NotasSobre la historicidad, por ejemplo, de la multiplicación de los panes. 1248 -08 -07 -2022
Escribe Antonio Piñero
El autor de la pregunta expande su cuestión del modo siguiente: He leído y le he escuchado en alguna entrevista una de ellas con Iker Jiménez que cuando un tema solo figura en solo un evangelio, tiene menos credibilidad que cuando sale en varios. La pregunta es clara. En los casos en los que hay historias, que salen en todos los evangelios por esa misma lógica debe estar muy cerca de la verdad. Hay 3 aspectos que coinciden todos evangelistas: Multiplicación de panes y peces; Resurrección; Aparición a los apóstoles. Coincidiendo los cuatro Evangelios en estos 3 puntos, ¿tienen una autenticidad casi total si aplicamos ese criterio? o entonces ¿se cambia de criterio para no tener que darle mayor credibilidad? RESPUESTA: En el fondo de esta pregunta late un mal entendido (probablemente no me he explicado con total claridad). El malentendido radica en confundir “evangelio” con “fuente independiente”. Una “fuente”, en el caso de los Evangelios, es la constancia de una tradición escrita en la que se recoge y se1transmite alguna frase de Jesús, o un hecho de este. Un Evangelio está compuesto, por su parte de múltiples tradiciones. Y otra cosa, pues, es el conjunto de tres o cuatro Evangelios. Sí hay algún caso en el que “fuente única” y un único evangelio coinciden. Quizás el ejemplo más llamativo sea la parábola del “Hijo pródigo”, el cual tras dilapidar su herencia retorna a la casa de su padre y este lo acoge de nuevo a pesar de las protestas del hermano mayor que ha permanecido fiel en la casa paterna. Hay mucha gente que opina que es la parábola más bella y emocionante de los Evangelios, pero desgraciadamente solo aparece en el Evangelio de Lucas 15,11-32. Entre los especialistas en el Jesús histórico y desde hace mucho tiempo (no puedo decir con exactitud quién y cuándo alguien lo puso por escrito. Es claro sin embargo, que la norma está delineada muy estrictamente en el libro de Rudolf Bultmann, “Historia de la Tradición Sinóptica”, de 1921) de la que hay versión española en la Edit. “Sígueme” de Salamanca), donde se establece la norma de que –teniendo en cuenta lo variable y transformable que es el tradición oral– no se puede afirmar con absoluta certeza que algún dicho o hecho de Jesús (o de cualquier otro personaje de la historia del que solo hay fuentes escritas, no arqueológicas o numismáticas) es cierto históricamente si solo una fuente independiente confirma que fue Jesús el protagonista de tal o cual acción o el autor de tal o cual dicho. En el libro de John Dominique Crossan, sobre el “Jesús de la historia. La vida de un campesino judío”, al final hay un elenco detallado (según los criterios del autor que concede gran relevancia a los Evangelios apócrifos como fuente histórica, sobre todo al Evangelio de Pedro y al de Tomás gnóstico) de las fuentes sobre Jesús divididas por testimonios, de una, dos, tres o más atestiguaciones. Y aquí está la clave: lo importante son las fuentes y que estas sean independientes entre sí. No importaría, por tanto, mucho en cuestiones de credibilidad histórica, si un hecho o dicho de Jesús está o no está en un solo evangelio, en varios, o en los cuatro. Lo importante es si las fuentes son distintas. Por eso, creo que yo jamás he dicho he dicho que una frase o un hecho de Jesús sea histórico si aparece en los cuatro Evangelios. Solo he afirmado que tiene más posibilidades de ser histórico si tal hecho o dicho está atestiguado en fuentes distintas. Es más, precisando más la cuestión, he afirmado que, en ocasiones, un dicho / hecho de Jesús que aparece en un solo evangelio, pero repetido en diversos géneros literarios (por ejemplo, diálogos polémicos con los fariseos; diálogos meramente didácticos; parábolas; apotegmas (un relato de un hecho que acaba con una frase que en seguida se hace célebre); dichos proféticos y apocalípticos; dichos de seguimiento…; Véase p. 185 de mi obra “Aproximación al Jesús histórico”, Trotta, Madrid 4ª edic. de 2019) y dado que los diversos géneros pudieron transmitirse por cauces distintos es posible que puedan considerarse fuentes distintas. Así el caso de que el núcleo de la predicación de Jesús fue la inminente venida del reino de Dios parece en muchas formas literarias distintas, aparte de que pueda estar más o menos presente en cada uno de los Cuatro evangelios canónicos. Por tanto, si se demuestra que un dicho o hecho de Jesús (por ejemplo, la multiplicación de los panes) está presente, de algún modo, en los Cuatro evangelios (Mc 6,32-44; Mt 14,13-21; Lc 9,10-17; Jn 6,1-15), pero se supone que Mateo y Lucas copian de Marcos y que Juan conoce sin duda la tradición sinóptica, en especial el Evangelio de Lucas, resulta que la tal multiplicación depende de una fuente única ¡y no de cuatro! Así que, en síntesis: el que algo aparezca en tres o cuatro evangelios canónicos no es por sí mismo una prueba de historicidad. Hay que utilizar otros criterios. Y voy a los ejemplos: 1. La multiplicación de los panes es rechazada unánimemente por toda la investigación seria, incluida la confesional, porque pertenece al género fantástico de milagros contra la naturaleza. Cómo se explique su aparición en los Evangelios es tema totalmente distinto y merece consideración aparte. 2. Resurrección y apariciones: la crítica (incluida la confesional) apunta la variedad, contradicciones e imposibilidades de los relatos de la resurrección y de las apariciones; y para la crítica no confesional la imposibilidad de considerar materia histórica lo que pertenece o sobrenatural y al ámbito de la fe) conduce a la investigación a formular la idea de que: A) El cristianismo primitivo creyó a pies juntillas en la resurrección de Jesús; B) Que sin esa creencia no se explica la aparición del seguimiento de Jesús tras su muerte y finamente el cristianismo; que hay que explicar por qué en el siglo I esa creencia podría surgir espontáneamente en ciertas circunstancias (aclaración de las condiciones de posibilidad). Pero nada más. Y nada más. La historia no se pronuncia –no debe hacerlo–, sobre la historicidad del hecho de la resurrección ni debe dudar del hecho de que el cristianismo primitivo creyó a pies juntillas que Jesús se había aparecido. Insisto: y nada más. Y por último: la suposición, muchísimas veces repetida, y altamente ofensiva, de que la crítica independiente cambia de criterio para no dar verosimilitud histórica a un hecho porque no le interesa… etc… lo considero –como he indicado– un agravio innecesario y muy molesto. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 8 de Julio 2022
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Notas1248- 05/07/2022
¿Qué es el hombre interior?
Hoy escribe Antonio Piñero Pregunta difícil, pues para responder debemos suponer que Pablo está pensando como un hombre cultivado del mundo grecorromano influido por concepciones platónicas, pero simplificadas y vulgarizadas. Pablo piensa que el ser humano está compuesto de alma superior, la razón, la parte lógica e intelectiva, y alma inferior, que a su vez está dividida en dos partes: deseos y pasiones razonables que corresponden a las necesidades del cuerpo, que son buenas, y deseos y pasiones no razonables, la “carne” según el vocabulario paulino, que engloba todo aquello puramente material, mundano, bajo, vergonzoso, opuesto al mundo de la razón /espíritu. La tesis principal del pasaje sería así: el Pecado representa el dominio despótico de la parte irracional, la «carne», que habita en el interior del yo (v. 20). El yo (el hombre genérico), al sentirse esclavo del poder tiránico del Pecado, se define como «vendido como esclavo al poder del Pecado». Entonces, la mente/razón (hombre interior), vencida, «obra aquello que en el fondo odia» (vv. 15.19). Puede decirse que el yo casi completo se sitúa intelectualmente del lado de la razón, por lo que no tiene más remedio que alabar a la Ley «y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena» (v. 16). Así pues, desde los vv. 15 al 23 Pablo dibuja una situación en la que el Yo está dividido entre el “querer” y el “obrar”, ambos antagónicos. He aquí el texto: “No entiendo lo que hago; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que odio. 16 Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que es buena; 17 pero entonces ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí. 18 Pues sé que nada bueno habita en mí, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien está a mi disposición, mas el obrarlo, no: 19 pues no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. 20 Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que habita en mí. 21 Descubro, pues, esta ley: que aun queriendo hacer el bien es el mal el que está a mi lado. 22 Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, 23 pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros”. La expresión típica está el v. 19: “Pues no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero”. Exactamente igual que Platón en la República (589A), Pablo describe el Yo que está a favor de la Ley y su cumplimiento como “el hombre interior”. El texto completo: “Pues me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero advierto otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi mente y me esclaviza a la ley del pecado que está en mis miembros”. En conclusión: el hombre interior es la parte del alma que se rige por la razón (= está de acuerdo con cumplir a Ley), que se opone a la parte inferior, cuya sede está en la “carne”, representada aquí por los miembros del cuerpo, que se rige por lo externo, lo material (no desea cumplir a Ley porque le fastidia). Esta lucha interna es tan común en el ser humano que fue recogida incluso por los dramaturgos griegos. Se ha señalado que el Apóstol podría estar pensando en el dilema expresado por Medea, en la obra del mismo título de Eurípides, vv. 1077-1080: “Abrumada estoy por los males. Sé que lo que voy a hacer es producto de mi pasión (griego thymós); pero ésta es más fuerte que mi reflexión guiada por el razonamiento (griego boúleuma), que es la causa de los mayores males entre los mortales”. Igualmente es también posible que Pablo esté dentro de la especulación judía helenística muy interesada en mostrar cómo el poder de la razón, ayudado por la reflexión y el estudio de la Ley, puede controlar todas las pasiones, aunque ese control esté pleno de luchas (tesis del apócrifo del Antiguo Testamento: Libro 4º Macabeos: texto en la colección “Apócrifos del Nuevo Testamento”: vol. III, Madrid Edit. Cristiandad). Finalmente Pablo, entristecido por esta situación real y diaria, acabaría el párrafo con un poderoso lamento y un deseo (versículos 24 y 25): “¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor! Así pues, ciertamente, soy yo mismo quien con la mente sirve a la ley de Dios, mas con la carne, a la ley del pecado”. En síntesis: en contra de lo que piensan algunos, Pablo no expresa cargo alguno contra la ley de Moisés en general, salvo que su hombre interior es incapaz a menudo de controlar la situación humana completa (también “carne”) inclinada al mal. Y con esto el Apóstol piensa que cuando pensaba con el hombre exterior (estaba en la “carne”), sus pasiones (= inclinación a pecar) vencían a los preceptos de la Ley. Pero cuando opera el hombre interior sirve a la ley de Moisés y la cumple. Pero con una precisión: el pagano convertido a la fe en el Mesías cumple la parte de la Ley que le compete, como pagano (la ley natural: el Decálogo y las normas morales genéricas que se derivan de él). Pero los judíos, al seguir siendo judíos a pesar de creen en Jesús como mesías, tienen que seguir cumpliendo la ley de Moisés al completo, aunque parezca injusto ya que tiene muchos preceptos… ¡pero para eso son el pueblo elegido y tienen otras ventajas! Ahora bien, los judíos en la época mesiánica ya presente cumplen esa ley de Moisés completa con un nuevo espíritu: el Mesías muda el espíritu antiguo del cumplimiento de la Ley (que tanto judíos como paganos sentían que la podían cumplir resistiendo el poder del hombre exterior (“carne” = “pecado”) por medio de la óptica nueva, mesiánica, en esos momentos tano el judío como el pagano se sienten arrastrados la observancia de la Ley por el amor, la fe y el espíritu. El pagano completa también el Decálogo con la ley del amor o del Mesías (Gálatas 6,2= los demás preceptos para en ningún caso hacer daño al prójimo). Entonces, para los judíos, la Ley podrá cumplirse completa. Y para los gentiles igualmente. Estos se salvan como gentiles por lo que hay una parte de la Ley que no les compete. De este modo, y esto importa mucho para la intelección del pensamiento completo de Pablo, el judío puede y debe cumplir la ley de Moisés completa, pero con otras perspectivas mentales: es la misma Ley, pero renovada y transformada también en “la ley del Mesías”. Y para el pagano, la nueva mentalidad respecto a la Ley, según las indicaciones del hombre interior, se ve obligado a cumplir el Decálogo (cuyo primer mandamiento le obliga a dejar de creer en los dioses) y las demás obligaciones de la “ley del amor o del Mesías”. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Martes, 5 de Julio 2022
Notas
Escribe Antonio Piñero
Me preguntan: ¿Qué quiere decir Romanos 2,29: "El verdadero judío lo es en su interior, y la circuncisión no es la literal sino la espiritual, la del corazón. El que es judío de esta manera es aprobado, no por los hombres, sino por Dios." ¿DE NUEVO CONTRA LOS DOGMAS JUDÍOS? RESPUESTA: Léase el párrafo completo: Romanos 2,26-29 “Pues la circuncisión, en verdad, es útil si cumples la ley; pero si eres un transgresor de la ley, tu circuncisión se vuelve incircuncisión. Mas si el incircunciso guarda las prescripciones de la ley ¿no se tendrá su incircuncisión como circuncisión? Y el que, siendo físicamente incircunciso, cumple la ley, te juzgará a ti, que con la letra y la circuncisión eres transgresor de la ley. Pues no está en el exterior el ser judío, ni es circuncisión la externa, la de la carne. El verdadero judío lo es en el interior, y la verdadera circuncisión, la del corazón, según el espíritu y no según la letra. Ese es quien recibe de Dios la gloria y no de los hombres. Por tanto la respuesta de Pablo no es como dice el preguntante: “Pablo ¿De nuevo contra los dogmas judíos? ¡De ningún modo! El contexto –muy importante para comprender cualquier pasaje de Pablo y de otros autores del Nuevo Testamento y de la literatura en general– es la disputa entre Pablo y los judíos creyentes en Jesús acerca de si el pagano que cree en Jesús como mesías, se arrepiente de su vida anterior, abandona a los dioses falso y gracias a que cree que Dios ha obrado la redención de toda la humanidad en el sacrificio de la cruz, , no solo de los judíos sino de todos los hombres potencialmente, NO tiene que convertirse además en judío para lograr la salvación completa. Ya que convertirse en judío significaría, para el varón, circuncidarse y la obligación de cumplir la ley de Moisés completa, es decir, además de la circuncisión, habría de observar las leyes sobre la pureza/impureza de los alimentos y las normas sobre la pureza ritual. Y eso es una tontería, piensa Pablo por dos razones: A. Si se convirtiese en judío, no se cumpliría la promesa completa de Dios a Abrahán, como diré más abajo. B. Al no hacerse judío no tiene que cumplir esa parte de la Ley que es solo para los judíos. Para entender esta idea, ayuda también leer también 1 Corintios 7, 18-20: “Que fue uno llamado siendo circunciso? No rehaga su prepucio. ¿Que fue llamado siendo incircunciso? No se circuncide. La circuncisión es nada, y nada la incircuncisión; lo que importa es el cumplimiento de los mandamientos de Dios. Que permanezca cada cual tal como le halló la llamada de Dios.” Teniendo en cuenta estos pasajes, la respuesta de Pablo es, pues, la siguiente en donde insisto en unos aspectos expuestos más arriba: 1. Dios NO EXIGE al pagano que se convierte a la fe en Jesús mesías que se haga judío. La razón básica es que si se convierte en judío cada pagano que crea en Jesús, Abrahán será padre en verdad de un solo pueblo, el judío, pero nunca se cumplirá la tercera parte de la promesa de Dios a él que decía que sería “padre de numerosos pueblos” (Génesis 17,4). 2. Dios NO QUIERE que los paganos injertados en Israel se hagan judíos, sino que sigan siendo “paganos” ( = no judíos de nacimiento, pero paganos entre comillas ya que no creen en los dioses falsos y sí en Jesús como mesías), de modo que estos paganos se injerten en Israel, de acuerdo con Romanos 11,25-29: “Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo, como dice la Escritura: Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades. Y esta será mi Alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados. En cuanto al Evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables”. Cumplido este requisito, el injerto de cierto número de paganos en el Israel verdadero y único, llegará el fin del mundo y los predestinados se salvarán. Los demás irán al infierno o serán aniquilados. Por tanto Pablo sostiene que los paganos, que cumplen la ley de Moisés (la que a ellos les compete; no las partes de la Ley que son solo para los judíos (= circuncisión / alimentos / pureza ritual) son “judíos” en su corazón y en realidad. No judíos físicos, hijos naturales de Abrahán, sin judíos espirituales con una circuncisión espiritual, igual de valiosa que la física. Y eso se confirma con el siguiente pasaje de Filipenses 34,2-3: “Atención a los perros; atención a los obreros malos; atención a los falsos circuncisos. Pues los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que damos culto según el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús sin poner nuestra confianza en la carne”. Los “perros” y los obreros malos son los judíos creyentes en Jesús que quieren que os paganos creyentes igualmente en Jesús “rematen la faena”, se hagan judíos y se circunciden. Pero Pablo responde: No. Dios no quiere que se hagan judíos, sino que sigan siendo “ex paganos”, que sean los representantes de los paganos que se convierten a la fe en Jesús, que sigan siendo paganos, que no tienen obligación de cumplir la parte de la Ley que es solo para os judíos, y que se salvarán igual que estos. Lea circuncisión espiritual (fe en Jesús y cumplir la ley del Mesías o la Ley del amor los hace judíos espirituales. Y eso basta. NOTA: Toda esta larga respuesta sería innecesaria, ya que todo lo tengo escrito en mi obra “Guía para entender a Pablo de Tarso. Una interpretación del pensamiento paulino”, de la Edit. Trotta, 2ª edición de 2019. Saludos cordiales de Antonio Piñero
Viernes, 1 de Julio 2022
Notas
“Ser despertado y levantarse”, eso es lo que Pablo y el primer cristianismo expusieron como descripción de que un difunto volvía a la vida. Y, para acabar de entender la resurrección, al menos básicamente, es necesario atender a quién resucita, quién vuelve a la vida.
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850 |