Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía XII Debate entre Pedro y Clemente sobre la misión del esclavo La Homilía se detiene un tanto en el contencioso que mantienen Pedro y Clemente sobre las palabras del apóstol y su diferencia entre esclavitud y amistad. Clemente encuentra las palabras de Pedro como servidor incomprensibles dada la categoría del príncipe de los apóstoles y la realidad de su conocimiento de las verdades sobre Dios. Estando así las cosas, las funciones de Clemente son más propias de esclavo en su relación con Pedro. Frente a la lógica argumental de Clemente, Pedro responde recurriendo al caso de su maestro Jesús y la humildad que practicó durante su vida. De su dignidad de Dios humanado descendió al nivel de hombre mortal, servidor incondicional a favor de los intereses de la humanidad. Clemente cuenta la historia de su familia Una mención que hace Clemente de sus padres suscita una vez más la curiosidad de Pedro, que pregunta a Clemente si no hay otro superviviente de su familia, sino que el único que queda es él. La pregunta de Pedro provoca la reacción de Clemente, que se siente obligado a narrar los detalles de su vida en el contexto de una familia noble romana emparentada con el mismo emperador Tiberio. El cuadro familiar Ante todo, el cuadro familiar y su enclave en la sociedad romana. Cuenta, en efecto, Clemente que hay en Roma muchos y grandes varones que son de la familia del César. Por ser precisamente de la familia imperial, el mismo César unió con mi padre, como criado con él, a una parienta suya como esposa, de la cual nacimos tres hijos. Los dos que nacieron antes que yo, siendo gemelos eran muy parecidos entre sí, como mi mismo padre me contó. Pues yo no conozco apenas ni a ellos ni a mi madre, sino que tengo su imagen confusa como en sueños. Mi madre se llamaba Matidia, y mi padre Fausto; de mis hermanos, uno se llamaba Faustino, y el otro Faustiniano. Sorprende que los denominados “gemelos” en las Homilías son presentados en las Recognitiones más bien como mellizos, ya que allí se asegura que no tenían ninguna semejanza entre sí. El término griego “dídymos” encierra ambas posibilidades semánticas. La versión latina de los hechos cambia igualmente los nombres del padre y de los gemelos. El padre es allí Faustiniano, mientras que sus gemelos reciben los nombres de Fausto y Faustino. El hijo menor es obviamente Clemente, el autor de toda la obra, convertido en auxiliar y colaborador de Pedro en las tareas de la evangelización. El sueño fingido de Matidia Clemente prosiguió su alegato contando el hecho transcendental del sueño fingido de su madre Matidia: “Una vez que nací yo en tercer lugar, mi madre vio en sueños, -según me contó mi padre-, que si ella no tomaba enseguida a sus dos hijos gemelos y se ausentaba de la ciudad de Roma durante diez años, perecería a la vez que ellos de muerte funesta” (Hom XII 8,4). Las razones del fingido sueño de Matidia no eran otras que el serio peligro que corría su castidad por el loco enamoramiento de su cuñado. La situación provocaba un dilema difícil de evitar. Si Matidia cedía a las pretensiones de su cuñado, quedaría dañada su castidad. Pero el resultado podía convertirse en un escándalo familiar. La versión latina sugiere que el sueño fue fruto de la intervención de una divinidad. Esfuerzos del padre por recuperar a su familia El caso es que Fausto creyó las palabras de su esposa y facilitó su huida de Roma para evitar los presuntos malos augurios para sus seres queridos. Clemente contó a Pedro los esfuerzos de Fausto por recuperar a los suyos y sus continuados fracasos. Este es el preciso relato del hijo menor, que refería a Pedro los detalles del suceso veinte años después: “Mi padre, pues, siendo amante de sus hijos, abasteciéndolos suficientemente y embarcándolos con siervos y siervas los envió a Atenas para que fueran educados, y a mí solo me retuvo con él para su consuelo. Por esto doy muchas gracias, porque el sueño no había ordenado que yo partiera con mi madre de la ciudad de Roma. Pasado un año, mi padre les envió dinero a Atenas, también para saber cómo se encontraban. Pero sus enviados no regresaron. Al tercer año, desanimado mi padre envió igualmente a otros con abastecimientos. El cuarto año regresaron anunciando que no habían visto ni a mi madre ni a mis hermanos, y que ni siquiera habían llegado a Atenas y que no habían hallado rastro de cualquier otro de los que habían ido con ellos” (Hom XII 9,1-3). La tempestad La realidad era que el viaje había terminado en una furiosa tempestad que había provocado el naufragio de la embarcación donde navegaban los familiares de Fausto. Un relato paralelo, hecho por Matidia, convenció a Pedro de lo sucedido. Matidia acabó pobre y enferma, obligada a mendigar el alimento para ella y para la mujer viuda que la había acogido la noche de su naufragio. La mendiga ignoraba la suerte de sus gemelos, vendidos por los piratas en el comercio de esclavos y adquiridos por la piadosa Justa la sirofenicia, cuya hija fue curada por Jesús según el relato de Marcos 7,24-30 par. Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro
Sábado, 13 de Junio 2015
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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