CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Gonzalo DEL CERRO

La situación social de la mujer ha llegado afortunadamente en nuestros días a cotas desconocidas en otros tiempos. Cada vez se van logrando unos niveles de igualdad acordes con los postulados de la naturaleza. Sin embargo, como en muchos aspectos de la cultura humana, “fuit quando no erat” (hubo momentos en que no era así). Los griegos, a pesar de sus adelantos y méritos en todos los órdenes de la ciencia, no supieron descubrir los valores del “eterno femenino”. Algunos autores, como L. Goodwater, atribuyen la decadencia de Grecia al escaso aprecio en que tuvieron a sus mujeres.


Hesíodo (siglo VIII a. C.) está sin duda en la base de los criterios misóginos en Grecia. En concreto con el mito de Pandora. Como vimos en otra ocasión, el titán Promteteo engañó, o pretendió engañar, a Zeus en el sacrificio de un buey. Pero consumó sus engaños robando el fuego de los dioses para favorecer a los hombres. Zeus se irritó en su corazón y tramó contra ellos un mal, que no fue otro que “la perniciosa estirpe de las mujeres, gran desgracia para los hombres” (Teog., 570ss y 591s). Por el robo del fuego Zeus proyectó un mal encantador que los hombres amarían sin darse cuenta de que amaban su propia desgracia (Trabajos, 57s). La humanidad, que hasta entonces vivía en una felicidad imperturbable, fue víctima de todos los males. Porque Pandora, la mujer, abrió la jarra que los contenía e inundó con ellos todos los caminos de la vida.

Pero la llama de la misoginia no quedó anclada junto a la “caja de Pandora”. Se dispersó por los aires de Grecia hasta formar parte de su mentalidad social. De ella es testigo cualificado el yambógrafo Semónides de Amorgos (s. VII a. C.). En un largo poema, etiquetado por los comentaristas con el título de “Espejo de mujeres”, compara a la mujer con diferentes animales llegando a resultados clamorosamente negativos. El poema está compuesto por 118 trímetros yámbicos (tres medidas de dos yambos cada una). En el primer verso asienta la afirmación de que “Dios hizo la inteligencia al margen de la mujer”. Luego enumera a la cochina, la zorra, la perra, la burra, la comadreja, la yegua, la mona y la abeja. A su lado menciona a la mujer barro y a la mujer mar. En todos los casos la mujer reproduce los defectos propios de las hembras citadas, así como la “torpeza” o “insensibilidad” del barro y las “mudanzas” del mar. El único animal que representa a la mujer ideal es la abeja. En efecto, las mujeres abeja son las únicas “buenas y prudentes” en grado excelso. “Todas las demás, una calamidad” (pêma). Porque “Zeus ha creado el mayor mal (mégiston kakón): las mujeres” (v. 86 s), verso que repite al final del poema (v. 115). Y glosa su afirmación diciendo que las mujeres son un lazo o nudo atado en los pies.

Tales de Mileto (s. VI a. C.) compendiaba la misoginia de los griegos en el dicho famoso que nos ha transmitido la tradición: “Doy gracias a los dioses porque nací varón y no mujer, hombre y no animal, griego y no bárbaro”.

El mismo Eurípides (s. V a. C.), que trazó magníficos personajes femeninos en sus tragedias, hace decir a Medea: “Las mujeres somos por naturaleza ineptas para el bien, pero excelentes artesanas para toda clase de males” (Medea 407-409).

Y Aristóteles proclama en su Política que “el libre debe mandar sobre el esclavo; el varón, sobre la mujer; el adulto, sobre el niño” (Política 1260 a). Todo depende, dice, de la capacidad de deliberar. La mujer la tiene, pero sin autoridad (ákyron). La mujer, se dice, tiene ciertos detalles de inmadurez natural, como los niños: ni tiene barba ni padece de calvicie.

En este aspecto, los criterios griegos y los bíblicos son bastante coincidentes. El autor del libro del Eclesiástico expresa su convencimiento de que es “un castigo, una ignominia y una gran vergüenza la mujer que domina a su marido” (Eclo 25, 20 LXX). Y recuerda que “de la mujer viene el principio del pecado, y por ella todos morimos” (v. 24). Un judío tan preclaro como Flavio Josefo dice de forma un tanto descarnada: “La mujer es inferior al varón en todo” (gynè khéiron andròs eis pánta). Y argumenta diciendo que ello es porque Dios ha otorgado la fuerza y la autoridad (krátos) al varón (Contra Apión II 201).

Por eso hablan algunos (D. F. Sawer) de lo que se denomina “jerarquía sexual”, una jerarquía que parece refrendar la ley de Moisés desde el momento mismo del nacimiento. Según el Levítico (12, 1-5), el nacimiento de una niña provoca en la madre una impureza que dura dos veces la del nacimiento de un varón.

Frente a estas posturas francamente negativas, los Hechos Apócrifos de los Apóstoles representan un cambio drástico en la percepción de la mujer y su peripecia personal. Permítaseme citar la edición española, bilingüe que es la última, que sepamos, de las realizadas en ámbito científico mundial y que recoge lo mejor de ediciones anteriores:

« Hechos apócrifos de los apóstoles
Edición bilingue (greigo/latín - español) con Introducción, Traducción, Notas e Índices
de Antonio Piñero y Gonzalo del Cerro.
Madrid, B.A.C. 2004-2005.
Tomo I: Hechos de Andrés, de Pedro y de Juan
Tomo II: Hechos de Pablo y Tecla, de Tomás »


Estas obras forman parte de un contexto más amplio que procede de la actitud de Jesús en su trato con las mujeres. Ch. Seltmann cree que esa actitud contribuyó a desarrollar durante el siglo I d. C. una presión social que trataba de igualar a la mujer con el varón. En la apreciación de Schüsser Fiorenza, el Cristianismo invirtió la escala social de valores tomando partido por los habituales perdedores sociales, entre ellos, la mujer.

Según J. Donaldson, “la mujer debe su alta posición actual al Cristianismo”. Para ello fue necesaria una reacción frente a los postulados de la época. El mismo Pablo, natural de una familia hebrea y de una ciudad helenística como era Tarso de Cilicia, se vio envuelto por los aires de una mentalidad poco favorable a unas actitudes igualitarias. No obstante, dejó en su carta a los gálatas un aforismo programático sobre el tema: “Ya no hay judío ni griego, no hay siervo ni libre, no hay varón ni mujer, pues todos vosotros sois uno solo en Cristo Jesús” (Gál 3, 28).

Entre los aspectos que llaman la atención en los Hechos Apócrifos de los Apóstoles destaca de manera sorprendente la presencia de las mujeres, tanto cuantitativa como cualitativamente. En ocasiones, alcanzan un protagonismo tan evidente que llegan a dejar entre sombras a los apóstoles protagonistas. Este dato, junto con su actitud de castidad perfecta, ha hecho pensar en la posibilidad de que la postura de las mujeres en los Hechos Apócrifos fuera más que una actitud ascética la búsqueda de libertad y autonomía frente al poder totalitario y tiránico de sus maridos. Estas mujeres tienen la suficiente fuerza y personalidad como para desafiar la autoridad de sus poderosos maridos o pretendientes. Es la tesis, por ejemplo, de Virginia Burrus, vista con buenos ojos por otros colegas americanos.

Entre otros casos variados recordamos aquí las figuras señeras de Maximila en los Hechos de Andrés, de Drusiana en los de Juan, de Tecla en los de Pablo y de Migdonia en los de Tomás. Estas mujeres presentan datos y aspectos comunes:

1) Son mujeres de la alta sociedad, casadas con personajes importantes en la vida política y social de sus ciudades.

2) Son personas hermosas, capaces de despertar profundas pasiones, pero para quienes hay algo más importante que la belleza corporal.

3) Se convierten a una existencia de castidad perfecta gracias a la predicación de los apóstoles protagonistas.

4) Al margen de esta decisión maximalista, suelen ser piadosas, generosas y discretas.

5) Los autores presentan a estas mujeres como personalidades más firmes y consistentes que sus respectivos maridos, entre los que hay reyes, generales, procónsules y otras altas magistraturas del Estado.

La mujer no es ya la persona pobre, sumisa e ignorante. Muchas féminas de los Hechos Apócrifos son realmente “mujeres de armas tomar”. Maximila, por ejemplo, no tiene reparo en buscarse una hermosa y disoluta joven para que la sustituya en el lecho conyugal. Una joven que trata de sacar provecho material a su situación bajo la protección de su silencio. Su señora puede así practicar tranquilamente una vida de castidad absoluta a la sombra del apóstol Andrés. Sólo la ambición y la intemperancia de la sustituta dio al traste con el proyecto encratita, es decir de absoluta contiencia sexual, de Maximila.

Saludos de Gonzalo DEL CERRO

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“El águila y el león / El Hijo del Hombre sobre las nubes”

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Saludos de nuevo.

Domingo, 26 de Abril 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos con el contenido de la carta a los Filipenses

1,15-20a:

« Es cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad; mas hay también otros que lo hacen con buena intención; 16 éstos, por amor, conscientes de que yo estoy puesto para defender el Evangelio; 17 aquéllos, por rivalidad, no con puras intenciones, creyendo que aumentan la tribulación de mis cadenas. 18 Pero ¿y qué? Al fin y al cabo, hipócrita o sinceramente, Cristo es anunciado, y esto me alegra y seguirá alegrándome. 19 Pues yo sé que esto servirá para mi salvación gracias a vuestras oraciones y a la ayuda prestada por el Espíritu de Jesucristo, 20 conforme a lo que aguardo y espero, que en modo alguno seré confundido; »

Aclaración:

El Apóstol establece una distinción entre los que predican el Evangelio tal como él lo entiende (1,16-17) y ciertos rivales, que lo hacen por envidia o rivalidad (vv. 15 y 17). Afirma, sin embargo, que lo importante es que Cristo sea anunciado y glorificado (vv. 18-20).

Atribuir a “envidia" o " a rivalidad” el que otros prediquen una interpretación distinta de la figura y misión Jesús, y de la consecuente salvación de quien en él cree, es una especie de juicio superficial voluntario por parte de Pablo. Probablemente lo hace por denigrar a sus adversarios teológicos. Sabemos ya por la Epístola a los gálatas, que misioneros venido de Jerusalén, totalmente contrarios a la teología de Pablo y enemigos suyos a muerte, deseaban a toda costa defender el modo cómo ellos entendían a Jesús, muy distinto al del Apóstol.

Pablo desea quitar importancia al hecho de que los de Jerusalén –y algunos de Antioquia- no estaban de acuerdo con él en puntos sustanciales de su visión cristiana. Es importante señalar que ya al inicio mismo de su andadura, el grupo cristiano no era homogéneo. En principio, y a priori, la interpretación de Jesús por parte del grupo de la comuidad primitiva, hebrea, de Jerusalén debía de ser más cercano al pensamiento del Jesús histórico que la reinterpretación paulina.

1,20b-26:

« 20 Antes bien, que con plena seguridad, ahora como siempre, Cristo será glorificado en mi cuerpo, por mi vida o por mi muerte, 21 pues para mí la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. 22 Pero si el vivir en la carne significa para mí trabajo fecundo, no sé qué escoger… 23 Me siento apremiado por las dos partes: por una parte, deseo partir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; 24 mas, por otra parte, quedarme en la carne es más necesario para vosotros. 25 Y, persuadido de esto, sé que me quedaré y permaneceré con todos vosotros para progreso y gozo de vuestra fe, 26 a fin de que tengáis por mi causa un nuevo motivo de orgullo en Cristo Jesús cuando yo vuelva a estar entre vosotros. »

Aclaración:

El resultado de su proceso judicial pendiente es incierto, y puede acabar en pena de muerte (v. 20), como dijimos. Pero si ello ocurre, será una ganancia para Pablo: conseguirá abandonar la materia (su cuerpo y el mundo) de una vez, y estar por siempre con Cristo (v. 21). Nótese la contraposición entre materia y espíritu, muy típica de Pablo y también de los gnósticos. El mundo material paa Pablo no tiene importancia alguna. En esto no se muestra judío.

Por otro lado, le parece bien a Pablo seguir viviendo y predicando el Evangelio, pues ello ayudará al “progreso y gozo de la fe” de sus conversos (vv. 22-26).

1,27-30:

« 27 Lo que importa es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo, para que tanto si voy a veros como si estoy ausente, oiga de vosotros que os mantenéis firmes en un mismo espíritu y lucháis acordes por la fe del Evangelio, 28 sin dejaros intimidar en nada por los adversarios, lo cual es para ellos señal de perdición, y para vosotros de salvación. Todo esto viene de Dios. 29 Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de que por Cristo... no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, 30 sosteniendo el mismo combate en el que antes me visteis y en el que ahora sabéis que me encuentro. »

Aclaración:

Es una exhortación a vivir y luchar por la fe. Pablo promete que si sale con vida, irá a visitar a los filipenses; de cualquier modo –les dice— es importante conservar siempre la unidad, “firmes en un mismo espíritu”, y continuar el combate por la fe a ejemplo de él mismo (vv. 28-30).

Nótese aquí y en otros lugares cómo el Apóstol se pone de ejemplo para sus fieles, y a la vez cómo hace de sus vivencias y modo de actuar un tema de exhortación moral. Se trata de convertir la mera anécdota en algo positivo, una exhortación al bien obrar. La imitación de Dios (Evangelio de Mateo 5,48: “Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial”) se convierte ahora en imitación de Cristo (Tomás de Kempis), y de su discípulo Pablo.

Es importante el v. 28, con su mención por vez primera de unos “adversarios”, aunque nos quedamos sin saber quiénes son exactamente. O bien paganos de fuera, los que habían provocado la prisión de Pablo (en Filipos y el disturbio de Éfeso), o bien los que “predican el Evangelio por envidia y rivalidad” (1,15): un frente de judeocristianos parecidos a los enemigos de Pablo en Gálatas, como dijimos más arriba. Mejor esta posibilidad.

El Apóstol no parece concederles de momento mucha importancia: sabe que la comunidad es fuerte a pesar de los sufrimientos, y que el éxito es seguro con la ayuda de Dios (vv. 29-30).

2,1-5

« Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, 2 que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. 3 Nada hagáis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, 4 buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. 5 Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo »

Aclaración:

Continúa Pablo con diversas recomendaciones: se debe fomentar todo aquello que fomenta la unión del grupo o la comunidad. Ya dijimos que el Apóstol, como buen judío, aunque piensa en una salvación individual cree firmemente en el espíritu de pueblo o grupo: el individuo se salva dentro del Israel verdadero escogido por Dios. Por tanto, hay qye vivir el Evangelio -con su secuela de salvación- con unidad de pensamiento, de espíritu y de amor, procurando la humildad y evitando la rivalidad y el interés propio. La síntesis es “tener los mismos sentimientos que Cristo”: aunque Pablo no mencione la vida de Jesús, la da por supuesta. Jesús es modelo de "santo" y de "justo", como expresará claramente más tarde la teología del Evangelio de Lucas.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Sábado, 25 de Abril 2009
El aspecto doctrinal en los HchA
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

El encratismo en los HchAp (I)

Es sin duda uno de los rasgos característicos de los HchAp. Estas obras tratan del tema con amplitud y con una cierta obsesión. En este aspecto se fijaba Rosa Söder cuando calificaba el aspecto erótico como uno de los elementos principales de los Hechos Apócrifos. Lo que separa, sin embargo, las opiniones de los autores es el alcance y hasta el sentido técnico del encratismo. En mi opinión, es la falta de acuerdo en el concepto y en la definición de encratismo la que determina la divergencia en las posturas sobre el problema. Como ejemplos que ofrecen luz sobre el `tema pueden valer los artículos de A. Tissot, “Encratisme et Actes Apocryphes” en Les Actes apocryphes des Apôtres, de F. Bovon (ed.), Ginebra 1981, pp. 109-119, y el de G. Sfameni Gasparro, “Gli Atti Apocrifi degli Apostoli e la tradizione encratita”, Augustinianum XXIII, 1983, pp. 237-307.

Porque una cosa es la insistencia en la recomendación de la continencia como una conducta preferida, y otra la agamía o renuncia al matrimonio como exigencia de la fe y condición para la salvación. Por entender el encratismo como una “tendencia que hace de la continencia sexual una exigencia de la fe”, adopta Tissot una postura negativa sobre el aspecto encratita de los HchAp. Era por lo demás la opinión defendida ya por J. Flamion en RHE 10 (1909) p. 15. Sin embargo, el mismo Tissot parece matizar su negativa en el artículo que dedica al tema en Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, “L’encratisme des Actes de Thomas”, ANRW II 25,6, pp.4415-4430. Otros autores difuminan el concepto considerando que tal conducta consistiría en un conjunto de restricciones en el uso de los bienes materiales.

El hecho de defender la continencia hasta convertirla en condición indispensable para la salvación sí que sería abiertamente herético en el sentido de las palabras de Ireneo (Adu. haer. I 28,1), recogidas por Eusebio en su Historia de la Iglesia, IV 29,2: “Partiendo de Saturnino y Marción, predicaban los denominados encratitas la agamía (abstención del matrimonio) y rechazaban con ello la antigua obra de Dios, acusando sin más al que había creado al varón y la hembra para la multiplicación de la especie humana. Recomendaban la abstención de lo que ellos llamaban alimentos animales, con lo que se manifestaban desagradecidos hacia el Creador de todas las cosas”.

Los HchAp no parecen adoptar esas posturas extremas, aunque su mentalidad sea propia de una época de actitudes rigoristas. Bovon, en la obra ya citada, nota el impacto de la época, entre otras cosas, por sus tendencias encratitas. Tengo la impresión de que es ahí y no en el movimiento monástico, como quiere E. Peterson en su trabajo sobre las “Observaciones sobre el principio de la ascesis cristiana” en Frühkirche, Judentum und Gnosis (Iglesia primitiva, Judaísmo y Gnosis), pp. 209-220) donde debemos buscar el “Sitz im Leben” de los HchAp.

De todos modos, sabemos que hubo quienes llevaron la recomendación de la continencia sexual hasta la prohibición del matrimonio. Lo hemos visto en Ireneo y lo recuerda el autor de la carta 1 Tim 4,3 cuando dice que algunos “prohíben casarse y se abstienen de los alimentos creados por Dios”. Detalles típicos de las posturas encratitas. Satornilo, por ejemplo, afirmaba según Hipólito que “el matrimonio y la procreación proceden de Satanás” (J. Montserrat Torrents, Los Gnósticos, II 212). Ideas similares eran compartidas y defendidas por Marción y Taciano. Y Taciano tuvo gran influencia en la iglesia siria, lugar del origen de los HchTom.

Pero desde mi punto de vista, no es ésa la postura de los HchAp. Y ello, aun cuando la predicación y la práctica de la continencia sea una constante en estas obras. En los HchAnd reciben las relaciones conyugales las más negativas calificaciones. Y la resolución de Maximila, la esposa del procónsul, es tan firme que no duda en buscarse una joven que la sustituya en el lecho conyugal (HchAnd 17). De todos modos, la terquedad de Maximila y la complicidad de Andrés acabarán siendo la última razón del martirio del Apóstol.

En los HchJn, recuerda Juan en su plegaria postrera que Dios, o el Señor Jesús, lo mantuvo siempre puro y libre de unión con mujer. Hasta en tres ocasiones le impidió contraer matrimonio porque se lo reservaba para él (HchJn 113). Ahora bien, que en la predicación de Juan debía de entrar de alguna manera el tema de la continencia, parece evidente por la historia de Drusiana. Cuando Calímaco se enamora de Drusiana (HchJn 63), nos enteramos de que las relaciones de Drusiana con su marido Andrónico atravesaban un período de tensiones, como más tarde lo recuerda ella misma (HchJn 82). Y su resolución era tan decidida que “prefería morir antes que realizar aquella abominación”.

El autor de los HchPlTe resume la predicación de Pablo diciendo que anunciaba la palabra de Dios sobre la continencia y la resurrección (HchPlTe 5,1). A continuación proclamaba bienaventurados a los que “guardan pura su carne” y a los continentes. Támiris, el novio frustrado de Tecla, entiende que Pablo enseña a los jóvenes y a las doncellas que no deben casarse (HchPlTe 11,2). Y ésa es también la interpretación que hacen Dimas y Hermógenes de la doctrina de Pablo, añadiendo que la continencia sería condición para la resurrección (HchPlTe 12). Lo mismo declarará Támiris ante el tribunal del procónsul. El león, bautizado por Pablo, demostró su indiferencia frente a la leona que le salió al paso con intenciones lascivas. Como si el bautismo realizara en los bautizados esa transformación acorde con la presunta doctrina cristiana.

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro




Viernes, 24 de Abril 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

Continuamos hoy con el contenido de la carta a los Filipenses

1,5:

« “A causa de la comunión que habéis tenido respecto al Evangelio, desde el primer día hasta hoy”

Otra posible traducción: “A causa de la colaboración que habéis prestado al Evangelio, desde el primer día hasta hoy”. »

Aclaración:

Cuando se lee en griego este versículo, expresa gracias a su preciso vocabulario un concepto clave del cristianismo primitivo: la “comunión” (participar de todo en común: koinonía en griego) entre los fieles, una comuinión que se genera casi de modo espontáneo vez que se ha oído y creído en la “buena noticia”. Por ello es preferible la primera traducción.


1,6 + 10:

g[ 6 Firmemente convencido de que, quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando hasta el Día de Cristo Jesús […] + 1, 10 con que podáis aquilatar los mejor para ser puros y sin tacha para el Día de Cristo, ]g

Aclaración:


La expresión el “día de Cristo Jesús” de estos vv. manifiesta la esperanza de un retorno próximo de Jesús lleno de poder para juzgar al mundo (la “parusía”). Encontramos aquí la misma confianza y seguridad que Pablo había expresado ya en 1 Tesalonicenses 4-5 acerca del fin del mundo presente con el retorno previo de Jesús, esa vez con poderes de juez universal que retribuye conforme a sus acciones durante la vida terrenal vivos y muertos.

La expresión “día de Cristo Jesús” parece aquí una transposición del “Día de Yahvé”, un frase que es común en el Antiguo Testamento para designar el momento en el que Dios se presentará en la tierra para exigir cuentas por las acciones cometidas, ya sea en el Juicio Final, o antes.


1,7-8:

« Y es justo que yo sienta así de todos vosotros, pues os llevo en mi corazón, partícipes como sois todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en la defensa y consolidación del Evangelio. 8 Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús. »

Aclaración:

Esto vv. nos dicen que el Apóstol está en la cárcel (“en cadenas”), y que echa de manos y lleva en su corazón a los filipenses. Al final de la explicación del contenido, cuando tratemos el tema del lugar de composición, discutiremos cuál pudo ser el lugar de encarcelamiento de Pablo.

¿Dónde estaba encarcelado Pablo? La respuesta no es fácil en absoluto. Se han propuesto tres ciudades, Roma, Cesarea y Éfeso. Las dos primeras tienen a priori a su favor el que son las únicas nombradas por los Hechos de los apóstoles como lugares de encarcelamiento de Pablo: 23,33-26,32 y 28,14-31. La tercera tiene también sus posibilidades. Lo veremos.

1,9:


« Y lo que pido en mi oración es que vuestro amor siga creciendo cada vez más en conocimiento perfecto y todo discernimiento, »

Aclaración:

Pablo pide “conocimiento perfecto” para los filipenses: que sepan escoger lo mejor acerca de cómo entender a Jesús. Probablemente alude aquí el Apóstol indirectamente a posibles adversarios, “malos obreros” (3,2), que predican en la comunidad una interpretación del evangelio distinta a la suya, es decir, otro “conocimiento” (como en Gálatas). Los recién convertidos tienen que saber juzgarla, y escoger con conocimiento y sabiduría entre la nueva interpretación de Jesús propuesta por otros misioneros y el evangelio (“mensaje”) paulino, el primero que recibieron.

B. 1,12-4,20: cuerpo de la carta actual.

1,12-26: Estos vv. ponen de relieve la situación de Pablo en prisión y su actitud respecto al final de la vida física. Ahora el Apóstol reflexiona sobre las consecuencias de estar encarcelado: su muerte es posible y ello tendrá efectos sobre el anuncio del Evangelio.

1,12:

« Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más bien al progreso del Evangelio; »

Aclaración:

“Lo que le ha sucedido” se refiere a su detención y a su proceso aún pendiente en la ciudad desde donde escribe.

1,13:

« De tal forma que se ha hecho público en todo el Pretorio y entre todos los demás, que me hallo en cadenas por Cristo. »

Aclaración:
Al menos parece claro que él, Pablo, no es un delincuente: está en cadenas “por Cristo”, por algo relacionado con la predicación del Evangelio, no por delitos comunes. En esos años ser cristiano no era todavía delito en el Imperio; por tanto debió de tratarse de algún problema de “orden público”, al estilo, por ejemplo:

· Del que tuvo al principio en la ciudad misma de Filipos (Hch 16,16-38: Pablo expulsa del cuerpo de una adivina un espíritu impuro que profetizaba. Como la chica era esclava, los dueños se quejaron de que perdían dinero, al faltarle los clientes)

· O el motín de los orfebres en Éfeso (Hch 19,23-40: la nueva fe predicada por Pablo ponía en peligro la devoción a Ártemis, la diosa patrona de la ciudad. Los orfebres que hacían imágenes en plata de su templo, se quejan de Pablo ante la autoridad).

1,14:

« Y la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas, tienen mayor intrepidez en anunciar sin temor la Palabra. »

Aclaración:

Sea lo que fuere del episodio concreto que originó su encarcelamiento, una de las consecuencias de hallarse en la prisión fue –según Pablo mismo— un progreso en la difusión del Evangelio.

Como sabemos por la historia antigua en general, y en concreto por los Hechos de los apóstoles a propósito de Pablo mismo (28,30-31: “Permaneció Pablo dos años enteros en una casa que había alquilado [¡aunque estaba en prisión en espera de juicio!] y recibía a todos los que acudían a él; 31 predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con toda valentía, sin estorbo alguno), y por los Hechos apócrifos de los apóstoles, las condiciones de la prisión en la Antigüedad eran verdaderamente en cuanto a visitas muy tolerantes, y permitían el apostolado. Así, debemos deducir que no sólo “los hermanos”, sino Pablo mismo seguían difundiendo el Evangelio a pesar de la prisión.

Señala Rodney Stark, en su obra The Rise of Christianity (“La expansión del cristianismo”) que los romanos en general fueron muy tolerantes para con el cristianismo y su proselitismo, en general. Si hubo algún problema –de orden público, o de momentos en los que se exigía adoración a la efigie del Emperador y los cristianos no lo hacían, etc.-, las autoridades se contentaban con perseguir a los cabezas de la comunidad, pero dejaban en paz al resto de los fieles, con la idea de que descabezado el grupo, el resto perdería toda fuerza.

En el cristianismo no era así y la percepción de las autoridades romanas estaba muy equivocada, pues juzgaban al movimiento cristiano como si fuese una de las religiones del imperio, que eran controladas desde arriba por sacerdotes. Eliminados éstos, cesaba el grupo. en el cristianismo, por el contrario, la eliminación por el martiro del cabeza de grupo afianzaba el valor de la "mercancñia" religiosa que éste propagaba, se conseguían nuevos conversos y la comunidad seguía hacia adelante más fortalecida dirigida por una nueva persona.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Jueves, 23 de Abril 2009
Hoy escribe Antonio Piñero

3. Seguimos hoy con el contenido de la carta a los filipenses

Como indicamos ya, no sabemos si nos encontramos ante una composición única, salida de una vez de la pluma de Pablo, o de un conjunto de cartas de éste unidas entre sí por algún desconocido.

Esta cuestión es importante, sin duda, pero por suerte afecta poco a la comprensión de lo que el Apóstol quiso expresar con su(s) escrito(s). Por ello, intentaremos en primer lugar entender bien el contenido del texto tal como ha llegado hasta nosotros y luego (sección 5.) sopesaremos las razones para interpretar este conjunto como una carta o varias.

Las cuestiones del lugar y de la fecha de composición de Flp van unidas sobre todo a los pocos datos internos que nos proporciona la epístola misma. Éstos deben encajarse en algún lugar y tiempo dentro del marco de la actividad del Apóstol, tal como indican los Hechos de los apóstoles y el resto de las cartas de Pablo. De ello trataremos al final.

Tal como está, la carta se divide formalmente en:

A. Fórmula introductoria: 1,1-11.

B. Cuerpo de la carta: 1,12-4,20.

C. Saludos finales y conclusión: 4,21-22.

Ésta sería la estructura de una carta normal de la época en la que vive Pablo. Pero esta división usual es engañosa ya que el contenido real es un tanto más complicado. Lo dividiremos en unidades de sentido, que iremos aclarando brevemente una por una:

A. 1,1-11: Fórmula introductoria con saludos y acción de gracias.

1,1-2:

« Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos, con los epíscopos (obispos) y diáconos. 2 Gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. »

Aclaración:

El saludo inicial es el corriente en las cartas de Pablo, pero contiene un dato interesante: el escrito va dirigido a los cristianos de Filipos y a los epíscopoi “obispos (en plural) y diáconos” que presiden o rigen la comunidad. Si entendiéramos esta frase tal como suena hoy, una pequeña comunidad, que quizá no tuviera más de cuarenta o cincuenta personas, tendría varios “obispos”.

En realidad, aunque los nombres de estos “cargos” nos son bien conocidos, no hay que pensar que en la primera mitad del siglo I la Iglesia estaba ya constituida en una comunidad cristiana como lo estaría más tarde: un obispo, varios presbíteros y diversos diáconos (o “ayudantes”), como cargos eclesiásticos fijos. Esa estructura corresponde todo lo más a finales del siglo I o comienzos del II, y no en todas las iglesias. Por tanto, los mismos nombres recubrían entonces entidades distintas.

Probablemente cada nuevo grupo cristiano se organizaba al principio a su manera; por lo que sabemos, eran más importantes los maestros y profetas que los “obispos” o “inspectores” (del griego epíscopos: “vigilante”; vigilantes o inspectores quizás del uso del dinero de la comunidad, por ejemplo para atender a las viudas y huérfanos), o presidentes de los oficios litúrgicos.

No es extraño que en Filipos la comunidad se organizara precisamente como otros grupos de culto griegos de la ciudad, que tenían sus “inspectores” y “ayudantes”. Probablemente eran puestos honoríficos. Tales “vigilantes” (a los que en algunos sitios se añadían “presbíteros” = griego: “ancianos”) debían ser los más viejos y prestigiados de la comunidad.

1,3-11: Pablo expresa aquí las normales acciones de gracias a Dios por el excelente estado de la comunidad y ruega a la divinidad que las perspectivas de futuro sean igualmente buenas.

1,3-4:

« Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de vosotros, 4 rogando siempre y en todas mis oraciones con alegría por todos vosotros »

Aclaración:

En estos versículos expresa Pablo por primera vez su alegría (véase también 1,18.25; 2,17.18.28-29; 3,1; 4,1.4.10) al pensar en la comunidad y al sentir añoranza de ella (1,8: “Pues testigo me es Dios de cuánto os quiero a todos vosotros en el corazón de Cristo Jesús”). Obsérvese esta última expresión. La devoción empero al "Corazón de Jesús" es muy tardía, si no me equivoc, emnpieza en Francia en el siglo XVIII.

En ocasiones ha extrañado a los comentaristas esta manifestación de alegría repetida, ya que Pablo estaba en prisión. Pero hay que pensar que se trata de una alegría “escatológica”: la muerte ronda a Pablo (2,17: “Aun cuando mi sangre fuera derramada como libación sobre el sacrificio y la ofrenda de vuestra fe, me alegraría y congratularía con vosotros.”) y el fin del mundo y de la historia, la “meta”, está cerca (3,14: “Corriendo hacia la meta, para alcanzar el premio a que Dios me llama desde lo alto en Cristo Jesús”). El triunfo con Cristo se halla a la vuelta de la esquina.


Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Miércoles, 22 de Abril 2009
Hoy escribe Antonio Piñero


Antes de pasar de nuevo a nuestro otro tema, la “divinización de Jesús” -en donde tenemos que tratar a continuación si el título “mesías” suponía en la mente del Jesús histórico que él tuviera alguna conciencia de que al asumirlo se estaba situando en una categoría superior a la humana- deseo presentar a ustedes, una breve aclaración a la Epístola a los filipenses, dentro del otro gran tema de nuestro blog, la guía o introducción al pensamiento de Pablo de Tarso.

Para muchos estudiosos es esta Carta a los filipenses la más atractiva de las que escribió Pablo por su tono alegre y por el afecto que rezuma hacia los destinatarios, convertidos por él al cristianismo y luego en amigos suyos.

Por otro lado, Filipense (Flp) nos presenta por primera vez en los escritos del Apóstol problemas literarios de importancia: no sabemos si la carta actual es una composición unitaria, o si está formada por dos o tres escritos de Pablo a los cristianos de Filipos que un redactor cristiano del siglo II, desconocido por lo demás, se encargó de recortar y ensamblar hasta formar la “carta” que hoy conocemos.

En primer lugar es preciso considerar las circunstancias exteriores que nos ayudan a comprender la carta.


1. La ciudad de Filipos

Filipos era durante el siglo I d.C. una ciudad de relativa importancia en el norte de Grecia, en la provincia de Macedonia (Hch 16,11). Había sido fundada en el s. IV a.C. por el padre de Alejandro Magno, Filipo II, y estaba situada cerca del mar y de una calzada romana importante, la Vía Egnatia, que unía el sur de Italia con Bizancio (la futura Constantinopla). Tenía, pues, un cierto movimiento económico, apoyado en la fertilidad de su llanura y en su riqueza en minerales (oro y plata).

Filipos se había hecho famosa en el s. I a.C. porque en su comarca se había librado la batalla de Filipos en la que Marco Antonio y Octavio (el futuro emperador Augusto) habían derrotado a Bruto y Casio, los asesinos de Julio César.

Parece además que en todo el entorno del norte de Grecia había barrios de judíos importantes en diferentes ciudades de la zona. Como ya sabemos, estas comunidades eran presuntamente la primera fuente de creyentes potenciales para la fe en Jesús mesías. Al parecer, a ellas se dirigía siempre Pablo en primer lugar cuando visitaba una ciudad nueva con ánimos misioneros.

2. La fundación de la comunidad

Según Hch 16,12ss, Pablo había fundado en Filipos una pequeña comunidad de cristianos durante su “Segundo viaje misionero” (50-52). La predicación del Evangelio fue un éxito relativo en la ciudad, donde se convirtieron al cristianismo algunos judíos y paganos: que la comunidad era mixta se deduce de los nombres griegos mencionados en la carta: 4,2: “Evodia (“De buen olor”), Sintique (“Participante de la [buena] Suerte”), Sícigo (“Uncido al mismo yugo”).

Pero algo debió ir mal ante las autoridades/magistrados de la ciudad, pues Pablo sufrió una fuerte persecución y, tras una estancia breve (Hch 16,12: “algunos días”) tuvo que abandonar la villa (1 Tes 2,2: se retiró

« “Después de haber padecido sufrimientos e injurias en Filipos, como sabéis, confiados en nuestro Dios, tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas”.  »

Nunca volvió a Filipos (al menos ésta es la impresión que produce la carta: véase 1,30 [“Sosteniendo el mismo combate en que antes me visteis y en el que ahora sabéis que me encuentro.”]; 4,15-16 [“Y sabéis también vosotros, filipenses, que en el comienzo de la evangelización, cuando salí de Macedonia, ninguna Iglesia me abrió cuentas de «haber y debe», sino vosotros solos. 16 Pues incluso cuando estaba yo en Tesalónica enviasteis por dos veces con que atender a mi necesidad”]).

Sin embargo, las relaciones del Apóstol con sus recién convertidos fueron excelentes y ello se tradujo en el envío de ayuda económica a Pablo por parte de los nuevos cristianos. Aunque el Apóstol tenía a gala sustentarse por sus propios medios y no ser gravoso a nadie (1 Tes 2,9: “Pues recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas. Trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos el Evangelio de Dios”), aceptó con gusto estas ayudas y mostró su agradecimiento por carta.

Aparte de este motivo, había también otros que impulsaron a Pablo a escribir esta misiva: interesarse por el estado de la comunidad, expresar hacia ella su confianza, anunciarles una próxima visita en cuanto fuera posible y avisarles de algunos peligros que podía correr la fe de los nuevos conversos por la predicación de otro modo de entender a Jesús difundida por misioneros cristianos venidos de fuera... quizá de la iglesia madre de jerusalén. Lo veremos.

Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Martes, 21 de Abril 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

A propósito de mi breve comentario a Gálatas 1,17 dond Pablo cuenta qué hizo después de su "llamada" por parte de Dios:

« No subí a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco, »

me escribe el biblista argentino Ariel Álvarez Valdés la siguiente nota que contiene algunas precisiones sobre mi comentario, y que publico con mucho gusto y agradecimiento:

Sobre la Carta a los Gálatas, usted dice que el viaje de Pablo a Arabia (de Gál 1,17) “probablemente sea una retirada al desierto para madurar sus ideas”. Pero de hecho hoy la mayoría de los estudiosos de Pablo sostiene más bien que se trató de un viaje misionero, evangelizador, el primero que realizó Pablo.


a) En efecto, Pablo escribe su carta a los Gálatas precisamente para intentar justificar su autoridad como apóstol. Y colocar el recuerdo de un período de retiro y recogimiento para orar y pensar iría precisamente en contra el desarrollo del discurso que está exponiendo, y además sería contrario a sus hábitos.

b) Por otra parte, Pablo conocía bien el cristianismo que predicaban los helenistas, y sabía quién era Jesús, según la perspectiva presentada por esos misioneros a quienes él había perseguido. A tal punto que lo consideraba un riesgo para el judaísmo legal de la rama farisaica a la que él pertenecía. Por eso, no tuvo mayor necesidad de ir a aprender quién era el Maestro de Nazaret.

c) La frase precedente, donde Pablo afirma que desde el primer día de su conversión, tuvo plena conciencia de que Dios lo había llamado para que anunciara a Jesucristo “entre los gentiles” (Gál 1,16), también parece excluir esa posibilidad de un retiro, e inclina la balanza a una misión.

d) El viaje a Arabia no tuvo un final feliz. En 2 Cor Pablo recuerda:

“En Damasco, el etnarca del rey Aretas tenía puesta una guardia en la ciudad de los damascenos, con el fin de prenderme; por una ventana y en una canasta fui descolgado por la muralla; y así escapé de sus manos” (2 Cor 11,32-33).

Si el rey Aretas IV se molestó por la actividad de Pablo en su territorio, y lo hizo perseguir hasta Damasco, confirma que Pablo no había ido allí en busca de soledad sino de acción, y que la labor que desarrolló había tenido cierta trascendencia.

e) Pablo nunca guardó un buen recuerdo de este viaje, por su triste final (huir de noche, escondido, en una canasta, y descolgado por una ventana de las murallas). Por eso lo evoca como una etapa vergonzosa de su vida, entre sus “debilidades” (2 Cor 11,30). Lo cual desaconseja tomar este viaje como un retiro para madurar sus ideas.

Un cordial saludo de Ariel Alvarez Valdés

Estoy de acuerdo con estos argumentos, que creo que son razonables y que son conocidos. Quisiera añadir sólo que la denominada "conversión" de Pablo, a tenor del conjunto de sus cartas, parece ante todo una iluminación interior, una visión (ignoramos más precisiones) en la que el Apóstol cae en la cuenta de que sus adversarios, seguidores de Jesús -perseguidos hasta el momento-, tienen razón. El cambio, empero, de la teología de un fariseo a la cristología y soteriología (doctrina de la salvación) de un cristiano, justamente al estilo de Pablo y no al de la comunidad madre de Jerusalén, es tan grande, es un vuelco tan radical, que necesitó un tiempo de maduración.

A tenor del cambio que se produce en Pablo desde la Epístola a los Gálatas hasta la dirigida a los Romanos en sus precisiones sobre la "justificación por la fe" y las relaciones de esta doctrina con los judíos, es también tan notorio e importante -como espero que tengamos ocasión de ver en un futuro-, que se deduce de ello que Pablo estuvo madurando sus ideas toda la vida.

Por esta razón es de suponer que, inmediatamente después de su "conversion" / llamada, Pablo debió de dedicar más tiempo a la reflexión que a la predicación.

Sim embargo, acepto que un final tan peligroso, con su huida descolgándose por la muralla al amparo de la noche, implica que propagó en seguida sus nuevas ideas, que su nueva predicación deía de ser ya tan novedosa, que enseguida despertó las iras de los judíos.

Así, que en suma, acepto con gusto la precisión y desearía que las dos perspectivas -predicación y profunda reflexión- no se vieran como excluyentes: debieron de ir unidas en esa etapa de la vida de Pablo que duró tres años... y en territorio un tanto extraño: Arabia.

Mi error ha sido no dedicar ni una sola palabra a los que los Hechos de los apóstoles y al mismo Pablo, quien ofrece en otras partes noticias sobre el resultado de su estancia en tierras del rey Aretas. Gracias de nuevo.

Saludos cordiales de Antonio Piñero

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Lunes, 20 de Abril 2009
Hoy escribe Gonzalo del CERRO

En las misteriosas lejanías de los principios era la mujer. Eva, en los orígenes bíblicos; Pandora, en los umbrales de la cultura griega. Recordando a Goethe, podríamos hablar del “eterno femenino”. La aparición de Eva en el texto bíblico va arropada bajo su condición de mujer. “Yahvé Dios formó a la mujer” (Génesis 2, 22) para que sirviera de ayuda a Adán, el hombre. Adam en hebreo significa precisamente hombre, un ser de tierra roja. Y no encontraba ayuda entre todas las criaturas creadas por Dios. Eva no tenía todavía nombre, pero el Creador la destinó para el matrimonio, de modo que los dos, el hombre y la mujer, fueran una sola carne (Génesis 2, 25).

Cuando la serpiente se lanzó al asalto de la especie humana, dirigió su estrategia hacia “la mujer”. “La serpiente, la más astuta de todas las bestias del campo” (Génesis 3, 1), sabía que, derribada la mujer, la fortaleza humana se vendría abajo. Y así fue. En el relato de la escena de la desobediencia y sus fatales consecuencias, el texto menciona a Eva hasta diez veces, siempre referida como “la mujer”. Solamente después de la sentencia contra los actores del desaguisado, “llamó Adán el nombre de su mujer Eva, porque ella fue la madre de todo viviente” (Génesis 3, 20).

Como en otros casos similares, tenemos aquí la explicación del contenido semántico del nombre. La raíz verbal hebrea es la trilítera, compuesta por heth (pronunciada como la jota castellana profunda), wau y he (hache aspirada, sin sonido en posición final). La raíz significa “vivir”. El nombre de Eva (Hawwáh) es de los denominados en la filología hebrea “nomina opificum” (nombres de artesanos o autores). Llevan geminada la segunda consonante y significan el autor de la acción expresada por el verbo. Según este principio, la interpretación del nombre de Eva dada por Adán no puede ser más exacta. Eva (Hawwáh) significa, en efecto, autora de vida.

Sin embargo, esta autora de vida fue la ocasión decisiva para que el mundo, creado como proyecto de felicidad perpetua, se convirtiera en una carrera de dolores y pesadumbres. La primera carta de San Pablo a Timoteo recuerda que “no fue Adán el seducido, sino Eva la que, seducida, incurrió en la transgresión” (1 Tim 2, 14). El dato parece ser el motivo para imponer a la mujer una actitud de sumisión y silencio. Eva es en la exégesis de los Santos Padres y Escritores Eclesiásticos, la puerta del pecado.

El primer relato después de la caída es la historia de Caín y Abel, que acaba en el asesinato de Abel a manos de su propio hermano (Génesis 4). Y después de un capítulo de nombres y generaciones, propio de la tradición P (Sacerdotal: siglo VI a. C.), sigue la historia constatando cuánto “había crecido la maldad del hombre sobre la tierra” (Génesis 6, 5). Tanto que Dios se arrepintió de haber creado al hombre y tomó la decisión de purificar la humanidad mediante el diluvio.

Una figura paralela a la de Eva es la griega Pandora, una especie de duplicado de la Eva bíblica. No al revés, ya que todos los textos citados sobre la creación de la mujer y su decisiva participación en la desobediencia al mandato de Dios pertenecen a la tradición Yahvista, que se remonta al siglo IX a. C.

El mito de Pandora y toda su peripecia literaria es obra de Hesíodo, que componía sus obras “La Teogonía” y “Los Trabajos y los Días” hacia la mitad del siglo VIII a. C., unos doscientos años después de la fecha señalada por Wellhausen para el origen de la tradición Yahvista.
La aparición de Pandora tuvo una motivación contraria a las razones de la creación de Eva. Dios creó a la primera mujer para que Adán no estuviera solo, sino que tuviera una ayuda semejante a él. El origen de Pandora fue fruto de la intención de Zeus de vengar los engaños del titán Prometeo. Para ello idearon los dioses un castigo rebuscado que no era otro que la mujer.

La situación anterior recuerda la vida de Adán y Eva en el Paraíso. Cuenta Hesíodo:

“Antes vivía la raza humana sobre la tierra sin males y al abrigo de la dura fatiga, libre de las dolorosas enfermedades que conducen a la muerte” (Trabajos, 90-92).

¿Qué fue lo que torció la línea recta de una felicidad imperturbable? Unos sucesos nada simples. Japeto, uno de los Titanes tuvo entre sus hijos a dos que interesan a nuestra historia, Prometeo y Epimeteo. Prometeo es por su nombre el que piensa las cosas antes de hacerlas (pro); Epimeteo, el que las piensa después (epí). Prometeo era prudente, generoso y previsor; Epimeteo, según Platón, “no era lo que se dice un sabio” (Protágoras, 321 b).

Zeus tuvo la intención de destruir a los hombres. Pero Prometeo, “el defensor de oficio de la raza humana” (Luciano di Crescenzo) se opuso a tal proyecto. Para ayudar a los mortales o “seres de un día”, robó el fuego de los dioses y se lo llevó a los hombres en una férula. Era un elemento más que útil para el progreso de la humanidad. Diodoro Sículo, en su afán de racionalizar el mito, alude a la opinión de que lo que hizo Prometeo fue inventar el pedernal (Bibl. Hist., V 67, 2-6).

Pero Hesíodo ofrece otra causa para el castigo del Titán. Fue una trampa con la que intentó engañar al mismo Zeus. Preparó un buey asado con el que invitó al padre de los dioses. En la parte mayor y más vistosa envolvió en la piel los huesos y la grasa; en la parte pequeña puso los mejores trozos de carne. Zeus escogió la parte mayor en la que sólo encontró desperdicios en cantidad (Teogonía 545-560). En opinión piadosa de Hesíodo, Zeus eligió aquella parte a sabiendas buscando motivos para castigar a Prometeo. Pero el robo del fuego es la razón más socorrida para justificar el castigo: antì pyrós teûxen kakòn anthrópoisin (a cambio del fuego creó un mal para los hombres: Teog. 570). El mal era la mujer. Lo que pasa es que los dioses la adornaron con toda clase de encantos, suficientes para engañar a cualquiera que no fuera tan avisado como Prometeo. La mujer, explica Hesíodo, era un mal, aunque un “mal hermoso” (kalòn kakón: Teogonía, 585).

Los datos, presentados en la Teogonía de forma anónima, aparecen ampliados y completados con minuciosos detalles en los Trabajos y los Días (42-105). Allí se cuenta que Prometeo robó el fuego al prudente Zeus para dárselo a los hombres. Al engaño reaccionó el padre de los dioses proyectando para Prometeo y los hombres “una gran desgracia” (méga pêma: v. 56). “Yo, a cambio del fuego les daré un mal”, dice Zeus (v. 57). Dio las órdenes oportunas para que los dioses se pusieran manos a la obra. Hefesto, el artesano, modeló de barro “un amable cuerpo de doncella”. Pero en el producto final colaboraron los dioses aportando toda clase de dones: Atenea, Afrodita, Hermes, las Gracias, la Persuasión, las Horas. Por tratarse de un regalo de los dioses, Hermes le dio el nombre de Pandora (pân y dôra: “todo” y “dones”).

Pero Hesíodo deja bien claro que aquel regalo era nefasto para los hombres: kakón (un mal), pêma (una desgracia), dólos (una trampa). Y es que Zeus creó a las mujeres, esa raza funesta, para desgracia de los hombres (Teog., 600 s).

Prometeo advirtió a su hermano que no aceptara ningún regalo de Zeus si no quería hundirse en la ruina. Pero Epimeteo aceptó el regalo, la mujer, con la dote concomitante, la jarra (píthos). Se casaron, pero no fueron felices. Pandora no cumplió otra de las recomendaciones recibidas, la de no abrir la jarra. Como Eva cuando desoyó la voz de Dios que prohibía tocar el fruto del Árbol de la Ciencia. Erasmo puso en franquicia la denominación de “caja” para lo que era un píthos, una tinaja de las que, hundidas en tierra, servían como contenedores de grano, vino o aceite.

Pandora quiso cerrar la tinaja, pero cuando lo consiguió, sólo quedaba dentro la esperanza. Epimeteo comprendió el significado del hermoso regalo de los dioses, en palabras de Hesíodo, al experimentar la desgracia. Es decir, cuando ya no había remedio. Los males siguieron campando por el mundo sin freno ni limitación.

Saludos de Gonzalo del CERRO

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Hoy en "El blog de Antonio Piñero" se trata el tema:

"La distinción entre 'reino' y 'reinado' de Dios".

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Saludos de nuevo.
Domingo, 19 de Abril 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

Concluimos hoy, como prometimos, con la aclaración de la Epístola a los Gálatas. El último tema a tratar es la comparación entre los datos de los Hechos de los apóstoles y Gálatas sobre la vida de Pablo y el denominado “Concilio de los apóstoles” del año 49 d.C.


Ambos documentos están de acuerdo en unos datos y difieren en otros:


• Coinciden en la “vocación” o llamada de Pablo poco tiempo después de haber actuado como perseguidor de la Iglesia, pero Pablo no menciona el episodio del camino de Damasco (Hch 9).

• Hch no habla del viaje a Arabia (Gál 1,17: probablemente una retirada al desierto para madurar sus ideas).

• Hch presupone que Pablo se había formado como fariseo en Jerusalén y que asintió y consintió con la muerte de Esteban (Hech 7 y 8). Pablo afirma que él no era conocido las comunidades cristianas de Judea (Gal 1,22), lo que casa mal con una estancia prolongada en la capital como estudiante y activista religioso.

• Ambos textos coinciden en un viaje a Jerusalén donde Pablo fue presentado a los apóstoles (Hch 9,26-29 / Gál 1,18-20).

• Los primeros pasos como predicador de Pablo son distintos en Hechos y Gálatas:

- En el primero hay viajes misioneros a Cesarea y Tarso de Cilicia (9,30), Antioquía (11,26), de nuevo a Jerusalén (11,29s), a Seleucia, Salamina y Chipre (Hech 13,4-12) y a la zona sur de Galacia (13,13-14,25).

- Pablo es, por el contrario, muy escueto, y sólo menciona viajes misioneros a Siria y Cilicia (Gál 1,21-22) y la evangelización de algunas iglesias innominadas junto con la de Filipos (Flp 4,15).

• Coinciden Pablo y Hechos en la mención del Concilio de Jerusalén (Hch 15/Gál 2,1ss). Pero

- Hechos afirman que la celebración del concilio se debió a una decisión de la iglesia de Antioquía que envió a Bernabé y a Pablo a consultar a la Iglesia de Jerusalén (Hch 15,1-2). El Apóstol, por el contrario, sostiene que subió a la capital por cuenta propia, "movido por una revelación" (Gál 2,2).

- Pablo no menciona ningún decreto de la iglesia jerusalemita, a la vez que Hechos silencian la disputa entre Pablo y Pedro en Antioquía.

- Ambos textos coinciden en que Pablo recibe de algún modo el encargo de predicar a los gentiles.

• Respecto al segundo y tercer viaje misioneros de los Hechos (15,41ss y 18,23) puede decirse que los datos pueden encajar más o menos con los que proporciona Pablo en sus cartas. Lo único que llama la atención en Lucas-Hechos es la total ausencia o mención a la notable actividad de Pablo como autor de cartas, en general de gran trascendencia teológica. No hay mención alguna a la tremenda nueva teología que Pablo iba difundiendo. Por ejemplo, no se habla ni una palabra de la "justificación por la fe" y de la eliminación de la ley de Moisés como prerrequisito para la salvación.

Para valorar las diferencias entre el texto de los Hechos y los datos de Pablo hay que tener en cuenta que:

• La mayoría de los detalles autobiográficos de este último sobre este período de su vida que ahora nos concierne sólo provienen de esta Carta a los gálatas.

• La carta, sin embargo, no tiene un interés biográfico por sí, sino que su afán es sobre todo apologético, es decir de defensa del ministerio apostólico de Pablo. Éste pudo omitir ciertos detalles de su vida que no venían a cuento para el argumento.

De todos modos la reflexión teológica sobre los orígenes del cristianismo tiene que contar que existe un alto grado de discrepancia entre los Hechos y el Pablo auténtico.

Este hecho afecta al concepto de la revelación, sobre todo a la hora de reflexionar y precisar la absoluta “inerrancia” (imposibilidad de equivocarse) de la Escritura y sobre las divergencias reales entre diversos autores del mismo Nuevo Testamento.

En cualquier caso, si hay una contradicción insalvable en algunos momentos entre Hechos y el Apóstol, se debe preferir los datos proporcionados por Pablo.


Saludos cordiales de Antonio Piñero.
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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“Jesús nunca explicó directamente en qué consiste el reino de Dios”

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Saludos de nuevo.

Sábado, 18 de Abril 2009

Hoy escribe Antonio Piñero

Hoy tratamos brevemente los dos temas siguientes: ¿Cuándo y dónde se compuso esta carta? Y ¿Tuvo éxito?


1. De todo el tenor del escrito que estamos comentando se deduce que entre la conversión de los gálatas y su abandono del “evangelio” de Pablo no había pasado mucho tiempo.

Según sabemos ya, la fundación de la comunidad de Galacia aconteció durante el segundo viaje misionero (en los años 50-52 d.C.) y que una visita ulterior tuvo lugar en el tercer viaje misionero (a partir del año 54). La irrupción de los predicadores debió de ser poco después de esta última visita, y tuvo desastrosas consecuencias, como sabemos también .

Pablo recibe noticias de ello y reacciona al punto con esta carta encendida y enérgica, a veces rallana en el insulto. Por tanto, dictó su escrito poco después del tercer viaje misionero, es decir, en su última estancia en Éfeso antes de emprender su funesto y último camino a Jerusalén. Así pues, entre el 54 y 57 d.C., mientras permanecía en aquella ciudad de Asia Menor.

En concreto: quizás más bien al principio de la estancia en la ciudad, puesto que en Gálatas 2,10 se habla de la colecta por los pobres, pero no se menciona aún su ejecución, que sí se supone que ya ha terminado cuando más tarde, al final de su estancia en Éfeso, escribe 1 Corintios, capítulo 16.


¿Tuvo éxito la carta a los gálatas?

El Nuevo Testamento nada dice directamente de ello. Pero es muy probable que la respuesta fuera muy positiva si aceptamos que 1 Corintios fue escrita después de Gálatas como acabamos de decir y que habla de la colecta de dinero entre los gálatas. Sobre esta cuestación que Pablo estaba promoviendo entre los nuevos convertidos para ayudar a la Iglesia de Jerusalén se dice en 1 Corintios 16,1:

« “En cuanto a la colecta a favor de los santos haced también vosotros conforme a las normas que he dado a las iglesias de Galacia…”.  »

Estas frases dan a entender que se estaba celebrando, o se había concluido ya, en Galacia una colecta dirigida por Pablo..., y que tuvo éxito. Es de suponer que los gálatas se habían reconciliado con el Apóstol y habían vuelto al redil de su evangelio, pues nadie da dinero a un enemigo.

Por tanto, los predicadores judeocristianos, venidos quizás de Jerusalén, fracasaron en su intento de:

Desacreditar al apóstol Pablo, afirmando que su evangelio no era genuino = no era “apostólico”, ya que su autor no había pertenecido al círculo de íntimos de Jesús… ¡ni siquiera había conocido al Maestro personalmente! Era, pues un evangelio distinto al de las máximas autoridades… Pedro, Juan el del Zebedeo, Santiago el hermano del Señor…

• Argumentar que el concepto de la salvación según Pablo -por la fe sólo, como hemos explicado- era superficial y falso

• Que la idea paulina de centrarse sólo en Jesús crucificado (propiamente en la cruz, pero como germen de la resurrección) olvidaba que Dios había sellado un pacto con Abrahán que incluía la circuncisión y ciertas leyes sobre alimentos.

Obligar a los gentiles a hacerse plenamente judíos. Jesús ciertamente era el mesías –argüían los adversarios-; pero sólo había inaugurado una nueva era en la que los judíos no debían poner impedimentos en que muchos gentiles entraran dentro del pueblo elegido… ¡pero tenían que hacerse judíos plenamente! Tenían que vivir como el Abrahán del final de su vida: aceptando la circuncisión y un adelanto de la ley de Moisés.

Este fracaso de los adversarios de Pablo significa el triunfo de la línea paulina de interpretación de la vida y figura de Jesús de Nazaret – centrada en la cruz de Jesús y en la no validez de la Ley- que -unido a la destrucción de la comunidad madre de Jerusalén en la Revuelta Judía del 66-70 d.C.- abrió el camino para el triunfo en toda la del cristianismo en menos de tres siglos.

Concluiremos la breve aclaración de Gálatas en la nota siguiente.

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Hoy en el “Blog de Antonio Piñero” se trata del siguiente tema:

“¿Perfeccionar al religión judía?”

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Saludos de nuevo.





Viernes, 17 de Abril 2009
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Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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