Osa amamantando a sus crías. Tomada de
aquí.
El santuario de Ártemis en Brauron es un curioso lugar situado en la costa este del Ática, un poco al sur de Maratón.
La llanura costera (hay una pequeña bahía a unos 800 m del santuario) está dominada por una colina que tuvo antiguamente una cueva y una fuente que mana al pie del promontorio, formando un riachuelo que llega al mar.
Allí estuvo situado el santuario de Ártemis Brauronia, lugar de honda veneración en Atenas. La diosa, señora de los límites y de los nacimientos, límite también para la vida, presidía una serie de ceremonias encaminadas a recibir en el conjunto de mujeres ya preparadas para dotar de hijos a la sociedad ateniense a las niñas que iban a experimentar la primera menstruación.
Estas ceremonias igualaban a las niñas con osas, un animal muy querido para Ártemis, en un lugar apartado (unos cuarenta kilómetros de Atenas), rodeado de naturaleza simbólica (colina, cueva, fuente) y en época clásica también rodeado de muros que impedían observar los rituales.
Éstos remitían a ciertos pasajes de la mitología que asociaban la caza, las osas, los hombres demasiado curiosos y los castigos de la diosa. Por ejemplo, Acteón, el cazador que fue convertido en ciervo por haber visto a Ártemis y a su cortejo de ninfas vírgenes bañándose en una fuente; o Calisto, la ninfa de ese mismo cortejo que fue seducida por Zeus y desobedeció, por tanto, la sagrada ley de la castidad que regía los designios de Ártemis. Ella la convirtió en osa y después la transformó en la constelación de la osa. Esta Osa Mayor tuvo luego su descendencia, la Osa Menor, fruto de sus amores con Zeus.
La relación entre las osas, la maternidad y Brauron es todavía más curiosa si observamos las versiones que sobre el nacimiento de Zeus corrían por Grecia. Según la versión más extendida, la cabra Amaltea lo amamantó al llegar a Creta desde el Olimpo; pero podemos reconstruir otras versiones que indican que fue una osa la que se encargó de dicha labor. Y en cuanto al mito de Céfalo, héroe de la isla Cefalonia, se cuenta que, en el oráculo de Delfos, tras consultar la forma de tener por fin descendencia, le indicó que se acostara con la primera hembra que encontrara. Como fue una osa, él cumplió, la osa se transformó al instante en una mujer y quedó embrazada del héroe Acrisio.
Por otro lado, los osos fueron desde antiguo comparados con los seres humanos: bipedestación, uso de las zarpas como manos, omnívoros, cópula en posición yacente, etc. El caso es que, en Brauron, sabemos que las ceremonias incluían algunas representaciones de cacería en las que las niñas, denominadas “osas” se ataviaban con túnicas de color azafrán. Las cacerías indicaban, al parecer, un anticipo de la ceremonia del matrimonio, que en tantas ocasiones se representa en la mitología mediante un rapto o cacería de la mujer por parte del hombre, y las niñas serían así instruidas en sus futuras funciones de esposas y madres.
Que el azafrán sea precisamente la planta que teñía las vestimentas de sacerdotisas y jóvenes en Brauron o que sea además propio de la antigua diosa minoica de la naturaleza siempre regeneradora y nutricia de Santorini, a la que se ofrecían flores de azafrán en los frescos allí encontrados, sugieren que de alguna manera el culto a esa diosa de los animales salvajes, las regiones montañosas y limítrofes, la caza y las flores que reflejan el poder de la naturaleza para seguir siempre dando frutos, como el azafrán, fue una potente vía analítica y simbólica en la Antigüedad.
Y, como veremos en otro post, el azafrán fue también un elemento importante de los relatos latinos sobre nuevas eras y prosperidad.
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