Notas
Hoy escribe Fernando Bermejo
En uno de los posts anteriores sobre el antijudaísmo y el Evangelio de Judas, observé que, aunque este nuevo Evangelio no puede considerarse ni mucho menos una “superación” del antijudaísmo tradicional, “a diferencia de lo que pasa en los Evangelios canónicos, Hechos, el Evangelio de Pedro o incluso el Evangelio de Tomás, no hallamos en él referencias genéricas a “los judíos”. Esto contrasta con el relato tradicional cristiano, en el que no un individuo o una facción, sino “los judíos” en general acaban siendo los responsables de la muerte de Jesús. Un amable lector (Xabier) puntualizó que “Marcos no vilifica a ‘los judíos’”. Tiene razón este lector en tanto que, comparativamente, en el que es considerado el primer evangelio no encontramos el grado de generalización y de vilificación que se halla más tarde en la tradición cristiana. De hecho, resulta elocuente que muchos tratamientos sobre el antijudaísmo en los Evangelios contengan capítulos sobre Mt, Lc y Jn, pero no sobre Marcos. Es posible también que tenga razón al observar que al igual que “si saliese Marx de su tumba se escandalizaría con los horrores del gulag, los campos de la muerte de Pol Pot o el culto a la personalidad de Corea del Norte, creo que casi con total seguridad los autores de los evangelios, si saliesen de sus tumbas, no les gustaría que sus libros se hayan empleado para las persecuciones que han sufrido a lo largo de la historia”. Por lo que a mí respecta, yo no estoy interesado en hacer juicios de intenciones sobre los redactores de los Evangelios, sino en a) en qué medida sus relatos constituyen objetivamente una distorsión de lo que parece haber sido la realidad histórica, y b) en qué medida sus textos han tenido una influencia funesta en la historia. Mientras que Marcos aparentemente sabe que Jesús de hecho fue ejecutado por un crimen político (Mc 15, 26), en la escena del juicio Pilatos no encuentra a Jesús culpable de eso o de cualquier otro crimen. Los únicos factores en la decisión de Pilatos en contra de Jesús son la influencia de sus acusadores (judíos) y la hostilidad pública que han suscitado (15,15). Está claramente establecido que los relatos de la pasión revelan un progresivo desplazamiento de la culpabilización por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos, y que este movimiento es visible ya en Marcos. Marcos (o sus fuentes) desarrolla la tesis, ya desde muy pronto en su Evangelio, de que “los fariseos” junto con “los herodianos” toman la determinación de matar a Jesús (Mc 3, 1-6). “Los fariseos” no son “los judíos”, pero sí, cuando escribe Marcos, los representantes de la autoridad espiritual judía. Hallamos en Marcos el motivo de una conspiración de las autoridades judías contra Jesús. El motivo del complot -aunque desde entonces los sujetos son prácticamente siempre los Sumos Sacerdotes y escribas- vuelve a aparecer explícitamente sin cesar (Mc 11, 18; 12, 13; 14, 1-2) e implícitamente (Mc 8, 11.31; 10, 33-34; 14, 10-11.43-45), y lleva directamente al proceso y a la crucifixión. Para Mc, la muerte de Jesús se debió a este complot. Para Mc, si bien el juicio romano viene después del judío, el destino de Jesús está definitivamente decidido en este: el juicio romano, en realidad, apenas merece ese nombre, pues Pilato no llega a una decisión sobre la base de evidencia, sino simplemente ejecuta el deseo de la corte judía. Aunque en un solo pasaje (Mc 7, 1-5), Marcos sí se refiere a “los judíos” en general, y no precisamente en términos elogiosos: “Y se reúnen los fariseos y algunos de los escribas venidos de Jerusalén, y se presentan a Jesús. Y viendo a algunos de sus discípulos comer sus panes con manos profanas, es decir, no lavadas -porque los fariseos y todos los judíos, si no se lavan las manos con un puño- [lleno de agua] no comen, observando así la tradición de los ancianos; y al volver del mercado si no se bañan no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, purificaciones de vasos, jarros, bandejas y camas-, le preguntaban los fariseos y los escribas…”. El evangelista explica a sus lectores gentiles una praxis judía, pero el paréntesis es agresivo: no contento con generalizar a todos los fariseos una práctica que posiblemente solo fue parcial, amplía el juicio (negativo) a todos los judíos. Por lo demás, la responsabilidad de la muerte de Jesús es achacada a la totalidad de los dirigentes judíos (Mc 14-15). “Todos ellos le condenaron, diciendo ser reo de muerte [...] Y luego al amanecer, después de celebrar consejo los sumos sacerdotes con los ancianos y los escribas, es decir, todo el sanedrín, atando a Jesús, lo llevaron de allí y lo entregaron a Pilato”. En el pasaje fundamental de Mc 15,6-15 hallamos ya la nítida exoneración de Pilato y el incipiente papel de la multitud en el destino de Jesús: “Pues sabía que por envidia le habían entregado los sumos sacerdotes. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la turba para que más bien les liberase a Barrabás. Pilato, de nuevo respondiendo, les dijo: ¿Qué queréis que haga con este que llamáis el Rey de los judíos? Ellos de nuevo gritaron: Crucifícale. Mas Pilato les decía: Pues,¿qué mal ha hecho? Ellos gritaban cada vez más: ¡Crucifícales! Pilato, queriendo dar satisfacción a la multitud, les soltó a Barrabás. Y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado” (Mc 15, 6-15). Ciertamente, estas tendencias se continúan y exacerban en los siguientes relatos de la pasión. Las tendencias antijudías de Marcos alcanzan su clímax en un pasaje que en cierto modo puede ser considerado un clímax del propio Evangelio. Tras mostrar en su relato cómo los líderes judíos y el pueblo habían fracasado en comprender la divinidad de Jesús, Marcos representa al centurión romano a cargo de la crucifixión como el primer ser humano en percibir la verdad. Cuando Jesús está muriendo, objeto de burla por los judíos que han causado su muerte, es este gentil, un soldado de Roma, el que tiene la fe para exclamar: “Verdaderamente este hombre era hijo de Dios” (Mc 15,39). En suma, en comparación con el resto de los Evangelios canónicos, el anti-judaísmo de Marcos puede ser juzgado sin duda menor. Pero en este Evangelio no solo hallamos ya referencias generales negativas a “los judíos”, sino el modelo (históricamente inverosímil) de relato de la vida y muerte de Jesús que se perpetúa en la tradición cristiana con las funestas consecuencias de todos conocidas. Saludos cordiales de Fernando Bermejo
Miércoles, 9 de Noviembre 2011
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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