Notas
Hoy escribe Gonzalo Del Cerro
Homilía II Doctrina del Profeta verdadero El relato aborda los hechos de Pedro en su segundo día en Cesarea. Hablaba del Profeta de la verdad o Profeta verdadero. Es inútil encontrar la verdad al margen del Profeta, porque él es el único que la conoce (II 12,1). Si alguien tiene atisbos de la verdad es porque de alguna manera la ha conocido por el Profeta. En una gran capacidad de concreción, Pedro expone la doctrina del Profeta verdadero. Éstas son sus palabras: “Su doctrina y su predicación verdadera es que Dios es uno y que su obra es el mundo; y como es justo, retribuirá ciertamente en otro tiempo a cada uno según sus obras” (II 12,3). La solemnidad de la afirmación afronta las tesis de Simón, que negaba la unidad de Dios, la primacía del Creador y la realidad del juicio. Con ello cortaba de raíz los fundamentos de la doctrina cristiana. Dios es bueno, repetirá Pedro hasta la saciedad. Pero es también justo, lo que quiere decir que ejercerá su justicia de acuerdo con la conducta de los hombres. Sigue Pedro poniendo los fundamentos de su tesis. El Dios único juzgará a la humanidad partiendo de la base de que las almas son inmortales (II 13). Como la muerte será la separación de los cuerpos de sus almas, la inmortalidad de las almas es la premisa esencial y necesaria para la doctrina del juicio, que, según el concepto etimológico de la palabra juicio en griego (krísis) pondrá todas las cosas en su sitio. Si hay un Dios bueno y justo, administrará su justicia por la necesidad lógica de que se cumpla una justicia, que en la tierra no se cumple. Hay impíos que triunfan, mientras hombres piadosos sufren toda clase de pesadumbres. Hay malvados que mueren con muertes gloriosas y hombres piadosos que sufren muertes violentas. Y para que todo vuelva a su lugar natural, es preciso que Dios haga que se cumpla su voluntad de juez bueno, pero justo. El “pero” es cosa de los textos. Su justicia no podría realizarse si las almas no fueran inmortales, ya que en esta vida no vemos que se realice. Según la lógica de Pedro, “como Dios es justo, es para nosotros manifiesto no sólo que hay un juicio, sino que las almas son inmortales” (II 13,4). El ajuste definitivo de conductas y retribuciones se realizará en el cielo para los justos y en el infierno para los impíos. En el lado opuesto al de Pedro está el mago Simón, que llega no sólo a negar que exista el Dios único, sino que acabará proclamándose a sí mismo como Dios. En consecuencia rechaza la idea de la justicia de Dios, lo que para el autor de las Homilías representa un vuelco total de la doctrina de Pedro. Porque si no existe la justicia, tampoco es posible la injusticia que no es otra cosa sino su antónimo. Doctrina de los pares Dentro de este contexto desarrolla Pedro la doctrina de los pares con estas palabras: “Al instruir Dios a los hombres acerca de la verdad de las cosas, siendo él mismo uno solo, dividió todos los extremos en pares y en contrarios” (II 15,1). De esta manera “hizo el cielo y la tierra, el día y la noche, la luz y el fuego, el sol y la luna, la vida y la muerte”. Más adelante ampliará esta doctrina desde diferente perspectiva y con ejemplos tomados de la Escritura. Pero al hablar Pedro de los pares, llama la atención sobre el hecho de que al hombre lo ha hecho “autosuficiente”, en el sentido de que no lo ha hecho piadoso o impío, sino que le ha dado el libre albedrío. Por ello, el hombre podrá elegir entre las dos opciones representadas por la bondad y la maldad, la justicia o la injusticia. No obstante, más adelante incluirá en la estructura de los pares al ser humano, en el que se da naturalmente el par hombre-mujer. Entrado ya en el tema de los pares o parejas, continúa Pedro explicando cómo Dios “hizo primero el cielo, luego la tierra. Así estableció sucesivamente todos los pares. Pero en el caso de los hombres ya no es así, sino que los cambia todos” (II 16,1). En el caso de Dios, las primeras cosas son las mejores, las segundas las peores. En el caso de los hombres sucede lo contrario, las primeras cosas de los pares son inferiores, las segundas, superiores. Pone como ejemplos o argumentos de su tesis la sucesión Caín y Abel, el cuervo negro y la paloma blanca, Ismael e Isaac, Esaú y Jacob, etc. Dentro del contexto de los pares, el elemento malo (o menos bueno) y el bueno, por este orden, Pedro acaba aplicando su teoría a su propio caso relacionado con Simón, que viene primero y va seguido por Pedro. Lo mismo ocurrirá con el Bautista, que fue el precursor de Cristo, el enviado del Padre para la salvación de la humanidad. E. AMMAN, “Le problème littéraire et historique du roman pseudo-clémentine. Étude sur le rapport entree gnosticisme et le judeo-christianisme”, RevScRel 12 (19329 222-238).
Lunes, 28 de Octubre 2013
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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