CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Vida y ministerio de los Apóstoles Simón y Judas en los Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

El martirio de Simón y Judas

Llegados los apóstoles a la gran ciudad de Suanir, se alojaron en la casa de un discípulo suyo, llamado Sennes. Los sacerdotes tuvieron noticia de su llegada y se dirigieron muy de mañana a la casa donde se alojaban, pidiendo a gritos al dueño que los entregara. De lo contrario, amenazaban con prender fuego a la casa con sus habitantes dentro. Los Apóstoles tomaron la determinación de entregarse para evitar males mayores.

Arrestados, pues, Simón y Judas, fueron conducidos al templo del Sol. Los demonios que moraban en el templo comenzaron a gritar: “¿Qué tenemos que ver con vosotros, apóstoles del Dios vivo? Desde vuestra llegada estamos consumidos por las llamas” (c. 21,2).

En uno de los recintos del templo había una cuadriga del Sol fundida en plata, en otro recinto había una Luna fundida también en plata con una cuadriga de bueyes igualmente de plata fundida. Los sacerdotes forzaban a los apóstoles para que adorasen aquellos simulacros. Dijo entonces Judas a Simón: “Hermano Simón, veo a mi Señor Jesucristo que nos está llamando”. Simón le respondió: “Hace tiempo que estoy contemplando al Señor en medio de sus ángeles”. Contaba Simón que uno de los ángeles le dijo que los haría salir del templo y luego haría derrumbarse el edificio encima de aquellos sacerdotes. Simón le rogó que no lo hiciera, porque algunos se convertirían posiblemente al Señor (c. 22,1).

Mientras los apóstoles mantenían esta conversación en lengua hebrea, se les apareció un ángel del Señor que les dio ánimo y les preguntó si preferían la muerte repentina de los sacerdotes del Sol o esperar pacientemente la palma del martirio. La respuesta estaba cargada de sentimientos de generosidad. Pedían, en efecto, misericordia para los sacerdotes y para ellos mismos. Como los pontífices ni veían ni oían nada de aquella conversación, los apóstoles eran apremiados para que adoraran los simulacros del Sol y de la Luna. Pidieron entonces silencio para poder dar al pueblo la respuesta adecuada.

Hecho el silencio, explicaron cómo el sol y la luna no eran dioses, sino siervos del único Dios. Cumplían su destino de acuerdo con el mandato de Dios siguiendo sus órbitas fijas y sus tiempos determinados. Para demostrar lo que decían, Simón iba a ordenar al demonio oculto en el simulacro del Sol que saliera de su morada. Mientras, Judas haría lo mismo con el que moraba en la imagen de la Luna, que salieran de sus simulacros y los hicieran trizas tanto a los simulacros como a sus cuadrigas. Cuando Simón y Judas cumplieron su promesa, “aparecieron a la vista de todo el pueblo dos etíopes negros, desnudos, de aspecto horrible, dando alaridos y vociferando siniestramente” (c. 22,5). Los pontífices y el pueblo se abalanzaron contra los apóstoles de Cristo y en medio del tumulto los mataron. Fue una muerte por linchamiento, a la que los apóstoles llegaron gozosos por ser hallados dignos de sufrir por el nombre de Cristo.

Los Hechos Apócrifos de Simón y Judas terminan con los datos concretos de la fecha de su martirio y el lugar de su sepultura. Murieron los santos apóstoles el día primero de julio, y con ellos murió su anfitrión el justo Sennes. En el mismo momento de su martirio, estando el cielo completamente claro, se desencadenó una tempestad de truenos y relámpagos, uno de los cuales electrocutó a los dos magos Zaroés y Arfaxat, que acabaron convertidos en carbón.

Tres meses después envió el rey emisarios a la ciudad de Suanir con la orden de confiscar los bienes de los “no pontífices” y trasladar los cuerpos de los santos Simón y Judas hasta su ciudad. Ordenó luego construir una basílica octogonal “de seiscientos cuarenta pies de perímetro y ciento veinte pies de altura”. El edificio, construido de artísticos mármoles, tenía unas bóvedas cubiertas de láminas de oro. “En el centro del octógono colocó el sarcófago fabricado de plata pura, que contenía los cuerpos de los bienaventurados apóstoles” (c. 23,1). Construida la basílica en tres años, fue consagrada el día primero de julio. En el lugar se producen grandes beneficios a favor de los que acuden allá para implorar el auxilio de los apóstoles Simón y Judas.

(Los Apóstoles santos Simón y Judas)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 5 de Noviembre 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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