Bitácora
Cuestión de memoria
José Rodríguez Elizondo
Con típico chilenocentrismo, muchos compatriotas preguntan cuál candidato peruano sería mejor para Chile. Yo suelo sugerir que pregunten cuál sería el mejor candidato para los peruanos. Digo que quien represente los mejores intereses de la democracia peruana será, por añadidura, el mejor para Chile.
Mi sugerencia obedece al problema que suele plantearme la memoria histórica de mis amigos peruanos. Es una memoria muy activa -eventualmente catoniana- cuando se ejerce hacia afuera. Por eso, los españoles se ponen colorados cuando les recuerdan la ejecución de Atahualpa y nosotros no entendemos por qué hasta el pisco nos separa, debido a una guerra del siglo antepasado.
Lo notable es que, hacia dentro, esa memoria no existe o es de muy corto plazo. La grata sociabilidad limeña –que fija la pauta nacional-, impone olvidos espectaculares. Es lo que explica que los militares golpistas de 1968, hayan devuelto la Presidencia al golpeado Fernando Belaúnde, en 1980. O que los electores hayan dado una segunda oportunidad a Alan García, tras su malacatosa gestión de 1985-90. El paradigma mayor es Keiko Fujimori, cuya base electoral dura (20%) hoy le da una seria posibilidad de instalarse en Palacio Pizarro, para liberar a su progenitor genético y político. A ese Alberto Fujimori que gobernó desde 1990 al 2000, llevó al Perú a niveles inéditos de corrupción, semiperdió la guerra del Cenepa con Ecuador, terminó su gestión por fuga y hoy está en la cárcel como violador de derechos humanos.
Ollanta Humala, el candidato puntero, parece fundar sus expectativas en esa bonachona memoria interna. Asume que los olvidos le permitirán “pasar piola”, con su pelotón de esqueletos almacenados. Entre éstos, su catecismo “etnocacerista”, con elementos fascistas, stalinianos y antichilenos; su trayectoria como militar subversivo, con eventual responsabilidad en la matanza de Andahuaylas; su alineamiento con Hugo Chávez y Fidel Castro, materializado en dólares frescos con “orientación revolucionaria” y, en definitiva, su contradicción entre el ideario politico que oculta y la regulada economía de mercado que hoy beneficia al Perú. Confirmando su fe en el olvido, suele decir que Abimael Guzmán –el líder de Sendero Luminoso, homologable con el terrorífico Pol Pot de Cambodia- es, simplemente, un “preso político”.
Lo malo para Keiko y Humala, es que peruanos de mucho tonelaje no quieren olvidar las inepcias ni, menos, las fechorías internas. Entre éstos, el primer lugar lo ocupa Mario Vargas Llosa, quien llamó a votar por García, en 2006 (aunque “tapándose la nariz”), para privilegiar la democracia, Ahora, viendo que el legado de García duplicó el peligro, convoca a derrotar a Keiko y a Humala, de consuno, pues optar entre ambos sería como elegir entre el sida y el cáncer.
Otro de esos peruanos memoriosos es mi buen amigo Gustavo Gorriti, periodista lleno de premios y de coraje, que sobrevivió a un atentado de los agentes secretos de Fujimori. Tras la fuga de éste, estuvo en primera línea contra Humala, definiendo su candidatura de 2006 como “un proyecto dictatorial”. Hoy reincide en la denuncia, estremecido por la posibilidad de una segunda vuelta entre Humala y Keiko. En su columna de ayer, en la revista Caretas, dice que “luego de diez años de democracia, que sucedieron a otros diez de dictadura, corremos el riesgo de que aquélla se suicide por mano de sus ciudadanos, como ha sucedido con sociedades enfermas en otros lugares y momentos de la Historia”. Agrega, en tácito acuerdo con este opinante, que es difícil explicar tal fenómeno, “por otra razón que no sea la perversión del recuerdo”.
Publicado en La Segunda, 8.4.11
Mi sugerencia obedece al problema que suele plantearme la memoria histórica de mis amigos peruanos. Es una memoria muy activa -eventualmente catoniana- cuando se ejerce hacia afuera. Por eso, los españoles se ponen colorados cuando les recuerdan la ejecución de Atahualpa y nosotros no entendemos por qué hasta el pisco nos separa, debido a una guerra del siglo antepasado.
Lo notable es que, hacia dentro, esa memoria no existe o es de muy corto plazo. La grata sociabilidad limeña –que fija la pauta nacional-, impone olvidos espectaculares. Es lo que explica que los militares golpistas de 1968, hayan devuelto la Presidencia al golpeado Fernando Belaúnde, en 1980. O que los electores hayan dado una segunda oportunidad a Alan García, tras su malacatosa gestión de 1985-90. El paradigma mayor es Keiko Fujimori, cuya base electoral dura (20%) hoy le da una seria posibilidad de instalarse en Palacio Pizarro, para liberar a su progenitor genético y político. A ese Alberto Fujimori que gobernó desde 1990 al 2000, llevó al Perú a niveles inéditos de corrupción, semiperdió la guerra del Cenepa con Ecuador, terminó su gestión por fuga y hoy está en la cárcel como violador de derechos humanos.
Ollanta Humala, el candidato puntero, parece fundar sus expectativas en esa bonachona memoria interna. Asume que los olvidos le permitirán “pasar piola”, con su pelotón de esqueletos almacenados. Entre éstos, su catecismo “etnocacerista”, con elementos fascistas, stalinianos y antichilenos; su trayectoria como militar subversivo, con eventual responsabilidad en la matanza de Andahuaylas; su alineamiento con Hugo Chávez y Fidel Castro, materializado en dólares frescos con “orientación revolucionaria” y, en definitiva, su contradicción entre el ideario politico que oculta y la regulada economía de mercado que hoy beneficia al Perú. Confirmando su fe en el olvido, suele decir que Abimael Guzmán –el líder de Sendero Luminoso, homologable con el terrorífico Pol Pot de Cambodia- es, simplemente, un “preso político”.
Lo malo para Keiko y Humala, es que peruanos de mucho tonelaje no quieren olvidar las inepcias ni, menos, las fechorías internas. Entre éstos, el primer lugar lo ocupa Mario Vargas Llosa, quien llamó a votar por García, en 2006 (aunque “tapándose la nariz”), para privilegiar la democracia, Ahora, viendo que el legado de García duplicó el peligro, convoca a derrotar a Keiko y a Humala, de consuno, pues optar entre ambos sería como elegir entre el sida y el cáncer.
Otro de esos peruanos memoriosos es mi buen amigo Gustavo Gorriti, periodista lleno de premios y de coraje, que sobrevivió a un atentado de los agentes secretos de Fujimori. Tras la fuga de éste, estuvo en primera línea contra Humala, definiendo su candidatura de 2006 como “un proyecto dictatorial”. Hoy reincide en la denuncia, estremecido por la posibilidad de una segunda vuelta entre Humala y Keiko. En su columna de ayer, en la revista Caretas, dice que “luego de diez años de democracia, que sucedieron a otros diez de dictadura, corremos el riesgo de que aquélla se suicide por mano de sus ciudadanos, como ha sucedido con sociedades enfermas en otros lugares y momentos de la Historia”. Agrega, en tácito acuerdo con este opinante, que es difícil explicar tal fenómeno, “por otra razón que no sea la perversión del recuerdo”.
Publicado en La Segunda, 8.4.11
Editado por
José Rodríguez Elizondo
Escritor, abogado, periodista, diplomático, caricaturista y miembro del Consejo Editorial de Tendencias21, José Rodríguez Elizondo es en la actualidad profesor de Relaciones Internacionales de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile. Su obra escrita consta de 30 títulos, entre narrativa, ensayos, reportajes y memorias. Entre esos títulos están “El día que me mataron”, La pasión de Iñaki, “Historia de dos demandas: Perú y Bolivia contra Chile”, "De Charaña a La Haya” , “El mundo también existe”, "Guerra de las Malvinas, noticia en desarrollo ", "Crisis y renovación de las izquierdas" y "El Papa y sus hermanos judíos". Como Director del Programa de Relaciones Internacionales de su Facultad, dirige la revista Realidad y Perspectivas (RyP). Ha sido distinguido con el Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2021), el Premio Rey de España de Periodismo (1984), Diploma de Honor de la Municipalidad de Lima (1985), Premio América del Ateneo de Madrid (1990) y Premio Internacional de la Paz del Ayuntamiento de Zaragoza (1991). En 2013 fue elegido miembro de número de la Academia Chilena de Ciencias Sociales, Políticas y Morales.
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