CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero

Notas

Hoy escribe Fernando Bermejo

Querido Xabier,

Espero que estés bien (también M.), pues aunque vivimos cerca, llevamos mucho tiempo sin vernos. Aprovecho el espacio del blog para plantearte algunas preguntas, dado que creo pueden ser de interés para algunos lectores, ya que afectan a cuestiones que tienen que ver con el Evangelio de Marcos, la reconstrucción del Jesús histórico, la verdad y otras zarandajas de las que a veces nos ocupamos.

Antes de encaminarme hacia las playas cántabro-atlánticas, esta mañana me encontraba revisando las interpretaciones del “heis dé tis ton parestêkótôn” (“uno de los presentes”: Mc 14, 47): “uno de los presentes, desenvainando la espada, hirió al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja”. Entre otros, andaba yo lidiando con Paul Winter, Raymond Brown y Joel Marcus. La lectura mayoritaria y más natural es la de que el aludido innominado era uno de los que estaban con Jesús (así lo interpretaron los restantes evangelistas), y por tanto que el atacante es uno de los discípulos; de hecho, se ha conjeturado plausiblemente que constituye una referencia a alguien que el autor conoce, pero a quien prefiere, por prudencia, no mencionar. Esta es la interpretación preferida –a mi modo de ver sensatamente–, por ejemplo, por Marcus.

Como sabes mejor que yo, no obstante, se han propuesto otras interpretaciones de la expresión. Según Raymond Brown, si el evangelista Marcos hubiera querido dar a entender que el sujeto indeterminado era un discípulo lo habría hecho (claro que, si no quería…), de modo que cabría la posibilidad de que fuera un miembro del mismo grupo de los que van a detener a Jesús. Aunque Brown acaba por desechar esa posibilidad, lo que el sulpiciano rechaza el jesuita lo acepta. Así, v. gr., Paul Lamarche S. I., en su Évangile de Marc publicado por Gabalda, París, en 1996, pp. 338-339 (no lo he visto citado en tu bibliografía, pero quizás he mirado muy rápido), mantiene que el texto refleja una escena de confusión y contradicción, de modo que quien ataca con la espada al grupo que se dirige a prender a Jesús sería, precisamente… un miembro de ese grupo. ¿Contradictorio? No, bueno, es posible que ese tipo pudiera haberse arrepentido y haber arremetido contra sus propios compañeros… Claro que esto –como reconoce Brown– no parece muy probable, pero ya sabemos que no hay que poner puertas al campo. La Umdeutungskunst der Exegeten, de la que hablaba Johannes Weiss, nunca deja de hacer de las suyas.

Por su parte, como sabes, Brown, de los Sulpician Fathers, en su célebre The Death of the Messiah vol. I opta por otra refrescante solución: el tipo que desenvaina la espada y tira a matar no es ni un seguidor de Jesús ni probablemente uno de sus adversarios: “The most likely inference from Mark is that the sword-wielder belonged to a third group”. O sea que tertium datur, o ni chicha ni limoná: resulta que el espadachín forma parte de un tercer grupo. ¡Vaya! Pero… ¿de dónde sale ese tercer grupo? Pues la verdad es que no lo sabemos (como Joel Marcus sensatamente recuerda a sus lectores, el evangelista supone que hay solo dos colectivos enfrentados), pero, según el veneradísimo Brown, ahí está. ¿Ha aparecido como por arte de magia en la noche? ¿Asistimos acaso al milagro de la multiplicación de los hombres y las espadas? Está claro que las capacidades exegéticas de los eclesiásticos católicos nada tienen que envidiar a las de los más refinados rabinos.

Divertido e intrigado por tan ocurrentes ideas, de pronto me acordé de que habías publicado tu comentario sobre el Evangelio de Marcos (Verbo Divino, Estella, 2012), y me dije: ¿qué habrá escrito sobre esto Xabier? Así que, aunque corto y perezoso, allá voy, para comprobar ante todo que en tu extensísimo volumen (salvo meliori) no has considerado oportuno decir ni una palabra a los lectores sobre estas sutiles interpretaciones. A decir verdad, te confieso que me habría gustado que dieras tu opinión sobre ellas, tanto más cuanto que sobre el mencionado pasaje de Mc 14, 47 escribes: “esta información resulta enigmática y difícil de interpretar”.

En todo caso, das por supuesto –a mi juicio, con buen sentido– que el agresor forma parte del grupo de Jesús. Respecto al agredido, dices que “el siervo” “en este contexto solo puede ser el ‘capitán del templo’, es decir, el jefe de la guardia paramilitar, que defiende y mantiene el orden del santuario, con gran autoridad […] Este doulos al que ataca uno de los presentes aparece aquí como el jefe del grupo de aquellos que van a prender a Jesús, como el ‘comandante’ del ejército del templo. Es muy probable que en el prendimiento de Jesús hubiera algún tipo de violencia y que los sacerdotes tuvieran miedo de que el grupo de Jesús se defendiera” (p. 1020).

Y más tarde afirmas que “si el hecho sucedió como el texto supone, y si el agresor cortó la oreja del Jefe de la Guardia del Sumo Sacerdote (cosa que solo pudo hacer si intentaba matarlo, pues el golpe debía dirigirse a la cabeza), el resto de la escena resulta difícil de entender. ¿Por qué no se defiende el agredido? ¿Por qué no reacciona con dureza el grupo de los que vienen a prender a Jesús? […] ¿Cómo fue el enfrentamiento entre partidarios de Jesús y enviados del Sumo Sacerdote?”.

Así las cosas, en la nota 100 de la p. 1021 te refieres a “los posibles elementos ‘armados’ del movimiento de Jesús” (nótese la doble relativización: “posibles” y el entrecomillado; si una espada –mákhaira– con la que se puede matar a alguien es un arma real, ¿a qué se deben las comillas?), y dices –de nuevo con comillas- que “una última defensa del carácter ‘militar’ del movimiento de Jesús ha sido defendida en castellano por X. Monserrat” (dado que nombras El Galileo armado, es de suponer que te refieres a J. Montserrat).

Y añades a renglón seguido algo que ya sí me hace enarcar las cejas: “Esa hipótesis ha sido suficientemente refutada por la exégesis crítica, como muestras [sic] las obras más importantes de los últimos decenios sobre la historia de Jesús”, y nombras la de Sanders, Jesús y el Judaísmo, y la de J. P. Meier, Un judío marginal (p. 1021).

Es interesante enterarse de que la hipótesis del Jesús sedicioso “ha sido suficientemente refutada por la exégesis crítica” (supongo que Reimarus, Eisler, Brandon, Maccoby, Buchanan, y por supuesto Montserrat y otros innombrables, pertenecen al ámbito de la exégesis acrítica). La semana pasada participé en el encuentro anual de la SBL y la EABS en Amsterdam, donde presenté dos ponencias, una de las cuales se titulaba: “Jesus and the Anti-Roman Resistance. A Reappraisal”, en la que ofrecí un conjunto sistemático de argumentos a favor de la hipótesis de un Jesús implicado activamente en la resistencia antirromana. A esta ponencia asistieron más de una docena de biblistas de universidades norteamericanas (al menos de Vanderbilt y Yale), sudafricanas (al menos de Stellenbosch y University of South Africa) y europeas (al menos de Lund y Sheffield). En la animada discusión posterior, así como en el diálogo que continuó en otras dependencias de la Universidad de Amsterdam y junto a los canales, ninguno de los especialistas sobre la figura de Jesús con los que departí (v. gr. James Crossley, Tobias Hägerland o Halvor Moxnes) me dijo ni sugirió en lo más mínimo que la hipótesis estaba suficientemente refutada. Todo lo contrario: se mostraron muy interesados en los argumentos, y con algunos estoy manteniendo relación epistolar al respecto. ¿Crees que no me lo dijeron por pura cortesía, o no será más bien que tu afirmación (efectuada antes por tantos otros) de que la hipótesis “ha sido suficientemente refutada” es, pura y simplemente, falsa?

Por cierto, ¿sabías que uno de los más recientes defensores de la hipótesis “suficientemente refutada” no es algún español tarado, sino que se llama Zev Garber, es profesor emérito de Estudios Judíos en Los Angeles Valley College, co-editor de la revista Shofar. An Interdisciplinary Journal of Jewish Studies y que ha re-presentado la hipótesis en su contribución al volumen colectivo del que es también editor literario The Jewish Jesus: Revelation, Reflection, Reclamation (Purdue University Press, 2011)?

Me gustaría, si me lo permites, formularte algunas preguntas más. ¿En qué sentido afirmas que las obras de Sanders y Meier muestran la refutación de la mencionada hipótesis? Que yo sepa, estas obras no se dedican a un análisis pausado de la hipótesis, ¿o me equivoco?

En todo caso, y dado que estoy completamente seguro de que escribes lo que escribes con buena conciencia, ¿podrías decirme, por favor, cuáles son los argumentos de peso que, según tú, justifican tu afirmación y “refutan suficientemente” la hipótesis? No te pido un análisis detallado, sino una mera enumeración de los argumentos a tu juicio decisivos.

Debo confesarte que, a medida que leía tu texto, me han surgido algunas otras perplejidades. Escribes en la p. 1022: “Jesús no ha promovido (ni aceptado) ese enfrentamiento militar contra los sacerdotes […] pero es normal que entre sus simpatizantes hubiera personas que apoyarían ese enfrentamiento […] Es lógico que alguno de sus simpatizantes (a quienes él no controla) quiera matar al siervo (ministro) del Sumo Sacerdote para potenciar así un cambio en la misma administración del Templo”” (p. 1022). Y más tarde, en la misma página: “Jesús no reprocha ni condena al que ha sacado la espada (que debe ser un discípulo importante, cabeza de grupo)” (1022).

Disculpa que no me quede claro, pero: el espadachín de marras, ¿es un mero “simpatizante”, o es un “discípulo importante” de Jesús...?

Y, en caso de que quien quería matar al desorejado siervo/comandante de marras fuera un discípulo importante (la tradición evangélica posterior lo identifica con Simón Pedro/Roca), entonces ¿estás afirmando que Jesús no controlaba a sus discípulos directos? ¿Crees que es realmente plausible que Jesús de Nazaret, que supuestamente era un tipo carismático y maestro y líder de sus discípulos, “no controlaba” a sus más íntimos seguidores, hasta el punto de que uno de estos podría haber tirado de espada sin su consentimiento (en realidad más de uno, pues tú mismo, en la p. 1022 escribes: “A modo de resumen, puede decirse que quizá hubo un tipo de choque entre partidarios de un tipo de violencia armada y representantes del Sumo Sacerdote, de modo que el mismo Jesús se hubiera visto envuelto en el enfrentamiento […] El choque debió ser más intenso de lo que supone Marcos”)? Xabier, ¿tú realmente te crees esto: que si hubo un enfrentamiento armado, Jesús no tuvo responsabilidad alguna en él...? ¿De verdad te lo crees?

Me parece interesante la idea de que Jesús no controlaba a sus discípulos, pues plantea cuestiones apasionantes sobre su falta de autoridad y sobre la amplia autonomía de estos. Si Jesús no controlaba los actos de resistencia violenta de sus discípulos, ¿crees que tiene algún sentido que estos le pregunten, en la Sagrada Escritura según Lucas: “Maestro, ¿golpeamos con la espada?” (Lc 22, 49)? ¿O tal vez se lo preguntaron solo por preguntar, pues en realidad Jesús no tenía control alguno sobre ellos, y ellos hacían luego lo que les daba la real gana?

Y, si Jesús no controlaba a los elementos más impetuosos de su séquito, ¿crees que cuando los “hijos del trueno” quisieron enviar fuego a unos samaritanos poco cooperativos y Jesús les reprendió (Lc 9,51-55), pudieron haberlo hecho de todas formas y haber carbonizado a unos cuantos? ¿O en ese caso crees que Jesús ejerció el control de un modo más eficaz que en Getsemaní…? ¿Y por qué precisamente en Getsemaní no...?

Se me ocurren otras preguntas, pero no quiero molestarte más. Si quieres responder a las cuestiones formuladas, te lo agradeceré. Y si deseas algún tipo de respuesta, aunque en principio mi intención es tomarme vacaciones del blog durante el resto del mes, pospondré gustosamente tales vacaciones. Feliz agosto y un abrazo.

Saludos cordiales de Fernando Bermejo

Miércoles, 1 de Agosto 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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