CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro

Literatura Pseudo Clementina

Homilía XI

Sigue Pedro demostrando en su larga prédica el significado de la creación como acción de Dios a favor y beneficio de los hombres. El cielo visible que desfila diariamente por encima de nuestras cabezas es una fuente inagotable de favores para hacer posible y cómoda la existencia humana sobre la superficie de nuestro planeta. Lo mismo que la variedad de ventajas que se manifiestan en la morada rica creada por Dios para la existencia de la humanidad.

Los beneficios de la creación

Por el hombre, Dios ordenó que el agua se retirara de la faz de la tierra, para que la tierra pudiera proporcionarle frutos. Hizo también cuencas para procurarle fuentes y para que aparecieran corrientes de ríos y surgieran animales, en una palabra, para poder proporcionarle todos los bienes. En efecto, soplan los vientos para la producción de frutos, llegan las lluvias y cambian las estaciones. Ahora bien, el sol y la luna junto con los demás astros cumplen sus auroras y sus ocasos, y los ríos y los lagos junto con todos los mares están a su servicio. De ahí que a los que se comportan como seres insensibles frente al mayor honor que se les ha dado, así como a un desagradecido se les prepara un castigo mayor por el fuego, porque no quieren reconocer al que convenía conocer y honrar antes que a nadie (Hom XI 23).

El regalo del agua

Frente a los beneficios de Dios muchas veces la respuesta del hombre es la ingratitud, evidente en la conducta que Dios tuvo que tratar de corregir con el diluvio. Un castigo que llegó por medio del agua, que fue el mayor regalo de Dios a la humanidad y base de su salvación. Y aunque sea ahora, el hombre reconoce que la causa de todas las cosas procede de las inferiores, considerando que el agua lo produce todo, el agua que recibe del viento el origen de su movimiento, y el viento que tiene su principio del Dios de todas las cosas. Y así conviene razonar, para que por la razón pueda llegar a Dios. Conociendo así su origen y nacido de nuevo del agua primigenia por el bautismo con la trina invocación sagrada, es constituido de nuevo heredero de los padres que lo engendraron para la incorrupción.

La nueva llamada de Dios y el bautismo

Por todo esto, debe el hombre acercarse bien dispuesto como un hijo a su padre, para que Dios ponga la ignorancia como causa de sus pecados. Pero si después de ser llamado, no quiere o se retrasa, perecerá por el justo juicio de Dios, al no ser querido por no querer, al imponer su propio albedrío personal en un sentido desviado. Y no crea que aunque sea más piadoso que todos los piadosos que han existido, si está sin bautizar, podrá alguna vez conseguir lo que espera. Por esta razón, recibirá un castigo mucho mayor porque no hizo bien las buenas obras. Pues la beneficencia es hermosa cuando se hace como Dios ordenó. Pero si el hombre no quiere ser bautizado como a él le agrada, al servir a su propósito personal, se opone a la voluntad de Dios.

Razones para el bautismo

Hay seguramente algunos que se preguntan sobre la importancia que puede tener un rito tan simple como el bautizarse con agua. Pedro responde a tales aporías ofreciendo sus razones: En primer lugar porque así se hace lo que a Dios agrada. En segundo lugar, porque renacido del agua para Dios, por causa del temor, cambia el hombre su primer nacimiento surgido de la concupiscencia, y así puede conseguir la salvación; lo que de otro modo es imposible. Pues así nos lo aseguró el Profeta Verdadero diciendo: “En verdad os digo, si no renacéis por el agua viva en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, no entraréis en el reino de los cielos” (Cf. Jn 3,5.).

La llamada de Dios implica la recepción del bautismo. Pues hay en ese rito algo misericordioso desde el principio como el Espíritu, que se deslizaba sobre el agua original (Gén 1,2) , y reconoce a los bautizados con la invocación tres veces bienaventurada y los libra del castigo futuro presentando como dones a Dios las obras buenas hechas por los bautizados después del bautismo. Por eso, dice Pedro, recurrid al agua, pues ella sola puede sofocar la fuerza del fuego.

Saludos cordiales. Gonzalo Del Cerro




Domingo, 3 de Mayo 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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