¿Quién es?
Rafael Alberto Pérez
Autor de referencia en comunicación estratégica, conferenciante y consultor. Es consejero de The Blueroom Project - TBP Consulting para temas de turismo y ocio
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Considerado el padre de la Nueva Teoría Estratégica (NTE) y autor laureado. Su libro “Estrategias de Comunicación” (2001) ha recibido dos premios internacionales y ha sido seleccionado la revista “Razón y Palabra” como uno de los textos más influyentes en Iberoamérica.
En la actualidad divide su actividad entre impartir Seminarios- invitado por más de 170 Universidades y empresas de 14 países- y ejercer como consultor estratégico.
Tendencias Estratégicas
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22/11/2024 17:54 - Pablo Javier Piacente -
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21/11/2024 17:58 - Pablo Javier Piacente
Regreso a Oaxaca
Regresar es revivir, pero también marcar distancias
La mirada del que vuelve ha madurado con el paso del tiempo (y pobre de él/ella si no ha sido así). Los recuerdos se han estado reelaborando todas las noches en nuestra memoria, estilizándose e idealizándose. Y el lugar ha sufrido las sacudidas de la vida. Las emociones vividas aquellos días, las buenas y las malas se agitan y nos impregnan. Y, por eso, el regreso no siempre resiste esos desplazamientos y, muchas veces, defrauda.
Sin duda es peligroso volver a lugares que nos han gustado pues corremos el riesgo de la decepción. Pero este no es el caso de Oaxaca cuya magia presente ¿permanente? supera todo lo que uno pueda recordar. Esta vez me ha gustado todavía más. A lo que he de añadir además el cariño que me ha dado su cálida gente.
Les cuento. La primera vez que sentí la magia de Oaxaca fue en 1998 durante mi primer viaje a México. La primera escala fue en D.F. para impartir docencia en el Master de Comunicación Política del Centro Avanzado de Comunicación Eulalio Ferrer (CADEC). La razón principal de aquel mi primer viaje como profesor a la otra orilla.
La segunda escala fue en Oaxaca. Y recuerdo que tanto Carmen, mi mujer, como yo quedamos fascinados cuando nos bajamos del coche. La magia de Oaxaca se siente solo al pisarla. El primer impacto fueron sus largas calles alineadas con casas terreras de dos colores y balcones con verjas que ocultan en sus ventanas monstruos de madera. Escenario para un western con sonido de guitarra. Después vendría el Zócalo con sus miles de globos capaces de hacer felices a todos los niños que llevamos dentro; sus mezcales capaces de hacer soñar/temblar/deribar al hombre que llevamos puesto y, sus alebrijes- producto creativo del delirium tremens de un artesano ebrio- en los que se funden niños y hombres con los sueños/monstruos de nuestros autoengaños.
En esta ocasión mi regreso a Oaxaca fue desde Puebla por carretera. en un escarabajo rojo del profesor costarricense Marco Vargas que casual y coincidentemente tenía que arreglar esos días unos asuntos precisamente allí. Nos esperaban las profesoras Maria Antonieta Marbán Certucha y Zazil Chagoya, mis anfitrionas de la Universidad Mesoamericana. Y tras unos cálidos abrazos nos fuimos a sentar a una terraza del Zócalo. Debo decir que Oaxaca está camino de Veracruz y el calor se dejaba sentir. El pintor Fernando Gallo- marido de la profesora Marbán- y su hijo Esteban se nos unieron. Hacía años que no nos veíamos. Las sombras de la tarde comenzaban a caer y la conversación, o mejor dicho conversaciones, se comenzaban a trenzar mientras cientos de vendedores ofrecían sus globos, marcalibros y textiles. Y los boleros (limpiabotas) se empeñaban en tratar de dejar relucientes unos calzados cubiertos por el polvo. De pronto, como obedeciendo a una consigna con GPS, fuimos invadidos por una delegación de alumnos que, sin inmutarse por la gente de las mesas más próximas, me hizo entrega de un presente de bienvenida. Era un recipiente en papel maché con pinturas tradicionales repleto de dulces artesanales y rodeado de banderitas de papel de todos los colores. Una alumna, natural del Istmo de Tehuantepec me explicó el sentido simbólico de aquella ofrenda. Esto no me está ocurriendo, pensé, no es posible. Fue el primer toque mágico. Después ya no pararían.
Sin duda es peligroso volver a lugares que nos han gustado pues corremos el riesgo de la decepción. Pero este no es el caso de Oaxaca cuya magia presente ¿permanente? supera todo lo que uno pueda recordar. Esta vez me ha gustado todavía más. A lo que he de añadir además el cariño que me ha dado su cálida gente.
Les cuento. La primera vez que sentí la magia de Oaxaca fue en 1998 durante mi primer viaje a México. La primera escala fue en D.F. para impartir docencia en el Master de Comunicación Política del Centro Avanzado de Comunicación Eulalio Ferrer (CADEC). La razón principal de aquel mi primer viaje como profesor a la otra orilla.
La segunda escala fue en Oaxaca. Y recuerdo que tanto Carmen, mi mujer, como yo quedamos fascinados cuando nos bajamos del coche. La magia de Oaxaca se siente solo al pisarla. El primer impacto fueron sus largas calles alineadas con casas terreras de dos colores y balcones con verjas que ocultan en sus ventanas monstruos de madera. Escenario para un western con sonido de guitarra. Después vendría el Zócalo con sus miles de globos capaces de hacer felices a todos los niños que llevamos dentro; sus mezcales capaces de hacer soñar/temblar/deribar al hombre que llevamos puesto y, sus alebrijes- producto creativo del delirium tremens de un artesano ebrio- en los que se funden niños y hombres con los sueños/monstruos de nuestros autoengaños.
En esta ocasión mi regreso a Oaxaca fue desde Puebla por carretera. en un escarabajo rojo del profesor costarricense Marco Vargas que casual y coincidentemente tenía que arreglar esos días unos asuntos precisamente allí. Nos esperaban las profesoras Maria Antonieta Marbán Certucha y Zazil Chagoya, mis anfitrionas de la Universidad Mesoamericana. Y tras unos cálidos abrazos nos fuimos a sentar a una terraza del Zócalo. Debo decir que Oaxaca está camino de Veracruz y el calor se dejaba sentir. El pintor Fernando Gallo- marido de la profesora Marbán- y su hijo Esteban se nos unieron. Hacía años que no nos veíamos. Las sombras de la tarde comenzaban a caer y la conversación, o mejor dicho conversaciones, se comenzaban a trenzar mientras cientos de vendedores ofrecían sus globos, marcalibros y textiles. Y los boleros (limpiabotas) se empeñaban en tratar de dejar relucientes unos calzados cubiertos por el polvo. De pronto, como obedeciendo a una consigna con GPS, fuimos invadidos por una delegación de alumnos que, sin inmutarse por la gente de las mesas más próximas, me hizo entrega de un presente de bienvenida. Era un recipiente en papel maché con pinturas tradicionales repleto de dulces artesanales y rodeado de banderitas de papel de todos los colores. Una alumna, natural del Istmo de Tehuantepec me explicó el sentido simbólico de aquella ofrenda. Esto no me está ocurriendo, pensé, no es posible. Fue el primer toque mágico. Después ya no pararían.
Al día siguiente pase toda la mañana en lo alto de Monte Albán, el más importante sitio arqueológico de Mesoamérica, sede del poder zapoteca durante el periodo (1.500-700 a.C) y posteriormente mixteca. Lugar de sanación del espíritu pero también del cuerpo. Algunas estelas enormes dan testimonio hoy del parte clínico del paciente y de las dolencias de cuerpos cuyas partes anatómicas están simbólicamente representadas en piedra. Y fuera un espacio amplio y verde entre los edificios sagrados. En ese momento volví a sentir el toque de espiritualidad que ya había experimentado en 1998 cuando mi primera visita.
A la bajada de Monte Albán nos encontramos con la profesora Zazil y su familia, su esposo Carlos y su niñita la bella y mimosa Lía. Y fuimos todos juntos a un pintoresco mercado popular en el que las señoras llevan largas trenzas combinadas con cintas de colores. Y algunas, unos pañuelos que recordaban los de mi tierra gallega. Mi imaginación me hizo ver que muy probablemente eran pañuelos de origen celta llegados allí por el Este- en un viaje inverso al europeo- desde el reservorio de los celtas, que no es otro que el viejo Iran- aunque la fantasía popular prefiera pensar en nórdicos o germánicos. De allí fuimos a la destilería de mezcal de la familia Chagoya donde la profesora Zazil nos explicó el proceso y nos permitió degustar el mezcal de maguey azul (48º) el primero en salir. Una cena en el porche puso punto y aparte a un día muy especial. Gracias Carlos y Zazil.
A la bajada de Monte Albán nos encontramos con la profesora Zazil y su familia, su esposo Carlos y su niñita la bella y mimosa Lía. Y fuimos todos juntos a un pintoresco mercado popular en el que las señoras llevan largas trenzas combinadas con cintas de colores. Y algunas, unos pañuelos que recordaban los de mi tierra gallega. Mi imaginación me hizo ver que muy probablemente eran pañuelos de origen celta llegados allí por el Este- en un viaje inverso al europeo- desde el reservorio de los celtas, que no es otro que el viejo Iran- aunque la fantasía popular prefiera pensar en nórdicos o germánicos. De allí fuimos a la destilería de mezcal de la familia Chagoya donde la profesora Zazil nos explicó el proceso y nos permitió degustar el mezcal de maguey azul (48º) el primero en salir. Una cena en el porche puso punto y aparte a un día muy especial. Gracias Carlos y Zazil.
Lo que vino después no me parece real. Pasé tres días flotando. Todo comenzó con un largo y sentido homenaje a “Estrategias de Comunicación” (Ariel, 2001) organizado por la Universidad Mesoamericana con motivo de su 10 aniversario y de haber sido seleccionado por Razón y Palabra (Octavio Islas y Jesús Galindo) como uno de los 32 libros más influyentes en comunicación en Iberoamérica.
La semblanza en vídeo que me hicieron para iniciar el acto fue tan bella como generosa. Tan excesivamente cariñosa que mi primeras palabras fueron para decir que cuando fuese mayor me gustaría ser ese tal “Rafael Alberto Pérez” del video. El acto se celebró en el auditorio de la Universidad Autónoma Benito Júarez cedido gentilmente para la ocasión.
A la presentación del libro le siguió una charla sobre “Estrategar”, un seminario a docentes sobre la NTE y un encuentro con los investigadores de la Universidad Mesoamericana. Cuya directora, Martha Chandomid, puso un especial empeño para que mi estancia en Oaxaca fuese lo que fue: un sueño mágico. Gracias Martha. Y gracias también a las profesoras Zazil y Maria Antonieta. Y ya que estoy en turno de merecidos agradecimientos los hago extensivos a un alumno aventajado, Juan C. Santibañez, maestro de la fotografía, afición/profesión que hereda de su familia, quien hizo otro milagrito oaxaqueño al recuperar la memoria dañada de mi cámara de fotos, en la que estaban nada más y nada menos que: ¡¡¡Todas mis fotos de Oaxaca!!! Gracias Juan.
Pero esta historia no acaba aquí. Oaxaca me guardaba otro momento muy especial en un lugar también muy especial, el Centro Cultural Santo Domingo. Sería el día 14, la víspera de mi regreso a España. Pero si Vds. me permiten, se lo cuento en la próxima entrega.
La semblanza en vídeo que me hicieron para iniciar el acto fue tan bella como generosa. Tan excesivamente cariñosa que mi primeras palabras fueron para decir que cuando fuese mayor me gustaría ser ese tal “Rafael Alberto Pérez” del video. El acto se celebró en el auditorio de la Universidad Autónoma Benito Júarez cedido gentilmente para la ocasión.
A la presentación del libro le siguió una charla sobre “Estrategar”, un seminario a docentes sobre la NTE y un encuentro con los investigadores de la Universidad Mesoamericana. Cuya directora, Martha Chandomid, puso un especial empeño para que mi estancia en Oaxaca fuese lo que fue: un sueño mágico. Gracias Martha. Y gracias también a las profesoras Zazil y Maria Antonieta. Y ya que estoy en turno de merecidos agradecimientos los hago extensivos a un alumno aventajado, Juan C. Santibañez, maestro de la fotografía, afición/profesión que hereda de su familia, quien hizo otro milagrito oaxaqueño al recuperar la memoria dañada de mi cámara de fotos, en la que estaban nada más y nada menos que: ¡¡¡Todas mis fotos de Oaxaca!!! Gracias Juan.
Pero esta historia no acaba aquí. Oaxaca me guardaba otro momento muy especial en un lugar también muy especial, el Centro Cultural Santo Domingo. Sería el día 14, la víspera de mi regreso a España. Pero si Vds. me permiten, se lo cuento en la próxima entrega.
Rafael Alberto Pérez
Miércoles, 28 de Septiembre 2011
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Blog sobre comunicación estratégica
Tendencias 21 (Madrid). ISSN 2174-6850
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