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¿Qué es el alma? Juan Antonio Martínez de la Fe , 23/05/2022
¿Qué es el alma?
Ficha Técnica

Título: ¿Qué es el alma?
Autor: Salvador Anaya
Edita: Editorial Senderos, Sevilla, 2021
Colección: Biblioteca de Conceptos Fundamentales
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 200
ISBN: 978-84-122414-9-5
Precio: 14,50 euros

En unos tiempos caracterizados por la laicidad o por corrientes orientalistas en los que no es habitual encontrarse con el “alma”, podría parecer superfluo un libro como este; incluso, casi como una provocación, un ir contracorriente, en opuesta dirección a la que se dirigen grandes mayorías.

Sin embargo, se encuadra dentro de una colección, arropada por la Editorial Senderos, dedicada a formar una Biblioteca de Conceptos Fundamentales. Y este del alma lo es, como lo demuestra este acertado ensayo filosófico de Salvador Anaya.

¿Qué es, pues, el alma? En esta obra, el autor expone unas ideas originales, resultado de invertir la forma habitual con la que suele operar la antropología filosófica; en esta, se analiza el alma a partir del cuerpo y, en su caso, desde el alma, al espíritu. Salvador Anaya hace un planteamiento inverso: lo piensa todo desde arriba, desde el espíritu; y, desde él, investiga la esencia del alma.

Una necesaria Introducción

Si lo acompañamos a lo largo de las páginas de este interesante libro, veremos cómo su intención es mostrarnos que al alma tenemos que encontrarla en nuestra conciencia o en nuestros sentimientos; y, para ello, es necesario liberarse del corsé del empirismo y confiar en la experiencia interna.

Esto puede acercarnos, no sin riesgo, a los límites del pretendido enfrentamiento entre ciencia y religión o entre ciencia y metafísica. Y no se trata de eso. El autor demuestra que la creencia en el alma admite, en principio, un tratamiento científico o, al menos, permite un debate en diálogo con la ciencia, aunque hoy día la discusión filosófica sobre el alma se traduce a la de mente-cerebro.

Es importante detenerse en la Introducción que nos hace el autor a su ensayo. Y lo es porque en ella se establecen los márgenes en los que desarrollará su propuesta enfrentada a otras corrientes, empiristas sobre todo, a la par que determina con claridad los conceptos que aparecerán a fin de evitar discusiones estériles ante una posible polisemia.

¿Existe el alma?

Y el primer concepto, evidentemente, es el de alma. Por eso, como partida del estudio, Salvador Anaya se pregunta si existe el alma. Y nos dice: “la creencia en el alma no es un capricho supersticioso sino que se ha sustentado en argumentos lógicos motivados por la imposibilidad de poder comprender la vida, el conocimiento intelectual o la conciencia”.

Analiza el autor al alma en el cristianismo y en la filosofía occidental. Platón, Aristóteles, Santo Tomás de Aquino o Descartes desfilan ante nosotros, exponiendo sus respectivas teorías sobre el alma, a través de unas muy concisas y precisas descripciones debidas a Anaya.

Nos introduce seguidamente en las más recientes corrientes científicas, explicando el encaje del alma en la historia natural, tanto como principio de vida, como forma del cuerpo y como sujeto consciente. No obvia que, en la historia que recorre y que nos cuenta, hay mucha ciencia, pero, también, no pocas especulaciones.

A cada uno de estos tres aspectos, dedica sus reflexiones el autor: el alma como principio de vida, el alma como forma del cuerpo y el alma como sujeto consciente, para detenerse luego en la controversias de la teoría naturalista.

Es este un capítulo de gran trascendencia para toda la obra. Se concluye expresando que la creencia en que la vida necesita o contiene un principio extrínseco a la materia es una idea indemostrable, ciertamente; pero, de igual manera, es irrefutable a nivel experimental. Aquí entran en el debate sobre si la conciencia tiene, como causa eficiente para emerger, el cerebro; esto no ha sido aún explicado por la neurociencia. Y, con la conciencia, por supuesto, el yo.

Unas palabras de Anaya que cierran el capítulo nos ayudan a entender las abundantes y bien fundamentadas disquisiciones que lo componen: “la mente o la conciencia humana no podrá ser explicada sin contar con el alma porque es ella la respuesta y la explicación”.

Qué es el alma

Sin duda, el capítulo más destacado de este libro es el segundo, dedicado a responder a la pregunta que lleva por título, ¿qué es el alma? En opinión del autor, se trata de una pregunta íntimamente relacionada con otra fundamental: ¿qué es el ser humano?

Recurre Anaya a las respuestas dadas por la filosofía a lo largo de la historia, centradas fundamentalmente en determinar qué prevalece, si el alma sobre la materia o, a la inversa, la materia sobre el alma. Hasta desembocar en el hoy denominado monismo neutral, una antropología que defiende que una no prevalece sobre la otra, ya que los fenómenos mentales y los materiales pertenecen a un mismo orden “y se construyen a partir de un nivel más originario todavía por descubrir”.

No cabe duda de que el monismo es la opción antropológicamente más admitida, pero no se encuentra exenta de dificultades, lo que acontece con cualquier antropología, que no está libre de críticas. Pese a ello, hay que tratar de desentrañar la naturaleza del alma, a lo que dedica varias páginas el autor, para proponer que el alma no es un ser mental, sino un ser espiritual con facultades mentales, puesto que todo lo mental sería espiritual pero no todo lo espiritual tiene que ser mental.

Esta conclusión lleva necesariamente a ahondar más en el concepto de espíritu para establecer sus fronteras con el alma. Así, “mientras que el alma es algo orgánico o meta-orgánico y tiene que ver con la afectividad, el espíritu es intelectual, dotado de razón y trasciende el ámbito biológico”.

Describe Salvador Anaya al espíritu como luz, una realidad cósmica que se relaciona con lo divino, como una puerta que conecta al ser humano con el Bien, la Verdad y la Belleza, está dentro del ser humano perteneciendo, sin embargo, al mundo inteligible; por su parte, el alma refiere solo lo interno y está ligada a la naturaleza, al cuerpo, al deseo; esto supone que tiene que decidir si sobreponerse a esos límites corporales o dejarse arrastrar por sus apetitos carnales.

Dicho esto, es claro que se impone distinguir alma y espíritu, sin olvidar que este, el espíritu, es la esencia de aquella, del alma. ¿Se podría pensar en el alma antes del cuerpo? Materia opinable, decantándose Anaya por la existencia del alma, trasladando al lector, tras conocer los argumentos en que apoya su afirmación, la decisión de aceptarla o no. Unos argumentos que llevan a la conclusión de que el alma es el espíritu corporeizado; en otras palabras, “espíritu y alma no son realidades o entidades distintas, sino una sola con dos formas de ser”; o, más adelante, el alma es “un ser de naturaleza espiritual con facultades mentales, en un cuerpo”. Sus argumentos, en apoyo de su tesis, se realizan a partir del análisis de la conciencia humana, justificando su idea de alma y la diferencia entre la dimensión psicológica y la espiritual.

El análisis propuesto recorre el camino de la conciencia y el yo, la autoconciencia, las facultades espirituales para concluir en el alma corporeizada, terminando con la exposición de su idea de alma: “un espíritu encarnado, un ser consciente que no necesita del cuerpo para seguir siendo, pero cuando se corporeiza adquiere una forma de ser distinta y se convierte en alma, y en ese trance su individualidad se determina con individualidad entitativa, el puro saberse ser se transformará en saberse ser una persona concreta”. Una idea basada en la razón, la lógica y la experiencia.

Alma sin cuerpo

Finalizado este segundo capítulo, que merece una muy detenida lectura y reflexión, nos encontramos con un paso más, cuando habla del alma desencarnada. Algo excepcionalmente importante pues creer o no creer en ella condicionará la forma en que nos entendemos a nosotros mismos, ya que tiene unas enormes repercusiones, entre las que no es la menor la posibilidad de que la muerte no sea el final de nuestra existencia.

Es claro que, filosóficamente, no es demostrable la trascendencia del alma, según afirma Anaya. Lo que no implica que afirmarla no pueda fundamentarse en una lógica racionalidad. Así, por ejemplo, razona que todo lo que percibimos de nuestro propio cuerpo tiene que pasar por la conciencia; por lo que realmente vivimos en un mundo físico, pero la vida que en él experimentamos es la vida del alma que es una vida mental-espiritual: una vida mental-espiritual construida a partir de los datos que nos proporciona el mundo objetivo, incluido cuanto ocurre en o con nuestro cuerpo, no en vano todo lo que podemos captar y ser real para nosotros es lo que llega a la conciencia.

Aceptado esto, la continuidad entre la vida y la muerte se entiende de otra manera. No vivimos aquí una vida física y mental a la vez, y después de la muerte solo queda lo mental, no; se trata de que, en ambos casos, hablamos de una vida eminentemente mental-espiritual que está muy determinada aquí por el mundo físico; y de un modo distinto en el más allá. Concluye el autor: “en definitiva, debería darse una continuidad existencial del yo consciente después de la muerte”.

Supuesto todo lo dicho, solo queda hablar de la retribución post mortem, lo que hace Salvador Anaya en el último capítulo de su libro, en el que dedica su reflexión, como no puede ser de otra manera, al Bien y al Mal desde su ontología.

Concluyendo

¿Qué es el alma? es una reflexión filosófica sobre su existencia y su naturaleza. No es un libro para leer de un tirón: hay que pausar su lectura para poder seguir el razonamiento que utiliza Salvador Anaya para defender su propuesta. Evidentemente, no todos compartirán sus conclusiones, pero no se les puede negar un fundamento razonable y, por consiguiente, cargado de lógica. Partir desde diferentes paradigmas forzosamente ha de llevarnos a resultados distintos.

Con la apelación a la experiencia personal de todos y cada uno de los lectores, como una extrapolación de las suyas propias, construye el autor el andamiaje de su ensayo. La cuestión queda, pues, a expensas de lo que cada uno de los que leen el libro perciba de su propia experimentación.

En cualquier caso, pese a tratarse de un ensayo filosófico, el lenguaje utilizado por Anaya es asequible y muy pedagógico; nos toma de la mano y sosegadamente nos conduce por las veredas que él ya recorrió con la idea de hacernos partícipes de sus hallazgos.

Un libro, en definitiva, para no dejarnos indiferentes.

Índice

Introducción

Capítulo I: ¿Existe el alma?
1. El alma en el cristianismo y en la filosofía occidental
2. La ciencia sin alma
3. El alma como principio de vida
4. El alma como forma del cuerpo
5. El alma como sujeto consciente
6. Controversias de la teoría naturalista
6.1. ¿Existe la mente inconsciente?
6.2. El no-yo del naturalismo

Capítulo II: ¿Qué es el alma?
1. La naturaleza humana
2. La “naturaleza” del alma
3. Alma y espíritu
4. El alma “antes” del cuerpo: el espíritu
4.1. La conciencia: el yo
4.2. Autoconciencia
4.3. Las facultades espirituales
5. El alma corporeizada

Capítulo III: El alma desencarnada
1. Neuroteología
2. Los exorcistas
3. La vida mental después de la vida
4. Intermitencia de la conciencia

b[Capítulo IV: La retribución post mortem: Bien y Mal ontológicos]b
1. El Bien con mayúsculas
1.1. Teoría naturalista de los sentimientos
1.2. El bien de la vida
1.3. El ego-ísmo
1.4. La fuente oculta: los valores espirituales
1.5. El amor: el Bien con mayúsculas
2. El Mal ontológico
3. La justicia post-mortem
3.1. La transformación del alma
3.2. La retribución después de la muerte
3.3. La figura y el “peso” del alma

Epílogo
Bibliografía citada

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23/05/2022 Comentarios

Reseñas

Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y comentario Juan Antonio Martínez de la Fe , 01/05/2022
Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y comentario
Ficha Técnica

Título: Los libros del Nuevo Testamento. Traducción y comentarios
Edición: Antonio Piñero
Colaboradores: Gonzalo del Cerro, Gonzalo Fontana, Josep Montserrat, Carmen Padilla, Antonio Piñero
Edita: Editorial Trotta, Madrid, 2ª edición 2022
Colección: Estructuras y Procesos
Encuadernación: Tapa dura
Número de páginas: 1.664
ISBN: 978-84-1364-024-2
Precio: 65 euros

43.700.000 son las referencias que aparecen al realizar una búsqueda en Google con los términos Nuevo Testamento. Cantidad nada desdeñable de este libro tan reiteradamente editado por doquier y en inmenso número de idiomas. Cabe, pues, preguntarse el motivo de una nueva publicación del texto: ofrecer con la presente edición, a cargo de Antonio Piñero, una versión a la que se ha aplicado los más rigurosos métodos de la exégesis, tanto literaria como histórica.

No es extraño. La bibliografía de Piñero sobre el Nuevo Testamento, los primeros años del cristianismo y sobre la propia figura de Jesús de Nazaret es abundante y siempre caracterizada por un profundo conocimiento de los contextos históricos, literarios y lingüísticos de aquellos primeros siglos en los que el cristianismo pasó de ser considerado una rama del judaísmo a adquirir caracteres de universalidad; temas a los que ha dedicado muchos años de estudio y dedicación que culminan en la presente edición crítica del texto neotestamentario.

Antes de abordar dicho texto, Antonio Piñero ofrece una amplia introducción que, por su extensión, puede considerarse casi como un libro independiente, salvo por las alusiones que hace a esta edición. Que sea extensa no implica que se pueda prescindir de alguna parte que aliviara el peso de tantas páginas; muy al contrario, no hay concesión alguna, ni un párrafo, que pueda parecer prescindible.

Una amplia Introducción

En esta Introducción General a la obra, se nos habla del Nuevo Testamento en su conjunto, cómo, pese a tener la forma de un solo libro, es en realidad un conjunto de libros, a veces muy dispares entre sí y que, salvo las cartas genuinas atribuidas a Pablo, siete en total, son anónimos.

Así, a lo largo del tiempo se fue componiendo el texto que conocemos, en un proceso basado en las tradiciones, en la interpretación de estas tradiciones y, finalmente, en su acomodación a las circunstancias concretas de cada comunidad. Un hecho que provoca la existencia de numerosas variantes de cada relato que supuso un encomiable esfuerzo de depuración. Lo que nos lleva a concluir que no se trata de un texto de validez histórica en todo su contenido.

Otro importante aspecto a destacar en el Nuevo Testamento es que no fue redactado en arameo, ni siquiera en hebreo, sino en la lengua llamada koiné, el griego hablado principalmente en el Mediterráneo oriental. Un aspecto nada baladí porque, con el lenguaje, va unida una cierta visión del mundo y su interpretación.

Para la presente edición, el autor se ha basado en la considerada como más próxima a lo que pudo ser la versión original, que es la de Nestle-Aland.

Una perspectiva histórica

En cualquier caso es inexcusable en una Introducción como la de este libro, comentar cómo se fue formando el Nuevo Testamento desde una perspectiva histórica. Y, como primer paso, un análisis de quien es su referente, Jesús de Nazaret, el Nazareo, apelativo más ajustado a la realidad que el más difundido Nazareno.

Sus seguidores, inicialmente, se reunieron en las comunidades de Jerusalén y de Galilea; poco se sabe de esta segunda comunidad, aunque razonadamente se sospecha que fue la que reunió el núcleo de sentencias de Jesús, la denominada Fuente Q.

Aunque es claro que la inicial comunidad, a medida que iba desarrollándose, crió en su seno la semilla de la división, una división que influyó en la selección de aquellos textos que serían finalmente considerados libros sagrados. En efecto: fueron las líneas teológicas de la parte judeocristiana helenista y las de la comunidad de Jerusalén las que fueron enfrentadas, acogiendo cada una de ellas sus libros. Cabe aquí recordar que fueron las comunidades helenísticas las que rebatieron el principio de la no necesidad de la observancia completa de la ley de Moisés como vía única de salvación para los gentiles creyentes en Jesús.

Pablo de Tarso, figura imprescindible

Evidentemente, el papel desempeñado por Pablo de Tarso en todo este proceso es fundamental y notorio. Hay que considerar erróneo el planteamiento de la llamada “conversión” de Pablo: él nunca se refirió a ese momento iluminador de su vida en tales términos, sino que lo considera una llamada personal; sobre todo, por el hecho de que no se convirtió a una nueva religión, que aún no existía, sino que su planteamiento es desde dentro del judaísmo.

Aspecto importante es la aportación de Pablo al asunto de la parusía, que, inicialmente, se consideraba inminente, trasladándola al final de la conversión de los pueblos, incluidos los paganos. Comunidades unidas en la fe pero pertenecientes a pueblos diferentes. Ideas que tendrán su reflejo en los libros del Nuevo Testamento posteriores a él, incluidos los Evangelios.

Primeras comunidades cristianas

Entre los años 66 y 135, se produce la destrucción de la mayoría de las comunidades judeocristianas. Pero en las otras comunidades comienza a producirse un intento de organización en aspectos tales como el control del mando social, de los medios económicos, el dominio ideológico (designación de una autoridad, control de las tradiciones comunes), control de la economía del grupo, etc. Igualmente, se produce una separación de la Sinagoga y de la Iglesia en este período.

Y, por lo que respecto a los libros del Nuevo Testamento, considerar que proceden de un resto del judeocristianismo y del paganocristianismo de segunda y tercera generaciones.

Trata también Piñero del comienzo de la utilización del nombre de cristianos para los seguidores de Jesús, explicando, también, cómo la denominación de “persecuciones” para referirse al martirio de aquellos seguidores de Jesús es incorrecta, por lo menos antes del emperador Decio, ya que lo que hubo fueron procesos contra ellos.

Hacia un canon

Dentro del ámbito histórico general que ofrece el autor, da una perspectiva global de las obras recibidas en el Nuevo Testamento que son claramente posteriores al año 70, dividiéndolas por grupos literario-ideológicos y siguiendo un cierto desarrollo cronológico que solo puede ser aproximado.

Así, considera que los tres primeros evangelios se componen entre los años 70 y 100, posiblemente para que no cayeran en el olvido las noticias sobre Jesús y, también y principalmente, como reacción al desinterés que mostraba la predicación paulina por el Jesús de la historia. A ellos se unen el resto de los textos que se prolonga hasta el período entre el 125 y el 135.

Inicialmente existió una notable abundancia de doctrinas dispares y hasta contradictorias; la teología cristiana se fue consolidando con una reinterpretación escrituraria y teológica de la vida y figura de Jesús, es decir, “es el fruto del conjunto de mejoras e idealizaciones imparables que los creyentes fueron construyendo sobre el Resucitado”.

Hay, ciertamente en este período, una tendencia a eliminar aquellos rasgos considerados excesivamente judíos, aunque con un manifiesto deseo de no desvincularse totalmente de las raíces judías.

Con la sacralización del Nuevo Testamento, de su consideración de libro sagrado, pasa el cristianismo a engrosar la reducida nómina de las religiones del libro. Hay entre los siglos II y III una consolidación del canon de la Biblia hebrea, canon no compartido en su totalidad por el cristianismo.

En este, en el cristianismo, hay un proceso que se inicia con las autoridades sagradas del cristianismo primitivo, prosigue con la aparición de un canon a finales del siglo II hasta culminar en el canon realizado entre los años 100 y 200.

¿A qué se debe la determinación de un canon? Hay diversas hipótesis; una se inclina por considerar que se trataba de la necesaria evolución interna de la Iglesia; pero otros opinan que se trató de una reacción específica al canon hereje de Marción; mientras que un tercer grupo piensa que el canon es fruto de una vía intermedia entre las dos primeras opiniones.

Criterios

En cuanto a los criterios que primaron para la formación del canon, Piñero nos ofrece tres: 1) La conformidad del contenido de un texto con lo que se llamaba la regla de la fe o canon de la fe; 2) la apostolicidad, es decir, que proviniera directa o indirectamente de los apóstoles; y 3) la aceptación común y el uso continuo del texto examinado en las iglesias, sobre todo su uso como lectura sagrada en las asambleas litúrgicas dominicales.

No resultó un camino fácil. Hay que distinguir, por ejemplo, entre las iglesias de Oriente y las de Occidente. En aquellas, el caballo de batalla fue la revelación de Juan; mientras que en estas, las occidentales, el problema más agudo al que se enfrentaron fue el de la epístola de Pablo a los Hebreos, pues se dudaba sobre su autoría. Fue un proceso largo, si tenemos en cuenta que, por ejemplo, la Iglesia Católica no formuló una lista oficial de libros canónicos hasta el concilio de Trento, ya en la segunda mitad del siglo XVI.

Finalmente, Piñero aborda el problema del orden de los libros que componen el Nuevo Testamento. La disposición de la gran mayoría de sus ediciones proviene de los siglos IV y V, que no guarda ningún criterio cronológico y que, además, dificulta establecer el orden temporal aproximado de su composición.

Antonio Piñero ofrece un orden más acorde con la realidad de la confección de los libros neotestamentarios; un orden que es el que sigue en toda la obra, cuando se analiza uno a uno sus textos. El orden propuesto es el siguiente:

- Cartas auténticas de Pablo: I Tesalonicenses, Gálatas, I y II Corintios, Filipenses, Filemón y Romanos.
- Evangelios sinópticos: Marcos, Mateo y Lucas.
- Hechos de los Apóstoles.
- Cartas atribuidas a Pablo: Colosenses, Efesios y 2 Tesalonicenses.
- Carta a los Hebreos.
- Evangelio de Juan y I, II y III de Juan.
- Revelación/Apocalipsis.
- Cartas comunitarias: I y II Timoteo, Tito.
- Cartas universales: Jacobo, Judas, I y II Pedro.

A partir de aquí, comienza la edición propiamente dicha de cada uno de estos textos. Para cada uno de ellos, se empieza con una amplia introducción, muy necesaria a fin de contextualizar el documento y sus autores, seguida ya de la versión propuesta en la obra, con una muy copiosa cantidad de notas y comentarios que justifican el enorme valor que supone el libro que comentamos.

Concluyendo

Nos encontramos ante un libro importante y ampliamente esperado, como demuestra la necesidad de una segunda edición en el espacio de un año.

Desde luego, destacan por su importancia todas las introducciones que contiene la obra. No solo la general, que constituye prácticamente un libro, sino, también todas y cada una de las que encabezan los documentos neotestamentarios. No cabe duda, por supuesto, sobre la gran relevancia de las anotaciones que los acompañan, que evidencian el enorme esfuerzo y trabajo realizado, así como el rigor que se ha aplicado en todo momento al realizar la exégesis histórica y literaria.

Ello no implica un lenguaje alambicado y de difícil comprensión. Muy al contrario: el estilo resulta sumamente ameno y asequible, muestra de una voluntad de comunicar a un público amplio los contenidos que tanto esfuerzo han necesitado.

Índice


Prólogo
Abreviaturas
Introducción General. Antonio Piñero

CARTAS AUTÉNTICAS DE PABLO
Introducción
Primera carta a los tesalonicenses
Carta a los gálatas
Primera carta a los corintios
Segunda carta a los corintios
Carta a los filipenses
Carta a Filemón
Carta a los romanos

EVANGELIOS SINÓPTICOS
Introducción
Evangelio de Marcos
Evangelio de Mateo
Evangelio de Lucas

HECHOS DE LOS APÓSTOLES
Introducción
Hechos de los Apóstoles

CARTAS ATRIBUIDAS A PABLO
Introducción
Carta a los colosenses
Carta a los efesios
Segunda carta a los tesalonicenses

CARTA A LOS HEBREOS
Introducción
Carta a los hebreos

ESCRITOS JOÁNICOS
Introducción
Evangelio de Juan
Primera carta de Juan
Segunda carta de Juan
Tercera carta de Juan

REVELACIÓN/APOCALIPSIS
Introducción
Revelación/Apocalipsis

CARTAS COMUNITARIAS
Introducción
Primera carta a Timoteo
Segunda carta a Timoteo
Carta a Tito

CARTAS UNIVERSALES
Introducción. Carta de Jacobo
Introducción. Carta de Judas
Introducción. Primera carta de Pedro
Introducción. Segunda carta de Pedro

Índice analítico de materias

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01/05/2022 Comentarios



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