Notas
Escribe Antonio Piñero
En el Nuevo Testamento no encontramos ninguna proclamación expresa de la inmortalidad del alma. Ahora bien, insisto que en tiempos de Pablo, el judaísmo había hecho progresos teológicos en contra mismo de los griegos cuando sostiene y defiende ardorosamente no sólo la inmortalidad del alma sino la resurrección del cuerpo, al menos del cuerpo de los justos. La tendencia judía antigua a no distinguir entre alma y cuerpo, sino entender al ser humano como una unidad orgánico-psicológica, como un “almicuerpo”, como hemos escrito ya, lleva a la idea de la exigencia de una participación integral del ser humano en la felicidad del mundo futuro. No solo una parte de él, el alma sin cuerpo, como sería el caso de los griegos, que se contentaban con que fuera solo el alma y no el cuerpo también, el que gozara en la Isla de los Bienaventurados o en los Campos Elíseos de una bienandanza sin fin. Suele decirse, sin embargo, que el sustrato ideológico del Nuevo Testamento no está de acuerdo con el pensamiento griego, el cual, desde los órficos-Platón, sostiene que el alma en sí es inmortal por su propia naturaleza y que no puede ser otra cosa. Eso es al menos lo que se percibe en conjunto leyendo el Fedro y el Fedón, dos diálogos de Platón significativos en este tema. Objeta David Torrijos, profesor en la Universidad San Dámaso de Madrid que ciertamente entre los griegos pesa más la 'naturaleza' mientras que en el mundo judeo-cristiano pesa más la 'voluntad de Dios', pero por eso precisamente el Timeo tendrá tanto éxito entre los cristianos como lo había tenido ya con Filón. En Tim. 41a y ss., donde el Demiurgo (el “encargado por la divinidad suprema dela creación del universo y del ser humano) habla a los dioses (los dioses olímpicos + los titanes + los astros) y dice que son inmortales porque “la divinidad lo ha querido así” y porque ella lo ha hecho así, pero podría revocar su inmortalidad. La referencia a la 'decisión' divina es algo bastante sorprendente, a mí entender. A continuación, en ese mismo pasaje, el dios encarga a los dioses la creación de los hombres partiendo de una 'simiente' divina análoga a la de ellos: yo diría que es evidente que se trata del alma, que es inmortal, como los dioses, pero también 'porque el dios lo ha querido así'. San Justino, a mediados del siglo II parece adoptar esta doctrina para criticar a los filósofos que consideran el alma naturalmente inmortal. Aparece (al menos) en el Diálogo con Trifón, 5, donde alude precisamente a los filósofos (medio-) "platónicos"; en 5,4 hace una referencia explícita al Timeo diciendo que el mundo es un gran dios inmortal, pero lo es porque el dios lo ha querido así (aunque la referencia más bien parece aludir al pasaje arriba mencionado, en el cual se habla de una parte del mundo y no de todo él). Pero aunque esto sea así, y como el pasaje del Timeo de Platón es único en los diálogos de este filósofo, y como está hablando en el terreno de los mitos, es posible que no esté expresando con toda exactitud su pensamiento. Lo cierto es que a pesar de este texto, el pensamiento platónico, y de los griegos que creían en la inmortalidad del alma se sostenía que esta era inmortal por su propia naturaleza y no por una decisión divina. Por el contrario, se percibe que en todos los autores del Nuevo Testamento se concibe la inmortalidad del alma no como una característica propia e ineludible de ella, sino como un don de Dios. Solo Dios es inmortal. La inmortalidad del alma no pertenece al derecho natural de esta, sino a la gracia concedida magnánimamente. Dios podría haber creado igualmente un alma mortal, al igual que la de un “bruto” como afirma desesperanzado el autor del Eclesiastés 3,19-21: “Porque el hombre y la bestia tienen la misma suerte: muere el uno como la otra; y ambos tienen el mismo aliento de vida. En nada aventaja el hombre a la bestia, pues todo es vanidad. Todos caminan hacia una misma meta; todos han salido del polvo y todos vuelven al polvo. ¿Quién sabe si el aliento de vida de los humanos asciende hacia arriba y si el aliento de vida de la bestia desciende hacia abajo, a la tierra?”. Ahora bien, y esto es básico en el Nuevo Testamento, el Jesús de Marcos sostiene que el Qohelet (Eclesiastés) se equivoca: Dios hizo el alma inmortal, porque el Dios de Israel es Dios de vivos, no de muertos (Mc 12,27); y por eso estableció la resurrección: para que los que sean dignos de entrar en él “sean como ángeles” (Lc 20,36), que son inmortales una vez creados. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html NOTA: Enlace para otro programa de la serie sobre Pablo de Tarso (su vida contada por los Hechos de los apóstoles y en su obra) que dirige y presenta Gabriel Andrade: https://www.youtube.com/watch?v=u8Mn71QZDdE&t=454s
Jueves, 11 de Julio 2019
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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