Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
El examen crítico del Evangelio marcano, el más antiguo cronológicamente, lleva a la conclusión razonada de que bajo éste se trasluce el verdadero carácter de Jesús, que resulta ser mesiánico en sentido tradicional judío según el testimonio fidedigno de sus discípulos. Atención especial merece la que se descubre como perícopa central del Evangelio, a saber aquella en la que Pedro afirma categóricamente que “Jesús es el mesías”: Mc 8,27-31. [Recordemos el texto: 27 Y Jesús y sus discípulos marcharon a las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntaba a sus discípulos y les decía: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. 28 Y le dijeron: “Unos dicen que Juan el Bautista”; y otros, Elías; y otros, que uno de los profetas”. 29 Y les preguntaba: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Y Pedro respondió y le dijo: “Tú eres el cristo”. 30 Y les ordenó rigurosamente que a nadie hablaran de él. 31 Y comenzaba a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre sufriera mucho y fuera rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y que fuera asesinado, y que resucitara después de tres días; 32 y decía con franqueza estas palabras. Y Pedro lo tomó aparte y comenzó a recriminarlo. 33 Pero él, tras volverse y ver a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: “Ponte detrás de mí, Satanás. Porque no tienes tus pensamientos en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”.] Esta sección marcana presenta como auténtica la figura de un Jesús que no critica en principio esta afirmación de que él es el mesías esperado, sino que sólo hace unas precisiones al respecto. En primer lugar, Jesús conmina a su discípulo preferido, Pedro, a que a nadie diga que él es el mesías. Luego le asegura con solemnidad que él, Jesús, conoce y acepta de antemano con detalle su futura pasión, muerte y resurrección. A renglón seguido, ante la protesta de un Pedro muy sorprendido, lo reprende reciamente designándolo como “Satanás” por no haber comprendido esta doble realidad: la obligatoriedad del silencio sobre su mesianismo, y el designio divino que indica la necesidad de su pasión, muerte y resurrección de entre los muertos. Esta perícopa, y otras en las que aparece Jesús ocultando su identidad mesiánica, son conocidas como exponentes del denominado “secreto mesiánico”: a saber, la identidad de Jesús como agente de la divinidad debe mantenerse oculta y no se conocerá hasta después de su exaltación a los cielos. Los evangelios de Lucas y Mateo, que siguen en esto al de Marcos, repiten la misma idea, que resulta ser de importancia cardinal: Jesús es en verdad el mesías, pero en un sentido radicalmente nuevo…, lo que provoca la sorpresa y la indignación entre sus mismos discípulos. La necesidad absoluta de que el mesianismo de Jesús sea así entendido, y no de otro modo, es el eje y la cuestión clave del Evangelio de Marcos. El evangelista sostiene que la mesianidad de Jesús fue en realidad tal como él la dibuja en su escrito, e intenta probar repetidas veces que Jesús previó y anunció su muerte: hubo de aceptarla como un designio divino ab eterno. Según Mc 10,45 ["Pues tampoco el Hijo del Hombre vino a ser servido sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos."], esta muerte es vicaria, sustitutoria de toda la humanidad y expiatoria de los pecados de todos los seres humanos: Jesús muere en vez de ellos, quienes son así literalmente liberados por este sacrificio expiatorio de una situación irremediable de pecado o enemistad con Dios. Ahora bien, una crítica del conjunto del evangelio de Marcos intuye con absoluta evidencia que el “secreto mesiánico” es un mero artificio literario, un artilugio inventado teológicamente por el autor con un doble objetivo: · Primero, explicar la incomprensión general, incluida la de sus discípulos más íntimos, de la verdadera naturaleza de la misión de Jesús lo que justifica su imprevista e infamante muerte en cruz y, · Segundo, exonerar a la fe postpascual acerca del mesianismo de Jesús de su insólita novedad tanto dentro del pensamiento judío como particularmente en la propia experiencia personal de los discípulos que habían convivido con el Nazareno tanto tiempo. A partir del “secreto mesiánico” y con elementos de la apocalíptica judía, gracias a cambios tanto sutiles como gruesos, Marcos muestra a Jesús como exponente de un insólito mesianismo novedoso, sufriente, de final catastrófico. Este mesianismo esta moldeado A. Sobre la figura del “siervo de Yahvé” del Deuteroisaías, en especial 52,13-53,12, y B. Con rasgos que se asemejan extraordinariamente a la concepción paulina de un Jesús visto como un Cristo celeste (inexistente en la realidad; pura ficción de la mente teológica) , noción explicitada en las Cartas auténticas del Apóstol, compuestas unos 20 0 25 años antes del propio Evangelio. Conclusión: En realidad, la crítica interna percibe que Marcos intenta transferir a la vida real de Jesús lo que de él pensaron teológicamente sus discípulos después de haber creído firmemente que había resucitado, y después de haber forjado con la ayuda de un nuevo examen de las Escrituras diversas explicaciones de lo que desgraciadamente había ocurrido: su aparente fracaso y muerte. Precisaremos más estos conceptos Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Sábado, 23 de Julio 2011
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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