Notas
Hoy escribe Gonzalo del Cerro
Regreso a Éfeso. Muerte y sepultura de Juan Se reunieron todos los hermanos, tanto los de origen griego como los de origen judío y Juan los instruía. Les recomendaba guardar las tradiciones recibidas y observar los mandamientos transmitidos por el evangelio. Cuando supieron que Juan se disponía a marchar a Éfeso, se sintieron desconsolados, lo que obligó al santo apóstol a reanimarlos y pedirles que estuvieran contentos con las gracias concedidas por el Señor. Juan y Prócoro se embarcaron en una nave que zarpaba para Asia, y después de diez días echaron anclas a diez millas de Éfeso. La distancia entre Patmos y Éfeso es de unos noventa kilómetros a vuelo de pájaro. Por lo que, con viento favorable, no debía durar la travesía más de una jornada. Cuando los hermanos se enteraron de su arribada, acudieron a recibirlos. Domnos, el hijo del ya difunto Dioscórides, los recibió y agasajó en su casa. Prócoro, presunto autor del apócrifo, hace un recuento cronológico. Vueltos del destierro, permanecieron en Éfeso veintiséis años; quince fueron los años que pasaron en el destierro de Patmos; la permanencia en Éfeso antes del destierro duró nueve años; cuando llegaron a Éfeso desde Jerusalén, Juan contaba cincuenta años y siete meses, “mientras que yo, Prócoro, su discípulo, tenía treinta años y tres meses” (c. 49,3). Termina el texto de Prócoro con el relato de la Metástasis o muerte gloriosa de Juan, que conocemos por los últimos capítulos de sus Hechos Apócrifos (HchJn 106-115). Allí ocupan un espacio considerable los discursos de despedida de Juan. Aquí prevalecen los detalles minuciosos del sepelio. Allí el Apóstol eligió al diácono Vero y otros dos para la preparación de la tumba. Aquí son siete los elegidos con Prócoro al frente. En los HchJnPr, Juan salió de la casa de Domno y reunió a siete discípulos, a Prócoro y a otros seis. Como es lógico, en las escenas de este apócrifo, Prócoro desempeña un protagonismo subrayado, sobre todo, por el uso de los verbos en primera persona del plural, que implican a Prócoro en las tareas ordenadas por Juan y en los gestos de besarlo, cubrirlo de tierra, velar su rostro con la sábana. El sol se alzaba sobre el horizonte cuando el apóstol expiró. La sepultura había tenido lugar y tiempo en una situación de secreto, intencionadamente pretendida por Juan, sin más testigos que los discípulos sepultureros. Por eso, cuando terminada la tarea del entierro, regresaron éstos a la ciudad, les preguntaron los hermanos dónde habían depositado el cuerpo del maestro. Salieron todos hacia el lugar, pero no encontraron el menor rastro. Lloraron amargamente, se pusieron en oración y se despidieron con el ósculo santo. Regresaron a la ciudad glorificando al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. (La foto es de la iglesia de Éfeso, donde se supone que fue sepultado Juan). Saludos cordiales. Gonzalo del Cerro
Lunes, 15 de Noviembre 2010
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Editado por
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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