CRISTIANISMO E HISTORIA: A. Piñero
Escribe Antonio Piñero


Pregunta:

Le cuento hoy fui a misa y cuando el sacerdote estaba con el cáliz dijo está es la alianza nueva y eterna. Y me quede pensando ¿cual es la alianza de Jesus con los hombres? y san Pablo habla de eso

RESPUESTA

Mi respuesta globalizante es: se trata de la misma alianza, judía, de Dios con Abrahán como padre del pueblo judío, como se entiende a partir de Jeremías 31,31. Pero una alianza renovada por el mesías en la época mesiánica y vista con sus ojos.
Y para ampliar esta respuesta, tomo ideas de mi obra “Guía para entender a Pablo”. Una interpretación del pensamiento paulino” de Edit. Trotta, Madrid 2015, que si puede y le interesa puede consultar más a fondo.

En general el apóstol Pablo insiste en la comparación entre creyentes y no creyentes en el Mesías. Los primeros están en una “nueva” alianza, celeste, definitiva hasta el final de los tiempos, la del Mesías; los segundos, no creyentes, se mantienen en la “alianza antigua” en un sentido intrajudío, por ejemplo el de Jr 31,31: hasta el momento no han aceptado la restauración y renovación del corazón, y se mantienen en la “letra” de la Ley, no en la ley de la fe, del espíritu y del amor, que trae el Mesías.

Le transcribo el texto de Jeremías

31 He aquí que vienen días --oráculo de Yahvé-- en los que yo pactaré con la
casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; 32 no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza… 33 Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días --oráculo de Yahvé--: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.

Pablo manifiesta la idea de la nueva perspectiva, entrar en la alianza mesiánica, cuando en 2 Cor 3,7-8, distingue entre el ministerio de la muerte, grabado con letras en tablas de piedra y el ministerio del espíritu. Es muy probable que el Apóstol, al dictar estas frases, se estuviera acordando del pasaje de Jeremías 31,31-33, que le he transcrito y que contrasta el “corazón de piedra” con el “corazón de carne”, en el que está grabada la Ley de tal modo que forma una “nueva alianza”. Es posible que este pasaje profético se complementara en la mente de Pablo con otros dos de Ezequiel,

• Yo les daré (a los israelitas) un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne (11, 9).

• Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. 27 Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas (36,26-27),

donde se observa que el “corazón de carne” y no de “piedra”, en la que está grabada la Ley, es igual a “poseer un espíritu nuevo”. Y, según Jeremías, eso supone una “nueva alianza”. Si estos textos se hallan detrás del pensamiento de Pablo, parece claro que cuando él habla de una nueva alianza no está formulando un pensamiento parecido al que tienen los cristianos de hoy, que contraponen “antigua y nueva alianza” de modo rotundo y antitético, sino de una expansión y renovación de la alianza de Dios con Abrahán, que va unida a la Promesa, alianza que no puede perecer porque los designios de Dios son irrevocables (Rom 11,29). A este conjunto profético parece referirse Pablo cuando habla de “alianzas”, en plural, en Rom 9,4: Los israelitas, de los cuales es la filiación, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas.

En Gálatas se encuentra también el concepto de “dos alianzas” en 4,21-31:

Pues está escrito que Abrahán tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la libre. 23 Pero el de la esclava nació según la carne; el de la libre, en virtud de la Promesa. 24 Pero eso es una alegoría: estas mujeres son dos alianzas; la primera, la del monte Sinaí, engendra para la esclavitud, es Agar 25 … y corresponde a la Jerusalén actual, pues es esclava lo mismo que sus hijos. 26 Pero la Jerusalén de arriba es libre; ésa es nuestra madre… 28 Y vosotros, hermanos, a la manera de Isaac, sois hijos de la Promesa… 31 Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre (Gn 21,9 LXX).

No parece que pueda dudarse de que Pablo se refiera a una doble alianza intrajudía, al estilo de Jeremías y Ezequiel. Por tanto, el Apóstol no está quebrando el marco judío, ni superando el judaísmo con nuevas ideas. Pero, según él, los gentiles conversos son perseguidos indebidamente por los judíos para que cumplan la Ley entera, es decir, según el espíritu de la antigua alianza. Ocurre ahora, para Pablo, como sucedía entonces: El nacido según la carne perseguía al nacido según el espíritu, así también ahora (4,20). De nuevo, sin el Mesías hay una clara oposición entre “carne”, no aceptación del Mesías, y “espíritu”, los que viven en el Mesías. Y se sobreentiende aquí que si se cambian las circunstancias, e Israel cree en el agente divino y lo acepta, se mudará igualmente esta situación, de acuerdo con 2 Cor 3,16-17: Cuando se convierta al Señor, se levantará el velo. 17 Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad.

Según el conjunto del pensamiento de Pablo, se sobreentiende también que entonces los judíos aceptarán que, al final de los tiempos, los gentiles se incorporarán a Israel en cuanto gentiles. Y se injertan en Israel con un corazón nuevo, en el espíritu del Señor, y en la libertad de no tener que someterse a una parte de la Ley que no les afecta, pues ellos no son judíos. Por tanto, puede sostenerse con toda propiedad que, para Pablo, esta fusión en una nueva familia de creyentes en el Mesías, judíos en cuanto judíos, y gentiles en cuanto gentiles, están viviendo en una “nueva” alianza, que no elimina la primera, sino que la expande y complementa.

Otro pasaje importantísimo en el que Pablo habla de dos alianzas es 1 Cor 11,23-26 (“Esta copa es la nueva alianza en mi sangre”). Si hasta ahora la “nueva alianza” no es estrictamente nueva, sino expansión de la antigua, no hay motivos para pensar que Pablo se desautorice a sí mismo en este pasaje cambiando de idea sin señalarlo. Concluyo, pues, que la nueva alianza es también en este pasaje la de siempre, dentro del judaísmo, solo que ha llegado el momento, con el Mesías, de la incorporación de los gentiles a Israel y consiguientemente el momento de que estos se unan simbólica y místicamente al Mesías. Y para esa unión mística no hace falta convertirse en judío.

El último pasaje que voy a citarle afecta al concepto de alianza se refiere a Israel (Rom 11,25-29):

Pues no quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que os creáis sabios vosotros mismos: el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la plenitud de los gentiles, 26 y así, todo Israel se salvará… 28 En cuanto al evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección son amados en atención a los padres. 29 Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables.


El libertador que viene de Sión es el Mesías; el que borra los pecados es Dios, pero solo si se acepta a su Mesías, al que Israel reconocerá cuando entre la plenitud de los gentiles determinada por Él en la nueva familia divina. El sentido del presente texto está de acuerdo con las afirmaciones de Rom 10 sobre que Israel debe creer en Jesús Mesías.

De nuevo, ya que Pablo repite una y otra vez las ideas clave, la lógica interna paulina de las dos alianzas es que la antigua se hace nueva por el Mesías y su Espíritu. Estos realizan aquello que la Ley no pudo lograr al estar debilitada por la carne y el Pecado (Rom 8,3 y 9,31). Y como contrapartida, si los judíos quitan el velo que cubre su intelección de la Ley aceptando al Mesías, la Ley misma cambiará de sentido: su cumplimiento en la fe y en el Espíritu hará que sea “ley de la fe” y que Dios compute su observancia como justicia, puesto que la Ley queda libre de la opresión del Pecado que le impedía ejercitar las funciones para las que en principio estaba destinada.

Como puede ver, me confirmo en lo que le decía al principio: El cristianismo luego hará de esas palabras una nueva alianza en la que el pueblo judío y su Ley ya no desempeñan papel alguno. Pero ese no es el pensamiento de Jesús (si es que dijo esas palabras; muy probablemente no). Y tampoco el de Pablo de Tarso, que era puramente judío.

Saludos cordiales de Antonio Piñero
Universidad Complutense de Madrid
www.antoniopinero.com

Miércoles, 9 de Diciembre 2015


Editado por
Antonio Piñero
Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.





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