CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Hoy escriben Andrés Torres Queiruga y Antonio Piñero

Elimino solo la parte de carta personal de su respuesta y distingo entre lo escrito por mí y la réplica de Torres Queiruga.

--En esta parte expositiva obvia TQ abordar, al menos en este libro, el grave problema del Dios del Antiguo Testamento, iracundo, celoso, vengativo, sangriento, castigador. Alguien habría deseado alguna explicación del porqué de esta eliminación. ¿Se pueden elegir en la Biblia los textos que convienen, y eliminar los que no, conforme a un criterio de revelación continua que conduciría a este resultado? Sería como la antigua teología protestante respecto al Nuevo Testamento que señala la necesidad de establecer un canon dentro del canon. En palabras de Lutero: el canon es “Was Christum treibt”, lo “que impulsa a Cristo”.

TQ [Lo he hecho de modo expreso en otras ocasiones; incluso en un libro desde el título (nacido de una discusión con Bruno Forte): “Del ‘Terror de Isaac’ al ‘Abbá’ de Jesús”. Ya ves que no lo obvio en sí. De todos modos, me extraña que tropieces en esa dificultad, como filólogo fino que eres y no carente de sentido histórico. No soy de los que echo pestes marcionitas contra el Dios del AT, aunque tampoco ignoro los horrores que se le atribuyen. Lo que me parece innegable es que en esa tradición milenaria hay un claro progreso –jalonado con las inevitables recaídas de todo proceso histórico— hacia lo que me gusta llamar “el Dios de Jesús”, es decir, hacia la visión honda que él logró, gracias desde luego a todo lo que recibe, pero llevándolo más allá desde su experiencia personal. Yo lo cifro repetidamente en: amor infinito y perdón incondicional. Bien sé que tampoco en lo que ha dicho Jesús, incluso críticamente depurado, es todo oro reluciente y coherente con esta intuición de fondo. Pero tú, que practicas la hermenéutica, sabes muy bien que no todo lo que pensamos o decimos se sitúa al mismo nivel y que el sentido último de nuestras diversas afirmaciones debe juzgarse desde lo más hondo y decisivo de nuestras convicciones. Y, sí, apuntas muy bien –curiosamente ya en mi tesis sobre la evolución del dogma (1968-1973) traté largamente el tema— que eso implica algún tipo de “canon dentro del canon”. Creo que es inevitable, si de verdad queremos comprender a alguien. Pero creo también que, atendiendo a las parábolas, al estilo y a la conducta del Nazareno, esos puntos –amor y perdón, y aplicación a nuestra vida—son el núcleo más genuino de lo que Jesús vivió y quiso transmitir acerca de Dios].

inventa un neologismo, la “pistodicea”, la moderna teodicea, o “defensa de Dios con argumentos de fe”, que se encarga de mostrar la coherencia de creer en Dios a pesar de la existencia del mal.

TQ [Se ve que no has podido estudiar mi libro sobre el mal, y no pretendo que debas hacerlo. Pero si lo leyeses, verías que el neologismo fundamental que introduzco –le gustó a Aranguren cuando lo propuse por vez primera en diálogo con Muguerza— es la “ponerología”. A ti no preciso explicarte el significado, pero sí el del propósito de introducir un neologismo: que es justamente introducir el mal en la discusión filosófica,previa a toda adscrición religiosa o no religiosa. Ahí trato de mostrar que, efectivamente, el dilema de Epicuro (que tomo muy en serio) está mal planteado, porque él no podía ver lo que nosotros vemos en un mundo secular: que el mito de un mundo-perfecto es eso, un mito de la imaginación que no soporta el trabajo del concepto. Si un círculo no puede ser cuadrado, porque una cualidad excluye necesariamente la contraria (omnis determinatio est negatio: Spinoza), pensar un mundo sin conflictos, choques y “males” es pensar un imposible, un absurdo (aunque en la complejidad del mundo sea más difícil verlo que en el esquematismo de círculo-cuadrado). De hecho, cuando no discutimos de esto, tengo la seguridad de que todos estamos convencidos de esa contradicción, pues nunca puede llover a gusto de todos ni se puede sorber y soplar al mismo tiempo…
Insisto en este punto: no quiero pensar eso porque creo, sino que creo porque (también) pienso eso. Esto enlaza con:]

Si esto es así, me parece que la pregunta es obligada: si el mundo sin mal es imposible, ¿por qué y para qué creó Dios el mundo? El Uno/Bien/Amor/Persona, según TQ, es un ser perfecto, en su magna paz y quietud. ¿Tenía alguna necesidad de crear el mundo? Ninguna, porque en Dios es imposible carencia alguna. ¿Por qué lo hizo a sabiendas de que, a pesar de todo su amor, iba a crear una cosa que contenía necesariamente el mal

TQ [Tienes razón y me alegro que lo digas, porque ahí, sin escapar al problema, es justamente donde yo lo reconozco y planteo de modo expreso. Y reconozco asimismo que en toda respuesta hay una fuerte implicación existencial. ¿Valía la pena? ¿Vale la pena el mundo? Desde luego, si el mundo-perfecto fuese posible, me negaría a aceptarlo. Siendo imposible, el dilema queda, como bien subrayas, en crear o no crear…; concretando ya: en traer hijos al mundo o no traerlos, en si uno cree que le vale la pena existir o no… Aquí estamos todos embarcados y debemos dejar que se cuestione nuestra respuesta, en principio tan discutible una como otra (aquí está la pistidicea): ¿es más coherente creyendo en Dios o creyendo que no existe? Claro que esta no es la única razón de creer en Dios, pero puede ser una (En el libro dedico a este punto —si malum est, Deus est?— muchas páginas que no considero las menos originales de la bibliografía sobre el mal, dicho modestamente…).
Y desde luego, doy por supuesto que Dios crea sólo por amor; si crease por alguna necesidad, no sería Dios (aquí se abre un tema fascinante: yo pienso que un pensador puede o no descubrir a Dios, y lo respeto; pero si lo descubre, pienso que es filosóficamente mostrable que Dios sólo puede ser amor… Esto forma parte de lo que subyace en el capítulo acerca del Dios de los filósofos). Sigue…]

--¿Implica necesariamente el concepto de finitud del mundo que, por ejemplo, el sistema meteorológico del universo esté tan mal organizado, produciendo daños y dolores sin cuento? Con catorce mil millones de años y la omnipotencia –diría Bertrand Russell-, ¿no podría un creador amoroso haber hecho que todos los martes y jueves, por la noche, de dos a cinco lloviera mansamente sobre la tierra? Un creador amoroso ante su obra necesariamente finita, ¿se veía necesariamente obligado a crear el ser humano con esa potente inclinación al mal, como dicen los rabinos, de modo que una gran parte de la humanidad estuviera casi genéticamente dispuesta a comportarse cruelmente contra la otra? Y así podríamos seguir ad infinitum para concluir que no hay necesidad ninguna para la creación de un universo finito en las condiciones en las que ha sido creado.

TQ [Con todo respeto para Russell, que en la crítica del cristianismo no gastó demasiado su inteligencia… (¡qué diferente su compañero de lógica Whitehead!), esas tonterías ya las había adelantado Alfonso X, el Sabio (se ve que no tanto), diciendo que si él estuviese allí cuando Dios creó el mundo, ya le daría unos buenos consejos. --¡Podre mundo!, pienso yo. De verdad que pensar así, sin un mínimo de examen de la concreción posible, me parece poco digno de discusión].

--TQ respondería que la revelación es historia, que Dios actúa en la historia revelándose continuamente como si esta historia fuera una partera maravillosa que nos lleva al conocimiento de Dios y de su revelación. Por ello, no hay silencio de Dios: “Lo maravilloso está en cómo, a pesar de ese aparente silencio, puede haber alguna comunicación; cómo, salvando el abismo de la diferencia infinita, logra Dios hacerse presente en la vida y en la historia” (p. 17). Para mí es toda esta argumentación una petición de principio, si uno no acepta el Dios bíblico aun refinado por la teología. Para un creyente, empero, es de validez. Pero hay que creer en ello previamente.

TQ [Tan petición de principio… como sostener lo contrario. Yo en el libro de la revelación –y ahí, sí, con tus conocimientos y tu competencia, creo que deberías tomar en serio la argumentación. No pretendo que me dés sin más la razón, pero creo que merecería la pena que mi “mosca” tomase más en serio examinar si de verdad hay algo donde picar o no. Te repito lo dicho a propósito del mal: sin negar que todos pensamos –creo que por fortuna— un poco circularmente, no tiene por qué ser en círculo vicioso. A estas alturas de mi vida, no acepto al Dios bíblico porque creo, sino que creo porque pienso que es profundamente razonable aceptarlo. Me atrevo a afirmar que, si las cosas fuesen diferentes, si me encontrase una tradición elaborada a lo largo de más de mil años y que no tuviese la mínima mancha, fallo, incongruencia e incluso aberración, me resultaría increíble… a lo mejor hasta acudiria a la hipótesis de una fabricación por monjes mediavales…, aunque los vería tan geniales, que a lo mejor me sentiría obligado a creer en ellos…].

--Pero, opino, también ocurre lo contrario, la mayoría de las veces; hay que partir de demasiados presupuestos para no desesperarse. Respecto a las tres metáforas que transcribimos arriba, implican presupuestos que no me parecen demostrables, a saber, que “Dios es idéntico en la diferencia y diferente en la identidad”; “que Dios es amor, comprometido, entregado, compañero”; que Dios “es fascinante pero no terrible”; que Dios es “más fuerte que el mal”; que Dios es “plenitud fecunda más allá de la reducción machista”. Todo me parece bellísimo, ¿pero cómo puede creerlo un hombre racional sin haber aceptado previamente que es así?

TQ [Me alegra que te parezca bellísimo. En el fondo, no es mal argumento: pulchrum et verum convertuntur… Pero claro está, hay demasiados presupuestos –igual que los hay en la opinión contraria--; sin embargo, son pre-supuestos examinados muy detenidamente en otros lugares, en el estilo de lo que te decía a propósito del mal y del Dios-amor].

Este “dinamismo profundo” que emerge y “culmina” (p. 31) en Jesús de Nazaret. Sinceramente, desde el punto de vista histórico-crítico, no me lo creo, ya que considerar a Jesús como el primero y más sublime feminista de la historia es absolutamente imposible críticamente. Que Gálatas 3,8 --“En Cristo no hay varón ni mujer”-- suponga en Pablo una igualdad absoluta es cierto, pero sólo desde el plano cristológico; de ningún modo desde el plano social. Ni Jesús ni Pablo tienen una sola palabra al respecto. Mutatis mutandis, hacer este tipo de afirmación es como obtener de la bonhomía de Jesús y del enunciado de Pablo en Gálatas 3,28 la conclusión de que los dos fueron, por un “dinamismo emergente” en el fondo los paladines primeros y supremos de la abolición de la esclavitud!!

TQ [Jamás habrás podido leer en mí ese disparate de “Jesús como el primero y más sublime feminista de la historia”. Ni lo pienso, en absoluto. Pero sí estoy convencido de que puso las bases —con su Abbá de amor infinito, viendo a todos y todas amadas por él como hijas e hijos— para que nosotros, en otra cultura, con nuevas experiencias y en circunstancias más propicias, tengamos la lucidez y el coraje de sacar las consecuencias.
Servatis servandis, esto vale de Pablo. Pienso como tú que él no vio —ni podía ver— todas las consecuencias de lo que afirmaba; pero puso el huevo. No hace falta decir que Jesús y él hayan sido “los paladines primeros y supremos de la abolición de la esclavitud”, para comprender que algo, mucho, han influido, y sobre todo, para ver que a los que los leemos hoy nos desafían para que saquemos a fondo las consecuencias…, que tampoco lo hacemos a pesar de todo: ¿quién de nosotros tiene la conciencia tranquila de respetar de verdad en su vida la igualdad radical que, aun así, reconocemos intelectualmente?

Saludos cordiales.
Antonio Piñero




Martes, 29 de Octubre 2013


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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