La creación de riqueza a través de empresas, emprendimientos y comercio, requiere de una reinvención e innovación con seguridad como una condición necesaria y, para afrontar el reto de la nueva seguridad en la era post COVID-19, hemos de establecer una nueva estrategia.
Es un momento clave para las organizaciones, pequeñas, medianas y grandes en el cual resulta fundamental estar preparados para afrontar una crisis que ha operado y seguirá estableciendo cambios sin precedentes en la sociedad.
Por lo que debemos priorizar hacia la eficiencia y seguridad de todos los empleados, colaboradores y clientes de forma que permita una adaptación ágil a la nueva situación donde prime la continuidad del negocio o actividad.
Nuevas rutinas, hábitos de consumo o formas de trabajo han llegado para quedarse, sin todavía determinar su alcance y duración, pero que anticipan un cambio radical de escenario.
Es difícil saber con certeza el cambio cultural organizativo y de comunicación que va a conllevar para todo tipo de entidades, directivos, trabajadores o familias ante un nuevo panorama marcado por una “nueva normalidad” post COVID-19.
Los nuevos desafíos y exigencias, deben estar articuladas en la misma dirección que los objetivos de cualquier tipo de actividad y a sus responsables corresponde:
La organización, dirección, inspección y administración de los servicios y recursos de seguridad (prevención + protección) disponibles.
La identificación, análisis y evaluación de situaciones de riesgo, amenazas y vulnerabilidades que puedan afectar a la integridad de las personas, la actividad y al patrimonio.
La planificación, organización y control de las actuaciones precisas para la implantación de las medidas conducentes a prevenir, proteger y reducir la manifestación de riesgos de cualquier naturaleza con medios y medidas precisas.
El control del funcionamiento y mantenimiento de los sistemas de prevención y protección.
Todo ello, teniendo en cuenta la capacidad de resiliencia y colaboración de empleados y usuarios en general.
La resiliencia ha pasado de ser la gran olvidada, a un recurso de primer nivel. Los directivos de las organizaciones más resilientes son las que cuentan con los sistemas de valores más estables y compartidos.
Las organizaciones resilientes son capaces de enfrentar el fracaso, recuperarse, adaptarse rápidamente al cambio y a la incertidumbre, para salir fortalecidas de cualquier incidencia. Así, hemos de potenciar esta habilidad y:
Aceptar la realidad, verla tal y como es y en toda su crudeza. En cuanto al liderazgo, implica comunicar con transparencia e informar de la situación real.
Encontrar el sentido y saber aprovechar las lecciones aprendidas de las situaciones más comprometidas para interpretar y encauzar los acontecimientos.
Adaptarse a las nuevas situaciones, ya sean del entorno o laborales. Los cambios son siempre oportunidades.
Buscar la orientación hacia las soluciones y no quedarse paralizados por los problemas. Hay que establecer nuevos objetivos y transmitirlos al equipo.
Reconocer las habilidades, confiar en ellas y utilizarlas para adaptarse a los nuevos desafíos y cambios.
Moverse en un entorno optimista y positivo y liderar con convicción los nuevos planes, cambios y objetivos.
Mantener un posicionamiento objetivo analizando y evaluando las ventajas y los inconvenientes de cada situación y entorno.
Valorar lo positivo de cada situación y de cada cambio y relativizar las incertidumbres y problemas.
En resumen, hemos de conseguir que nuestros entornos sean más seguro, aportando soluciones que protejan vidas, bienes y servicios esenciales para la sociedad, dando continuidad a los negocios y actividades.
Para ello, hemos de ofrecer soluciones que garanticen una readaptación a la nueva normalidad con nuevos procesos de trabajo, seguridad y bienestar.
Así, quisiera resumir, con mi particular acrónimo de “PODREMOS”, que hemos de actuar con Proactividad, Oportunidad, Desafíos, Relaciones, Experiencia, Motivación, Observación y Soluciones.