NotasHoy escribe Antonio Piñero. Continuamos con nuestra lectura critica de los dos primeros capítulos de la obra de Hans Küng, “La mujer en el cristianismo”. Küng afirma: “En el círculo más amplio de seguidores de Jesús es evidente que las mujeres tenían un papel importante. Estas discípulas guardaron fidelidad al maestro hasta la muerte, se mantuvieron al pie de la cruz y cuidaron su sepulcro”. Todas estas afirmaciones son más que dudosas, menos una. 1, No podemos llamarlas “discípulas”, aunque nos gustaría, porque no tenemos base textual para hacerlo. El famoso texto de Lc 8,1-3 reza: “Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, 2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”. Observaciones sobre este pasaje: A. Se discute enormemente entre los estudiosos si este texto es primario, información directa, o depende secundariamente de Mc 15,40-41: “Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, 41 que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén”. Por tanto, no sabemos que clase de “seguidoras” eran. B. Se puede sospechar que la precisión de Lucas se refiere expresamente a que eran seguidoras/servidoras, es decir, se ocupaban, incluso costeándolo de su bolsillo, de la intendencia de un grupo de predicadores itinerantes que dependía muy probablemente de la beneficencia de otros para subsistir. Por tanto, no iban en plan de igualdad, sino de servidoras. Eso no quiere decir que no estuvieran de acuerdo con doctrina de Jesús. Por supuesto que lo estaban. Y también muchos de las muchedumbres que lo escuchaban absortos. ¿Hay que llamarlos también discípulos? ¿No es ensanchar demasiado el vocablo? C. No se duda de que esas mujeres tenían mucho valor y afecto, pues para la época un “séquito” de mujeres podía estimarse como de “malas costumbres”. Como apunta claramente Kathleen Corley, la gente, normalmente malpensada, podía pensar que tenían un punto de esclavas sexuales. Luchar contra esa presunta comidilla tenía su mérito. B. “Guardaron fidelidad al Maestro hasta la muerte”, parece noticia fidedigna porque unas fuentes androcéntricas, como eran en general en la época, contrastan la cobardía de los varones con la de las mujeres. Debía ser verdad para aceptarlo. C. “Se mantuvieron al pie de la cruz”: el plural sólo es aceptable si se incluye a la madre de Jesús, que al ser tal genéticamente, cuenta menos como discípula; está atraída también por otras razones afectivas. Queda estrictamente una: María Magdalena. Pero Marcos apunta, por el contrario, “que estaban mirando desde lejos”, no al pie de la cruz (15,40). ¿Por qué dar por sentado que estaban al pie de la cruz, cuando, conociendo las costumbres romanas, es inverosímil este último hecho? D. “Y cuidaron su sepulcro”: ¿Por qué no tiene en cuenta el autor del libro la información, mucho más verosímil proporcionada por Lucas/Hechos en 13,29: “Los príncipes (del pueblo)… lo bajaron del leño y lo depositaron en un sepulcro”; se sobrentiende que sepultura “común” dado el carácter, para ellos, del ajusticiado). Y es evidente que lo de “cuidar del sepulcro” va unida a la tradición diferente de los evangelistas de la tumba tallada en roca, nueva, mausoleo rico y particular, etc., que tampoco es verosímil teniendo, como tenemos, la tradición alternativa, en el mismo Nuevo Testamento y mucho más probable. Y sigue Küng: “En todo caso, el Nazareno, aunque él mismo fuera soltero, no hizo del celibato una condición para seguirle”. ¿Cómo sabe H. Küng que Jesús era soltero?. ¿Sólo por Mt 19,12 “Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda”?. sentencia que dista mucho de ser clara. Soy personalmente partidario de que lo más probable es que Jesús, en su vida pública, no mantuviera vida conyugal alguna por el estilo de vida que llevaba. ¿Pero antes? En esos treinta años, o más, de “vida oculta”, Jesús pudo ser soltero, casado o viudo. Incluso, como algunos de sus discípulos, pudo haber dejado temporalmente su familia y trabajo, para proclamar la venida inmediata del Reino… Pero saber, no los sabemos. Por tanto habría que moderar el lenguaje. Por último, escribe también Küng: “Los apóstoles fueron casados y siguieron siéndolo (Pablo se presenta a sí mismo como una excepción). En cambio, la débil posición jurídica y social de la mujer queda claramente al descubierto con la prohibición del divorcio (por parte de Jesús)”. Aquí sí que me quedo de veras admirado. Por lo siguiente: Jesús, al prohibir el divorcio, no hizo otra cosa que alinearse con la posición rigorista defendida por Shammai, el maestro fariseo del siglo I que compartía con Hillel, según la Misná, el honor de ser el más renombrado entre los fariseos. Por tanto, el honor de “dejar al descubierto la débil posición jurídica de la mujer” sería para Sammai y no para Jesús…, por no hablar de los esenios que mantenían la misma postura. ¡Y más rigorista aún! Que yo sepa los esenios no han pasado a la historia por haber criticado la débil posición jurídica de la mujer en el judaísmo. en todo caso, justamente por lo contrario. Basta con leer el Documento de Damasco para comprobarlo. Luego "prohibir el divorcio" no es prueba alguna en sí de "feminismo". Defendían como acto positivo de la creación que desde toda la eternidad Dios había predeterminado una pareja definitiva para cada varón, estimando que el singular de Gn 1,27 "los hizo varón y mujer" (literalmente "varona") era prueba teológica suficiente. Pues bien, y en honor a la verdad, con tal postura exegética respecto a la ley que permitía el divorcio (Dt 24,1-4) ni los esenios ni ninguno de los dos maestros fariseos, Sahammai y Jesús, hicieron nada, ni lo mínimo, por arreglar esa “débil posición jurídica” de las mujeres. Todo siguió igual porque a los esenios y a ninguno de los dos fariseos se les pasó por la cabeza que hubiera que hacer algo por arreglar tal entuerto. Seguiremos porque también tiene cosas buenas, por supuesto, el libro de H. Küng. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com Hoy escribe Antonio Piñero. Continuamos con nuestra lectura critica de los dos primeros capítulos de la obra de Hans Küng, “La mujer en el cristianismo”. Küng afirma: “En el círculo más amplio de seguidores de Jesús es evidente que las mujeres tenían un papel importante. Estas discípulas guardaron fidelidad al maestro hasta la muerte, se mantuvieron al pie de la cruz y cuidaron su sepulcro”. Todas estas afirmaciones n más que dudosas, menos una. 1 No podemos llamarlas “discípulas”, aunque nos gustaría, porque no tenemos base textual para hacerlo. El famoso texto de Lc 8,1-3 reza: “Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, 2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes”. A. Se discute enormemente entre los estudiosos si este texto es primario, información directa, o depende secundariamente de Mc 15,40-41: “40 Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé, 41 que le seguían y le servían cuando estaba en Galilea, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén”. No sabemos que clase de “seguidoras” eran. B. Se puede sospechar que Lucas precisa: eran seguidoras/servidoras, es decir, se ocupaban, incluso costeándolo de su bolsillo, de la intendencia de un grupo de predicadores itinerantes dependían muy probablemente de la beneficencia de otros para subsistir. Por tanto, no iban en plan de igualdad, sino de servidoras. C. No se duda de que tenía mucho valor, pues para la época un “séquito” de mujeres podía muy estimarse como de “malas costumbres”. Com apunta Kathleen Corley, la gente, normalmente malpensada, podía pensar que tenían un punto de esclavas sexuales. Luchar contra esa presunta comidilla tiene mérito. 2 “Guardaron fidelidad al Maestro hasta la muerte”, parece noticia fidedigna porque unas fuentes androcéntricas, como eran en general en la época contrastan la cobardía de los varones con la de las mujeres. Debía ser verdad para aceptarlo. 3. “Se mantuvieron al pie de la cruz”: el plural sólo es aceptable si se incluye a la madre de Jesús, que al ser tal cuenta menos como discípula; está atraída también por otras razones afectivas. Queda estrictamente una: María Magdalena. Pero Marcos apunta “que estaban mirando desde lejos”, no al pie de la cruz (15,40). ¿Por qué dar por sentado que estaban al pie de la cruz, cuando, conociendo las costumbres romanas es inverosímil? 4. “Y cuidaron su sepulcro”: ¿Por qué no tiene en cuenta el autor la información, mucho más verosímil proporcionada por Lucas/Hechos en 13,29 (“Los príncipes (del pueblo)… lo bajaron del leño y lo depositaron en un sepulcro”; se sobrentiende que “común” dado el carácter, para ellos, del ajusticiado). Y es evidente que lo de “cuidar del sepulcro” va unida a la tradición diferente de los evangelistas de la tumba tallada en roca, nueva, sepultura rica y particular, etc., que tampoco es verosímil teniendo, como tenemos, la tradición alternativa, en el mismo Nuevo Testamento, y mucho más probable. Y sigue: “… En todo caso, el Nazareno, aunque él mismo fuera soltero, no hizo del celibato una condición para seguirle”. ¿Cómo sabe H. Küng que Jesús era soltero? Sólo por Mt 19,12 “Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda”, sentencia que dista mucho de ser clara. Soy personalmente partidario de que lo más probable es que Jesús, en su vida pública, no mantuviera vida conyugal alguna por el estilo de vida que llevara. ¿Pero antes? En esos treinta años o más de “vida oculta”. Pudo ser soltero, casado o viudo. Incluso, como algunos de sus discípulos, pudo haber dejado temporalmente su familia, para proclamar la venida inmediata del Reino… Pero saber, no los sabemos. Por tanto habría que moderar el lenguaje. Por último: “Los apóstoles fueron casados y siguieron siéndolo (Pablo se presenta a sí mismo como una excepción). En cambio, la débil posición jurídica y social de la mujer queda claramente al descubierto con la prohibición del divorcio (por parte de Jesús)”. Aquí sí que me quedo admirado, pues resulta que Jesús, al prohibir el divorcio, no hace otra cosa que alinearse con la posición rigorista defendida por Shammai, el maestro fariseo del siglo I que compartía con Hillel, según la Misná, el honor de ser el más renombrado entre los fariseos. Por tanto, el honor de “dejar al descubierto la débil posición jurídica de la mujer” sería para Sammai y no para Jesús…, por no habar de los esenios que mantenían la misma postura. ¡Y más rigorista aún! Que yo sepa los esenios no han pasado a la historia por Pues bien, y en honor a la verdad, con tal postura exegética respecto a la ley que permitía el divorcio (Dt 24,1-4) ni los esenios ni ninguno de los dos maestros fariseos, Sahammai y Jesús, hicieron nada, ni lo mínimo, por arreglar esa “débil posición jurídica” de las mujeres. Todo siguió igual porque a los esenios y a ninguno de los dos fariseos se les pasó por la cabeza que hubiera que hacer algo por arreglar tal entuerto. Seguiremos porque también tiene cosas buenas, por supuesto, el libro de H. Küng. Saludos cordiales de Antonio Piñero. Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Jueves, 10 de Noviembre 2011
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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