Notas(14-11-2021; 1196)Escribe Antonio Piñero El capítulo tercero y último del libro de James D. G. Dunn que estamos comentado “Redescubrir a Jesús de Nazaret” (Edit. Sígueme. Salamanca 2006) resume al principio los dos (de un conjunto de tres) primeros errores cometidos por la investigación en la “búsqueda del Jesús histórico”: 1 Asumir que la fe en Jesús supone un obstáculo insuperable para la investigación; 2. No tener en cuenta que la tradición primitiva sobre Jesús era ante todo oral, que empieza a formarse en vida de este y es lo más cercano que pueda imaginarse al Jesús histórico. Tras esa síntesis, Dunn aborda el tercer error de la investigación”: “Buscar un Jesús peculiar, en el sentido de distinto a su entorno”. El tercer error se materializa: A. En buscar como Jesús histórico a un Jesús no judío; y B. En intentar buscar un dicho o acción de Jesús que sea central, clave, y que una vez analizada sirva de llave para la descripción del Jesús histórico completo. La búsqueda de un Jesús no judío, o muy distinto al judaísmo normativo de su tiempo y muy peculiar llevaba también consigo el intento de liberar la pintura de Jesús del peso de los dogmas del cristianismo posterior. Investigar la figura y misión de Jesús siguiendo estas dos directrices se ha traducido en dibujar a un Jesús que representaba los verdaderos antípodas del judaísmo del momento. La religión y religiosidad de Jesús eran lo contrario exactamente a la religión y religiosidad de sus connacionales judíos. Afirma Dunn que estas orientaciones A. y B. han fracasado totalmente y que las pinturas de Jesús que han resultado de ella– como por ejemplo, un Jesús como predicador puramente moral, no apocalíptico, muy parecido a la figura de un filósofo cínico, o un Jesús que nada tenía que ver con los escribas y fariseos de su momento– han fallado totalmente y están hoy desacreditadas. Por todo ello en su tercer y último capítulo propone Dunn superar todos estos errores de la investigación, incardinar a Jesús dentro de su contexto judío y encontrar no solo algún que otro rasgo disonante, sino el ramillete de acciones y dichos de Jesús que lo caracterizan en su conjunto. Con otras palabras “Renunciar a la búsqueda de aquello que distinguía Jesús de su entorno y dedicarse a buscar, en cambio, tanto lo que era característico /emblemático de Jesús como judío, como lo que era característico de la tradición de Jesús tal como ahora la conocemos” (pp. 104-105). Emprende entonces Dunn la empresa de poner ejemplos que ofrezcan la “impresión global de Jesús”, más que un detalle específico concreto. El intento de nuestro autor está regido por la idea de que la tradición de base oral nos ofrece esa imagen global, que es muy cercana al Jesús histórico, precisamente por ser tradición oral que empezó a formarse ya en su vida terrena. De este modo afirma Dunn que son típicos de Jesús los siguientes rasgos: 1. Jesús fue un personaje profundamente judío. Tuvo un interés permanente por cuestiones típicamente judías: la obediencia a la Ley, la manera de observar el sábado, lo que debe considerarse puro e impuro, la asistencia a la sinagoga y al Templo. Jesús compartía todas esas preocupaciones. 2. Jesús dedicó una buena parte de su misión, si no la mayoría, a Galilea. 3. La proclamación del reino de Dios es el centro de la misión de Jesús. La idea de que el reino de Dios es a la vez presente (¡ha venido ya!) y futuro (su plenitud está aún o por venir son dos corrientes bien enraizadas y atraviesan toda la tradición sinóptica. 4. La tradición sobre el uso de la expresión Hijo del Hombre por parte de Jesús está totalmente arraigada en la tradición. Por tanto no se puede aceptar que todo el motivo del Hijo del Hombre fue insertado en la tradición de Jesús en un periodo postpascual. Igualmente no es correcto afirmar que Jesús solo la utilizó para designarse modestamente a sí mismo, y negar a priori que expresiones sobre el Hijo del Hombre como agente mesiánico sufriente tengan arraigo alguno en la tradición sobre Jesús: “Hay que tratar de comprender que ambas perspectivas se hallan bien atestiguadas en el material sobre el Hijo del Hombre y no se debe asignar una u otra a la cristología posterior”. 5. Queda claro que Jesús era reconocido por el pueblo como un eficacísimo exorcista y sanador. 6. Es característico y emblemático que Jesús fue un maestro sapiencial también eficaz que empleó aforismos y parábolas en su predicación. 7. El uso del vocablo hebreo/arameo “amén” sirvió a Jesús para afirmar algo de una manera solemne. Su uso peculiar consistió en no emplearlo para reforzar dichos de un tercero, sino para reforzar sentencias propias suyas. 8. Toda la tradición de que el pensamiento y la actividad de Jesús comienza con su bautismo y su apego por las ideas del Bautista es verdadera. No puede negarse o ignorarse, como hace parte de la investigación, para destacar la originalidad de Jesús 9. La consideración usual en la investigación de que el motivo del juicio condenatorio por parte de Jesús a “esta generación” refleja experiencias negativas de la misión cristiana posterior, y por tanto es fruto de la redacción, no del original de la “Fuente Q”, es totalmente erróneo. Jesús expresó también profunda irritación ante el rechazo de su mensaje. Y aquí se detiene James D. G. Dunn sin poner ejemplos en absoluto de la cuestión del porqué de la muerte de Jesús. En síntesis Dunn sostiene: · Que Jesús causó un gran impacto en sus discípulos. Que ese impacto –que es como una fe en Jesús–quedó expresado en la tradición sobre antes e independientemente del posible influjo de la fe en el sentido de su muerte y su resurrección. · Que tal tradición oral siguió formulándose en “representaciones” (charlas privadas; catequesis; oficios litúrgicos) en el seno de los creyentes, y que se adaptaban a las necesidades del momento…, pero conservando intacto su núcleo. · Que la tradición sobre Jesús guardó una serie de rasgos característicos / emblemáticos que ofrecen una clara imagen de la impresión de Jesús causó en sus discípulos. · Por tanto, que no hay un Jesús histórico creíble detrás del retrato de los Evangelios que sea distinto del “Jesús característico / emblemático” del conjunto de la tradición sinóptica. En mi opinión, así está resumida fielmente en estas tres entregas el pensamiento de James D. G. Dunn en el libro que estoy comentando. En la próxima entrega expresaré mi opinión ponderada sobre estas tesis. Pero en conjunto adelanto ya que –a los ojos de la investigación independiente que Dunn jamás tiene en cuenta– todo es muy conocido: Dunn está descubriendo el Mediterráneo. Todo es archisabido, salvo pequeñas perspectivas. Nuestro investigador no toca los puntos clave de la interpretación de los evangelistas acerca de la pasión, muerte y resurrección de Jesús como el Salvador. La figura del Jesús emblemático de Dunn es meramente el punto de partida judío de un Jesús judío, lo cual se acerca mucho al Jesús histórico, pero no explica en absoluto cómo a partir de esa figura totalmente judía –que la crítica evangélica descubre con esfuerzo en el fondo de los Evangelios– los evangelistas presentan otras perspectivas sobre Jesús como tradicionales sin serlo realmente, a partir de las cuales surgirá una religión que a la postre se considerará opuesta al judaísmo. Ampliaré este punto de vista en mi próxima y última entrega, que tardará un poco, pues me traslado a Madrid a firmar el buen monto de ejemplares (unos 750) que la suscripción / preventa de “Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y Comentario” (Trotta) ha conseguido vender. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Domingo, 14 de Noviembre 2021
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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