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La planta que ilustra este post me la regaló Juan Díaz Bordenave allá por 1991. Juan, considerado uno de los padres del pensamiento latinoamericano en comunicación, falleció el 22 de noviembre de 2012. El texto que presento a continuación forma parte de un libro en su homenaje, aún no publicado. Ayer la planta de Juan abrió sus flores por primera vez en 22 años de existencia. Pensé que era hora de que este escrito circulara.
Un presente más
por Sandra Massoni
La invitación para participar en un libro de homenaje a Juan Díaz Bordenave por parte de sus amigos, incluía la intensión de realizar su presentación en febrero de 2013, cuando estaría celebrando sus 87 años. Recordarlo es, entonces, un presente más que Juan compone para todos nosotros.
Cuando me senté a memorar, las anécdotas se me aparecieron en tropel, se amontonaron y empujaron para que las escribiera: la primera jalonó a una segunda y la segunda a una tercera hasta que se me acabó el espacio disponible. Incluyo aquí siete episodios de mis disfrutes compartidos con Juan: los que cupieron en el espacio que me estaba destinado en este libro. Y aquí van:
1- Trayectos a pie.
Nos encontrábamos en seminarios, en congresos, en consultorías en diferentes países y siempre había oportunidad de alguna caminata. Lo de caminar con Juan era para mi una plácida fiesta porque jugábamos a descubrir historias en las gentes con las que nos íbamos cruzando por las calles. Compartíamos también una profunda dilección por plantas de todo tipo y en esas ocasiones, Juan me instruía sobre las propiedades y virtudes vegetales con las que nos topábamos: “Aquel árbol del verde nuevo florece en octubre y hay que cosechar las florcitas apenas abren”; “Esta pequeña mata es cicatrizante”; “Aquel yuyito que asoma tímido entre dos baldosas es el mejor tónico que conozco y sólo crece en esta región del país”.
Eran trayectos de exploración a pie en los que debatíamos ideas sobre estudios comunicacionales y noticias sobre nuestros hijos y nuestras familias: “Entremos al mercado a comer algún bocado que nunca antes hayamos probado”; “¿Reparaste en el gesto de la abuela para con el muchacho. ¡Eso sí es autoridad!”. Nos gustaba presenciar esa cierta épica de la vida cotidiana que es propia de nuestros pueblos y que se narra en las esquinas, plazas, iglesias y mercados como un aguafuerte. Admiramos profundamente el jaleo humano y vivo de esos sitios tan nuestros.
2- Esa planta de Juan con tantas ramas.
Entrábamos al edificio de una universidad en la que íbamos a disertar juntos en un panel de expertos en comunicación y desarrollo. Al traspasar la puerta me detuve, extasiada ante una planta –“Selenicereus Anthonyanus, vulgarmente conocida como cactus ric rac o espina de pescado”, apuntó Juan– que cubría completamente las paredes vidriadas de la fachada. Era una bella y extensa filigrana vegetal que crecía en delicado zigzag bien pegada al vidrio. Juan cortó un pequeño trozo de esa planta y me lo obsequió diciéndome: “tanto aprecio merece que la lleves contigo”. Así fue: coloqué el pequeño trozo de apenas tres centímetros dentro del maletín y me acompañó asomando de vez en vez entre papeles y libros durante los días de la actividad académica. Al regresar de ese viaje a mi casa de Rosario, lo planté. Hoy mide más de diez metros. Muchos colegas comunicadores admiraron esa planta en mi patio interior y fueron merecedores a su vez de un pequeño tramito de ric rac. Conté a cada uno de ellos esta anécdota, al entregárselos, para que supieran que en sus patios crecen los retoños de la planta de Juan. Se las presento:
SELENICEREUS ANTHONYANUS (sin. CRYPTOCEREUS ANTHONIANUS)
Es una especie de cactus que crece de forma epifita en zonas tropicales y subtropicales de México, y que tiene un llamativo crecimiento en forma de zig-zag. Es conocido como cactus ric-rac o cactus espina de pescado.
Selenicereus significa "cactus de la luna", porque sus flores sólo se abren de noche y duran una sola noche. Cryptocereus significa "cactus oculto", porque esta planta fue una especie desconocida para la ciencia durante mucho tiempo. Origen: Chiapas (México).
3- Ital-gueses en Roma
Una profunda fe religiosa hacía de Juan un ser calmo y alegre. Sus amigos siempre disfrutamos de compartir con él una comida, el buen vino, las deliciosas sobremesas donde hacíamos culto del conversar y del encuentro. En esos momentos se acentuaba su humor fresco y ocurrente. Transcribo de sus relatos memorables el siguiente, donde cuenta con humor parte de uno de sus viajes a Italia junto a su esposa María Cándida:
“Roma nos gustó mucho, aunque tuve que trabajar en FAO la mayor parte del tiempo. Un italiano le preguntó a María Cándida si había venido a Roma ‘per piazzere’. En su Ital-gués, ella le respondió: ‘Io per piazzere, mio marito per lavorare’. Eso es lo que las mujeres entienden por división del trabajo.
Fue muy emocionante la audiencia que tuvimos con Paulo VI, en Castel Gandolfo. Pena que además de nosotros había 9.998 personas en la audiencia. Este es el problema de Europa: demasiada gente. Debe ser por eso que los europeos quieren que nosotros, los del Tercer Mundo, controlemos la natalidad. Hasta nosotros a veces maldecíamos a los turistas. Pero de repente descubríamos que nosotros también lo éramos.”
4- Abrazo en Asunción
El destino hizo que la segunda semana de noviembre de 2012 yo estuviera en Asunción del Paraguay participando en un evento académico cuando me llegó la triste noticia de la enfermedad de Juan. Se trataba de un Seminario internacional de Comunicación Estratégica en el que participaron docentes, profesionales y alumnos de comunicación. En ese ámbito hablé de Juan al auditorio y a los periodistas que me entrevistaron y recordé la enorme importancia que Juan Díaz Bordenave tuvo para los comunicadores latinoamericanos.
Inmediatamente pedí a los organizadores que me llevaran al sanatorio donde estaba internado. No pude abrazarlo, pues en ese momento estaban haciéndole una de las intervenciones en su pulmón. Pero sí hablé con sus hijos y sus sobrinas para decirles del enorme cariño y respeto que los comunicadores de America Latina tenemos por él.
Juan, en 2012 y a la distancia, también me ayudó a empezar a aprender a perdonar.
Frente al comentario de que éste había sido un año duro para mi, Juan me contestó:
“Dicen que la forma en que se debería valorar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos. No debiéramos tenerle miedo al sufrimiento, porque es sólo una instancia más de aprendizaje que se nos ofrece para seguir creciendo.”
(continuará)
por Sandra Massoni
La invitación para participar en un libro de homenaje a Juan Díaz Bordenave por parte de sus amigos, incluía la intensión de realizar su presentación en febrero de 2013, cuando estaría celebrando sus 87 años. Recordarlo es, entonces, un presente más que Juan compone para todos nosotros.
Cuando me senté a memorar, las anécdotas se me aparecieron en tropel, se amontonaron y empujaron para que las escribiera: la primera jalonó a una segunda y la segunda a una tercera hasta que se me acabó el espacio disponible. Incluyo aquí siete episodios de mis disfrutes compartidos con Juan: los que cupieron en el espacio que me estaba destinado en este libro. Y aquí van:
1- Trayectos a pie.
Nos encontrábamos en seminarios, en congresos, en consultorías en diferentes países y siempre había oportunidad de alguna caminata. Lo de caminar con Juan era para mi una plácida fiesta porque jugábamos a descubrir historias en las gentes con las que nos íbamos cruzando por las calles. Compartíamos también una profunda dilección por plantas de todo tipo y en esas ocasiones, Juan me instruía sobre las propiedades y virtudes vegetales con las que nos topábamos: “Aquel árbol del verde nuevo florece en octubre y hay que cosechar las florcitas apenas abren”; “Esta pequeña mata es cicatrizante”; “Aquel yuyito que asoma tímido entre dos baldosas es el mejor tónico que conozco y sólo crece en esta región del país”.
Eran trayectos de exploración a pie en los que debatíamos ideas sobre estudios comunicacionales y noticias sobre nuestros hijos y nuestras familias: “Entremos al mercado a comer algún bocado que nunca antes hayamos probado”; “¿Reparaste en el gesto de la abuela para con el muchacho. ¡Eso sí es autoridad!”. Nos gustaba presenciar esa cierta épica de la vida cotidiana que es propia de nuestros pueblos y que se narra en las esquinas, plazas, iglesias y mercados como un aguafuerte. Admiramos profundamente el jaleo humano y vivo de esos sitios tan nuestros.
2- Esa planta de Juan con tantas ramas.
Entrábamos al edificio de una universidad en la que íbamos a disertar juntos en un panel de expertos en comunicación y desarrollo. Al traspasar la puerta me detuve, extasiada ante una planta –“Selenicereus Anthonyanus, vulgarmente conocida como cactus ric rac o espina de pescado”, apuntó Juan– que cubría completamente las paredes vidriadas de la fachada. Era una bella y extensa filigrana vegetal que crecía en delicado zigzag bien pegada al vidrio. Juan cortó un pequeño trozo de esa planta y me lo obsequió diciéndome: “tanto aprecio merece que la lleves contigo”. Así fue: coloqué el pequeño trozo de apenas tres centímetros dentro del maletín y me acompañó asomando de vez en vez entre papeles y libros durante los días de la actividad académica. Al regresar de ese viaje a mi casa de Rosario, lo planté. Hoy mide más de diez metros. Muchos colegas comunicadores admiraron esa planta en mi patio interior y fueron merecedores a su vez de un pequeño tramito de ric rac. Conté a cada uno de ellos esta anécdota, al entregárselos, para que supieran que en sus patios crecen los retoños de la planta de Juan. Se las presento:
SELENICEREUS ANTHONYANUS (sin. CRYPTOCEREUS ANTHONIANUS)
Es una especie de cactus que crece de forma epifita en zonas tropicales y subtropicales de México, y que tiene un llamativo crecimiento en forma de zig-zag. Es conocido como cactus ric-rac o cactus espina de pescado.
Selenicereus significa "cactus de la luna", porque sus flores sólo se abren de noche y duran una sola noche. Cryptocereus significa "cactus oculto", porque esta planta fue una especie desconocida para la ciencia durante mucho tiempo. Origen: Chiapas (México).
3- Ital-gueses en Roma
Una profunda fe religiosa hacía de Juan un ser calmo y alegre. Sus amigos siempre disfrutamos de compartir con él una comida, el buen vino, las deliciosas sobremesas donde hacíamos culto del conversar y del encuentro. En esos momentos se acentuaba su humor fresco y ocurrente. Transcribo de sus relatos memorables el siguiente, donde cuenta con humor parte de uno de sus viajes a Italia junto a su esposa María Cándida:
“Roma nos gustó mucho, aunque tuve que trabajar en FAO la mayor parte del tiempo. Un italiano le preguntó a María Cándida si había venido a Roma ‘per piazzere’. En su Ital-gués, ella le respondió: ‘Io per piazzere, mio marito per lavorare’. Eso es lo que las mujeres entienden por división del trabajo.
Fue muy emocionante la audiencia que tuvimos con Paulo VI, en Castel Gandolfo. Pena que además de nosotros había 9.998 personas en la audiencia. Este es el problema de Europa: demasiada gente. Debe ser por eso que los europeos quieren que nosotros, los del Tercer Mundo, controlemos la natalidad. Hasta nosotros a veces maldecíamos a los turistas. Pero de repente descubríamos que nosotros también lo éramos.”
4- Abrazo en Asunción
El destino hizo que la segunda semana de noviembre de 2012 yo estuviera en Asunción del Paraguay participando en un evento académico cuando me llegó la triste noticia de la enfermedad de Juan. Se trataba de un Seminario internacional de Comunicación Estratégica en el que participaron docentes, profesionales y alumnos de comunicación. En ese ámbito hablé de Juan al auditorio y a los periodistas que me entrevistaron y recordé la enorme importancia que Juan Díaz Bordenave tuvo para los comunicadores latinoamericanos.
Inmediatamente pedí a los organizadores que me llevaran al sanatorio donde estaba internado. No pude abrazarlo, pues en ese momento estaban haciéndole una de las intervenciones en su pulmón. Pero sí hablé con sus hijos y sus sobrinas para decirles del enorme cariño y respeto que los comunicadores de America Latina tenemos por él.
Juan, en 2012 y a la distancia, también me ayudó a empezar a aprender a perdonar.
Frente al comentario de que éste había sido un año duro para mi, Juan me contestó:
“Dicen que la forma en que se debería valorar un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros apegos. No debiéramos tenerle miedo al sufrimiento, porque es sólo una instancia más de aprendizaje que se nos ofrece para seguir creciendo.”
(continuará)
Miércoles, 6 de Noviembre 2013
Redactado por Sandra Massoni el Miércoles, 6 de Noviembre 2013 a las 15:58
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Es catedrática de comunicación estratégica, consultora, investigadora y docente de posgrado en distintas universidades de Iberoamérica. Ha realizado numerosas investigaciones y consultorías en las áreas de su especialidad en su país y en el extranjero: estrategias de comunicación social, comunicación y desarrollo, comunicación ambiental y comunicación educativa. Ha publicado 23 libros y 41 capítulos de libros. Los últimos: como autora individual, “Avatares del comunicador complejo y fluido. Del perfil del comunicador social y otros devenires”, Ediciones CIESPAL, 2016 y “Metodologías de la Comunicación estratégica: del inventario al encuentro sociocultural”, Homo Sapiens Ediciones, 2013; Como coautora: “Guía IEC. Investigación Enactiva en Comunicación: la ciencia de la articulación”, con Mateo Bussi, Rosario, Argentina, junio 2020, 2.ª ed. Enactiva comunicación Ediciones, 2022.
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