Notas
Escribe Antonio Piñero
En el Nuevo Testamento hay vocablos diversos para expresar el concepto “alma”, que suele decirse néphesh, de la Biblia hebrea. Para traducirla suele emplearse la palabra griega psyché (de donde viene por ejemplo, “psicología”), en un buen número de con las mismas connotaciones de una antropología no dualista de la Biblia hebrea (el ser humano no es alma y cuerpo sino “almicuerpo”, todo junto: el ser humano es una unidad). En algunos casos en los Evangelios Sinópticos se expresa con psyché la idea de una vida después de la muerte. Por ejemplo, Mt 10,28: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna”; Mc 3,4: “Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar un alma en vez de destruirla?» Pero ellos callaban.”; Mc 8,35: “Porque quien quiera salvar su alma, la perderá; pero quien pierda su alma por mí y por el Evangelio, la salvará.” El vocablo griego pneuma = “espíritu” tradujo en muchos casos el hebreo rúaj, para aludir a la vida espiritual, pero sin incluir necesariamente la inmortalidad. “Rúaj” es femenino y en algún evangelio judeocristiano del siglo II – Evangelio de los hebreos– se presenta una incipiente Trinidad del modo siguiente Dios Padre / Diosa Madre = el Espíritu: Hijo = Jesús (Habla Jesús): “Hace poco me tomó mi madre, el Espíritu Santo, por uno de mis cabellos y me llevó al monte grande del Tabor”, (citado por Orígenes, Comentario al Evangelio de Juan, 2, 6; PG XIV 132C; Homilía sobre el profeta Jeremías., 15, 4; PG XIII 433B) = Kardía, “corazón”, puede tener también este último sentido en el Nuevo Testamento, es decir simplemente para expresar la sede de los sentimientos. Según la mayoría de los intérpretes, cuando el Nuevo Testamento habla de “alma”, o de “espíritu” como oposición a “cuerpo y sangre” (1 Cor 5,5: “Sea entregado ese individuo a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu se salve en el Día del Señor”; 7,34: “La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido”; Jn 6,63: “«El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida”; Col 2,5: “Pues, si bien estoy corporalmente ausente, en espíritu me hallo con vosotros, alegrándome de ver vuestra armonía y la firmeza de vuestra fe en Cristo.”), tampoco se alude al concepto estricto de la inmortalidad. Del mismo modo si se menciona en el Nuevo Testamento el centro interno donde radica la voluntad, el querer (Mc 14,38: “Velad y orad, para que no caigáis en tentación; que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.”), o la personalidad íntima del hombre, o incluso el propio “yo”, que naturalmente puede ser perecedero: Gal 6,18: “Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.”; 1 Cor 16,18: “Ellos han tranquilizado mi espíritu y el vuestro. Sabed apreciar a estos hombres”, tampoco se implica estrictamente la inmortalidad como consustancial del alma humana. Pero que el alma es inmortal, una vez surgida, o nacida, queda claro, al menos relativamente (porque, como sostuvimos en la postal del día anterior, en principio “resurrección del cuerpo” no implica la inmortalidad), cuando el Nuevo Testamento habla de que le es posible al alma una vida fuera del cuerpo, como en Lc 23,43 (“Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso”). O también cuando se alude a la supervivencia del alma del Salvador en 1 Pe 3,19 (El espíritu de Jesús fue a predicar a los espíritus encarcelados en el Sheol, o Hades, entre su muerte y resurrección: “En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados”). También se supone un alma inmortal cuando Pablo menciona el “revestimiento de inmortalidad” o transformación del cuerpo material del ser humano, tras la resurrección del Último Día, en cuerpo espiritual. De este modo el cuerpo puede acompañar a su alma (es decir, ser el hombre completo –1 Cor 15,48: “Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes”: hombre celeste es el que disfrutará de la dicha del mundo futuro) al final, en el paraíso, en esos momentos eternos en los que la vida será “estar siempre con el Señor”:1 Tes 4,17: “Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor”). Como se ve, hay concepciones variadas en el Nuevo Testamento sobe espíritu / alma que necesaria y estrictamente no suponen una inmortalidad consustancial del alma. Seguiremos. Saludos cordiales de Antonio Piñero http://adaliz-ediciones.com/home/36-el-jesus-que-yo-conozco.html
Domingo, 7 de Julio 2019
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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