CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero


Hoy escribe Antonio Piñero


Abordamos en las postales que siguen, dos o tres, las conclusiones importantes de F. Bermejo a propósito de las similitudes y diferencias entre Juan Bautista y Jesús de Nazaret.

Lo primero en lo que insiste Bermejo en este apartado es:


“La arbitrariedad en el tratamiento habitual de la relación entre Juan y Jesús no se limita al silenciamiento o minimización de las semejanzas expuestas, sino también al establecimiento de diferencias radicales en algunos aspectos en los que los datos disponibles difícilmente permiten deducirlas”.

1. Uno de los clichés más habituales en la exégesis neotestamentaria es la dicotomía entre un Jesús anunciador de un mensaje alegre y salvífico, contrapuesto a un Bautista predicador de la condenación. Los más conocidos entre nosotros son J. P. Meier, Theissen – Merz; J. D. G. Dunn y J. Becker.

A. El primer argumento es que Juan no pudo ser un predicador que insistiera prácticamente sólo en la condenación –y muy poco en la salvación, es decir, como si éste fuera una figura triste y sombría, y –por el contrario- la de Jesús, radiante, compasiva, alegre, luminosa. ¿Por qué? Porque el Bautista tuvo un éxito que probablemente fue mayor que el de Jesús. Lo confirma el peligro que vio en él Herodes Antipas, quien se anticipó a matarlo, antes de que las masas pudieran promover altercados de orden público. Por tanto parece que la predicación de Juan el Bautista respondía a las esperanzas y necesidades psicológicas y espirituales de los judíos que lo escuchaban atentamente.

B. A pesar de las imágenes del “hacha en la raíz del árbol” o de la “paja que arde en el fuego”, Juan Bautista predicaba también que “el trigo –los salvados, se supone que la mayoría de los que le escuchaban- sería recogido en el granero (= el reino de Dios futuro = la salvación). La doctrina de Juan Bautista no estaba destinada sólo a sembrar el miedo, sino a suscitar la esperanza y el consuelo de los oyentes. “Todo esto indica que su mensaje comprendía también un evangelio, la proclamación de “buenas noticias” (Lc 3, 18).

C. La imagen de un Jesús puramente compasivo y luminoso es falsa. “Los evangelios sinópticos ofrecen abundante material históricamente verosímil en que Jesús anuncia cosas terribles (no menos terribles que las anunciadas por Juan) para quienes no le escuchasen. Del mismo modo que en la era hay paja para quemar y trigo para colectar, en el banquete escatológico hay invitados, pero hay también excluidos. Jesús amenaza repetidas veces con el fuego eterno, el llanto y el crujir de dientes a quienes no oigan y crean en su mensaje y no se dispongan para poder entrar en el Reino.


2. Un asceta –Juan Bautista- frente a un individuo amante de la buena comida y del buen beber = Jesús?

Los exegetas han dibujado reiteradamente a Jesús como hombre dispuesto a las celebraciones y banquetes para contraponerlo a la vida ascética del Bautista.

Según Bermejo, sin embargo, “resulta fácil mostrar que tales juicios carecen de genuino fundamento, pues hay diversos indicios textuales que apuntan a que una de las dimensiones del profeta escatológico Jesús fue la predicación con el ejemplo de un ascetismo que, sin necesidad de extremismos extravagantes, tenía implicaciones radicales.

Ante todo, el texto de Q (Lc) 7, 31-35, según el cual Jesús sería un “comedor y bebedor” indica sólo una diferencia esencial: ciertamente Jesús comía de vez en cuando con pecadores arrepentidos para mostrar que el reino de Dios está abierto no sólo a sus colegas fariseos, sino también a todos los que muestren un sincero arrepentimiento.

La imagen de un Jesús comilón y bebedor, que el mismo Jesús recoge, es evidentemente una exageración de los adversarios (se supone que fariseos estrictos y escribas). La mejor manera de neutralizar la frase hiriente fue para Jesús recogerla y mostrar que no tenían razón. Los mismos fariseos estrictos (haberim, “compañeros”) comían juntos probablemente una vez por semana, en comidas festivas y por tanto abundantes. Lo que se critica de Jesús no es que sea en realidad “comedor y bebedor”, sino con quién como, mucho o poco. “De hecho, el propio Jesús usa la misma expresión (“comer y beber”) en Q (Lc) 17, 26-30 con un sentido claramente peyorativo. SE puede tomar al pie de la letra, tanto como la afirmación de los mismos adversarios de que él expulsa los demonios con el poder de Belcebú.

Añade Bermejo que tomar sin crítica alguna la afirmación sobre Jesús comedor de los adversarios es tanto más improbable cuanto que Jesús consideraba inminente el juicio escatológico. El banquete, o mejor la comensalidad era el signo de los bienes también materiales del Reino que viene, pero no un fin en sí mismo.

Una dificultad para la argumentación que exponemos presenta el texto de Mc 2, 18-20 en el que unos discípulos de Juan se dirigen a Jesús preguntándole por qué, mientras ellos ayunan, los discípulos de Jesús no lo hacen.

Un examen atento del pasaje significa ciertamente que los discípulos de Jesús ayunan menos que los de Juan Bautista, pero no en absoluto que Jesús se opusiera al ayuno en sí y menos que no lo practicara en absoluto (como se diría si se tomara en serio lo de “comedor y bebedor”).

En primer lugar –argumenta Bermejo- hay suficientes indicios en los Evangelios de que Jesús practicó el ayuno y de que quizás enseñó a practicarlo de cierta manera (cf. Mt 4, 2 (“Y habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre”); Mt 6, 16-18 (“Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro”); Mt 17, 21: “Mas este linaje de demonios no sale sino por oración y ayuno” ). Esto resulta perfectamente comprensible dado que Jesús era respetuosos con la Ley (buscaba su mejor cumplimiento en lo esencial) y la Torá prescribía el ayuno para la solemne fiesta del Yom Kippur o “Día de la expiación” (Lv 16,29.31). No hay el menor indicio de que Jesús se opusiera a ello.

El texto de Mc 2, 18-19a y paralelos –si se retrotrae al Jesús histórico (la mayoría de los exegetas piensa que sí, al menos en cuanto a la sustancia)- o bien significa que, a diferencia de los fariseos y los seguidores de Juan, Jesús no estableció días fijos para el ayuno, o bien es un dicho circunstancial sin significado genérico, es decir es una respuesta circunstancial, en el debate con los adversarios, que no establece una norma fija del grupo de Jesús. No puede concluirse de Mc 2,18-19 que el no ayunar fuera estrictamente “una norma de vida” para Jesús, como se pretende.

El pasaje muestra lo ya dicho y que debe admitirse: las prácticas de ayuno voluntario del grupo de Jesús eran más laxas que las de los otros grupos. Pero la diferencia no es radical.

Seguiremos con estos argumentos que son sólidos y bien fundados críticamente.

Saludos cordiales de Antonio Piñero.
www.antoniopinero.com


Martes, 30 de Noviembre 2010


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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