NotasHoy escribe Antonio Piñero Como amigo que soy del arte, vengo siguiendo hace tiempo la revista “Románico. Revista de arte de amigos del románico” (AdR), que dirige admirablemente Mario Agudo Villanueva. Esta revista me parece de una calidad enorme. Pues bien, uno de sus últimos números, junio 2010, estaba dedicado al “Románico y Camino de Santiago”, y su lectura me inspiró un breve artículo sobre la verosimilitud histórica, o no, de que uno de los apóstoles de Jesús viniera a España. El trabajo salió hace meses en la revista “Aventura de la historia”, que dirige con maestría Asunción Domenech. Pues bien, resumo aquí, con su permiso, lo esencial de este trabajo que quizás sea de interés. En el Nuevo Testamento hay cinco personajes que portan el nombre de Santiago (hebreo Jacob; griego Jákobos; latín Jacobus; español, con varios derivados: Jacobo; Yago; (san)Yago da Santiago y Diego): 1. Santiago, el Mayor, hijo del Zebedeo (Mc 1,19; 3,17; Hch 12,2). 2. Santiago, hijo de Alfeo (Mc 3,18). 3. Santiago, hermano del Señor (Mc 6,3; 1 Cor 15,7; Gál 1,19; Hch 12,17; 15,13). 4. Santiago, el Menor (Mc 15,40, hijo de otra María, mujer de Cleofás, distinta de la madre del Señor). 5. Santiago, padre del apóstol Judas (Lc 6,16 y Hch 1,13). De estos cinco sólo dos son importantes para nuestro propósito enunciado en el título de esta nota. Uno de ellos –el nº 1- porque de él se dice que vino a Hispania a predicar el cristianismo; y el otro –el nº 3- porque sería el autor de una Epístola del Nuevo Testamento cuyo autor –según la tradición- era “Santiago” (sin especificar). Los demás son personajes casi desconocidos. A pesar de ser tan notoriamente distintos, el pueblo cristiano confundió a ambos fácilmente desde los comienzos. De tal modo que ni siquiera sabemos quién fue realmente el autor de la Epístola de Santiago y si la noticia de la venida a España se refiere al primero o al segundo. ¿Qué sabemos básicamente de Santiago, el hermano del Señor? De él sabemos, en primer lugar, que podría ser el único candidato, aunque muy dudoso también, de haber escrito la mencionada Epístola del Nuevo Testamento. Por Pablo, los Hechos de los apóstoles y el historiador judío Flavio Josefo, sabemos que era un fiel observante de la ley mosaica; que se pasaba el día orando en el Templo de Jerusalén, que llegó pronto a jefe supremo de la iglesia judeocristiana de Jerusalén. Según Josefo, en su obra Antigüedades de los judíos XX 200, murió mártir en el 62, por obra de un sumo sacerdote saduceo, por nombre Ánano. La comunidad de Jerusalén comenzó a ser dirigida por dos de los apóstoles principales de Jesús, Simón Pedro y Juan (Hch 1-5), el hermano de Santiago el Mayor. Pero sin que Lucas diga una sola palabra del porqué, en el capítulo 15 de los Hechos de los apóstoles aparece como jefe otro Santiago, el hermano del Señor. Este personaje tuvo la última palabra en la importantísima reunión (el llamado “Concilio de Jerusalén”) en la que las dos facciones principales del judaísmo primitivo -la israelita o judeocristiana y la paulina- intentaron ponerse de acuerdo sobre si se debía misionar o no a los paganos y sobre sus condiciones, a saber si se debía o no exigir a los varones paganos convertidos al cristianismo que cumplieran además la ley judía. Ahora bien, este Santiago, hermano del Señor (no abordamos ahora el espinoso problema de si era hermano “carnal” o “hermano” en sentido amplio), parece quedar descartado como posible candidato a un viaje a España porque en verdad estuvo realmente muy ocupado presidiendo la comunidad madre de Jerusalén en tiempos turbulentos y difíciles, que desembocarían en la primera Gran Revuelta judía contra Roma (66-70). La tradición parece constante en sostener que, tras la muerte de Jesús, su hermano nunca se movió de la capital y que fue allí donde murió. Aunque hay dos versiones sobre su asesinato (del historiador cristiano Hegesipo y del judío Josefo) ambas coinciden en que ocurrió en la capital de Judea. Pablo, por su parte, confirma parcialmente la perspectiva de los Hechos de los apóstoles de que Santiago se colocó pronto en posición dominante en la comunidad judeocristiana jerusalemita. En su Carta a los gálatas (1,18-9) afirma que, tres años después de su “conversión” (por tanto hacia el 36, teniendo en cuenta que Jesús murió probablemente en abril del año 33), subió a Jerusalén y que se entrevistó sólo con Pedro (entonces jefe) y con Santiago, el hermano del Señor. Éste era, pues, ya una estrella emergente. En Gálatas 2,9 confirma también que era una de las “columnas” de la Iglesia. Por tanto, la tarea de Santiago, el hermano del Señor, como dirigente de la comunidad cristiana de Jerusalén, y los testimonios sobre su vida siempre allí y su asesinato por orden del sumo sacerote Ánano en el año 62 en el mismo lugar, hacen que sea en extremo improbable que fuera este Santiago quien hubiera podido venir a España, y mucho menos que su cuerpo estuviera enterrado en Compostela. Queda, pues, como único posible candidato el otro Santiago importante, el Mayor, el hijo del Zebedeo (nº 1), descartados los otros Santiagos casi desconocidos. Mañana concluimos con lo que sabemos básicamente de Santiago el Mayor a través del Nuevo Testamento y nos decidiremos a aventurarnos sobre la verosimilitud histórica de su viaje a España. Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Martes, 16 de Noviembre 2010
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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