Notas“Compartir” (317) Preguntas y respuestas de 03-12- 2021.PREGUNTA: "Las similitudes entre Isis y María, como las de Marcos 15,28 con Salmo 22,18 por ejemplo, se deben como usted ha apuntado en varios libros, a que Jesús fue en vida un personaje sin relevancia ni eco alguno. Una persona que hace una serie de milagros advirtiendo que no lo comenten a nadie, una persona a quién ni su propia familia le cree, ni su hermano Santiago le cree, pero que sorprendentemente cuando muere y parece que empieza a parecerse a Cefas, a Pablo, a los 500, a los apóstoles, es cuando repentinamente tras esa aparición, Santiago si empieza a creer en él y se responsabiliza de la iglesia en Jerusalén, Pablo (tras otra aparición) deja de matar cristianos y se convierte repentinamente en su gran defensor, es cuando los apóstoles que corren como usted muchas veces ha dicho "como conejos" ante la muerte de Jesús, de repente parece que ven a Jesús resucitado y cobran todo el coraje del mundo y se empiezan a enfrentar a la muerte de cara sin miedo (el único que no muere ejecutado es Juan) y se dedican al extender el cristianismo (Pedro, que pide ser crucificado boca abajo porque no era digno de morir como su Señor resucitado, le había negado 3 veces, en vida.) y unido a que en sus propias palabras profesor, algo cambió radicalmente la vida de toda esta gente y que sin esa acción no se explicaría el surgimiento del cristianismo es por lo que nos hace pensar que realmente hubo algún tipo de situación extraña de alguna índole pero no podríamos decir realmente qué, pero algo tuvo que haber. Y es entonces cuando los evangelistas, a toro pasado, impresionados por esas apariciones a los apóstoles, a Pablo, a Cefas y a otro 500 más, rehacen la historia copiando mitos del Antiguo Testamento. Por eso se parecen tanto incluso se plagian porque se dan cuenta que realmente es algo grande y nadie ha escrito nada in situ (excepto la fuente Q que si es copiada en su época y por eso no añaden ningún tipo de cristología porque solo copian lo que va escuchando y ya está). Se dan cuenta cuando reciben múltiples testimonios de que si se está apareciendo muerto aquel tal Jesús, pero que antes habían pasado totalmente inadvertido. Claro que se parecen la Virgen e Isis pero como tantas otras cosas que se copian posteriormente para hacer la historia maravillosa una vez lo han visto resucitado. (Desde el Levítico al “Dios mío por qué me has abandonado”). Del Nuevo Testamento, quizá lo único que se puede sacar en claro es la hija de Jairo, que es otra de esas cosas de ser verdad al menos el hecho base, porque todo lo demás del Nuevo Testamento es muy posible que sea la construcción previa de una historia maravillosa previa a unas inesperadas apariciones post mortem que marcan el inicio del cristianismo, que marcan la vida de aquellos que la ven y los evangelistas hacen una historia haciendo una retro ingeniería histórica una vez que Jesús ha muerto y resucitado. La impresión que genera en toda esta gente que ha visto a Jesús resucitado es como si usted, Dr. Piñero, mañana por la mañana se levanta y dice: "No quiero estudiar nada más de la Biblia porque a mí lo que me gusta es hacer ganchillo", abandona completamente los estudios bíblicos y del Israel del siglo primero y se dedica a hacer ganchillo y cuando alguien le habla del Israel del siglo primero se levanta y se va. Renuncia a su sueldo de la Universidad de va a un monte a hacer ganchillo y cuando alguien le pregunta usted contesta que se le ha aparecido su abuela (que ya se le ha aparecido a más gente) y le ha hecho ver lo maravilloso del ganchillo. Pues es para tenerlo en cuenta sobre todo considerando que otros lo hayan visto también y ella han cambiado radicalmente su vida a resultas de esa misma visión. Un cambio absolutamente radical que los evangelistas fabrican unos antecedentes maravillosos para darle cobertura a esas apariciones reales e inesperadas que están viendo por eso no se sabe nada de los 12 años a los 30. No saben qué poner. RESPUESTA: Es muy difícil responder a este largo alegato en breves palabras, como me he propuesto. Pero impresionado como estoy por parte del final de esta comunicación ("No quiero estudiar nada más de la Biblia porque a mí lo que me gusta es hacer ganchillo"), que alude a un cambio radical respondo: No fue la cosa tan simple como indica esta comparación. Apunto con cierta rapidez las vías de solución: 1. Jesús causa impacto en sus discípulos durante al menos 12 meses 2. Ocurre su muerte inopinada 3. Son de un conocimiento común las doctrinas judías sobre la victoria final del justo o siervo de Yahvé injustamente oprimido 4. La creencia general judía en la resurrección, menos los saduceos, y quienes pensaban que solo resucitarían los judíos; y otros que solo los judíos y gentiles justos. 5. La solución de la disonancia cognitiva (lo mismo que una mujer que ha perdido a un hijo o un marido muy querido) por las mujeres del grupo, que lo sienten vivo al lado de ella o ellas. 6. El convencimiento de los varones del grupo 7. La solución definitiva a la disonancia cognitiva dada sobre todo por la inmensa y judía interpretación por parte de Pablo de la muerte y resurrección de Jesús, tras un convencimiento de que los perseguidos por él podían tener razón 8. El desarrollo de las teorías paulinas por medio de los evangelistas y los teólogos posteriores Así pues, no hay ningún cambio radical del filólogo e historiador que de repente se hace amante del ganchillo, sino un proceso de un año o más explicable por la sociología, la psiquiatría, la antropología con el trasfondo de las creencias judías e ideas parecidas dentro de la religión popular grecorromanas. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 3 de Diciembre 2021
Comentarios
Notas(01-12-2021) ( 1203)
Escribe Antonio Piñero
Una vez que se han superado las dificultades de impresión y plegado de un libro “gordito” y con papel muy fino, como es la edición del Nuevo Testamento que ahora comento, me parece oportuno indicar que esta obra contiene diversas propuestas que son originales de los autores y poco o nada conocidas en el mundillo de la investigación del Nuevo Testamento. No deseo que pasen desapercibidas de ningún modo, y exhorto a los estudiosos de este corpus que escriben en español que se pronuncien sobre ellas con argumentos. Los autores estamos deseosos de aprender de reseñas serias. Y apunto al grupo de investigadores de la Universidad de Deusto, quienes han recibido reseñas críticas de parte de quien esto escribe, pero ellos nunca han correspondido con crítica positiva alguna. Solo, que yo sepa, en una ocasión, en la págs. 243-244 de la obra en común “Qué se sabe de…Jesús de Nazaret” criticaban las opiniones de G. Puente Ojea, J. Montserrat y F. Bermejo De ellos decían que eran muy eruditos, pero que criticaban lo siguiente, cuando el último citado sobre todo que en los investigadores confesionales, aun no teniendo mala fe alguna, se veía “una falta de genuino interés por la recuperación cabal e incondicional del Jesús histórico”. A lo que respondieron: “Nos parecen inaceptables descalificaciones a priori como esta, y ello es una de las razones que nos ha movido a escribir este libro (el citado arriba). Nadie está libre de presupuestos...”. En mi obra “El Jesús histórico. Otras aproximaciones”. Trotta, Madrid, p. 82, he respondido del modo siguiente, que parafraseo un tanto: “Me pregunto entonces cómo es posible que José Montserrat, G. Puente Ojea y F. Bermejo, que se han pasado la vida estudiando, manifiesten en sus libros conclusiones a priori. A priori…, ¿después de larguísimos años de investigación? Sencillamente no lo veo. No se puede tener una enorme erudición y a la vez formular descalificaciones a priori, salvo que se les juzgue gente de mala voluntad. Y esto me parece demasiado. Pienso, por el contrario, que cuando un investigador pertenece a una iglesia, tiene ciertos límites que no puede traspasar. Si no, que se lo pregunten a José Antonio Pagola..., personaje sobre cuyas ideas y sus consecuencias con la jerarquía española hemos hablado aquí. La pertenencia a una organización estructurada impone límites ciertos al pensamiento. La afirmación final de Aguirre, Bernabé y Gil de que «nos parece adecuada la expresión ‘Jesús real’ para referirse al Jesús de la fe, el presentado por los evangelios canónicos» (p. 248) me parece profundamente inadecuada para una obra de talante histórico como es la que ellos editan”. Paso a formular brevemente lo que creo que son innovaciones serias y meditadas de “Los libros del Nuevo Testamento”: · El Nuevo Testamento debe editarse con un orden muy diferente. El orden actual entorpece seriamente la comprensión global del Nuevo Testamento. Por ejemplo, para entender hay que leer primero a Pablo y luego a los Evangelios, y no al revés. · El Nuevo Testamento no es el fundamento del cristianismo, sino de un cristianismo, vencedor, el paulino. Esta idea expresada ya en “Cristianismos derrotados” recibe un considerable refuerzo con el estudio de la estructura numérica de las obras de ese corpus. · Ni Jesús ni Pablo fueron los fundadores del cristianismo. Ambos fueron judíos profundamente convencidos de su religión y observantes de la ley de Moisés. En todo caso, el primero deseó reformar el judaísmo y darle mayor calado y hondura a la observancia de la ley de Moisés; el segundo, ante la inminencia de la parusía según creía firmemente, no tuvo más intención que “Vivir su judaísmo en el Mesías”. Los fundadores del cristianismo de hoy son los seguidores de Pablo y la consolidación del cristianismo duró siglos. · No existió jamás una “Gran Iglesia Petrina” unificada y unificante que admitiera en su seno condescendientemente la obra de un Pablo positivamente edulcorado. · La interacción de las obras neotestamentarias del cristianismo en el estadio posterior al año 70 e.c. cómo unas obras suponen la existencia de otras (ejemplos: Mateo y Lucas presuponen la existencia de Marcos; Efesios complemente a Colosenses; 2 Tesalonicenses corrige a 1 Tes.; la Epístola de Judas supone la existencia de 1 Corintios; Hebreos, la Carta de Santiago y 2 Pedro presuponen un conocimiento de la correspondencia paulina), de modo que la conclusión fue obra una Gran Iglesia paulina parece deducirse obligatoriamente. · Formular que Pablo “liberó a los cristianos de la observancia de la ley de Moisés”, es una simplificación insostenible, entre otras razones porque la ley de Moisés contiene el Decálogo. Es necesario explicar que la ley mosaica es doble: una universal y eterna, obligatoria para todos, y otra específica y temporal (recibe una visión nueva en tiempos mesiánicos) obligatoria solo para los miembros natos de la alianza de Dios con Abrahán, los judíos, obligados a cumplir la ley de Moisés completa incluso aun creyendo que Jesús es el mesías. El pagano convertido a esa fe no tiene que hacerse judío, circuncidándose, si es varón, cumpliendo además las leyes de los alimentos y de la pureza ritual. El pagano ha de seguir siendo gentil, no judío, pero creyente en Jesús como mesías, y observando la ley del Mesías que es la Ley del amor”. · El libro de Hechos de Apóstoles no es obra de Lucas, sino de un discípulo suyo que imita conscientemente su teología y estilo. Pero las diferencias de lengua de pensamiento teológico y algunas contradicciones palpables no permiten que se atribuya sin más a “Lucas” la autoría conjunta del Evangelio y de Hechos, redactado decenas de años después del primero. ·Los dichos de Jesús del Evangelio de Juan son el producto de una representación parateatral de los profetas cristianos que acomodaban la imagen sencilla de Jesús de los Sinópticos a la de un Jesús profundo y místico. Los cristianos que oían esas “palabras de Jesús” en la liturgia eran perfectamente conscientes de su actualización. Por ello las aceptaban como si fueran de Jesús. · La Carta de Judas supone 1 Corintios, pues la descripción de la herejía combatida por el autor sin nombrarla nunca, tiene todos los rasgos y casi en el mismo orden que los defectos que Pablo halla en la facción de los espirituales de Corinto. Hay, pues, notables novedades en esta edición. Los autores esperamos críticas para mejorar la edición. El grupo de Deusto es invitado especialmente, junto con los expertos que publican en diversas páginas digitales de “religión” Saludos cordiales de Antonio Piñero https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/s
Miércoles, 1 de Diciembre 2021
Notas(29-11-2021) (1201)
Conclusiones sobre la lista de escritos más antiguos sobre Jesús (hasta mediados del siglo II) (29-11-2021) (1201)
Escribe Antonio Piñero Continúo comentando “Los cuatro Evangelios” de Santiago Guijarro, 4ª edic. Editorial Sígueme, Salamanca 2021. Es interesante, continúa Guijarro, observar que los Evangelios mejor atestiguados (Mateo; Juan; Pedro y Tomás) indica que los textos cuyos autores –ciertamente presuntos– eran apóstoles, o mejor, atribuidos a un apóstol. Esto revela uno de los criterios del proceso de selección: la procedencia apostólica, fuera real o fingida. Guijarro escribe expresamente que es posible que entre los cristianos del siglo II se copiara más veces el Evangelio de Tomás que el de Marcos (que ya se repetía en gran parte en Mateo y Lucas) Segundo: la tradición de Jesús se repetía (copiaba) en formas diversas: junto a escritos cuyo centro es la pasión (EvPedro; añado el “Relato primitivo de la Pasión”; que no está en la lista porque de él no hay manuscritos, pero que puede reconstruirse con seguridad; “Fuente de los signos / milagros, también reconstruible; Evangelio de Judas) o la infancia (evangelio de la infancia de Jesús como el atribuido a “Tomás, filósofo israelita”; “Protoevangelio de Santiago”); había otros concentrados en los dichos de Jesús (“Evangelio de Tomás gnóstico” y podemos añadir la “Fuente Q”). Tercero: el grupo más numeroso es el de los evangelios que incluyen diversas formas literarias y con un cierto carácter biográfico. Entre ellos destacan Mateo, Juan, Lucas y Marcos (el menos copiado) y otros evangelios luego apócrifos de los que no quedan más restos en forma de citas (Evangelios de los hebreos, de los nazarenos, de los egipcios = ¡Ojo! no el del mismo título que el hallado entre los textos de Nag Hammadi, sino el citado por Clemente de Alejandría y Epifanio de Salamis: texto en “Todos los Evangelios” de edit. EDAF, Madrid, p. 624). Evangelios que fueron compuestos en el siglo I son solo los cuatro canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y muy probablemente Juan). El resto son difíciles de fechar con exactitud, aunque sí con bastante probabilidad. Así, en lo que respecta a la cronología, la p. 29 del libro de Guijarro termina con un cuadro: 1. Entre el 50-70: “Fuente Q” / “Relato primitivo de la Pasión” / “ Fuente de los signos” 2. Entre el 70-100: Marcos/ Mateo/ Lucas / Juan 3. Entre 100-130: EvTomás / EvPedro / EvEgipcios/ EVHebreos / EvNazarenos / Papiro Egerton / (Aquí presenta Guijarro el “Evangelio de los ebionitas” que no ha mencionado en lista de la pp. 24 y 26-27) 4. Entre 150-180: otros evangelios gnósticos EvVerdad (obra del gnóstico Valentín, de tenor y contenido inclasificable en alguna de las categorías indicadas); EvJudas. Estoy prácticamente de acuerdo con esta clasificación, salvo quizás con la del Evangelio de Verdad, de Valentín, que quizás sea muy antiguo, en torno al 140. Pienso igualmente que estas divisiones siguen siendo interesantes como materia de reflexión. Es más que interesante que para la reconstrucción del Jesús históricos los tres Evangelios Sinópticos (Mc /Mt / Lc) sean los más antiguos, junto con el “Fuente Q”, el “Relato primitivo de la Pasión”, “Fuente de los signos”. Estas son las fuentes que la crítica literaria e histórica utiliza para reconstruir el Jesús histórico. El Evangelio de Tomás gnóstico (según opinión de una notable mayoría de críticos hoy día –ha pasado el tiempo de Köster; Crossan y colegas, más el Jesus Seminar) sirve en general como refuerzo de que un dicho de Jesús está mejor atestiguado. Saludos cordiales de Antonio Piñero https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/9788413640242/
Lunes, 29 de Noviembre 2021
Notas(26-11-2021) (1201)
Escribe Antonio Piñero
Foto: Papiro de Oxirrinco 840 La Introducción general del libro de Santiago Guijarro sobre Los cuatro evangelios” lleva el título general “La selección de los Cuatro”. y se abre con una subsección atractiva sobre La “pluralidad de libros sobre Jesús en el cristianismo naciente”. Señala el autor cómo la tradición sobre Jesús se cristalizó en una pluralidad de libros, muchos de los cuales no pudieron alcanzar la denominación de “canónicos” / “oficialmente aceptados”. Indica también Guijarro, siguiendo los pasos de James Dunn, que la tradición sobre Jesús se inició “a partir de los recuerdos de quienes lo habían conocido o habían oído hablar de él. Al principio tales recuerdos formaron pequeñas tradiciones orales que en tres fases cronológicamente sucesivas se plasmarían en los textos evangélicos que conocemos. La primera fase estuvo dominada por la tradición oral. En la segunda, la tradición oral coexistió de igual a igual con la tradición escrita (al principios eran pequeños billetes, “hojas volantes”, normalmente hojas o resto de hojas de papiro, en las que comenzaron a ponerse por escrito tales tradiciones orales de dicho y hechos del Maestro). Y la tercera fase se caracteriza por el predomino de la tradición escrita…, aunque siguió en parte la oral, pero muy disminuida y relativamente poco interesante. Lo importante es caer en la cuenta de que la traición oral sobre Jesús duró aproximadamente un siglo. Justino Mártir, hacia el 150/160 es el primer testigo formal de un inicio de traiciones compactas por escrito sobre Jesús que denominó no “evangelios” sino “Recuerdos de los Apóstoles” (Primera Apología 66,3). Gajarro presenta al lector un catálogo de los escritos más antiguos sobre Jesús compuestos cuando aún estaba viva la tradición oral. Tal lista se elabora a través de dos tipos de información: A. Citas de autores eclesiásticos posteriores, y B. Textos hallados por sí mismos o en los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento. Para el lector es muy útil esta lista (p. 24; hay una ampliación de los datos sobre las fuentes que dan testimonio de su existencia en las pp. 26-27). Son los siguientes: Evangelio de Mateo / de Juan / de Lucas / de Marcos / de Tomás (gnóstico) / Evangelio de la Infancia de Jesús / Protoevangelio se Santiago / Evangelio anónimo del Papiro Egerton 2 / Evangelio de la Verdad / Evangelio de Judas / Evangelio de los hebreos / Evangelio de los nazarenos / Evangelio de los egipcios. A estos textos hay que añadir los reconstruidos técnicamente por medios filológicos, aunque no se conserven copias: Relato previo de la Pasión / “Fuente Q” / “Fuente de los signos o milagros de Jesús”. Guijarro no se atreve a alargar la lista de textos posibles, porque –en su opinión– no se puede dar totalmente por segura su composición en el siglo, aunque hay muchos investigadores serios que se inclinan por esta fecha. Son los siguientes: Papiro de Oxirrinco 5072 / Papiro de Oxirrinco 840 / Papiro Vindobonense G 2325 / Papiro de Oxirrinco 1224 y Papiro Wilfred Merton 51. Esta lista es sumamente interesante porque pone ante los ojos del lector que la tradición sobre Jesús no se reduce meramente a los Evangelios, sino que hay bastantes más testigos hasta mediados, más o menos, del siglo II. Este hecho pone más aún en graves aprietos a los que niegan la existencia histórica de Jesús de Nazaret (como siempre, distinguiendo entre Jesús y Jesucristo). Para negar su existencia hay que montar teorías complicas e inverosímiles de confabulaciones e inventos de grupos un tanto chalados que otros siguieron dócilmente, o bien suponer que los autores anónimos de todos estos escritos fueron engañados, o eran “engañantes” fraudulentos por sí mismos que contribuían a fabular sobre la existencia de un personaje inventado, pero sobre el cual mantenían ideas muy distintas de los Evangelios canónicos. Como mínimo una tarea imposible o que cojea de modo irremediable. Saludos cordiales de Antonio Piñero https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento/
Viernes, 26 de Noviembre 2021
Notas1199.- 24-11-2021Escribe Antonio Piñero En el “Prólogo” (p. 7) escribe el autor que su libro “intenta recoger los principales resultados a los que ha llegado la exégesis bíblica durante los dos últimos siglos”. Siento de veras discrepar del autor nada más empezar. Después de leer el libro detenidamente, no veo en él los resultados de la investigación de los últimos doscientos años. De ningún modo. Solo recoge los resultados de la exégesis confesional y únicamente de un tipo. Por ejemplo, no recoge algunos de los resultados que provocó la aparición en 1836-1837 de la “Vida de Jesús críticamente elaborada” de David Friedrich Strauss… Y desde luego –siguiendo el sendero de James D. G. Dunn que señalé en la última postal-- nada de los resultados de la crítica francesa de principios del siglo XX (Loisy y colegas ya citados), de la crítica en lengua inglesa de Charles C. Hennel, Samuel G.F. Brandon, Hyam Maccoby, Paul Winter, Bart Ehrmann, Richard H. Hiers; en alemán, Karl Kautsky, Robert Eisler, Johannes Weiss que han modificado la exégesis confesional. Y hoy día en lengua española se han producido obras muy serias en torno a la crítica de los evangelios que desembocan en figura de Jesús, como la de Gonzalo Puente Ojea, José Montserrat y Fernando Bermejo (y no necesito mencionar las mías por mero pudor) que afectan directamente, como digo, no solo a la persona de Jesús sino a la valoración de los Evangelios como literatura o como biografía y las cuestiones adyacentes de historicidad de los textos evangélicos…, obras que son absolutamente ignoradas en la bibliografía de Guijarro. Y no por falta de espacio o papel, puesto que en las abundantes páginas dedicadas a esta literatura secundaria se incluyen artículos breves o de muy pocas páginas que considero poco conducentes al objetivo del libro presente, pero que al ser confesionales tienen el honor de ser citados. No me parece que la selección bibliográfica de este libro sea imparcial. Y este fenómeno se repite en la literatura española de tenor religioso confesional. Diría que es una bibliografía “de parte”. En la página siguiente del Prólogo es donde aparece por primera vez la designación de “iglesia apostólica”, designación que critiqué igualmente en mi postal anterior cuando se afirma que esta iglesia fue la inspiradora del proceso de selección de cuatro evangelios, y no las demás que había, lo cual marca la pauta confesional que orienta este libro. Ahora bien, la decisión de estudiar solo los cuatro evangelios canónicos me parece correcta por parte del autor; al fin y al cabo son estos los que han ejercido la inmensa influencia que debe reconocérsele. Otro acierto que se indica en el “Prólogo” es no aislar el estudio de los cuatro evangelios de la lista de libros sagrados del cristianismo primitivo sin separarlos de “otros libros sobre Jesús compuestos en el periodo formativo del cristianismo”. Admito con gusto, pues, que ambientar a los evangelios aceptados en el contexto configurado por esos otros libros, aparte de ser una adquisición de una investigación más cercana a nuestros días, ayuda a entender los evangelios canónicos. Se sitúan así estos escritos en su marco natural, y ese marco ayuda a rastrear el proceso que condujo a elegir solo cuatro de entre ellos. Respecto a las relaciones de los tres evangelios sinópticos, Marco, Mateo y Lucas, con el Evangelio de Juan, pienso que el autor del libro de Guijarro tiene razón en acentuar que gran parte de la literatura al respecto se ha dedicado sobre todo a marcar las grandes diferencias entre el grupo de los tres y el Evangelio de Juan, y ha olvidado que los cuatro evangelios canónicos en conjunto, comparados con otros escritos “evangélicos” de la época (más o menos), hace que resalten más las semejanzas entre ellos y se relativicen en parte las diferencias. Y esta semejanza es muy importante…, tanto como las diferencias. Las semejanzas entre los cuatro llevan a nuestro autor a la reconfortante idea de que los cuatro comparten una tradición básica: eso ayuda a reconstruir la imagen del Jesús histórico. Disiento del autor en que este mantiene, sin dudar en absoluto y sin retraerse al menos un poco ante el número de dificultades que comporta, que el Evangelio de Lucas y los Hechos de apóstoles (ojo: el título de la obra, según la inmensa mayoría de los manuscritos importantes que lo han transmitido, no es “Hechos de LOS apóstoles”, sino “Hechos DE apóstoles” (sin el “los”), lo cual da un tono diferente a la obra. Nuestro autor no cae en la cuenta tampoco, y consecuentemente no lo explica, en el capítulo dedicado a los Hechos. Si llegamos, o tenemos oportunidad de hacer una crítica de este capítulo, expondré mis razones del porqué no creo que Lucas y Hechos hayan salido de la misma mano, sino que las dificultades de la conjunción de las dos obras como si hubiesen salido de la misma pluma se explica muchísimo mejor, si Hechos fue compuesto por un discípulo de “Lucas”, que continuó sus ideas e imitó conscientemente su estilo, pero que muestra notables diferencias tanto este apartado como en el de la ideología, e incluso en algunos hechos. Por ahora, dejémoslo aquí, sin extenderme más. Por último es interesante la disposición del material evangélico por parte de Guijarro, ya que cuando aborda el estudio de cada uno de los Evangelios y Hechos hace anteceder una “lectura” interpretativa de su contenido dejando para el final las cuestiones de autoría, fecha y lugar de composición. Con otras palabras: primero se ofrece el texto interpretado, dando al lector los instrumentos para leerlo “críticamente” (del sentido de este adverbio para nuestro autor hablaremos), y luego se abordan las cuestiones mencionadas de autoría, etc. Seguiremos con el comentario, porque este libro tiene mucho contenido que se puede analizar debidamente. Saludos cordiales de Antonio Piñero https://www.trotta.es/libros/los-libros-del-nuevo-testamento
Miércoles, 24 de Noviembre 2021
Notas(1998 / 22-11-2021)
Escribe Antonio Piñero
Prometí en la entrega anterior ponderar con mayor amplitud la tesis de James D. G. Dunn en “Redescubrir a Jesús de Nazaret. Lo que la investigación histórica ha olvidado”, pero releyendo lo escrito, no creo que deba explayarme más. Para mí el “Jesús recordado” y la descripción de los fallos de la investigación es totalmente decepcionante. Insistiría en que los fallos que detecta Dunn en la investigación se dan en la exégesis tradicional y no en la independiente. Y a mediados del siglo XIX se conocían los rasgos generales y básicos, “característicos” o “emblemáticos” de la figura de Jesús…, y no digamos desde los tiempos de las llamadas “tesis modernistas” a inicios del siglo XX en donde la investigación francesa con Alfred Loisy a la cabeza, seguido por Maurice Goguel y Charles Guignebert, quienes dibujaron en algunos puntos de la imagen del Jesús histórico casi loa rasgos definitivos… hasta hoy. Pero claro…: Dunn no los tuvo en cuenta porque no era bibliografía confesional. Ese sesgo, yo dir2ía que sectarismo, ha sido nefasto en esta bibliografía confesional y solo hoy día empieza a remediarse y no en todo. Por tanto, C¡comienzo hoy una miniserie dedicada al comentario de esta obra, publicada por Sígueme, Salamanca, 4ª edición, 669 páginas; ISBN 978-84-301-2101-4. Precio 34 euros. Esta obra ha tenido un buen éxito como se deduce del hecho que esta nueva edición ha sido cuidadosamente revisada y aumentada por el autor, catedrático de Nuevo Testamento de la Universidad Pontificia de Salamanca. El libro se divide en dos partes básicas con una Introducción importante, cuyo tema es el porqué de la selección de cuatro evangelios entre una cierta multitud de ellos que podía haber ya a finales del siglo I. Una descripción de la visión panorámica del conjunto de los libros sobre Jesús en el cristianismo naciente permite al lector exponer cómo eran recibidos estos libros variados en las primeras comunidades, por qué se escogió el término “evangelio” para designarlos como grupo (primero a los cuatro canónicos; luego también a los otros) y cómo tal selección de cuatro “oficiales”, muy firme y bien asentada en general en la Iglesia, se observa en los primeros manuscritos conservados hasta hoy, normalmente papiros, que copian esos cuatro y no otros. La parte primera se ocupa de “la formación de los Evangelios” y tiene cuatro grandes temas o apartados. El primero trata de la relación de los cuatro evangelios canónicos entre sí, a menudo un tanto sorprendente. La segunda aborda una cuestión importantísima en el origen de los evangelios: la tradición oral. Esta fue sin duda lo más trascendente y básico en los inicios del grupo judeocristiano de seguidores de Jesús, puesto que el Israel de la época era una sociedad de cultura oral y no literaria. Es interesante aquí cómo Guijarro prueba, o mejor muestra, que la tradición oral tuvo su origen en Jesús mismo, cómo se desarrolló en la época de los apóstoles y qué papel fundamental desempeñó posteriormente en la composición de los evangelios. La tercera sección explica que hubo un cierto número de composiciones previas a los cuatro evangelios canónicos, puestas por escrito, que reunían dichos y acciones de Jesús. Guijarro aclara el contenido y valor de las más importantes: 1. El relato primitivo, anónimo, de la pasión, previo al Evangelio de Marcos y que este utilizó sin duda. 2. El famoso “Documento Q”, o “Fuente Q”, del que no se ha conservado copia alguna, pero que muy probablemente existió a pesar de ello. Aquí aclara Guijarro su contenido y propósito y la discusión sobre su existencia, exponiendo otras propuestas que procuran explicar los parecidos, o contactos, entre los Evangelios sin recurrir a esta fuente “Q” en realidad hipotética. Es interesante para el lector, porque será para bastantes algo desconocido, cómo Guijarro explica la posible existencia de una “Fuente los signos”, o milagros de Jesús, y cómo debe deducirse su realidad por medio del análisis del Evangelio de Juan y sus contactos con los otros evangelios, sobre todo Marcos y Lucas. Finalmente la cuarta sección aborda directamente el género literario de los evangelios, discutiendo extensamente si pueden considerarse relatos biográficos de Jesús y en qué sentido, si la respuesta fuere positiva. Trata también cómo los Evangelios son en parte reescritura de la tradición a la luz de otros tipos de reescrituras de textos ya sagrados entre los judíos, bíblicos obre todo. En esta sección se vuelve a tratar muy brevemente la historia del canon del Nuevo Testamento en lo que se refiere a la selección de los evangelios: la formación de un “evangelio con cuatro formas complementarias”, el “evangelio tetramorfo”. Naturalmente también se tocan en esa sección las cuestiones de fecha de composición, lectores a los que van dirigidos cada uno de los evangelios, y la autoría –también posible– de cada uno de ellos. La segunda y última parte del libro de Guijarro es una lectura de cada uno de los evangelios en la que se incluyen los Hechos de Apóstoles, porque el autor supone que el autor es el mismo que el del Evangelio de Lucas. El desarrollo de cada sección es en esencia tripartito: cómo se compuso el evangelio en cuestión; cómo debe leerse cada uno de ellos y los temas típicos de fecha de composición y autoría, que el autor engloba bajo la rúbrica “La situación retórica” de cada Evangelio más los Hechos. La conclusión, titulada “La memoria de Jesús”, resume las tesis del libro e insiste en el acierto de la “iglesia apostólica” (designación errónea a todas luces si se contempla el canon del Nuevo Testamento, compuesto por obras que no son apostólicas, ni muchísimo menos) de escoger a cuatro evangelios entre otros que ya existían…, y en mantener la pluralidad que supone cuatro acercamientos diferentes a Jesús, puesto que esta vía plural de acceso a Jesús “expresaba una doble convicción: que no hay un solo camino para llegar a Jesús, y que él está más allá de todos los caminos” (p. 601). El libro concluye con tres interesantes “Apéndices”, los textos (reconstruidos por la tarea filológica) del “Relato premarcano de la Pasión”, la “Fuente Q” y la “Fuente de los signos”, y finaliza con una amplia bibliografía Todo este interesante conjunto permite algunos comentarios que iremos desgranando en posteriores entregas. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Lunes, 22 de Noviembre 2021
Notas
Averiguar qué era el alma para los primeros cristianos es una labor que debe sumar esfuerzos: si lo que el judaísmo recibió de la religión cananea no es suficiente para comprender el cristianismo, buscar en las referencias culturales que influyeron en la religión de Jerusalén es inevitable. Por eso conviene revisar el mundo griego.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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