CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Ministerio de san Bernabé según el apócrifo de sus viajes
Hoy escribe Gonzalo del Cerro

Ministerio de san Bernabé según el Apócrifo de sus viajes

El apócrifo sobre los Viajes y el Martirio de Bernabé es en la intención del autor, cualquier cosa menos un escrito anónimo. Con las debidas cautelas, leemos el retrato detallado que traza el autor de su propia persona. Descubre su personalidad humana y profesional. Se confiesa testigo ocular de la venida del Salvador al mundo y del sagrado misterio salvífico de los cristianos. Dice de ellos que “poseen en santidad la esperanza y han recibido el sello”.

Manifiesta su deseo de ponerse al servicio de ese misterio, y se autopresenta mediante los datos suficientes para que los eventuales lectores pongan voz y rostro al texto. A la manera de las firmas explícitas en la literatura de la corte, expone su identidad: “Yo, Juan”, compañero en el ministerio de la predicación de los apóstoles Bernabé y Pablo. Refiere el dato de que era servidor del sacerdote de Zeus, Cirilo, pero que había sido convertido por la palabra de Pablo, Bernabé y Silas, quienes lo bautizaron en Iconio (c. 2,1).

Después de su bautismo, tuvo una visión en la que contempló a un hombre vestido de blanco, que se dirigía a él llamándole Juan, pero que le anunciaba que su nombre se cambiaría en el de Marcos. Lleno de temor por aquella sorprendente visión, contó angustiado a su pariente Bernabé lo sucedido. Bernabé había tenido también una visión similar que le dijo, entre otras cosas, que aceptara con él a su servidor Juan Marcos, que era “poseedor de algunos misterios” (c. 4,2).

“Permanecimos en Iconio bastantes días”, sigue contando el relator. Habla de un santo varón, cuya casa había santificado Pablo. Se trata sin duda de Onesíforo, cuyo encuentro con Pablo está descrito con minuciosos detalles en los HchPlTe 2-5. Fue el que salió al encuentro del apóstol, a quien no conocía, pero al que identificó con los datos de su perfil físico que le dieron como respuesta a su requerimiento. Sigue luego narrando su marcha desde Iconio a Seleucia y a Chipre, isla que recorrieron hasta que zarparon para Perge de la Panfilia. Allí permaneció Juan Marcos dos meses con intención de viajar a las zonas occidentales, pero no se lo permitió el Espíritu. Buscó después a los apóstoles, a quienes encontró en Antioquía.

Allí encontró a Pablo en cama, enfermo por las fatigas del viaje y molesto por haberse detenido Juan Marcos demasiado tiempo en Panfilia. Mucho más porque se había dejado la mayor parte de los pergaminos en Perge. La actitud de Pablo era realmente esquiva, no hacía caso de las muestras de arrepentimiento de Juan Marcos. La partida de Antioquía marcó los primeros episodios del conflicto entre los dos apóstoles, Pablo y Bernabé. Pensaban visitar primero las tierras orientales, después irían a Chipre, pero Pablo recibió por visión el aviso de que se dirigiera a Jerusalén.

Disensión y ruptura entre Pablo y Bernabé

Fue la gota de agua que provocó la ruptura. Bernabé, pariente de Juan Marcos, quería que marchara con ellos, pero Pablo se opuso rotundamente. Bernabé se basaba en el hecho de que los había acompañado hasta Perge, Pablo en que luego los había abandonado. El autor del apócrifo, presunto protagonista del incidente, lo describe en términos realmente hirientes. “Pablo discutió a gritos con Bernabé diciendo: «Imposible que éste venga con nosotros»” (c. 8,1). Como los presentes eran partidarios de que Marcos viajara con los apóstoles, Pablo zanjó la cuestión a su manera diciendo a Bernabé: “Si quieres tomar contigo a Juan, también llamado Marcos, vete por otro camino. Pues de ninguna manera vendrá con nosotros” (c. 8,2). Pablo nunca fue, según los textos, amigo de medias tintas.

Bernabé adoptaba una postura de mayor elasticidad pensando que quien había servido a la causa del Evangelio no podía ser rechazado por la gracia de Dios. Por todo ello, añadió: “Si esto es lo que te agrada, padre Pablo, lo tomo conmigo y me voy”. La escisión no temía remedio. El autor del apócrifo suaviza en lo posible los hechos contando cómo ambos apóstoles, Pablo y Bernabé, habían llorado amargamente y orado juntos. Bernabé pedía a Pablo que orara por él para que pudiera llegar a la perfección en el cumplimiento de su ministerio en la isla de Chipre. Terminó su ruego cayendo de rodillas y llorando amargamente, porque estaba convencido de que no volvería a ver el rostro de Pablo (c. 9,2). Pablo se dirigió a Jerusalén mientras Bernabé con Marcos marchaba a Chipre. El autor del apócrifo describe así la separación: “Nos despedimos mutuamente, y Bernabé me llevó consigo” (c. 10,1).

(Mapa de la isla de Chipre, patria de Bernabé)

Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro

Lunes, 25 de Junio 2012


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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