el Espíritu Santo después de la resurrección de Jesús, sí entendieron. A partir del “secreto mesiánico” y con la utilización de elementos de la apocalíptica judía, gracias a cambios tanto sutiles como gruesos, Marcos muestra a Jesús como exponente de un insólito mesianismo, muy novedoso dentro del pensamiento judío, sufriente-triunfante. Se trata de un mesías de final aparentemente catastrófico, moldeado por los ya cristianos (el judaísmo nunca lo interpretó de este modo) sobre la figura del “siervo de Yahvé” del Deuteroisaías, en especial 52,13-53,12, y con rasgos que se asemejan extraordinariamente a la concepción paulina de un Jesús visto como un Cristo celeste, noción explicitada en las Cartas auténticas del Apóstol, compuestas unos 20 0 25 años antes del propio Evangelio. Concluimos el próximo día ofreciendo consideraciones que pueden probar estos asertos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ¿Engañó Jesús a sus seguidores en la entrada a Jerusalén? Qué significaba ser “Hijo de David” en tiempos de Jesús (IV) Comentario a la síntesis de Pérez Fernández (139-16)
Sábado, 22 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Como prometíamos, hacemos ahora un breve comentario al texto conclusivo de la investigación (fue su tesis doctoral) de Miguel Pérez Fernández, catedrático emérito de lengua y literatura hebreas de la Universidad de Granada. Además, el autor es sacerdote y sigue ejerciendo como tal en su ciudad Murcia natal (creo que en San Pedro del Pinatar y alrededores). Ordeno simplemente los apartados, procurando utilizar los mismos vocablos que Pérez Fernández. El mesías, 1. Tiene acusados rasgos guerreros: • Rey, de la casa de Judá • Es enviado por Dios • Es libertador del pueblo. Su liberación está legitimada por Yahvé • Es dominador de las naciones = vencedor de Gog y de Magog • Es justiciero y vengador de Israel • Es juez mortal de sus enemigos. 2. Otros rasgos: • El mesías viene desde lo alto legitimado por la palabra de Yahvé que lo acompaña. 3. El mesías inaugura un reino de Dios material/espiritual en la tierra de Israel: • Inaugurará una época de abundancia material que significa la liberación • En su tiempo la ley de Moisés será observada plenamente. 4. Inauguración del Reino, ¿cuándo?: • Es un secreto de Dios • Se espera que acontezca en una noche de Pascua • Para que llegue, el pueblo debe estar dedicado al estudio y cumplimiento de la Ley. 5. En un muy segundo plano se advierten los posibles inicios, no desarrollados en la época de Jesús, de otros conceptos de liberación más ligada a círculos piadosos y estudiosos de la Ley que a los políticos y militares. Pérez Fernández no especifica cuáles en este resumen sintético, pero se sobreentiende que son los expresados más tarde por el Targum Onqelos y la literatura rabínica, que se codifica como sabemos al principio del siglo III d.C., aproximadamente hacia el 220. 6. Pérez Fernández acepta aunque sin decirlo expresamente que este mesianismo popular de tiempos de Jesús sufre una revisión profunda posteriormente. Las razones que ofrecen son tres: • Razones políticas: prudencia ante Roma. Esta observación vale para los judíos pero también para los cristianos. Hemos afirmado, que según Brandon, el contexto vital del Evangelio de Marcos, al menos tal como lo leemos hoy, obra escrita después del final de la Guerra Judía, hacia el 71 d.C., lleva a su autor a borrar de su imagen de Jesús todos los rasgos que puedan apuntar hacia un mesías con tintes guerreros, lo que podría molestar a Roma. Los que quedan (que se ha denominado material furtivo, y que sirve a los investigadores para reconstruir también la figura del Jesús histórico) son productos de una tradición firme que no tiene más remedio que admitir, y que honestamente transmite aunque no encajen con su idea. Esta misma tendencia le conduce a exonerar de culpa al prefecto Poncio Pilato y cargar las tintas de la responsabilidad de los judíos en la muerte de Jesús. • Razones psicológicas: frustración tras el fracaso de los diversos movimientos mesiánicos. Este extremo podría aplicarse también a los cristianos en el sentido siguiente: el problema principal de la teología cristiana después de la muerte aparentemente ignominiosa de Jesús fue justificarla teológicamente. Esta justificación se hizo con un nuevo recurso a las Escrituras: pasajes de ella interpretadas de nuevo bajo la luz de la creencia en la resurrección, lo que significaba que Dios había vindicado a Jesús y que el sufrimiento del mesías, algo novedoso, pertenecía al misterioso designio divino, como la nueva exégesis judeocristiana demostraba. ¿Pudo ayudar a realizar esta tarea ese mismo sentimiento de frustración mencionado? • Razones teológicas: pretensión cristiana de que la Ley había sido abolida. En verdad, esa pretensión no pertenece en de ningún modo al judeocristianismo (sabemos de sobra por los Hechos de los apóstoles que eran observantes absolutos de la ley mosaica y grandes frecuentadores del Templo), sino sólo de la rama paulina. Pero hay que confesar también que esa “abolición de la Ley” por parte del Apóstol no tiene ningún fundamento en el Jesús histórico, ninguno, sino que es una pura derivación de su teología propia, que hoy denominamos “paulina”. Lo importante en este aspecto, creo, de las afirmaciones de Pérez Fernández es que el mesianismo cristiano (sufriente, vicario y expiatorio) es algo novedoso respecto al mesianismo corriente y normal judío del siglo I. Es una revisión posterior, ya en tiempos de la Iglesia primitiva y nada tiene que ver con el Jesús histórico. Y ahora la consecuencia principal: Hemos sostenido que el Jesús histórico en su entrada mesiánica en Jerusalén (testimonio directo de Marcos/Mateo y parcial, pero suficiente de Lucas: el rey, el bendito, el que viene) no sólo permitió que las gentes y sus discípulos lo calificaran como “Hijo de David”, sino que defendió a sus discípulos y a las turbas de los reproches de los fariseos por haberlo aclamado “Hijo de David”. Jesús –según el testimonio de los evangelios no explica en ninguna parte a las gentes, ni aquí ni en cualquier otra parte de lose escritos evangélicos, salvo el que él lo entendía de otra forma según el denominado “secreto mesiánico”. Téngase en cuenta que según el “secreto mesiánico” defendido por el autor del Evangelio de Marcos, y tras sus pasos por Mateo y Lucas, Jesús afirmó y mandó que se mantuviera oculto su nuevo mesianismo hasta después de su resurrección. Entonces una de dos: 1. O bien Jesús tenía el mismo concepto que las turbas en lo que significaba ser el mesías “Hijo de David”, es decir, lo que ha dibujado en su síntesis Miguel Pérez Fernández, y defendió este concepto ante los fariseos. Si así fuere, el “secreto mesiánico” (núcleo fundamental del Evangelio de Marcos) resulta ser un artificio literario y fingido de su autor, Marcos. 2. O bien tenía Jesús un concepto radicalmente diferente de su mesianismo (para decirlo brevemente y entendernos: Jesús tenía ya el concepto, luego cristiano, de un mesías sufriente, que aceptaba previamente su muerte como parte de un designio redentor divino, un mesianismo totalmente apartado de la política), pero permitió que las masas lo aclamaran erróneamente, sumidas en una ignorancia clara e invencible acerca de su figura y misión. Es decir, si así fuere, Jesús permitió conscientemente que sus discípulos y las turbas se engañaran en cuanto a su mesianismo. Además defendió este engaño ante los fariseos. Que cada uno elija entre los dos términos de este dilema. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Viernes, 21 de Mayo 2010
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
La Biblia en los Hechos de Andrés II. Las alusiones (4) 35. Sigue Pedro recordando a sus condiscípulos que “Ahora ha venido sobre cada uno de nosotros la fuerza bajada del cielo y se ha derramado sobre nosotros el don del Espíritu Santo” (MartPr 1,2). Nueva alusión a la venida del Espíritu Santo, que descendió del cielo (ek toû ouranoû: Hch 2,1-4). Venida que en otros lugares de los Hechos se expresa mediante el verbo epipíptō, el verbo empleado en el Apócrifo. Por ejemplo, los samaritanos pedían que se les diera el Espíritu Santo, porque todavía no había descendido (epipíptō) sobre ninguno de ellos (Hch 8,16). “Cuando estaba todavía Pedro hablando, descendió (epipíptō) el Espíritu Santo sobre todos los que oían la palabra” (Hch 10,44). “Cuando yo comenzaba a hablar, descendió (epipíptō) el Espíritu Santo” (Hch 11,15)- 36. Cuando el apóstol Andrés llegó a Patrás, se corrió la voz de que “había arribado a la ciudad un hombre extranjero, desnudo, solitario, sin traer para el camino nada mas que el nombre de un tal Jesús”. Es una alusión evidente a los consejos de Jesús a los apóstoles en Mt 10,9-10: “No llevéis oro ni plata ni cobre en vuestra cintura, ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón”, Lc 9,3 recomienda no llevar nada para el camino, y a las cosas mencionadas en Mateo añade “ni pan ni dinero”. Eran por lo demás las mismas recomendaciones que hacía Jesús a los setenta y dos discípulos (Mc 6,8; Lc 10,4). 37. Después de afirmar que Andrés hacía grandes signos y prodigios (sēmeîa kaì térata poieî megála), especifica diciendo: “sana enfermedades, arroja demonios, resucita muertos, cura leprosos y alivia toda dolencia” (MartPr 3,1). Aunque hay varios pasajes del NT en que se describe la actividad taumatúrgica de Jesús con términos similares (cf. la misión del Bautista en Mt 11,5 par.), aquí se alude claramente a las obras que Jesús recomienda a sus discípulos en el discurso de la misión y según la relación de Mt 10, 8: “Sanad a los enfermos, resucitad a los muertos, limpiad a los leprosos, arrojad a los demonios”. En el texto del Apócrifo se trata del cumplimiento práctico de los consejos de Jesús. 38. El procónsul Lesbio, curado por Andrés, le dice lleno de gratitud: “Creo en aquel que te ha enviado hasta nosotros” (MartPr 5,2). Es una nueva alusión a la misión de los apóstoles por parte de Jesús. El hecho está documentado en los textos anteriormente citados de la misión (Mt 28,19; Mc 16,15s; Jn 20,21), así como en las otras misiones previas (Mt 10,16; Mc 6,6; Lc 10,13; etc. Los Apóstoles lo reconocen abiertamente (Hch 9,17), Pablo, por ejemplo, pone en boca de Jesús estas palabras al referir los detalles de su conversión: “Yo te envío” (1 Corf 1,17). La misión está implícita en el nombre mismo de “apóstol” con que se denomina a esta clase de enviados y en las dedicatorias de las cartas de Pablo y Pedro que ellos mismos anteponen al texto de sus misivas. 39. Jesús, en visión, dice a Andrés: “Toma tu cruz y sígueme” (MartPr 8,1). Es una evidente alusión a las palabras de Jesús en contextos similares, como en Mt 10,38: “El que no toma su cruz y me sigue”. Lc 14,27: “El que no carga con su cruz y viene en pos de mí”. Y quizá mejor, encontramos el eco de esta expresión en Mt 16,24: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Cf Mc 8,34; Lc 9,23 que añade después de “su cruz” “cada día”. 40. El procónsul Egeates, esposo de Maximila, hace a Andrés una pregunta llena de intención y de significado: “¿Quién es el crucificado a quien, según tus órdenes, debe prestar atención toda la Acaya?” (MartPr 11,1). Es una simple alusión a la predicación apostólica, de la que el punto central es prácticamente Cristo crucificado. Así consta por la 1 Cor 1,23; 2,2: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado” leemos en 1 Cor 1,23. Y en 1 Cor 2,2 Pablo reconoce que no sabe otra cosas que a Jesucristo, y a éste crucificado”. 41. En una nueva alocución, hace Andrés una relación sucinta de su ministerio diciendo: Cristo Jesús “nos eligió a nosotros sus apóstoles y nos dio poder para que fuéramos a todas las gentes y predicáramos en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados” (MartPr 12,2). En estas palabras podemos distinguir varias alusiones: a) La llamada de los Doce (Mt 10,1; Mc 3,14-15; Lc 6,13). De Lucas tenemos el verbo eklexámenos: “escogió a doce de ellos a quienes denominó apóstoles”. En Mateo: “Les dio poder” (exousían).- b) La misión. En Mt 28,10 leemos pánta tà éthnē. Pero en Lc 24,47 tenemos el texto del Apócrifo prácticamente completo. Estaba escrito, dice Jesús “que se predicara en su nombre la penitencia para el perdón de los pecados a todas las gentes”. Otros textos: Mc 16,15: “Id a todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”. Y en 13,10: “Predicar a todas las gentes”. Pueden verse los pasajes de Hch 15,17; Rom 1,15; 16,26; 2 Tim 4,17. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 20 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Transcribo hoy las opiniones conclusivas de Miguel Pérez Fernández, sacerdote católico, sobre el retrato o imagen del mesías en el Targum palestinense que refleja el pensamiento del judaísmo del siglo I de nuestra era: “En el Targum palestinense el mesías tiene un rasgo primero y decisivo: es rey, y rey de la casa de Judá, y es libertador del pueblo, congregador de todos los cautivos de Israel y de todos los judíos de la Diáspora, líder con Moisés de un nuevo y definitivo éxodo, dominador de las naciones, restaurador del reino de Israel, guerrero y justiciero, vengador de Israel, vencedor de Gog y Magog [dos reyes míticos que simbolizaban a todos los enemigos de Israel desde Ezequiel 38 y 39 y Apocalipsis 20,8]. “Estos rasgos del más típico mesías nacional están matizados por otras afirmaciones: no tolerará el derramamiento de sangre inocente ni la rapiña ni la desvergüenza, inaugurará una época de abundancia en la el pueblo encontrará su liberación definitiva; precisamente en su tiempo la Ley será observada y se convertirá en la medicina que cure la herida producida en el pueblo por la mordedura de la serpiente primitiva; el mesías es realmente un enviado de Dios que viene de lo alto, legitimado por la palabra de Yahvé que lo acompaña, y que trae una salvación eterna, no pasajera como fue la de otros “redentores” de antaño. La aparición de este rey permanece en el secreto de Dios; se espera en una noche de Pascua y surgirá en medio de un pueblo dedicado al estudio y cumplimiento de la Ley. “En este retrato aparece un rasgo central: es el liberador enviado y legitimado por Dios; el Targum palestinense acentúa los trazos del rey guerrero, que denotan una comprensión bélico-política-nacional de la salvación; pero también se advierten aunque en segundo plano otros trazos que hablan de la existencia de otra concepción de la liberación, más ligada a los círculos piadosos y estudiosos de la Ley que a los políticos y militares. “El Targum de Onquelos y la literatura rabínica (posteriores a la época de Jesús) van a acusar más este aspecto en el retrato que ellos hagan del mesías. La tradición mesiánica regia sufrió una profunda revisión · Por razones políticas (prudencia frente a Roma), · Psicológicas (frustración tras el fracaso de los diversos movimientos revolucionarios mesiánicos) y · Teológicas (pretensión cristiana de que la ley había sido abolida). Así el judaísmo vino a recuperar una tradición que el carácter belicoso de los sacerdotes-reyes macabeos había oscurecido en demasía. “Uno entiende que hay un punto que merece estudiarse con mayor cercanía para dilucidar con realismo lo que hay detrás de los tópicos y los clichés literarios: ¿qué salvación se esperaba del mesías en realidad? El paso del mesías rey al mesías maestro expresa una frustración, pero también una purificación. La aparición del mesías sufriente, la asunción por parte del mesías de los rasgos del Siervo de Yahvé indica que la dureza de la vida enseñó a judíos y cristianos que el mesías tenía que padecer y que la salvación no se podía entender exclusivamente en términos políticos o nacionalistas que, a la postre, no eran más que racistas o meras superficialidades y contingencias” (pp.288 y 289). Este sabroso texto merece un breve comentario que haremos en la próxima postal. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 19 de Mayo 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero La lectura del libro El Secreto, gran éxito de ventas por cierto es decepcionante desde muchos puntos de vista y es interesante para reflexionar sobre la estupidez humana. “Hay dos cosas que son infinitas” –se dice que dijo una vez A. Einstein- el universo y la estupidez humana. Y de la primera no estoy totalmente seguro”. El tema y mensaje del libro se resumen en los siguientes principios: Lo semejante atrae a los semejante. Es una ley universal. Aplicada al mundo de los pensamientos humanos se formularia: los pensamientos positivos son realidades positivas y atraen a objetos positivos. Si pienso positivamente atraigo sobre mí el objeto de mi deseo, que será bueno. Si pienso negativamente, atraigo sobre mí el objeto de mi rechazo (temeroso), que será malo. Los pensamientos se convierten en realidad. Piensa positivamente y tendrás todo lo bueno: salud, riqueza y amor. Por ejemplo: el mundo es de un potencial infinito y hay riquezas para todos. Lo que pasa es que este principio elemental no lo conoce en la práctica nadie. Es un secreto. Sólo lo “conocen” y practican algunos sabios. El libro es una exposición pública del “secreto” de modo que la gente lo conozca y lo practique. En primer lugar, el libro parece “literatura” popular muy norteamericana, no sólo sencilla, sino simplista, y engañosa para gente sin apenas cultura, tal como es usual en Norteamérica. El que en otros países tenga éxito se debe a la propagación del “American Way of Life” y a la falta de cultura que se está generalizando alarmantemente en nuestra sociedad. La credulidad de base para aceptar el mensaje del libro –por cierto muy breve y de muy fácil lectura, pedagógicamente bien escrito con sus dibujitos, imágenes y sobre todo con sus resúmenes de “ideas”/mensajes al final de cada capítulo- está generada por una cierta desconfianza hacia la visión de Dios, del universo y del ser humano expandida por las religiones usuales y la sustitución de ella por las revelaciones de pseudoprofetas que se presentan a sí mismos muy bien –según las reglas del mercado de la comunicación- y que tocan fibras oportunas de las gentes incultas. Se “tira” al Dios tradicional por la ventana (junto con el punto de vista social y religioso tradicional, la cosmovisión recibida en general y el papel del ser humano en el mundo-, y se admiten por la puerta trasera multitud de diosecillos en sustitución del abandonado. Creo que al principio, en la mente de Rhonda Byrne -figura humana al estilo “Barbie” que me inspira poca confianza- el movimiento de expansión del famoso principio de la “Ley de la atracción”, fundamentada en la “Ley de que lo semejante atrae a lo semejante”, pudo surgir de buena fe, y de un modo elemental. Al fin y al cabo tal doctrina se ha expandido ya en nuestra época con las ideas homeopáticas (“lo semejante se cura con lo semejante”). Pero tras la realización de un documental acerca de “El Secreto” y su asombrosa difusión, más luego la constitución de una Sociedad de responsabilidad limitada y la edición del libro con 24 coautores, se nota que se ha formado una sociedad de negocios para explotar comercialmente los beneficios de la credulidad. Ahora se reparten los derechos del documental y del libro que comentamos entre los miembros de esa sociedad (los “coautores”), y el interés creado suscita una corriente de clientes a las ramas y entidades profesionales de cada uno de los “cofirmantes”. Todo ello es lícito, pero ahora debe de ser el interés principal: generar dinero. El ámbito del libro es el de los consejos que sirven para la comprensión de la divinidad (que es racional; es la Mente rectora del universo), de este universo y del ser humano. El género literario es tan viejo –y posiblemente tan verdadero en algunos aspectos-, como las doctrinas panteístas que comienzan con los filósofos jónicos griegos (Tales de Mileto, Anaximandro, Anaxímenes) y culminan –en otro ámbito muy distinto y profundísimo- con Baruc de Spinoza. El papel central del ser humano en el mundo se inicia en nuestra civilización con los sofistas (Protágoras y Gorgias) y con Sócrates, así como la filosofía hedonista (con la que la mayoría de las gentes está de acuerdo) fue impulsada por Aristipo de Cirene y continuada por Epicuro. Sin duda el eliminar el miedo a los dioses y a las fuerzas adversas, el generar un optimismo interno a toda prueba y un hedonismo rampante (salud, dinero y amor) son ideas aceptadas por la generalidad. Ellos, los coautores del libro, las presentan de otra forma –el “secreto” sirve para difundir un aura de misterio- y las explotan comercialmente. Siempre sucederá así con el que “dé con la tecla”. El secreto del éxito es misterioso. Todos somos capaces de analizar sus ingredientes, pero ignoramos las proporciones, la oportunidad y la presentación. Ellos han acertado comercialmente. Ese fantástico “secreto” es en realidad el secreto del éxito comercial de un libro simplicísimo y lleno de falsedades evidentes: el don de la oportunidad y la correcta mezcla y proporciones de los elementos surge por intuición o casualidad en los libros más dispares (piénsese en El Código da Vinci). El mundo del control de las actividades sociales del ser humano, amén del papel rector de éste en el mundo, las normas sobre cómo “navegar” en la vida, etc., son igualmente tan viejos como la colecciones de proverbios y normas morales que nos son muy conocidos en la civilización grecorromana –Proverbios del Pseudos Focílides-, en la hebrea/aramea (Libro de la Sabiduría de Ajicar; el libro mismo de los Proverbios de la Biblia, etc., muy influido por el de sus vecinos de Egipto), en la egipcia (colecciones de cuentos morales y de proverbios para dirigir la vida) y en otras, como las mesopotámicas anteriormente. En fin, nihil novi sub sole: ¡“Nada nuevo bajo el sol! El núcleo principal de la “Ley de la semejanza” es también muy conocido, el famoso “Similia similibus” (“lo semejante con lo semejante”) de los latinos, pero esa ampliación del dicho tradicional hasta afirmar que nuestros deseos se objetivan y se hacen realidad (“los pensamientos se hacen objetos”) es una majadería solemne, entre muchas otras del libro, que no necesita ni rebatirse. Por otro lado, refutar las proposiciones obviamente estúpidas es muy difícil y produce una desgana mortal en los seres cultivados. Además, está la conciencia de que toda refutación es inútil, porque los necios no te van a hacer caso ninguno. Pienso también que a muchos que se crean las doctrinas del presente libro a pies juntillas se sentirán pronto decepcionados cuando la realidad de la vida les haga ver que los pensamientos no se concretan en objetos y que los buenos deseos, por mucho que ser repitan, no logran sus objetivos, ni evitan los accidentes, etc. De todos modos, la norma general de pensar en positivo es indudablemente buena. Pero la objetivación absurda de esta norma psicológica elemental conduce inexorablemente a la irrealidad y a la frustración. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 18 de Mayo 2010
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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