NotasHoy escribe Antonio Piñero Seguimos con el tema general: “El Nuevo Testamento visto por un filólogo”, pero lo dividiré en dos partes por su amplitud IV A) y IV B. IV. De acuerdo con el título de esta nota, un filólogo considera que el Nuevo Testamento es un conjunto de libros –hoy 27, de los cuales 21 son cartas- voluntariamente predeterminado y excluyente, es decir, no es un espejo de todos los cristianismos que hubo en el nacimiento de la fe cristiana ni de los credos existentes en el momento de tal selección de obras. De acuerdo con lo que he expuesto en mi obra Cristianismos derrotados, Madrid 2008, Editorial Edaf, Introducción: a vista de pájaro y sin ser exhaustivo podemos enumerar al menos unos ocho o nueve “cristianismos” que no están incluidos plenamente en el Nuevo Testamento. Así: • cristianismos que niegan que Jesús sea Dios: ebionitas, nazarenos • cristianismos que niegan a Pablo: falso profeta: Pseudo Clementinas • cristianismos proféticos: el dominio del Espíritu: difíciles de controlar: montanistas y gnósticos de muy diverso pelaje • cristianismos que niegan la validez de la Biblia tal como la conocemos hoy: Marción Pseudo Clementinas Ciertos gnósticos conocidos por Nag Hammadi como las comunidades que se hallan detrás del Origen del mundo, Apócrifo de Juan o la Hipóstasis de los arcontes, que tratan expresamente las cuestiones de antropogonía/antropología acomodando el texto de la Biblia a las concepciones y cánones gnósticos. • cristianismos que niegan la encarnación verdadera: docetas: Hechos apócrifos • cristianismos que niegan la resurrección futura: aparecen en Pablo (1 Cor) y en las Pastorales • cristianismos que promocionan la independencia de las mujeres: Escritos sobre M. Magdalena Hechos apócrifos • cristianismos que niegan el cuerpo y el mundo. Ascetismo extremo, contra la vida sexual y el matrimonio: Evangelio de los Egipcios Epístola del Pseudo Tito Hechos apócrifos • cristianismos que promocionan la vida libre y libertina: gnósticos libertinos de Epifanio e Ireneo; carpocratianos de Clemente de Alejandría. Estos tipos de cristianismo que cualquier observador atento podría contemplar en Asia Menor, l actual Turquía, a mediados del siglo II, a pesar de ser tantos se reducen a tres líneas principales: 1. La línea judeocristiana, es decir, los seguidores puramente judíos de Jesús de la primerísima hora, congregados sobre todo en Jerusalén. Entre ellos había fariseos, esenios y sacerdotes del clero bajo que creían firmemente –sin apartarse un ápice de su credo judío- que Jesús era el verdadero mesías y habí9a venido ya. Su teología era en verdad muy judía con algunos retoques generados a partir de la creencia de que Dios había resucitado a Jesús y lo había confirmado en su misión de mesías. Como Jesús no había podido cumplir su misión por su muerte extemporánea a manos de los romanos tendría que venir pronto a la tierra para cumplirla de una vez e instaurar en la misma tierra, de Israel por supuesto, el reino de Dios. 2. La línea paulina. Se caracteriza porque del Jesús de la historia no le interesa en principio más que su muerte y resurrección. El paulinismo entiende el sacrificio en la muerte de Jesús como un acto voluntariamente querido por su Padre y como un sacrificio expiatorio, una muerte en vez de los demás humanos. Con este sacrificio la situación de pecado de la humanidad queda eliminada, restablecida la amistad con Dios y queda abierta la posibilidad de la salvación eterna. Pero sólo se salva el que cree que Jesús es el mesías, que con él se ha establecido la era mesiánica y que el pecado queda convertido en justo (“justificado”) una vez que ha admitido por un acto de fe, ayudado necesariamente por la gracia divina, que la muerte en cruz de Cristo ha sido el sacrificio expiatorio que ha borrado el pecado del mundo. 3. Los cristianos gnósticos. Estos se creen especiales porque son los únicos entre los mortales que han recibido de Dios una revelación especial para entender en profundidad cómo es Dios, como es la plenitud de la divinidad, cómo ha sido creado el universo y por quién, como Dios ha enviado reveladores de su esencia a lo largo de la historia, como Jesús es el último de ellos; cómo éste ha escogido a unos pocos mortales para indicarles cuál es el verdadero camino de la salvación; cómo el espíritu humano de esos elegidos es consustancial con la divinidad y como ese espíritu –desgraciadamente encadenado por un triste proceso a la materia del universo, debe volver a u verdadera patria que es el cielo. El Redentor-Revelador-Jesús les ha señalado a ellos solos el camino. En la nota siguiente (IV B) veremos que pasará con estos grupos sobre todo en lo que respecta a la formación de la lista o canon de libros sagrados del cristianismo Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ………………. En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es: “Crítica literaria de los Evangelios (I)” Saludos de nuevo.
Viernes, 9 de Abril 2010
Comentarios
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Uso de la Biblia en los HchAnd I. El contenido 48. El procónsul Lesbio se dirige a Andrés rogándole que le ilumine: “enciende sobre mí la luz de la justicia” (HchAnd Mart Prius 4,2). La idea está implícita en el concepto de que los hijos de la luz son los buenos, mientras que los hijos de las tinieblas son los malos. Pero podemos recordar la recomendación de Jesús en Mt 5, 15: “Luzca vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras”. La conducta de los hijos de la luz brilla y trasciende, de modo que aparece reflejada a los ojos de los hombres como realización de obras buenas. En el coloquio con Nicodemo, afirmaba Jesús que “la luz ha venido al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz. En la repetida oposición luz-tinieblas, Lesbio sabía que tenía que elegir la opción donde brilla la justicia, porque existe una clara conexión entre la luz y las buenas obras. 49. Andrés invoca a Jesús diciendo: “Oh Dios Jesucristo, el que era desconocido por el mundo, pero ahora es dado a conocer por medio de nosotros” (HchAnd Mart Prius 5,1). 1) Que Jesús era desconocido por el mundo lo leemos ya en Jn 1,10: “Vino al mundo, pero el mundo no lo conoció”. Es lo que decía el mismo Jesús durante la Cena: Los hombres se portarán con hostilidad frente a los Apóstoles “porque no conocieron al Padre ni a mí” (Jn 16, 3) y lo que se desprende de muchos pasajes del relato evangélico (Jn 7,4; 14,22; 17,23). Es también lo que más se destaca en 1 Jn 3,1 (“El mundo no nos conoce”). 2) Que ahora se ha manifestado es el sentido y el objeto de toda la evangelización. La 1 Pe 1,20 afirma que hemos sido redimidos por la sangre de Cristo, conocido ya antes de la creación del mundo, “pero manifestado al final de los tiempos”. La carta a los colosenses habla del misterio escondido desde los siglos, pero que “ahora ha sido manifestado” (Col 1,26). La revelación de ese misterio viene explicada en 1 Tim 3,16, y la doctrina del misterio está desarrollada en Ef 3 y aludida en Jn 1, 31; 2,11; 7,14; 14,22; 17,23.25. 50. En su plegaria, invoca Andrés a “Jesucristo Dios, el Hijo del Bendito, que existes antes de todas las cosas y estás en todas ellas” (HchAnd Mart Prius 5,1). Es la afirmación, y casi la misma fórmula, que aparece en Col 1,17: “Él existe antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en él”. 51. Entre las promesas que Lesbio, libre ya de sus obligaciones de procónsul, confiesa ante Andrés, leemos que “me he desprendido de los adornos del mundo y he desechado los halagos de la vida” (HchAnd Mart Prius 7,1). La idea de que el mundo es un impedimento que aparta al hombre de Dios subyace a muchos planteamientos de los escritos apostólicos. Pero podemos recordar lo que se dice en 2 Tim 2,4: “El que milita en el ejército no se enreda en los negocios de la vida”. Y el autor de la 2 Pe habla de los “miasmas de este mundo”, en los que pueden verse enredados los que ya habían conocido al Salvador Jesucristo. 52. La multitud grita ante el procónsul que Andrés “los ha presentado como ovejitas ante su Pastor, Cristo vivificador” (HchAnd Mart Prius 9,2). Por la parábola del Buen Pastor (Jn 10,11.14), sabemos que Cristo lo es, que tiene sus propias ovejas (Jn 10,14) y que tiene otras ovejas a las que tiene que llevar a su redil (Jn 10,16). Pero por su parte recordaba que los fieles “erais como ovejas descarriadas, pero ahora os habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas” (1 Pe 2 2,25). 53. Andrés se enfrentaba con la muchedumbre que pretendía oponerse a su prendimiento y prometía que se aparecería después de muerto para mostrar a todos el “camino de la resurrección” (HchAnd Mart Prius 10,2). Ya hemos visto en otro pasaje la doctrina de la supervivencia del hombre después de la muerte. Eso sería lo primero que podría demostrar Andrés con su aparición. Pero el camino de la resurrección es la fe en Jesucristo según la afirmación de Jn 11, 25s: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque haya muerto vivirá, y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. Es también el tema fundamental del discurso pronunciado por Jesús en la sinagoga de Cafarnaún (Jn 6,35-59; cf Jn 8,12; Flp 3,9-11; etc. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Jueves, 8 de Abril 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero y José Montserrat Seguimos cvon la indagación comenzada en la nota anterior acerca de la curiosa, y sospechosa laguna que se halla en los manuscritos de los Anales de Tácito. El descubrimiento de las razones de la laguna (una muitilaciópn) es la base de la novela de José Montserrat, cuyo argumento histórico puede tener consecuencias poara comprender la fuigura del Jesús histórico. ¿Se trataba de un códice o de un rollo? Es prácticamente seguro que se trataba de un códice de pergamino; los rollos de papiro se deterioraban rápidamente en el clima europeo, a diferencia de lo que ocurría en el Alto Egipto. Ahora bien, el texto del códice Mediceus prior es aceptablemente bueno, por lo tanto el original copiado no era un rollo de papiro deteriorado, sino un códice de pergamino. ¿De dónde procedía el Códice Copiado? Dilucidemos en primer lugar la procedencia del códice Mediceus prior. Este códice, como es sabido, fue hallado hacia 1510 en el monasterio de Corvey, en la Westfalia. Este cenobio fue fundado alrededor del año 82 0 por monjes benedictinos procedentes de la abadía de Corbie, en la Picardía francesa. Corbie fue fundada hacia 660por monjes procedentes de la abadía de Luxeil, que seguían la regla de san Columbano modificada por la regla de san Benito. Los monasterios de obediencia columbiana se caracterizaban por su aprecio de la cultura. No es pues de extrañar que por los scriptoria de estos monasterios circularan obras de los autores clásicos latinos. Entre ellas, los Anales de Tácito. El Códice Copiado comprendía los libros I-VI del los Anales. De todos modos, no hay seguridad respecto a la división del texto en libros, sobre todo con referencia a los libros V y VI. Los editores modernos vacilan en este punto. La laguna histórica que hemos descubierto se halla en el libro V. Intentemos ahora averiguar la extensión de esta laguna. Desde el punto de vista de la crónica, sabemos ya que la laguna se extendía sobre dos años y dos consulados. ¿Cuál era la extensión del texto eliminado? En esta primera parte de los Anales, que se ocupa exclusivamente del principado de Tiberio, la crónica de un consulado (un año) ocupa una media de diez páginas. Es curioso constatar, sin embargo, que a medida que avanza la obra el espacio dedicado a cada consulado se va reduciendo, como si el autor se hubiera percatado de que la obra le salía demasiado extensa. Así, por ejemplo, el primer consulado reseñado (año 14 ), ocupa 28 páginas, mientras que el penúltimo (año 36 ) se contenta con tres. La media se establece en diez páginas. Ahora bien, la laguna que estamos investigando se sitúa hacia el final, donde la media es de ocho. Así pues, el texto de la laguna correspondía a unas 16 páginas. Dieciséis páginas conformaban un quaternion, un cuadernillo, como en muchos de los libros actuales. Se trataba de cuatro membranas de pergamino superpuestas y dobladas dos veces. Así pues, la laguna corresponde a un cuadernillo entero. A estas alturas podemos enunciar ya una primera conclusión: al ejemplar del Códice Copiado le faltaba un cuadernillo entero. Si es así, ¿cómo es que el escriba del siglo IX no se percató de esta mutilación? La respuesta a este interrogante no es difícil. Durante la Alta Edad Media, la numeración no se hacía ni por páginas ni porfolios, sino por cuadernillos. Se numeraba la última página del cuadernillo. El escriba del siglo IX era un experto: su caligrafía es de gran calidad. Si en el Códice Copiado la numeración de los cuadernillos se hubiera saltado una cifra, el experto escriba se habría dado cuenta, y de un modo u otro lo habría consignado en su copia. Pero constatamos que no hay ni rastro de este tipo de indicación. Esto significa que en el Códice Copiado la numeración era perfectamente correlativa: alguien había modificado el número del cuadernillo siguiente para disimular la falta de un cuadernillo entero. La estructura del Códice Copiado era pues la siguiente: - La última página de un cuadernillo terminaba con el texto que en el códice Mediceus prior se halla en la línea 18 de la página117 (véase la fotografía publicada en la nota anterior): «ad ultionem vi principis impediri testarentur». Esta página del cuadernillo del Códice Copiado llevaba un número (por ejemplo, el 12). – El cuadernillo siguiente del Códice Copiado comenzaba con el texto que en el Mediceus prior se halla en la línea 19 de la página 117 (véase la fotografía): «quattuor et quadraginta oraciones super ea re habi». Este nuevo cuadernillo llevaba al final un número correlativo con el anterior (en mi ejemplo, el 13 ), y el copista no advirtió ninguna anomalía. Si la pérdida del cuadernillo intermedio fuera debida a un mero accidente, este nuevo cuadernillo debería llevar el número 14, y el escriba experto del siglo IX se habría dado cuenta de la anomalía. Pero alguien borró el número original, el 14 , y escribió encima el 13, para que nadie se diera cuenta de la mutilación. Prosigamos la indagación. Sabemos ya que alguien arrancó un cuadernillo entero del Códice Copiado, y restituyó luego la numeración para disimular el estropicio. Llamémosle el Mutilador. ¿Quién era este Mutilador, dónde y cuándo perpetró su estropicio? No lo sabemos, pero sí podemos sospechar cuáles eran sus motivos. Para esto tenemos que volver al texto de Tácito y tratar de reconstruir la crónica eliminada por la laguna. Ya he señalado que debido a esta laguna la crónica da un salto de dos años: parte del 29, todo el 30 y parte del 31. La historia romana de estos dos años se puede reconstruir a partir de Suetonio, de Dión Casio y de Flavio Josefo. Pues bien, nada hay en esta historia que pueda suscitar el rechazo de un lector de la Alta Edad Media hasta el punto de inducirle a mutilar el libro. La encuesta debe ir por otro lado. Poncio Pilato fue prefecto de Judea del 26 al 36. Los historiadores del cristianismo suelen situar la crucifixión de Jesús en los años 29 o 30. Es altamente probable que Tácito incluyera en sus Anales una breve referencia a este episodio. En efecto, Tácito, mucho más que Suetonio, presta atención a hechos acaecidos en las provincias. Una revuelta en Judea, seguida del suplicio del sedicioso, no era un suceso de todos los días en el Imperio romano en el siglo I. Además, Tácito sabía quién era el ajusticiado: lo menciona en el libro XV, 44 de los mismos Anales: «Su nombre (el de cristianos) proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato.» Es pues altamente probable que en el libro V de los Anales, en la reseña del año 29 o 30, Tácito incluyera una breve descripción del suceso de Jesús. Tácito, experto jurista, sabía que la mors aggravata, como lo era la crucifixión, sólo se aplicaba a crímenes gravísimos, y sobre todo a delitos de lesa majestad, es decir, a la sedición. Un cristiano de la Alta Edad Media, probablemente un monje, consideró que esta noticia de Tácito ultrajaba la memoria de Jesús, y se las arregló para arrancar el cuadernillo entero de los Anales donde estaba consignada, obrando hábilmente para que ninguno de sus colegas se diera cuenta de la mutilación. ¿Qué decía el pasaje de Tácito? Es imposible reconstruirlo en su integridad, pero si puede afirmarse que tenía que coincidir con la noticia conservada en Anales XV 44; Jesús fue ajusticiado por Poncio Pilato con la pena reservada a los sediciosos. Es probable que Tertuliano conociera este pasaje de Tácito, pues en so obra Adversus Iudaeos 8 afirma que Jesús fue crucificado en el año 29 bajo los dos cónsules mencionados por Tácito. También se halla esta información en la Crónica de Sulpicio Severo (II 27,5). Sulpicio la halló con toda seguridad en los Anales, pues unas páginas más adelante describe el martirio de los cristianos bajo Nerón en el año 64 en los mismos términos de Tácito en Anales XV 44, siendo el único autor antiguo que menciona este texto (aunque sin citar a Tácito). Es por lo menos curioso que nadie entre la ingente multitud de estudiosos confesionales que han abordado el tema de la realidad histórica de Jesús haya mencionado la intrigante laguna de los Anales. Algunos historiadores laicos, pocos, sí la reseñan. Por mi parte, he expuesto cumplidamente esta cuestión en dos libros: El desafío cristiano (1995 ) y Jesús, el galileo armado (2008). Pero ningún historiador ha recogido el tema, que de este modo sigue ignorado del gran público. Por este motivo decidí escribir sobre ello una novela, para ver si con este procedimiento se enteraban de una vez. El silencio de Tácito está ahora en la plaza pública. Los lectores tienen la palabra. Saludos cordiales de Antonio Piñero y de José Montserrat Torrents
Miércoles, 7 de Abril 2010
Notas
Hoy escriben Antonio Piñero y José Montserrat
El autor me ha enviado un escrito que sirve como presentación y explicación de los fundamentos históricos y literarios de su obra de ficción, ciertamente ficción, aunque muy ceñida a la posible realidad de lo que pudo ocurrir. Creo que será de mucho interés para los lectores de este blog. Cedo la palabra al autor: Cornelio Tácito (hacia 56 -hacia 114 ) escribió su obra Annalium ab excessu divi Augusti libri, conocida generalmente como Anales, en torno al año 110. Había publicado ya las Historias, que eran una crónica de Roma desde el año 69 hasta el 94 . La nueva obra, una crónica de los años 14 al 66 , comprendía probablemente dieciocho libros (una estructura hexádica, 3 x 6), desde la muerte de Augusto hasta Nerón. Se conservan enteros los libros I-IV, parte del V y del VI, los libros XI-XV y parte del XVI. La parte conservada de los Anales se halla actualmente en dos únicos códices distintos, ambos depositados en la Biblioteca Medicea (de los Medici) Laurenziana (Piazza S. Lorenzo, 9, Florencia, Italia): 1) Mediceus prior (signatura plúteo LXVIII.1). Se trata de un códice del siglo IX en pergamino, en letra romano-carolingia. Fue hallado hacia 1510 en el monasterio de Corvey, en Alemania, llevado a Roma y rápidamente editado por Beroaldo en 1515 (editio princeps). 2) Mediceus alter vel secundus (signatura plus .LXVIII.2). Se trata de un códice en pergamino, en letra longobarda imperfecta, confeccionado a finales del siglo XI en el monasterio de Montecasino. Se conservan varias copias manuscritas del siglo XV , a cuál más defectuosa. Fue editado por Vindelín de Spira en 1470en Venecia (editio princeps). El Mediceus prior contiene los libros I-IV enteros, el V mutilado y el VI interrumpido. El Mediceus alter contiene los libros XI-XV y parte del XVI. La obra de los Anales de Tácito, como su título indica, es una crónica año por año, consulado por consulado. Objeto de la crónica son principalmente la ciudad de Roma y los sucesivos emperadores, pero hay abundantes referencias a las provincias, sobretodo a las del Noroeste (Germania y Anglia), sin que falten las de Oriente y África. El libro V se inicia con toda regularidad: Rubellio et Fufio consulibus... Se trata de L. Rubelio Gémino y C. Fufio Gémino, cónsules en el año 29 de la era cristiana. Tácito reseña que, después de la muerte de Julia Augusta, Tiberio y su valido Seyano comenzaron a conducirse «como caballos desenfrenados». Acusaron de traición a Agripina y a su hijo Nerón, y como el Senado dudaba de proceder contra ellos, Tiberio decidió que se abstuvieran y que él mismo se haría cargo del asunto. El texto dice:... " nec ultra deliberatum quo minus non quidem extrema decernerent, id enim vetitum, sed paratos ad ultionem vi principis impediri testarentur.[ Los senadores] tampoco vacilaron, no ya en ordenar los máximos rigores, cosa que había sido prohibida, sino en declarar que, dispuestos a vengar al emperador, se hallaban impedidos por la voluntad del príncipe.]" Después de la palabra testarentur hay en el manuscrito un espacio vacante de tres o cuatro letras (véase la fotografía del manuscrito, línea 18 en la nota siguiente publicada hoy mismo). La línea 19 prosigue: "... quattuor et quadragintaorationes super ea re habitae, ex quis ob metum paucae, plures adsuetudine.» [ Hiciéronse sobre esta materia cuarenta y cuatro discursos, de los cuales pocos por temor, muchos por costumbre.] " A primera vista podría colegirse que estos «cuarenta y cuatro discursos» se pronunciaron en el Senado, mencionado en las líneas anteriores. Pero si continuamos leyendo nos percatamos de que se refiere a un proceso contra los cómplices de Seyano, suceso ocurrido en el año 31, ¡dos años más tarde! Está claro pues que, entre la línea 18 y la línea 19 de la página117, la crónica da un salto de dos años: parte del 29, todo el 30 y parte del 31 . La sucesión de los consulados confirma este dato. El siguiente consulado mencionado, tres páginas más adelante, es el de Cn. Domitius (Cneo Domicio Ahenobarbo) y de Camilos Scribonianus (M. Furio Camilo Arruntio Scriboniano), que entraron en el año 32 . El texto, pues, ha pasado por alto dos consulados: el de M. Vinicio y L. Casio Longino, en el año 30, y el de Tiberio por quinta vez y Seyano, en el año 31. ¿Se percató de esta anomalía el escriba del siglo IX, autor del códice Mediceus prior? Probablemente no. Los escribas de esa época no tenían que ser necesariamente buenos latinistas, y para entender el latín de Tácito había que ser muy buen latinista. Además, ya he observado que, a primera vista, el texto que comienza en la línea 19 parece ser coherente con el de la línea anterior; sólo un experto conocedor de la historia romana podía darse cuenta de que no era así. Esto significa que el escriba del siglo IX copió de un códice anterior en buen estado, en el que la laguna histórica que hemos detectado no estaba aparente. Tenemos que ocuparnos ahora de este códice anterior, al que designaremos como Códice Copiado. Carecemos en absoluto de noticias acerca de este Códice Copiado, por lo cual tenemos que proceder por medio de meras aproximaciones. Hasta aquí José Montserrat. Añado por mi parte: Obsérvese y a esto va todo el interés de la indagación y de la novela, que lo que falta en este códice es precisamente lo que Tácito escribió para los años 29, en parte, todo el año 30 y parte del año 31 d.C. Y no es nada improbable que Jesús muriera ejecutado en la cruz durante ese año 30 –como han propuesto muchos investigadores- por condena del prefecto de la provincia de Judea, Poncio Pilato. ¿Por qué faltan precisamente esos años en un códice que estaba en muy buen estado? ¿Acaso había noticias sobre Jesús que no convenían? Además, he expuesto en el “Epílogo” al libro “Existió Jesús realmente? (Raíces, Madrid, 2008) que estoy bastante convencido de que la noticia sobre Jesús en los Anales de Tácito (15,44) está interpolado por los cristianos… Hay materia para investigar. Seguiremos en la próxima postal. Saludos cordiales de Antonio Piñero y de José Montserrat Torrents
Martes, 6 de Abril 2010
Notas
Martes, 6 de Abril 2010
NotasHoy escribe Antonio Piñero Seguimos esta semana con el tema general: “El Nuevo Testamento visto por un filólogo” (III) III. El Nuevo Testamento sólo se comprende insertándolo en las coordenadas de espacio y tiempo del mundo judío del s. I. Esta afirmación se deduce de las dos formulada en las notas anteriores. Si para comprender el Nuevo Testamento hemos prescindido metodológicamente del concepto de “inspiración”, es decir, de una tutela especial divina que haga de él un libro intemporal, se comprende bien que el Nuevo Testamento sea un hijo de su tiempo, y que está esté absolutamente condicionado por la mentalidad de la época: la de un Israel insertado en el Imperio Romano y la mentalidad de éste, sobre todo en su parte oriental. Por tanto, las primeras obras cristianas no se podrán comprender bien sin tener en cuenta ciertos conocimientos previos del siglo que le vio nacer. ¿Cuáles son estos conocimientos que serán como la base imprescindible para el lector del siglo XXI que desea comprender? Los siguientes: el futuro lector ha de estar al tanto de qué concepciones históricas, religiosas, filosóficas, sociales, ideológicas en general, etc., imperaban en la atmósfera en la que se concibieron las diversas obras del Nuevo Testamento. Un lector moderno no puede pretender comprender bien incluso lo aparentemente más elemental de nuestra sociedad, un crónica especializada y crítica de un partido de fútbol, por ejemplo, si no tiene ni la menor idea de qué trata tal divertimento, de cuáles son las reglas del juego, etc., en una palabra, si no posee un conocimiento básico de lo que se trata. Tal lector, ignorante en absoluto de la esencia fútbol y de sus condicionantes, aunque supiera bien español, estaría leyendo una crítica especializada de ese deporte como si estuviera escrita en chino. Con la Antigüedad pasa lo mismo. Por este motivo para entender el mundo del Nuevo Testamento se han compuesto muchos libros introductorios que explican al lector el mundo en el que nació Jesús. En lengua castellana hay varios de los que destacará dos, uno mío y otro ajeno. Así el de John Riches, El mundo de Jesús. El judaísmo del siglo I en crisis, de Editorial El Almendro, de 2003, y del que espero publicar una reseña en este blog muy pronto. El libro versa sobre el contexto político, económico, social y cultural del judaísmo del siglo I; explica la unidad y diversidad del judaísmo en este mismo siglo y los cambios sufridos desde la época helenística (s. IV a.C.) que llevaron a conformar el judaísmo en ese momento; el concepto de comunidad del pueblo de Dios; los diversos grupos y personalidades religiosas del siglo I en Israel, incluido Juan Bautista, las esperanzas escatológicas de los judíos en el siglo I y cómo se inserta el concepto del reino de Dios de Jesús en ese contexto de teología judía apocalíptica. El mío se titula “Año I. Israel y su mundo cuando nació Jesús”, de Ediciones Laberinto, Madrid 2008, en el que trato de los siguientes temas: Cómo estaba el mundo en aquel tiempo: El Imperio romano en general y el Oriente romano en particular • Egipto. Siria y Asia Menor. Explica luego cuál era el ambiente religioso del Imperio Romano: existencia de un monoteísmo práctico; la filosofía como modo de vida, casi una religión; la ética; la concepción popular sobre los “hombres divinos”; las creencias de ultratumba; la religiosidad orientada haci el deseo de la salvación: los de “misterios”; la divinización de seres humanos: culto a hombres: a héroes, al Emperador; finalmente se aclaran las líneas fundamentales de pensamiento de una atmósfera religiosa que contribuye a moldear el cristianismo: la gnosis y los movimientos gnósticos. Naturalmente tampoco puede faltar una exposición sintética y popular sobre “Israel en los momentos del nacimiento de Jesús”: el rey Herodes el Grande y la situación después de su muerte que afecta directamente a Juan Bautista y a Jesús, más la situación de Galilea en tiempos del Nazareno y la de Jerusalén. La introducción finaliza cpn la exposición abrevada de dos grandes temas para comprender el trasfondo del Nuevo Testamento: A. El mundo religioso judío y sus sectas (fariseos más el proselitismo: la concepción de la “restauración de Israel” al final de la historia, los esenios; el mundo particular de Qumrán: el fin del mundo presente; los saduceos y los celotas; el fariseísmo y sus ramas. B. Finalmente se aborda el tema de las creencias del pueblo judío en tiempos de Jesús, porque son la base de la religiosidad de Jesús y en gran parte de la de sus seguidores: las ideas principales recibidas del Antiguo Testamento; las nociones principales de la Apocalíptica y la teología de los Apócrifos del Antiguo Testamento, que forman una buena parte del pensamiento de Jesús. Hasta aquí la descripción del contenido de esta obra mía introductoria la mundo del Nuevo Testamento. La conclusión d estas reflexiones es que desde el punto de vista de un filólogo y de un historiador de las ideas, al estudiar estos aspectos nos encontramos con un mundo preparado para el nacimiento del cristianismo: éste se halla a caballo entre dos mundos: el griego y el judío. El cristianismo es judío, pero nace helenizado. Igualmente el filólogo ser halla interesado en entender y explicar al futuro lector del Nuevo Testamento cómo reaccionaron frente a tales ideas (paganas o judías) los diferentes autores neotestamentarios, qué sociedad y situación histórica concretas hicieron que las obras del Nuevo Testamento fueran de ésta u otra manera. Para un filólogo el Nuevo Testamento pertenece a un mundo tan ajeno al actual que es necesario someterlo a una fuerte explicación o exégesis de modo que pueda entenderse hoy. El hombre de la calle hoy no entiende sin más el ideario del Nuevo Testamento. Hágase una prueba: pregúntese a una persona culta cuál es el mensaje real de la Epístola a los colosenses. `probablemente no sabrá decirlo aunque la haya leído. Ahora bien, para un filólogo no hay exégesis explicativa que sea normativa, inspirada, dirigida por una iglesia sino que parte del principio que toda exégesis es pura historia. La exégesis no es fantasía interpretativa –que también lo es-, sino fundamentalmente incardinación de un texto en sus coordenadas espacio-temporales en toda su complejidad: histórica, religiosa, filosófica, económica, cultural, etc. No se trata de aplicarme las doctrinas del Nuevo Testamento a mí, para mi propia vida espiritual hoy, sino en primer lugar y ante todo, entenderlo. Luego que cada uno saque sus consecuencias y adopte ante él la postura existencial que desee. Unos se quedarán en el ámbito de la mera historia o de la historia teológica o cultural. Otros se sentirán interpelados por el mensaje del Nuevo Testamento. Pero ello no es tarea del filólogo. Éste transmite el texto y lo explica… tal como podían entenderlo los lectores del siglo I de nuestra era. Después, allá cada uno Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ………………. En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es: “Otros métodos de estudio del Nuevo Testamento a vista de pájaro” Saludos de nuevo.
Lunes, 5 de Abril 2010
Notas![]() Hoy escribe Antonio Piñero No es nada improbable que la aparición pública de las Antigüedades suscitara el interés y, a la vez, la animadversión de lectores y eruditos poco afectos a los judíos. Josefo presentaba un libro de historia con relatos y afirmaciones sorprendentes o de los que no tenían noción muchos lectores paganos. Además, de su lectura se obtenía la consecuencia de que el pueblo judío era, al menos, tan noble y elevado como los griegos y los romanos. Esta idea chocaba frontalmente con la noción que los gentiles en general tenían de los judíos: pueblo de esclavos, bárbaros, lleno de supersticiones y raras costumbres. La deducción era para muchos obligada: lo que Josefo contaba eran puras patrañas y el pueblo hebreo tenía su origen en miserables esclavos rechazados, expulsados de Egipto por sus malas cualidades, y porque muchos de ellos estaban afectados por una enfermedad desagradable y apestosa, la lepra. Josefo, desde su retiro de Roma, sintió que debía responder a los pésimos prejuicios que sobre su pueblo albergaban muchos de los que le rodeaban. Estaba, además, preparado para ello, puesto que al componer las Antigüedades había hecho acopio de innumerables tesoros bibliográficos que le podían ayudar en su tarea de defensa. Así nació un libro, de proporciones más modestas, que hoy conocemos como el Contra Apión. En la obra anterior, Josefo había procurado mantenerse en la línea de la historia. Ahora, por el contrario, podía pasar a la defensa y la apologética clara. Y, en muchos casos, no hay mejor defensa que un buen ataque a los adversarios. El título de esta obra, Contra Apión, no debe de ser el original. Parece que fue S. Jerónimo quien lo llamó así en varias ocasiones, e hizo que la posteridad lo siguiera en este uso. Probablemente el original debió de ser Acerca de la antigüedad de los judíos, tal como aparece en Orígenes y el historiador cristiano Eusebio de Cesarea. Esta designación corresponde mejor al contenido de la obra. La fecha de composición, o de publicación, es fácilmente deducible, al menos en lo que se denomina técnicamente el término post quem (“después de que”), puesto que el Contra Apión nombra a las Antigüedades (I 1). Se publicó, por tanto, tras la aparición de ésta. Probablemente, no mucho después, porque Josefo tenía a mano los materiales, y los elaboró pronto. Por tanto, a más tardar, hacia el 95/96 debió de ver la luz el Contra Apión. El conjunto está dividido en dos libros. El contenido, en resumen, del primero es el siguiente: El autor muestra su intención de defender la antigüedad del pueblo judío. Ello era muy importante, pues para la gente de entonces antigüedad significaba nobleza. Josefo comienza atacando a los historiadores de los griegos que se han ocupado de escribir sobre siglos remotos: no utilizaron documentos convenientes y buscaron más agradar con el estilo que servir a la verdad. Los judíos, por el contrario, se han preocupado siempre de conservar documentos históricos, y han confiado su redacción y custodia a la clase sacerdotal, asegurándose la pureza de los sacerdotes y de sus documentos. Josefo se pone a sí mismo como ejemplo de probo cronista y cita la exactitud de su Guerra de los judíos. Si los historiadores griegos no han sabido de los judíos y no han tratado de ellos en sus obras, se debe ante todo al aislamiento de este pueblo respecto a Grecia y Roma hasta tiempos recientes. Las naciones vecinas, sin embargo, atestiguan la antigüedad de los judíos y sus testimonios son poco sospechosos. Por ejemplo, el del historiador egipcio Manetón. Según este erudito, los judíos son anteriores a los griegos. Otros testimonios pueden ser los de Díos (¿Elio Díos?), que escribió sobre Fenicia, Menandro de Éfeso, y el caldeo Beroso. Este autor coincide con los antiguos libros judíos y con los anales de los egipcios. Además, de los hebreos han hablado también algunos autores griegos muy respetados: Pitágoras, Teofrasto, Heródoto, Agatárquides de Cnido, etc. Pasa luego Josefo a rechazar la calumnia de que los hebreos fueron pobres leprosos expulsados de Egipto. Un análisis de esta tradición y un estudio crítico del testimonio de Manetón sobre ella demuestran que es un infundio, una burda calumnia. Igualmente, las mentiras de otros autores como Queremón y Lisímaco son refutados en pocas líneas por Josefo. Seguiremos con el resumen de la segunda parte del Contra Apión en la próxima entrega. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Domingo, 4 de Abril 2010
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Seguimos con nuestro tema "El Nuevo Testamento visto por un filólogo" (II) II El Nuevo Testamento es la perla de la literatura judía del siglo I, pero con algunas precisiones. Y la primera e importante es que está escrito en griego. Por tanto es la "perla" de la literatura judía helenística en lengua griega. Esto fastidió durante siglos a mucjhos judíos que no podían considerar literatura venerable a aquella que no estuviera comopuesta en hebreo o arameo. Los judíos han tardado mucho tiempo en reconocer que -a pesr de la lengua y dada la escasez de literatura puramente religiosa del siglo I (si exceptuamos los manuscritos de Qumrán y Filón, el Nuevo Testamento es en un conjunto un documento judí valiosísimo . Durante casi mil novecientos años fue casi imposible para un judío acercarse al Nuevo Testamento o escribir sobre él. Hubiera incurrido en anatema perpetuo entre los judíos en general. A principios del siglo XX, sin embargo, sobre todo con la obra de Josef Klausner sobre Jesús de Nazaret, los autores judíos comenzaron a reconocer · Que el Nuevo Testamento es totalmente obra de autores judíos (se duda de Lucas; pwero al menos era un converso o prosélito, hasta se hizo cristiano) • Que gran parte de sus ideas son una interpretación más como cualquier otra de su época del judaísmo del momento. Por ejemplo, hay más diferencias entre saduceos y esenios que entre un judaísmo farisaico, salvo la divinidad de Jesús, y el Nuevo Testamento. Por tanto. el Nuevo Testamento es sumamente valioso para conocer la frondosidad ideológica del judaísmo del siglo I. · Que hoy se reconoce que la perla entre las perlas de la literatura judía del siglo I son las parábolas de Jesús. Aunque los rabinos de la época utilizaron abundantemente el género parabólico, no hay nada comparable en belleza, plasticidad, efectos dramáticos y enseñanzas como las parábolas del rabino de Nazaret. Pero al mismo tiempo, sobre todo tras la composición de los evangelios sobre todo, hay que reconocer también que estos escritos son la causa fundamental de la separación cristiana del judaísmo, en especial por su manifestación indirecta o clara de la divinidad de Jesús. Es éste, el de los evangeliso, un "judaísmo" tan herético y helenizado que fue imposible de asimilar por el "judaísmo normativo" de finales del siglo I. La evolución de las doctrinas del Nuevo Testamento hasta finales de este siglo, momento en que se compone el Evangelio de Juan, se rigió por un triple impulso: • a) tendencia hacia una mayor y más clara divinización de Jesús; • b) tendencia hacia la eliminación de una escatología inmediata, es decir, se impuso el pensamiento de que el fin del mundo (tñla como lo pensaban Jesús de Nazaret y Pablo de Tarso) vendrá ad calendas graecas, es decir, dentro de un tiemo indefinido, no inmediato; • c) tendencia hacia la eliminación de los rasgos excesivamente judíos del mensaje de salvación que se estaba predicando. Este impulso se centra en el paso de un mesías judío a una Iglesia proselitista que predica un salvador universal con vocación de apertura hacia los gentiles. La "mercancía religiosa" de un Jesús como "mesías" muy judío no era "vendible" en el Imperio Romano. Estas tendencias se corresponden muy bien con el espíritu misionero de Pablo. Desde el punto de vista de la historia de la teología del Nuevo Testamento Pablo y los Evangelios significan un gran esfuerzo por desligar la figura de Jesús de Nazaret de sus condicionantes históricos, enraizados en el suelo palestino del siglo I. Jesús será presentado de un modo desjudaizado, como un salvador universal. La estrcitga concepción de un "mesías" universal es absolutament impensable para un judío del siglo I A finales de este siglo habrá ya una gran distancia teológica entre un miembro de la comunidad primitiva de Jerusalén -tan respetada por los judíos que muchos fariseos se unieron a ella (Hch 2,47; 4,4; 15,5)- y un ex pagano de las comunidades paulinas o un adepto del grupo representado por el Evangelio de Juan. Los judíos ya no podían aceptar en su seno a un “judeocristianismo” que había evolucionado tanto. Éstos podían admitir a lo sumo un mesías glorificado, de algún modo en el ámbito de lo divino, incluso sentado a la diestra del Padre. Pero no podían aceptar un ser preexistente que se encarna.tal como solemenemente procla el Prólogo del Evangelio de Juan. No es extraño que los judíos –dispuestos a renovar su vida y salvar su religión después del fracaso de la Gran Guerra contra los romanos en torno a la Ley y otros valores tradicionales— bien informados de esta evolución compleja y múltiple, se decidieran a declarar formalmente “herejes” (minim) a los cristianos a finales del siglo I. Saludos cordiales de Antonio Piñero www.antoniopinero.com ……………….. En el otro blog, de Religiondigital, “El blog de Antonio Piñero”, el tema que se trata es: “Crítica de las fuentes usadas por los autores del Nuevo Testamento” Saludos de nuevo
Sábado, 3 de Abril 2010
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
En la introducción a mi segunda obra básica sobre los primeros escritos cristianos, Guía para entender el Nuevo Testamento (Editorial Trotta, Madrid 3ª ed. 2008; la primera es de 1995, y se titula “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos"; escrita con el Dr. Jesús Peláez, Edit. El Almendro), pondero cómo de este libro, el Nuevo Testamento, se venden unos quince millones de ejemplares al año, y cómo cientos de millones de personas (o miles: unos dos mil millones de personas son al menos “cristianos culturales”) hacen de él su lectura asidua y la base de su vida espiritual. Por tanto, me parece que es el libro más importante de Occidente, y quizá del mundo. No es en absoluto ocioso que le dediquemos unas notas para intentar verlo en su dimensión cultural, desde fuera de la fe, desde la historia, la sociología y hasta cierto punto la filosofía. Desde este punto de vista el Nuevo Testamento debe ser tratado como un libro más de la Antigüedad. Este libro pertenece por derecho a la historia de la literatura judía helenística en lengua griega y sin más también a la Historia de la literatura griega, porque todo él –y esto lo ignora la inmensa mayoría de las gentes- fue compuesto directamente en griego, no en una lengua semítica, hebreo o arameo y luego traducido. Ni siquiera los evangelios que conservamos, tampoco el Evangelio actual de Mateo, y a pesar de la tradición centenaria que afirma lo contrario (que el evangelio actual deriva de un original hebreo o arameo perdido), no fue compuesto en arameo, la lengua materna de Jesús, sino en griego. 1. El primer punto de vista filológico sobre el Nuevo Testamento ha de ser insistir en la siguiente idea: el Nuevo Testamento es una de las fuentes, históricas en parte, transmitidas por la Antigüedad, entre otras varias, para conocer el siglo I en el Mediterráneo oriental y su efervescente panorama religioso. Al considerarse al Nuevo Testamento un libro sagrado, “inspirado” para tantísimas personas, hay muchos creyentes que sostienen que a este corpus de escritos no se le pueden aplicar las técnicas utilizadas para la interpretación de otros textos antiguos, no sagrados. Afirman que sus textos sólo deben ser leídos desde la fe. Solamente ésta es capaz de desentrañar el contenido sustancial del Nuevo Testamento, su misterio casi insondable. O también: sólo teólogos profesionales y creyentes pueden extraer de ellos la profunda verdad que contienen. Pero desde un punto de vista externo y de filosofía elemental utilizar para el Nuevo Testamento las categorías de “misterio casi insondable” o “verdad profunda alcanzable sólo por la fe” sería renunciar al uso de la única facultad que tenemos para conocer, nuestra razón. Además, sería apartar al libro de su condición de fuente histórica para conocer un período importante de la historia del Mediterráneo. Estas afirmaciones, además, no nos parecen correctas porque si intentáramos fundamentarlas estaríamos razonando en círculo. La base de semejante pretensión sólo podría ser el argumento arriba mencionado a saber “Estos libros no pueden ser examinados críticamente por ser sagrados. Ahora bien, ¿por qué son sagrados? Porque son la palabra de Dios. ¿Quién lo afirma? La Iglesia con todo su poder sobrenatural. ¿De dónde obtiene la Iglesia este poder? Naturalmente, de haber sido fundada por Jesús tal como afirman estos libros. Por tanto estos libros apoyan su sacralidad en la voz y autoridad de la Iglesia, y ésta fundamenta su poder en que así lo afirman los libros sagrados y en lo ocurrido con Jesús tal como en ellos se cuenta”. Este razonamiento es perfectamente circular: el carácter sacro del Libro se fundamenta en la Iglesia, y ésta obtiene su autoridad del Libro. Queda, pues, claro que no podemos admitir este tipo de razonamiento. No es sólo la teología o la fe las que tienen una voz competente para presentar ante el lector del siglo XXI la plenitud de sentido del Nuevo Testamento, sino sobre todo la investigación literaria, la filología y el conocimiento de la historia de la época. Las afirmaciones teológicas entran también de lleno en el campo de la investigación de la historia antigua, en concreto de la historia de las ideas, y por ello no se escapan de las leyes científicas que rigen una indagación estrictamente histórica. Esta es la razón por la que las obras contenidas en el Nuevo Testamento pueden y deben ser estudiadas sin necesidad de pensarlas obligatoriamente como “inspiradas” y portadoras de una revelación. Desarrollaremos un tanto algunos de los puntos que se desprenden de esta consideración del Nuevo Testamento como fuente para la historia antigua a lo largo de esta conferencia. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com ………………. En el otro blog de “Religiondigital”, el tema es: “Otros métodos de estudio del Nuevo TEstamenteo a vista de pájaro” Saludos de nuevo.
Viernes, 2 de Abril 2010
Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Uso de la Ecritura en los HchAnd I. El contenido 41. Cuando se entera Andrés crucificado de que los fieles lo quieren liberar, pronuncia una sentida alocución en la que, entre otras cosas, dice: “¿A qué viene esa gran afición (philía) por las cosas de la carrne?” (HchAnd 61,1). Se trata de una idea muy paulina expresada con fórmulas como “caminar según la carne” (Rom 8,4), que expande diciendo “porque los que viven (“son”) según la carne sienten las cosas de la carne” (Rom 8,5; cf. 6-7). En la carta a los efesios se les habla de “los que hacen la voluntad de la carne” (Ef 2, 3). Y a los filipenses se hace una expresa referencia a los que confían en la carne (Flp 3,3). Siempre, la carne como principio de criterios y actividades. 42. Cuando Andrés logre al fin liberarse del todo y definitivamente, “se unirá al que ha nacido por todos y está sobre todos” (HchAnd 61,2). En varios pasajes del NT encontramos la idea de que Jesús se ha entregado por todos. Lo dice claramente la 1 Tim 2,6: “El que se ha entregado a sí mismo para la redención de todos”. Es lo mismo que lo dicho en Tit 2,14: “Él se dio a sí mismo por todos”. Una idea repetida en los textos de la institución de la eucaristía, que refieren de la sangre derramada por todos (o muchos) según Mt 26,26 paral.; 1 Cor 11,24. El mismo evangelista Juan recuerda las palabras de Jesús en la sinagoga de Cafarnaún (Jn 6,51) dentro del contexto del discurso sobre el pan de vida. 43. Cuando el procónsul Egeates llega para presenciar la ejecución de Andrés, el apóstol le interpela con insistentes interrogaciones. En una de ellas le dice: “Poseo a aquél con quien estaré para siempre” (HchAnd 62,3). La misma idea expresa Pablo escribiendo a los tesalonicenses. Y hablando de la resurrección después de esta vida, añade que “de esta manera estaremos todos con el Señor” (1 Tes 4,17). Un mismo verbo (súneimi) sirve al apócrifo y a Pablo para presentar su idea, en el apócrifo con la preposición como preverbio, en Pablo como preposición separada de la raíz verbal. 44. Andrés continúa perorando: “Poseo a aquél con quien conviviré por siglos incontables” (HchAnd 62,3). El verbo principal tiene un matiz de convivencia ciudadana. También con la palabra políteuma se refiere Pablo a la existencia cristiana frente a la de los materialistas. Porque los cristianos, aunque permanezcan en esta vida, están ya espiritualmente en los cielos. Así lo entiende Pablo en Flp 3, 20 cuando asegura que “nuestra ciudadanía está en los cielos “. Para Andrés, la vida eterna será una especie de ciudadanía o vida ciudadana en compañía con el Señor, una vida vivida ya en esperanza mientras dura la peregrinación por este mundo. 45. “Que no te infunda miedo aquel ser terrible ni crea que te posee porque eres mío” (HchAnd 62, 3), dice Jesús consolando a Andrés. Estas palabras, puestas en boca de Jesús, recuerdan las del mismo Jesús durante la tertulia después de la Cena: “He manifestado tu nombre a los hombres que me diste <tomándolos> del mundo. Tuyos eran, pero tú me los diste” (Jn 17,6; cf. 17,11). 46. El relato de los sucesos del Apócrifo cuenta de Maximila que “vivía guiada por el amor de Cristo” (HchAnd 64,2). Esta idea de “dejarse guiar por el amor” está presente en el texto del NT expresada de muy diversas maneras. En 2 Cor 5,14 se afirma que “el amor de Cristo nos domina” (sunékhei). En Ef 3,17 se recomienda estar “arraigados y cimentados en el amor”. Amor que es una especie de forma de vida descrita con el verbo “caminar”: “Caminad en el amor” (Ef 5,2). La carta a los filipenses 1,9 recuerda que el amor del cristiano debe abundar (perisseúein). El amor, en efecto, es raíz de convivencia y reconciliación. El autor de la 2 Tes 1,3 siente particular alegría al constatar que el amor abunda plenamente (pleonázei) entre los cristianos. No podemos omitir en este lugar el mandamiento del amor, proclamado solemnemente por Jesús en la tarde de la Cena (Jn 13,34-35). 47. Estratocles, muerto ya Andrés, se dirige a su hermano Egeates para decirle que puede quedarse con todas sus riquezas. Porque él se conforma con que Jesús sea su amigo como él lo será de Jesús (HchAnd 64,3). La afirmación esperanzada de Estratocles recuerda las palabras que se pronunciaron durante la Cena. Entonces Jesús, después de repetir “yo os he amado” (Jn 15,9.12), se dirige a sus discípulos para proclamar que “a vosotros os he llamado amigos” (Jn 15,15). Y añade un comentario que es una definición exacta de la amistad como la comunicación de sentimientos y conocimientos. Los siervos no conocen lo que hace su señor, mientras que los apóstoles, en virtud de la amistad que los une con Jesús, conocen todo lo que Jesús ha oído del Padre. Saludos cordiales, Gonzalo del Cerro
Jueves, 1 de Abril 2010
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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