NotasHoy escribe Antonio Piñero Seguimos exponiendo los argumentos de F. Bermejo sobre las pretendidas diferencias entre Juan Bautista y Jesús que se concretan, en realidad, en sólo dos: a) Juan Bautista predicador de la condenación frente a un Jesús predicador de la salvación, de la gracia y de la alegría b) Juan Bautista asceta frente a un Jesús “comedor y bebedor”. Continuamos ahora con el razonamiento de la postal anterior: Hay un tercer argumento muy poderoso para no pensar, ni mucho menos en un Jesús que se dedicaba a la buena vida: la tendencia ascética en el estilo de vida de Jesús es perceptible en relación con las posesiones, cuya renuncia parece haber exigido y practicado. Textos que deben tenerse en cuenta son Mt 6,24-34 (No se puede servir a dos señores; no acongojarse por la comida y el vestido) y Mc 10, 17-22 (“ Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da a los pobres…”), entre otros. Ese despojamiento –probablemente surgido de su convicción de que el fin del mundo estaba muy cercano y de la fe en Dios como padre protector que se ocuparía de dar a sus hijos lo necesario para subsistir- se evidencia en la exhortación a sus discípulos a no preocuparse por la comida y el vestido, y en su propio abandono del hogar paterno. Sea o no hiperbólica la expresión “no tener dónde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20; Lc 9, 58), la tradición evangélica testimonia que Jesús se desligó de muchas ataduras materiales y que llevó una vida itinerante y ascética. Vale la pena considerar también Mt 19, 11-12: “11 No todos son capaces de comprender esta palabra, sino aquellos a quienes ha sido dado. 12 Porque hay eunucos que nacieron así del seno de su madre, hay eunucos que lo son por obra de los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron tales por causa del Reino de los cielos”. Este pasaje constituye la respuesta de Jesús a la observación de los discípulos –tras la prohibición del repudio- acerca de si vale o no la pena casarse. Aunque el versículo 11 tiene trazas de ser redaccional, o propio del evangelista, la autenticidad del v. 12 es admitida por lo general. “El dicho parece constituir un llamamiento a permanecer célibe y a abstenerse de relaciones sexuales en esos momentos en los que no hay que ocuparse más que de la preparación para entrar en el Reino que viene. Quienes “a sí mismos se hicieron eunucos por causa del Reino” parece designar a aquellos que ante la inminencia de la llegada del Reino han elegido un modo infrecuente de vida que, al tiempo que les supone una costosa renuncia, les otorga tiempo y libertad para anunciarlo. Es posible incluso que con esta frase Jesús se esté refiriendo a personas concretas: al Bautista, a sí mismo y quizás a alguno de sus discípulos”. Es a priori difícil de casar las ideas de un Jesús comedor y bebedor con la de un asceta sexual. Además, hay buenas razones para pensar que las bienaventuranzas de las mujeres sin hijos y estériles de Lc 23, 29 (y Evangelio de Tomás 79b: “”) y las advertencias a las madres y las mujeres embarazadas (Mc 13, 17-19 y paralelos) pueden remontarse a Jesús . Ahora bien, estos pasajes constituyen una requisitoria contra la reproducción en un contexto escatológico: dado el carácter terrible de los “días” que se aproximan, es preferible la condición de quien no ha procreado, pues no tendrá tantos motivos de sufrimiento. Es claro que el que se abstiene de los placeres sexuales no puede ser un “bon vivant” (un vividor, en cierto sentido) como lo denomina John P. Meier, ni tampoco un juerguista de continuas fiestas (“animal party”), como lo describe Robert W. Funk (del Jesus Seminar). Creo que la conclusión de este apartado –luego vendrán las generales- merece la pena ser transcrita: “Resulta muy significativo que todos estos datos textuales, que tomados individualmente ofrecen garantías de autenticidad, produzcan, al ser ensamblados, una imagen coherente de Jesús como un asceta que, como heraldo de la transformación que operaría el advenimiento del Reino de Dios, proclamó y vivió en muchos aspectos la renuncia, incluyendo la abstención de actividad sexual. “Igualmente elocuente es que todo este conjunto de datos sea comprensible –y esperable- a la luz de la intensa expectación escatológica que parece haber caracterizado la religiosidad del predicador de Nazaret: el distanciamiento de los estilos de vida habituales mediante el abandono de posesiones y otros actos ascéticos es un fenómeno frecuente cuando el fin se cree próximo, y esta creencia es precisamente una de las que cabe atribuir a Jesús con mayor verosimilitud. “Si bien no hay el menor indicio en la tradición textual de que Jesús fuera una suerte de flagelante obsesionado por la mortificación, la frecuente contraposición tajante del Juan asceta y el Jesús bon vivant es una tesis implausible a priori y sin fundamento a posteriori. “Aunque es probable que la distinta localización y método de la predicación de Juan y Jesús haya determinado una conducta parcialmente diversa, hay varios datos convergentes que invitan a pensar que Jesús tuvo una personalidad en cierta medida ascética (desde luego, no fue un defensor de la dolce vita), y que por tanto su divergencia con el Bautista tampoco es en este aspecto particularmente significativa” (p. 54). Saludos cordiales de Antonio Piñero. www.antoniopinero.com
Miércoles, 1 de Diciembre 2010
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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