¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
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Tendencias Estratégicas
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Ralentizar el envejecimiento o posponerlo.
Esta es (hoy) la cuestión
La lucha contra el envejecimiento es una constante en el ser humano. Se dice que en la China clásica había dos tipos de textos secretos: los de estrategia y los de salud. Lo que, por cierto, establecía una interesante conexión, porque ¿para qué le vale el poder a alguien que no va a vivir para ejercerlo?
Hoy, 2.500 años más tarde, la salud se ha democratizado y la idea de una “larga vida” está más asociada al disfrute personal que al poder. De hecho, poco poder les queda ya a los ancianos. Por su parte los métodos de investigación han variado y las estrategias han dejado de ser exclusivamente militares para abrirse a otras metas. Algunos han dado un pequeño paso al frente y hablan de estrategias referidas a objetivos empresariales, pero ¿por qué limitarlas a los negocios si la estrategia es una capacidad general de los seres humanos? La salud, es un buen ejemplo de cómo las estrategias se pueden ampliar a otros campos de intervención humana.
Pero además de abrirse a otros espacios, la estrategia ha cambiando también su sentido y en la actualidad entendemos por estrategias los caminos y métodos a seguir para alcanzar nuestras metas (método viene del griego metha odos = el camino que viene después). Y ese sentido metodológico es el que prima cuando hablamos de estrategias de investigación en general y en el campo de la salud en concreto.
En este juego de mudanzas, lo que queda inalterada es aquella vieja meta de alargar la vida. Pero dado que la muerte es inevitable, los expertos han venido hasta ahora centrando sus esfuerzos en el envejecimiento. Y para ello han seguido dos estrategias complementarias que llamaríamos clásicas ambas orientada a retrasar los síntomas del envejecimiento: (a) Una preventiva. Es la que llevan a cabo los gerontólogos actuando sobre el metabolismo para corregir sus daños, y (b) Otra restauradora. Es la que siguen los geriatras al aplicar la tecnología médica existente sobre los daños cuando estos ya han surgido, tratando de aminorando su impacto y evolución en posibles patologías. Ambas tienen en común que tratan de aminorar los síntomas y de ralentizar un envejecimiento que consideran inevitable.
Estas búsquedas y estas estrategias se desarrollan discretamente en los laboratorios (ahora el secreto es por miedo al espionaje industrial). Su faceta más visible la ofrecen las empresas del sector cosmético al proclamar competitivamente sus avances mediante campañas publicitarias. ¿Quién no recuerda esas bellas imágenes de rostros que rejuvenecen, arrugas que se desvanecen y siluetas que se estilizan? Todo ello acompañado de promesas de juventud y belleza eternas.
Al escribir estas líneas me ha venido a la memoria una historia que tenía olvidada. Fue hace unos cuantos años, más de cuarenta, por aquel entonces yo estaba trabajando en publicidad para una marca de cosméticos y alguien me dio un sabio consejo: “Rafael no trates de fidelizar para siempre a tus consumidoras, simplemente trata de alargar el tiempo en el que todavía creen que son bellas gracias a tu marca. El día en que se den cuentan de que envejecen a pesar de todo, depositarán su fe en otra marca. Todo menos reconocer que el reloj y los años hacen su “sucio” trabajo”.
Una “fe” que en el escenario actual ha perdido sentido. Hoy biólogos y genetistas hablan de un cambio radical y siguen otras líneas de investigación. Son estrategias que persiguen más la salud que la estética, o que en todo caso ven a la estética como una manifestación más de la salud. El cambio es claro, no es lo mismo considerar el envejecimiento como un fenómeno natural e inevitable e intentar suavizarlo y ralentizarlo, que considerar el envejecimiento como la consecuencia de unos daños evitables y en consecuencia hacer lo posible por posponerlo alargando la vida saludable. Pero eso se lo contaré en la próxima entrega.
Hoy, 2.500 años más tarde, la salud se ha democratizado y la idea de una “larga vida” está más asociada al disfrute personal que al poder. De hecho, poco poder les queda ya a los ancianos. Por su parte los métodos de investigación han variado y las estrategias han dejado de ser exclusivamente militares para abrirse a otras metas. Algunos han dado un pequeño paso al frente y hablan de estrategias referidas a objetivos empresariales, pero ¿por qué limitarlas a los negocios si la estrategia es una capacidad general de los seres humanos? La salud, es un buen ejemplo de cómo las estrategias se pueden ampliar a otros campos de intervención humana.
Pero además de abrirse a otros espacios, la estrategia ha cambiando también su sentido y en la actualidad entendemos por estrategias los caminos y métodos a seguir para alcanzar nuestras metas (método viene del griego metha odos = el camino que viene después). Y ese sentido metodológico es el que prima cuando hablamos de estrategias de investigación en general y en el campo de la salud en concreto.
En este juego de mudanzas, lo que queda inalterada es aquella vieja meta de alargar la vida. Pero dado que la muerte es inevitable, los expertos han venido hasta ahora centrando sus esfuerzos en el envejecimiento. Y para ello han seguido dos estrategias complementarias que llamaríamos clásicas ambas orientada a retrasar los síntomas del envejecimiento: (a) Una preventiva. Es la que llevan a cabo los gerontólogos actuando sobre el metabolismo para corregir sus daños, y (b) Otra restauradora. Es la que siguen los geriatras al aplicar la tecnología médica existente sobre los daños cuando estos ya han surgido, tratando de aminorando su impacto y evolución en posibles patologías. Ambas tienen en común que tratan de aminorar los síntomas y de ralentizar un envejecimiento que consideran inevitable.
Estas búsquedas y estas estrategias se desarrollan discretamente en los laboratorios (ahora el secreto es por miedo al espionaje industrial). Su faceta más visible la ofrecen las empresas del sector cosmético al proclamar competitivamente sus avances mediante campañas publicitarias. ¿Quién no recuerda esas bellas imágenes de rostros que rejuvenecen, arrugas que se desvanecen y siluetas que se estilizan? Todo ello acompañado de promesas de juventud y belleza eternas.
Al escribir estas líneas me ha venido a la memoria una historia que tenía olvidada. Fue hace unos cuantos años, más de cuarenta, por aquel entonces yo estaba trabajando en publicidad para una marca de cosméticos y alguien me dio un sabio consejo: “Rafael no trates de fidelizar para siempre a tus consumidoras, simplemente trata de alargar el tiempo en el que todavía creen que son bellas gracias a tu marca. El día en que se den cuentan de que envejecen a pesar de todo, depositarán su fe en otra marca. Todo menos reconocer que el reloj y los años hacen su “sucio” trabajo”.
Una “fe” que en el escenario actual ha perdido sentido. Hoy biólogos y genetistas hablan de un cambio radical y siguen otras líneas de investigación. Son estrategias que persiguen más la salud que la estética, o que en todo caso ven a la estética como una manifestación más de la salud. El cambio es claro, no es lo mismo considerar el envejecimiento como un fenómeno natural e inevitable e intentar suavizarlo y ralentizarlo, que considerar el envejecimiento como la consecuencia de unos daños evitables y en consecuencia hacer lo posible por posponerlo alargando la vida saludable. Pero eso se lo contaré en la próxima entrega.
Rafael Alberto Pérez
Martes, 28 de Mayo 2013
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Blog sobre comunicación estratégica
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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