CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Vida del Apóstol Tadeo según sus Hechos Apócrifos
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Perfil del apóstol Tadeo

El relato del Apócrifo empieza con la lógica presentación del protagonista epónimo de la obra. El autor refiere que se llamaba Lebbeo y Tadeo, que era de estirpe hebrea, nacido en Edesa, experto en las Sagradas Escrituras y dotado de una vigorosa elocuencia. Viajó a Jerusalén para adorar en el templo cuando conoció a Juan el Bautista, se hizo bautizar por él y recibió el sobrenombre de Tadeo. Fue testigo de la venida de Cristo, de su predicación y milagros. Siguió a Jesús, que lo eligió entre sus doce apóstoles. En las listas de Mateo y de Marcos figura en el décimo lugar.

Abgar el toparca de Edesa

La narración aborda inmediatamente el prolijo episodio sobre el jefe local o toparca de Edesa, coprotagonista del Apócrifo del Apóstol Tadeo. Estaba aquejado de dolencias penosas e incurables, cuando tuvo conocimiento de la existencia de un famoso taumaturgo, de nombre Jesús, que curaba toda clase de enfermedades sin el uso de medicinas, sino con la fuerza sola de su palabra. Había aparecido y actuaba en el territorio de los judíos. Discípulos suyos lo consideraban como el Mesías prometido a Israel. Lleno Abgar de esperanza en su curación, deseaba ver a Jesús para ser curado personalmente por él.

Pero no podía ausentarse ni de su ciudad ni de su gobierno, por lo que escribió una carta a Jesús y se la remitió por medio de su emisario Ananías. La carta observa los formulismos propios del género epistolar. Comienza diciendo: “Abgar, toparca de Edesa, a Jesús, llamado el Cristo”. Informado Abgar de la cantidad de milagros que Jesús realizaba, le rogaba que marchara a Edesa, ciudad pequeña, pero suficiente para albergar su grandeza. Así escaparía de las asechanzas que promovían contra él los judíos. Encargó insistentemente a su enviado que se informara minuciosamente del aspecto de Jesús, su estatura, el color de sus cabellos y todo lo demás.

Cristo conocía el detalle de las intenciones de Ananías, quien había recibido de su señor el encargo de conocer los más minuciosos perfiles de su persona. Manifestó, pues, el deseo de lavarse. Le ofrecieron agua y un paño para secarse. Cuando lo hizo, su rostro quedó grabado en el paño. Entregó entonces el paño a Ananías con la orden de llevárselo al toparca que lo había enviado. Era la respuesta a los deseos del toparca enfermo, que con ello satisfacía su curiosidad de conocer los rasgos del taumaturgo famoso. Jesús ordenó a Ananías que explicara a Abgar el sentido de su misión, que no era otro que traer la salvación al mundo. Más aún, le anunciaba que después de que, tras su pasión, muerte y resurrección, fuera elevado a los cielos, “enviaría a su discípulo Tadeo, el cual lo iluminaría y lo guiaría a la verdad completa, no sólo a él sino a su ciudad entera” (c. 3,2).

Abgar recibió con explícito gozo a su emisario, que portaba el paño con la imagen del rostro de Jesús. Era más de lo que Abgar podía haber esperado. Se postró ante la imagen y quedó curado de repente y por completo. El manuscrito V añade que el toparca se encontraba atormentado por dos enfermedades concretas: una era artritis crónica, la otra era la lepra negra que iba consumiendo lenta, pero inexorablemente todo su cuerpo. Estaba afligido no sólo por dolores en las articulaciones, sino por las molestias incontables que le provocaba la lepra. Se le añadía además la vergüenza de la deformidad, por la que apenas podía presentarse a los ojos de los hombres. No solamente pasaba la mayor parte del tiempo en cama, sino que se ocultaba por vergüenza de los amigos y de los súbditos que venían a visitarlo.

(Cuadro de la Santa Faz del Greco, testigo artístico de las diversas tradiciones sobre la Faz de Cristo).

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro


Lunes, 30 de Julio 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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