Hoy escribe David Hernández de la Fuente: Continuando la entrega anterior, que exponía los orígenes míticos del oráculo de Apolo y algunos aspectos de su ritual, este artículo repasa la influencia de Delfos en la política griega. Sin duda, la interacción entre el don de la adivinación y la política antigua nos da alguna de las "señales" de las que habla la cita de Heráclito que ha encabezado estos dos textos.
Al hablar del don de Apolo no se puede dejar de lado las implicaciones políticas tuvieron históricamente las respuestas oraculares. Ciertamente, los decretos de los grandes oráculos griegos fueron determinantes para la política y la sociedad antigua en época arcaica y clásica. Si en la religión griega clásica el oráculo délfico representaba la más alta autoridad, su consulta desempeñaba un papel crucial en la toma de decisiones también en el gobierno de las distintas poleis. De hecho, gran parte de la actividad oracular, más allá de la esfera privada, se refería al gobierno de la ciudad y a las distintas acciones –políticas, comerciales o militares– que se fueran a emprender. Nada se hacía, desde este punto de vista, sin el visto bueno del dios, expresado a través de la adivinación y los profetas públicos: entre ellos, la preeminencia de los grandes santuarios, como Delfos, era casi absoluta.
La íntima ligazón entre religión y política en la antigua Grecia se revela aquí principalmente: unos oráculos sirven para encumbrar nuevas dinastías reinantes, otros, para reemplazarlas por otras. Así, hay gobernantes de los primeros tiempos que extraen toda su legitimación del oráculo, e incluso las leyes sagradas, que se otorgan a la ciudad como una constitución emanada del dios o escrita al dictado del oráculo; pero también otros, reyes o emperadores, que harán uso a su conveniencia de las colecciones de vaticinios, para alterar el estado de las cosas.
El oráculo de Apolo en Delfos fue uno de los factores más determinantes de la política griega. Su influencia se extendía incluso más allá de Grecia, pues reyes de Asia Menor, como Creso o Midas enviaran embajadas y costosos dones al oráculo, y cuando el templo de Apolo ardió, llegó una donación del rey Amasis de Egipto. El comienzo de la influencia del santuario en la política interhelénica puede fecharse en la Primera Guerra Sagrada (c. 595 a.C.), cuando una liga religiosa de las ciudades más poderosas, la Anfictionía, sustrajo el santuario de Delfos del control de la vecina ciudad de Crisa. Esta especie de organismo internacional controló en época histórica el funcionamiento del templo, designando a sus encargados y organizando los mencionados juegos.
Delfos se mantuvo en la cúspide de su fama y poder entre los siglos VI y IV a.C. y entre sus influencias no se puede dejar de lado la política. Gran parte de la actividad oracular, más allá de la esfera privada, se refería al gobierno de la ciudad y a las distintas acciones –políticas, comerciales o militares– que se fueran a emprender. Nada se hacía sin el visto bueno del dios. Así lo prueban los legisladores míticos de Atenas y Esparta. Según Plutarco, la conquista de Salamina, le fue inspirada a Solón de Atenas por un oráculo, y al ser designado legislador y mediador (diallaktes) en una época de crisis social, reformó la constitución ateniense bajo la guía del oráculo de Delfos, que le dijo: “En medio de la nave el timón toma, y endereza su curso: que en tu auxilio tendrás a muchos de la ilustre Atenas”. Otro tanto ocurrió con la ciudad rival, Esparta, cuyas leyes fueron promulgadas por Licurgo. Heródoto recoge el oráculo que recibió: “Vienes a mi rico templo, oh Licurgo [...] pidiendo el buen gobierno. Pues yo te daré el que ninguna otra ciudad tiene en la tierra.” Este vaticinio fue seguido por la famosa Rhetra o decreto fundacional de la legislación espartana.
Delfos tuvo un auténtico poder como máxima instancia religiosa, y muchas veces política, a la hora de tomar decisiones de especial trascendencia. Ello se constata sobre todo en la fundación de ciudades en la Magna Grecia. Allí, el sur de Italia y Sicilia, el oráculo bendijo con sus respuestas la audaz colonización griega (apoikía), que se desarrolló entre dos fechas clave, la fundación de Pitecusa (770 a.C.) y la de Agrigento (583 a.C.). Siracusa, la más espléndida ciudad griega de occidente (c. 734 a.C.), fue fundada por el corintio Arquias, a quien un oráculo guió a “una cierta Ortigia situada en la nebulosa isla de los tres cabos” (Sicilia). La figura del fundador (oikistes) es tan importante en ese sentido como la del legislador: un hombre con una misión de importancia que representa a toda la comunidad en la consulta al dios.
Pero Delfos también ratificaba los hechos consumados de la política, los cambios de gobierno o de dinastía. El final de la tiranía ateniense de Pisístrato y sus hijos, por ejemplo, se relaciona con el patrocinio de sus rivales, los Alcmeónidas, del santuario de Delfos. Desde entonces, por supuesto, abundaron los oráculos que urgían a derrocar a los Pisistrátidas, hábiles urdidores de oráculos, que acabaron exiliados en Persia.
Entre las consultas públicas, la guerra ocupaba un lugar preeminente. La consulta a los dioses era básica para tener éxito en una campaña militar. Aunque no siempre lo garantizaba: había malinterpretaciones del ambiguo oráculo, como es el caso de Creso, a quien se le dijo que si iba a la guerra con los persas, un imperio caería (¡resultando ser el suyo!) o el de Mesina, que interpretaron el oráculo “los cartagineses serán vuestros aguadores” como señal de que los esclavizarían (cuando en realidad fueron derrotados por mar).
El oráculo participó activamente en los dos grandes conflictos que agitaron la Grecia clásica. La cima de su poder político y simbólico tiene como límite las Guerras Médicas. Entonces se mostró en principio favorable a los persas, para luego legitimar políticamente la causa griega y, en concreto, justificar la estrategia naval de Atenas. Los varios oráculos contra los atenienses, hasta que al fin se les vaticinó la victoria si se protegían tras “un muro de madera” (el famoso xylinon teichos, en referencia a su flota, en Salamina) así lo prueban. Esta evidente parcialidad se acentuó en el otro gran conflicto del mundo griego, la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.). Delfos apoyó abiertamente a los espartanos, profetizando que Apolo les ayudaría en todo caso, “tanto si le llaman como si no” (parakaloumenos kai akletos, según Tucídides).
Como se ve, la independencia política del santuario, siempre relativa, acabó definitivamente tras las guerras médicas, con el dominio sucesivo de Delfos por parte de las potencias hegemónicas del mundo antiguo: Atenas, Esparta, Tebas, Macedonia, Etolia y, finalmente, Roma. El fin de la polis clásica acarrearía el declive de Delfos. Filipo II de Macedonia, el padre de Alejandro Magno, hizo de este santuario su mejor instrumento para la dominación de toda Grecia, como ya advirtió Demóstenes, diciendo que Delfos “filipizaba”. Paradójicamente, el propio Filipo encontraría la muerte por interpretar mal un oráculo. En la cima de su ambición, consultó si tendría éxito en sus planes de conquistar Persia. El dios respondió: “El toro está engalanado. Todo está listo para el sacrificio. El oficiante está preparado”. Filipo lo tomó como señal de éxito y se dispuso a celebrarlo. Pero ese toro no era otro sino él mismo. Murió asesinado por Pausanias en plena boda de su hija.
David Hernández de la Fuente
La íntima ligazón entre religión y política en la antigua Grecia se revela aquí principalmente: unos oráculos sirven para encumbrar nuevas dinastías reinantes, otros, para reemplazarlas por otras. Así, hay gobernantes de los primeros tiempos que extraen toda su legitimación del oráculo, e incluso las leyes sagradas, que se otorgan a la ciudad como una constitución emanada del dios o escrita al dictado del oráculo; pero también otros, reyes o emperadores, que harán uso a su conveniencia de las colecciones de vaticinios, para alterar el estado de las cosas.
El oráculo de Apolo en Delfos fue uno de los factores más determinantes de la política griega. Su influencia se extendía incluso más allá de Grecia, pues reyes de Asia Menor, como Creso o Midas enviaran embajadas y costosos dones al oráculo, y cuando el templo de Apolo ardió, llegó una donación del rey Amasis de Egipto. El comienzo de la influencia del santuario en la política interhelénica puede fecharse en la Primera Guerra Sagrada (c. 595 a.C.), cuando una liga religiosa de las ciudades más poderosas, la Anfictionía, sustrajo el santuario de Delfos del control de la vecina ciudad de Crisa. Esta especie de organismo internacional controló en época histórica el funcionamiento del templo, designando a sus encargados y organizando los mencionados juegos.
Delfos se mantuvo en la cúspide de su fama y poder entre los siglos VI y IV a.C. y entre sus influencias no se puede dejar de lado la política. Gran parte de la actividad oracular, más allá de la esfera privada, se refería al gobierno de la ciudad y a las distintas acciones –políticas, comerciales o militares– que se fueran a emprender. Nada se hacía sin el visto bueno del dios. Así lo prueban los legisladores míticos de Atenas y Esparta. Según Plutarco, la conquista de Salamina, le fue inspirada a Solón de Atenas por un oráculo, y al ser designado legislador y mediador (diallaktes) en una época de crisis social, reformó la constitución ateniense bajo la guía del oráculo de Delfos, que le dijo: “En medio de la nave el timón toma, y endereza su curso: que en tu auxilio tendrás a muchos de la ilustre Atenas”. Otro tanto ocurrió con la ciudad rival, Esparta, cuyas leyes fueron promulgadas por Licurgo. Heródoto recoge el oráculo que recibió: “Vienes a mi rico templo, oh Licurgo [...] pidiendo el buen gobierno. Pues yo te daré el que ninguna otra ciudad tiene en la tierra.” Este vaticinio fue seguido por la famosa Rhetra o decreto fundacional de la legislación espartana.
Delfos tuvo un auténtico poder como máxima instancia religiosa, y muchas veces política, a la hora de tomar decisiones de especial trascendencia. Ello se constata sobre todo en la fundación de ciudades en la Magna Grecia. Allí, el sur de Italia y Sicilia, el oráculo bendijo con sus respuestas la audaz colonización griega (apoikía), que se desarrolló entre dos fechas clave, la fundación de Pitecusa (770 a.C.) y la de Agrigento (583 a.C.). Siracusa, la más espléndida ciudad griega de occidente (c. 734 a.C.), fue fundada por el corintio Arquias, a quien un oráculo guió a “una cierta Ortigia situada en la nebulosa isla de los tres cabos” (Sicilia). La figura del fundador (oikistes) es tan importante en ese sentido como la del legislador: un hombre con una misión de importancia que representa a toda la comunidad en la consulta al dios.
Pero Delfos también ratificaba los hechos consumados de la política, los cambios de gobierno o de dinastía. El final de la tiranía ateniense de Pisístrato y sus hijos, por ejemplo, se relaciona con el patrocinio de sus rivales, los Alcmeónidas, del santuario de Delfos. Desde entonces, por supuesto, abundaron los oráculos que urgían a derrocar a los Pisistrátidas, hábiles urdidores de oráculos, que acabaron exiliados en Persia.
Entre las consultas públicas, la guerra ocupaba un lugar preeminente. La consulta a los dioses era básica para tener éxito en una campaña militar. Aunque no siempre lo garantizaba: había malinterpretaciones del ambiguo oráculo, como es el caso de Creso, a quien se le dijo que si iba a la guerra con los persas, un imperio caería (¡resultando ser el suyo!) o el de Mesina, que interpretaron el oráculo “los cartagineses serán vuestros aguadores” como señal de que los esclavizarían (cuando en realidad fueron derrotados por mar).
El oráculo participó activamente en los dos grandes conflictos que agitaron la Grecia clásica. La cima de su poder político y simbólico tiene como límite las Guerras Médicas. Entonces se mostró en principio favorable a los persas, para luego legitimar políticamente la causa griega y, en concreto, justificar la estrategia naval de Atenas. Los varios oráculos contra los atenienses, hasta que al fin se les vaticinó la victoria si se protegían tras “un muro de madera” (el famoso xylinon teichos, en referencia a su flota, en Salamina) así lo prueban. Esta evidente parcialidad se acentuó en el otro gran conflicto del mundo griego, la Guerra del Peloponeso (431-404 a.C.). Delfos apoyó abiertamente a los espartanos, profetizando que Apolo les ayudaría en todo caso, “tanto si le llaman como si no” (parakaloumenos kai akletos, según Tucídides).
Como se ve, la independencia política del santuario, siempre relativa, acabó definitivamente tras las guerras médicas, con el dominio sucesivo de Delfos por parte de las potencias hegemónicas del mundo antiguo: Atenas, Esparta, Tebas, Macedonia, Etolia y, finalmente, Roma. El fin de la polis clásica acarrearía el declive de Delfos. Filipo II de Macedonia, el padre de Alejandro Magno, hizo de este santuario su mejor instrumento para la dominación de toda Grecia, como ya advirtió Demóstenes, diciendo que Delfos “filipizaba”. Paradójicamente, el propio Filipo encontraría la muerte por interpretar mal un oráculo. En la cima de su ambición, consultó si tendría éxito en sus planes de conquistar Persia. El dios respondió: “El toro está engalanado. Todo está listo para el sacrificio. El oficiante está preparado”. Filipo lo tomó como señal de éxito y se dispuso a celebrarlo. Pero ese toro no era otro sino él mismo. Murió asesinado por Pausanias en plena boda de su hija.
David Hernández de la Fuente
Miércoles, 25 de Noviembre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Miércoles, 25 de Noviembre 2009 a las 09:01
Comentarios
En Momentos estelares de la humanidad (El Acantilado, 2002), Stefan Zweig llevó hasta su grado máximo de expresión el arte de la miniatura histórica. A lo largo de las páginas del libro, Zweig desgranó con prodigiosa elegancia narrativa catorce fugaces destellos que, en su consideración, marcaron el rumbo de la Historia durante décadas y siglos. Sin apartar la mirada de los grandes hechos (la caída de Constantinopla a manos de los turcos, la derrota de Napoleón, la revolución rusa…), el escritor vienés supo encontrar en el fuego de tan gigantescos escenarios, el fogonazo que en un determinado momento incendió el curso de la Historia. Pero bajo el firmamento que Zweig dibuja en su libro, caben sin duda otros momentos estelares. Uno de estos destellos es acaso el que toma lugar en un día incierto de finales de septiembre del año 401 a. C. bajo el cielo de Cunaxa, en una llanura bañada por el Eúfrates y el Tigris.
ÓSCAR MARTÍNEZ GARCÍA
Recortados frente a frente en la línea del horizonte, bajo el cielo de lo que hoy es Irak, dos ejércitos se preparan para un largo y sangriento combate, que, sin embargo, tan sólo durará un instante: en un momento determinado, el condotiero de uno de los ejércitos vislumbra entre el fulgor de las lanzas y de las corazas a su enemigo, y, al margen de toda estrategia o plan de batalla razonable, se lanza en solitario contra él en un impulso asesino. Se trata del príncipe Ciro, y quien tiene enfrente es el Gran Rey de Persia, Artajerjes II el Memorioso, su propio hermano:
"Con ellos estaba, cuando divisó al Rey y a su guardia personal, de modo que sin poder contenerse, se lanzó contra él al grito de “Te tengo” y le alcanzó en el pecho haciéndole una herida a través de la coraza, como cuenta el médico Ctesias, quien afirma haberle curado personalmente la herida. Sin embargo, en el preciso instante en que le hirió, alguien le alcanzó violentamente con una saeta bajo el ojo y entonces estalló una encarnizada pelea entre el Rey y Ciro y sus respectivos hombres. Del número de muertos de entre la guardia del Rey da cuenta Ctesias, que se encontraba a su lado. En el otro bando, el propio Ciro cayó muerto, al igual que sus ocho mejores hombres, que quedaron tendidos sobre él". (Jenofonte, Anábasis 1 9.26)
Pero, ¿cómo se había llegado hasta esta situación? Reclamando para sí el trono de los Aqueménidas (pues a pesar de ser menor que Artajerjes, él era el que había nacido “en la púrpura”, es decir, tras la ascensión al poder del padre de ambos, Darío II), el príncipe Ciro había reclutado un gran ejército con la intención de derrocar a su hermano. La singularidad de este ejército es que contaba con un contingente de mercenarios griegos en un número aproximado a diez mil. Su experiencia, aquilatada en el propio suelo griego en el curso de la Guerra del Peloponeso, hacía que a pesar del desequilibrio de fuerzas –cuarenta mil efectivos frente a unos cincuenta y cinco mil a favor del ejército imperial–, el ejército rebelde contara con alguna opción para disputar la victoria al Gran Rey. No en vano, un instante antes de que Ciro se lanzara en su ataque suicida contra los seis mil hombres acorazados que blindan al Gran Rey y cayera acribillado por las lanzas y las flechas de la escolta imperial, los diez mil mercenarios griegos acababan de salir victoriosos de su sector de la batalla. Un segundo después ya era demasiado tarde: su condotiero había muerto y la rebelión que daba sentido a su participación en la batalla había fracasado.
Lo que viene después es una aventura de tintes odiseicos: los estrategos griegos son pasados a cuchillo y es entonces cuando un ejército absolutamente descabezado ha de emprender una gloriosa retirada en el corazón del Imperio Persa; es en este momento donde toma principio la Retirada de los Diez Mil, donde, por fin, la columna errante más célebre de la historia y de la literatura adquiere su protagonismo. Guiados por unos líderes improvisados los diez mil mercenarios emprenden un viaje que les llevará de las tierras del Éufrates hasta su salvación en las costas del Mar Negro, y en el que habrán de afrontar peligros extremos, atrapados siempre entre los frentes de alguna salvaje tribu indígena y los implacables soldados del ejército imperial.
La gloriosa retirada de los Diez Mil –que tiene sentido en sí misma como símbolo de las esperanzas, luchas y conquistas del ser humano– tiene además el valor de haber marcado el rumbo de la Historia durante los siglos siguientes: cuando Jenofonte, uno de los dos improvisados líderes que dirigió la retirada, puso por escrito en su Anábasis el heroico regreso a casa de los Diez Mil, estaba escribiendo la hoja de ruta, para que Alejandro Magno, no muchos años después, arrebatara Asia al Rey de Persia y, convertido en el dueño de mundo, cambiara para siempre la faz de la Historia.
[A la espera del estreno, allá por el verano de 2011, de la adaptación cinematográfica del clásico de Jenofonte, Anábasis, quien sienta la tentación de embarcarse en esta fascinante aventura lo pueden hacer de mano de las novelas históricas de Michael Curtis Ford (La Odisea de los Diez Mil, Barcelona, Grijalbo, 2003) o Valerio Massimo Manfredi (El ejército perdido, Barcelona, Grijalbo, 2008), o del documentado ensayo a cargo de Robin Waterfield tirulado La retirada de Jenofonte. Grecia, Persia y el final de la Edad de Oro (Madrid, Gredos, 2009), si bien siempre será recomendable dejarse atrapar por la cautivadora prosa de Jenofonte en una de las muchas y excelentes traducciones que tenemos a disposición en nuestra lengua].
"Con ellos estaba, cuando divisó al Rey y a su guardia personal, de modo que sin poder contenerse, se lanzó contra él al grito de “Te tengo” y le alcanzó en el pecho haciéndole una herida a través de la coraza, como cuenta el médico Ctesias, quien afirma haberle curado personalmente la herida. Sin embargo, en el preciso instante en que le hirió, alguien le alcanzó violentamente con una saeta bajo el ojo y entonces estalló una encarnizada pelea entre el Rey y Ciro y sus respectivos hombres. Del número de muertos de entre la guardia del Rey da cuenta Ctesias, que se encontraba a su lado. En el otro bando, el propio Ciro cayó muerto, al igual que sus ocho mejores hombres, que quedaron tendidos sobre él". (Jenofonte, Anábasis 1 9.26)
Pero, ¿cómo se había llegado hasta esta situación? Reclamando para sí el trono de los Aqueménidas (pues a pesar de ser menor que Artajerjes, él era el que había nacido “en la púrpura”, es decir, tras la ascensión al poder del padre de ambos, Darío II), el príncipe Ciro había reclutado un gran ejército con la intención de derrocar a su hermano. La singularidad de este ejército es que contaba con un contingente de mercenarios griegos en un número aproximado a diez mil. Su experiencia, aquilatada en el propio suelo griego en el curso de la Guerra del Peloponeso, hacía que a pesar del desequilibrio de fuerzas –cuarenta mil efectivos frente a unos cincuenta y cinco mil a favor del ejército imperial–, el ejército rebelde contara con alguna opción para disputar la victoria al Gran Rey. No en vano, un instante antes de que Ciro se lanzara en su ataque suicida contra los seis mil hombres acorazados que blindan al Gran Rey y cayera acribillado por las lanzas y las flechas de la escolta imperial, los diez mil mercenarios griegos acababan de salir victoriosos de su sector de la batalla. Un segundo después ya era demasiado tarde: su condotiero había muerto y la rebelión que daba sentido a su participación en la batalla había fracasado.
Lo que viene después es una aventura de tintes odiseicos: los estrategos griegos son pasados a cuchillo y es entonces cuando un ejército absolutamente descabezado ha de emprender una gloriosa retirada en el corazón del Imperio Persa; es en este momento donde toma principio la Retirada de los Diez Mil, donde, por fin, la columna errante más célebre de la historia y de la literatura adquiere su protagonismo. Guiados por unos líderes improvisados los diez mil mercenarios emprenden un viaje que les llevará de las tierras del Éufrates hasta su salvación en las costas del Mar Negro, y en el que habrán de afrontar peligros extremos, atrapados siempre entre los frentes de alguna salvaje tribu indígena y los implacables soldados del ejército imperial.
La gloriosa retirada de los Diez Mil –que tiene sentido en sí misma como símbolo de las esperanzas, luchas y conquistas del ser humano– tiene además el valor de haber marcado el rumbo de la Historia durante los siglos siguientes: cuando Jenofonte, uno de los dos improvisados líderes que dirigió la retirada, puso por escrito en su Anábasis el heroico regreso a casa de los Diez Mil, estaba escribiendo la hoja de ruta, para que Alejandro Magno, no muchos años después, arrebatara Asia al Rey de Persia y, convertido en el dueño de mundo, cambiara para siempre la faz de la Historia.
[A la espera del estreno, allá por el verano de 2011, de la adaptación cinematográfica del clásico de Jenofonte, Anábasis, quien sienta la tentación de embarcarse en esta fascinante aventura lo pueden hacer de mano de las novelas históricas de Michael Curtis Ford (La Odisea de los Diez Mil, Barcelona, Grijalbo, 2003) o Valerio Massimo Manfredi (El ejército perdido, Barcelona, Grijalbo, 2008), o del documentado ensayo a cargo de Robin Waterfield tirulado La retirada de Jenofonte. Grecia, Persia y el final de la Edad de Oro (Madrid, Gredos, 2009), si bien siempre será recomendable dejarse atrapar por la cautivadora prosa de Jenofonte en una de las muchas y excelentes traducciones que tenemos a disposición en nuestra lengua].
Martes, 3 de Noviembre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Martes, 3 de Noviembre 2009 a las 23:26
En la Mitología griega el tema de la muerte ha sido fuente de inspiración, reflexión, y también de parodia...
Algunos personajes descendieron al mundo de los muertos y después de regresar a la tierra contaron sus experiencias y lo que vieron en el mundo subterráneo. Entre ellos, están las figuras de HERACLES, ULISES, o el adivino TIRESIAS
Ahora es LUCIANO (mezcla de Swift y Voltaire) quien hace chanzas de este tópico en un pasaje de su obra El VIAJE AL MAS ALLA (EL TIRANO).
Personajes:
Megapentes: ricachón que rehúsa abandonar el mundo de los vivos, aunque le ha llegado su hora.
Cloto: una de las Moiras o Parcas, encargadas de dictaminar sobre la vida de los hombres
Mícilo: un pobre zapatero, ansioso de partir para el otro mundo, a la vista de lo que poco afortunada que es su vida en éste.
CLOTO Embarca tú primero, Megapentes.
MEGAPENTES De ningún modo, soberana Cloto. Déjame regresar al mundo de arriba durante un rato. Y luego yo mismo volveré por mi propia iniciativa, sin que nadie tenga que reclamarme.
CLOTO ¿Por qué quieres volver?
MEGAPENTES Autorízame a que termine de construir mi casa, pues la he dejado a medio hacer.
CLOTO ¡Tú alucinas! ¡Anda, sube!
MEGAPENTES Sólo te pido un rato, Moira. Déjame un solo día, hoy, para que pueda informar a mi mujer sobre mis bienes, para decirle dónde tengo escondido un gran tesoro.
CLOTO ¡Ya está decretado! No lograrás nada.
MEGAPENTES ¿Se perderá, pues, tan gran fortuna?
CLOTO No, no se perderá. No te preocupes de eso. Tu primo Megacles lo recuperará.
MEGAPENTES ¡Qué insolencia! Mi enemigo, a quien no maté antes por pura indolencia mía.
CLOTO ¡Ése es! Te sobrevivirá algo más de cuarenta años, y heredará tus concubinas, tus vestidos y todo tu tesoro.
MEGAPENTES Eres injusta, Cloto, al repartir lo mío entre mis peores enemigos.
CLOTO Mi querido amigo, esos bienes se los robaste tú antes a Cidímaco, a quien asesinaste junto a sus pequeños hijos....
MEGAPENTES Todavía hay una cosa que me angustia, Cloto, y es por lo que deseaba aunque fuera por un rato asomar mi cabeza a la luz del día.
CLOTO ¿Y de qué se trata? Sin duda parece ser algo descomunal.
Megapentes: ricachón que rehúsa abandonar el mundo de los vivos, aunque le ha llegado su hora.
Cloto: una de las Moiras o Parcas, encargadas de dictaminar sobre la vida de los hombres
Mícilo: un pobre zapatero, ansioso de partir para el otro mundo, a la vista de lo que poco afortunada que es su vida en éste.
CLOTO Embarca tú primero, Megapentes.
MEGAPENTES De ningún modo, soberana Cloto. Déjame regresar al mundo de arriba durante un rato. Y luego yo mismo volveré por mi propia iniciativa, sin que nadie tenga que reclamarme.
CLOTO ¿Por qué quieres volver?
MEGAPENTES Autorízame a que termine de construir mi casa, pues la he dejado a medio hacer.
CLOTO ¡Tú alucinas! ¡Anda, sube!
MEGAPENTES Sólo te pido un rato, Moira. Déjame un solo día, hoy, para que pueda informar a mi mujer sobre mis bienes, para decirle dónde tengo escondido un gran tesoro.
CLOTO ¡Ya está decretado! No lograrás nada.
MEGAPENTES ¿Se perderá, pues, tan gran fortuna?
CLOTO No, no se perderá. No te preocupes de eso. Tu primo Megacles lo recuperará.
MEGAPENTES ¡Qué insolencia! Mi enemigo, a quien no maté antes por pura indolencia mía.
CLOTO ¡Ése es! Te sobrevivirá algo más de cuarenta años, y heredará tus concubinas, tus vestidos y todo tu tesoro.
MEGAPENTES Eres injusta, Cloto, al repartir lo mío entre mis peores enemigos.
CLOTO Mi querido amigo, esos bienes se los robaste tú antes a Cidímaco, a quien asesinaste junto a sus pequeños hijos....
MEGAPENTES Todavía hay una cosa que me angustia, Cloto, y es por lo que deseaba aunque fuera por un rato asomar mi cabeza a la luz del día.
CLOTO ¿Y de qué se trata? Sin duda parece ser algo descomunal.
Sábado, 24 de Octubre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Sábado, 24 de Octubre 2009 a las 10:21
A propósito de la reciente película de Amenábar (la veré esta tarde)
Alejandro, Alejandría... nombres sonoros y cargados de evocaciones.
¿Quién no ha oído hablar de la Alejandría del Nilo? La famosa ciudad de Egipto.
Pero historiadores, geógrafos, textos novelados, y algunas fuentes orientales nos hablan de hasta un total de 57 ciudades que pudieron llevar en algún momento el nombre mágico de ALEJANDRIA. Hay un libro de P.M. Fraser, Cities of Alexander the Great, (Oxford) bien conocido de los especialistas.
Hoy la prensa diaria y los medios de comunicación nos hablan (por razones bien distintas y precisamente no poco alarmistas)de algunos nombres de ciudades y parajes del actual Afganistán y Pakistán que antaño fueron reductos de campamentos militares y asentamientos urbanos promovidos por Alejandro Magno. Por ejemplo, Herat, Kandahar, Begram, etc.
Pues, ¡qué curioso! Del catálogo de ciudades que los antiguos creían que habían sido fundadas por Alejandro con el nombre de Alejandría hay 7 de ellas que parecen haberlo sido sin duda. Y precisamente en estos mismos parajes:
1. Alexandría Ariana (en Aria) actual HERAT
2. Alexandría de Aracosia, (actual KANDAHAR)
3. Alejandría del río Jaxartes (cercana a Samarcanda), también llamada Alejandría Eschate ("la más alejada")
4.Alejandría del Cáucaso, actual BEGRAM
5. Alejandría de Rambacia (región del pueblo de los Oritas, próxima a la antigua desembocadura del rio Indo, actualmente LAS BELA
6.Alejandría Bucéfala (del nombre de su caballo llamado Bucéfalo) en la actual JALALPUR, cerca de las antigua fortaleza de Taxila
y claro, la número 7 en este orden, pero la 1ª cronológicamente fundada por Alejandro y su preferida,
ALEJANDRÍA DE EGIPTO.
Otro día, cuando la haya visto, quizá comente algo de la película AGORA.
¿Quién no ha oído hablar de la Alejandría del Nilo? La famosa ciudad de Egipto.
Pero historiadores, geógrafos, textos novelados, y algunas fuentes orientales nos hablan de hasta un total de 57 ciudades que pudieron llevar en algún momento el nombre mágico de ALEJANDRIA. Hay un libro de P.M. Fraser, Cities of Alexander the Great, (Oxford) bien conocido de los especialistas.
Hoy la prensa diaria y los medios de comunicación nos hablan (por razones bien distintas y precisamente no poco alarmistas)de algunos nombres de ciudades y parajes del actual Afganistán y Pakistán que antaño fueron reductos de campamentos militares y asentamientos urbanos promovidos por Alejandro Magno. Por ejemplo, Herat, Kandahar, Begram, etc.
Pues, ¡qué curioso! Del catálogo de ciudades que los antiguos creían que habían sido fundadas por Alejandro con el nombre de Alejandría hay 7 de ellas que parecen haberlo sido sin duda. Y precisamente en estos mismos parajes:
1. Alexandría Ariana (en Aria) actual HERAT
2. Alexandría de Aracosia, (actual KANDAHAR)
3. Alejandría del río Jaxartes (cercana a Samarcanda), también llamada Alejandría Eschate ("la más alejada")
4.Alejandría del Cáucaso, actual BEGRAM
5. Alejandría de Rambacia (región del pueblo de los Oritas, próxima a la antigua desembocadura del rio Indo, actualmente LAS BELA
6.Alejandría Bucéfala (del nombre de su caballo llamado Bucéfalo) en la actual JALALPUR, cerca de las antigua fortaleza de Taxila
y claro, la número 7 en este orden, pero la 1ª cronológicamente fundada por Alejandro y su preferida,
ALEJANDRÍA DE EGIPTO.
Otro día, cuando la haya visto, quizá comente algo de la película AGORA.
Jueves, 15 de Octubre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Jueves, 15 de Octubre 2009 a las 12:48
uN DIVERTIDO TEXTO SATÍRICO DE Luciano
Se trata de un texto (que al ser de Lucinao no iba a ser de otro tenor) satírico, fresco y divertido. Es de El viaje al más allá, conocido también bajo el subtítulo de El Tirano. Es un diálogo entre algunos personajes que quizá nos resulten familiares: Caronte (el barquero que pintara Patinir), el dios Hermes, la Parca Cloto, así como un ciudadano acaudalado de nombre Megapentes (“el gran doliente”). La barca infernal de Caronte está repleta de las almas que han de ser transportadas al otro mundo, pero falta por llegar Hermes que quizá está entretenido “en el gimnasio con los efebos, o se dedica a tocar la cítara, o se entretiene haciendo alarde de su inútil locuacidad, o, bribón de él, está ocupado en sus hurtos, que es también una de sus habilidades”.
Pero la demora de Hermes se debe a otra circunstancia bien distinta; y es que uno de los muertos ha pretendido escapar de su postrera travesía, a pesar de que ya se le ha agotado el hilo de su existencia. Se trata de un tirano, que entre lamentos y gemidos ruega que lo dejen vivir y promete grandes recompensas si no lo embarcan en la nave de Caronte. Pero la cosa es que el control de las almas de los fallecidos es muy severo y Eaco enseguida se dio cuenta de que faltaba uno:
“Y cuando estábamos ya a la entrada misma y me ocupaba de dar cuenta a Eaco del número de muertos que traía y éste los cotejaba con la lista que tu hermana le había enviado, no sé cómo el tres veces canalla consiguió escapar y huir. De suerte que en la lista se echó en falta un muerto, ante lo cual Eaco, enarcando sus cejas, me dijo:
“No practiques permanentemente el hurto, Hermes; bastante tienes con las bromas que haces en el cielo. Los asuntos de los muertos se llevan a rajatabla y no es posible ocultar nada. En la lista constan, como ves, un total de mil cuatro muertos, y tú te has presentado aquí con uno de menos, a no ser que me digas que Atropo te hizo mal la cuenta”.
Tras hacer Cloto el catálogo de muertos que deben subir a bordo (niños, ancianos y mujeres) se produce una escena verdaderamente jocosa: el renuente Megapentes pide una última oportunidad y espera que los dioses no se la denieguen: desea saber qué ocurrirá después de su muerte. Curiosidad funesta, pues el panorama de su futuro no puede ser más lamentable: su esclavo, que desde hace tiempo mantiene relaciones adúlteras con ella, se quedará con su mujer; su propia hija pasará a enriquecer el número de concubinas del nuevo tirano, y hasta las estatuas que los amigos erigieron en honor de Megapentes caerán derribadas por el suelo. Y por si faltara algo, se le informará de que ha muerto envenenado por la traicionera y emponzoñada copa que le ofreció en el último banquete uno de sus mejores amigos. Sigue la descripción con un nuevo relato de un incidente jocoso ocurrido cuando Megapentes se hallaba de cuerpo presente en su propia casa, recién fallecido. Uno de los principales protagonistas del mismo es también su “amado” esclavo Carión:
“Mi esclavo Carión, tan pronto vio que me había muerto, subió a eso de media tarde al aposento donde yo yacía –disponía de todo el tiempo que quisiera, ya que nadie me estaba velando- acompañado de mi concubina Gliceria (con la que, creo yo, mantenía desde hace tiempo relaciones íntimas) y tirando de la puerta se puso a echarle un polvo como si nadie más estuviera en la habitación. Y una vez que hubo saciado su apetito, dirigiéndome una mirada dijo: “Tú, el más canalla de los hombres, me has golpeado mil veces sin que yo lo mereciera, pero ahora aquí estás tieso”. Y mientras así hablaba me tiraba del pelo y me daba cachetes, hasta que generando un gran salivazo me lo escupió a la cara diciendo: “Vete al infierno”. Y a continuación se marchó.
Yo estaba que ardía de ira, pero no podía hacer nada contra él, rígido y yerto como ya me encontraba. Y la sinvergüenza de la muchacha, al oír el ruido de algunos que se acercaban, se frotó los ojos con saliva como si estuviera llorando por mí, y sollozando y pronunciando mi nombre se marchó. ¡Si les hubiera podido echar mano!”
Pero la demora de Hermes se debe a otra circunstancia bien distinta; y es que uno de los muertos ha pretendido escapar de su postrera travesía, a pesar de que ya se le ha agotado el hilo de su existencia. Se trata de un tirano, que entre lamentos y gemidos ruega que lo dejen vivir y promete grandes recompensas si no lo embarcan en la nave de Caronte. Pero la cosa es que el control de las almas de los fallecidos es muy severo y Eaco enseguida se dio cuenta de que faltaba uno:
“Y cuando estábamos ya a la entrada misma y me ocupaba de dar cuenta a Eaco del número de muertos que traía y éste los cotejaba con la lista que tu hermana le había enviado, no sé cómo el tres veces canalla consiguió escapar y huir. De suerte que en la lista se echó en falta un muerto, ante lo cual Eaco, enarcando sus cejas, me dijo:
“No practiques permanentemente el hurto, Hermes; bastante tienes con las bromas que haces en el cielo. Los asuntos de los muertos se llevan a rajatabla y no es posible ocultar nada. En la lista constan, como ves, un total de mil cuatro muertos, y tú te has presentado aquí con uno de menos, a no ser que me digas que Atropo te hizo mal la cuenta”.
Tras hacer Cloto el catálogo de muertos que deben subir a bordo (niños, ancianos y mujeres) se produce una escena verdaderamente jocosa: el renuente Megapentes pide una última oportunidad y espera que los dioses no se la denieguen: desea saber qué ocurrirá después de su muerte. Curiosidad funesta, pues el panorama de su futuro no puede ser más lamentable: su esclavo, que desde hace tiempo mantiene relaciones adúlteras con ella, se quedará con su mujer; su propia hija pasará a enriquecer el número de concubinas del nuevo tirano, y hasta las estatuas que los amigos erigieron en honor de Megapentes caerán derribadas por el suelo. Y por si faltara algo, se le informará de que ha muerto envenenado por la traicionera y emponzoñada copa que le ofreció en el último banquete uno de sus mejores amigos. Sigue la descripción con un nuevo relato de un incidente jocoso ocurrido cuando Megapentes se hallaba de cuerpo presente en su propia casa, recién fallecido. Uno de los principales protagonistas del mismo es también su “amado” esclavo Carión:
“Mi esclavo Carión, tan pronto vio que me había muerto, subió a eso de media tarde al aposento donde yo yacía –disponía de todo el tiempo que quisiera, ya que nadie me estaba velando- acompañado de mi concubina Gliceria (con la que, creo yo, mantenía desde hace tiempo relaciones íntimas) y tirando de la puerta se puso a echarle un polvo como si nadie más estuviera en la habitación. Y una vez que hubo saciado su apetito, dirigiéndome una mirada dijo: “Tú, el más canalla de los hombres, me has golpeado mil veces sin que yo lo mereciera, pero ahora aquí estás tieso”. Y mientras así hablaba me tiraba del pelo y me daba cachetes, hasta que generando un gran salivazo me lo escupió a la cara diciendo: “Vete al infierno”. Y a continuación se marchó.
Yo estaba que ardía de ira, pero no podía hacer nada contra él, rígido y yerto como ya me encontraba. Y la sinvergüenza de la muchacha, al oír el ruido de algunos que se acercaban, se frotó los ojos con saliva como si estuviera llorando por mí, y sollozando y pronunciando mi nombre se marchó. ¡Si les hubiera podido echar mano!”
Martes, 13 de Octubre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Martes, 13 de Octubre 2009 a las 19:31
Heródoto, el famoso 'padre de la historia' se hace eco con gran frecuencia de relatos, leyendas y habladurías que ha tenido ocasión de oír, y que -aunque no siempre les dé crédito- incorpora a su relato, haciéndolo mucho más ameno.
Lo curioso es que algunos de estos relatos reaparecen muchos siglos después en literatos de otras épocas.
Hoy os traigo un caso bien conocido: la versión que de este cuento hacen los escritores renacentistas españoles LORENZO DE SEPULVEDA y JUAN DE TIMONEDA en su Patrañuelo.
LORENZO DE SEPULVEDA:
En su libro, Romances nuevamente sacados de historias antiguas… trata una gran diversidad de temas ( el Cid, la Conquista de España por los musulmanes, la REconquista) y de pronto encontramos un famoso Romance de Ciro, rey de los Persas
En la provincia de Media
Otro tiempo un rey avia
Valeroso y esforzado
Que Astiages se dezía…
Un sueño soñó este rey
En su lecho do dormía,
Que en la parte natural
De su hija nacer via
Una vid con un sarmiento
Que la Asia toda cubría…
y concluye así,
Hizo [Ciro] huir a los medos
Que en el alcance venían
Fue preso el rey Astiages
Y muerta su compañía,
Al cual Cyro vencedor
Otra cosa no le tira
Mas del reino ansi en los Medos
Fenecio la monarchia
Que otro tiempo en los Assirios
Con gran gloria florecia,
Passola Cyro a los Persas
Con esfuerzo y valentia.
Por su parte, JUAN DE TIMONEDA, en su Patrañuelo, (Valencia 1567) nos cuenta que el rey de Media, Astiages, tuvo un sueño, durante el cual su hija dio a luz una parra cuyos sarmientos se extendían por toda el Asia. Temiendo que su nieto le desalojara del poder, manda a su servidor Harpago que dé muerte al recién nacido, pero el destino había dispuesto que el pequeño, el futuro rey Ciro, no muriera, sino que le esperaban múltiples peripecias en su vida:
Quiso Astiages, por su suerte,
Del nieto ser homicida,
Y Harpago, por darle vida,
A su hijo dio la muerte. ...
Y quedando Ciro por rey y señor, no le quitó [a su abuelo] otra cosa que el reino, y lo depositó en un castillo muy bien guardado, y repartió grandes dones con todos sus vasallos, e hizo muchas mercedes a su tan buen amigo Harpago. Y desde entonces feneció la monarquía de los medos, y pasola Ciro a los persas.
El relato en Heródoto es mucho más extenso y detallista. Está en el libro I, capítulos 107-130 de sus Historias.
Os invito a que lo leáis.
En su libro, Romances nuevamente sacados de historias antiguas… trata una gran diversidad de temas ( el Cid, la Conquista de España por los musulmanes, la REconquista) y de pronto encontramos un famoso Romance de Ciro, rey de los Persas
En la provincia de Media
Otro tiempo un rey avia
Valeroso y esforzado
Que Astiages se dezía…
Un sueño soñó este rey
En su lecho do dormía,
Que en la parte natural
De su hija nacer via
Una vid con un sarmiento
Que la Asia toda cubría…
y concluye así,
Hizo [Ciro] huir a los medos
Que en el alcance venían
Fue preso el rey Astiages
Y muerta su compañía,
Al cual Cyro vencedor
Otra cosa no le tira
Mas del reino ansi en los Medos
Fenecio la monarchia
Que otro tiempo en los Assirios
Con gran gloria florecia,
Passola Cyro a los Persas
Con esfuerzo y valentia.
Por su parte, JUAN DE TIMONEDA, en su Patrañuelo, (Valencia 1567) nos cuenta que el rey de Media, Astiages, tuvo un sueño, durante el cual su hija dio a luz una parra cuyos sarmientos se extendían por toda el Asia. Temiendo que su nieto le desalojara del poder, manda a su servidor Harpago que dé muerte al recién nacido, pero el destino había dispuesto que el pequeño, el futuro rey Ciro, no muriera, sino que le esperaban múltiples peripecias en su vida:
Quiso Astiages, por su suerte,
Del nieto ser homicida,
Y Harpago, por darle vida,
A su hijo dio la muerte. ...
Y quedando Ciro por rey y señor, no le quitó [a su abuelo] otra cosa que el reino, y lo depositó en un castillo muy bien guardado, y repartió grandes dones con todos sus vasallos, e hizo muchas mercedes a su tan buen amigo Harpago. Y desde entonces feneció la monarquía de los medos, y pasola Ciro a los persas.
El relato en Heródoto es mucho más extenso y detallista. Está en el libro I, capítulos 107-130 de sus Historias.
Os invito a que lo leáis.
Miércoles, 30 de Septiembre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Miércoles, 30 de Septiembre 2009 a las 19:51
Este verano canicular he estado leyendo a Antonio de Torquemada -siguiendo una relectura de Mª Rosa Lida de Malquiel- y aquí os presento dos textos divertidos. Dicen así...
HERODOTO, libro II, 111
A la muerte de Sesostris-me dijeron los sacerdotes, heredó el reino su hijo Ferón, que no llevó a cabo ninguna expedición militar, sufriendo, en cambio, la desgracia de quedarse ciego por elsiguiente motivo: bajaba el Nilo, a la sazón, en una de sus mayores crecidas, hasta el extremo de que alcanzó dieciocho codos de altura e inundó los labrantíos; y, al soplar el viento, el río levantó oleaje. Y cuentan que, entonces, el susodicho rey, presa de insensata temeridad, tomó una lanza y la arrojó en medio de los remolinos del río; y poco después enfermó de los ojos quedándose ciego. Durante diez años estuvo, pues, ciego; pero, el año undécimo, le llegó de la ciudad de Buto un oráculo según el cual se había cumplido el tiempo de su castigo y recobraría la vista, si se lavaba los ojos con orina de una mujer que sólo hubiera mantenido relaciones con su marido y no conociera a otros hombres. El probó primero con su propia mujer y después, al no recobrar la vista, fue probando sucesivamente con muchas; y cuando al fin recuperó la vista, reunió a las mujeres con las que había hecho la prueba (salvo a aquella con cuya orina se había lavado recobrando la vista) en una ciudad que en la actualidad se llama Tierra Roja; y, una vez congregadas allí, prendió fuego a esa ciudad con todas ellas dentro...
ANTONIO DE TORQUEMADA lo relata de esta manera:i (Coloquios satíricos, p. 485-486 de la edición de Lina Rodríguez Cacho, Madrid: Fundación de Castro):
Y fue que uno llamado Ferón, hijo de un rey de Egipto que llamaron Sosis, tubo una rezia y muy grande enfermedad de la cual vino a quedar del todo ciego, que fue para el la mayor persecución y trabajo que le podía venir en el mundo, tanto que no la tenía en menos que la muerte. Y haziendo por su parte todas las diligencias posibles para saber si podría tornar a cobrar la vista que tenía perdida, y no hallando en los médicos consejos que le aprovechase, acordó de consultar con grandes sacrificios los oráculos de sus dioses, los quales le dieron por respuesta que después que ubiese sacrificado con gran devoción a un dios que estonces era reverenciado y servido en la ciudad de Eliópoli, porque dezian ellos que hazía grandes milagros en aquel tiempo, que pusiesse los ojos en una muger tan casta que no ubiese tenido pendencia sino con solo su marido, y que luego sería sano del mal que en ellos tenía. Ferón cumplió luego lo que los dioses le dixeron sin faltar nada, y teniendo confianza en su propia muger, trayéndola delante de sí para cobrar por ella la salud que le faltaba, quedó como de antes sin ver ninguna cosa. Y luego hizo traer todas las principales mugeres del reyno de Egipto, las quales no le aprovecharon más de lo que su muger avía hecho. Y viéndose por esto affligido y fatigado, perdiendo del todo la esperanza de cobrar la vista, començó a provar de poner los ojos en todas las mugeres comunes sin que le aprovechase, hasta que le traxeron una muger de un hortolano, y poniéndolos en ella, tornó luego a ver de la manera que de antes, como si no ubiera tenido mal alguno. Y haziendo quemar por esto a su muger con otras muchas de las más principales, se casó con esta. Aunque no faltaron maliciosos que dixeron que en aquel mismo día que la avían traýdo se avía casado con el hortolano, y que si esperaban a otro día, por ventura Ferón no viera ni tuviera la salud tan deseada, porque no turra en ella la castidad tanto tiempo.
Como buen leonés, Torquemada (a quien no debemos confundir claro está con el famoso Inquisidor)
intercala su texto de algunos leonesismos, lo cual no impide que le podamos seguir en su lectura.
Sabrosas son especialmente las tres últimas líneas que añade Torquemada a su relato.
Seguiremos otro día. Saludos
A la muerte de Sesostris-me dijeron los sacerdotes, heredó el reino su hijo Ferón, que no llevó a cabo ninguna expedición militar, sufriendo, en cambio, la desgracia de quedarse ciego por elsiguiente motivo: bajaba el Nilo, a la sazón, en una de sus mayores crecidas, hasta el extremo de que alcanzó dieciocho codos de altura e inundó los labrantíos; y, al soplar el viento, el río levantó oleaje. Y cuentan que, entonces, el susodicho rey, presa de insensata temeridad, tomó una lanza y la arrojó en medio de los remolinos del río; y poco después enfermó de los ojos quedándose ciego. Durante diez años estuvo, pues, ciego; pero, el año undécimo, le llegó de la ciudad de Buto un oráculo según el cual se había cumplido el tiempo de su castigo y recobraría la vista, si se lavaba los ojos con orina de una mujer que sólo hubiera mantenido relaciones con su marido y no conociera a otros hombres. El probó primero con su propia mujer y después, al no recobrar la vista, fue probando sucesivamente con muchas; y cuando al fin recuperó la vista, reunió a las mujeres con las que había hecho la prueba (salvo a aquella con cuya orina se había lavado recobrando la vista) en una ciudad que en la actualidad se llama Tierra Roja; y, una vez congregadas allí, prendió fuego a esa ciudad con todas ellas dentro...
ANTONIO DE TORQUEMADA lo relata de esta manera:i (Coloquios satíricos, p. 485-486 de la edición de Lina Rodríguez Cacho, Madrid: Fundación de Castro):
Y fue que uno llamado Ferón, hijo de un rey de Egipto que llamaron Sosis, tubo una rezia y muy grande enfermedad de la cual vino a quedar del todo ciego, que fue para el la mayor persecución y trabajo que le podía venir en el mundo, tanto que no la tenía en menos que la muerte. Y haziendo por su parte todas las diligencias posibles para saber si podría tornar a cobrar la vista que tenía perdida, y no hallando en los médicos consejos que le aprovechase, acordó de consultar con grandes sacrificios los oráculos de sus dioses, los quales le dieron por respuesta que después que ubiese sacrificado con gran devoción a un dios que estonces era reverenciado y servido en la ciudad de Eliópoli, porque dezian ellos que hazía grandes milagros en aquel tiempo, que pusiesse los ojos en una muger tan casta que no ubiese tenido pendencia sino con solo su marido, y que luego sería sano del mal que en ellos tenía. Ferón cumplió luego lo que los dioses le dixeron sin faltar nada, y teniendo confianza en su propia muger, trayéndola delante de sí para cobrar por ella la salud que le faltaba, quedó como de antes sin ver ninguna cosa. Y luego hizo traer todas las principales mugeres del reyno de Egipto, las quales no le aprovecharon más de lo que su muger avía hecho. Y viéndose por esto affligido y fatigado, perdiendo del todo la esperanza de cobrar la vista, començó a provar de poner los ojos en todas las mugeres comunes sin que le aprovechase, hasta que le traxeron una muger de un hortolano, y poniéndolos en ella, tornó luego a ver de la manera que de antes, como si no ubiera tenido mal alguno. Y haziendo quemar por esto a su muger con otras muchas de las más principales, se casó con esta. Aunque no faltaron maliciosos que dixeron que en aquel mismo día que la avían traýdo se avía casado con el hortolano, y que si esperaban a otro día, por ventura Ferón no viera ni tuviera la salud tan deseada, porque no turra en ella la castidad tanto tiempo.
Como buen leonés, Torquemada (a quien no debemos confundir claro está con el famoso Inquisidor)
intercala su texto de algunos leonesismos, lo cual no impide que le podamos seguir en su lectura.
Sabrosas son especialmente las tres últimas líneas que añade Torquemada a su relato.
Seguiremos otro día. Saludos
Martes, 8 de Septiembre 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Martes, 8 de Septiembre 2009 a las 17:54
Notas
Hola amigos: volvemos hoy con algunas nuevas frases latinas famosas, de las que de vez en cuando oímos o vemos citadas, sin saber a veces de dónde proceden, quién las acuñó por primera vez o con ocasión de qué suceso o acontecimiento.
JACTA ALEA EST: "la suerte está echada". Fueron las palabras que Julio César pronunció cuando se decidió cruzar el río Rubicón. Pasó a significar posteriormente algo así como "esto es ya irreversibre", la decisión que se ha tomado no admite vuelta atrás",
IS FECIT CUI PRODEST: "el autor del delito es aquel que saca provecho del mismo". Es una famosa frase de Séneca, alusiva a que en caso de duda el que sale beneficiario de una acción perversa es quien ha podido cometerla, aunque disfrace o esconda su autoría.
MEMENTO MORI: "Recuerda que has de morir". Jaculatoria con que los monjes trapenses suelen evocar la conciencia de la muerte y su inexorable llegada.
NEGO MAIOREM: "Niego la mayor". Frase que procede del lenguaje de la Escolástica. El silogismo lógico consta de dos partes, una mayor y otra menor, y de ambas se deduce una consecuencia. Por tanto, al negar o no aceptrar la mayor, todo el silogismo y su consecuencia se viene abajo.
NON BIS IN IDEM: "No dos veces por la misma razón". Lema aceptado por la jurisprudencia, según la cual no es posible juzgar a una misma persona dos veces por un mismo delito ofalta.
OMNIA MEA MECUM PORTO: "Conmigo llevo todo lo que poseo". Lema que se atribuye a diversos personajes ilustres de la antigüedad: sabios, filósofos, poetas... etc. Entre ellos a Biante, Simónides.
También era frase grata a los filósofos cínicos, que desprendidos de toda riqueza innecesaria, se jactaban de ir cubiertos solo con su zurrón y su bastón, confiados sólo en la posesión de su virtud.
OMNIA PRAECLARA RARA: "Todo lo precioso es valioso". Frase de Cicerón, que se hace eco en esta ocasión de su equivalente griega CHALEPA TA KALA, y que mi maestro Lasso de la Vega solía traducir por un gracioso "el que quiera azul, que le cueste". Lo vulgar abunda, lo exquisito escasea.
O TEMPORA, O MORES: "Oh, tiempos; oh costumbres". Famosa frase del orador Cicerón, escandalizado ante las nuevas modas de los nuevos tiempos.
PLAUDITE CIVES: "Aplaudid, ciudadanos". Frase con que los actores romanos invitaban al público a que festejaran y aplaudieran la representación que acababa de terminar.
PUNICA FIDES: "Lealtad cartaginesa". Frase irónica con la que los antiguos romanos criticaban la falta de lealtad propia de sus enemigos cartagineses.
PURUS GRAMMATICUS (MATHEMATICUS), PURUS ASINUS: "Quien sólo sabe gramática (matemática) es un auténtico asno". Dicho escolástico que critica la excesiva especialización de una rama del conocimiento. Quien sólo sabe de una cosa, aunque sea mucho, es un ignorante.
QUANTUM MUTATUS AB ILLO: "¡Qué cambiado respecto al de antes". Se aplica a una persona que hasta hace poco sostenía unas ideas o creencias, y que al poco tiempo (casi siempre por conveniencia) las abandona y se adhiere a otras muy distintas. Puede aplicarse con propiedad en ocasiones a algunos personajes políticos...
JACTA ALEA EST: "la suerte está echada". Fueron las palabras que Julio César pronunció cuando se decidió cruzar el río Rubicón. Pasó a significar posteriormente algo así como "esto es ya irreversibre", la decisión que se ha tomado no admite vuelta atrás",
IS FECIT CUI PRODEST: "el autor del delito es aquel que saca provecho del mismo". Es una famosa frase de Séneca, alusiva a que en caso de duda el que sale beneficiario de una acción perversa es quien ha podido cometerla, aunque disfrace o esconda su autoría.
MEMENTO MORI: "Recuerda que has de morir". Jaculatoria con que los monjes trapenses suelen evocar la conciencia de la muerte y su inexorable llegada.
NEGO MAIOREM: "Niego la mayor". Frase que procede del lenguaje de la Escolástica. El silogismo lógico consta de dos partes, una mayor y otra menor, y de ambas se deduce una consecuencia. Por tanto, al negar o no aceptrar la mayor, todo el silogismo y su consecuencia se viene abajo.
NON BIS IN IDEM: "No dos veces por la misma razón". Lema aceptado por la jurisprudencia, según la cual no es posible juzgar a una misma persona dos veces por un mismo delito ofalta.
OMNIA MEA MECUM PORTO: "Conmigo llevo todo lo que poseo". Lema que se atribuye a diversos personajes ilustres de la antigüedad: sabios, filósofos, poetas... etc. Entre ellos a Biante, Simónides.
También era frase grata a los filósofos cínicos, que desprendidos de toda riqueza innecesaria, se jactaban de ir cubiertos solo con su zurrón y su bastón, confiados sólo en la posesión de su virtud.
OMNIA PRAECLARA RARA: "Todo lo precioso es valioso". Frase de Cicerón, que se hace eco en esta ocasión de su equivalente griega CHALEPA TA KALA, y que mi maestro Lasso de la Vega solía traducir por un gracioso "el que quiera azul, que le cueste". Lo vulgar abunda, lo exquisito escasea.
O TEMPORA, O MORES: "Oh, tiempos; oh costumbres". Famosa frase del orador Cicerón, escandalizado ante las nuevas modas de los nuevos tiempos.
PLAUDITE CIVES: "Aplaudid, ciudadanos". Frase con que los actores romanos invitaban al público a que festejaran y aplaudieran la representación que acababa de terminar.
PUNICA FIDES: "Lealtad cartaginesa". Frase irónica con la que los antiguos romanos criticaban la falta de lealtad propia de sus enemigos cartagineses.
PURUS GRAMMATICUS (MATHEMATICUS), PURUS ASINUS: "Quien sólo sabe gramática (matemática) es un auténtico asno". Dicho escolástico que critica la excesiva especialización de una rama del conocimiento. Quien sólo sabe de una cosa, aunque sea mucho, es un ignorante.
QUANTUM MUTATUS AB ILLO: "¡Qué cambiado respecto al de antes". Se aplica a una persona que hasta hace poco sostenía unas ideas o creencias, y que al poco tiempo (casi siempre por conveniencia) las abandona y se adhiere a otras muy distintas. Puede aplicarse con propiedad en ocasiones a algunos personajes políticos...
Lunes, 31 de Agosto 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Lunes, 31 de Agosto 2009 a las 16:40
FICHAMOS A UN EQUIPO DE ASTRÓNOMOS: Aristarco, Eratóstenes,Hiparco, Tolomeo...
¿Desde cuándo existen los astros?
¿Qué poderes tienen sobre la vida de los mortales?
¿Cómo marca su curso el sucederse de las estaciones, los días y las horas?
¿De qué están hechos o compuestos?
¿Por qué leyes o circunstancias caóticas se rigen?
¿Hasta cuándo estarán vigilantes sobre nosotros?
Estas y otras preguntas similares se hicieron los primeros astrónomos del mundo antiguo.
Por eso,hoy hemos fichado a un grupo de ellos. Voy a mezclar algunas de sus observaciones o teorías, sin precisar quién fue el autor de cada una de ellas.
a) la hipótesis heliocéntrica afirma que es el sol el que ocupa el centro delUniverso y a su alrededor giran otros planetas, entre ellos la propia tierra. (enunciada en torno al año 275 antes de Cristo)
b) ¿quién miidó por primera vez la circunferencia de la tierra? Daré una pista: en la ciudad de Siene (Asuán) un palovertical no proyecta sombra alguna almediodía del solsticio de verano, mientras que (a la misma hora y día) en Alejandría (que se halla a 5.000 estadios) un palovertical proyecta un ángulo de sombra de 1/50 partes del círculo = 7,2 grados.
La distancia, pues,entre Siene y Alejandría tiene que ser 1/50 de la circunferencia de la tierra: esto es unos 250.000 estadios. Por tanto, elperímetro de la circunferencia de la tierra tiene 40.075 kms.
Los científicos modernos se siguen extrañando de cuán cerca estuvo nuestro autor (???) de la realidad.
c)otro astrónomo [quién?] descubrió el movimiento de la precesión de los equinoccios (fenómeno que Newton definió como el movimiento retrógrado del eje de la tierra alrededor del polo de la línea eclíptica) lo que le permitió distinguir entre el año tropical y elañosideral. ¿Quién fue este hombre tan inteligente?
d) ¿Quién escribió el tratado Coordinación Matemática (en griego MEGISTE SYNTAXIS), de donde procede el término árabe AL MAGISTI y su derivado castellano ALMAGESTO?
e) Fue el mismo que cometió un grave error: suponer que la tierra permanece inmóvil en el centro del universo, y que son los demás cuerpos celestes los que giran a su alrededor.
¿Qué poderes tienen sobre la vida de los mortales?
¿Cómo marca su curso el sucederse de las estaciones, los días y las horas?
¿De qué están hechos o compuestos?
¿Por qué leyes o circunstancias caóticas se rigen?
¿Hasta cuándo estarán vigilantes sobre nosotros?
Estas y otras preguntas similares se hicieron los primeros astrónomos del mundo antiguo.
Por eso,hoy hemos fichado a un grupo de ellos. Voy a mezclar algunas de sus observaciones o teorías, sin precisar quién fue el autor de cada una de ellas.
a) la hipótesis heliocéntrica afirma que es el sol el que ocupa el centro delUniverso y a su alrededor giran otros planetas, entre ellos la propia tierra. (enunciada en torno al año 275 antes de Cristo)
b) ¿quién miidó por primera vez la circunferencia de la tierra? Daré una pista: en la ciudad de Siene (Asuán) un palovertical no proyecta sombra alguna almediodía del solsticio de verano, mientras que (a la misma hora y día) en Alejandría (que se halla a 5.000 estadios) un palovertical proyecta un ángulo de sombra de 1/50 partes del círculo = 7,2 grados.
La distancia, pues,entre Siene y Alejandría tiene que ser 1/50 de la circunferencia de la tierra: esto es unos 250.000 estadios. Por tanto, elperímetro de la circunferencia de la tierra tiene 40.075 kms.
Los científicos modernos se siguen extrañando de cuán cerca estuvo nuestro autor (???) de la realidad.
c)otro astrónomo [quién?] descubrió el movimiento de la precesión de los equinoccios (fenómeno que Newton definió como el movimiento retrógrado del eje de la tierra alrededor del polo de la línea eclíptica) lo que le permitió distinguir entre el año tropical y elañosideral. ¿Quién fue este hombre tan inteligente?
d) ¿Quién escribió el tratado Coordinación Matemática (en griego MEGISTE SYNTAXIS), de donde procede el término árabe AL MAGISTI y su derivado castellano ALMAGESTO?
e) Fue el mismo que cometió un grave error: suponer que la tierra permanece inmóvil en el centro del universo, y que son los demás cuerpos celestes los que giran a su alrededor.
Martes, 14 de Julio 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Martes, 14 de Julio 2009 a las 17:34
Falsificadores y mistificadores de la Antigüedad
Tan antigua… como el hombre
¿Desde cuándo existe la falsificación literaria? quiénes fueron los falsificadores y mistificadores?, ¿por qué razones y motivos actuaron?, ¿bajo qué circunstancias y cómo se produjeron dichos textos?, ¿cuál ha sido la historia de su tradición ?, ¿en qué contexto cultural e ideológico se originaron?, ¿por qué vericuetos ha discurrido esta historia ‘paralela’ de la transmisión?, ¿qué prejuicios epistemológicos nos ha llevado en algunos casos a descartarlos del canon auténtico?
Empezaré por afirmar algo obvio: que la falsificación literaria, en cualquiera de sus múltiples formas o variantes, es tan antigua como la propia labor de creación, y que en ocasiones incluso ha ocurrido que el mejor filólogo y crítico ha sido el mejor falsificador. Conocidos al respecto son, por ejemplo, el caso de Luciano, falsario y crítico literario en una misma pieza, y autor que llegó a falsificar nada menos que al propio Heráclito; o el caso de Escalígero (Grafton 43) o el del propio Erasmo, el mayor estudioso de la Patrística del siglo XVI que fue capaz de falsificar una gran obra patrística; de ahí que la filología haya sentido la necesidad de ocuparse de la tarea de distinguir entre textos auténticos y documentos espurios o falsificados.
También es sabido que durante la Edad Media abundaron las falsificaciones de textos legales a cargo de abogados y eclesiásticos y que también durante el Renacimiento se perfilaron nuevos y más sofisticados métodos de detectar textos falsos, y sólo bastaría citar la famosa Donación de Constantino (Grafton: 34), escrito amañado durante el siglo VIII, por el cual el emperador Constantino cedía al Papa Silvestre I el control de Roma, incluido el palacio de Letrán, y de las posesiones eclesiásticas de occidente; como por otra parte los bizantinos reclamaban para Constantinopla la titularidad de ‘Nueva Roma’ apoyándose en el hecho de que el emperador Constantino había transferido el poder imperial de Roma a Constantinopla, el texto de la Donación afectaba a las pretensiones de ambas iglesias y dicho documento implicaba graves secuelas religiosas. En todo caso, su falsedad quedó al descubierto por obra nada menos que de Lorenzo Valla. También podríamos citar el emblemático caso de la Historia Regum Britanniae de Godofredo de Monmouth, que constituye un ‘puro intento de enlazar a través de la imaginación a los héroes griegos y troyanos con los nobles de Francia y de Inglaterra’. Por otra parte, también hemos descartado las falsificaciones de ‘objetos’ o ‘piezas arqueológicas y obras artísticas’, como sucedió por ejemplo con la famosa Fíbula de Preneste, un adorno de oro sobre el que aparece una inscripción latina supuestamente encontrado (aunque en realidad falsificado) por Wolfgang Helbig a finales del siglo xix.
Lunes, 6 de Julio 2009
Redactado por Antonio Guzmán el Lunes, 6 de Julio 2009 a las 19:36
Editado por
Antonio Guzmán
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