Notas
Hoy escribe Antonio Piñero
Comentamos hoy el tercer volumen de la serie “Filiación” ya reseñados en este blog, y que publicó la editorial Trotta, Madrid, 2005 y 2007. El presente volumen es de finales del 2011 y recoge las actas de las jornadas de estudio Vª y VIª sobre “La filiación divina en los inicios de la reflexión cristiana”. ISBN: 978-849879-218-8. Los editores de este volumen son Patricio de Nasvascués, Manuel Crespo Losada y Andrés Sáez Gutiérrez. Esas jornadas fueron organizadas por el entonces “Instituto Diocesano de Filología Clásica y Oriental San Justino” que ahora ha subido de categoría y porta el título de “Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino”; supongo que esta Facultad es independiente de la Facultad de Teología San Dámaso, Madrid, adscritas ambas a alguna Universidad Pontificia. Como en los anteriores volúmenes, este III sigue abordando el estudio de un concepto clave, la filiación, en el ámbito general de la Antigüedad del mundo clásico y del Medio Oriente, que importa mucho para la antigüedad cristiana: a saber, en qué sentido es “Hijo” de Dios el mesías de Israel, Jesús de Nazaret, y en qué sentido son también “hijos” los creyentes en este mesías. El problema es arduo, pues en una de las ramas más modernas de la investigación actual sobre Pablo de Tarso se argumenta denodadamente que, según el Apóstol, la expresión “hijo de Dios” aplicada al mesías Jesús no va más allá de lo que significaba ese mismo sintagma referido al rey de Israel, que era un hombre normal, no divino, pero que como monarca gozaba de un estatus preferente de “filiación”. Israel era, sin duda el hijo de Dios. Pero el rey lo era “aún más” Así por ejemplo, se expresa en el Salmo 2,7 y en 89,27: “Él me invocará diciendo tú eres mi padre, mi Dios y la roca de mi salvación. Y yo lo haré mi primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra”. Todo ello significa que, para ese sector de la investigación de hoy, Pablo consideraría al mesías Jesús un mero ser humano y que la filiación adoptiva de los creyentes en el mesías sería del mismo estilo: el Ungido, Jesucristo no es más que el primogénito entre muchos hermanos, todos a nivel humano. Desde luego queda excluida toda noción de preexistencia del mesías en Pablo. El contenido de este tomo III, en concreto, es el siguiente: en la sección primera “Cultura pagana” aparecen estudios sobre el posible concepto de filiación en el ámbito etrusco" (Roberto López Montero); “La filiación en Homero y en Hesíodo” (Emilio Crespo). “La filiación en el caso de los órficos” (Miguel Herrero de Jáuregui); “Las implicaciones teológicas del debate en torno a la generación del mundo en el Timeo” (Franco Ferrari) estudio que viene a cuento porque los filósofos platónicos de la edad imperial concibieron el tema de la filiación casi únicamente dentro de una perspectiva teológico-cosmológica. Me detengo en este apartado que puede parecer un tanto más extraño: autores como Numenio de Apamea y Harpocración de Argos llevaron a cabo una clara jerarquización de la esfera divina al hablar de un primer dios (Padre) de un segundo Dios (Demiurgo o artífice) y de un tercer dios (que sería el cosmos). Recordemos que para los filósofos estoicos, panteístas, Dios es la totalidad del universo regida por la razón universal. Lo importante aquí es que el segundo Dios, “hijo” (éggonos) podría transmitir a los hombres una cierta filiación. Dos trabajos más en este primer apartado tratan de la “Filiación en las inscripciones griegas de Asia menor” (María Paz de Hoz) donde se puede estudiar cómo se trata la relación paterno filial desde el punto de vista de la epigrafía funeraria. Por último, hay otro trabajo importante para entender bien “El concepto de adopción en el Imperio romano” (Angelo di Berardino). Conocer bien este proceso es interesante; pues, para Pablo, los creyentes en Cristo son hijos adoptivos de Abrahán. Los gentiles, al creer en la proclamación / kerigma de los apóstoles cristianos sobre el mesías hijo de Dios no hacen otra cosa que repetir el proceso de fe / creencia / confianza en la promesa de Dios que había hecho Abrahán antaño (Romanos 4) y que contiene la afirmación de que también los gentiles serán adoradores del Dios de Israel, se sobrentiende que en los momentos previos a la venida del Reino de Dios. En el apartado sobre la religión de Israel no hay más que un trabajo, a saber, el de Jacques van Ruiten de la Universidad de Groninga, con el título: “Filiación divina en el libro de los Jubileos”. Este artículo estudia en especial Jubileos 1,24-25, donde los hijos de Israel son llamados hijos del Dios vivo y otros dos lugares del mismo libro apócrifo del Antiguo Testamento (2,20 y 19,29) en los que Jacob es presentado como hijo primogénito de Dios. Este trabajo, muy importante, bien documentado y con notable capacidad de análisis, concluye que no se puede decir que haya cabida para una interpretación literal del sintagma “hijo de Dios”, respecto a los israelitas, sino solo para una comprensión metafórica: Israel es el primogénito de Dios en relación con otros pueblos; Israel está consagrado a Dios, y esa relación metafórica de Padre a hijo requiere la obediencia a la divinidad por parte del hijo, así como la solicitud y fidelidad de Dios, como Padre, para proteger a Israel. Esta filiación aunque metafórica muestra una relación fuerte entre Israel y la divinidad que nunca puede ser eliminada. En la sección sobre orígenes del cristianismo hay trabajos interesantes que paso a enumerar: César Augusto Franco Martínez hace una exégesis de Heb 5,8 y 12,1-11 en la que estudia la relación entre filiación y el sufrimiento. Es importante que, en Hebreos, Jesús es presentado como divino, como hijo, como sumo sacerdote que se ofrece en sacrificio doloroso. El autor sostiene que, con ciertas matizaciones, el autor de Hebreos afirma que se puede denominar también “hijos” a los que se benefician de la redención de Cristo por el sufrimiento. Luca Arcari estudia a Jesús como hijo y como téknon (“artesano / maestro de obra”) en el Apocalipsis. Hace una comparación de textos de este libro con otros del Antiguo Testamento (Génesis 37,9 Isaías 28, 1) varios otros textos de Josefo y otros de la literatura qumránica y del Segundo Templo en general, en los que presenta al hijo de Dios, Jesús, en una dimensión de total sacralidad en la que se insiste en que esa sacralidad le viene por línea materna. Naturalmente el autor afirma que estas categorías nada tienen que ver con el Jesús histórico. Interesante es el artículo de Daniel Vigne sobre la filiación divina de Cristo en el judeocristianismo. En el artículo estudia la cristología del Evangelio de los hebreos y del evangelio de los ebionitas. El primero, en opinión del autor, pertenece a una rama de judeocristianos ortodoxos en los que la cristología es muy elevada, es decir, puede llegarse a postular una fe común con los sucesores de las iglesias paulinas que creen casi unánimemente (al menos por el testimonio de Colosenses), que el mesías es hijo de Dios real y óntico. El evangelio de los judeocristianos heterodoxos, el de los ebionitas, tiene un concepto de la filiación de Jesús menos elevado. Por ello se presenta a Jesús como hombre, concepción en la que el “Hijo” no es Dios. El evangelio de los ebionitas aparece complementado en este artículo por el estudio de una serie de citas de textos de los Padres de la Iglesia sobre la teología judeocristiana y de las Homilías pseudo clementinas. Fernando Bermejo estudia “la filiación en los gnósticos setianos. Una aproximación”. Me parece muy interesante la primera parte de este artículo por su esfuerzo en delimitar la relevancia del fenómeno setiano y los problemas para caracterizar a este grupo. Luego estudia la filiación en el ámbito divino, según los setianos: la tríada primordial como relación familiar; la filiación del Demiurgo respecto a Sofía; la filiación de los arcontes del Demiurgo y, finalmente, la filiación de los seres humanos divididos en dos ámbitos: a) de Adán a Caín y b) Set/Norea y la raza de Set = los gnósticos. Los tres artículos siguientes se centran en la obra de San Justino: “El hijo antes de la creación del mundo en la obra de San Justino” (Juan José Ayán Calvo); “El camino de la filiación: Jesús, el hijo, en Justino mártir” (José Granados); “La filiación en Justino mártir: los cristianos”, de Giuseppe Visonà, y finalmente “Cómo se integra el tema de la filiación en la obra y el pensamiento de Justino”, es decir, la filiación divina de Cristo y la misma filiación divina de los cristianos, por Philippe Bobichon. El último artículo de este volumen trata de la filiación de Cristo como hijo en un texto del gnóstico Heracleón recogido por Orígenes y las consecuencias de esta filiación por medio de la gnóme (“consejo / juicio”). Su autor, Patricio de Navascués, concluye sosteniendo que “La relación que tiene el Hijo con el Padre, en cuanto que es consejo del Padre, lo distingue personalmente de él y no lo separa, sino que por medio de la crasis o fusión del Espíritu los sostiene en unidad de pensamiento y acción. Según Heracleón, los seres humanos por su parte tienen acceso a esta filiación positiva. Hasta aquí la indicación del contenido de esta obra colectiva. En la próxima entrega haré un breve comentario a esta trabajo denso y, en mi opinión, muy interesante, que aborda un aspecto fundamental en la cristología. No en vano el inicio de la teología cristiana es la cristología y el desarrollo de ésta es el cristianismo. Saludos cordiales de Antonio Piñero Universidad Complutense de Madrid www.antoniopinero.com
Viernes, 24 de Agosto 2012
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Antonio Piñero
Licenciado en Filosofía Pura, Filología Clásica y Filología Bíblica Trilingüe, Doctor en Filología Clásica, Catedrático de Filología Griega, especialidad Lengua y Literatura del cristianismo primitivo, Antonio Piñero es asimismo autor de unos veinticinco libros y ensayos, entre ellos: “Orígenes del cristianismo”, “El Nuevo Testamento. Introducción al estudio de los primeros escritos cristianos”, “Biblia y Helenismos”, “Guía para entender el Nuevo Testamento”, “Cristianismos derrotados”, “Jesús y las mujeres”. Es también editor de textos antiguos: Apócrifos del Antiguo Testamento, Biblioteca copto gnóstica de Nag Hammadi y Apócrifos del Nuevo Testamento.
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