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Tras la larga crisis provocada por la pandemia de la COVID-19, nos encontramos en pleno proceso para la reactivación económica y social que no será posible sin una nueva cultura de seguridad y resiliencia.
La creación de riqueza a través de empresas, emprendimientos y comercio, requiere de una reinvención e innovación con seguridad como una condición necesaria y, para afrontar el reto de la nueva seguridad en la era post COVID-19, hemos de establecer una nueva estrategia.
Es un momento clave para las organizaciones, pequeñas, medianas y grandes en el cual resulta fundamental estar preparados para afrontar una crisis que ha operado y seguirá estableciendo cambios sin precedentes en la sociedad.
Por lo que debemos priorizar hacia la eficiencia y seguridad de todos los empleados, colaboradores y clientes de forma que permita una adaptación ágil a la nueva situación donde prime la continuidad del negocio o actividad.
Nuevas rutinas, hábitos de consumo o formas de trabajo han llegado para quedarse, sin todavía determinar su alcance y duración, pero que anticipan un cambio radical de escenario.
Es difícil saber con certeza el cambio cultural organizativo y de comunicación que va a conllevar para todo tipo de entidades, directivos, trabajadores o familias ante un nuevo panorama marcado por una “nueva normalidad” post COVID-19.
Los nuevos desafíos y exigencias, deben estar articuladas en la misma dirección que los objetivos de cualquier tipo de actividad y a sus responsables corresponde:
La organización, dirección, inspección y administración de los servicios y recursos de seguridad (prevención + protección) disponibles.
La identificación, análisis y evaluación de situaciones de riesgo, amenazas y vulnerabilidades que puedan afectar a la integridad de las personas, la actividad y al patrimonio.
La planificación, organización y control de las actuaciones precisas para la implantación de las medidas conducentes a prevenir, proteger y reducir la manifestación de riesgos de cualquier naturaleza con medios y medidas precisas.
El control del funcionamiento y mantenimiento de los sistemas de prevención y protección.
Todo ello, teniendo en cuenta la capacidad de resiliencia y colaboración de empleados y usuarios en general.
La resiliencia ha pasado de ser la gran olvidada, a un recurso de primer nivel. Los directivos de las organizaciones más resilientes son las que cuentan con los sistemas de valores más estables y compartidos.
Las organizaciones resilientes son capaces de enfrentar el fracaso, recuperarse, adaptarse rápidamente al cambio y a la incertidumbre, para salir fortalecidas de cualquier incidencia. Así, hemos de potenciar esta habilidad y:
Aceptar la realidad, verla tal y como es y en toda su crudeza. En cuanto al liderazgo, implica comunicar con transparencia e informar de la situación real.
Encontrar el sentido y saber aprovechar las lecciones aprendidas de las situaciones más comprometidas para interpretar y encauzar los acontecimientos.
Adaptarse a las nuevas situaciones, ya sean del entorno o laborales. Los cambios son siempre oportunidades.
Buscar la orientación hacia las soluciones y no quedarse paralizados por los problemas. Hay que establecer nuevos objetivos y transmitirlos al equipo.
Reconocer las habilidades, confiar en ellas y utilizarlas para adaptarse a los nuevos desafíos y cambios.
Moverse en un entorno optimista y positivo y liderar con convicción los nuevos planes, cambios y objetivos.
Mantener un posicionamiento objetivo analizando y evaluando las ventajas y los inconvenientes de cada situación y entorno.
Valorar lo positivo de cada situación y de cada cambio y relativizar las incertidumbres y problemas.
En resumen, hemos de conseguir que nuestros entornos sean más seguro, aportando soluciones que protejan vidas, bienes y servicios esenciales para la sociedad, dando continuidad a los negocios y actividades.
Para ello, hemos de ofrecer soluciones que garanticen una readaptación a la nueva normalidad con nuevos procesos de trabajo, seguridad y bienestar.
Así, quisiera resumir, con mi particular acrónimo de “PODREMOS”, que hemos de actuar con Proactividad, Oportunidad, Desafíos, Relaciones, Experiencia, Motivación, Observación y Soluciones.
Hace 20 años, 19 hombres secuestraron cuatro aviones comerciales en la mañana del 11 de septiembre de 2001 y se dirigieron a objetivos de interés de Estados Unidos en un ataque organizado por el entonces líder de Al Qaeda, Osama bin Laden. Atentados que, como consecuencia, provocaron cambios irreversibles en el mundo, entre ellos una guerra en Afganistán que ha durado estos mismos 20 años.
Los ciudadanos vivimos lo imposible, en directo. El 11-S el mundo entero siguió atónito durante horas unas imágenes de acontecimientos que parecían imposibles.
Hace 20 años, de aquel día en el que perdieron la vida 2.996 personas, aunque con el tiempo, las consecuencias también han sido graves para muchos de los bomberos y policías que trabajaron entre los escombros y han ido falleciendo tiempo después como resultado de respirar el denso polvo y contaminación que se provocó tras el colapso de tres edificios durante aquella jornada en Nueva York. Otros muchos aún tienen el denominado 'síndrome del World Trade Center'.
"America is under attack". Esta fue la primera comunicación hecha al presidente Bush… “América está bajo ataque".
Y así fueron los atentados contra las Torres Gemelas. Dos aviones impactaron sobre las torres provocando un feroz incendio por el combustible que llevaban lo que causó el derrumbe de los dos edificios, ya que se estima que se alcanzó una potencia calorífica que pudo llegar hasta cinco veces la de una central nuclear, según concluye el primer informe oficial sobre el catastrófico fin de ambos edificios, revelado por el diario The New York Times.
El 11 de septiembre de 2001 no fue un día normal, porque marcó un antes y un después en la historia de la seguridad. Los atentados suicidas y terroríficos realizados en Estados Unidos nos han marcado para siempre y ha habido un antes y un después de la seguridad/inseguridad y la prepotencia que algunos se arrogaban.
Dos décadas de consecuencias que han estremecido al mundo
En primer lugar, el brutal ataque terrorista provocó una respuesta legítima de Estados Unidos que mezcló argumentos religiosos y liberales. Así, en octubre de 2001, bajo el objetivo público de desmantelar Al Qaeda, invadió Afganistán para sacar a los talibanes del poder. Dos décadas después, los talibanes han recuperado el país en dos semanas y han evidenciado que la invasión fue un error y ahora, se ha demostrado que "Afganistán es la puntilla de la era post 11-S" para Estados Unidos que ha abandonado vergonzosamente el país.
Pero, el 11-S no solo provocó la guerra de Afganistán, que fue apoyada por los aliados occidentales, sino que supuso el nacimiento de una derecha política diferente, que ponía el énfasis en la seguridad y en un sentimiento nacionalista fuerte.
En enero de 2002, en el discurso del estado de la Unión, el presidente Bush explicó la existencia de un "eje del mal" formado por Irán, Irak y Corea del Norte, añadiendo a este último país para que el eje no fuera solo musulmán.
Igualmente el Gobierno estadounidense decidió utilizar la base naval de Guantánamo para detener e interrogar a los sospechosos del atentado o amenaza.
Años después, el 1 de mayo de 2011, poco después de las once de la noche, dos helicópteros MH-60 Black Hawk despegaron del aeródromo de Jalalabad, en el este de Afganistán, e iniciaron una incursión secreta en Pakistán con la misión de matar a Osama bin Laden, que se encontraba en una casa de tres plantas situada cerca de una academia militar de elite. Dentro de los aparatos iban 23 miembros del Team Six de los SEALS, las fuerzas especiales de la Marina, conocido como Grupo Especial de Desarrollo de Guerra Naval (en inglés, DEVGRU).
La caída de las Torres Gemelas el 11-S
El arquitecto Minoru Yamasaki concibió en los años 60 los edificios más altos del mundo, símbolo de la prosperidad estadounidense. Las Torres Gemelas, con sus 110 pisos, eran por aquel entonces los edificios más altos de Nueva York y uno de los símbolos de la ciudad. El primer avión chocó contra la torre norte a las 8:45 de la mañana. El edificio ardió durante casi 2 horas y, posteriormente, a las 10:28 h se derrumbó en solo 11 segundos.
En un principio, se pensó que aquello era un accidente aéreo, pero cuando a los 18 minutos de comenzar a arder la primera torre, chocó el segundo avión en la torre sur, se confirmó que era un acto terrorista. El segundo rascacielos resistió en llamas durante 56 minutos, sin embargo, a las 9:59 h, se derrumbó en tan solo 9 segundos. En apenas dos horas, los dos edificios que recibieron el impacto se derrumbaron.
Pero, ¿por qué se derrumbaron las torres? Veinte años después del atentado terrorista se ha hecho público un informe que explica las causas científicas del derrumbe de los rascacielos.
El profesor emérito en el Departamento de Ingeniería Civil y Ambiental en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Eduardo Kausel, explicó a la BBC que: "La respuesta aceptada por toda la gente seria es que las torres se vinieron abajo porque fueron objeto de un ataque terrorista". Kausel fue el encargado de realizar varios estudios para explicar las causas de los derrumbes desde el punto de vista de ingeniería y arquitectura. La respuesta del ingeniero indica que lo sucedido aquel día, se debió a una serie de fenómenos físicos y químicos que desataron una catástrofe que nadie, por aquel entonces, podía imaginar.
Así, los estudios del MIT, notificaron que los rascacielos se derrumbaron debido a dos razones: Los daños estructurales que causaron los aviones y los incendios que se desarrollaron a lo largo de varios pisos
Los datos oficiales indican que cada avión Boeing 767 tenía más de 37.000 litros de combustible. Lo que provocó que mucho combustible se quemara en el momento del impacto y otra parte se derramase por los pisos inferiores haciendo que el fuego se expandiera.
Las teorías conspirativas que surgieron en torno al ataque del 11-S
Las primeras teorías conspirativas aparecieron en Internet pocas horas después de los ataques en 2001, y desde entonces, con el auge de las redes sociales han crecido en alcance y dimensión.
Los extensos informes de la Comisión del 11 de Septiembre, de las agencias gubernamentales de Estados Unidos y los grupos de expertos, han refutado la existencia de cualquier conspiración oculta.
Desde que se produjeron los atentados han surgido diferentes hipótesis que se suelen agrupar bajo la denominación de teorías conspirativas, que sostienen que las investigaciones y conclusiones oficiales no resultan convincentes.
En general, estas teorías se cuestionan tanto que: las Torres Gemelas o la Torre 7 del World Trade Center hubieran podido derrumbarse como lo hicieron solo por el impacto de los aviones, y no como consecuencia de la colocación de cargas explosivas de minería en los sótanos para hacer una demolición controlada, dada la forma de derrumbe vertical de los edificios.
Para conmemorar la ocasión, el Servicio Secreto de Estados Unidos ha pasado la semana previa compartiendo imágenes nunca vistas de uno de los días más oscuros de la historia de Estados Unidos. “Al acercarse el 20 aniversario del 11-S, compartiremos fotos de ese día y de los días posteriores. Algunas se han compartido antes y otras no se han visto nunca. No olvidemos nunca", han añadido. El Buró Federal de Investigación (FBI) de Estados Unidos desclasificó, en el día de esta conmemoración, un documento hasta ahora secreto que formó parte de sus investigaciones sobre la posible implicación del Gobierno saudí en los atentados del 11-S, tras una fuerte presión de los familiares de las víctimas. Aunque las partes censuradas del informe impiden confirmar si eso significa que contaba con el beneplácito del Gobierno saudí, la asociación de familiares de las víctimas 9/11 United celebró su publicación y la consideró una prueba más de los probables lazos de Riad con los atentados. "Ahora los secretos de los saudíes están expuestos y es hora de que el reino reconozca el papel de sus funcionarios a la hora de asesinar a miles en suelo estadounidense", dijo en un comunicado Terry Strada, de la citada asociación.
Atentados de película
Las dos décadas que han pasado de los atentados del 11-S y la reciente toma del poder en Afganistán por los talibanes, han dado pie y oportunidad a las cadenas de televisión y plataformas de streaming a retomar todo tipo de análisis en torno al conflicto que ha definido al siglo XXI.
Muchas producciones se han hecho sobre el 11 de septiembre de 2001 y están disponibles en las diferentes plataformas. Así, cabe destacar algunos títulos que son ya clásicos de un subgénero cinematográfico como son:
- La última noche (2002), de Spike Lee.
- La célula de Hamburgo (2004). Realizada por Channel 4 (Reino Unido).
- World Trade Center (2005), de Olivier Stone.
- Loose Change (2005 y 2009), saga dirigida por Dylan Avery.
- 911: en el plano del sitio (2006) de William Lewis.
- La noche más oscura (2012) de Kathryn Bigelow.
- United 93 (2006) de Paul Greengrass.
- Mi nombre es Khan (2010), de Karan Johar.
- Querido John (2010), de Lasse Hallström.
- Recuérdame (2010), de Allen Coulter.
- Extremely Lound and Incredibly (2011), de Stephen Daldry.
- 7I Pet Goat II (2012), de Louis Lefebvre.
- 12 Strong (2018) dirigida por Nicolai Fuglsig.
- The Looming Tower (2018). Miniserie sobre Osama Bin Laden y Al Qaeda.
- Windows on the world (2019), de Michael D. Olmos.
- Worth (2021), de Sara Colangelo.
Los cambios que se han quedado para siempre
El 11 de septiembre de 2001 ocurrió sin duda un hecho novedoso. Pero no por la amenaza terrorista ni por las características del atentado, sino por el cambio operado en la percepción del peligro. La mayor potencia del mundo descubrió sus vulnerabilidades al sufrir un ataque en su corazón, en sus símbolos, y sintió simplemente miedo.
No cabe duda de que el uso de aviones comerciales para atacar y asesinar a miles de personas por parte de la organización de extremistas islámicos Al Qaeda, constituyó un irreversible cambio radical de los usos y costumbres de los usuarios de los aeropuertos, principalmente.
Ni los propios asesinos podían imaginar las consecuencias que el 11-S tendría en la industria aeronáutica, sobre todo desde el punto de vista de seguridad. Controles y más controles, e interminables filas, hacen que los pasajeros miren cada vez con más recelo el uso del avión como medio de transporte.
Nadie se opone a pensar que los sucesos producidos en los Estados Unidos el 11-S, supusieron el final de un estado de “confort y seguridad”, referida esta, a la conciencia general y percepción del riesgo y al grado de seguridad que este exigía.
El cambio de protocolos ha tenido un impacto indiscutible a los ojos de los usuarios, sobre todo del transporte aéreo, en forma de controles exhaustivos en los accesos a las zonas internas de los aeropuertos, en los procedimientos de embarque y vuelo.
A modo de resumen
Es de esperar que, después de ser sacrificados brutalmente cerca de tres mil ciudadanos del mundo, sigamos teniendo en cuenta una máxima fácil de entender “mata a uno y aterrorizarás a miles, mata a miles y aterrorizarás a millones”.
Conclusión: veinte años después es para estar aterrorizado... no sabemos dónde están esos terroristas difusos y confusos y que viven entre nosotros, que pusieron en evidencia las vulnerabilidades de la sociedad.
Aquel día el mundo entero pareció sumirse durante horas en un silencio absoluto que cambiaría el curso de la historia para siempre. Todos recordaremos siempre dónde nos encontrábamos en aquel preciso momento y yo, casualmente, me encontraba en Cuba disertando sobre la Seguridad en Grandes Edificios ¡!
Fotos de US Secret Service
La aceleración de la transformación digital es quizá, el proyecto a nivel global más importante y urgente como consecuencia de lo vivido y los cambios que estamos teniendo durante el largo proceso de esta pandemia provocada por la COVID-19 desde finales del año 2019.
Unos cambios que, en diversos aspectos está y va a suponer una verdadera mutación de paradigmas, como lo es en el caso de la digitalización de todos los sectores y actividades, independiente del nivel o dimensión de las instituciones y organizaciones.
Un cambio de paradigmas, como lo es en el caso de la seguridad que afecta a lo global y lo glocal de forma transversal a todos los sectores y actividades industriales y comerciales y a las Administraciones Públicas y, de manera muy especial, a las infraestructuras esenciales, estratégicas y críticas.
Por todo ello, y como ya venimos insistiendo desde hace tiempo, la seguridad es y será el concepto transversal protagonista en todo este proceso de digitalización y transformación digital.
Una transformación digital, liderada por una Seguridad integral, operativa y tecnológica, pública y privada, física y lógica con el objetivo de reforzar los controles, capitalizar la analítica de datos, colaborar más con todos los miembros de la organización, dinamizar la respuesta y aumentar la resiliencia y acometer las prioridades, los nuevos retos, exigencias y oportunidades que se presentan en las entidades públicas y privadas en esta fase de la recuperación y hacia la nueva normalidad tras la pandemia.
La seguridad liderará esta recuperación con todos los medios a nuestro alcance donde, las organizaciones, han de implementar la práctica de influir o convencer, y pensárselo mucho antes de imponer nuevos medios y medidas de seguridad, sin el análisis previo en profundidad y de forma integral, a fin de evitar batallas internas a la hora de aplicar los siempre limitados recursos allí donde sean más beneficiosos para la reducción de amenazas y la eficiente gestión del riesgo y las seguridades.
Una transformación digital, digitalización y automatización, donde sus aspectos más importantes dentro de la seguridad son la prevención y la resiliencia, como claves hacia la nueva normalidad.
Un nuevo planteamiento de seguridad integral e integrada basada en las lecciones aprendidas durante esta pandemia que requiere replanteamientos e implementación de una: Análisis de las nuevas necesidades y exigencias del mercado; Evaluación de la situación actual de las seguridades tras la pandemia; Visión estratégica, global y coordinada; Planteamiento de la Gestión integral del Riesgo y las Seguridades; Estudio de los nuevos productos y servicios, según exigencias y necesidades; Capacitación especializada para los nuevos objetivos, implementaciones y servicios; Nuevos protocolos para la Cooperación Público-Privada; Revisión y adecuación de las carencias de Legislación y Normativa; Revisión de los nuevos retos para el sector de las seguridades (física y lógica), especialmente en materia de ciberseguridad; Evaluación de las nuevas oportunidades.
Estamos ante un cambio de modelo de seguridad global y glocal. El mundo ha cambiado por completo tras una pandemia que ha acelerado el proceso de transformación digital, y ahora es clave para las organizaciones disponer de unos recursos humanos y técnicos que estén preparados y protegidos en su gestión desde cualquier lugar y dispositivo.
Igualmente, durante la pandemia, el teletrabajo en cierto tipo de funciones y tareas ha venido para quedarse en nuestro modelo empresarial e institucional, instando a las organizaciones a acelerar su proceso de transformación digital y al uso de las nuevas tecnologías para procurar relaciones de trabajo seguras de y con sus empleados, con las excepciones a nivel de medidas impuestas, señaladas en la normativa vigente, y que serán objeto imprescindible de actualización obligatoria ya en el presente y en los próximos tiempos.
A modo de resumen, como ya hemos venido diciendo y, teniendo en cuenta que la seguridad es un concepto vivo y dinámico, en los últimos tiempos, y especialmente en el pasado año, los pilares sobre los que se asentaba este concepto transversal de seguridad (prevención + protección), se han deteriorado y tambaleado, en gran medida en relación con aspectos también relacionados con la propia globalización. Sin embargo, las bases esquemáticas de la seguridad son suficientemente fuertes como para afrontar lo que venga, en medio de esta nueva singladura a través de las amenazantes mareas u olas de una pandemia donde todo ha sido y es nuevo.
Ya, la Unión Europea, en su primera publicación de la Estrategia de Seguridad en el año 2003, señalaba la necesidad de afrontar juntos las amenazas y riesgos existentes, recordando, por otra parte, que ningún país por sí mismo sería capaz de hacerlo a solas.
Así, hemos de avanzar bajo las bases de una gobernanza global los desafíos y el cambio existente en el planeta hacia un mundo más seguro con las responsabilidades compartidas, con esas amenazas a la paz y la seguridad, entre las cuales las referencias a las enfermedades infecciosas mortales son constantes, así como a la necesidad de una seguridad biológica que también pone de manifiesto las vulnerabilidades de nuestros sistemas sanitarios -a escala global- frente a las nuevas enfermedades infecciosas, abundando en los riesgos (y oportunidades) que generan los avances en la biotecnología, lo que hace necesario preparar una defensa eficaz contra el bioterrorismo y contra los brotes naturales de enfermedades infecciosas.
Finalmente, ante este nuevo modelo de seguridad global, de gran amplitud y complejidad, no podemos perder de vista todas esas palabras/conceptos clave con los que hemos de seguir trabajando que son principalmente la: Globalización, Glocalización, Revisión, Actualización, Transformación, Digitalización, Reinvención, Prevención, Integración, Convergencia, Control, Ciberseguridad, Tecnología, Gestión Integral, Resiliencia, Cooperación, Capacitación, Eficiencia, Productividad… todo ello, imprescindible para la “Nueva normalidad”, con la transformación digital liderada por la seguridad.
Hemos vivido más de un año lleno de inseguridades y desconcierto, pero también de nuevas seguridades puestas en marcha, tanto a nivel global como local y personal, para hacer frente a las amenazas y consecuencias del fenómeno COVID-19. Son momentos no sólo de asumir lo ocurrido y vivido, sino de reflexionar y actuar a fondo, asumiendo el hecho fundamental de que estamos ante el planteamiento de un nuevo paradigma, a desarrollar e implementar de cara a las nuevas necesidades y exigencias de una sociedad que vive momentos de importante cambio y que demanda un trabajo y un talento aplicado a la recuperación, que será sin duda sobre la base de la transformación digital.
Durante la pandemia han crecido los sentimientos de inseguridad, miedo e impotencia, y ha cambiado nuestra percepción de seguridad. El manejo de esta percepción para su transformación de líquida a sólida, tiene mucho que ver con el conocimiento de cuáles son los nuevos riesgos y amenazas a los que ahora nos enfrentamos, y qué posibilidades reales tenemos de gestionarlos y evitarlos -dentro de cada una de nuestras vulnerabilidades-, a fin de no vivir permanentemente con miedo en el cuerpo.
Sin embargo, la pandemia no solo ha puesto en jaque parte de nuestra seguridad física, sobre todo para las personas en situación de mayor riesgo, sino que ha hecho visibles nuestras vulnerabilidades en los procesos de digitalización, especialmente durante el confinamiento, con el súper incremento del trabajo a distancia y el teletrabajo.
El confinamiento, por sí mismo, ha incrementado la sensación de inseguridad, con otros problemas asociados al temor básico al contagio, que también amenazaron la salud mental de la población, en especial en determinados colectivos aislados y especialmente limitados, como son las personas de riesgo, enfermas o ancianas, sin olvidar las graves consecuencias de la sostenida vivencia de impotencia y de peligro vital sufridos por el personal sanitario.
La seguridad y el miedo son las dos caras de una misma moneda, pues la falta de percepción de la una nos lleva al otro, y viceversa. No podemos menospreciar la utilidad del conocimiento real de las amenazas y la función protectora de cierta dosis de temor. Los individuos nos unimos frente a él, pero, cuando la percepción de amenaza es difusa y colectiva, con frecuencia se desencadena una cascada de sentimientos de autoprotección, que dejan de ser preventivos, para dividir y marcar diferencias entre los grupos sociales, convirtiéndose en combustible de la hostilidad, cuando no del pánico. Ese estado de ansiedad puede ser también terreno propicio para los oportunistas del negocio digital, tanto en su forma de vendedores de creencias, supercherías y remedios de todo tipo, como para el beneficio de hackers, phisers y criminales, que aprovechan las redes sociales y autopistas de la información para su propio lucro, a niveles cada vez más importantes.
Pero nuestra especial cualidad es esa capacidad de adaptación que ha vuelto a demostrar nuestra sociedad. Hemos aprendido nuevas lecciones y ahora hemos de ajustarnos a las nuevas circunstancias y tener claras qué medidas debemos tomar, centrando nuestros recursos y esfuerzos en determinar, consolidar y mejorar todo aquello de lo nuevo que ha venido para quedarse. Algunos de estos campos ya evidentes son: las nuevas relaciones sociales y laborales, el replanteamiento de actividades públicas, los cambios en los hábitos en el consumo, las diferentes formas y nuevos modelos de reuniones, la obligada revisión de las necesidades reales de las convocatorias con desplazamiento, las nuevas modalidades en la docencia, el incremento del trabajo a distancia y el teletrabajo, etcétera.
Crisis de inseguridad y oportunidad de cambio
La realidad de esta crisis multidimensional nos ha traído nuevas inseguridades que ya resultan patentes para casi todos, y es difícil de negar que tratamos de salir de ellas con una maltrecha confianza y un mayor desencanto social, que se ve agravado por la todavía larga incertidumbre de la COVID-19 y sus efectos directos e indirectos, tanto sociales como económicos.
Ante este panorama hemos de repasar las lecciones aprendidas, reflexionar sobre qué es lo que ha fallado y extraer las lecciones que sustenten conclusiones y nos provean de herramientas para construir un nuevo paradigma de seguridad.
La sensación de no sentirse seguro puede y debe ser matizada, objetivada y utilizada para poder reaccionar sobre datos ciertos, tomar las medidas que sean necesarias y controlar el entorno, dentro de nuestras posibilidades. Debemos generar confianza, pero también limpiar de ruido el panorama, aprender y enseñar a discernir sobre la información que es fiable y la que no, generando sistemas de alerta y control que eviten las noticias sensacionalistas, los datos manipulados o sesgados, los bulos y las campañas de descrédito orquestadas, que no hacen más que ahondar las hostilidades y el sentimiento de desprotección de la población, sin que se suela aislar o castigar a los pescadores intrusos de este río revuelto.
Lo digital y la seguridad, pareja íntima de protagonistas
La Comisión Europea, que había calculado que en el año 2020 el mercado europeo se enfrentaba a una carencia de unos 750.000 expertos en tecnología, ratifica ahora que éste es uno de los grandes retos que tenemos que afrontar, poner en valor y dar prioridad.
Pensando en estos nuevos desafíos post COVID-19, las organizaciones públicas y privadas vienen instaurado nuevas tecnologías, metodologías y medidas organizativas, especialmente en el ámbito de la prevención del riesgo, automatizando los procesos e implantando nuevos sistemas de control y protección que ofrecen nuevas oportunidades de desarrollo en todos los sectores de actividad.
La prevención y la gestión del riesgo y las seguridades también se están digitalizando mediante aplicaciones tecnológicas que se convierten en un aliado estratégico para planificar, ejecutar y reportar los objetivos del día a día, teniendo en cuenta además que acompañan a los usuarios activamente en el proceso de transformación digital ya imparable.
También los servicios de seguridad privada, sin duda alguna, han contribuido y siguen contribuyendo a dar cumplimiento a las obligaciones impuestas por los dirigentes públicos y privados durante esta alerta sanitaria, así como al mantenimiento de la seguridad pública en nuestro país.
La pandemia ha dejado patente, una vez más, la importancia de la seguridad privada como auxiliar y complementaria de la seguridad pública, lo que ha provocado muchos cambios en las actividades preventivas, pero, especialmente, en aspectos como: la gestión del riesgo, la implementación de nuevas tecnologías y sistemas de control, el desarrollo de la ciberseguridad, la actualización de los planes de contingencia y continuidad y la formación especializada.
Profesionales como los vigilantes de seguridad o los directores de seguridad han estado, y siguen estando en muchos casos en primera línea de infraestructuras de alto riesgo como las sanitarias, la distribución o la red de transportes.
El nuevo paradigma ha de adecuarse a las nuevas exigencias de seguridad en cuanto a la planificación de: prevención, protección, contingencia, resiliencia, reaseguramiento, continuidad y un largo etcétera de ítems cambiantes a los que también tenemos que estar atentos y adaptar nuestras respuestas:
Globales, como: restricciones de actividad, regulación del uso de mascarillas, mantenimiento de distancias sociales, restricción de movimientos y viajes, etc.
Locales, como: limitaciones en las actividades públicas y privadas, acotación y limitación de horarios públicos, etc.
Operativas, como: implementación del trabajo a distancia y el teletrabajo, limitación de aforos, restricciones en los contactos y comunicaciones, etc.
Personales, como: uso de mascarillas y desinfectantes, limitaciones en reuniones y contactos familiares, prevenciones sanitarias, protecciones físicas, precauciones en movimientos, cambios en hábitos sociales y ocio, etc.
Nueva normalidad. Liderar la transformación
Liderar la transformación digital, reforzar los controles, capitalizar la analítica de datos y colaborar más con todos los miembros de la organización, dinamizar la respuesta y aumentar la resiliencia es la lista de prioridades en las entidades públicas y privadas en esta fase de la recuperación.
En cualquier caso, en nuestras organizaciones hemos de implementar la práctica de influir o convencer, y pensárnoslo mucho antes de imponer nuevos medios y medidas de seguridad, a fin de evitar batallas internas a la hora de aplicar los siempre limitados recursos allí donde sean más beneficiosos para la reducción de amenazas y la eficiente gestión del riesgo y la seguridad.
La digitalización, la automatización y la prevención son claves en la “nueva normalidad".
El mundo ha cambiado por completo tras una pandemia que ha acelerado el proceso de transformación digital, y ahora es clave para las organizaciones disponer de unos recursos humanos y técnicos que estén preparados y protegidos en su gestión desde cualquier lugar y dispositivo.
Igualmente, durante la pandemia, el teletrabajo en cierto tipo de funciones y tareas ha venido para quedarse en nuestro modelo empresarial e institucional, instando a las organizaciones a acelerar su proceso de transformación digital y al uso de las nuevas tecnologías para procurar relaciones de trabajo seguras de y con sus empleados, con las excepciones a nivel de medidas impuestas, señaladas en la normativa vigente, y que serán objeto imprescindible de actualización en los próximos tiempos.
Por otro lado, como se anima desde la Fundación Telefónica es necesario un Pacto Digital que “debe basarse en un nuevo modelo de gobernanza que sea capaz de combinar los aspectos sociales, ambientales y económicos y asegurar al mismo tiempo una transición digital sostenible a largo plazo”.
A modo de conclusiones
Teniendo en cuenta que la seguridad es un concepto vivo y dinámico, en los últimos tiempos, y especialmente en el pasado año, los pilares sobre los que se asentaba se han deteriorado y tambaleado, en gran medida en relación con aspectos también relacionados con la propia globalización. Sin embargo, las bases reticulares de la seguridad son suficientemente fuertes como para afrontar lo que venga, en medio de esta nueva singladura a través de las amenazantes mareas de una pandemia donde todo es nuevo.
La Unión Europea, en su primera publicación de la Estrategia de Seguridad en el año 2003, señalaba la necesidad de afrontar juntos las amenazas y riesgos existentes, recordando, por otra parte, que ningún país por sí mismo sería capaz de hacerlo a solas.
Igualmente, las Naciones Unidas, el órgano de gobernanza global por excelencia, en el informe que formula un grupo de expertos de alto nivel sobre las amenazas, los desafíos y el cambio existente en el planeta, titulado “Un mundo más seguro: la responsabilidad que compartimos”, recoge las amenazas a la paz y seguridad más importantes presentes en el mundo, entre las cuales las referencias a las enfermedades infecciosas mortales son constantes, así como a la necesidad de una seguridad biológica. Y también pone de manifiesto las vulnerabilidades de nuestros sistemas sanitarios —a escala global— frente a las nuevas enfermedades infecciosas, abundando en los riesgos (y oportunidades) que generan los avances en la biotecnología, lo que hace necesario preparar una defensa eficaz contra el bioterrorismo y contra los brotes naturales de enfermedades infecciosas.
La pandemia de la COVID-19 ha puesto de manifiesto lo avisado por las Naciones Unidas y generado un contexto único, en el que las medidas de prevención del riesgo y la gestión de las seguridades se han ampliado a nuestra vida diaria. Así, en los últimos tiempos muchos ciudadanos cumplimos con la prevención al usar mascarillas, lavarnos las manos, mantener la distancia social, etc. Por lo mismo, es el momento ideal para transformar esta nueva conciencia en una Cultura de Seguridad que trascienda el contexto actual.
Ahora más que nunca, la prevención como cultura es esencial y llegó para quedarse. La prevención del riesgo ha pasado de ser una norma conveniente a estar presente y hacer ruido en todos los frentes.
Sin duda, el riesgo de contagio se ha convertido en el protagonista de la prevención dentro del contexto actual. Sin embargo, de igual manera, es esencial no olvidar los riesgos críticos que siguen existiendo en el espacio laboral y de ocio, y lograr la convivencia entre los protocolos que protegen contra la amenaza del virus, con los que protegen a las personas y empleados de los riesgos tradicionales. Esto es fundamental en organizaciones de fabricación, construcción o de servicios, así como en todas aquellas con mayores riesgos críticos de actividades esenciales.
Finalmente, y como se viene diciendo, quizá sea el momento de recapitular y, una vez más, volver la vista hacia la historia y los clásicos, analizando modelos de éxito, y quizá recordando una frase pronunciada por Sun Tzu hace casi 2500 años, que también pueda dar luz al camino a seguir:
“El que actúa aisladamente, carece de estrategia y se toma a la ligera a sus adversarios y sus amenazas, inevitablemente acabará siendo derrotado”.
Acelerado por la pandemia de la COVID-19, el presente y el futuro inmediato de la transformación digital y las principales iniciativas digitales de las organizaciones públicas y privadas, incluyen el aprovechamiento de la tecnología para mejorar la producción, la seguridad digital proactiva y la automatización inteligente de la gestión operativa y el capital humano.
Un reto cultural digital basado en el talento y la tecnología como los nuevos pilares de las organizaciones digitales. Una necesaria transformación digital basada en la digitalización transversal, la tecnología y la conciliación con control de la privacidad y la seguridad.
Nueva normalidad. Liderar la transformación
Liderar la transformación digital, capitalizar la analítica de datos y colaborar más con la organización encabezará la lista de prioridades en las entidades con gran impulso para mejorar las capacidades de análisis de datos.
Como recomienda la consultora estadounidense Gartner debemos "practicar la influencia, no la coacción", limitando el número de batallas que los líderes de seguridad decidan librar y buscando formas de aplicar sus limitados recursos allí donde sean más beneficiosos para la reducción y la gestión del riesgo.
Así, la digitalización, la automatización y la seguridad son claves en la “nueva normalidad". El mundo ha cambiado por completo con una pandemia, que ha acelerado el proceso de digitalización y ahora, es clave para las organizaciones, disponer de una fuerza de trabajo que esté protegida en su gestión en cualquier lugar y dispositivo.
La pandemia ha obligado a empresas y administraciones a adaptarse aceleradamente a un mundo digital y a distancia donde la transformación de las organizaciones implica una combinación de cuatro prioridades estratégicas: reinventar las aplicaciones, proteger la información, automatizar la infraestructura y su gestión y facilitar el trabajo colaborativo, todo sobre la base de la seguridad.
Las empresas y administraciones deberán reforzar su capacidad de resiliencia y acelerar su transformación digital, y en este año se pondrán en marcha un gran número de iniciativas basadas en la tecnología y la gestión.
Una de las tecnologías estrella será sin duda lo que Gartner ha denominado SASE (Secure Access Service Edge), que es la combinación de la red y la seguridad en la nueva era “multicloud”.
Transformación digital. Definiciones, retos y claves
Lo primero hemos de tener claro qué es exactamente la transformación digital, cuáles son sus retos y claves para el éxito.
Transformar digitalmente una organización significa saber elegir qué herramientas tecnológicas y de gestión serán la guía para este fundamental cambio.
Inicialmente, hemos de ver en qué punto tecnológico está la organización y cómo esas herramientas las podemos utilizar para mejorar nuestra actividad, incluso para reinventarnos.
Una cuestión por resolver para la adecuada transformación, es saber analizar hasta qué punto nuestra organización es capaz de entender la necesidad del cambio y adoptar la tecnología para esta nueva etapa. Transformarse también implica asumir que la organización debe estar preparada para el cambio permanente.
Uno de los retos más importantes es saber entender, no sólo en qué punto estamos, sino cómo vamos a ir evolucionando con la implementación de la tecnología con velocidad e incertidumbre.
Igualmente, hemos de entender la diferencia entre digitalizar documentación y digitalizar una actividad u organización.
Podemos definir la digitalización como el proceso de conversión de flujos analógicos individuales de información en bits digitales. Por el contrario, nos referimos a la digitalización de una actividad u organización como la forma en que ésta se reestructura en torno a la comunicación digital y las infraestructuras de los medios digitales.
Para conseguir estos objetivos de transformación digital y digitalización, hemos de apoyarnos en seis grandes claves: Elevada capacidad de proceso (Cloud Computing); Alta posibilidad de análisis de datos (Big Data); Nuevos procesos de gestión integral y simplificados; Adecuación de la experiencia al cambio; Multicanal y glocalización; Seguridad (prevención + protección).
Digitalización: datos, información, conocimiento
En plena era digital y en la denominada cuarta revolución industrial, los datos están ocupando una posición cada vez más relevante en la toma de decisiones.
Uno de los ámbitos donde están tomando mayor importancia es en el empresarial, donde diferentes herramientas se utilizan para transformar esos datos en información y ésta en conocimiento. Este conocimiento permite mejorar la toma de decisiones y realizar acciones como segmentación de clientes, optimización de la producción o desarrollo de nuevos productos y servicios y su incorporación al mercado.
En este sentido, a medida que las empresas aumentan su digitalización, se encuentran con la necesidad de administrar conjuntos de datos e información cada vez más grandes y que incluyen datos críticos y sensibles sobre personas y sobre la organización y sus actividades, siendo un objetivo especial su protección.
Hay que definir un nuevo marco ante la contingencia e intervención, sobre la base de la implementación de medidas proactivas que se anticipen a posibles contingencias a través del análisis de tendencias y detección de áreas de mejora.
Llegados a este punto, es obvio preguntarse qué valor pueden aportar las técnicas de análisis de datos al mundo de la prevención. Partiendo de la base de que estas estrategias sirven para recopilar, analizar y visualizar información, los principales beneficios de su implantación son: Combinar el análisis de datos internos con información de fuentes externas; Permitir un análisis multidimensional mejorando el análisis de causas; Realizar control y seguimiento de los datos e indicadores establecidos; Transformar y tratar la información de forma que permita un análisis predictivo; Visualizar toda esta información de una manera gráfica e interactiva.
Para ello, una vez seleccionados los datos hay que tener en cuenta, que por sí solos no aportan valor, se deben transformar en información clasificada y analizada para que se conviertan en conocimiento.
Como estamos hablando de la seguridad de los datos personales y empresariales y no debemos de dejar de pensar en qué consecuencias extremas pueden traer esas "carencias o insuficiencias de las soluciones adoptadas", no podemos adoptar una posición de "ignorante legis non excusat", es decir, que la ignorancia de la ley no excusa de su cumplimiento, los principios de concienciación y responsabilidad nos exige unas garantías de seguridad.
Digitalización para la gestión
Son varias las líneas de actuación sobre las que hemos de trabajar enmarcadas en las claves de liderazgo, análisis, supervisión y capacitación, y las tecnologías de la información nos ayudarán a gestionar y analizar la información para la mejora continua.
La digitalización no puede plantearse como una mera eliminación del papel o un repositorio documental que evidencie el cumplimiento de esta irreversible e importante obligación ante la sociedad y la “nueva normalidad”, sino que es una herramienta para facilitar y mejorar la gestión de la información con seguridad.
Debemos trabajar sobre las premisas de que, desde los departamentos de seguridad no sólo evidenciamos, documentamos y controlamos, sino que investigamos, analizamos y prevenimos. La tecnología debe optimizar nuestro tiempo, permitir simplificar las tareas de análisis y facilitar la toma de decisiones con seguridad.
Así, en la era de las tecnologías 4.0, abordamos una nueva transformación digital aplicada a la seguridad que nos permitirá optimizar nuestra gestión del riesgo, profundizar en el análisis de datos e integrar la información de todas nuestras operaciones permitiendo visualizar, controlar y analizar mejor lo que acontece para adoptar soluciones rápidas que minimicen la exposición al riesgo de los trabajadores y activos de la organización.
Digitalización de las organizaciones
Digitalizar forma parte del proceso de transformación, como se ha comentado. Una organización que se digitalice no necesariamente se acaba transformando.
Pero, una empresa que empieza a digitalizar y optimizar sus procesos primero reducirá costes, pero además al digitalizar obtendrá información que antes no veía ni tenía acceso. Y ahí está una de las claves de la transformación digital.
Si la organización está preparada para saber usar esta tecnología y sabe qué hacer con esa información tendrá muchas más posibilidades para saber qué puede o debe cambiar o qué nuevas oportunidades tiene a su alcance.
En definitiva habrá nueva información que permitirá tomar decisiones en función de los objetivos de la entidad. Por lo tanto, la digitalización es un paso previo a la transformación. Y digitalizar no implica transformar una organización, situación que se inicia por las personas y la tecnología y será nuestro medio para llegar a los objetivos. Si nuestra organización no está preparada para el cambio organizativo y cómo adecuarse a las nuevas tecnologías que formarán parte de este proceso, no habrá transformación.
En este sentido, y en la mayoría de los casos, para cumplir con las nuevas expectativas del cliente, las entidades deben acelerar la digitalización tanto de su información como de sus procesos de gestión. Deben reinventar todo el proceso como la: Reducción de la cantidad de pasos requeridos; Reducción de los documentos necesarios; Desarrollo de una toma de decisiones automatizada; Tratamiento de problemas regulatorios y de fraude; Garantía de la seguridad de la información.
Para ello será necesario rediseñar los modelos operativos, las habilidades, las estructuras organizativas y los roles de forma que coincidan con los procesos reinventados. Los modelos de análisis de datos también deben ajustarse y reconstruirse para permitir una mejor toma de decisiones, seguimiento del rendimiento y perspectivas del cliente.
La transformación digital se presentó como uno de los puntos prioritarios en la agenda de los directores de sistemas y seguridad ya en 2017, según el Wall Street Journal.
Claves para la Gestión del Riesgo y las Seguridades
Es imprescindible actualizar la seguridad informática y de los datos para aumentar la protección y resiliencia de las organizaciones.
Para comenzar un programa de digitalización de una organización ha de tenerse muy en cuenta la seguridad corporativa, independientemente de la actividad a la que se dedique.
La pandemia de la COVID-19, con la consiguiente implementación precipitada del teletrabajo, ha potenciado esta tendencia: la digitalización y sus riesgos. El mundo se ha trasladado al entorno digital y los ataques se han incrementado. Las oficinas eran entornos más o menos seguros y controlados, pero nos hemos instalado en nuestros hogares y, en general, este tipo de entornos presenta más vulnerabilidades.
El rápido traslado del trabajo presencial en las oficinas al trabajo a distancia, combinado con una ola de hackers oportunistas, creó un aumento del 200% en los incidentes de phishing en el año 2020 y un nuevo enfoque urgente en la protección de las redes y los sistemas, según el Centro de Denuncias de Delitos en Internet del FBI.
Pero, la digitalización de los datos supone un avance y un cambio en los sistemas de Gestión del Riesgo y las Seguridades. Entre otros aspectos, permite definir un nuevo marco de intervención sustentado en la implementación de medidas proactivas que se anticipen a posibles incidencias a través del análisis de tendencias y detección de áreas mejoradas.
La sobrecarga de información y la incapacidad para su análisis, especialmente en el ámbito de las seguridades, genera cierto inmovilismo en las organizaciones y una pérdida del enfoque real preventivo, así como una falsa sensación de “seguridad”.
Será de gran ayuda diseñar un Cuadro de Mandos que contenga, además de los indicadores de siniestralidad, indicadores del conjunto de la organización aportados por diferentes departamentos. O lo que es lo mismo, establecer un “Cuadro de Mandos de Gestión Integral del Riesgo y las Seguridades”.
Cada organización definirá qué indicadores y relación entre ellos serán importantes a la hora de medir el desempeño en las áreas de prevención, protección e intervención, así como el éxito del análisis de datos.
Ciberseguridad protagonista
Con todo lo anteriormente expuesto, es fácil deducir el irreversible protagonismo de la ciberseguridad en este proceso de digitalización y transformación digital.
Los directores de seguridad y gestión del riesgo se enfrentan a dos grandes retos en 2021, según la consultora Gartner. La aceleración del negocio digital está incrementando las inversiones en ciberseguridad previstas, y la demanda de habilidades de ciberseguridad ya supera la disponibilidad. Las nuevas iniciativas digitales implican que las organizaciones dispongan de más recursos en ciberseguridad con nuevos y diferentes conjuntos de habilidades.
Los efectos globales de la COVID-19, sus incertidumbre e inseguridades, ha llevado la ciberseguridad a los comités de dirección. Frente a este auge de las amenazas, y significación de los riesgos y vulnerabilidades, la mejor respuesta es instaurar una cultura de ciberseguridad en toda la organización, y para ello, la concienciación debe empezar por la alta dirección.
En este sentido, lo primero que hay que tener en cuenta es que la ciberseguridad no proviene de un componente de un dispositivo individual o red de comunicación, sino que es el resultado de un proceso que comienza con las fases de diseño (seguridad por diseño) y continúa durante toda la vida operativa de ese dispositivo por parte del fabricante y el ecosistema existente que afecta al usuario final.
Nadie está exento de responsabilidad, especialmente los comprometidos en la gestión del riesgo y las seguridades ya sea en una organización pública o privada.
Finalmente, hay que tener en cuenta el programa de cumplimiento pues, prácticamente todo está especialmente regulado por las normas internacionales y las leyes nacionales en vigor durante años, ahora actualizadas no sólo en aspectos cualitativos de los sistemas y procedimientos, sino que también identifican a quienes tienen la responsabilidad de implementarlos estableciendo sanciones que afectan, no tanto a la mera violación de requisitos sino, más bien, a la posible insuficiencia de las soluciones adoptadas para la seguridad de los datos e información.
Integración de la prevención
Desde la perspectiva que se acaba de describir, la prevención en la gestión del riesgo y las seguridades se convierte, en la transformación digital, en una disciplina transversal presente en la mayoría de las áreas y actividades de las organizaciones, demandando respuesta a la integración preventiva a través de una colaboración bidireccional entre la dirección de seguridad y el resto de los departamentos.
Desde esta perspectiva proactiva, la prevención contribuye no solo a la disminución del riesgo y de la siniestralidad, sino que también se presenta como un área productiva dado que permite, entre otros aspectos: colaborar en el incremento de la productividad mejorando procesos operativos; Aumentar el bienestar laboral y la mejora de la reputación permitiendo la retención y atracción del talento; Reducir costes derivados de sanciones, aseguradoras, etc.; y mejorar la satisfacción de clientes al aumentar la calidad de los productos y servicios ofrecidos.
Dedicado por más de 30 años a la Consultoría e Ingeniería de Seguridad y Defensa por más de 20 países como asesor para asuntos aeroportuarios, puertos, cárceles hospitales, entidades bancarias, museos, transporte ferroviario, servicios de Correos y puertos.
Es socio fundador y presidente para Europa de la Federación Mundial de Seguridad (WSF), Director para Europa de la Secretaría Iberoamericana de Seguridad, Asesor gubernamental en materia de integración operativa de seguridad pública y privada en diversos países latinoamericanos.
Como experiencia académica es profesor de postgrado en ICADE (Universidad Pontificia Comillas de Madrid) desde 1986, codirector de postgrado en la Facultad de Psicología (Universidad Complutense de Madrid) y director del Curso de Seguridad en Infraestructuras Críticas del Instituto General Gutierrez Mellado de la UNED, así como conferenciante habitual y profesor en más de 20 países sobre Seguridad y Defensa.
Su representación institucional es principalmente como Miembro Experto de la Comisión Mixta de Seguridad del Ministerio del Interior, Director para Europa de la Federación Panamericana de Seguridad (FEPASEP), representante “ad honores” de la Federación de Empresas de Seguridad del MERCOSUR (FESESUR), asesor del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) para asuntos de Seguridad Ciudadana y Observatorio de Delincuencia en Panamá, socio fundador y de honor del Observatorio de Seguridad Integral en Hospitales (OSICH), socio fundador y vicepresidente de la Asociación para la Protección de Infraestructuras Críticas (APIC)
Autor y director de la BIBLIOTECA DE SEGURIDAD, editorial de Manuales de Proyectos, Organización y Gestión de Seguridad
Actualmente es presidente y director del Grupo de Estudios Técnicos (GET), socio-senior partner de TEMI GROUP Consultoría Internacional y socio-director de CIRCULO de INTELIGENCIA consultora especializada.
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850