Notas![]()
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
APÉNDICE 3. Carta de Pelagia La Carta de Pelagia es la versión de un texto etíope editado y traducido por E. J. Goodspeed, que recoge toda la conocida leyenda del león bautizado por Pablo con detalles sobre su ministerio. (Puede verse en Goodspeed, E. J., “The Epistle of Pelagia”, American Journal of Semitic Languages and Literature, 20 (1904) 95ss). El final de los textos refiere el caso de la bella Pelagia, condenada a ser quemada en un becerro de bronce por negarse a convivir maritalmente con su esposo. El texto del documento comienza narrando la actividad de Pablo en la región de Cesarea. Muchos habitantes de la zona, que no creían en la ley de Moisés y mucho menos en la de Cristo, se levantaron contra él y lo arrojaron en la cárcel encadenado. Los jueces quedaron sorprendidos con la doctrina de Pablo, pero lo despreciaron y lo dejaron marchar en libertad. Se dirigió a la montaña, donde se encontró con un león gigantesco, que le abordó diciéndole en lenguaje humano: “Me alegro de encontrarte, Pablo, siervo de Dios y apóstol de nuestro Señor Jesucristo. Tengo que pedirte una cosa”. Pablo le contestó: “Habla, que te escucho”. El león le pidió que le concediera la gracia que reciben los cristianos. Se supone que Pablo le administró el bautismo. A los siete días, el león se retiró a las montañas y Pablo regresó a la ciudad. Allí encontró a un hombre que le comunicó que había muerto un hombre, por el que le pedía que rezara una plegaria en su casa. Después de una oración en la que pedía al Señor que devolviera la vida a aquel hombre, dijo al difunto: “Hombre, levántate”. Los testigos del acontecimiento decían a Pablo que les predicara aquella fe que era capaz de resucitar a los muertos. Pablo les repitió el aforismo de Jesús que prometía los mayores milagros a los que tuvieran fe como un grano de mostaza. Los oyentes le suplicaron que se la explicara. Pablo hizo un repaso de personajes bíblicos que todo lo consiguieron gracias a su fe. Mencionó a Rahab la prostituta, a Daniel en la cueva de los leones, a Ezequiel, a Abrahán, Isaac y José, Elías y Eliseo. Entre ellos recordó a Tecla, la que se libró de las llamas y de las fieras por la ayuda de Dios. Pero los personajes bíblicos nombrados habían conseguido gracias espectaculares gracias a su fe. Si sus oyentes creían que Jesús era Dios, debían cumplir su voluntad, expresada en los mandamientos de la Ley: No robar, no cometer adulterio, no adorar a los ídolos, no jurar en vano, no codiciar los bienes ajenos, honrar padre y madre y vivir en todo según el temor de Dios. Un Dios que recomendaba ayudar a los necesitados y ayudar con dones a la práctica de su culto. La palabra de Pablo convenció a muchos de sus oyentes, que renunciaron a este mundo y siguieron la voluntad de Dios según la anunciaba Pablo. Entre ellos había una mujer, extraordinariamente hermosa, de nombre Pelagia, hija del rey, que oyó la predicación de Pablo, renunció a su marido y se convirtió a la vida de castidad. El rey se enfrentó con Pablo y le echó en cara los desmanes que estaba provocando. Por ellos tendría que pagar lo debido, incluido el daño que había causado a Pelagia. Por ello, Pablo fue encerrado en prisión con la intención de que fuera arrojado a las fieras. Quiso la suerte que el feroz y gigantesco león que prepararon para arrojarlo al teatro contra Pablo fuera el que había trabado amistad con Pablo y había sido bautizado por él. Todos se alegraban de que Pablo fuera al fin devorado en castigo por sus malas acciones. Pero Pablo se puso a rezar con sus manos extendidas, lo que igualmente hizo el león. Cuando acabaron la oración, se pusieron a charlar tranquilamente. Las gentes que contemplaron el espectáculo prorrumpieron en gritos confesando que aquel hombre era digno y grande puesto que hasta las fieras del campo le obedecían. Pidieron, pues, que dejaran marchar a Pablo, pero que trajeran a Pelagia. Pablo y el león se marcharon juntos. Pedían luego que encendieran el becerro de bronce para arrojar dentro a Pelagia. Pero en ese preciso momento cayó una lluvia torrencial que lo apagó. El marido de Pelagia vino con la espada desenvainada y se dio la muerte arrojándose sobre su espada porque no podía soportar perder a una mujer tan bella. Pero Pelagia, libre ya de la condena, no pensaba en su hermosura, sino que la consideraba un detalle insignificante de este mundo caduco y pasajero. Acueducto romano en la playa de Cesarea Marítima. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 25 de Julio 2011
Comentarios
Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
« Cuando llegues a la cumbre de una montaña, sigue subiendo. » Mas antes asegúrate de que, en efecto, has alcanzado la cumbre. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Domingo, 24 de Julio 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Continuamos hoy precisando el razonamiento -como indicamos- sobre el "secreto mesiánico" en el Evangelio de Marcos, según GPO Una cuestión fundamental es la siguiente: ¿Por qué se demuestra que el “secreto mesiánico” es artificioso, apologético, no histórico en una palabra? • En primer lugar porque la torpeza, rudeza y falta de comprensión de unos discípulos, que convivieron con Jesús durante quizás dos años y medio (Evangelio de Juan), acerca del verdadero mesianismo de éste es absolutamente inverosímil. Jesús era un excelente maestro y además habría sido inmoral haber mantenido a sus discípulos, a los que según Marcos mismo explicaba los secretos del reino de Dios en una ignorancia invencible sobre su mesianismo: [Recodemos el texto 4,10-12: “10Cuando quedó a solas, los que estaban en torno a él con los doce le preguntaron sobre las parábolas 11y les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios, pero a los de fuera todo sucede en parábolas, 12a fin de que, mirando, ellos miren, pero no vean, y, oyendo, ellos oigan pero no entiendan, para que no se conviertan y sean perdonados»”.] • Segundo, porque tras esa insistencia en la torpeza y cortedad de sus discípulos, lo que el evangelista intenta poner de relieve es la labor del Espíritu Santo después de la resurrección, quien es el que por fin les hace entender. Este teologuema es también muy improbable, se diría que imposible. • En tercero, porque el tal “secreto” y las advertencias sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús no dejaron la menor huella en la memoria de los discípulos…, quienes tras la Pascua se resistieron a creer que Jesús hubiera resucitado y continuaron esperando en él como mesías davídico tradicional (Lc 24,21) y como restaurador del reino de Israel (Hch 1,6). De hecho, a pesar de tantas advertencias, al principio ¡no creyeron ni siquiera que había resucitado! Debe insistirse en que toda la escena crucial de los caminantes a Emaús (Lc 24,17-27) ignora por completo tal secreto. • Finalmente, en cuarto, porque el Jesús marcano quebrantó continuamente el pretendido “secreto”, y porque el conjunto de los Evangelios quebranta igualmente tal secreto (en la práctica lo ignora muchas veces) haciendo que en repetidas ocasiones Jesús publique su mesianismo antes de su resurrección. Subsiguientes análisis del Evangelio de Marcos confirman y demuestran un sesgo claramente “tendencioso” –sesgo unido ideológicamente al secreto mesiánico- en este escrito. Señalemos sólo los principales, según GPO: 1. En la perícopa sobre el pago al tributo al César (12,13-17) [Recordemos el texto 13 Y le enviaron algunos fariseos y herodianos para intentar atraparlo por sus propias palabras. 14 Y llegaron y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres veraz y que no te preocupa lo que otro piense; pues no miras la apariencia de los hombres, sino que enseñas verazmente el camino de Dios: ¿es lícito pagar el tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos?”. 15 Pero él, viendo su hipocresía, les dijo: “¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que pueda verlo”. 16 Y se lo trajeron. Y les dijo: “¿De quién es esta imagen y la inscripción?”. Y le dijeron: “Del César”. 17 Y Jesús les dijo: “Lo del César, devolved al César, y lo de Dios, a Dios”. Y se admiraban de él. Marcos presenta a Jesús como dando su asentimiento a la idea de pagarlo. Es decir, esta totalmente de acuerdo con el impuesto ¡lo que lo situaba al lado de los romanos! En realidad, bien entendidas las palabras de Jesús, su respuesta fue exactamente la contraria, como indica con entera claridad Lc 23,2: “Hemos hallado que éste pervierte a nuestra nación, prohibiendo pagar el impuesto al César, y diciendo que él mismo es el mesías (cristo, ungido), un rey” ]. Según GPO, aunque la perícopa es deliberadamente ambigua, el lector sencillo entiende que Marcos presenta a Jesús dando su asentimiento a la idea de pagar el tributo. Es decir, Jesús, según el evangelista estaría totalmente de acuerdo con el pago del impuesto..., ¡lo que lo situaba al lado de los romanos! En realidad, bien entendidas las palabras de Jesús y conociendo ya la teología previa de Marcos, la respuesta del Nazareno fue exactamente la contraria, como indica con entera claridad Lc 23,2: “Hemos hallado que éste pervierte a nuestra nación, prohibiendo pagar el impuesto al César, y diciendo que él mismo es el mesías (cristo, ungido), un rey”. Quien quisiera entender podía hacerlo perfectamente. Es muy posible que Jesús fuera astuto para no dar una respuesta clara, pero -según GPO- Jesús sabía que a buen entendedor pocas palabras bastaban... El verdadero Jesús no es como lo presenta prima facie Marcos, sino exactamente al revés. Por ello, opina GPO, es muy probable que esta negativa de Jesús a pagar el tributo a los romanos fuera uno de los motivos que movieron a las autoridades judías, alarmadas, a tramar la muerte de Jesús entregándolo a los romanos. 2. El episodio de la rotura del velo del Templo (15,38: "Y el velo del Templo se rasgó en dos de arriba abajo.") es un episodio inverosímil --no hay constancia de ellos fuera de los Evangelios-- y de carácter legendario: un símbolo del fin del judaísmo como religión. Ahora esta idea contradice el judaísmo de Jesús que jamás se presentó aboliendo el judaísmo, sino todo lo contrario, y contradice igualmente la imagen de los Hechos de los apóstoles que presenta repetidas veces a los primeros seguidores de Jesús como fieles judíos, observantes de la Ley de su religión y adictos al Templo. Si hubiesen sido conscientes de lo que había ocurrido con el velo del Templo a la muerte de Jesús habrían entendido que seguir con el culto al Templo no era conciliable con el signo dado por Dios a la muerte de su Hijo. Sin embargo, para ellos el Templo siguió conservando su entera validez. 3. La profecía de Jesús sobre la futura destrucción del Templo [Mc 13,1-2: "1 Y cuando estaba saliendo del Templo le dijo uno de sus discípulos: “Maestro, ¡mira qué piedras y qué construcciones!”. 2 Y Jesús le dijo: '¿Ves estas grandes construcciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea demolida'"] es contradicha expresamente en Mc 14,56-59, donde se sostiene que quienes tal cosa afirman son testigos falsos: Mc 14, 56-59): "56 Pues muchos proferían falso testimonio contra él, pero sus testimonios no concordaban. 57 Y algunas personas se levantaron y testimoniaban falsamente contra él, con estas palabras: 58 ”Le oímos decir: ‘Destruiré este templo hecho por manos humanas, y en tres días construiré otro no hecho por manos humanas’”. 59 E incluso entonces su testimonio no concordaba." Seguiremos Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 24 de Julio 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
El examen crítico del Evangelio marcano, el más antiguo cronológicamente, lleva a la conclusión razonada de que bajo éste se trasluce el verdadero carácter de Jesús, que resulta ser mesiánico en sentido tradicional judío según el testimonio fidedigno de sus discípulos. Atención especial merece la que se descubre como perícopa central del Evangelio, a saber aquella en la que Pedro afirma categóricamente que “Jesús es el mesías”: Mc 8,27-31. [Recordemos el texto: 27 Y Jesús y sus discípulos marcharon a las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntaba a sus discípulos y les decía: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. 28 Y le dijeron: “Unos dicen que Juan el Bautista”; y otros, Elías; y otros, que uno de los profetas”. 29 Y les preguntaba: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Y Pedro respondió y le dijo: “Tú eres el cristo”. 30 Y les ordenó rigurosamente que a nadie hablaran de él. 31 Y comenzaba a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre sufriera mucho y fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y que fuera asesinado, y que resucitara después de tres días; 32 y decía con franqueza estas palabras. Y Pedro lo tomó aparte y comenzó a recriminarlo. 33 Pero él, tras volverse y ver a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: “Ponte detrás de mí, Satanás. Porque no tienes tus pensamientos en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.] Esta sección marcana presenta como auténtica la figura de un Jesús que no critica en principio esta afirmación de que él es el mesías esperado, sino que sólo hace unas precisiones al respecto. En primer lugar, Jesús conmina a su discípulo preferido, Pedro, a que a nadie diga que él es el mesías. Luego le asegura con solemnidad que él, Jesús, conoce y acepta de antemano con detalle su futura pasión, muerte y resurrección. A renglón seguido, ante la protesta de un Pedro muy sorprendido, lo reprende reciamente designándolo como “Satanás” por no haber comprendido esta doble realidad: la obligatoriedad del silencio sobre su mesianismo, y el designio divino que indica la necesidad de su pasión, muerte y resurrección de entre los muertos. Esta perícopa, y otras en las que aparece Jesús ocultando su identidad mesiánica, son conocidas como exponentes del denominado “secreto mesiánico”: a saber, la identidad de Jesús como agente de la divinidad debe mantenerse oculta y no se conocerá hasta después de su exaltación a los cielos. Los evangelios de Lucas y Mateo, que siguen en esto al de Marcos, repiten la misma idea, que resulta ser de importancia cardinal: Jesús es en verdad el mesías, pero en un sentido radicalmente nuevo…, lo que provoca la sorpresa y la indignación entre sus mismos discípulos. La necesidad absoluta de que el mesianismo de Jesús sea así entendido, y no de otro modo, es el eje y la cuestión clave del Evangelio de Marcos. El evangelista sostiene que la mesianidad de Jesús fue en realidad tal como él la dibuja en su escrito, e intenta probar repetidas veces que Jesús previó y anunció su muerte: hubo de aceptarla como un designio divino ab eterno. Según Mc 10,45 ["Pues tampoco el Hijo del Hombre vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos."], esta muerte es vicaria, sustitutoria de toda la humanidad y expiatoria de los pecados de todos los seres humanos: Jesús muere en vez de ellos, quienes son así literalmente liberados por este sacrificio expiatorio de una situación irremediable de pecado o enemistad con Dios. Ahora bien, una crítica del conjunto del evangelio de Marcos intuye con absoluta evidencia que el “secreto mesiánico” es un mero artificio literario, un artilugio inventado teológicamente por el autor con un doble objetivo: · Primero, explicar la incomprensión general, incluida la de sus discípulos más íntimos, de la verdadera naturaleza de la misión de Jesús lo que justifica su imprevista e infamante muerte en cruz y, · Segundo, exonerar a la fe postpascual acerca del mesianismo de Jesús de su insólita novedad tanto dentro del pensamiento judío como particularmente en la propia experiencia personal de los discípulos que habían convivido con el Nazareno tanto tiempo. A partir del “secreto mesiánico” y con elementos de la apocalíptica judía, gracias a cambios tanto sutiles como gruesos, Marcos muestra a Jesús como exponente de un insólito mesianismo novedoso, sufriente, de final catastrófico. Este mesianismo esta moldeado A. Sobre la figura del “siervo de Yahvé” del Deuteroisaías, en especial 52,13-53,12, y B. Con rasgos que se asemejan extraordinariamente a la concepción paulina de un Jesús visto como un Cristo celeste (inexistente en la realidad; pura ficción de la mente teológica) , noción explicitada en las Cartas auténticas del Apóstol, compuestas unos 20 0 25 años antes del propio Evangelio. Conclusión: En realidad, la crítica interna percibe que Marcos intenta transferir a la vida real de Jesús lo que de él pensaron teológicamente sus discípulos después de haber creído firmemente que había resucitado, y después de haber forjado con la ayuda de un nuevo examen de las Escrituras diversas explicaciones de lo que desgraciadamente había ocurrido: su aparente fracaso y muerte. Precisaremos más estos conceptos Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 23 de Julio 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Continuamos con el tema del descubrimiento del Jesús histórico en la obra de Puente Ojea Sostiene GPO que –según lo señalado en la nota anterior- descubrir la tendencia teológica de cada evangelista, es decir, cómo concibe la imagen de Jesús, con qué rasgos, etc., es un instrumento precioso para acercarse al Jesús de la historia. El lector se imaginará enseguida el porqué. Para descubrir la "tendencia" es preciso hacer un inventario de los datos, dichos o hechos de Jesús de un modo completo y ver qué ideas maestras gobiernan el conjunto de los datos (= es el conocido método de la Historia de la Redacción de la que hemos hablado largamente en este Blog) Luego hay que efectuar una lista no menos exhaustiva de los elementos que no encajen con esa tendencia, es decir del material tradicional que GPO denomina “furtivo”, material que de modo inadvertido se ha introducido aquí y allá en las narraciones evangélicas, la mayoría de las veces sin que el evangelista llegara a comprender todo su alcance. Una precisión: GPO se limita normalmente al material de los evangelios sinópticos, sobre todo el de Marcos, al que ha dedicado dos libros (El Evangelio de Marcos. Del Cristo de la fe al Jesús de la historia (2ª edic. 1992); El mito de Cristo (2ª edic. 2000). La cita de otros textos apócrifos como El Evangelio de Pedro o el de Tomás, gnóstico, es escasa debido sobre todo a la consciencia de GPO de que los investigadores los utilizan para corroborar datos sobre el Jesús de la historia adquiridos por el análisis de los Evangelios Sinópticos. El método de analizar ese material “furtivo” --es decir, introducido en los Evangelios por el peso mismo de la tradición oral sobre Jesús y que no podía ser negado so pena de incurrir en una suerte de traición a lo recibido-- conduce a la idea de que los Evangelios, a pesar de ser una literatura de propaganda religiosa, informan o pueden informar de datos históricos si se sabe leerlos convenientemente. Se niega así el escepticismo radical que gobierna la obra de otros autores, en España, por ejemplo, José Montserrat Torrents. Sin embargo, GPO, con múltiples investigadores, recalca que se debe tener en cuenta que no deben admitirse sólo y exclusivamente los datos "furtivos" sobre Jesús, y otros naturalmente, que contradigan al judaísmo normativo de la época o a las creencias de la Iglesia posterior (el denominado criterio de dificultad o de desemejanza), porque el rígido empleo de esa norma daría una imagen del Nazareno unilateral y sesgada, ya que no permitiría encardinarlo en su época, aunque tales datos fueran indudablemente ciertos. Por ello, también con múltiples investigadores, GPO insiste en incardinar a Jesús en la Palestina del siglo I. El método sería imperfecto –opina con el común- si rechazara material en el que Jesús aparece compartiendo o divergiendo razonablemente de la fe judía de su tiempo. Con otras palabras, GPO está totalmente de acuerdo con lo que sostiene la mayoría de los críticos: al denominado “criterio de disimilitud”, o de “dificultad” ha de añadirse el de “plausibilidad histórica”, es decir, no sólo la diferencia, sino también el que sitúa a Jesús en su contexto. Pero Puente Ojea se toma en serio lo de considerar a Jesús un judío de su tiempo y piensa que deben obtenerse las consecuencias. Es sabido que muchos investigadores no lo hacen. Insiste GPO en que es esencial distinguir dos niveles: 1. Entre las intencionalidades imputadas a los agentes en general que no fluyan de los datos mismos recogidos en los textos (es decir, de lo que indican los textos evangélicos en sus distintos niveles) y 2. Los propósitos e intenciones que sí fluyen de los textos, que se deducen razonadamente porque se apoyan en datos que componen el tejido que integra y estructura un pasaje o un conjunto dado de pasajes. Es preciso luego, una vez descubierto el material interesante para reconstruir a Jesús, formular hipótesis o explicaciones objetivas de diversos fenómenos como son: • Las rupturas lógicas, • Las sorpresas narrativas que derogan la verosimilitud del relato o • Las nuevas informaciones que rompen la aparente lógica interna. Las hipótesis propuestas a partir del análisis de todo este conjunto deben apuntar al intento de aclarar los mecanismos de tergiversación de los posibles datos primigenios, ya que por hipótesis se trata de material furtivo que contradice la "tendencia". La explicación de un fenómeno histórico sólo es tal si se identifican las causas eficientes de ese fenómeno, la aparición de material "diferente". Hacia este objetivo se orienta todo el trabajo explicativo, ya que el intento es reconstruir con criterios de verosimilitud el relato auténtico o el escenario histórico real sobre el que se sustenta un tema determinado que afecta a la figura de Jesús. En una palabra, según GPO hay que seguir el camino que impone un método heurístico (es decir, de obtención de datos) analítico, racional y sano que ha de comenzar por rechazar de antemano la sumisión a intereses dogmáticos ya preestablecidos, y por no someterse a la ilusión de creer que el estudio crítico de las ideologías que laten en los textos evangélicos no constituye parte esencial de la tarea del historiador (Ideología, pp. 9-10.79.83ss; Vivir…, pp. 284ss. 294-297; Existencia, pp. 6ss.9.14ss; El Evangelio de Marcos, passim; El mito de Cristo, passim). Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 22 de Julio 2011
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Hoy escribe Miguel Herrero de Jáuregui
Concluimos hoy el comentario al libro iniciado en la nota anterior Cuando al final de la Antigüedad los neoplatónicos que resisten el avance del cristianismo, desde Jámblico, tratan de buscar en la tradición griega sus propias fuentes de inspiración revelada, proclaman que Orfeo y los órficos están en la base de todas las teorías platónicas y que "Platón remeda lo de Orfeo en todas partes" (Olimpiodoro, in Plat. Phaed. 10.3 = Orph. Fragm. 338 II). En expresión de Peter Kingsley, los estudiosos se han dedicado generalmente a mostrar cuánta falsedad y exageración hay en las palabras de Olimpiodoro, y ahora toca mostrar qué tienen de verdad. De hecho, es una tendencia del avance historiográfico que las figuras gigantescas del pasado se van redescubriendo en su contexto, y sus hallazgos dejan de ser ex nihilo para convertirse en pasos decisivos que culminan procesos anteriores. Igual que Homero ya no es el principio de la poesía griega, sino que es el último estadio de una larguísima tradición de épica oral, así también al reconocer los precedentes órficos Platón deja de ser el "inventor" de ciertas teorías para ser el que les da forma filosófica y coherencia interna. ¿Les quita ello algo de su grandeza a Homero o Platón? Al contrario, igual que la Ilíada se enriquece como obra maestra al encontrar en ella sofisticados mecanismos de alusión a otras tradiciones poéticas que quedan superadas por Homero, el descubrimiento de las fuentes en que Platón se inspira revela la inmensa capacidad crítica y la superior profundidad del pensamiento del filósofo ateniense. Ahora bien, la dificultad estriba en saber qué es realmente el material órfico previo a Platón y cuál es su propia aportación. La palabra clave de la cuestión es "transposición", la adaptación platónica de citas, imágenes e ideas órficas para apoyar su propio sistema. Para conjurar el peligro de razonamientos circulares que proyectan lo platónico sobre lo órfico para después postular un influjo (como se hizo, igual que con el cristianismo, en épocas pasadas), el método debe ser cuidadosamente textual y basado en las propias referencias de Platón a Orfeo, los poemas y ritos órficos, y los seguidores de Orfeo. Y aun en las referencias expresas, debe deslindarse, mediante comparación con otros pasajes platónicos y materiales externos, qué parece ser material previo y qué parece deformación platónica. Y finalmente, diferenciar lo seguro, lo probable y lo posible para evitar castillos en el aire. Para asegurar este rigor metodológico la experiencia del filólogo Alberto Bernabé en el manejo de las fuentes es una garantía de fiabilidad. Así lo muestra el apéndice final con los textos más importantes, y la estructuración inductiva, de lo particular a lo general, del libro en los siguientes capítulos. Primera Parte: Platón se refiere a Orfeo y sus seguidores 1. Referencias de Platón a Orfeo 2. Referencias de Platón a los seguidores de Orfeo Segunda Parte: Ecos de las doctrinas órficas en Platón 3. Cuestiones de método 4. Mitos cosmogónicos y teogónicos 5. Modelos del cosmos 6. La inmortalidad del alma y la transmigración 7. Alma y cuerpo: soma / sema 8. El mito de Dioniso y los Titanes 9. Visiones del Más Allá: Premios y castigos del alma 10. Justicia y retribución 11. La imagen de Zeus 12. Ritos órficos e iniciación filosófica Tercera Parte: La transposición platónica 13. Métodos de la transposición platónica Cuarta Parte: Síntesis 14. Actitudes de Platón frente al orfismo Apéndice: textos y traducciones El índice de contenidos da idea de la multitud de campos de la teología, cosmología y antropología platónicas en que el orfismo influye, en diversos modos, en la forma poética (p. e. Zeus principio, medio y fin de todo) o en el fondo (p. e. la naturaleza titánica en todos los hombres). En algunos pasajes por supuesto la interpretación de Bernabé podrá ser discutida y dará pie a nuevos debates. Pero en cualquier caso esta obra quedará como el gran clásico sobre la cuestión durante mucho tiempo. Aquí sólo queda recomendar su lectura, felicitar al autor, y también a la editorial Abada por su acierto y valentía en haberla publicado sin rehuir la impresión de textos en griego cuando hace falta. Saludos cordiales de Miguel Herrero de Jáuregui y de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid
Miércoles, 20 de Julio 2011
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Hoy escriben Miguel Herrero de Jáuregui / Antonio Piñero
Como saben los lectores, uno de los cambios, radical sin duda, de la religión judía en la época del Helenismo, fue la aceptación de que el hombre está compuesto de alma y cuerpo (distinguiendo bien las dos partes), de que el alma es inmortal, que por ello existe otra vida después de la muerte y que Dios retribuirá en esa vida conforme a los hechos de cada uno en ésta: con el paraíso a los justos; con el infierno eterno, a los malvados. Y saben también los lectores que tales ideas (conviene insistir: prácticamente no existían en la religión judía antes de esa época salvo algunos balbuceos) eran moneda corriente en ambientes religiosos griegos influidos por la cosmovisión y por la religiosidad de los órficos por lo menos desde el siglo VI a.C. Pero que fue Platón sobre todo el que las recogió y le dio carta de ciudadanía. Igualmente saben los lectores que el cristianismo en esta aspecto es hijo directo de un judaísmo muy platonizado y “orficizado”, por así decirlo, en estas ideas. Para dar fundamento a esta tesis que he defendido muchas veces, para ir en profundidad a la base, me viene muy bien un libro que acaba de aparecer de mi colego Alberto Bernabé. He encargado a Miguel Herrero de Jáuregui, becario “Ramón y Cajal” de mi Departamento de la Complutense, doctor en Filología Clásica, con una tesis doctoral, transformada en excelente libro, y autor conocido en estos temas órficos y su relación con el cristianismo para que comente el volumen. He aquí su comentario, que divido en dos partes: “Acaba de llegar a las librerías un gran libro sobre Platón y el orfismo de Alberto Bernabé, al que se dedica esta entrada del blog, por invitación de su editor. Platón y el orfismo: diálogos entre religión y filosofía, Editorial Abada, Madrid 2011, 400 páginas y 25 €, es una obra de lectura obligada y placentera para todos los interesados en la filosofía, literatura y religión griegas. El autor no necesita presentación: editor de los fragmentos órficos, ha publicado numerosos artículos y libros en varias lenguas y es autoridad reconocida internacionalmente en la materia. Aquí recoge los frutos de un estudio de largos años sobre una de las dimensiones más importantes del orfismo: su influjo sobre Platón. Como es sabido, el estudio del orfismo ha sufrido vaivenes espectaculares a lo largo del último siglo. De la reconstrucción falseada a fines del XIX y primeros del XX de una "Iglesia órfica", una religión con sus dogmas de salvación, su clero y sus sacramentos, se pasó desde los años 30 al "orfeoescepticismo" extremo que negaba la propia existencia del orfismo. Sólo desde los años 60 del siglo pasado, con nuevos descubrimientos como el Papiro de Derveni, nuevas laminillas de oro con instrucciones para el viaje del alma al Hades, y las tablillas de hueso de Olbia que atestiguan un tiaso de órficos en el siglo V a. C., el orfismo volvió a ser un tema de interés científico, que tras la edición de Bernabé goza hoy de gran popularidad. Sin embargo, en nuestra época se evita caer en los excesos del pasado y se tiene cuidado de no proyectar en la Grecia clásica nociones propias de otras épocas y otras religiones, y de distinguir el orfismo temprano del retrato idealizado que transmiten fuentes tardoantiguas. Probablemente el efecto más importante del orfismo en la historia espiritual de occidente es su influjo sobre Platón (e indirectamente sobre el judaísmo y el cristianismo a través de éste). Se puede comparar, mutatis mutandis, a Platón y el orfismo con Marx y el socialismo utópico. Tras El Capital, las ideas de Saint Simon y compañía quedan muy atrás en hondura y articulación intelectual, y sólo los eruditos o los románticos acuden a ellos como fuente directa del socialismo moderno. Pero es claro que buena parte del pensamiento de Marx no se explicaría sin el influjo de sus utópicos predecesores. Dejando la metáfora para volver a nuestro tema, gracias a la transposición platónica de nociones órficas como la superioridad del alma inmortal sobre el cuerpo mortal y otras que se enumeran en el índice de contenidos (cf. la segunda parte de esta nota en la postal de mañana), ideas originalmente marginales en la Grecia clásica, más intuitivas y poéticas que filosóficas, adquirieron una consistencia que las convirtió en el centro de la koiné espiritual que domina en el mediterráneo desde fines de época helenística. La mayor parte de las concomitancias entre orfismo y cristianismo, que han hecho pensar a muchos en influjos directos entre uno y otro, se explican de hecho por la mediación del platonismo vulgarizado. Saludos cordiales de Miguel Herrero de Jáuregui y Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid
Martes, 19 de Julio 2011
Notas![]()
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
APÉNDICE 1. PHeid 79-80 Añado los datos recogidos en dos papiros, el PHeid 79-80 y el Papiro de Michigan 3788, publicado por C. Schmidt. Aunque sorprende el carácter del fragmento en el que Jesús habla directamente con sus discípulos Simón Pedro y Felipe, el hecho de que ambos papiros lo recojan en el contexto del denominado episodio italiano de los HchPl ha hecho pensar a no pocos autores que pudiera tratarse de un episodio original de los primitivos HchPl. Ante la eventualidad de que así sea, lo recogemos entre las tradiciones que componen el perfil del apóstol de las gentes. En la página 79 del papiro aparece Jesús que habla a sus discípulos, admirados por los milagros que su maestro realizaba. Aludía Jesús, en efecto, a los leprosos limpiados, los enfermos curados, los paralíticos rehabilitados, los endemoniados liberados de la posesión diabólica, la multiplicación de los panes, su caminar sobre las aguas del mar y su autoridad sobre los vientos. Si conocían de veras a Jesús y sabían de sus poderes, no tenían motivo para admirarse. Si creían en los poderes taumatúrgicos de Jesús, podrían dar órdenes a una montaña para que se trasladara hasta el mar. Todos los detalles aludidos por Jesús eran hechos narrados en la historia de los evangelios, similares a los que el mismo Jesús expuso a sus discípulos como respuesta a la consulta de Juan el Bautista. Simón (Pedro) replicó manifestando su admiración por algo tan desconocido y sorprendente como la resurrección de los muertos que Jesús realizaba (PHeid 80). El Señor le respondió que haría cosas aún mayores para que los testigos de sus obras creyeran en el que lo había enviado. Simón dijo a Jesús: “Señor, mándame que hable”. Jesús respondió: “Habla, Pedro”. El relator afirma que desde aquel día lo denominó con ese nombre. Pedro insistía en que no había obra más grande que resucitar a los muertos o alimentar a una gran multitud. El Señor continuó asegurando que había cosas mayores que serían capaces de realizar los que creen de todo corazón. Intervino entonces Felipe en tono de enfado preguntando a Jesús por aquellas cosas que deseaba enseñar a sus discípulos. La respuesta de Jesús quedó oculta en la laguna del papiro. APÉNDICE 2. Nicéforo Calixto, Historia Eclesiástica, II 25 (PG 145, col. 822) El historiador Nicéforo Calixto (s. XII/XIII) se refiere a los autores que han escrito sobre los viajes de Pablo. Cuentan de los padecimientos que el apóstol hubo de soportar en Éfeso. Menciona al magistrado Jerónimo que ya conocemos por el Papiro de Hamburgo, lo mismo que a las piadosas mujeres Eubula y Artemila, “esposas de ciudadanos importantes de Éfeso”. Las dos mujeres eran discípulas de Pablo y le pedían la gracia del bautismo. Pablo quedó libre de las cadenas que lo retenían en prisión. Unos ángeles, portadores de lanzas, lo acompañaron e iluminaron con la abundancia de su luz interior. Consumó la iniciación de las mujeres administrándoles el bautismo en la orilla del mar sin que los guardas de la prisión advirtieran el suceso. Regresó luego a la prisión en espera de su lucha contra las fieras. Llegado el momento, soltaron contra Pablo a un león gigantesco de aspecto feroz, que corrió hasta acurrucarse a sus pies. Lanzaron a otros animales salvajes, pero ninguno pudo tocar el sagrado cuerpo de Pablo, que se mantenía erguido en oración. Mientras sucedían estas cosas, se desencadenó un estruendo terrible, acompañado de una espantosa granizada que hirió a muchos hombres y a numerosas fieras. El león marchó a sus montañas, mientras Pablo se embarcaba para Macedonia y Grecia. El magistrado Jerónimo perdió incluso una oreja cuando huía a toda prisa hacia su casa. Sin mencionar el hecho de su curación, que conocemos por el PH, el historiador cuenta que Jerónimo se convirtió al Dios de Pablo con toda su casa y recibió el bautismo de salvación. Podemos apreciar la elasticidad de los relatos de la literatura apócrifa cuando vemos que historiadores de profesión, como Nicéforo Calixto, los incluyen entre lo que ellos consideran material de la historia. Siguen en pie firme las consideraciones de Tucídides sobre la movilidad de los datos que componen la narración por personas distintas de unos mismos sucesos, de los que unos y otros son testigos de vista. La realidad es que cada uno de los testigos cuenta los sucesos de forma distinta. La razones aportadas por el gran historiador son dos: la ignorancia en algunas ocasiones, y los intereses creados, en otras. Éfeso. Camino del teatro al mar. Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 18 de Julio 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Comenzamos por unas consideraciones generales que parten de un triple supuesto: A. La historicidad del personaje Jesús de Nazaret (en dos notas anteriores hemos intentado explicar cómo y con qué reflexiones sobre los textos evangélicos y pasajes de Flavio Josefo lo prueba GPO) B. En la transmisión oral de los datos sobre cualquier personaje histórico se producen tergiversaciones = Jesús no escribió nada... C. La comparación simple de la imagen de Jesús de los diversos Evangelios entre sí y con la teología posterior acerca del personaje evidencia que se ha dado una idealización posterior. Cómo ha sido esta idealización es objeto de múltiple estudio y reflexión Opina GPO que la recuperación de los rasgos históricos de Jesús no es tarea fácil porque su figura se ha utilizado -casi desde el inicio del movimiento cristiano y gracias a la difusión de escritos ad hoc --por ejemplo, los Evangelios y las cartas de Pablo-- para propagar una ideología religiosa que el análisis demostrará ser muy distinta y distante de la del Jesús real, histórico. Sostiene GPO que ya las mismas fuentes primeras (Evangelios) muestran un grado de tergiversación tal que resulta difícil para la mayoría de los lectores sencillos, en los que ha calado profundamente esta otra imagen, retornar hacia un Jesús original. Pero –opina- no hay lugar para un escepticismo y desánimo extremos, como algunos opinan, ya que existen posibilidades reales de recuperación gracias al análisis y a la crítica. Según Puente, la tergiversación nace, además: • De la voluntad positiva de acomodar la figura del Jesús real a una visión teológica previa, • De la coyuntura histórica de los años 30-70 del siglo I, con sus terribles movimientos revolucionarios en Judea y Galilea, que hubo de condicionar de forma notable la transmisión del magisterio de Jesús respecto a tales movimientos según las ideas que respecto a ellos tuvieran los autores de la recopilación de datos tradicionales sobre Jesús • de que este mismo magisterio hubo de resultar alterado en la mente de los discípulos a consecuencia de las experiencias pascuales (que GPO juzga como visionarias) unidas a las conmociones anímicas producidas por la creencia firme en la resurrección del Maestro; y • de que la misma organización de los datos de la tradición se iba haciendo ya desde el principio conforme a intereses ideológicos y teológicos, etc. (Ideología, p. 123). A pesar de tantos inconvenientes, la reconstrucción es factible, opina GPO, aunque no se pueda llegar al dibujo de una semblanza completa del Nazareno. Existen, sin embargo, los medios para saber ciertamente qué no fue Jesús y para conocer los rasgos esenciales de su figura y misión. La investigación ha confirmado que para tal reconstrucción hay que centrarse en los testimonios más antiguos sobre Jesús que coinciden con los cuatro evangelios aceptados como canónicos por la Iglesia, sobre todo los tres primeros, denominados “sinópticos” (es decir que pueden verse “en una misma ojeada”, puestos en columnas paralelas). Entre ellos, la investigación está de acuerdo en que el primero en escribirse fue el de Marcos. Es necesario, pues, someter a un escrutinio racional a este evangelio, y naturalmente también a los demás, pues éstos aparte de copiar a Marcos tienen fuentes propias y peculiares perspectivas sobre el Nazareno. El punto de partida en el análisis interno del Evangelio marcano es la ayuda de los métodos que la investigación ha ido desarrollando hasta el momento: • Análisis literario del texto en sí y análisis comparativo con los otros evangelios; • Crítica de fuentes o búsqueda de posibles documentos base anteriores; • Crítica de las formas y de la redacción, es decir, indagación de las costumbres, tendencias teológicas y hábitos de los autores. Es preciso reflexionar continuamente y obtener consecuencias de las contradicciones, incongruencias, incompatibilidades, falsas suturas de las perícopas, de la articulación de los datos ofrecidos, de las nuevas perspectivas presentadas que rompen el ritmo o sentido de lo ofrecido hasta el momento, etc. Todo ello lleva a la convicción de que el Evangelio de Marcos y los demás escritos evangélicos que lo utilizan no son el producto de la percepción personal de sus autores, sino de las tradiciones recibidas que son reelaboradas y manipuladas profundamente por ellos según una “agenda teológica” previa. Es preciso descubrir el Sitz im Leben, “contexto vital”, que ha generado el esquema mental de un evangelio completo, o la ideología subyacente a determinadas perícopas, naturalmente sin reducirse sólo a la temática espiritual del tal Sitz im Leben, pues el no incluir las consideraciones sociales y políticas ofrecería sólo una parte de la posible recta interpretación (Deducido de (Ideología, pp. 9-10.79.83ss; Vivir…, pp. 284ss. 294-297; Existencia, pp. 6ss.9.14ss). En la próxima nota concluimos este tema. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Domingo, 17 de Julio 2011
Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Al menos desde 1992 (Evangelio de Marcos, p. 10, nota), sostiene GPO que la prueba de la existencia histórica de Jesús a partir de la crítica interna de los testimonios cristianos contenidos en el Nuevo Testamento es la más perentoria y pertinente de cuantas disponemos: “La prueba mayor de que existió históricamente un hombre conocido después como Jesús de Nazaret radica en las invencibles dificultades que los Evangelistas afrontaron para armonizar o concordar las tradiciones sobre este personaje con el mito de Cristo elaborado teológicamente en esos mismos textos”. En ¿Existió Jesús realmente? (p. 170) añade: “Nadie se esfuerza por superar las gravísimas dificultades derivadas de dos conceptos divergentes y contrapuestos de un mismo referente existencial”, es decir, referidas a un mismo personaje visto desde dos ópticas diferentes “si dichas aporías no surgieran de testimonios históricamente insoslayables […] Ninguna otra prueba alcanza un valor de convicción comparable a la que surge de los desesperados esfuerzos, a la postre fallidos para una mirada histórico-crítica, por cohonestar el Cristo mítico de la fe con la memoria oralmente transmitida, de modo fragmentario, de un Jesús de Nazaret, un judío que vivió, predicó y fue ejecutado como sedicioso en el siglo I de nuestra era”. “Nadie asume artificialmente datos o testimonios que dañen a sus propios intereses, a no ser que exista una tradición oral o escrita que sea imposible desconocer, en cuyo caso sólo resta el inseguro expediente de reinterpretarla o remodelarla tergiversando su sentido genuino […] El deseo de apuntalar con datos históricos el nuevo mensaje de salvación (paulino) […] obligó a los evangelistas a usar reiteradamente -casi siempre de modo intermitente y elusivo- tradiciones muy antiguas sobre actitudes y palabras del Nazareno. De este precioso material, que podríamos calificar de «furtivo», puede inferirse con estimable seguridad que Jesús existió y fue un agente mesiánico que asumió sustancialmente los rasgos básicos de la tradición davídica popular y de la escatología de origen profético, aderezada con acentos apocalípticos”. Además, no sólo de los evangelios, sino del estudio del conjunto documental de las fuentes cristianas primitivas, si se realiza aplicando correctamente todos los métodos de investigación que poseen hoy las ciencias históricas, prueba con plena evidencia que en la génesis del fenómeno cristiano son perfectamente identificables dos referentes distintos: A) Un referente existencialmente real, auténtico y razonablemente datable, es decir, un personaje como Jesús; B) Un falso referente sobrenatural e inexistente, es decir, un ente puramente mental conocido como el Cristo de la fe. El referente A) se presenta en las fuentes documentales como un judío que asumió la pretensión de ser el mesías de las promesas del Dios hebreo a su pueblo elegido en cumplimiento de un pacto o testamento. El referente B), por el contrario, se presenta en esas fuentes como una especie de avatar de un Dios cósmico que se encarna y baja a la tierra para expiar mediante su pasión, muerte y resurrección los pecados de la humanidad pasada y presente (¿Existió…? 192-193). Y concluye: “De la experiencia personal y del movimiento mesiánico de Jesús, los apóstoles y demás judeocristianos de la iglesia de Jerusalén no hicieron de Jesús un salvador de corte helenístico, ni dudaron jamás de la existencia real de su maestro y líder mesiánico. Serían los seguidores de Pablo o de Juan quienes tardíamente -después de la crucifixión, muerte y supuesta resurrección de Jesús- se atrevieron a creer en un Cristo divino (inexistente)” (¿Existió…? 196). Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 16 de Julio 2011
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Editado por
Antonio Piñero
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Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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