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Como concepto general, la alarma social es un fenómeno periódico y podríamos decir que hasta natural en nuestras vidas, si no fuera porque se ha convertido en un arma de manipulación ideológica y política relevante.
Es la percepción de una amenaza subjetiva u objetiva, que sirve para hacer sonar la campana mental y provocar una reacción emocional colectiva.
Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española que alarma o alarmismo es la “Tendencia a propagar rumores sobre peligros imaginarios o a exagerar los peligros reales”.
En este sentido, el cuidado de la información rigurosa y contrastada es una buena forma de prevenir problemas en el sistema. De lo contrario, con la información tratada de manera superficial, sin rigor y con proyecciones científicas o de voces supuestamente autorizadas, pero no contrastadas, puede crearse tanto una alarma social injustificada, como la creación de falsas expectativas que sólo benefician a intereses espurios, y que, a la larga, perjudican al conjunto de la sociedad.
Lasswell, pionero de la ciencia política y de las teorías de la comunicación, para estudiar los actores intervinientes en toda interacción definió, en 1942, el “modelo de las cinco W”… Es decir: Who (Quién dice); What say (Qué dice); to Whom (a Quién); Which channel (con Qué medio); with What effects (con Qué efectos), o sea considerar en la comunicación: emisor, mensaje, receptor, canal y objetivos/resultados.
En 1960, Jakobson mejoró el modelo inicial de Lasswell, introduciendo el término de “feedback” (retroalimentación) en el proceso de la comunicación.
Así, el cuidado de la información rigurosa, los medios que se usan y los fines y resultados que se persiguen dan lugar a una comunicación eficiente y ética, siendo, sin duda, el escenario básico para el transporte de una información y conocimiento desapasionado o, por el contrario, de un ruido o alarma social que se retroalimenta de sí misma.
Por otro lado, en 1992 el sociólogo alemán Ulrich Beck estudió el papel que juegan la incertidumbre y el miedo en la sociedad globalizada. Mediante la expresión “sociedad del riesgo”, Beck explica que la existencia permanente de amenazas para la salud y la naturaleza es una característica determinante de la sociedad moderna: en la “modernidad reflexiva” la producción social de riqueza va acompañada sistemáticamente por la producción social de riesgos.
Se difunde ahora la noticia de un “gran apagón”. ¿Está fundamentada?
Al igual que en oleadas anteriores, como ya sucedió con el pronóstico de una pandemia en 2017, ataques cibernéticos masivos o ataques terroristas diversos, la actual advertencia de Austria de un supuesto “gran apagón” (big blackout) ha causado alarma tanto en el país como en el resto de Europa.
Desde el Ministerio de Defensa de Austria se han dado las primeras voces de alarma respecto a esta problemática: “Es posible que Europa sufra un apagón generalizado”, anunciaba recientemente Klaudia Tanner, ministra de Defensa austriaca. Hay que decir, no obstante, que el ejército austriaco tiene a sus espaldas un largo recorrido de aciertos en las previsiones respecto a potenciales amenazas para la seguridad.
Las autoridades austriacas hablan de un apagón generalizado de aquí a cuatro o cinco años y, aunque no han mencionado una causa específica, explican que podría deberse a varios sucesos, como desajustes del sistema, fallos técnicos o sobrecargas por picos de demanda.
Pero, a pesar de las alarmas generadas, desde el gobierno de Austria, y admitiendo que no hay un consenso científico estricto que avale un gran apagón inminente, el 26 de octubre se aprobó en el país una ley de preparación ante situaciones de crisis en la que se considera este escenario.
Desde que la Ministra de Defensa austríaca pusiera en alerta a sus ciudadanos con un posible “gran apagón” del suministro eléctrico en Europa, las alarmas y el pánico no han dejado de crecer, incluso en países como España.
Amenazas, riesgos y vulnerabilidades
Una nueva pandemia global, atentados terroristas, ataques cibernéticos o el precio del gas natural, son factores que podrían provocar cortes eléctricos que, de prolongarse en el tiempo, según los expertos, no solo nos podrían afectar a nivel individual, sino que podrían llegar a bloquear todo un país e incluso el continente.
Este escenario, a pesar de parecer del todo insólito, tiene precedentes. En 1989 se pudo comprobar lo que supone que una ciudad entera se quede completamente a oscuras, cuando en Québec (Canadá) millones de personas sufrieron un apagón general debido a una gran tormenta geomagnética.
Se podría considerar un gran apagón a una falla total o inesperada en el suministro eléctrico a nivel internacional. Este escenario significaría que todos los dispositivos electrónicos de los que hacemos un uso diario, como los teléfonos, el acceso a Internet, los cajeros automáticos e incluso semáforos quedarían inutilizables durante días o semanas para la ciudadanía, afectando también a múltiples infraestructuras críticas y estratégicas.
En este mundo cada vez más globalizado e interconectado, un gran apagón a nivel europeo hoy en día podría conllevar innumerables riesgos para la seguridad e incluso provocar una catástrofe internacional.
Hasta ahora, la posibilidad de un “gran apagón” ha sido un riesgo subestimado y poco contemplado por las autoridades. Sin embargo, el miedo a que un suceso así nos pille desprevenidos, como ha pasado con la reciente pandemia de la COVID-19, hace necesario para los gobiernos conocer sus capacidades ante este tipo de amenaza.
Pero… ¿es realmente probable un “gran apagón”?
Desde Austria se hace hincapié en que existen varias amenazas que podrían provocar esta situación, pues las redes eléctricas de la Unión Europea se encuentran bastante interconectadas entre sí, por lo que es posible que fallos eléctricos en el suministro de un país fueran capaces de provocar apagones o cortes eléctricos en otras regiones.
Sin embargo, en España parece bastante improbable que pudiera llegar a darse este escenario, debido a la alta independencia de las interconexiones españolas con respecto al resto de Europa.
“El riesgo de un tipo de apagón por una caída del sistema en terceros países es muy limitado y hay capacidad para poner un cordón sanitario en caso de que eso ocurriera”, ha afirmado Teresa Ribera, Ministra de Transición Ecológica, remarcando que “es un tema que podemos descartar de nuestro horizonte de preocupaciones con total rotundidad”, con más razón, si cabe, tras asegurar que el suministro de gas “está garantizado”.
Por tanto, España no tiene riesgo de apagón ni por capacidad, ni por generación, ni por distribución. Aunque la mayoría de los incendios y tormentas causan fallos eléctricos, estos pueden ser reparados en cuestión de horas o días.
Además, según Alberto Carbajo, ex director general de operación de Red Eléctrica de España, nuestras infraestructuras son regularmente sometidas a simulaciones de apagones a gran escala y en ellas se ha podido comprobar que se recupera el 90% del suministro en menos de cinco horas.
Finalmente, hay que tener en cuenta que España tiene la obligación legal de guardar 40 días de reserva estratégica de gas para generar electricidad y que, en el caso “Filomena” únicamente se gastaron dos.
Habrá que preguntarse quiénes tienen interés en amenazar con un “gran apagón” y generar una alarma social para desestabilizar a los ciudadanos.
Previsiones austriacas para un supuesto apagón global
Como sociedad, en este momento no estamos preparados para enfrentar un fallo o falta prolongada en el suministro eléctrico y todos los riesgos y daños colaterales que esto conllevaría.
Por ello, algunos países se han tomado muy en serio la advertencia austriaca y empiezan a pensar en mejorar la preparación general de sus Fuerzas de Seguridad y la capacidad de autosuficiencia de su ciudadanía ante un posible fallo generalizado en el suministro eléctrico, ya que, ante un escenario de esta magnitud, es imprescindible garantizar el funcionamiento operativo de todos los servicios de emergencia, como el ejército, la policía, la sanidad o el cuerpo de bomberos.
Así, ante la valoración de la posibilidad de que ocurra un “gran apagón”, y reduciendo lo mínimo indispensable la atención de las necesidades y calidad de vida de los ciudadanos, desde el Ministerio de Defensa de Austria se ha proyectado hacer frente a la mayor parte de riesgos y amenazas previsibles, para lo que se ha elaborado un documento en el que se detalla una recopilación de todo lo necesario para estar preparados ante una situación similar.
Como en un comic catastrofista, haciendo un ejercicio de imaginación, podríamos ponernos en un escenario de apagón que dure varias semanas y, partiendo de un listado reducido de elementos esenciales prever qué precisaríamos, como mínimo, para hacer frente a la mayor parte de situaciones:
Primero y principal, una fuente de alimentación de emergencia. No nos puede faltar una fuente alternativa de energía con la suficiente capacidad para funcionar o recargar algunos dispositivos diferentes veces.
Hornillo de gas para las comidas calientes. Aunque podamos sobrevivir a base de conservas en lata, comida envasada, frutas y verduras, no podemos prescindir de comidas calientes.
Avituallamiento de comidas de larga duración, agua potable, etc.
Linternas y velas serían imprescindibles. Es necesario contar con linternas y velas de larga duración para poder tener la iluminación necesaria. Igualmente, hemos de hacer acopio de baterías.
Botiquín de Primeros Auxilios. Teniendo en cuenta que en el caso de “gran apagón” las calles pueden quedar totalmente a oscuras una vez llegue la noche, es posible que podamos sufrir algún accidente o golpe, tanto fuera como dentro de casa.
Radio de emergencia para recibir noticias. Ante la posibilidad de estar sin televisión, sin Internet ni redes sociales, necesitaremos una radio de emergencia que funcione a baterías o con energía solar para poder recibir las actualizaciones del Estado de Emergencia.
Igualmente, dispondremos de elementos complementarios como:
- Extintor de incendios.
- Medicamentos necesarios, para mínimo un mes.
- Herramientas y navaja multiusos.
- Dinero en efectivo.
- Sacos de dormir o mantas.
- Ropa de abrigo cómoda, protectora, resistente al agua y calzado cómodo de seguridad para posibles evacuaciones.
- Bidón para almacenar de forma segura combustible para llenar el depósito de vehículos propios o del generador eléctrico.
- Batería externa portátil, a poder ser recargable vía electricidad y vía solar.
- Dispositivos como smartphones o tablets para poder disponer de telecomunicaciones.
- Mantas térmicas, especialmente útiles si no hay calefacción.
Igualmente habría que prever la cobertura de aquellas necesidades especiales de personas mayores o discapacitados.
Para las necesidades comunitarias son útiles grandes generadores solares para alimentar varios aparatos y abastecer los hogares temporalmente, usando la energía solar. Los grupos electrógenos con combustible no son dependientes de la energía solar, pero necesitan que se almacene combustible y resulta difícil prever la cantidad que se va a necesitar en caso de emergencia o catástrofe.
Otros consejos útiles son el tratar de coordinarse con vecinos o familiares y concretar un punto de encuentro o de distribución de recursos comunales, especialmente si se vive solo o alejado.
En fin… resumiendo
Aunque España haya descartado oficialmente el “gran apagón” eléctrico que prevé Austria para 2025, algunos sectores de la población están sucumbiendo a los pensamientos más pesimistas. “La cuestión no es si habrá un gran apagón, sino cuándo”, espetó la ministra de Defensa austriaca. Pero para algunos, ese cuándo, alimentado por informaciones virales alarmistas, está adelantándose a un ritmo frenético.
Estos días son muchos los ciudadanos que han comenzado a adquirir productos y kits de supervivencia para estar preparados en caso de que llegue el presunto “big blackout” europeo.
“Es una psicosis total” afirman desde distintos establecimientos donde la demanda de los productos del denominado kit de supervivencia del apagón, se está disparando alarmantemente.
¿Sabemos a qué intereses responde esa orientación/manipulación recurrente del consumidor para provocarle el miedo que conduzca al almacenamiento de bienes de primera necesidad?
Como decíamos al principio, ¿sabemos si cada vez que aparece en boca de una autoridad algo tan alarmante como la previsión de una catástrofe o un apagón, se ha basado en informes de verdaderos expertos en el tema que avalen tamaña suposición?
No siempre es así, pero los difusores de falsas catástrofes no pueden hacernos olvidar que es bueno profundizar en la razón de las amenazas para discernir su veracidad y, en su caso, tomar las medidas que procedan, siempre a tiempo y con la mesura necesaria.
Acabamos de vivir una pandemia que ha estado poblada de supuestas “autoridades” que hablaban “por boca de ganso”. Gente, hasta relevante, capaz de negar la evidencia científica sin empacho alguno, dando cuenta de una ignorancia y una falta de respeto al conocimiento y a la ciencia que ahora dan grima, pero, al principio, generaban una incertidumbre y un desconcierto que resultaba totalmente innecesario y peligroso. Una falta de rigor como esta debería ser punible, porque, entre los seguidores de sus consejos conspiranoicos el creerles ha llegado a costar vidas.
La libertad de expresión no ha de estar reñida con la ética y el rigor. En esta era de la comunicación no podemos evitar que la falsedad, el ruido, la calumnia, la charlatanería o los experimentos mediáticos entren en nuestras pantallas o en nuestras conversaciones, pero está en nuestra mano no difundirlas, buscar fuentes fiables para contrastarlas, y jamás prestarnos al juego del escándalo gratuito, por más que una masa convencida de algo tienda a contagiar su ánimo.
El miedo nunca es un buen consejero porque es hijo de la ignorancia. La precaución, sí, siempre hermosa novia del discernimiento.
La pandemia de COVID-19 ha despertado y acelerado, en muchas organizaciones de sectores públicos y privados, la necesidad de establecer análisis de inteligencia de seguridad corporativa e inteligencia competitiva mediante la optimización de datos e información en la gestión del riesgo.
La COVID-19 igualmente, ha cambiado la forma en que la resiliencia se debe observar y adecuar en las organizaciones porque esta crisis ha generado nuevas amenazas y alarmas con exigencia de soluciones globales y tratamiento holístico.
Esto ha acelerado el cambio en nuestros paradigmas de seguridad y la exigencia de aprender a identificar e interpretar los signos del cambio ahora y venideros para poder ofrecer una respuesta adecuada y sólida.
El estado alarma por la pandemia ha acelerado no solo la transformación digital de las organizaciones, sino el irreversible movimiento hacia la convergencia de las seguridades y su necesario tratamiento global.
Pero, ¿cómo se está produciendo realmente la convergencia de las seguridades en las organizaciones y cómo ha cambiado su tratamiento?
¿Cuáles son los beneficios e inconvenientes reales experimentados de la misma? ¿Qué métricas son útiles para medir su efectividad o impacto?
Hace aproximadamente un año, la SEC (Security Executive Council), realizó una encuesta del Barómetro de Seguridad en la que preguntó a múltiples directivos de seguridad física y lógica sobre la interacción y la cooperación entre las áreas de la seguridad cibernética y corporativa. El sesenta por ciento de los encuestados dijo que la cooperación había aumentado, y el 69% declaró que la razón de esto eran los distintos “asuntos que surgieron de interés conjunto”, sobre todo, durante el confinamiento y cambios provocados en la organización probablemente por la COVID-19.
No obstante, la convergencia de las seguridades puede ocurrir a lo largo de un continuo cambio de situaciones o de estrategia y política de seguridad corporativa, que pueden ir, desde la estructura en la que tradicionalmente actuamos cuando hablamos de converger (áreas y equipos combinado, encabezado por un líder), hasta el mantenimiento de dos organizaciones que colaboran rutinariamente o la situación de dos departamentos funcionalmente separados que colaboran según sea necesario.
Cada uno de estos modelos puede constituir la convergencia en algún nivel y puede traer los resultados y beneficios esperados según tipo de organización o entidad y circunstancias a esperar de la colaboración.
En cualquier caso, proporcionar una información analizada y detección y respuesta rápidas a los problemas mejorando el intercambio de inteligencia puede y debe proporcionar una nueva visión del lado práctico de la convergencia de las seguridades mejorando la resiliencia al ampliar la visión y gestión del riesgo globalmente.
Inteligencia y análisis
El planteamiento de una seguridad global (integral e integrada) puede producir grandes cantidades de datos e información por lo que, la relación señal-ruido puede ser bastante desequilibrante.
En este sentido, los equipos de inteligencia y análisis se han vuelto fundamentales durante la pandemia, y la exigencia de una información amplia y rigurosa es una de esas circunstancias y cambios que han venido para quedarse una vez que termine la crisis de la COVID-19.
Este incremento operacional y de análisis, principalmente para la gestión del riesgo y las seguridades, va dirigido a la optimización de los recursos humanos, procesos y tecnologías para el valor futuro de minimización de las consecuencias derivadas de la materialización de nuevos riesgos y amenazas, mejorando y controlando igualmente las vulnerabilidades.
Seguridad global, integral e integrada
El aceleramiento que venimos viviendo hacia esa seguridad global (integral e integrada), tiene múltiples beneficios y, sobre todo, la consecuencia de conseguir una visión holística de la situación, tratamiento y gestión del riesgo y las vulnerabilidades en nuestras organizaciones, su funcionamiento y continuidad con los adecuados costes.
Para ello, además de la implementación de los equipos –internos o externos– de inteligencia y análisis del riesgo, hemos de aprovecharnos de la actual innovación tecnológica y la transformación digital, mediante la integración de sistemas y servicios para impulsar la mitigación de riesgos en personas, activos patrimoniales y procesos operativos para la mejora continua.
Así hemos de implementar servicios especializados y tecnologías interactivas con visión de futuro para el mejor funcionamiento de nuestras organizaciones mediante el análisis y evaluación e implementación de los adecuados sistemas y servicios de seguridad (prevención y protección.
Hemos de concentrarnos en cómo agregar valor a nuestra actividad analizando cuáles son los servicios clave de la organización y apoyarlos mediante una seguridad global sostenible para mostrar el valor compartido y la evitación de costes por incidencias o materialización de riesgos y amenazas potenciales.
Líderes de seguridad global
Especialmente, durante la pandemia de la COVID-19, los líderes de seguridad corporativa nos han transmitido una actitud de gran colaboración para garantizar la continuidad en cada momento, tanto a través de actuaciones directas en aquellos sectores esenciales como el sanitario, los transportes, la alimentación, la seguridad pública, etc., como en la urgente y necesaria implementación del trabajo a distancia y el teletrabajo desde los hogares mediante nuevos planes estratégicos y operativos de seguridad física y lógica o ciberseguridad según necesidades y exigencia de cada organización.
Todo ello, sin duda, ha provocado un nuevo cambio de paradigma en la seguridad y sus líderes que, en este proceso de transformación y convergencia, exige un nuevo nivel experto en mucho más que la convergencia de la seguridad física y lógica con el objetivo y participación en la investigación para construir un modelo mejorado para la seguridad global en las organizaciones, identificar los beneficios o inconvenientes que provienen de la convergencia, determinar cómo se pueden medir eficazmente sus beneficios y determinar la variedad de formas en que esta convergencia se puede establecer en las organizaciones o por qué no se produce.
Nuevos directores ejecutivos de seguridad, que han de ayudar a implementar gestionar o coordinar proyectos u organizaciones de forma global mediante una seguridad integral e integrada dentro del marco de una seguridad humana y ciudadana con una integración operativa pública y privada.
Dedicado por más de 30 años a la Consultoría e Ingeniería de Seguridad y Defensa por más de 20 países como asesor para asuntos aeroportuarios, puertos, cárceles hospitales, entidades bancarias, museos, transporte ferroviario, servicios de Correos y puertos.
Es socio fundador y presidente para Europa de la Federación Mundial de Seguridad (WSF), Director para Europa de la Secretaría Iberoamericana de Seguridad, Asesor gubernamental en materia de integración operativa de seguridad pública y privada en diversos países latinoamericanos.
Como experiencia académica es profesor de postgrado en ICADE (Universidad Pontificia Comillas de Madrid) desde 1986, codirector de postgrado en la Facultad de Psicología (Universidad Complutense de Madrid) y director del Curso de Seguridad en Infraestructuras Críticas del Instituto General Gutierrez Mellado de la UNED, así como conferenciante habitual y profesor en más de 20 países sobre Seguridad y Defensa.
Su representación institucional es principalmente como Miembro Experto de la Comisión Mixta de Seguridad del Ministerio del Interior, Director para Europa de la Federación Panamericana de Seguridad (FEPASEP), representante “ad honores” de la Federación de Empresas de Seguridad del MERCOSUR (FESESUR), asesor del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para asuntos de Seguridad Ciudadana y Observatorio de Delincuencia en Panamá, socio fundador y de honor del Observatorio de Seguridad Integral en Hospitales (OSICH), socio fundador y vicepresidente de la Asociación para la Protección de Infraestructuras Críticas (APIC)
Autor y director de la BIBLIOTECA DE SEGURIDAD, editorial de Manuales de Proyectos, Organización y Gestión de Seguridad
Actualmente es presidente y director del Grupo de Estudios Técnicos (GET), socio-senior partner de TEMI GROUP Consultoría Internacional y socio-director de CIRCULO de INTELIGENCIA consultora especializada.
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850