¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Tendencias Estratégicas
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La vida extraterrestre podría prosperar sin necesidad de un planeta que la cobije
01/11/2024 17:52 - Pablo Javier Piacente -
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Objetos desconocidos podrían existir en los confines del Sistema Solar
31/10/2024 17:55 - Pablo Javier Piacente
“Una teoría no es otra cosa que una forma de mirar el mundo”
David Bohm
Mire a su alrededor y dígame lo que ve ¿confrontación o armonía?
Sin duda la pregunta está mal planteada. Lo más probable es que Vd. vea ambas cosas confrontación y armonía, sencillamente porque, nos guste o no, el mundo es complejo. Y complejo como nos recuerda Edgar Morin, es lo que está tejido junto. La trama y la urdimbre de lo real, de la vida, de lo social.
Pero no es menos cierto que nos han enseñado a mirar así, fraccionado y enfrentando la realidad en pares antagónicos. Lo malo es que, de esta guisa, la cultura occidental amparándose en el dualismo y la dialéctica que lleva por sus venas nos ha terminado por enfrentar a los unos contra los otros. Y a cada concepto y a cada cosa con su antagonista.
No hay que apelar a las guerras del pasado y del presente, basta con encender la TV para comprobar que vivimos una Cultura de la Polémica, escenificada e intermediada como muy bien explica en su libro la periodista americana Deborah Tannen.
Por eso tenemos la política que tenemos: candidatos que se pelean por nuestros votos y nos cuentan las maldades ajenas pero no nos dicen nunca cómo van a resolver nuestros problemas.
Por eso tenemos el management que tenemos: empresarios que ven en todo competidor un enemigo y no un posible aliado, y que reproducen a nivel mercado los “horrores” de la guerra, aunque luego se unan y se asocien para subirnos los precios. O para defender posiciones en su Patronal.
Por eso tenemos la espiritualidad que tenemos: incapaz de armonizar cada cuerpo con “su” alma; cada cerebro con “su” mente; cada acción con “sus” valores.
Por eso tenemos la ciencia que tenemos: lo primero que nos enseñan a la hora de analizar un ser/fenómeno vivo es fraccionarlo para estudiar sus partes por separado. Con olvido, o yo diría con desprecio, de que al diseccionarlo, la vida se nos escapa entre corte y corte, y lo que terminamos estudiando es un ser muerto. Pues la vida estaba precisamente en esas conexiones que hemos roto (1).
Todo ello sin darnos cuenta de que nada de lo que nos rodea es antagónico entre sí, ni siquiera es algo aislado e independiente, sino conectado, fluido y mutante.
Sin darnos cuenta de que todo y todos formamos parte de ese tejido del que está hecha la materia y la vida, incluidos los sueños.
Sin darnos cuenta de que es precisamente en la fusión, en los mestizajes y en las fronteras donde surge la innovación (por la que tanto sueñan empresarios de todo el mundo que sin embargo dirigen organizaciones piramidales y jerárquicas que ahogan cualquier intento de innovación).
Es, ese dualismo antagonista que respiramos por todas partes el culpable de que a tantos les haya sido tan difícil asumir algunos de los avances científicos más importantes del siglo XX: el pensamiento complejo, la complementariedad, la sistémica, la emergencia, las conexiones profundas; que el todo es distinto de la suma de sus partes (ya lo dijo Pascal, pero lo validaría la sistémica) y que la realidad y la vida van de menos a mas (me refiero a la emergencia) y que por tanto no somos ángeles caídos, ni seres degradados por alguna oscura culpa originaria, sino simples seres evolucionados.
Para aquellos que crean que estas ideas son producto de un decadente retorno al misticismo oriental, les diré que tienen una parte de razón. Pero solo una parte. Es verdad que todas estas ideas tiene sus orígenes en Oriente: el bing bang en los vedas y en su Brahman “el que se expande” (en sanscrito); la complementariedad en el Yin y el Yang, la lógica binaria de Leibnitz con la que trabajan nuestros ordenadores en los exagramas del libro de las mutaciones; pero ha sido la ciencia del siglo XX, física cuántica incluida (véase el “Tao de la Física” de Fritjof Capra) la que ha sabido recuperar y reconstruir esos mismos principios y sacarlos de la oscuridad y del secretismo iniciático de sus orígenes y del olvido de XXIV siglos
Y hoy, gracias a Edgar Morin (pensamiento complejo); Niels Bohr (principio de complementariedad); Francisco Varela (embodied mind); David Bóhm (el orden implicado y otros pocos hombres preclaros, sabemos que la realidad lejos de ser dual y antagónica es compleja, fluida, y a veces caótica, y que fragmentarla y enfrentarla conceptual o físicamente es un grave error.
Sin duda todas estas inquietudes merecerían un comentario más largo y calmado. ¡Hay tanto que decir al respecto! Por mi parte podría remitir a mis lectores a las páginas de mi último libro “Hacia una teoría general de la estrategia” (en coautoría con Sandra Massoni), Ariel, 2009, donde presentamos métodos de análisis que no solo no fraccionan sino que precisamente ponen el énfasis en las conexiones; pero realmente el motivo por el que he sacado este tema hoy, es para céntrame en una dualidad que me preocupa y me irrita mucho; aquella que enfrenta teoría y práctica.
Cuando en clase digo “hoy vamos a ver la teoría…” mis alumnos salen huyendo. Frases como “eso es demasiado teórico”, “Yo quiero algo más práctico”; “profe, puede cortar ya esta parte y darnos el modelo…” tan frecuentes de oír para un viejo profesor como soy yo, nos hablan de una sociedad o desorientada o descerebrada. Y no sé que es peor.
Aunque a muchos les cueste entenderlo una teoría es una forma de ver el mundo, o si se prefiere nos da la perspectiva desde donde mirarlo. Una teoría es una explicación de un fenómeno. Y de hecho, nos guste o no, todo lo que hacemos es en base a una “teoría”, desde el más simple de los esquemas a una teoría científica. Las teorías científicas también son explicaciones, solo que para ser “científicas” han de cumplir unos determinados requisitos. Los seres humanos necesitamos esas explicaciones, para hacer cálculos sobre los resultados (previsibles) de nuestras acciones. Todos sabemos que si pasamos de los 120 kmts./hora corremos dos riesgos, que nos pongan una multa y peor, tener un accidente” . Si voy a invertir en bolsa, antes debería saber cómo funciona ese mercado. Eso no me va a garantizar el resultado, ni el éxito (ese es otro problema que comentaremos otro día, el de una sociedad en busca del algoritmo perdido, pero que nunca existió), pero al menos me evitan algunos errores de bulto
En teste punto es bueno recordar a John Maynard Keynes- quien, por cierto, ganó mucho dinero en la bolsa- cuando dice:”Practical men who believes themselves to be quite exempt from any intellectual influences are usually the slaves of some defunct economist” . La pregunta aquí es ¿Cuántos cadáveres guardamos en el armario? Porque, Sras. y Srs. de vez en cuando hay que abrir las puertas, airearse y dejar espacio… Porque nos guste o no, no hay nada más práctico que una teoría, eso sí, una buena teoría.
Debo decir, en sentido contrario y muy a mi pesar, que el rechazo de la teoría tiene algunas raíces fundadas. Detrás del enfrentamiento entre teoría y práctica está el rechazo de mal teórico, del que se enrolla sin llegar ninguna parte, de esos profesores que cuando ven que su teoría no funciona dicen que quien se equivoca es la realidad, nunca ellos (pero ese es otro problema que también habría que abordar).
Yo también participo de ese rechazo, y por eso, entre tantas otras cosas, cuesta llevarse bien con los colegas. Pero estas críticas y estas “boutades” no resuelven el problema. Una sociedad sin teorías y cada vez más pobre en valores es una sociedad descerebrada y sin ética para su acción.
Para todos nosotros que nos movemos entre el pensamiento y la acción, nos resultaría fácil renunciar a la teoría, darle el gusto al lector y tratar de escribir “prácticos” bestsellers. Algunos lo hacen y ganan mucho dinero. Pero eso tampoco es ético, porque implica una renuncia a la búsqueda de mejores explicaciones. Nuestro compromiso como profesores, pensadores e investigadores es intentar hacer buenas teorías. Serán los de fuera al ponerlas en práctica en sus proyectos y planes los que nos den o nos quiten la razón. Y si nos la dan, por favor, que nos la den en vida. Cómo en su día ya advirtió Vicent van Gogh en sus hermosas cartas a Teo: Hay ya demasiadas viudas homenajeadas.
(continuará)
____
(1) Me permito recordar al lector que desde Descartes y su 2º principio del método, analizar es fraccionar para estudiar las partes por separado, y me permito recordar también que “Distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos.“ es la primera acepción que nos da la 22 edición del “Diccionario de la Real Academia de la Lengua” que confunde el proceso de analizar con el método seguido hasta ahora para lograr ese análisis. Con olvido de que hoy tenemos métodos que permiten analizar sin trocear. Un tema que abordo en mi último libro con la ayuda de Francisco Serra y “su” dinámica de sistemas y de otros autores.
Sin duda la pregunta está mal planteada. Lo más probable es que Vd. vea ambas cosas confrontación y armonía, sencillamente porque, nos guste o no, el mundo es complejo. Y complejo como nos recuerda Edgar Morin, es lo que está tejido junto. La trama y la urdimbre de lo real, de la vida, de lo social.
Pero no es menos cierto que nos han enseñado a mirar así, fraccionado y enfrentando la realidad en pares antagónicos. Lo malo es que, de esta guisa, la cultura occidental amparándose en el dualismo y la dialéctica que lleva por sus venas nos ha terminado por enfrentar a los unos contra los otros. Y a cada concepto y a cada cosa con su antagonista.
No hay que apelar a las guerras del pasado y del presente, basta con encender la TV para comprobar que vivimos una Cultura de la Polémica, escenificada e intermediada como muy bien explica en su libro la periodista americana Deborah Tannen.
Por eso tenemos la política que tenemos: candidatos que se pelean por nuestros votos y nos cuentan las maldades ajenas pero no nos dicen nunca cómo van a resolver nuestros problemas.
Por eso tenemos el management que tenemos: empresarios que ven en todo competidor un enemigo y no un posible aliado, y que reproducen a nivel mercado los “horrores” de la guerra, aunque luego se unan y se asocien para subirnos los precios. O para defender posiciones en su Patronal.
Por eso tenemos la espiritualidad que tenemos: incapaz de armonizar cada cuerpo con “su” alma; cada cerebro con “su” mente; cada acción con “sus” valores.
Por eso tenemos la ciencia que tenemos: lo primero que nos enseñan a la hora de analizar un ser/fenómeno vivo es fraccionarlo para estudiar sus partes por separado. Con olvido, o yo diría con desprecio, de que al diseccionarlo, la vida se nos escapa entre corte y corte, y lo que terminamos estudiando es un ser muerto. Pues la vida estaba precisamente en esas conexiones que hemos roto (1).
Todo ello sin darnos cuenta de que nada de lo que nos rodea es antagónico entre sí, ni siquiera es algo aislado e independiente, sino conectado, fluido y mutante.
Sin darnos cuenta de que todo y todos formamos parte de ese tejido del que está hecha la materia y la vida, incluidos los sueños.
Sin darnos cuenta de que es precisamente en la fusión, en los mestizajes y en las fronteras donde surge la innovación (por la que tanto sueñan empresarios de todo el mundo que sin embargo dirigen organizaciones piramidales y jerárquicas que ahogan cualquier intento de innovación).
Es, ese dualismo antagonista que respiramos por todas partes el culpable de que a tantos les haya sido tan difícil asumir algunos de los avances científicos más importantes del siglo XX: el pensamiento complejo, la complementariedad, la sistémica, la emergencia, las conexiones profundas; que el todo es distinto de la suma de sus partes (ya lo dijo Pascal, pero lo validaría la sistémica) y que la realidad y la vida van de menos a mas (me refiero a la emergencia) y que por tanto no somos ángeles caídos, ni seres degradados por alguna oscura culpa originaria, sino simples seres evolucionados.
Para aquellos que crean que estas ideas son producto de un decadente retorno al misticismo oriental, les diré que tienen una parte de razón. Pero solo una parte. Es verdad que todas estas ideas tiene sus orígenes en Oriente: el bing bang en los vedas y en su Brahman “el que se expande” (en sanscrito); la complementariedad en el Yin y el Yang, la lógica binaria de Leibnitz con la que trabajan nuestros ordenadores en los exagramas del libro de las mutaciones; pero ha sido la ciencia del siglo XX, física cuántica incluida (véase el “Tao de la Física” de Fritjof Capra) la que ha sabido recuperar y reconstruir esos mismos principios y sacarlos de la oscuridad y del secretismo iniciático de sus orígenes y del olvido de XXIV siglos
Y hoy, gracias a Edgar Morin (pensamiento complejo); Niels Bohr (principio de complementariedad); Francisco Varela (embodied mind); David Bóhm (el orden implicado y otros pocos hombres preclaros, sabemos que la realidad lejos de ser dual y antagónica es compleja, fluida, y a veces caótica, y que fragmentarla y enfrentarla conceptual o físicamente es un grave error.
Sin duda todas estas inquietudes merecerían un comentario más largo y calmado. ¡Hay tanto que decir al respecto! Por mi parte podría remitir a mis lectores a las páginas de mi último libro “Hacia una teoría general de la estrategia” (en coautoría con Sandra Massoni), Ariel, 2009, donde presentamos métodos de análisis que no solo no fraccionan sino que precisamente ponen el énfasis en las conexiones; pero realmente el motivo por el que he sacado este tema hoy, es para céntrame en una dualidad que me preocupa y me irrita mucho; aquella que enfrenta teoría y práctica.
Cuando en clase digo “hoy vamos a ver la teoría…” mis alumnos salen huyendo. Frases como “eso es demasiado teórico”, “Yo quiero algo más práctico”; “profe, puede cortar ya esta parte y darnos el modelo…” tan frecuentes de oír para un viejo profesor como soy yo, nos hablan de una sociedad o desorientada o descerebrada. Y no sé que es peor.
Aunque a muchos les cueste entenderlo una teoría es una forma de ver el mundo, o si se prefiere nos da la perspectiva desde donde mirarlo. Una teoría es una explicación de un fenómeno. Y de hecho, nos guste o no, todo lo que hacemos es en base a una “teoría”, desde el más simple de los esquemas a una teoría científica. Las teorías científicas también son explicaciones, solo que para ser “científicas” han de cumplir unos determinados requisitos. Los seres humanos necesitamos esas explicaciones, para hacer cálculos sobre los resultados (previsibles) de nuestras acciones. Todos sabemos que si pasamos de los 120 kmts./hora corremos dos riesgos, que nos pongan una multa y peor, tener un accidente” . Si voy a invertir en bolsa, antes debería saber cómo funciona ese mercado. Eso no me va a garantizar el resultado, ni el éxito (ese es otro problema que comentaremos otro día, el de una sociedad en busca del algoritmo perdido, pero que nunca existió), pero al menos me evitan algunos errores de bulto
En teste punto es bueno recordar a John Maynard Keynes- quien, por cierto, ganó mucho dinero en la bolsa- cuando dice:”Practical men who believes themselves to be quite exempt from any intellectual influences are usually the slaves of some defunct economist” . La pregunta aquí es ¿Cuántos cadáveres guardamos en el armario? Porque, Sras. y Srs. de vez en cuando hay que abrir las puertas, airearse y dejar espacio… Porque nos guste o no, no hay nada más práctico que una teoría, eso sí, una buena teoría.
Debo decir, en sentido contrario y muy a mi pesar, que el rechazo de la teoría tiene algunas raíces fundadas. Detrás del enfrentamiento entre teoría y práctica está el rechazo de mal teórico, del que se enrolla sin llegar ninguna parte, de esos profesores que cuando ven que su teoría no funciona dicen que quien se equivoca es la realidad, nunca ellos (pero ese es otro problema que también habría que abordar).
Yo también participo de ese rechazo, y por eso, entre tantas otras cosas, cuesta llevarse bien con los colegas. Pero estas críticas y estas “boutades” no resuelven el problema. Una sociedad sin teorías y cada vez más pobre en valores es una sociedad descerebrada y sin ética para su acción.
Para todos nosotros que nos movemos entre el pensamiento y la acción, nos resultaría fácil renunciar a la teoría, darle el gusto al lector y tratar de escribir “prácticos” bestsellers. Algunos lo hacen y ganan mucho dinero. Pero eso tampoco es ético, porque implica una renuncia a la búsqueda de mejores explicaciones. Nuestro compromiso como profesores, pensadores e investigadores es intentar hacer buenas teorías. Serán los de fuera al ponerlas en práctica en sus proyectos y planes los que nos den o nos quiten la razón. Y si nos la dan, por favor, que nos la den en vida. Cómo en su día ya advirtió Vicent van Gogh en sus hermosas cartas a Teo: Hay ya demasiadas viudas homenajeadas.
(continuará)
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(1) Me permito recordar al lector que desde Descartes y su 2º principio del método, analizar es fraccionar para estudiar las partes por separado, y me permito recordar también que “Distinción y separación de las partes de un todo hasta llegar a conocer sus principios o elementos.“ es la primera acepción que nos da la 22 edición del “Diccionario de la Real Academia de la Lengua” que confunde el proceso de analizar con el método seguido hasta ahora para lograr ese análisis. Con olvido de que hoy tenemos métodos que permiten analizar sin trocear. Un tema que abordo en mi último libro con la ayuda de Francisco Serra y “su” dinámica de sistemas y de otros autores.
Rafael Alberto Perez
Domingo, 2 de Mayo 2010
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Blog sobre comunicación estratégica
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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